Laura García Olea, Universidad de Valladolid (España)
Índice
2 Bismarck
y sus concepciones imperialistas
3 Richard Wagner
y Friedrich Nietzsche: dos
exponentes del antisemitismo en la cultura alemana
4 Los Protocolos de los Sabios de Sión
5 El antisemitismo esotérico de
Madame Blavatsky y los herederos de sus teorías
6 La aportación de la cultura
romántica
8 Max Weber: un ejemplo de la penetración de las concepciones
racistas en la intelectualidad alemana
El
nacionalsocialismo fue un movimiento que no surgió de manera improvisada en
Se puede citar al Canciller Bismarck como el principal político precursor de esta doctrina
en la época contemporánea, sobre todo en lo referente a la hegemonía de la raza
aria y al proyecto ambicioso de conseguir una Alemania dueña del mundo. Esta
tesis es sostenida por el conocido especialista español en la Europa del Este,
Francisco Eguiagaray. Sin embargo, el influyente
ensayista francés Alain Minc
afirma que Bismarck no aspiraba al imperialismo sino
a la estabilización política y social de su país:
[Bismarck] L’inventeur de la Realpolitik la pratique sous
ses deux facettes: des rapports de forces, voire de la brutalité quand, à ses
yeux, les circonstances l’exigent; un extraordinaire sens de la mesure et une
pratique, sans égale, de l’autorestriction lorsque
les circonstances privilégient cette approche-là (Minc 1996: 130).
Alain Minc, al estudiar el
sistema de equilibrio al que aspiraba Bismarck, llega
a la conclusión de que la política llevada a cabo a raíz del Tratado de Versalles destinada a debilitar a las potencias centrales,
materializando las ideas fundamentales de Clemenceau[1], fue
totalmente contraria a los principios políticos y estratégicos de Bismarck. El canciller aspiraba a conseguir la estabilidad
en los Balcanes y la paz a escala mundial:
Que n’aurait accompli à Versailles un Bismarck
français? Sans doute aurait-il moins abaissé l’Allemagne, préservé une
Autriche-Hongrie devenue démocratique, cherché des équilibres dans les Balkans.
Mais il aurait surtout essayé d’assurer la paix par le jeu naturel des forces
et des contreforces, et non par un droit
international, parfaitement apte à couronner de vertu un système par ailleurs
stable mais incapable de dompter les embardées d’une Europe centrale, vouée aux
déséquilibres et aux frustrations (Minc 1996: 127).
En las artes se puede citar a Richard Wagner como antecesor de la ideología nacionalsocialista,
mientras que en filosofía Friedrich Nietzsche es el máximo exponente con sus teorías acerca del
super-hombre.
Nietzsche fue un discípulo apasionado de Wagner durante una gran parte de su vida como pensador y
pasó la mejor etapa vital en sus tertulias con Cósima
Wagner y los demás artistas que frecuentaban el
círculo íntimo del músico. En Ecce Homo, su
autobiografía, se hace eco de la profunda importancia de Wagner
en su vida:
Al hablar de las cosas gratas en mi vida, no puedo
dejar de pronunciar una palabra de gratitud por lo que ha sido el más profundo
y cordial suceso grato de mi vida… mi relación íntima con Richard Wagner… No desearía borrar de mi vida a ningún precio los
días en Tribschen –días de confianza y jovialidad, de
accidentes sublimes, de momentos profundos… nuestro cielo nunca se ensombreció
siquiera por una sola nube. No podría haber soportado mi juventud sin la música
de Wagner. … Bien, entonces yo necesitaba a Wagner. Yo era Wagneriano (Bau 2002: 11-13).
La estrecha relación entre Wagner
y Nietzsche estaba cimentada en la admiración sin
límites que compartían por Schopenhauer.
Richard Wagner compuso
algunas obras en prosa marcadamente racistas y antisemíticas, destacando entre
ellas por estas características
Hitler fue un entusiasta admirador de Wagner;
quien constituía para él un paradigma de la ideología nazi. Tal admiración
explica el hecho de que a lo largo de su vida mantuviera unas intensas relaciones
con la familia del compositor, especialmente con Winifred
Wagner, esposa de Siegfried,
el hijo del músico (cf. Steinert 1994: 35).
Para Wagner el arte es un
ente que engloba todos los géneros artísticos, y la obra de arte debe ser como
un espejo anticipatorio de un mundo que se dará en el futuro y que será
superior al actual. Para el compositor la época artística por excelencia es la
de
La aversión de Wagner hacia
los judíos se hace patente en sus óperas. En los Los
maestros cantores de Nuremberg aparece la nefasta
figura del notario judío Sixtus Beckmesser,
personaje que aborrece el trabajo manual y cuyas funciones son puramente
intelectuales. A ello se une su imagen deforme acentuada por una cojera que le
hace incompetente para
En Parsifal se
describe el enfrentamiento racial de los caballeros del Santo Grial y los
judíos representados por Klingsor y Kundry. A diferencia del modelo de Wolfram
von Eschenbach, en el que Parsifal consuma su matrimonio con Condwiramour,
el Parsifal wagneriano
recupera la castidad, que ya lo caracterizaba en el ciclo artúrico al resistir
a los encantos de las muchachas-flor y de
Sin embargo, como se ha señalado anteriormente, a
pesar de sus ideas, Wagner contó con personas de
origen judío en su entorno más cercano, como fueron los pianistas Carl Tausig y Josef
Rubinstein, el director de orquesta Hermann Levi y el empresario Angelo Neumann (cf. Friedländer 1998: 103).
La pretensión de Wagner era
aglutinar a la comunidad nacional y llegar a la consecución de una auténtica
identidad germánica. Esta identidad tendría un antagonista, representado por el
pueblo judío. Para el músico, la salvación del pueblo alemán se fundamenta en
la consecución de la pureza racial.
Por otro lado, algunas interpretaciones sesgadas de
la obra del filósofo Friedrich Nietzsche
resultaron también muy importantes en la configuración del ideario nazi. En
este sentido, destaca la influencia de Así habló Zaratustra.
En esta obra se ensalza el más exacerbado individualismo, considerando que la
finalidad de la Humanidad consiste en la creación del genio o super-hombre. Nietzsche describe
cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león y el león en un
niño. Esta parábola es autobiográfica y refleja el viaje espiritual de Nietzsche, desde ser discípulo de Wagner
hasta convertirse en su opositor (cf. Bau 2002: 12).
Como manifiesta Nietzsche en su Genealogía de la
moral, el hombre bueno es el que posee un rango superior o aristocrático. A
esta conclusión llega investigando en las diversas lenguas la etimología de la
palabra bueno, que para el filósofo es el producto final de los conceptos de
noble, aristocrático y privilegiado. En contraposición, y paralelamente, los
conceptos de vulgar, plebeyo y bajo son el origen de la palabra malo. Los
buenos son, por tanto, los aristócratas y los malos, los plebeyos. Según este
autor, dichos conceptos habían sido tergiversados por las clases sacerdotales a
lo largo de la historia y especialmente por los judíos. Éstos últimos habían
utilizado a Jesucristo como portador de esta nueva moral que da la victoria a
los pobres y a los enfermos, en definitiva, a los más desfavorecidos de la
sociedad (cf. Vidal 1997: 48-50). La historia gira en torno a dos concepciones
diametralmente opuestas. Por un lado se encuentra lo bueno y lo noble, es
decir, los valores positivos, y frente a esta visión se alza otra concepción
que debe ser considerada como baja, ruin, plebeya y negativa, la cual se
encarna en los judíos y tiene como frutos el cristianismo, y de manera
especial, el protestantismo. Según él, la proscripción del cristianismo es, por
tanto, indispensable. El filósofo alemán expresa este rechazo a la religión
cristiana con palabras como las siguientes:
Que uno hace bien en ponerse los guantes cuando lee
el Nuevo Testamento. La proximidad de tanta mugre casi obliga a hacerlo. De la
misma manera que no elegiríamos como amigos a unos judíos polacos, tampoco
elegiríamos a unos primeros cristianos (cf. Vidal 1997: 59).
El pensador alemán considera la existencia de tres
castas: la de los inteligentes, la de los fuertes y la de los mediocres. El
pueblo alemán sería el encargado de difundir estos conceptos. El remedio
directo que Nietzsche preconiza es la crueldad
placentera descargada sobre los débiles[2],
llegando incluso a la exterminación de los desarraigados y menesterosos,
representados principalmente por los judíos (cf. Vidal 1997: 60).
En El ocaso de los ídolos el antisemitismo
fundado en la filosofía moral es expresado de manera más acentuada, hasta el
punto de que adquiere tonos de biología racial:
El cristianismo, que es de raíz judía y sólo puede
entenderse como planta de este suelo, representa el movimiento contrario a toda
moral del cultivo, de la raza, del privilegio; es la religión antiaria por excelencia (Safranski
2001: 364).
En la época del nacionalsocialismo fueron sobre todo Karl Jaspers y Martin Heidegger los que
utilizaron el reconocimiento oficial de Nietzsche por
parte del régimen realizando una lectura ideologizada
de su obra.
Si bien en las obras de Wagner
y Nietzsche puede intuirse un claro antisemitismo y anticristianismo, no llega a percibirse en ellos la idea de
una confabulación judía para hacerse dueños del mundo. Esta ambición es
declarada abiertamente en un panfleto procedente de Rusia y que es conocido
universalmente como los Protocolos de los Sabios de Sión,
publicado en el periódico de San Petersburgo La Bandera entre el 26 de
agosto y el 7 de septiembre de 1903. Quizás sean estos escritos, debido a su
rápida divulgación en Europa y América, los que a principios de siglo
contribuyeron a fomentar el odio hacia los israelitas.
En Rusia aparecen antes de los Protocolos diversos
escritos, entre ellos El Talmud y los
judíos y La Conquista del mundo por los judíos, que
originaron una verdadera paranoia antisemita. En 1886 salen a la luz en Berna
las revelaciones acerca del asesinato del zar Alejandro II, publicación en la que
además de señalar el peligro judío se dan soluciones virulentas al mismo: su
expulsión y finalmente su exterminación.
En el contenido de los Protocolos hay que
destacar la defensa que se hace del régimen zarista. De acuerdo con lo que se
afirma en estos escritos, la libertad política es irrealizable y bastaría un
breve tiempo de autogobierno del pueblo para que la administración se
transformara en desenfreno. Los Protocolos aseguraban la confabulación
judía. Según estos escritos los judíos eran los fundadores de los monopolios y
de las logias masónicas que al final conseguirían su meta transformando al rey
de Israel en patriarca del mundo (cf. Vidal 1997: 71-74).
En cuanto al origen de los mencionados Protocolos,
cabe señalar que en 1929 el prestigioso periódico Times revela su
verdadera fuente tras una laboriosa investigación. Estos eran, según dicho
periódico, un plagio de un folleto dirigido contra Napoleón III, cuyo autor fue
Maurice Holy. El escrito
fue prohibido en Francia, pero, según parece, un ruso conocido popularmente
como Mister X había conservado una copia, la cual fue el origen de los
mencionados Protocolos. En esta obra de Holy
las teorías se exponen a través de un diálogo entre Maquiavelo
y Montesquieu (cf. Planells
2000: 26).
En Alemania, donde aparecieron extractos de los
citados Protocolos en 1919 dentro de
La ideología nacionalsocialista que aparece en la
obra de la teósofa rusa Helena Petrovna
Blavatsky también estaría impregnada de un
componente esotérico y sobrenatural. Nacida en 1831 y de clase aristocrática,
su vida se caracteriza por las estafas y los engaños destinados a crear una
reputación de maestra espiritual que le permitiera vivir aprovechándose de la
ingenuidad de los demás. Emigra a los Estados Unidos en 1875 donde funda
Durante estos años escribe su obra Isis sin velo, donde describe los pormenores
de una religión de su propia invención. Al igual que otros creadores de
religiones, como Joseph Smith, fundador de los
mormones, su obra se nutre de gran cantidad de plagios, a los que atribuiría un
carácter sobrenatural. Estos plagios proceden de religiones paganas, gnosis,
creencias mistéricas y espiritistas. Su obra La
doctrina secreta está repleta de teorías relacionadas más o menos
indirectamente con el hinduismo. De carácter marcadamente antisemítico y
anticristiano llega a afirmar que el verdadero dios era Satanás, benefactor de
la Humanidad, y que el Dios del Antiguo Testamento conocido por Jehová es Caín,
el primer asesino. Según las teorías de Madame Blavatsky,
el género humano se compone de cinco razas: las cuatro primeras, en contacto
promiscuo con animales, dieron lugar a los atlantes, especie de monos gigantes
sin sentido en el plano intelectual; la quinta raza son los arios, quienes por inspiración
divina llegarían a dominar el mundo en oposición a cristianos y judíos (cf.
Vidal 1997: 114-118).
A pesar de que se demostró que sus teorías eran
inverosímiles, éstas fueron retomadas, por Annie Besant, que las extendió por todo Occidente, particularmente
por Alemania, siendo acogidas favorablemente por el imperio de Guillermo II y
originando un movimiento denominado Lebensreform.
Otro seguidor de Madame Blavatsky
es Franz Hartmann, el cual
fundó un monasterio teosófico en Ascona donde se
dedicó a editar traducciones de sus textos. En su publicación Lotusblühten resulta de especial interés recordar la
aparición de una cruz gamada en portada (cf. Vidal 1997: 122). Nacido en Viena
en 1848, Guido List es, asimismo, otro distinguido
epígono de Madame Blavatsky. Este estudioso de la
cultura aria, a causa de una serie de acontecimientos, renuncia a su religión
católica volviéndose pagano-germánico. Escribe
Otro antecedente ideológico del nazismo lo podemos
encontrar en la cultura del romanticismo y el idealismo filosófico, movimientos
que tuvieron una repercusión más importante en Alemania que en cualquier otro
país europeo. El romanticismo se enfrentaba al racionalismo y al análisis en favor
de la emoción y el idealismo. En esta nación, las aspiraciones románticas y el
sentimiento nacionalista confluyeron en lo que se dio en llamar cultura Völkisch. Este nacionalismo romántico abogaba por la
idea de que cada nación con una lengua autónoma era depositaria de una cultura
propia. Partiendo de esta concepción, los románticos nacionalistas alemanes
llegaron a la representación de una cultura y una vida distintivamente
alemanas.
El pensamiento Völkisch
presentaba una orientación mística y englobaba un racionalismo de carácter
abstracto junto con una idea panteísta de
Wagner, tras su ruptura con Nietzsche, encontró en sustitución del filósofo, al Conde
Joseph Arthur de Gobineau,
una personalidad mucho más afín a sus ideas y sentimientos del momento. El
músico lo conoció en el otoño de 1876 en Roma. La amistad con Gobineau no durará mucho tiempo pero la relación es
suficientemente estrecha para que Wagner lo defina
como “mon seul contemporain” y que su muerte le llene a Wagner de pesar. Wagner lee las
obras de Gobineau cuando está trabajando en Parsifal y el Conde será invitado de excepción en Wahnfried, la residencia de Wagner en Bayreuth en varias
ocasiones. Gobineau fue precursor junto a Chamberlain de una doctrina social-racista.
En su
libro Desigualdad de las razas humanas expone la superioridad de una
clase social. Sin embargo el filósofo, político e historiador Pierre-André Taguieff comenta esta obra
de Gobineau y apunta que, a la luz de sus escritos,
las tesis de este último no presentaban una base científica, ni aspiraban al
establecimiento de un proyecto político de corte racista. Además, se puede
apreciar que en este texto de Gobineau no se halla un
soporte ideológico para las teorías antisemitas, pues realiza afirmaciones que
hablan de los judíos en términos de pueblo inteligente y hábil. Algunos
fragmentos del ensayo de Gobineau son recogidos por Taguieff en su artículo, despejando cualquier duda respecto
a la visión del pueblo judío:
On les vit guerriers, agriculteurs, commerçants; on
les vit […] traverser de longs siècles de prospérité et de gloire, et vaincre,
par un système d’émigration des plus intelligents, les difficultés
qu’opposaient à leur expansion les limites étroites de leur domaine. […] Et
dans ce misérable coin du monde, que furent les Juifs? Je le répète, un peuple
habile en tout ce qu’il entreprit, un peuple libre, un peuple fort, un peuple
intelligent, et qui, avant de perdre bravement, les armes à la main, le titre
de nation indépendante, avait fourni au monde presque autant de docteurs que de
marchands (Taguieff
1997: 36).
En este sentido, la acuñación del concepto ario
que sí puede imputarse a Gobineau, presenta en su
obra unos perfiles de carácter casi exclusivamente lingüístico, vinculado al
ámbito de las lenguas indoeuropeas. Las extrapolaciones posteriores de dicho
concepto a una categoría racial obedecen a la aportación de otros autores, en
especial a la del escritor alemán de origen inglés Houston Steward
Chamberlain, discípulo de Wagner
y autor de cabecera de Hitler, como se puede
comprobar en Mein Kampf.
Jacquard (1998: 92) en su obra titulada Die Grundlagen des 19. Jahrhunderts presentaba una concepción de la historia
dual con la oposición de germanismo y judaísmo. El filósofo reivindicaba la
constitución de una religión germano-cristiana, en definitiva de una
cristiandad, limpia del espíritu judío. Según su opinión, la salvación de la
cristiandad aria sólo podía conseguirse con la eliminación de lo judío. Aunque
no está claro si la lucha redentora que proponía era contra los judíos, como
personas, o solamente contra el espíritu judío (cf. Friedländer 1998: 104).
Taguieff señala también a otro autor francés
teórico del racismo que tendría gran influencia en la Alemania de principios de
siglo, se trata de Georges Vacher
de Lapouge. Este magistrado francés se convirtió en
uno de los primeros difusores en Francia de las ideas eugenésicas[3] del inglés Francis Galton,
que Vacher fusiona con una doctrina arianista y con la aplicación de la antropometría[4]. Para dicho magistrado la selección
social tiende a favorecer a los más débiles, en definitiva a los peores,
llevando a la sociedad a una pendiente de decadencia que sólo podría ser
superada recurriendo a la fuerza formidable de
En otro sentido, Max Weber, sociólogo que destaca por sus contribuciones a las
ciencias historico-sociales con la puesta en
evidencia de la ética religiosa calvinista y su doctrina del Idealtypus
tendría una influencia indiscutible en el pensamiento político
contemporáneo. Weber mostró su adscripción a las
doctrinas ideológicas basadas en lo racial sin un apoyo científico digno de
crédito, como cabría suponer en un autor de su categoría intelectual. El
influjo de estas ideas racistas se pone de manifiesto en su discurso de toma de
posesión de la cátedra titulado El Estado nacional y la política económica (1895)
en afirmaciones despectivas con respecto a los polacos como las siguientes:
Son sobre todo jornaleros alemanes los que se
marchan de las regiones con una cultura elevada; son, sobre todo, campesinos
polacos los que se multiplican en las regiones de bajo nivel cultural.
Pero ambos hechos –allí el éxodo, aquí la multiplicación- apuntan en
último término a un mismo y único motivo: a la raza eslava le proporcionaron la
victoria sus pretensiones más modestas en cuanto a nivel de vida -en parte de
índole material y en parte de índole ideal- con que la naturaleza la ha dotado
o le han sido imbuidas en el transcurso de su pasado (Weber
1991: 74).
En el estudio preliminar a la recopilación de los
escritos políticos de Weber, Joaquín Abellán señala
cómo el filósofo alemán establece diferencias sociales entre polacos y
alemanes, las cuales explicaban las diferentes adaptaciones a las condiciones
sociales y económicas en Prusia oriental, si bien observa un cambio en su
pensamiento a lo largo de los años. Asimismo señala cómo su posición con
respecto a los polacos le condujo a ingresar en la asociación pangermanista Alldeutscher Verband.
Esta organización pretendía cerrar la frontera del Este a los obreros polacos
que venían a trabajar a Alemania (cf. Weber 1991:
74).
En este contexto ideológico no parece que surgieran
de la nada las ideas racistas antieslavas. En este
sentido, resulta fundamental la aportación de Ernst Nolte acerca del contenido ideológico irracionalmente antieslavo del pensamiento personal de Hitler
y más en general del nacionalsocialismo que ya aparecería reflejado en Mein Kampf. Estos
prejuicios raciales contra los pueblos eslavos -por no hablar de odio racial,
que sería lo más correcto-, se conectaron con el antibolchevismo
visceral de Hitler hasta el punto de que en su
pensamiento llegaron a formar un cuerpo único. Sin embargo, merece la pena
señalar, siguiendo las teorías de Nolte, que la
oposición entre los pueblos germanos y los eslavos es una realidad verificable
históricamente, que, si bien puede explicar, en ningún caso puede justificar
este odio racial carente de bases racionales:
La relación con
los eslavos ha sido, de siempre, un problema espinoso para la sociedad
romano-germánica y, de manera muy especial, un problema de los alemanes. La
colonización del Este durante
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[1] Jefe del gobierno francés durante
[2] Según los nazis era necesario lanzarse a una lucha a muerte contra los débiles para que se manifestase esa juventud dura, violenta y cruel con la fuerza y la belleza de los fieros jóvenes con que soñaba Hitler. Cf. Finkielkraut (2000: 122)
[3] La denominada “eugenesia” hace referencia al estudio de las posibilidades de mejorar la especie humana mediante procedimientos que influirán en las características hereditarias de las generaciones futuras. El desarrollo de la eugenesia surge de la aplicación de las teorías evolutivas, principalmente del darvinismo, al mejoramiento o selección racionalmente controlada de la evolución de la especie humana.
[4] Estudio de los caracteres métricos cuantitativos o cualitativos del cuerpo humano con ayuda de la biometría. Ésta es una parte de la biología que aplica los métodos matemáticos y estadísticos al estudio de los fenómenos vitales y al conocimiento cuantitativo de la variabilidad de los caracteres biológicos.