EL LENGUAJE DE LA GUERRA Y SU INFLUENCIA:

EL CASO DE LA INVASIÓN DE IRAQ

Francisco Rodríguez Consuegra*
Facultad de Filosofía y CC. de la Educación. Universidad de Valencia

El lenguaje usado para preparar el terreno a la reciente invasión de Iraq, así como para describir sus diferentes etapas, ha tenido por objetivo principal influir en la opinión publica, de modo que lo que ha sido una ocupación militar pura y simple, planificada hace años, se viera como la consecuencia inevitable de todo un proceso generado por "el mal" (el Otro), del que "el bien" (los nuestros) sencillamente se defiende. Este maniqueismo elemental y primitivo ha caracterizado la burda propaganda asociada a la invasión y la ocupación, y se ha asociado a un fundamentalismo sacralizador que, al tiempo que acusaba al "enemigo" de la peor manipulación, utilizaba sus mismos recursos, sólo que ampliados y con una mayor eficacia.

El papel del lenguaje en todo el proceso, protagonizado por los medios de comunicación, es doble. En primer lugar está la manipulación clásica, mediante la cual, y con técnicas de persuasión derivadas de la publicidad, se formulan y transmiten enunciados tendenciosos, tergiversadores, o sencillamente falsos, al tiempo que se oculta información no deseada: es la propaganda de guerra tradicional. En este sentido se suele decir que la primera víctima de la guerra es la verdad, donde los medios de comunicación se utilizan para ocultar la verdad, para transmitir falsedades, para desinformar. Pero en segundo lugar hay otra forma de manipulación más sutil, consistente en el uso inadecuado de conceptos ya existentes, o en la creación de otros nuevos, a través de los cuales se articula el discurso global sobre la guerra, de modo que se establezca un "modo de hablar" oficial sobre todo el proceso, que usualmente es seguido fielmente por los medios, incluso en algún grado por aquellos que en principio dicen oponerse a lo que está sucediendo. Es la segunda víctima de la guerra: el lenguaje mismo, y por tanto su aparato conceptual implícito.

Ello es posible porque el lenguaje, en general, a través de las limitaciones que supone el léxico usado (sus conceptos), presenta "la realidad" de una determinada forma, en el sentido de que se percibe el mundo a través de los diferentes términos que usamos para "describirlo", y por tanto a través de sus diferentes cargas valorativas. Por tanto, no es sólo que se hayan usado eufemismos, pues los eufemismos pueden sustituirse fácilmente por términos alternativos mas justamente descriptivos, sino de algo más profundo. De lo que se trata es de crear un entramado conceptual global y coherente que no deje opción lingüística alternativa, salvo forzando la comunicación cotidiana (lo que es contrario a la eficacia comunicativa misma), incluyendo aquí la de los propios periodistas, que a veces se acogen, sin voluntad manipuladora expresa, a lo que los políticos y sus consejeros han creado para ellos de forma planificada.

Finalmente, una vez insertos de lleno en esa estructura conceptual, las actitudes, y por tanto la acción, también resultan moldeadas, en el sentido de que son esos conceptos, con los que interpretamos lo que está sucediendo, los que aportan la base desde la que nuestra conciencia juzga lo que sucede e interviene en ello, o simplemente se abstiene, que es lo que normalmente interesa. Podemos pues tomar este proceso como un caso práctico para ilustrar y poner a prueba la concepción de Benjamin Whorf sobre la relación lenguaje-pensamiento, según la cual el lenguaje condiciona el pensamiento en el sentido de que lo constituye y, en la versión fuerte, lo determina.

En lo que sigue nos referiremos a las dos formas mencionadas de manipulación. Empezaremos por la propaganda política y de guerra clásicas, donde mostraremos que lo que se ha hecho no es sino seguir, una vez más, y a menudo literalmente, conocidas directrices de gran éxito desde la primera guerra mundial. Finalmente, trataremos de describir el nuevo entramado conceptual que se ha creado para que nos sirviera de "filtro", a partir del cual percibir de manera favorable lo que ha sucedido, suscitando así el apoyo.

Propaganda política y de guerra

Afortunadamente el tema está ya suficientemente estudiado, así que podemos remitirnos a dos de las dos obras más eficaces y conocidas. En la primera de ellas, J. M. Domenach (La propaganda politique, Paris: PUF, 1973; publicación original en 1950) formula cinco leyes concretas o reglas de uso, a título de principios rectores deducibles de los hechos históricos entonces recientes, siguiendo en parte una obra anterior de P Quentin del mismo título. Tales leyes son las que todo propagandista político, especialmente en tiempos de guerra, ha tenido de hecho en cuenta a la hora de producir su desinformación sistemática y remitirla, o imponerla, a los medios. Domenach las ilustra con detalle, pero aquí nos limitamos a dar alguna indicación sobre cada una, sólo a efectos de disponer de un marco de la forma que adopta la propaganda.

1. Ley de simplificación o del enemigo único. El mensaje debe ser breve y sencillo, para evocar fácilmente sentimientos e ideas, huyendo de los razonamientos y buscando una buena retención en la memoria. Se debe condensar particularmente en credos, manifiestos, catecismos y eslóganes, buscando siempre la individualización, bien del líder del grupo de pertenencia, bien del del grupo adversario. En este último caso el enemigo se personaliza en un rostro concreto a quien atribuir los males y la violencia.

2. Ley de ampliación y desfiguración. El emisor propagandístico maximiza su eficacia en los medios, transmitiendo información ya valorada, ampliada o desfigurada a favor de su causa. Destacar lo interesante, descontextualizar frases, adaptarse al nivel lingüístico del receptor y huir de los detalles son modos de ilustrar esta ley, entre otros.

3. Ley de orquestación. Es la repetición incansable de los temas básicos de la campaña propagandística, aunque cuidando de presentarlos en diversos los aspectos al modo de la publicidad. Los ataques apabullantes al rival, la apariencia de diversidad en las fuentes de información, el lanzamiento de "globos sonda" y el silenciamiento de los temas incómodos constituyen técnicas muy usadas.

4. Ley de transfusión. Se trata de la capacidad de recoger el apoyo popular apelando a sentimientos e ideas ya enraizados en el colectivo. Primero se investiga el sustrato preexistente de emociones, fobias, mitos y gustos, y después se apela a ellos adaptando el mensaje maximizando su eficacia.

5. Ley de unanimidad y de contagio. Se basa en el principio de presión sobre el individuo por parte del grupo, que trata de homogeneizar las opiniones de sus miembros. Crear un clima y una ilusión de unanimidad social sobre el tema en cuestión, a fin de controlar las actitudes individuales, es el objetivo principal aquí. El recurso a manifestaciones, desfiles, banderas, uniformes, bandas de música, héroes, escritores, artistas y deportistas, es siempre eficaz.

Mientras las cinco leyes de Domenach dan el marco general de las directrices que inspiran las campañas propagandísticas, la segunda obra que queríamos comentar, la de Anne Morelli (Principios elementales de la propaganda de guerra, Hondarribia: Hiru, 2001; original francés 2001), traduce tales directrices "formales" a contenidos concretos, al resumirse en "diez mandamientos" que todo propagandista de guerra defiende. Tales mandamientos fueron ya publicados por Arthur Ponsoby, un lord inglés pacifista, en 1928 (Falsehood in wartime, Londres: Allen & Unwin), reflejando así la propaganda relativa a la primera guerra mundial. Morelli los sistematiza y amplía su contenido, a base de mostrar su utilización tanto en la segunda guerra mundial como en varias guerras recientes, especialmente la primera guerra del Golfo y la de Bosnia.

Cualquiera que haya seguido mínimamente los medios de comunicación sobre la reciente invasión y ocupación de Iraq por los EUA y el Reino Unido no dejará de sorprenderse por la forma casi literal en la que los actuales propagandistas, muy especialmente Bush, Blair y Aznar, y sus adláteres, han defendido tales "principios elementales". Puesto que Morelli da más que suficientes testimonios del uso de tales fórmulas en guerras anteriores, nos limitaremos aquí a ilustrar, muy brevemente, algún aspecto de su aplicación a la todavía oficialmente en curso "guerra" de Iraq. Nos referimos, claro está, a los medios accesibles aquí, aunque hubiera sido muy interesante el poder comparar con medios árabes.

1.Nosotros no queremos la guerra. Frases muy parecidas fueron profusamente pronunciadas por el "trío de las Azores" en los días anteriores al comienzo de los bombardeos y la invasión de Iraq. En particular, el régimen de Bush, que la repetía una y otra vez en los foros internacionales, quedaba una y otra vez en evidencia al ir modificando los sucesivos requerimientos que imponía a Iraq a medida que éstos eran cumplidos. Se llegó al absurdo de exigir que fueran los iraquíes quienes "demostraran" que no tenían "armas de destrucción masiva", y finalmente al ultimatum de 48 horas que diera excusa, que no razones, a la invasión ya programada, y de hecho logísticamente en curso, desde hacía mucho tiempo. Es lo que han llamado "guerra preventiva". Ya Goebbels, el formidable propagandista de Hitler, señaló que para lograr el apoyo a una guerra imperialista lo único que hay que hacer es convencer al pueblo de que va ha haber un ataque, al tiempo de que se acusa a los pacifistas de faltos de patriotismo, de traidores, por exponer al país al peligro. El régimen de Bush no ha hecho sino seguir esa enseñanza.

2. El adversario es el único responsable de la guerra. Naturalmente fue Iraq quien "obligó" a las "fuerzas aliadas", la mano armada de la "comunidad internacional", a la invasión, al no cumplir con las exigencias que se le formulaban, exigencias que eran de suyo "irrenunciables", al estar en peligro la "seguridad de occidente". A pesar de que nada fue probado respecto a las acusaciones contra Iraq, aún ahora Ana Botella declara que no tiene problemas de conciencia por los muertos de la "operación" contra Iraq, ya que "Sadam Husein es el único responsable de la guerra". En el presente manual para los candidatos del Partido Popular a las próximas elecciones se dice que la guerra era imprescindible para evitar una guerra aún mucho mayor de consecuencias catastróficas y apocalípticas. Sin comentarios.

3. El enemigo tiene el rostro del demonio. Para concitar las emociones de la gente hacia el apoyo a la invasión, se ha presentado a Sadam como loco, maligno, brutal, asesino, dictador, un "nuevo Hitler" y un indudable "peligro mundial" de carácter inminente. Curiosamente, se suele silenciar que Sadam fue anteriormente un aliado eficaz de EUA en su guerra contra Irán y en su política laica de contención del islamismo integrista, que por cierto se acaba de disparar de nuevo en Iraq. Una vez la ocupación en marcha, los medios se deshacen en presentarnos los gustos pervertidos y criminales de Sadam y de sus hijos, así como el lujo de sus palacios y sus griferías de oro, que seguramente palidecen ante el lujo de los palacios europeos (incluyendo el lujo del Vaticano), o de las casas de los millonarios estadounidenses. La baraja de 55 rostros endemoniados que se buscan vivos o muertos, al más puro estilo del oeste, ha representado el justo colofón a toda la operación.

4. Enmascarar los fines reales de la guerra presentándolos como causas nobles. El petróleo es un bien cada vez más limitado, e Iraq es el segundo productor mundial. Las reservas de EUA tienen un incierto futuro, y China se anuncia como una gran potencia, necesitada de grandes cantidades de petróleo en el próximo futuro para su desarrollo industrial y militar. Por otro lado, Israel, el portaviones permanente de EUA en la zona, se halla en su hora más baja económica y políticamente hablando, en gran parte por su ocupación criminal de Palestina y sus continuas masacres en la zona. Por tanto, invadir y ocupar Iraq, tras la "liberación" de Afganistán, venía presentándose como un objetivo muy apetecible a los geo-estrategas estadounidenses. Las excusas han sido de manual, pero especialmente impresentables en este caso: las "armas de destrucción masiva", las conexiones con Al-Qaeda, la "liberación" del pueblo iraquí, la de los kurdos, su conversión a la religión liberal-democrática, la estabilidad y la paz del entorno, etc. Que Israel posea 400 cabezas nucleares, que Arabia Saudí, Kuwait y tantos otros países sean horrendas dictaduras, que 15 de los 21 terroristas de Al-Qaeda del 11 de setiembre fuesen de Arabia Saudí, que la presente "operación" sea una fuente de inestabilidad, amen de generar ingentes cantidades de muerte, destrucción, dolor y sufrimiento, que la suerte de los iraquíes o de los kurdos jamás haya preocupado a EUA, que su ejército haya protagonizado 72 intervenciones en países extranjeros durante el siglo pasado, que EUA se haya entendido perfectamente con dictaduras militares sangrientas (Franco) o las haya fomentado (Pinochet), etc., etc., todo ello son fruslerías irrelevantes.

5. El enemigo provoca atrocidades a propósito, si nosotros cometemos errores es involuntariamente. En la primera guerra del Golfo el gobierno de EUA contrató a una famosa agencia de publicidad para que diseñara una campaña en los medios que generase actitudes favorables a la guerra. El clímax de tal campaña fue la invención de que los soldados iraquíes en Iraq habían matado a bebés kuwaitíes arrancándolos de sus incubadoras. Cuando más tarde se desmintió, ya había cumplido su papel al movilizar conciencias. Asimismo, en la presente "operación" se ha acusado a Iraq, con razón o sin ella, de toda una lista de atrocidades: el uso de armas químicas contra los kurdos en el pasado (silenciado, cuando no aplaudido por los EUA y Europa en su momento), el empleo de escudos humanos, la violación de los tratados internacionales, el recurso a una "resistencia feroz", el empleo de acciones "desleales" y terroristas, la amenaza de usar "armas de destrucción masiva", etc., etc. Por el contrario, la misma procedencia occidental de la tecnología de armas químicas, los misiles estadounidenses que cayeron sobre los mercados y zonas residenciales matando docenas de civiles, los periodistas muertos por disparos del ejército de EUA, el tratamiento humillante de los prisioneros iraquíes, la destrucción sistemática de Bagdad y de otras grandes ciudades, el pillaje1 tolerado, cuando no provocado, etc. etc., todo ello se niega, o se presenta como accidentes involuntarios, o sencillamente como "daños colaterales". La muy conveniente técnica de los periodistas adiestrados e "incrustados" en el mismo ejército invasor no ha hecho sino facilitar toda esta tarea desinformadora. En cuanto a la ocultación de las imágenes más "duras" relativas a heridos y muertos, sean civiles o militares, sobre la base de que "herirían la sensibilidad" de los telespectadores, no busca sino enmascarar lo que caracteriza la guerra: la muerte y el sufrimiento. Se miente pues cuando se habla de libertad de prensa y, al mismo tiempo, se censuran las imágenes que describen mejor lo que sucede, convirtiéndose la invasión en una acción puramente abstracta, reducible a fechas, mapas y cifras.

6. El enemigo utiliza armas no autorizadas. Ya hemos aludido en el punto anterior a las armas químicas. También se ha utilizado el fantasma de las armas bacteriológicas para acrecentar el terror entre la población estadounidense, ya de por sí normalmente asustada e inmersa en un clima de violencia, con continuas alarmas de grado creciente, que sin duda han contribuido a que el pueblo estadounidense haya aceptado en buena medida la "necesidad" de la invasión. La misma progresión de la invasión ha sido continuamente azuzada por el miedo a que, rebasado cierto punto, las armas "ilegales" caerían sobre las fuerzas "liberadoras". Curiosamente, pocos recordaban esos días el uso masivo de armas químicas en Vietnam por parte de EUA, las anteriores amenazas de Rumsfeld de usar armas nucleares "tácticas" llegado el caso, y, como olvidarlo, que EUA sea el único país que ha usado armas nucleares: Hiroshima y Nagasaki.

7. Nosotros sufrimos muy pocas pérdidas, las del enemigo son enormes. Se trata de una afirmación con la que se nos ha bombardeado sin cesar, pero el tratamiento por los medios de las muertes causadas por la invasión no ha podido ser más tendencioso. Mientras, por un lado, los pocos muertos de EUA se daban a conocer con rostro, nombre y apellidos, entrevistas con los familiares, etc., de los muchos muertos iraquíes nada sabemos. Las cadenas de televisión estadounidenses estaban censuradas, con objeto de que no pudieran emitir imágenes de muertos iraquíes, especialmente civiles, y algo parecido ha ocurrido aquí.

8. Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa. Esta es la única proclama de la que no han podido disfrutar Bush, Blair y Aznar en la campaña propagandística de la invasión. Siempre se encuentra al artista colaboracionista, al intelectual orgánico y al tonto útil de turno, todos dispuestos a firmar un supuesto apoyo, pero afortunadamente los artistas, universitarios e intelectuales en masa les han salido rana esta vez.

9. Nuestra causa tiene un carácter sagrado. Por más que parezca corresponder a civilizaciones "primitivas", o gobiernos "fanáticos, más o menos fundamentalistas, lo cierto es que el propio Bush no ha dejado de recurrir, al igual que el "laico" Sadam, a esta fórmula tan manida. Así, hemos visto como Bush ha recurrido a la fe, a la religión cristiana, a la sagrada "misión" que le tocaba cumplir, a su liderazgo de "América", a la que su dios debe "bendecir" para llevar a cabo la sagrada causa de la liberaciónÉ. del petróleo.

10. Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores. Ha sido lamentable ver cómo los periódicos estadounidenses, algunos bastantes críticos con la invasión, han pasado a defenderla una vez comenzada, para no ser unos traidores a su país ni a sus "chicos", que se jugaban la vida por la "libertad". Aquí casi todos los periódicos y cadenas de televisión han acabado claudicando en algún grado a la campaña, al menos al adoptar el "lenguaje de la guerra" y su entramado conceptual (véase más abajo). La guinda la ha constituido el proyecto de ley que está preparando el Partido Popular para prohibir las manifestaciones contra futuras guerras, declarar ilegales las proclamas pacifistas y encarcelar a los "traidores". Lo niegan en público, pero el hecho de que estén trabajando en ello, con objeto de que la calle siga siendo suya, a base de declarar ilegal a la oposición pública de la ciudadanía, ha delatado su verdadero cariz político y moral.

El entramado conceptual

La "guerra" y el ejército invasor

El uso del propio término "guerra" constituye ya un primer logro del nuevo modo de hablar. Desde el mismo 11/9 Bush y su gobierno han hablado de "guerra", la nueva guerra de "América", con lo que han ido moldeando la opinión publica y haciendo que la gente asociara el concepto de guerra con los atentados, preparando así el terreno para los siguientes pasos: Afganistán, Iraq, y los próximos. Así, lo que en principio era una completa distorsión, pues los atentados no constituyen guerra alguna, ha ido "corrigiéndose" hasta obtener "guerras" aparentemente reales, pero que, en el fondo, tampoco responden al concepto clásico de guerra, donde dos estados tratan de resolver una disputa anterior mediante sus ejércitos. En ambos casos se ha tratado simplemente de operaciones militares masivas: bombardeos primero, seguidos de invasiones después, cada una según las necesidades del momento. En ambos casos ha sido un esperpento de guerra, donde la primera potencia militar mundial de todos los tiempos aplasta a pequeños países sin importar las víctimas "enemigas", destruyendo toda clase de infraestructuras civiles: comunicaciones, agua, luz, producción, etc. La verdadera dimensión del "experimento" de Iraq nos la acaba de dar Rumsfeld, al declarar sin ambages que la guerra de Iraq ha constituido un excelente banco de pruebas donde los EUA han aprendido muchas cosas de cara al futuro.

Una vez aplicado el concepto de guerra, ésta se ha calificado usualmente como "preventiva", "limpia" y "de liberación", aunque se ha preferido enmascararla como "intervención militar", u "operación por la seguridad y la paz", contextos en los cuales se ha usado a veces la expresión "gestión de la guerra". En cuanto a las etiquetas usadas por algunas cadenas de televisión, no tienen desperdicio, de puro vergonzantes; "Operación libertad iraquí", "Guerra a Sadam", y "Ataque a Iraq", entre otras. Finalmente, el nombre oficial del régimen de Bush para la operación fue "Conmoción y pavor" ("Shock and awe"). Comentaremos brevemente este discurso oficial.

El concepto de guerra preventiva es perverso, y ajeno a cualquier convenio internacional en vigor, sentando las bases de cualquier arbitrariedad futura, no ya del propio régimen de Bush, sino de cualquier otro, léase Rusia (Chechenia), China (Tíbet), etc. En cuanto a anticipar una guerra limpia no es sino la falsa promesa de unos bombardeos sin destrucción de infraestructuras civiles y sin víctimas inocentes, cosa que desde el principio se sabia imposible. Toda guerra es por definición sucia. Lo propio cabe señalar sobre la supuesta liberación, que como se ha demostrado en Afganistán se ha limitado a instaurar un gobierno títere, dejando al pueblo poco menos que a su suerte. Claro que se ha eliminado una dictadura, pero la forma de hacerlo casi imposibilita el hablar de auténtica liberación, que depende siempre de un tejido social y político propio para poder prender y consolidarse. La libertad política se gana, no se impone, y mucho menos destruyendo y matando. Ha sido precísamente la política de bloqueo criminal de Iraq la que ha provocado el apoyo a Sadam por los iraquíes, que probablemte hubieran derribado la dictadura por sí mismos, como ha ocurrido siempre en la historia.

El enmascarar la invasión altamente destructiva de mera intervención militar, al viejo estilo colonialista, no es sino un chiste de humor negro, entre otras cosas porque se destina a evocar una operación a pequeña escala donde unas cuantas cosillas algo revueltas se van a ordenar, como si se tratase de una intervención policial causada por una pelea o algarada. El añadir además lo de operación por la seguridad y la paz entra la de lleno en el ámbito de la contradicción pura y simple, no siendo más que el típico recurso de todo ejército invasor, que utiliza la guerra para "pacificar". En ese contexto e entiende que se hablara de mera gestión de la guerra, como si estuviéramos ante una empresa productiva, disfrazando así la destrucción, los muertos, los heridos y el sufrimiento.

Lo de "Conmoción y pavor" requeriría capítulo aparte. La expresión original, "Shock and awe2", es precisamente el título de una publicación patrocinada por el Pentágono, a cargo de dos "especialistas" en organización de guerras: Harlan K. Ullman y James P. Wade, de los cuales el primero dirigió seminarios a los que asistió Colin Powell, que ha reconocido su gran deuda con ellos. El título completo fue Shock and Awe: Achieving Rapid Dominance (NDU Press Book, 1996), y el texto completo está disponible en internet: http://www.dodccrp.org/shockIndex.html.

Es imposible resumir semejante engendro carente de toda sensibilidad moral, mezcla de lenguaje burocrático, jerga de empresa privada y trucos del peor marketing, pero diremos que su objetivo principal es el de defender una estrategia nueva para futuras invasiones de países extranjeros, lejos de la tradicional "fuerza avasalladora", caracterizada por una infinita superioridad de medios y tropas. Como todo ello es caro, difícil de manejar y suele causar enorme destrucción (a su vez cara), los autores proponen una "dominación rápida" a través de ocasionar "conmoción y pavor", dejando al ejercito enemigo, a la población civil y a sus gobernantes sumidos en un terror paralizante, y por tanto incapaces de defenderse ni ofrecer resistencia. La prueba de que se trata de causar TERROR es que se toma Hiroshima y Nagasaki como modelo de la reacción que se quiere ocasionar. Resumiendo: estamos ante operaciones terroristas a gran escala. Se entiende ahora mejor los bombardeos masivos de día y de noche, la destrucción de toda infraestructura de comunicación o producción, sin miramientos por el "coste" en víctimas civiles, el corte del agua y la luz, etc. etc. Al mismo tiempo, los autores defienden explícitamente la política del engaño, la falta de información y la desinformación como parte de la "operación", que es justamente lo que la mayor parte de los medios han estado propagando. Rogamos al lector le eche aunque sea una ojeada a este diabólico manual de "operaciones", pues así aprenderá de la forma más rápida posible en qué consiste realmente la verdadera política exterior de EUA: en la guerra, como ya señaló hace tiempo Noam Chomsky.

Finalmente, una vez comenzada la brutal invasión, al ejército invasor, que ha sido básicamente el estadounidense, con una pequeña ayuda meramente justificativa del Reino Unido, se ha hablado, de forma grandilocuente, y totalmente engañosa, de "coalición internacional". Incluso el régimen de Bush ha llegado a hacer pública una lista de países que "apoyaban la intervención", cuando, como en nuestro vergonzante caso, o bien no enviaban ningún tipo de fuerzas, o lo hacían a título puramente testimonial, o las que enviaban eran calificadas de "apoyo logístico y humanitario". En realidad el terreno había sido preparado cuidadosamente los últimos 10 años, desde la llamada "zona de exclusión aérea", bombardeando casi diariamente todo tipo de instalaciones iraquíes, y produciendo a menudo numerosas víctimas, cuando la supuesta zona, que muchos creen establecida sobre la base de alguna resolución de la ONU, no ha sido más que una imposición arbitraria de los dos ejércitos, en 1991 al norte y al año siguiente al sur, en éste último caso con la connivencia de Francia. Pero todavía se ha dado un paso más en la manipulación terminológica al hablarse de "las fuerzas aliadas", o sencillamente de "los aliados", evocándose descaradamente la alianza defensiva formada, entonces sí, para liberar a Europa del yugo Nazi. Es de lamentar que casi todos los medios hayan caído en la trampa, usando sistemáticamente esta expresión sin la menor vergüenza, cuando lo que hemos visto ahora no ha sido más que una guerra de agresión, una invasión para expoliar y una ocupación cuyo primer fruto sale ya hoy (26 de abril) a la palestra sin el menor recato: la formación de una gran compañía estadounidense que "gestionará" todo el petróleo iraquí, dando cuenta únicamente ante los EUA.

El "régimen" iraquí

La jerga oficial ha tenido aquí algunos de sus hallazgos de más éxito en los medios, casi todos colaboracionistas en algún grado. Se nos ha dicho que el "régimen" de Sadam posee "armas de destrucción masiva" que está dispuesto a utilizar contra sus "vecinos", así como a ponerlas a disposición de organizaciones "terroristas" (léase Al-Qaeda), que las usarían en ataques similares al 11/9. Así, Iraq se convertiría, tras la "derrota" de Afganistán, en el centro del "terrorismo islámico", constituyendo un gravísimo "peligro mundial" que amenaza la seguridad y la paz internacionales, sobre todo si se repara en que, junto a Irán y Corea del Norte, de hecho forma un auténtico "eje del mal", cuyos componentes son "estados criminales". Una vez comenzada la "guerra", no es extraño que semejante régimen haya recurrido, una vez más, a "escudos humanos" y ofrecido una "feroz resistencia".

Calificar al sistema político de Iraq en la época de Sadam de "régimen" está destinado a sugerir una dictadura, aunque en puridad podría utilizarse de modo más neutro. En nuestro país, el término evoca claramente la dictadura de Franco, donde se habló incluso de "desafectos al régimen" para justificar fusilamientos tras la guerra civil. En registro neutro debe significar sólo algo como "sistema político", pero es casi inevitable la connotación negativa, como se ve en este trabajo al hablarse del régimen de Bush. No basta con estar elegido en las urnas, cosa que ni siquiera cumple Bush, que resultó ganador por poco menos que un pucherazo; hay, además que gobernar democráticamente.

Algo parecido sucede con las "armas de destrucción masiva", que no son otra cosa que armas que destruyen y matan indiscriminadamente y en grandes cantidades. No es ya que no se haya probado que Sadam las tuviera (las "pruebas" presentadas no eran sino manipulación), sino que ello ha funcionado como mera excusa; irrelevante por cierto en el caso de tantos países que sí las tienen, por ejemplo las nucleares, incluyendo aquí varias dictaduras, como Pakistán y Corea del Norte, y países que las poseen irregularmente, como Israel. Curiosamente, las campañas para provocar el miedo en EUA, en el Reino Unido y en España, fomentando la desinformación, imponiendo películas sobre amenazas biológicas en la televisión, comprando masivamente vacunas, y deteniendo supuestos comandos que preparaban atentados, han desaparecido: ya no son necesarias, una vez cumplida su función: asustar a la población con la "amenaza terrorista sobre occidente" y conseguir apoyo para la invasión.

En cuanto a la amenaza contra sus "vecinos", debe recordarse que EUA alentó la guerra contra Irán y no hubo entonces protestas contra el uso de armas químicas. Señalar al Iraq reciente, desarmado, vigilado y prácticamente cercado, de peligro mundial mueve más bien a risa, no menos que las supuestas conexiones con el terrorismo internacional: Al-Qaeda es una organización islámica integrista que siempre había abominado de Iraq por su política laica, lo que a priori no favorece tal alianza, pero es que tampoco se ha aportado la menor prueba. El uso de la expresión "terrorismo islámico" es además muy peligroso, pues alienta la xenofobia contra los musulmanes, e incluso contra los árabes, sin el menor fundamento serio. El éxito de la sugestión lo acabamos de ver con nuestra inefable ministra de Exteriores, que acaba de deleitarnos con una de sus perlas al descolgarse diciendo "no queremos un régimen islámico para Iraq", debiendo ser corregida por su asesores en el acto.

La expresión "eje del mal" (Iraq, Irán y Corea del Norte) es de las más vergonzantes. Primero porque recurre de la forma más grosera a la evocación de las "potencias del Eje" en la segunda guerra mundial: Alemania, Japón e Italia, que sí constituían una alianza; segundo porque se mete en el mismo saco a países que hoy por hoy no tienen la menor relación, y finalmente porque la coletilla "del mal" no trata sino de demonizar de nuevo al "enemigo" de la forma más infantilmente maniquea, sugiriendo una lucha entre el "bien" (los "aliados") y el "mal" (el "eje"). Naturalmente ahora estamos ante unos "aliados" agresores, y no defensores, con lo que, si hemos de respetar la historia, incluso debería hablarse de "eje" para referirse a EUA, el Reino Unido y España. ¿No son estos últimos además los verdaderos "estados criminales", por no respetar la única vía de legalidad internacional de la que se dispone hoy por hoy, la ONU, y entrar a saco en un país soberano matando a miles de personas y destruyendo infraestructuras de forma masiva?

En ese contexto no sorprende que la propaganda en los medios haya aceptado de modo acrítico el acusar a Iraq del recurso a "escudos humanos" y de ofrecer una "feroz resistencia". Cuando un ejército trata de detener una invasión tan masiva como la de EUA siempre recurre a la guerrilla urbana: esconderse en las ciudades iba contra los objetivos militares del invasor, eso es todo. Además, cuando los bombardeos debían destruir se limitaban a hacerlo, y a preguntar después. Por último, calificar de resistencia feroz a cualquier acción que no fuese la rendición inmediata no puede tomarse en serio más que si uno se deja llevar por el nuevo modo de hablar, y por tanto de pensar, sobre la invasión y la posterior ocupación.

Los daños

En este terreno, ya muy bien abonado para el eufemismo, el nuevo modo de hablar se ha superado una vez más, insertando sus nuevos hallazgos en el ya conocido entramado conceptual global. Ante todo, los bombardeos se han llevado a cabo con "armas convencionales", que no de destrucción masiva, y han sido "de precisión", gracias el uso de "bombas inteligentes". Las bombas "golpeaban" los "objetivos militares" de las grandes ciudades, produciendo muy pocos "daños colaterales" y "víctimas inocentes", entre ellas algunas propias debidas al "fuego amigo", y desde luego sin producir ninguna "crisis humanitaria". En su demoledor avance, el ejército liberador "destruía las divisiones" iraquíes, a pesar de su "feroz resistencia", mientras sus efectivos "abatían" los elementos aislados descontrolados que se escondían entre la población civil.

La contraposición entre armas convencionales y de destrucción masiva se hace siempre sobre la base de que el enemigo no tiene derecho a usar las primeras contra nosotros, aunque puede usarlas contra otros países igualmente "malignos" (como ocurrió en la guerra Iraq-Irán), mientras nosotros nos reservamos el derecho a usar las segundas si procede. Las temibles bombas de fragmentación han sido usadas en esta invasión, como lo fueron en la anterior guerra del Golfo, junto a las bombas de uranio "empobrecido", cuyos efectos han disparado la tasa de cáncer en Iraq, especialmente entre los niños. Estamos pues ante claros crímenes de guerra.

¿Qué decir de los "bombardeos de precisión", con "bombas inteligentes"? Se trata claramente de evocar procesos bajo control, con objeto de que se acepten los bombardeos masivos que destruyen ciudades enteras. No hay "inteligencia" alguna implicada: todo lo que tienen los tales artefactos es la capacidad de ser guiados hasta un emplazamiento concreto, al igual que los misiles hace ya mucho tiempo, y nadie ha hablado de "misiles inteligentes". Además, la elección del lugar de la deflagración no la hacen las bombas mismas, sino militares a menudo chapuceros, que se saben impunes ante cualquier tribunal de guerra posterior, basándose en material geográfico obsoleto y sin comprobar. Al mismo tiempo, se busca producir pánico y desmoralización entre los militares y dirigentes enemigos, para que crean que no pueden esconderse. Sin embargo, el acto de hacer estallar varias bombas guiadas en un restaurante con objeto de matar a Sadam, junto a docenas de civiles, es un perfecto acto de terrorismo, disfrazado de "objetivo de oportunidad" e intento de "decapitación del régimen". La precisión tampoco les ha interesado mucho, como hemos visto al caer bombas sobre mercados a horas de la máxima actividad de la población: así se extiende el terror a la población misma, de día y de noche, como ya defendía Harman y Wade en el manual Shock and Awe (véase más arriba), con objeto de que el gobierno enemigo pierda el apoyo de la población, si lo tiene, y de que termine toda resistencia.

Los bombardeos masivos a menudo se han descrito como bombas que meramente "golpean", no que estallan produciendo enorme destrucción y muerte. Se solía añadir que lo hacen sobre objetivos militares, pero lo que no se dice es que ha sido el ejército invasor el que ha decidido qué es un objetivo militar, y lo es todo lo que les resultaba incómodo, incluyendo cualquier centro de producción o de comunicación, las infraestructuras y servicios básicos de las ciudades, que han dejado a millones de personas sin agua, sin luz, sin sanidad, y sin los servicios más elementales. Recuérdese que incluso el Hotel Palestine, donde se alojaban los periodistas "no incrustados" con el propio ejército invasor, ya de por sí bastante amedrentados, fue en cierto momento atacado como objetivo militar, causándose la muerte de varios periodistas.

Los "daños colaterales" requieren escaso comentario: no es más que un modo de suavizar los daños que podían perjudicar la imagen del ejército invasor a través de los medios de comunicación que no estuviesen ya bajo su completo control. Pero no olvidemos que han sido ellos quienes definían lo que eran objetivos militares, y prácticamente todo lo ha sido, incluyendo ciertas zonas residenciales, donde "se sospechaba" podían "esconderse dirigentes del régimen", o desde donde presumiblemente procedía el "fuego enemigo". Algo parecido sucede con las "víctimas civiles", o con las "víctimas inocentes". No está claro que los miles de soldados de Iraq que recibieron la orden de resistir sean más "culpables" que la población civil que ha muerto a ha sido herida. En cuanto al "fuego amigo", por lo visto es un concepto "técnico" que se da por supuesto el toda guerra, y por tanto propio de la jerga militar. Lo preocupante no es sólo que la tasa de muertos por tal concepto aumente con cada guerra protagonizada por EUA, lo que muestra su carácter crecientemente chapucero, sino también que al fuego mismo, es decir, a los disparos, las bombas y los misiles se les califique de "amigo": se busca así minimizar los fallos humanos, cada vez más frecuentes y peligrosos por la alta tecnología utilizada y por la potencialidad destructiva de las nuevas armas, mientras se suavizan sus efectos devastadores., que además se ocultan a la prensa y la televisión.

El régimen de Bush ha negado sistemáticamente que se haya producido ninguna "crisis humanitaria", lo cual puede haber resultado verosímil, en la medida en que los efectos reales de la brutal invasión se han ocultado y tergiversado. Pero ¿como llamar a millones de personas en ciudades casi totalmente destruidas, sin agua, luz, alimentos o transporte durante días y días, y donde no había hospitales o los que había no tenían personal ni medicinas? ¿Es que cientos de miles de niños aterrorizados, sin poder salir de sus casas, teniendo que beber agua contaminada, no constituyen una "crisis humanitaria"? El concepto se puede negar por que su naturaleza misma es engañosa: al hablarse de la tal "crisis" se evita el hablar de muertos, de heridos sin atención, de dolor, de hambre, de sed, de terror, de sufrimiento y de desvalimiento sin ayuda, porque de lo que se trata es de reducir todo a una "intervención" puramente técnica, donde no hay seres humanos de carne y hueso implicados.

Finalmente, a pesar de su "feroz resistencia" (véase más arriba), la divisiones iraquíes eran "destruidas". Puesto que hablamos de destrucción como algo relativo a cosas inertes y no a seres vivos, y mucho menos a seres humanos, el nuevo concepto manipulador es perfecto: se destruye algo inconcreto, reducible a cuarteles, armamento, tanques, etc., enmascarando así los muertos y heridos reales. Y como nada de todo ello se permite que asome a las pantallas de la televisión, pues asunto arreglado: más guerra puramente abstracta, sin imágenes molestas a la hora de la cena de los americanitos, no sea que se les pudiera atragantar la pizza, la hamburguesa (o la galleta, como le ocurrió recientemente Bush). Lo propio ha ocurrido con la expresión "abatido", de ya larga trayectoria en la criminal ocupación de Palestina por parte del ejército de Israel. Los "malos", bien sean palestinos o iraquíes, son sencillamente "abatidos", mientras los buenos, los israelís o los americanos, son "asesinados a tiros". Se trata así de sugerir una suerte de muerte abstracta, meramente mecánica, en la que la verticalidad de un cuerpo se torna en horizontalidad, inspirándose en los aviones abatidos, o quizá en el tiro al plato!! De tal suerte, el que meramente "abate" un blanco móvil no ejecuta sino una misión, o trabajo técnico necesario, mientras que los "malos", y los "terroristas" siempre asesinan, siendo así sujetos de condena moral y rechazados por el pobrecito público que ve confortablemente los telediarios desde su casa.

El futuro

El modo de hablar oficial sobre la "guerra" no podía olvidar la imagen del futuro que se busca para Iraq y el resto de la zona. Primero se debe proceder a la "reconstrucción" del país, para pasar después a imponer un "nuevo orden" en la zona, buscando la "estabilidad y la paz" mundiales, lo que requería un "cambio de régimen" en Iraq, que, a través de "diversas etapas" supervisadas por los EUA, debía pasar de la dictadura a la "democracia final" en un plazo corto, terminando con la integración del nuevo Iraq a la "comunidad internacional".

El concepto de "reconstrucción" aplicado a nuestro caso, o al de cualquier bombardeo masivo seguido de la invasión y ocupación criminal de un país soberano, es de los mas vergonzantes e impresentables, al tiempo que, desgraciadamente de los que han tenido más aceptación y éxito. Al imponer el discurso de la reconstrucción, seguido masivamente por los medios colaboracionistas, que constituyen la inmensa mayoría, el régimen de Bush se ha apuntado un gran tanto. En efecto, al usarlo acríticamente, se da por sentado que todo queda reducido a reconstruir lo destruido: los edificios, las vías de transporte, los servicios, etc.. Así, por un mecanismo de proyección conceptual, se intenta que nos olvidemos de las personas, de los muertos, de los heridos, de los efectos en la salud a largo plazo (incluyendo los efectos mentales, los traumas en los niños, etc.), del enorme terror sentido, de la inmensa frustración de muchos iraquíes, de su rabia y agresividad, de los odios creados, tanto en Iraq como en muchos otros países de la zona, etc. ¿Cómo se puede "reconstruir" todo ello y dejar las cosas como estaban?

Podemos tomar a Alí, el niño de brazos mutilados por un bombardeo "inteligente", como símbolo de la "reconstrucción" (véase su imagen aquí: http://www.nodo50.org/csca/agenda2003/con_iraq/img/ali.jpg). En cuanto Bush, Blair y Aznar vieron que sus imágenes y desgarradoras declaraciones hacían mella en el público, enseguida se habló de llevarlo a los mejores hospitales, de implantarle dos brazos "nuevos", de "reconstruir" su vida, etc. Pero ¿es eso posible? Todos sus familiares cercanos murieron en el bombardeo, y su mente quedará afectada para siempre por lo sufrido en esta invasión, incluso si sus brazos se recuperan (lo cual es muy dudoso). ¿Es esta la reconstrucción que nos brindan? Los miles de muertos y heridos, especialmente los niños, ¿también serán "reconstruidos"?

El "nuevo orden" que se trata de lograr a través del "cambio de régimen" en Iraq no es sino el viejo orden de siempre: EUA imponiendo por la fuerza un gobierno títere que favorezca sus intereses económicos (petróleo) y geopolíticos (Israel, supremacía militar en la zona, "ejemplo" para otros países díscolos, etc.). Para ello, el nuevo modo de hablar que fomenta el nuevo entramado conceptual, se concreta en el seguimiento de diversos "pasos" o "etapas", que en conjunto constituyen una "hoja de ruta" parecida a la impuesta para Palestina, y que deben plasmar un futuro totalmente determinado, sin posible alternativa, e impuesto por la fuerza de las armas. Como se está ya viendo, el ejercito ocupante dispara contra las manifestaciones molestas, causando docenas de muertos, al tiempo que se fomentan reuniones y asambleas fantasmas, trayendo supuestos "líderes" del exilio, y aprovechando la ambición de supuestos "líderes" locales, todos ellos con escasa o nula representatividad, de donde se forzará un "gobierno de iraquíes" dispuesto a seguir las directrices de la potencia ocupante. Pero es evidente, salvo para los obcecados halcones del Pentágono y las grandes corporaciones que esperan su trozo del pastel de la "reconstrucción", que la democracia no se puede imponer por la fuerza, sin crear primero el tejido social, político y cultural que la haga posible. Está cada vez más claro que, en el nuevo modo de hablar, "democracia" sólo significa la sacralización del liberalismo salvaje, que se trata de imponer, como supremo valor, desde una actitud fundamentalista innegociable.

La única "democracia" que saldrá de todo esto será la de un gobierno domesticado que mantendrá el "orden" público por la fuerza, probablemente durante muchos años, sin solventar los problemas de fondo relativos a los diferentes pueblos y culturas de Iraq, sin mejorar sustancialmente el nivel de vida de los iraquíes, mientras el petróleo fluye "libremente" en manos de EUA, primero para pagar los gastos de la invasión, la ocupación y la "reconstrucción", después para llenar los bolsillos de sus empresas. Es a eso a lo que en realidad se refieren con lo de la integración del "nuevo" Iraq en la "comunidad internacional". Como siempre, será una potencia militar la que reescribirá la historia, igual que se hizo con la de Vietnam, que sigue sin constar como una invasión criminal de los EUA. Como siempre, la "comunidad internacional" será un club al que sólo podrán pertenecer quienes se sometan a los dictados de EUA y sus adláteres. Los admitidos al club recibirán los correspondientes "beneficios": protección militar mafiosa, migajas de los grandes negocios, etc.; los expulsados recibirán el correspondiente castigo: presiones comerciales y políticas, bloqueo económico, invasión militar, según su grado de "maldad". Mientras, las organizaciones internacionales que no se sometan a la nueva hoja de ruta mundial, serán ignoradas o bloqueadas. Esas son la "estabilidad y la paz mundiales" que se buscan, y que sin duda se lograrán si los ciudadanos libres del mundo no luchamos para impedirlo.

¿Nos acercamos al 1984 de Orwell?

La sociedad que nos pinta la genial novela 1984 de Orwell no está tan lejana de la que quieren construir para nosotros en el "nuevo orden mundial". Aquélla se caracterizaba por un control total de los medios y de las personas, apoyado en la creación de una "neolengua", que modificaba los términos, o los creaba, hasta lograr un entramado conceptual favorable al poder, y que fomentaba el "doblepensar", o facultad de asimilar la contradicción, vigilado por la "policía del pensamiento", que localizaba y eliminaba a los individuos que cometieran el perseguido "crimental". Todo ello en el convencimiento de que el lenguaje genera y controla el pensamiento, de tal modo que, si se controla el lenguaje, se hace imposible que se produzcan, desarrollen y comuniquen pensamientos contrarios al sistema. Finalmente, el proceso de asimilación de las contradicciones se facilitaba mediante la reescritura del pasado, para adaptarlo a las necesidades del presente.

Como hemos visto, y salvando las todavía afortunadas distancias, el régimen de Bush y los de sus adláteres también están convencido de que el control del lenguaje y de los medios imposibilita un pensamiento crítico, o lo hace muy difícil. Y parece que han tenido bastante éxito en ese cuidadosamente planificado proceso de control del lenguaje y de las imágenes, que en este trabajo hemos intentado analizar y denunciar. Con ello se han mostrado fervientes partidarios de las ideas pioneras de Benjamin Whorf, que mencionábamos al principio, sobre la influencia del lenguaje sobre el pensamiento, al igual que lo han hecho desde siempre los propagandistas políticos y quienes trabajan en marketing o publicidad. Además, tales ideas están recibiendo en la actualidad crecientes apoyos desde distintos campos científicos, que el paradigma cognitivista actualmente reinante, aunque ya en claro declive, todavía se esfuerza en ignorar. Desgraciadamente, al sistema le interesa que se siga creyendo que el pensamiento es independiente del lenguaje, mientras de hecho obra desde la creencia contraria.

Curiosamente, los tres eslóganes que caracterizan el "doblepensar" de 1984 se cumplen en alguna medida en la actualidad. "La ignorancia es la fuerza": manteniendo ignorante a la población sobre los crímenes en Iraq se fomenta su apoyo a la invasión y la ocupación. "La libertad es esclavitud": nos venden una "liberación" que no va a ser más que una ocupación, seguida de una opresión dirigida desde fuera. "La guerra es la paz": se presenta de modo insistente la invasión como una "guerra por la paz y la seguridad". Nos parece hoy que 1984 está muy lejos, y que nos hallamos a salvo de sus amenazas para siempre. Por el contrario, estamos viendo que la llamada "libertad de prensa" se ha vulnerado sistemáticamente a través de los hábiles recursos ya señalados, que la "libertad de conciencia" de los informadores se halla muy mermada por la presión de los grupos empresariales y por necesidad de conservar el puesto de trabajo, y que incluso internet, que todos presentan como el paradigma de la libertad, comienza a recibir grandes presiones de los gobiernos y las grandes compañías para lograr un control más efectivo. Es pues hora de estar muy alertas y de luchar contra tales tendencias de forma activa e incansable. La alternativa es la creciente cercanía a 1984.

NOTAS

* La redacción de este artículo ha corrido a mi cargo. Para su preparación, recogida de materiales, discusión de muchas de sus ideas, y aportación de primeros borradores de algunas secciones, he contado con la inestimable colaboración del siguiente grupo de estudiantes matriculados en Problemas de filosofía del lenguaje II, cuyo programa de este curso (2002-03) está dedicado precisamente a la relación entre lenguaje y pensamiento: José Luis Iserte Vilar, Ester Jover Rico, Raul Marco Ventura, Bernat Martí Oroval, Alejandro Mezquita Arroyo, Joan Sanz Rabadán y Águeda Soriano Varela. Además, pudimos contar con la eficaz ayuda de Manuel Garcés Vidal, que prepara su tesis doctoral y asiste como oyente a las clases. Todo ello se ha hecho con el estímulo que ha supuesto la formación de la "Comisión contra la guerra de Iraq" en nuestra facultad.

1 James Petras ha dado una descripción inmejorable de lo que late bajo los saqueos: "No hay duda de que el pillaje realizado por los vándalos fue una política deliberada del gobierno de los Estados Unidos. Washington fue advertido antes de que empezara la guerra, sobre el peligro para los museos y los preciados archivos históricos. Con todo Washington eligió reunirse en enero con tratantes de antigüedades para ÒliberalizarÓ las leyes sobre venta y exportación de arte saqueado. Perlstein y otros representantes estadounidenses de tratantes de arte exigieron que los EEUU abolieran la política "retencionista" de Irak sobre arte y antigüedades. Conforme tenía lugar la ocupación, los ciudadanos iraquíes imploraban a los oficiales y soldados de EEUU que protegieran los museos, las oficinas, los archivos y los hospitales, y fueron desterrados. En aquellos casos en los que los ciudadanos defendieron personalmente sus hogares y negocios de los vándalos, fueron denunciados a los infantes de marina como partidarios de Saddam y les dispararon. (...) El pillaje sigue la lógica del imperio estadounidense. Primero las sanciones, empobreciendo el país y minando la salud de la nueva generación; después la guerra para destruir el fundamento básico de la economía y la infraestructura; seguidos del pillaje por grupos paramilitares para borrar la memoria histórica, los símbolos y las señas de una civilización; y finalmente la partición del país entre una colección de jeques, mullahs, lacayos exiliados de mala reputación, tiranos tribales y gángsteres locales -- bajo la dirección de un generalísimo de los EEUU y de los infantes de marina y protegidos por la policía servil y los funcionarios locales dispuestos a servir bajo el yugo extranjero." El texto completo de Petras está disponible en internet: http://www.rebelion.org/petras/petras210403.htm.

2 "Awe" es díficil de traducir, pero en todo caso no sólo evoca miedo, sino que también contiene un matiz positivo, algo como "temor reverencial", como en "el temor de Dios", o la impresionante admiración que nos suscita lo maravilloso y, al mismo tiempo, incomprensible: Así, se puede utilizar para expresar lo que sentimos al gozar de grandes obras de arte: una catedral, una obra musical, etc. Recientemente se ha puesto de moda en EUA el adjetivo "awesome", para describir precisamente cosas admirables, como por ejemplo una grabación excelente, especialmente realista. Por tanto, la elección del término es todo un logro: el régimen de Bush no sólo desea destruir y conquistar, sino también suscitar admiración y adoración; es quizá ese matiz el que hizo concebir a los halcones del Pentágono que su llegada a Iraq, envueltos en fuego y estruendo "celestiales", llevaría a los "primitivos" iraquíes a rendirse ante tal maravilla y aceptar el nuevo gobierno "benefactor" sin resistencia.