Martinus van Marum (1750-1830), médico de origen holandés, que en el verano de 1785, decidió trasladarse a Francia con el objetivo de dar a conocer entre los miembros de la Academia de Ciencias de París su recién publicada memoria sobre la electricidad. Van Marum había realizado experimentos con diferentes instrumentos físicos que había interpretado desde la teoría del flogisto. A su llegada a París fue acogido por varios miembros de la Academia de Ciencias cercanos a Lavosier, entre ellos Monge y Berthollet, que le invitaron a asistir a las reuniones y tertulias organizadas para discutir las experiencias en las que se fundamentaban las nuevas teorías químicas. A su regreso a Holanda, Van Marum escribió un "resumen de las enseñanzas de Lavoisier sobre el aire puro de la atmósfera y la unión de este principio fundamental con otras sustancias", donde recogía de forma ordenada algunas de las experiencias e ideas que había tenido la oportunidad de ver y escuchar durante su estancia en París. Fue escrito en holandés y traducido al alemán para llegar a todos aquellos químicos no habituados a leer en francés, por lo que el texto tuvo una amplia difusión llegando a públicos no habituados participar de los debates científicos que tenían lugar en Francia.
En su narración apenas prestó atención a aspectos que fueron clave en las obras de Lavoisier y sus seguidores, por ejemplo, la estrecha relación entre la nueva nomenclatura, las nuevas teorías, los nuevos experimentos y los nuevos instrumentos. En realidad, Van Marum tan sólo centró su atención en los aspectos instrumentales y experimentales de la nueva química, dejando en un segundo plano las cuestiones teóricas y terminológicas. De hecho, ni siquiera utilizó la nueva nomenclatura para describir las experiencias recogidas en su obra. Tampoco parece que Van Marum percibiera aquellos experimentos y teorías como un ruptura con el pasado y ni siquiera como un modelo teórico que pudiera sustituir las ideas anteriores. Van Marum reconocía numerosos puntos débiles y fenómenos de dudosa explicación dentro de las ideas de Lavoisier. En su discusión sobre estas cuestiones abiertas ligaba de forma natural los trabajos de Lavoisier con los de otros autores firmes partidarios de la teoría del flogisto, como si el paso de unos a otros o incluso la conciliación de ambos fuera posible. Para Van Marum, las novedades teóricas y los hallazgos experimentales de Lavoisier se añadían a los conocimientos acumulados durante décadas por los químicos del siglo XVIII, sin que supusieran un cambio abrupto en los métodos de trabajo o en las concepciones fundamentales de la química.
La visión de la nueva química que Van Marum transmitió a sus compatriotas es un magnífico ejemplo del diferente modo en que unos mismos hechos podían ser vistos y contados por diferentes testigos en función de su propia formación e intereses y las expectativas de los públicos a los que su crónica iba dirigida. Van Marum era un médico de formación y de ejercicio durante sus primeros años de carrera, que orientó su interés por la química en una dirección poco común entre sus compañeros de profesión: la electricidad y los nuevos estudios sobre el aire. Este temprano interés por temas cercanos a la física experimental se vio reforzado por los contextos institucionales en los que desarrolló su carrera. Fue director del gabinete de curiosidades naturales de la Sociedad de Ciencias de Holanda y, sobre todo, responsable de la biblioteca y de la colección de instrumentos científicos del Instituto Teyler, una fundación creada tras la muerte del rico comerciante holandés Pieter Teyler van der Hulst (1702-1778) con el objetivo de cultivar y difundir las ciencias físicas y naturales y potenciar sus aplicaciones.
Al igual que en otras muchas ciudades de Europa, el público que solía frecuentar las sesiones y las lecciones públicas celebradas en instituciones como las dirigidas por Van Marum estaba formado personas cuya actividad e intereses por la química variaba considerablemente, pero que, en general, no veían en estos conocimientos ni una vía de profesionalización ni un objeto de dedicación intensa. Para las elites del país, estas lecciones y reuniones fueron una forma de enriquecer su bagaje cultural y engrosar su agenda de actividades sociales. El interés de estos grupos por las ciencias naturales se encontraba a mitad de camino entre el ideal ilustrado del individuo culto e interesado por el progreso de las ciencias y sus aplicaciones y el gusto por el espectáculo y las curiosidades de la naturaleza y sus fenómenos. Sería un grave error menospreciar el papel desempeñado por estos nuevos públicos de la ciencia. Gracias a su interés por las ciencias se llenaron los cursos impartidos en muchas instituciones científicas y se crearon museos, gabinetes de historia natural o laboratorios de química. Junto a este público de elites cultivadas, Van Marum tuvo también entre sus oyentes todo un heterogéneo público de artesanos, comerciantes, farmacéuticos y médicos, estudiantes, fabricantes de instrumentos y aficionados a las ciencias, que vieron en sus instrumentos y experiencias algo más que un entretenimiento. Van Marum tuvo que adaptar sus lecciones para conseguir el respaldo de su público, el cual era un factor determinante para el mantenimiento de sus enseñanzas. Desde este punto de vista, las nuevas ideas y los nuevos experimentos conocidos en París de la mano de sus promotores gozaban de una neta superioridad. Van Marum lo había comprendido bien y, como responsable de una de las principales instituciones científicas holandesas del momento, se preocupó de obtener una buena colección de máquinas e instrumentos científicos del Instituto Teyler, que acabó convirtiéndose en una de las mejores del país. Sus lecciones públicas le permitieron aprovechar la potencialidad dramática de los nuevos instrumentos y experiencias utilizados para sustentar la nueva química. De este modo, las nuevas ideas no sólo cautivaron la mente de este conservador, experimentador e influyente educador y divulgador de la ciencia holandés, sino, a juzgar por el impacto que tuvieron sus demostraciones públicas, también la de su variado público de nobles, comerciantes, estudiantes, profesionales y artesanos.
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