profesor de la Universitat de València y miembro del Área de Economía
de EUPV y del Área de Educación de IU
Si se plantea como objetivo la "creación de empleo", surge lógicamente
la pregunta de quién "crea empleo", pregunta que es respondida también
lógicamente por la CEOE afirmando que "
los empresarios son quienes
crean empleo". Ciertamente, puede argüirse que también el
Estado "crea empleo". Pero el problema no está en la respuesta, sino en
la pregunta: "
hay que
seguir reivindicando el protagonismo de la clase trabajadora en la
creación de riqueza, desenmascarando la tergiversación que atribuye
dicha creación al capital, como la que se manifiesta en la expresión
"creación del empleo" que trata a la fuerza de trabajo como objeto
pasivo y a los "empleadores" como sujetos activos, expresando así la
subordinación ideológica a la clase burguesa dominante que conduce a
justificar el incremento de los beneficios empresariales como objetivo
primordial del desarrollo económico y precondición para la disminución
del paro" (XVIII Congreso del PCE).
Pero si ya en general es el trabajo el que crea riqueza, un desarrollo
económico sostenible debe sustentarse específicamente en la creatividad
del trabajo.
Hay que destacar que el desarrollo del capitalismo se ha basado en lo
que Marx llamó la acumulación de capital a través de su reproducción
ampliada. Ciertamente, dicha reproducción ampliada consiste en la
reinversión de plusvalía (el incremento de valor generado por el
trabajo) como capital, pero su agente directo es el capitalista. Ahora
bien, ello supone un modelo de desarrollo vinculado al incremento de
volumen de la producción, y correlativamente al crecimiento del consumo
de energía y otros recursos naturales. Pero cuando dicho crecimiento choca con
los límites del planeta se revela como insostenible.
Llegados a este punto, un desarrollo sostenible ha de orientarse a la
calidad más que a la cantidad. No debe consistir en producir más, sino
en producir mejor. Y se asienta por tanto en el cambio de los métodos,
formas y contenido de la producción, mediante lo que se llama I+D+i: la
Investigación científica, el Desarrollo tecnológico... i la innovación
en el Trabajo. Cuyos agentes directos son el personal investigador y
técnico y el conjunto de la clase trabajadora: la I+D+i es propiamente
I+D+T: la creatividad del Trabajo pasa a ser el factor central del
desarrollo.
Pero la funcionalidad de dicho desarrollo requiere que la capacidad de
decisión se desplace del capital al trabajo, en la medida en que lo
fundamental ya no es tanto la reinversión de capital como la
reorientación del mismo trabajo. En el marco del capitalismo, ello se
ha explorado de diversas formas, a través del Toyotismo, la
introducción de los llamados "círculos de calidad" o la aceptación de
formas de "cogestión". Pero su desarrollo, que requiere la introducción
de fórmulas autogestionarias para una plena democracia económica en el
seno de la empresa, choca con los límites impuestos por la propiedad
privada de los medios de producción colectivos que constituye la misma
esencia del capitalismo. Y requiere, por tanto, la superación del
capitalismo en sí mismo mediante la socialización de tales medios de
producción, emprendiendo así un camino socialista.
Sólo una Ley con dicha orientación sería una verdadera
Ley de Economía Sostenible.
Pero el anteproyecto de Ley presentado por el Gobierno tiene, por el
contrario, una orientación neoliberal que pretende la mercantilización
y privatización de la investigación, con la sacralización de la
"competitividad" que en el caso de la Universidad se plasmaría en los
elitistas "Campus de Excelencia Internacional" que competirían por unos
recursos escasos.
La alternativa debe basarse en un sistema público de investigación
básica, científica y tecnológica, cuyos resultados sean a su vez
públicos, de "dominio público", de pública disponibilidad. Y
un sistema público de educación
orientado a la formación de personas creativas capaces de aplicar y
desarrollar dichos resultados en su trabajo en el seno de empresas que
deberán ser cada vez más de trabajo asociado.
Ello exige pasar de una Universidad para la formación de la burguesía a
una Universidad para la formación de la clase trabajadora. Para lo cuál
es necesario por un lado garantizar que tanto el acceso a los estudios
superiores como la culminación de los mismos no estén obstaculizados
por causas relacionadas con el origen socioeconómico, lo que requiere
la gratuidad de dichos estudios junto con un sistema generalizado de
becas-salario. Y por otro lado la organización de la docencia para un
aprendizaje centrado en el estudiantado, basado en su participación
activa y que fomente su creatividad, con una adecuada combinación de
los contenidos científicos, técnicos, humanísticos y metodológicos.
Hay que destacar que el nuevo modelo productivo debe basarse en una
Cultura Libre, no
supeditada al mercado. No se trata sólo de que una buena parte de la
producción resulte ser directamente producción cultural, producción de
información a través de distintos canales. Sino que dicha producción
cultural tiene un carácter estratégico, en el marco de lo que se llama
sociedad de la información o del conocimiento asentada en la llamada
I+D+i (I+D+T). Pero el sometimiento de la información, el conocimiento,
la investigación y la cultura a la competitividad mercantilista
representa un obstáculo para su desarrollo, fomentando el secretismo y
las trabas a la libre circulación de la información y la cultura,
obligando a la duplicación de trabajos de investigación o directamente
pretendiendo prohibir su utilización.
Ello ha sido así desde el origen de la Revolución Industrial: la
utilización de la máquina de vapor sólo pudo generalizarse cuando
caducó la patente de
Watt
sobre la misma, lo que ya mostraba el carácter regresivo del sistema de
patentes. Pero en el marco de la Revolución Científico-Técnica,
asentada en un cambio acelerado de los métodos de producción, dichas
trabas se hacen especialmente graves, y su superación es además crucial
para superar el desequilibrio económico entre las distintas zonas del
planeta. Es necesario rechazar de plano la misma noción de "propiedad
intelectual" que pretende extender a las ideas los criterios
mercantiles aplicados a las cosas, y luchar por la liberación
de la
cultura como un patrimonio común de la
humanidad al servicio de la misma, con la abolición
progresiva de la propiedad
sobre las ideas, programas,
tecnologías y expresiones artísticas, abriendo así
el camino para la libre
cooperación entre creadores en todo el mundo, siguiendo el
camino marcado por la programación libre y de código
abierto, y priorizando los recursos necesarios para
combatir el hambre y las enfermedades. Teniendo en cuenta además que
las posibilidades abiertas por Internet condenan al fracaso los
intentos de restringir la libre circulación de información.
Frente
al programa capitalista neoliberal que pretende mercantilizar todo, hay
que impulsar un programa socialista que desplace progresivamente al
mercado de las relaciones humanas, comenzando por las necesidades
básicas que deben ser cubiertas por servicios públicos universales y
gratuitos basados en el principio de "a cada cual según sus
necesidades". Hay que destacar que caracterizar a dichos servicios
públicos como "salario indirecto" parte del error básico de aplicarles
conceptos mercantiles como el de salario, que no es sino el precio de
la fuerza de trabajo. Igual que con la expresión "creación de empleo",
hay que combatir la contaminación capitalista y mercantilista del
lenguaje para poder avanzar en un proceso de superación del capitalismo
en un sentido socialista, la única vía para una economía sostenible.