Justicia solidaria

POR

JOSÉ MARÍA TOMÁS TIO
MAGISTRADO
PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN POR LA JUSTICIA

 

El 25 de mayo el mundo entero "celebra" el "Día de la solidaridad con los pueblos que luchan por la Independencia y los Derechos Humanos".

Desde este primer mundo nos gusta fijar fechas para otros sin contar con ellos. Al pueblo que vive esclavizado o temeroso de obtener lo que para nosotros es básico, no le debe hacer mucha gracia que otros lo celebren, ni que vayamos brindando por su día de fiesta. ¿Celebrar qué?

Estamos recién llegados de Addis Ababa (Ethiopía), donde la Generalitat Valenciana ha decidido invertir en Justicia. A la delegación, encabezada por Pilar Mateo, Directora General de Cooperación, le ha resultado escandaloso celebrar la miseria de los derechos de algunos humanos: Sólo el 20% de los 67 millones de personas tiene agua potable, el 17% agua sanitaria, el 33% la malaria, el 16% paludismo, el 20% sida, el 80% de las niñas los genitales mutilados, sin eufemismos, arrancados. Hasta 138 prácticas tradicionales han identificado las Organizaciones Internacionales como dañinas para la salud y la integridad de las personas, especialmente las más vulnerables (mujeres y niños). La esperanza de vida llega a los 45 años en los varones y 47 en las mujeres. Se explica que un millón de niñ@s estén huérfan@s y el 50% desnutridos.

La altísima religiosidad (ortodoxa etíope y musulmana hasta el 90%) condena y compadece, transige y justifica.

Como en tantos sitios, la clase dirigente se sigue aprovisionando de recursos, quizá para la supervivencia en cuanto otros los echen del poder. Llevan a la guerra a los conciudadanos (hasta hace poco con Eritrea) como única solución para encauzar su agresividad y destinan un millón de dólares diarios a tan beligerante menester. El país tiene el honor de ocupar el tercer lugar en la Orden de los Más Pobres.

La magnitud del caos no justifica lamentaciones, impulsa al compromiso. Somos deudores de Justicia, de una Justicia solidaria, que nos obligue a invertir ilusión, recursos, inteligencia y disponibilidad, confiando en quienes puedan darnos razón de su buen uso y adecuado destino. Quizá sea una reiteración poner apellidos a la Justicia, pues no se puede entender la Justicia sin Solidaridad, ni la Solidaridad sin Justicia. Son perspectivas de un mismo horizonte.

Es el camino de una Justicia solidaria, que hemos de ir acostumbrándonos a recorrer sin pisotear a nadie, porque "ellos" están en este mundo global que a la Justicia llama y sus Derechos exigen. En esa propuesta de la Fundación por la Justicia os esperamos.