Ellen Thesleff fue una pintora poeta magistral toda su vida. Sus visiones grises y opacas de individuos y paisajes fueron las primeras en llamar la atención. Alrededor de 1906, el color y su técnica a espátula fueron muy importantes. Procuró conseguir un regocijo decisivo en su obra y, como escribió en 1909, Me acuesto profundamente en la arena de forma que mi corazón pueda escuchar el latido del globo, y con ese ritmo, capto colores y líneas, sintiéndome segura y libre. No sé cuál será el resultado, pero, en todo caso, será algo maravilloso. Aprovechó con fervor los poderes de la naturaleza y se vió a sí misma como portadora de algo divino.
Al igual que la mayoría de las pintoras finlandesas de su época, Ellen Thesleff procedía de la clase media superior, y su familia artística apoyó sus objetivos. Creció con los simbolistas. Uno de sus tutores fue Gunnar Berndtson. En el otoño de 1891 marchó a París, donde estudió en la Académie Colarossi; Puvis de Chavannes, Botticelli y Leonardo fueron sus ídolos. Su obra temprana muestra la influencia de Carrière. Tyra Elisabeth (1892, Helsingin kaupungin taidemuseo, Helsinki) primer cuadro simbolista de Finlandia, fue el más ortodoxo de ella. En el otoño de 1894, Thesleff fue uno de los primeros pintores finlandeses que marchó a Italia, donde encontró inspiración especial en el renacimiento temprano y en los primitivistas. En Florencia, en 1906, conoció a Gordon Craig, quien la enseñó técnicas de grabado en madera y se convirtió en un amigo para toda la vida. Sus airosos grabados en madera sirvieron de base para una nueva dirección en las artes gráficas finlandesas, junto a las obras más sombrías de Gallen-Kallela y de Hugo Simberg.
El arte de Ellen Thesleff fue reconocido estando ella en vida, y se le concedió una medalla de bronce en la Exposición Universal de París en 1900. No obstante, sus creaciones aristocráticas y poéticas fueron consideradas a menudo como de poca importancia debido a su tema y formato. Ella misma estaba convencida de su propia visión y evitó todo lazo obligatorio, creando una obra acumulada y coherente.
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