Jennifer Jason Leigh
El rey está
vivo (The King is Alive) es la historia de un grupo de turistas
estadounidenses, ingleses y franceses perdidos en el desierto
de Namibia tras sufrir el autobús que viajaban una averia
y quedarse sin gasolina. Las conservas y el rocío mantienen
a los turistas con vida, pero se encuentran atrapados sin poder
hacer nada, totalmente aislados del resto del mundo. Este es
el punto de partida de Kristian Levring para meditar sobre
la incongruencia de las pasiones humanas. Al calor de la soledad
y de la falta de las comodidades más básicas, los
más bajos instintos se encienden, y la envidia, la lujuria,
el ansia de poder y la ira se abren paso. Con el agua, la comida
y el tiempo agotándose, el grupo encuentra al Rey Lear
de Shakespeare como último sustento, el delgado hilo que
separa la convivencia de la locura absoluta. Mientras, ajeno
a todo pero a la vez testigo integral del paso de los días,
un sobreviviente fantasma africano narra los sucesos en su propio
dialecto. La película retrata emociones reales, pero a
la vez es muy onírica. Y es una ensoñación
tratada como real dentro de ese terreno ficticio, por lo que
las reglas del Dogma respecto a las historias jamás son
violadas, y el voto de castidad se mantiene.