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química

Protagonistas de la revolución

 

Nicolas Lemery (1645-1715) inició su formación como aprendiz de farmacia bajo las órdenes de un maestro boticario -su tío materno Pierre Duchemin - que se comprometió a darle "bebida, comida, fuego, cama y aposento y mostrarle el mencionado arte y oficio". Lemery aprendió las operaciones farmacéuticas durante los seis años que permaneció como aprendiz en la botica de su tío y, a continuación, realizó el tradicional "compagnonnage", un viaje de estudios que permitía a los aprendices completar su formación visitando boticas de otras poblaciones de su entorno. Es posible que, en su recorrido, Lemery conociera al suizo Christophe Glaser (1615- ca. 1672), que en esos años se encargaba de las clases de química impartidas en el jardín botánico de París. Más tarde se dirigió a Montpellier y pudo seguir algunos cursos de su prestigiosa facultad de medicina. La Universidad de Montpellier consiguió crear en el último tercio del siglo XVIII unas enseñanzas continuadas de química que se mantuvieron durante todo el siglo siguiente. Estos cursos comenzaron alrededor de 1670, precisamente durante los años en los que Lemery visitó Montpellier. Con el apoyo del médico de Louis XIV, la universidad contrató como demostrador de química a Sebastien Matte la Faveur (1626-1714), un fabricante de vidrio que tuvo muchas dificultades para ser aceptado por los profesores de la facultad. Tras su paso por Montpellier, Lemery se dirigió de nuevo a París para colaborar con un distinguido boticario de la familia real que le permitió disponer de un rico laboratorio y comenzar a impartir unos cursos de química que pronto le harían famoso. No sólo asistieron a sus clases los aprendices de boticario o los médicos y los farmacéuticos en ejercicio, como había sido habitual en las décadas anteriores. También figuró entre sus oyentes algunos representantes de la nobleza parisina, incluyendo un notable grupo de damas de la corte, tal y como remarcaron algunos asistentes sorprendidos ante lo que no tardaría en transformarse en una de las características de la ciencia de la Ilustración: la amplia popularidad de las demostraciones experimentales. Resulta así comprensible el gran éxito que alcanzó el manual de química de Lemery, que superó con mucho al de cualquiera de las anteriores obras de esta disciplina. "Se vendió como una obra de galantería o de sátira. Las ediciones se sucedieron una tras otra casi de un año para otro" - apuntaba un comentarista contemporáneo. Aparecido en 1675, además de alcanzar algo más de una decena de ediciones en francés, el libro fue traducido al inglés, alemán, italiano, latín, holandés y castellano, esta última por el farmacéutico Félix Palacios y Bayá (1677-1737).

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Mas información: Jose.R.Bertomeu@uv.es, belmar@ua.es