In memoriam de mi amigo José Sepúlveda. Compañero de APRJUV.

De entre las muchas cosas que vamos perdiendo cuando envejecemos una de las más dolorosas es la pérdida, por fallecimiento, de los amigos.

En concreto, en mi caso ya llevo unos cuantos, siempre demasiados aunque fueran pocos, que no es el caso. Entre otros, compañeros de estudios y compañeros de trabajo.

He escrito compañeros, pero no es suficiente esa palabra. Son amigos, amigos inolvidables.

Ayer murió Pepe Sepúlveda. Un profesor de la Facultat de Farmàcia, un amigo, una excelente persona, un esposo enamorado y un buen padre.

Yo recuerdo que fueron muchas las veces que le dije “Pepe, siempre vas a medio metro de altura sobre el suelo. Eres un idealista”. En efecto, lo era y en el fondo era consciente de ello. Sin embargo no era un iluso, era ilusionante.

Sus conceptos sobre lo terrenal y sobre lo divino los defendía con cordialidad, siempre educadamente, siempre con cariño.

Aunque yo creo que Lavoisier tenía razón en que “la vida es una combustión” y que todo se acaba cuando cesa la reacción química, Pepe, si eras tú el que tenías razón, habrás podido comprobar la inmensa cantidad de gente que te respetaba y, sobre todo, que te quería.

Adiós para siempre.

Adiós amigo.

Manolo Dolz (13-2-2013)