Las raíces del nazismo en la cultura europea

Laura García Olea, Universidad de Valladolid (España)

 

 

Índice

 

1 Introducción

2 Bismarck y sus concepciones imperialistas

3 Richard Wagner y Friedrich Nietzsche: dos exponentes del antisemitismo en la cultura alemana

4 Los Protocolos de los Sabios de Sión

5 El antisemitismo esotérico de Madame Blavatsky y los herederos de sus teorías

6 La aportación de la cultura romántica

7 Joseph Arthur de Gobineau y Georges Vacher de Lapouge: la generación de la ideología racista en la cultura francesa

8 Max Weber: un ejemplo de la penetración de las concepciones racistas en la intelectualidad alemana

Bibliografía

 

 

1 Introducción

 

El nacionalsocialismo fue un movimiento que no surgió de manera improvisada en la historia. La atmósfera de esta filosofía, si es que así puede ser denominada, apareció con bastantes años de antelación a la época de Hitler. Este clima se fue enrareciendo a medida que las circunstancias fueron aportando mayor combustibilidad al mismo, hasta que surgió la chispa en la figura de Adolf Hitler. El nacionalsocialismo se puede considerar como una reacción directa a la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, pero también como resultado de tendencias e ideas con origen más lejano en el tiempo vinculadas por ejemplo a los problemas derivados de la unificación política. Por tanto si bien este movimiento exacerbó las tendencias nacionalistas y racistas, no las inventó. Los fundamentos conceptuales del nazismo no se limitan solamente al ámbito germánico y a las ideas de personajes tan influyentes intelectualmente como Bismarck, Nietzsche o Wagner sino que se extienden a países del marco europeo como Rusia con la obra denominada Los Protocolos de los Sabios de Sión y las ideas de la teósofa rusa Blavatsky, así como Francia con los principios eugenésicos propugnados por Georges Vacher de Lapouge.

 

 

2 Bismarck y sus concepciones imperialistas

 

Se puede citar al Canciller Bismarck como el principal político precursor de esta doctrina en la época contemporánea, sobre todo en lo referente a la hegemonía de la raza aria y al proyecto ambicioso de conseguir una Alemania dueña del mundo. Esta tesis es sostenida por el conocido especialista español en la Europa del Este, Francisco Eguiagaray. Sin embargo, el influyente ensayista francés Alain Minc afirma que Bismarck no aspiraba al imperialismo sino a la estabilización política y social de su país:

 

[Bismarck] L’inventeur de la Realpolitik la pratique sous ses deux facettes: des rapports de forces, voire de la brutalité quand, à ses yeux, les circonstances l’exigent; un extraordinaire sens de la mesure et une pratique, sans égale, de l’autorestriction lorsque les circonstances privilégient cette approche-là (Minc 1996: 130).

 

Alain Minc, al estudiar el sistema de equilibrio al que aspiraba Bismarck, llega a la conclusión de que la política llevada a cabo a raíz del Tratado de Versalles destinada a debilitar a las potencias centrales, materializando las ideas fundamentales de Clemenceau[1], fue totalmente contraria a los principios políticos y estratégicos de Bismarck. El canciller aspiraba a conseguir la estabilidad en los Balcanes y la paz a escala mundial:

 

Que n’aurait accompli à Versailles un Bismarck français? Sans doute aurait-il moins abaissé l’Allemagne, préservé une Autriche-Hongrie devenue démocratique, cherché des équilibres dans les Balkans. Mais il aurait surtout essayé d’assurer la paix par le jeu naturel des forces et des contreforces, et non par un droit international, parfaitement apte à couronner de vertu un système par ailleurs stable mais incapable de dompter les embardées d’une Europe centrale, vouée aux déséquilibres et aux frustrations (Minc 1996: 127).

 

 

3 Richard Wagner y Friedrich Nietzsche: dos exponentes del antisemitismo en la cultura alemana

 

En las artes se puede citar a Richard Wagner como antecesor de la ideología nacionalsocialista, mientras que en filosofía Friedrich Nietzsche es el máximo exponente con sus teorías acerca del super-hombre.

Nietzsche fue un discípulo apasionado de Wagner durante una gran parte de su vida como pensador y pasó la mejor etapa vital en sus tertulias con Cósima Wagner y los demás artistas que frecuentaban el círculo íntimo del músico. En Ecce Homo, su autobiografía, se hace eco de la profunda importancia de Wagner en su vida:

 

Al hablar de las cosas gratas en mi vida, no puedo dejar de pronunciar una palabra de gratitud por lo que ha sido el más profundo y cordial suceso grato de mi vida… mi relación íntima con Richard Wagner… No desearía borrar de mi vida a ningún precio los días en Tribschen –días de confianza y jovialidad, de accidentes sublimes, de momentos profundos… nuestro cielo nunca se ensombreció siquiera por una sola nube. No podría haber soportado mi juventud sin la música de Wagner. … Bien, entonces yo necesitaba a Wagner. Yo era Wagneriano (Bau 2002: 11-13).

 

La estrecha relación entre Wagner y Nietzsche estaba cimentada en la admiración sin límites que compartían por Schopenhauer.

Richard Wagner compuso algunas obras en prosa marcadamente racistas y antisemíticas, destacando entre ellas por estas características la titulada El judaísmo en la música, de la cual se pueden extraer afirmaciones tan inequívocas como la siguiente: “Sostengo que la raza judía ha nacido como enemiga de la humanidad pura y de todo lo noble que hay en el hombre.” (Vidal 1997: 19). No obstante, Wagner no tuvo problemas con “judíos”, ya que tuvo amigos judíos, sino con el judaísmo, con la influencia de una cultura y una fuerza económica sobre la cultura alemana. Wagner considera a los judíos como personificación del mundo económico y de la distracción superficial. En El judaísmo en la música Wagner denuncia la necesidad de un arte alemán libre de las influencias judías. Nietzsche mantiene una posición idéntica a la de Wagner. El filósofo tuvo amigos íntimos judíos como el Doctor Rée y la famosa Lou Salomon, pero sus ataques contra el judaísmo como causante de la decadencia del cristianismo son más virulentos (cf. Bau 2002: 53-54).

Hitler fue un entusiasta admirador de Wagner; quien constituía para él un paradigma de la ideología nazi. Tal admiración explica el hecho de que a lo largo de su vida mantuviera unas intensas relaciones con la familia del compositor, especialmente con Winifred Wagner, esposa de Siegfried, el hijo del músico (cf. Steinert 1994: 35).

Para Wagner el arte es un ente que engloba todos los géneros artísticos, y la obra de arte debe ser como un espejo anticipatorio de un mundo que se dará en el futuro y que será superior al actual. Para el compositor la época artística por excelencia es la de la antigua Grecia. Considera al pueblo alemán como heredero del arte griego y, en contraposición, califica al judaísmo como inepto para el arte debido principalmente a su gran materialismo (cf. Safranski 2001: 103). En este sentido, Hitler pensaba que la cultura griega expresaba la perfección máxima en todos los aspectos.

La aversión de Wagner hacia los judíos se hace patente en sus óperas. En los Los maestros cantores de Nuremberg aparece la nefasta figura del notario judío Sixtus Beckmesser, personaje que aborrece el trabajo manual y cuyas funciones son puramente intelectuales. A ello se une su imagen deforme acentuada por una cojera que le hace incompetente para la danza. En su ópera El anillo de los Nibelungos Wagner antepone la figura del héroe alemán Sigfrido a los nibelungos, poseedores del oro y que representan a la raza judía (cf. Vidal 1997: 31-33). Sigfrido mata al desagradable enano nibelungo Mime al que el propio Wagner denomina Jüdling, como se refleja en el diario de Cosima Wagner. La relación entre Sigfrido y Mime supone una alegoría de la relación entre alemanes y judíos. Sin embargo, en el Cantar de los Nibelungos, la epopeya anónima del siglo XIII, los nibelungos eran representantes de una raza germánica superior con la misión de expulsar a los débiles en su búsqueda del espacio vital (cf. Sala Rose 2003: 271).

En Parsifal se describe el enfrentamiento racial de los caballeros del Santo Grial y los judíos representados por Klingsor y Kundry. A diferencia del modelo de Wolfram von Eschenbach, en el que Parsifal consuma su matrimonio con Condwiramour, el Parsifal wagneriano recupera la castidad, que ya lo caracterizaba en el ciclo artúrico al resistir a los encantos de las muchachas-flor y de la hábil Kundry (cf. Sala Rose 2003: 289).

Sin embargo, como se ha señalado anteriormente, a pesar de sus ideas, Wagner contó con personas de origen judío en su entorno más cercano, como fueron los pianistas Carl Tausig y Josef Rubinstein, el director de orquesta Hermann Levi y el empresario Angelo Neumann (cf. Friedländer 1998: 103).

La pretensión de Wagner era aglutinar a la comunidad nacional y llegar a la consecución de una auténtica identidad germánica. Esta identidad tendría un antagonista, representado por el pueblo judío. Para el músico, la salvación del pueblo alemán se fundamenta en la consecución de la pureza racial.

Por otro lado, algunas interpretaciones sesgadas de la obra del filósofo Friedrich Nietzsche resultaron también muy importantes en la configuración del ideario nazi. En este sentido, destaca la influencia de Así habló Zaratustra. En esta obra se ensalza el más exacerbado individualismo, considerando que la finalidad de la Humanidad consiste en la creación del genio o super-hombre. Nietzsche describe cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león y el león en un niño. Esta parábola es autobiográfica y refleja el viaje espiritual de Nietzsche, desde ser discípulo de Wagner hasta convertirse en su opositor (cf. Bau 2002: 12). Como manifiesta Nietzsche en su Genealogía de la moral, el hombre bueno es el que posee un rango superior o aristocrático. A esta conclusión llega investigando en las diversas lenguas la etimología de la palabra bueno, que para el filósofo es el producto final de los conceptos de noble, aristocrático y privilegiado. En contraposición, y paralelamente, los conceptos de vulgar, plebeyo y bajo son el origen de la palabra malo. Los buenos son, por tanto, los aristócratas y los malos, los plebeyos. Según este autor, dichos conceptos habían sido tergiversados por las clases sacerdotales a lo largo de la historia y especialmente por los judíos. Éstos últimos habían utilizado a Jesucristo como portador de esta nueva moral que da la victoria a los pobres y a los enfermos, en definitiva, a los más desfavorecidos de la sociedad (cf. Vidal 1997: 48-50). La historia gira en torno a dos concepciones diametralmente opuestas. Por un lado se encuentra lo bueno y lo noble, es decir, los valores positivos, y frente a esta visión se alza otra concepción que debe ser considerada como baja, ruin, plebeya y negativa, la cual se encarna en los judíos y tiene como frutos el cristianismo, y de manera especial, el protestantismo. Según él, la proscripción del cristianismo es, por tanto, indispensable. El filósofo alemán expresa este rechazo a la religión cristiana con palabras como las siguientes:

 

Que uno hace bien en ponerse los guantes cuando lee el Nuevo Testamento. La proximidad de tanta mugre casi obliga a hacerlo. De la misma manera que no elegiríamos como amigos a unos judíos polacos, tampoco elegiríamos a unos primeros cristianos (cf. Vidal 1997: 59).

 

El pensador alemán considera la existencia de tres castas: la de los inteligentes, la de los fuertes y la de los mediocres. El pueblo alemán sería el encargado de difundir estos conceptos. El remedio directo que Nietzsche preconiza es la crueldad placentera descargada sobre los débiles[2], llegando incluso a la exterminación de los desarraigados y menesterosos, representados principalmente por los judíos (cf. Vidal 1997: 60).

En El ocaso de los ídolos el antisemitismo fundado en la filosofía moral es expresado de manera más acentuada, hasta el punto de que adquiere tonos de biología racial:

El cristianismo, que es de raíz judía y sólo puede entenderse como planta de este suelo, representa el movimiento contrario a toda moral del cultivo, de la raza, del privilegio; es la religión antiaria por excelencia (Safranski 2001: 364).

En la época del nacionalsocialismo fueron sobre todo Karl Jaspers y Martin Heidegger los que utilizaron el reconocimiento oficial de Nietzsche por parte del régimen realizando una lectura ideologizada de su obra.

 

 

4 Los Protocolos de los Sabios de Sión

 

Si bien en las obras de Wagner y Nietzsche puede intuirse un claro antisemitismo y anticristianismo, no llega a percibirse en ellos la idea de una confabulación judía para hacerse dueños del mundo. Esta ambición es declarada abiertamente en un panfleto procedente de Rusia y que es conocido universalmente como los Protocolos de los Sabios de Sión, publicado en el periódico de San Petersburgo La Bandera entre el 26 de agosto y el 7 de septiembre de 1903. Quizás sean estos escritos, debido a su rápida divulgación en Europa y América, los que a principios de siglo contribuyeron a fomentar el odio hacia los israelitas.

En Rusia aparecen antes de los Protocolos diversos escritos, entre ellos El Talmud y los judíos y La Conquista del mundo por los judíos, que originaron una verdadera paranoia antisemita. En 1886 salen a la luz en Berna las revelaciones acerca del asesinato del zar Alejandro II, publicación en la que además de señalar el peligro judío se dan soluciones virulentas al mismo: su expulsión y finalmente su exterminación.

En el contenido de los Protocolos hay que destacar la defensa que se hace del régimen zarista. De acuerdo con lo que se afirma en estos escritos, la libertad política es irrealizable y bastaría un breve tiempo de autogobierno del pueblo para que la administración se transformara en desenfreno. Los Protocolos aseguraban la confabulación judía. Según estos escritos los judíos eran los fundadores de los monopolios y de las logias masónicas que al final conseguirían su meta transformando al rey de Israel en patriarca del mundo (cf. Vidal 1997: 71-74).

En cuanto al origen de los mencionados Protocolos, cabe señalar que en 1929 el prestigioso periódico Times revela su verdadera fuente tras una laboriosa investigación. Estos eran, según dicho periódico, un plagio de un folleto dirigido contra Napoleón III, cuyo autor fue Maurice Holy. El escrito fue prohibido en Francia, pero, según parece, un ruso conocido popularmente como Mister X había conservado una copia, la cual fue el origen de los mencionados Protocolos. En esta obra de Holy las teorías se exponen a través de un diálogo entre Maquiavelo y Montesquieu (cf. Planells 2000: 26).

En Alemania, donde aparecieron extractos de los citados Protocolos en 1919 dentro de la publicación Auf Vorposten, se presentaron como una prueba concreta de la existencia de fuerzas oscuras que habían intervenido en la derrota de la nación. En los años anteriores a la subida al poder de Hitler aparecieron treinta y tres ediciones y después de 1933 salieron a la luz otras tantas. Las diferentes versiones de los Protocolos que se publicaron a lo largo del siglo en diversos idiomas contenían el mismo núcleo, constituido por supuestas conversaciones que habían mantenido los Sabios de Sión en veinticuatro encuentros secretos. Según lo que se desprende de su contenido, en un futuro próximo los Sabios no titubearían a la hora de llevar a cabo actos violentos para conseguir el control del mundo. Curiosamente, el poder totalitario no estaría destinado a establecer un gobierno despótico, que sólo fuera en beneficio de los judíos, sino que la meta auténtica sería el establecimiento de un régimen justo socialmente a escala mundial. De manera que la gente estaría satisfecha con el carácter caritativo del gobierno, lo cual aseguraría la continuidad del imperio de Sión durante siglos. Pero el odio y recelo provocados por estos escritos tendrían su base en el temor al dominio judío sobre el mundo cristiano, dado que los citados Sabios planteaban la destrucción de la cristiandad, lo cual implicaba asimismo la destrucción de las elites tradicionales (cf. Friedländer 1998: 109-110).

 

 

5 El antisemitismo esotérico de Madame Blavatsky y los herederos de sus teorías

 

La ideología nacionalsocialista que aparece en la obra de la teósofa rusa Helena Petrovna Blavatsky también estaría impregnada de un componente esotérico y sobrenatural. Nacida en 1831 y de clase aristocrática, su vida se caracteriza por las estafas y los engaños destinados a crear una reputación de maestra espiritual que le permitiera vivir aprovechándose de la ingenuidad de los demás. Emigra a los Estados Unidos en 1875 donde funda la Sociedad Teosófica en Nueva York, pasando de ser una vulgar médium a afirmar que durante sus viajes al Tibet había entrado en contacto con espíritus que guiaban su vida mediante mensajes y cartas. En 1879 crea en Madrás la sede de su secta donde permanecería hasta 1885 con el fin de dotar a sus teorías de un marcado orientalismo.

Durante estos años escribe su obra Isis sin velo, donde describe los pormenores de una religión de su propia invención. Al igual que otros creadores de religiones, como Joseph Smith, fundador de los mormones, su obra se nutre de gran cantidad de plagios, a los que atribuiría un carácter sobrenatural. Estos plagios proceden de religiones paganas, gnosis, creencias mistéricas y espiritistas. Su obra La doctrina secreta está repleta de teorías relacionadas más o menos indirectamente con el hinduismo. De carácter marcadamente antisemítico y anticristiano llega a afirmar que el verdadero dios era Satanás, benefactor de la Humanidad, y que el Dios del Antiguo Testamento conocido por Jehová es Caín, el primer asesino. Según las teorías de Madame Blavatsky, el género humano se compone de cinco razas: las cuatro primeras, en contacto promiscuo con animales, dieron lugar a los atlantes, especie de monos gigantes sin sentido en el plano intelectual; la quinta raza son los arios, quienes por inspiración divina llegarían a dominar el mundo en oposición a cristianos y judíos (cf. Vidal 1997: 114-118).

A pesar de que se demostró que sus teorías eran inverosímiles, éstas fueron retomadas, por Annie Besant, que las extendió por todo Occidente, particularmente por Alemania, siendo acogidas favorablemente por el imperio de Guillermo II y originando un movimiento denominado Lebensreform.

Otro seguidor de Madame Blavatsky es Franz Hartmann, el cual fundó un monasterio teosófico en Ascona donde se dedicó a editar traducciones de sus textos. En su publicación Lotusblühten resulta de especial interés recordar la aparición de una cruz gamada en portada (cf. Vidal 1997: 122). Nacido en Viena en 1848, Guido List es, asimismo, otro distinguido epígono de Madame Blavatsky. Este estudioso de la cultura aria, a causa de una serie de acontecimientos, renuncia a su religión católica volviéndose pagano-germánico. Escribe la novela Carnuntum en la que se expone su visión de la historia. De acuerdo con este relato, en Austria habían existido una serie de tribus germánicas con una cultura superior, interrumpida del año 100 al 400 por la invasión romana y, posteriormente, por el cristianismo. Pretende desacreditar el catolicismo austríaco y retrotraer a sus compatriotas a un tiempo imaginario basado en la cultura germánica. La novela tuvo gran éxito, constituyendo uno de los precedentes del antisemitismo y germanismo posteriores (cf. Vidal 1997: 125).

 

 

6 La aportación de la cultura romántica

 

Otro antecedente ideológico del nazismo lo podemos encontrar en la cultura del romanticismo y el idealismo filosófico, movimientos que tuvieron una repercusión más importante en Alemania que en cualquier otro país europeo. El romanticismo se enfrentaba al racionalismo y al análisis en favor de la emoción y el idealismo. En esta nación, las aspiraciones románticas y el sentimiento nacionalista confluyeron en lo que se dio en llamar cultura Völkisch. Este nacionalismo romántico abogaba por la idea de que cada nación con una lengua autónoma era depositaria de una cultura propia. Partiendo de esta concepción, los románticos nacionalistas alemanes llegaron a la representación de una cultura y una vida distintivamente alemanas.

El pensamiento Völkisch presentaba una orientación mística y englobaba un racionalismo de carácter abstracto junto con una idea panteísta de la vida. La cultura Völkisch, en definitiva, defendía una vuelta a la naturaleza originaria, así como la purificación cultural en un contexto de consenso social contrario a cualquier idea relacionada con la lucha de clases (cf. Payne 1995: 71-72).

 

 

7 Joseph Arthur de Gobineau y Georges Vacher de Lapouge: la generación de la ideología racista en la cultura francesa

 

Wagner, tras su ruptura con Nietzsche, encontró en sustitución del filósofo, al Conde Joseph Arthur de Gobineau, una personalidad mucho más afín a sus ideas y sentimientos del momento. El músico lo conoció en el otoño de 1876 en Roma. La amistad con Gobineau no durará mucho tiempo pero la relación es suficientemente estrecha para que Wagner lo defina como “mon seul contemporain” y que su muerte le llene a Wagner de pesar. Wagner lee las obras de Gobineau cuando está trabajando en Parsifal y el Conde será invitado de excepción en Wahnfried, la residencia de Wagner en Bayreuth en varias ocasiones. Gobineau fue precursor junto a Chamberlain de una doctrina social-racista.

En su libro Desigualdad de las razas humanas expone la superioridad de una clase social. Sin embargo el filósofo, político e historiador Pierre-André Taguieff comenta esta obra de Gobineau y apunta que, a la luz de sus escritos, las tesis de este último no presentaban una base científica, ni aspiraban al establecimiento de un proyecto político de corte racista. Además, se puede apreciar que en este texto de Gobineau no se halla un soporte ideológico para las teorías antisemitas, pues realiza afirmaciones que hablan de los judíos en términos de pueblo inteligente y hábil. Algunos fragmentos del ensayo de Gobineau son recogidos por Taguieff en su artículo, despejando cualquier duda respecto a la visión del pueblo judío:

 

On les vit guerriers, agriculteurs, commerçants; on les vit […] traverser de longs siècles de prospérité et de gloire, et vaincre, par un système d’émigration des plus intelligents, les difficultés qu’opposaient à leur expansion les limites étroites de leur domaine. […] Et dans ce misérable coin du monde, que furent les Juifs? Je le répète, un peuple habile en tout ce qu’il entreprit, un peuple libre, un peuple fort, un peuple intelligent, et qui, avant de perdre bravement, les armes à la main, le titre de nation indépendante, avait fourni au monde presque autant de docteurs que de marchands (Taguieff 1997: 36).

 

En este sentido, la acuñación del concepto ario que sí puede imputarse a Gobineau, presenta en su obra unos perfiles de carácter casi exclusivamente lingüístico, vinculado al ámbito de las lenguas indoeuropeas. Las extrapolaciones posteriores de dicho concepto a una categoría racial obedecen a la aportación de otros autores, en especial a la del escritor alemán de origen inglés Houston Steward Chamberlain, discípulo de Wagner y autor de cabecera de Hitler, como se puede comprobar en Mein Kampf. Jacquard (1998: 92) en su obra titulada Die Grundlagen des 19. Jahrhunderts presentaba una concepción de la historia dual con la oposición de germanismo y judaísmo. El filósofo reivindicaba la constitución de una religión germano-cristiana, en definitiva de una cristiandad, limpia del espíritu judío. Según su opinión, la salvación de la cristiandad aria sólo podía conseguirse con la eliminación de lo judío. Aunque no está claro si la lucha redentora que proponía era contra los judíos, como personas, o solamente contra el espíritu judío (cf. Friedländer 1998: 104).

Taguieff señala también a otro autor francés teórico del racismo que tendría gran influencia en la Alemania de principios de siglo, se trata de Georges Vacher de Lapouge. Este magistrado francés se convirtió en uno de los primeros difusores en Francia de las ideas eugenésicas[3] del inglés Francis Galton, que Vacher fusiona con una doctrina arianista y con la aplicación de la antropometría[4]. Para dicho magistrado la selección social tiende a favorecer a los más débiles, en definitiva a los peores, llevando a la sociedad a una pendiente de decadencia que sólo podría ser superada recurriendo a la fuerza formidable de la herencia. De esta forma, en sus obras Les Sélections sociales y L’aryen, son rôle social defiende la idea de un socialismo selectivo basado en la hegemonía de la raza aria que llevaría implícita una moral anticristiana. Su antisemitismo agresivo se ve reflejado en opiniones que se recogen en el artículo citado, como la siguiente: “le seul concurrent dangereux de l’aryen dans le présent, c’est le JuifTaguieff (1997: 39) Sin embargo, afirma que los judíos estarían condenados a ser vencidos por su incapacidad para el trabajo productivo y por estar desprovistos de sentido político y de espíritu militar (cf. Taguieff 1997: 27).

 

 

8 Max Weber: un ejemplo de la penetración de las concepciones racistas en la intelectualidad alemana

 

En otro sentido, Max Weber, sociólogo que destaca por sus contribuciones a las ciencias historico-sociales con la puesta en evidencia de la ética religiosa calvinista y su doctrina del Idealtypus  tendría una influencia indiscutible en el pensamiento político contemporáneo. Weber mostró su adscripción a las doctrinas ideológicas basadas en lo racial sin un apoyo científico digno de crédito, como cabría suponer en un autor de su categoría intelectual. El influjo de estas ideas racistas se pone de manifiesto en su discurso de toma de posesión de la cátedra titulado El Estado nacional y la política económica (1895) en afirmaciones despectivas con respecto a los polacos como las siguientes:

 

Son sobre todo jornaleros alemanes los que se marchan de las regiones con una cultura elevada; son, sobre todo, campesinos polacos los que se multiplican en las regiones de bajo nivel cultural.

Pero ambos hechos –allí el éxodo, aquí la multiplicación- apuntan en último término a un mismo y único motivo: a la raza eslava le proporcionaron la victoria sus pretensiones más modestas en cuanto a nivel de vida -en parte de índole material y en parte de índole ideal- con que la naturaleza la ha dotado o le han sido imbuidas en el transcurso de su pasado (Weber 1991: 74).

 

En el estudio preliminar a la recopilación de los escritos políticos de Weber, Joaquín Abellán señala cómo el filósofo alemán establece diferencias sociales entre polacos y alemanes, las cuales explicaban las diferentes adaptaciones a las condiciones sociales y económicas en Prusia oriental, si bien observa un cambio en su pensamiento a lo largo de los años. Asimismo señala cómo su posición con respecto a los polacos le condujo a ingresar en la asociación pangermanista Alldeutscher Verband. Esta organización pretendía cerrar la frontera del Este a los obreros polacos que venían a trabajar a Alemania (cf. Weber 1991: 74).

En este contexto ideológico no parece que surgieran de la nada las ideas racistas antieslavas. En este sentido, resulta fundamental la aportación de Ernst Nolte acerca del contenido ideológico irracionalmente antieslavo del pensamiento personal de Hitler y más en general del nacionalsocialismo que ya aparecería reflejado en Mein Kampf. Estos prejuicios raciales contra los pueblos eslavos -por no hablar de odio racial, que sería lo más correcto-, se conectaron con el antibolchevismo visceral de Hitler hasta el punto de que en su pensamiento llegaron a formar un cuerpo único. Sin embargo, merece la pena señalar, siguiendo las teorías de Nolte, que la oposición entre los pueblos germanos y los eslavos es una realidad verificable históricamente, que, si bien puede explicar, en ningún caso puede justificar este odio racial carente de bases racionales:

 

La relación con los eslavos ha sido, de siempre, un problema espinoso para la sociedad romano-germánica y, de manera muy especial, un problema de los alemanes. La colonización del Este durante la Edad Media, abarcó hechos violentos y tratados amistosos; Prusia, como el Imperio austríaco eran definibles en razón de sus relaciones con los eslavos, aun antes de que los Hohenzollern como los Habsburgos, al igual que Rusia, se hubieran adueñado de grandes partes del territorio polaco (Nolte 1995: 78).

 

 

Bibliografía

 

Bau, Ramón (2002): El Wagnerianismo como concepción del mundo. Barcelona: Associació Wagneriana.

Eguiagaray, Francisco (1991): Europa del Este. La revolución de la libertad. Barcelona: Ediciones del Drac.

Finkielkraut, Alain (1985): La Sabiduría del Amor. Barcelona: Gedisa.

Friedländer, Saul (1998): Das Dritte Reich und die Juden 1933-1939. München: C. H. Beck.

Jacquard, Albert (1998): Pequeña filosofía para no filósofos. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

Minc, Alain (1996): Antiportraits. Paris: Gallimard.

Nolte, Ernst (1995): “Eslavos, judíos y bolcheviques en la ideología nacionalsocialista. Perspectivas históricas”. En Nolte, Ernst.: Después del comunismo. Aportaciones a la interpretación de la historia del siglo XX. Barcelona: Ariel.

Payne, Stanley (1995): Historia del fascismo 1914-1945. Barcelona: Planeta.

Pérez Maseda, Eduardo (2004): El Wagner de las ideologías. Nietzsche-Wagner. Madrid: Biblioteca Nueva.

Planells, Antonio José (2000): Pétain: Mariscal de Francia. Barcelona: Viena. Biografías.

Safranski, Rüdiger (2001): Nietzsche. Biografía de su pensamiento. Barcelona: Tusquets Editores.

Sala Rose, Rosa (2003): Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo. Barcelona: Círculo de Lectores.

Steinert, M. (1994): Hitler. München: C. H. Beck.

Taguieff, Pierre André (1997): “Quand on pensait le monde en termes de races”. L’histoire (nº 214), 27-36.

Vidal, César (1997): Los incubadores de la serpiente. Madrid: Anaya.

Weber, Max (1991): Escritos políticos. Madrid: Alianza Editorial.

 

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[1] Jefe del gobierno francés durante la Primera Guerra Mundial.

[2] Según los nazis era necesario lanzarse a una lucha a muerte contra los débiles para que se manifestase esa juventud dura, violenta y cruel con la fuerza y la belleza de los fieros jóvenes con que soñaba Hitler. Cf. Finkielkraut (2000: 122)

[3] La denominada “eugenesia” hace referencia al estudio de las posibilidades de mejorar la especie humana mediante procedimientos que influirán en las características hereditarias de las generaciones futuras. El desarrollo de la eugenesia surge de la aplicación de las teorías evolutivas, principalmente del darvinismo, al mejoramiento o selección racionalmente controlada de la evolución de la especie humana.

[4] Estudio de los caracteres métricos cuantitativos o cualitativos del cuerpo humano con ayuda de la biometría. Ésta es una parte de la biología que aplica los métodos matemáticos y estadísticos al estudio de los fenómenos vitales y al conocimiento cuantitativo de la variabilidad de los caracteres biológicos.