Cuentos completos

de Hans Christian Andersen

Traducción de Enrique Bernárdez


 

Se cumplen doscientos años del nacimiento de Hans Christian Andersen (Odense, 1805). Con este motivo, Anaya Infantil y Juvenil edita cuatro volúmenes con los Cuentos completos de Andersen.

Cada uno de los volúmenes va a precedido de un prólogo a cargo de prestigiosos autores vinculados, profesional o personalmente, a estos cuentos: Fernando Savater, Gustavo Martín Garzo, José María Merino y Carmen Posadas. Las ilustraciones, otro aspecto especialmente importante en esta edición, corren a cargo de cuatro profesionales de una calidad excepcional: Pablo Auladell, Elena Odriozola, Carmen Segovia y Javier Sáez Castán.

Estos cuentos contienen numerosos elementos autobiográficos, aunque pueden leerse y apreciarse perfectamente sin saber nada de la vida de su autor. La mayoría de ellos fueron creados por él, pero también hay adaptaciones de cuentos populares, como El traje nuevo del emperador.

Junto a la obra de los hermanos Grimm y a la de Perrault, los cuentos de Andersen se han transmitido de generación en generación, y ya forman parte del acervo cultural de nuestra sociedad.

La presente traducción, a partir del original danés, en la forma en que aparecieron los cuentos en edición completa al final de la vida del autor, ha sido realizada por Enrique Bernárdez, que además ha escrito especialmente para esta edición un exhaustivo apéndice donde se analiza la biografía el autor, así como la naturaleza e importancia de esta colección de cuentos.


  Hans Christian Andersen, el hombre que llegó a ser el más conocido de la tierra y al que reyes y príncipes rendían pleitesía, al final de su vida se sentía tan desnudo como el emperador de su cuento. Porque, bien mirado, ¿qué es un cuento sino un traje bien hecho de palabras?. Su misión es revelar la verdad. Para eso existen los cuentos, para vernos desnudos. Los cuentos de Andersen, como los trajes del emperador más melancólico, nos piden que no desdeñemos la tristeza, ya que en ella se guarda la memoria de esa vida que tal vez merecimos pero que no pudimos alcanzar. Eso fue la tristeza para él, la memoria de lo que nunca llegamos a vivir ni probablemente viviremos nunca. Nuestra historia más hermosa.
Para Andersen, todas las cosas tienen voz. o mejor dicho, todo lo existente tiene algo que contar. No solamente los seres mágicos, sino los elementos de la naturaleza, como el viento, la lluvia, la luna, el sol. En sus cuentos hablan los insectos, las aves, los anfibios, los peces, los mamíferos no humanos, pero también las plantas expresan lo que piensan y lo que sienten. Para Andersen hay en todo lo que nos rodea una pulsión incesante de vida, que se revela relatándose, contándose sin cesar, sin pausa, con júbilo. Ni siquiera los momentos tristes que abundan en sus historias consiguen apagar el fervoroso optimismo del autor y su inagotable imagnación para hacer que todo se manifieste.
  Por encima de todo, aunque estos cuentos son siempre morales, nunca se regodean en la condenación de los malvados, principal entretenimiento de los moralistas más puritanos e insoportables. Rara vez los perversos resultan castigados por Andersen, casi siempre prefiere ridiculizarlos o aún mejor, olvidarlos sencillamente mientras los buenos ascienden al lugar que se merecen. Un moralista carente de la pasión de castigar es algo digno y realmente precioso! En este sentido podemos ciertamente conceder a Hans Christian Andersen el título de educador, en el más noble y menos arrogante sentido de esta noble pero algo arrogante palabra.
  En los cuentos de este cuarto volumen, el autor intenta compaginar su amor por las leyendas, los cuentos de hadas o los temas mitológicos con su profundo sentido religioso y, al mismo tiempo, amalgamar ambos con su gran entusiasmo racional por el progreso. El progreso, tal como lo entendían las personas del siglo XIX, era una explosión de optimismo, de racionalidad y de fe en el hombre y en los nuevos y portentosos avances de la ciencia y de la técnica. De ahí que varios de los cuentos de este período tengan como protagonistas a fenómenos nuevos y sorprendentes, como la construcción de grandes embalses o la llegada de la iluminación a gas en las grandes ciudades.