LA TIERRA DE LOS NATOS
(parábola)
relator: Rafael Pla López

Hace muchos años, en tierras muy lejanas, hubo un país llamado Iulandia cuya población estaba dividida en dos clases: Dirigentes y Bases. Los Dirigentes tenían la prerrogativa de proponer leyes y eran miembros natos de la Asamblea Popular que se reunía periódicamente. Los Bases estaban constreñidos a proponer modificaciones a las propuestas  de los Dirigentes, y elegían representantes a la Asamblea Popular.

Esas dos clases no eran estancas: de cuando en cuanto, algún Dirigente llegaba a la edad de retirarse, o bien caía en desgracia y pasaba a ser Base. El puesto que dejaba vacante era ocupado, a propuesta de los Dirigentes, por algún Base. Pero el núcleo fundamental de los Dirigentes se mantenía como tal un período tras otro, al margen del proceso de elección de delegados por los Bases: teniendo como tenían asegurado su puesto en la Asamblea Popular, contemplaban con cierto desdén los esfuerzos de los Bases para conseguir su puesto como delegados; aunque algunas veces, cuando se daba una lucha por el poder entre distintas facciones de los Dirigentes, intentaban , y frecuentemente conseguían, que fueran elegidos Bases afines para apoyarles.

Una y otra vez, las propuestas de los Dirigentes pasaban directamente a ser tratadas en la Asamblea Popular. Las modificaciones propuestas por los Bases sufrían un riguroso proceso de filtrado a través de distintos escalones, paralelamente a su elección de delegados para la Asamblea Popular. Unas veces, un Base era elegido para el escalón superior, pero su propuesta de modificación no pasaba el filtro, con lo que se convertía en un delegado mudo, sin propuestas. Otras veces, una propuesta de modificación conseguía pasar el filtro, pero su proponente no era elegido delegado, con lo que al no defenderla en el escalón superior se convertía en una propuesta decaída. Sólo cuando ambos, propuesta y proponente, pasaban al escalón superior, pasaba a ser debatida. Y así un escalón tras otro. Por su parte, los Dirigentes tenían asegurada directamente sus propuestas y su presencia, con voz y voto, en la Asamblea Popular.

Y eso ocurría una y otra vez, hasta que ocurrió que algunos Bases protestaron de una situación que consideraron discriminatoria. No cuestionaban que los Dirigentes pudieran llevar directamente sus propuestas ante la Asamblea Popular, y hablar ante ella, pero exigieron que solamente pudieran  votar si eran elegidos delegados por los Bases. Argumentaban  que los Dirigentes cumplían su función presentando propuestas de leyes, pero que la Asamblea Popular donde se aprobaban debía representar a los Bases, y que si los Dirigentes querían tener voto debían asistir a sus encuentros y someterse a ser elegidos o no por ellos. Llamaban a esta posición democrática, aunque los Dirigentes la ridiculizaban llamándola democratitis.

Pero para sorpresa de todos, esa propuesta "democrática" consiguió pasar, junto con sus defensores, los sucesivos filtros, y finalmente fue aprobada por la Asamblea Popular. Cundió la consternación entre la mayoría de los Dirigentes, que veían desaparecer su privilegio de tener voto nato en la Asamblea Popular. Singularmente, llamaron a la pérdida de tal privilegio "negación de su derecho al voto", aunque los Bases replicaban que nada les impedía presentarse candidatos ante ellos para obtener voto en caso de ser elegidos, igual que ellos.

Sin embargo, aunque les hubieran privado de tal privilegio, los Bases mantuvieron al núcleo de los anteriores Dirigentes. Algunos de ellos asumieron que la situación había cambiado, y pasaron a frecuentar los encuentros con los Bases. Pero otros no se resignaron, y aunque de momento no podían hacer nada, quedaron a la espera de una situación propicia para intentar recuperar su privilegio.

Y sucedió que en vísperas de otra Asamblea Popular le llegó la hora del retiro al Primer Dirigente, persona altamente respetada por los Bases por su sabiduría y honradez. El Primer Dirigente debía pronunciar su discurso de despedida ante la Asamblea Popular, teniendo como tenía voz en la misma aunque no tuviera voto. Y hete aquí que la mayoría de los Dirigentes vieron aquí la ocasión de recuperar su privilegio perdido. Comenzaron así a denigrar a los malvados Bases que habían privado de voto al Primer Dirigente, y reclamaron su restitución. Podían haberse limitado a pedir que el Primer Dirigente, en lo sucesivo, tuviera voto nato, pero aprovecharon para intentar conseguir el voto nato para todos ellos, o cuanto menos para el núcleo de los Dirigentes, de manera que únicamente siguieran sin tenerlo los que se llamaban Dirigentes episódicos, aquéllos que aún teniendo tal condición no ejercían como tales.

Y ni cortos ni perezosos, utilizaron su derecho a hacer propuestas de leyes para formular la propuesta de reintroducir tal privilegio. Los Bases se encontraron así con la sorpresa de que, a pesar de haberla ganado en la anterior Asamblea Popular, para defender su victoria debían de comenzar de nuevo la propuesta de modificación a través de los sucesivos escalones.

Llegados a este punto, los historiadores no se ponen de acuerdo en cuál fue el final de la historia.

Unos dicen que a pesar de todo los Bases consiguieron mantener la supresión del voto nato de los Dirigentes, pero que además, habiendo aprendido la lección, acordaron en la Asamblea Popular la sustitución de la mayoría de los Dirigentes, especialmente de aquéllos que habían pugnado por recuperar su privilegio, a fin de asegurarse de que en lo sucesivo no se volviera a repetir el mismo proceso, y si los antiguos Dirigentes querían recuperar su privilegio tuvieran que plantearlo como modificación desde los encuentros de Bases a través de los sucesivos escalones.

No está claro, sin embargo, si ello pasó todo en la misma Asamblea, o bien los antiguos Dirigentes consiguieron restituir sus privilegios en una Asamblea, pero perdieron privilegios y puestos en la siguiente.

Otros dicen, por el contrario, que los Dirigentes recuperaron su privilegio de voto nato, y a raíz de ello cundió el descontento entre los Bases, que comenzaron a emigrar, de modo que al cabo de unos años sólo quedaron Dirigentes en el país, que al ser todos natos cambió su nombre por el de Natoslandia.

Pero aunque hay numerosos indicios de que llegó a existir un país con este nombre, los que sostienen que los antiguos Dirigentes fueron derrotados interpretan que fueron ellos los que emigraron, y que Natoslandia era el nuevo país al que llegaron.

Quizá nunca llegue a saberse con certeza. Se trata, a fin de cuentas, de hechos muy remotos, propios de una época oscura, y que no serían concebibles en la sociedad sin clases de que disfrutamos en el siglo XXX.

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