En August Strindberg no sólo
la obra, sino también la biografía son fruto del
proceso de una crisis que nunca le abandonó. La complejidad
de este novelista y capital dramaturgo sueco viene alimentada
por una existencia vivida a contracorriente y surcada en un tiempo
de zozobra: el crepúsculo romántico y la llegada
de las primeras corrientes que perfilarán, desde un punto
de vista moral, el siguiente siglo. La pasión por Friedrich
Nietzsche, la fidelidad a un visionario como Emanuel
Swedenborg (1688-1772), reconocerse pietista y oponerse al
conservadurismo de la burguesía conjugaron una tensión
difícil de asimilar para un hombre que sentimentalmente
tropezó una y otra vez, un hombre que viajó por
Europa huyendo de sí mismo, que estudió Medicina,
fue maestro de escuela y trabajó como telegrafista en
una pequeña isla. Asistir a una obra como El padre (1887)
es ver escenificado el malestar y la inquietud de una inteligencia
que no tiene un momento de tregua. Reconocido universalmente como novelista y autor teatral, su faceta de poeta es poco o mal conocida, incluso en su propio país. Por ello es de gran valor esta edición en castellano, Poesías completas, modélica en el trabajo de Jesús Pardo, que reúne por primera vez la poesía completa y permite, en el itinerario de la lectura, frecuentar los últimos ecos del romanticismo, el paso por el naturalismo y el acercamiento al simbolismo, siempre con el denominador común de una mirada trágica y severa, dominada por la rebeldía. Los versos de Strindberg llaman la atención por la capacidad de transformarse en propuestas, en creadores de bruscos estados de ánimo que dibujan la angustia de un espíritu que no encuentra puntos de referencia. De la misma manera que ocurre con sus personajes, también los poemas de este escritor crucial son irónicos, crudos, alucinados, y en los que, al asomarse la inocencia, aparece el más cortante filo del remordimiento. Seguramente hubiera suscrito el pensamiento de su amigo Nietzsche, cuando éste decía que un ser, al llegar a cierto nivel de conocimiento, se siente como una animalización de Dios. Quizá podría ser el caso de Strindberg. |
August Strindberg (Estocolmo, 1849-1912) fue maestro de escuela, actor, telegrafista, bibliotecario, pintor, alquimista y escritor de fama. Su dilatada producción suele dividirse en dos períodos; uno naturalista, que supo elogiar Zola, y otro expresionista, que admiró Nietzsche. El padre (1887), La señorita Julia (1888), Danza macabra (1900) y Espectros (1908) figuran entre sus dramas más aplaudidos por el público y por la crítica, que lo consideró el padre del teatro moderno. Su obra narrativa incluyó novelas, poemas, sátiras, ensayos y narraciones breves. El hijo de la sierva (1886), La plañidera de un loco (1888), A orillas del mar libre (1890), Inferno (1897) y Solo (1903), fueron la cima de sus trabajos autobiográficos. |