Los Vikingos

 

Entre el año 800 y 1050 d.C. aparecen definitivamente los pueblos nórdicos en la escena
europea. Irrumpen brusca y violentamente, aterrando antiguas comunidades que, sin duda,
estaban acostumbradas a la guerra, pero no a los ataques por sorpresa de los vikingos (o
normandos). Los contactos entre los países nórdicos y el resto de Europa venían de antiguo.
Los hallazgos arqueológicos muestran que el comercio y la influencia datan de varios milenios
a.C. No obstante, los países escandinavos constituían un remoto rincón de poca importancia
política y económica para el resto de Europa.

Arne Emil Christensen

El escenario cambia hacia el año 800 d.C. En 793, el monasterio de Lindisfarne, en la costa
oriental de Inglaterra, es saqueado por extranjeros llegado por mar y, al mismo tiempo, se
reciben las primeras noticias de ataques a otros lugares de Europa. Los anales y crónicas de
los dos siglos siguientes están llenos de relatos aterradores. En grupos más o menos
numerosos, los normandos atacan con sus naves las costas europeas, remontan los ríos de
Francia y España, conquistan la mayor parte de Irlanda y grandes zonas de Inglaterra, se
asientan en las riberas de los ríos rusos y las costas del mar Báltico. Son relatos de correrías y
depredaciones por el Mediterráneo, y tan lejos hacia el este como el mar Caspio.
Escandinavos con base en Kiev son tan temerarios que incluso intentan atacar a la mismísima
Constantinopla, capital del Imperio romano de Oriente.

Paulatinamente, las correrías e incursiones son sustituidas por la colonización. Los topónimos
atestiguan una gran población vikinga en el norte de Inglaterra, con York como centro, y más
al sur, un vasto territorio recibió el nombre de Danelagen. En Francia, el rey entregó el feudo
de Normandía a un caudillo vikingo a cambio de que mantuviera a otros vikingos a
distancia.Las islas al norte de Escocia tenían una población mixta céltico-nórdica, y en Islandia
y Groenlandia se establecieron vigorosas comunidades.

La última expedición hacia Occidente resultó en un desafortunado intento de afincamiento en
Norteamérica. Hacia el año 1000, pobladores de Islandia o Groenlandia descubrieron tierras
situadas más al oeste, y las sagas refieren varios viajes de gentes que trataron de
establecerse en la tierra descubierta. Los colonizadores, empero, tuvieron conflictos con indios
o esquimales y abandonaron el país.

La localización de la tierra en que asentaron los normandos suele variar del Labrador a
Manhattan, según la interpretación del texto de las sagas. En el decenio de 1960, Anne-Stine
y Helge Ingstad descubrieron plantas de casas en el norte de Terranova. Las excavaciones
revelaron que se trataba de restos de viviendas similares a las de Islandia y Groenlandia.
También se hallaron objetos de origen escandinavo que datan del año 1000,
aproximadamente. No es posible afirmar con certeza si éstos son vestigios de expediciones
referidas en las sagas o de viajes que no citan las fuentes escritas. En cualquier caso, los
hallazgos son prueba segura de que los normandos estuvieron en el continente americano
hacia el año 1000, como cuentan las sagas nórdicas.

 

Presión demográfica y escasos recursos

¿Qué causó esa violenta expansión en el curso de pocas generaciones? Al parecer, estables
unidades políticas y administrativas como el reino franco y las monarquías anglosajonas de
Inglaterra tenían poca resistencia que oponer a los asaltantes del norte. La imagen que nos
ofrecen los testimonios escritos está probablemente influida por esa circunstancia, pues se
describe a los vikingos como terribles piratas y saqueadores. Y a fe que lo eran; pero también
tendrían otras cualidades. Algunos de sus caudillos deben haber sido hábiles organizadores.
Una eficaz táctica militar podía asegurar la victoria en el campo de batalla, pero, además, los
normandos establecieron regímenes políticos y administrativos en los territorios conquistados.
Algunos de ellos no sobrevivieron la era vikinga ­como los reinos de Dublín y York­; pero
Islandia sigue viviendo como Estado, la monarquía de Kiev sería la base del imperio ruso, y
huellas del talento organizador de los jefes vikingos son claramente visibles hoy día en la Isla
de Man y en Normandía. En Dinamarca se han hallado restos de fortificaciones, de fines del
período de apogeo normando, donde podía concentrarse gran número de tropas. Las
fortificaciones tienen forma circular y están divididas en cuatro cuadrantes, con edificios en
cuadro en cada uno de ellos. Los recintos fortificados están concebidos con una precisión que
atestigua gran sentido del sistema y del orden por parte de los jefes vikingos, y también que,
en el séquito del rey danés, había gente con profundos conocimientos de geometría y
agrimensura.

Además de los relatos de Europa occidental, contamos con testimonios escritos,
contemporáneos de los vikingos, de viajeros árabes y de Bizancio. En la patria de los antiguos
escandinavos se encuentran breves inscripciones rúnicas grabadas en piedra o madera.
Asimismo, el abundante material literario de las sagas nos habla de aquella época, aunque
estas obras se escribieran varias generaciones posteriores (siglos XII y XIII) a los
acontecimientos que pretenden explicar.

Los vikingos procedían de lo que hoy se conoce como Dinamarca, Suecia y Noruega. Vivían en
comunidades agrarias autárquicas, en las que la agricultura y la ganadería se suplían con la
caza, la pesca, la obtención del hierro y la extracción de determinados minerales para
calderos y piedras de afilar. Aunque la sociedad campesina era casi totalmente autosuficiente,
se comerciaba también con algunos productos: por ejemplo, sal, indispensable para los
hombres y el ganado. Este artículo de uso cotidiano no se transportaba más lejos de lo
necesario, mientras que los objetos de lujo se traían de lugares más meridionales de Europa.
El hierro, la piedras de afilar y los calderos de esteatita eran artículos de exportación que
contribuyeron notablemente al florecimiento mercantil de la época de los vikingos. Incluso en
períodos de frecuentes correrías e incursiones de los normandos, existió actividad comercial
entre Escandinavia y Europa occidental. Uno de los escasos relatos sobre la situación de
Noruega en la era vikinga fue escrito por Ottar, caudillo del norte del país, que visitó al rey
Alfredo de Wessex como pacífico mercader, mientras el monarca inglés se hallaba en plena
guerra con otros adalides normandos.

Se ha dicho que la expansión de la era vikinga fue provocada por una presión demográfica
que los recursos del país no podían sostener. Los hallazgos arqueológicos muestran que se
roturaron nuevas fincas en zonas boscosas escasamente pobladas a la vez que tenía lugar la
expansión por tierras foráneas. La presión demográfica, pues, constituye seguramente sólo
parte de la explicación. Otra causa pudo ser la extracción del hierro; el que hubiera suficiente
hierro para forjar armas para todos los guerreros que partían en las expediciones, debió
proporcionar superioridad táctica.

 

Superioridad táctica de las naves vikingas

Es de suponer que otro factor importante de la superioridad táctica de los vikingos fuera el
arte escandinavo de la construcción naval. Un conocido arqueólogo sueco afirma que las naves
vikingas son las únicas embarcaciones de altura y, a la vez, de desembarque que jamás
hayan estado a disposición de fuerzas invasoras. Aunque sea una exageración, esta
afirmación encierra mucho del secreto de la superioridad militar de los vikingos. Abundantes
referencias de ataques normandos apoyan esta tesis. El factor sorpresa era importante. La
táctica consistía en rápidos asaltos por mar con naves ligeras que no necesitaban puerto y,
por tanto, capaces de acercarse a los lugares menos pensados de la costa, y retiradas,
igualmente rápidas, antes de que los defensores consiguieran reunir sus fuerzas.

Parecer ser que existía una especie de división de zonas de influencia entre los vikingos
daneses, suecos y noruegos, si bien guerreros de las tres naciones participaron en las
grandes expediciones emprendidas por caudillos famosos. Los suecos solían partir hacia el
este, y ejercían el control de las vías fluviales de Rusia y, con ello, el de las rutas comerciales
de Oriente. Los numerosos hallazgos, en Suecia, de monedas de plata árabes atestiguan una
intensa actividad comercial. Los vikingos daneses realizaban incursiones por el sur: Frisia, el
reino franco, Inglaterra meridional. Por su parte, los noruegos se dirigían al oeste y noroeste:
Inglaterra septentrional, Escocia, Irlanda y los archipiélagos del mar del Norte.

Las embarcaciones no eran sólo necesarias para las expediciones de conquista y los viajes de
comercio, sino también para llevar a cabo una afortunada colonización: familias enteras, con
todas sus pertenencias y animales domésticos a bordo, zarpaban para tomar posesión de
nuevas tierras. La travesía del Atlántico Norte hasta las islas del mar del Norte, Islandia y
Groenlandia, demuestra que los constructores navales de la era vikinga no sólo sabían
construir barcos veloces para incursiones en el litoral del mar del Norte, sino también
embarcaciones muy aptas para la navegación. La colonización se iniciaba cuando los
navegantes descubrían nuevas tierras o regresaban de viajes de comercio o expediciones de
saqueo y describían los lugares visitados.

Al parecer, en algunas zonas los antiguos pobladores fueron expulsados; en otras (por
ejemplo, en Inglaterra septentrional), los invasores escandinavos se dedicaron a la ganadería,
aprovechando otras regiones del país distintas que las de la población invadida, que cultivaba
cereales.

Los escandinavos arribados a Islandia y Groenlandia pisaron tierra virgen. Tal vez en Islandia
hubiera algunos monjes irlandeses, "emigrados porque no querían vivir con gentes paganas".
Las zonas de Groenlandia colonizadas estaban, al parecer, deshabitadas a la llegada de los
normandos.

La historia escrita de los vikingos es obra, principalmente, de autores de Europa occidental,
nada afectos a los hombres del norte, y no cabe duda apenas de que nos presentan sus
peores aspectos. Las excavaciones arqueológicas efectuadas en Escandinavia y el extranjero
ofrecen una imagen mucho más matizada. Se han descubierto plantas de casas de granjas y
mercados donde objetos perdidos y destrozados nos hablan de una simple vida cotidiana. Se
han encontrado vestigios de la extracción de hierro en las regiones montañosas, donde los
minerales de zonas pantanosas y los frondosos bosques formaban la base de una industria
floreciente. También se han hallado y estudiado canteras de donde se extraía la esteatita
para hacer ollas y excelentes piedras de afilar. En casos afortunados, se han descubierto
vestigios de antiguos terrenos de labranza en zonas que no han sido cultivadas
posteriormente, de modo que podemos ver montones de piedras dejados tras laboriosa
roturación de tierra cultivable. Excavaciones cuidadosas dejan ver los surcos del arado del
antiguo labrador escandinavo.

 

Ciudades y unidades político-administrativas

Al correr de los años, la sociedad vikinga va cambiando. Familias preponderantes van
acumulando más poder y territorios, sentando las bases de mayores unidades
político-administrativas y apareciendo las primeras ciudades. De Staraia Ladoga y Kiev, en
Rusia, a York y Dublín, en las Islas Británicas, se puede estudiar la vida cotidiana de la
población urbana. Los mercados y las ciudades vivían del comercio y la artesanía, y aunque
los vikingos afincados en núcleos urbanos sin duda criaban ganado y se dedicaban a faenas
agrícolas y pesqueras para cubrir las necesidades caseras, las ciudades seguramente eran
abastecidas por las comarcas rurales aledañas. En el sur de Noruega tenemos el mercado de
Kaupang, cerca de Larvik, citado en el relato de Ottar al rey Alfredo. Kaupang nunca pasó de
ser un mercado, mientras que Birka, en la ribera del lago Mälaren (Suecia), y Hedeby, en la
frontera germano-danesa, pueden llamarse ciudades. Ambas fueron abandonadas hacia
finales de la época vikinga, pero Ribe, en Jutlandia occidental, sigue existiendo hoy día, al
igual que York y Dublín. En las ciudades hallamos zonas bien reguladas con claros límites
entre las fincas, calles y fortificaciones alrededor del núcleo urbano. Es evidente que algunas
de las ciudades fueron planeadas. Probablemente, muchas fueron fundadas por decreto real,
y el rey o sus hombres de confianza tomaron parte en la planificación urbana y la distribución
de parcelas. Es indudable que los servicios de limpieza pública y recogida de basuras no
estaban tan bien organizados como el plan de urbanización: los residuos y desperdicios yacen
en gruesas capas. En aquella época, el hedor y la inmundicia debieron crear unas condiciones
bastante desagradables. Hoy podemos observar vestigios de la vida cotidiana de entonces
-desde desechos artesanales hasta piojos y pulgas- y hacernos una idea de cómo vivían la
gente. Se han encontrado objetos de lejana procedencia, tales como monedas árabes de
plata y restos de géneros de seda bizantinos, junto con productos de los artesanos locales:
herreros, zapateros, peineros.

 

La mitología escandinava

Hacia fines de la era vikinga se impone el cristianismo en los países nórdicos, sustituyendo a
las numerosas deidades paganas que ejercían su poder sobre la existencia humana. El
anciano y sabio Odín era el dios supremo. Tor, el dios de la guerra. Frøy velaba por la
fertilidad de los campos, los prados y los animales domésticos. Loke era entendido en magia,
pero tan ladino que las demás deidades confiaban poco en él. Los dioses tenían enemigos
peligrosos, llamados jotner, que simbolizaban los aspectos sombríos y tenebrosos de la
existencia.

Las mejores referencias de los dioses paganos datan de la época cristiana, y tal vez estén
teñidas de la nueva creencia. Topónimos de granjas como Torshov, Frøyshov y Onsaker han
conservado sus nombres paganos. Los que llevan el sufijo "hov" indican que debe haber
habido un templo pagano en la finca.

Las deidades de la mitología escandinava muestran rasgos humanos y, como los dioses del
Olimpo helénico, llevan una vida intensa, luchando, comiendo y bebiendo. Los guerreros
caídos en el campo de batalla iban directamente a la mesa de los dioses. Las costumbres
funerarias manifiestan evidentemente que los muertos necesitaban el mismo ajuar en la otra
vida que en la terrena. En la época vikinga los muertos podían ser incinerados o enterrados,
pero la costumbre de las ofrendas fúnebres siempre era la misma. La abundancia de éstas
refleja diferencias de costumbres funerarias y de rango social. En Noruega, las prácticas
mortuorias son particularmente ricas, constituyendo una importante fuente de conocimientos
de la vida cotidiana de la época vikinga. Todos los objetos que se ofrendaban para la vida de
ultratumba nos dan una visión inmediata y detallada del mundo de los vikingos, aunque,
naturalmente, muchos se hayan deteriorado con el paso del tiempo y, casi siempre, no
queden sino pocos restos del utillaje original en las sepulturas. Las hallazgos funerarios
complementan el material arqueológico de los poblados. En lugares habitados ­tanto en la
ciudad como en el campo­ se encuentran objetos perdidos y destrozados, restos de casas, de
alimentos o desperdicios artesanales; en las tumbas, el mejor ajuar de los muertos. Se da a
entender en los textos legales que lo que hoy día llamamos medios de producción, la tierra y
el ganado, pertenecían a la familia. Las ofrendas fúnebres eran pertenencias personales.

 

Una sociedad violenta

La sociedad vikinga era una sociedad violenta: en casi todas las tumbas de varones se han
encontrado armas. Un guerrero bien equipado debía tener espada, escudo de madera ­con un
abultamiento de hierro en medio para proteger la mano­, lanza, hacha y arco con unas 24
flechas. El yelmo y la armadura que llevan casi siempre los vikingos de grabados modernos,
son sumamente raros en los hallazgos arqueológicos. Los yelmos con cuernos, tan corrientes
en el "equipamiento vikingo" de las estampas, no se han encontrado jamás entre objetos
genuinos de la época vikinga.

Incluso en tumbas con abundancia de armamento, podemos hacernos una idea de
quehaceres más pacíficos: junto a las armas, yacen hoces, guadañas y azadones. Junto al
herrero, martillo, yunque, tenazas y lima. Acompañan al campesino costero ­a menudo
enterrado en su embarcación­ sus aparejos de pesca. En sepulturas femeninas hallamos
joyas personales, utensilios de cocina y textiles. También las mujeres, frecuentemente, eran
inhumadas en embarcaciones. Los objetos de madera, de cuero o textiles, rara vez se
conservan, con las consiguientes lagunas en nuestro saber. En algunas pocas sepulturas, la
tierra ha preservado los objetos mejor de lo habitual. A lo largo del fiordo de Oslo, bajo la
turba, hay arcilla plástica tan estanca que no deja pasar el agua ni el aire. Algunas tumbas
han permanecido como "en conserva" más de mil años, ofreciéndonos una gama completa de
ofrendas fúnebres. Los hallazgos funerarios de las embarcaciones de Oseberg, Tune y
Gokstad, que pueden verse en el Museo de Barcos Vikingos (Vikinskipshuset) de Bygdøy
(Oslo), son ejemplos magníficos de material legado a la posteridad por afortunadas
condiciones de conservación. No sabemos a ciencia cierta quiénes eran los muertos, pero el
lujo y suntuosidad indican que pertenecían a la alta clase social; tal vez fueran miembros de
la estirpe real que, algunas generaciones más tarde, uniría Noruega en un solo reino.

Las tumbas de Oseberg, Gokstad y Tune acaban de ser datadas mediante un análisis de los
anillos de la madera de roble. La nave de Oseberg fue construida alrededor de los años
815-820 d.C., y el entierro puede fecharse con exactitud: tuvo lugar en 834. Los barcos de
Gokstad y Tune se construyeron en los años 890 y se enterraron un poco después del año
900. En las tres tumbas, las grandes naves fueron utilizadas como cámaras mortuorias. De la
nave de Tune sólo se ha conservado el fondo; la tumba ha sido despojada de casi todos los
objetos, pero queda lo suficiente para ver que la embarcación, originariamente, era de la
misma buena calidad que las otras dos. El barco de Tune tenía unos 20 m. de eslora; el de
Oseberg, unos 22 m.; y el de Oseberg, alrededor de 24 m.

En los funerales, la embarcación era sacada a tierra y depositada en un hoyo cavado en ella.
Detrás del mástil se erigía una cámara funeraria, donde se depositaba el cadáver sobre un
lecho, ataviado con su mejor vestimenta. El resto de las ofrendas mortuorias se traía a bordo,
se sacrificaban caballos y perros y se levantaba un alto túmulo sobre la embarcación. Un
árabe que viajaba por Rusia a finales del siglo IX, se encontró un cortejo vikingo similar que
estaba realizando el enterramiento de un caudillo. Ibn Fadlan escribió el relato de lo
presenciado, que se conserva: La nave del difunto es sacada a tierra, y se llevan a bordo
abundantes objetos preciosos. El muerto es ataviado con su mejor indumentaria y depositado
en un lecho. Una esclava que ha elegido seguir a su señor en la muerte, es sacrificada junto
con un caballo y un perro de caza. Se prende fuego a la embarcación, con su contenido, y,
sobre los restos se erige un alto túmulo. Se han hallado barcos funerarios incinerados en los
países nórdicos y otros lugares de Europa occidental, pero las grandes sepulturas de la región
de Oslo no están quemadas. En el barco de Gokstad yace el cadáver de un varón, y es
probable que el de Tune haya sido una tumba masculina. En la embarcación de Oseberg
había dos mujeres enterradas. Los esqueletos muestran que una tendría 50-60 años de edad,
y la otra, 20-30. Quién es la finada principal y quién la acompañante, nunca lo sabremos.

Las tumbas de Oseberg y Gokstad han sido profanadas, de modo que han desaparecido las
joyas y armas suntuosas que hubieran originalmente. Por el contrario, los objetos de madera,
cuero o textiles, carentes de interés para los profanadores, se han conservado hasta nuestros
días. Se han hallado restos de sepulturas similares en otros lugares, y parece que era
costumbre habitual sacrificar perros y caballos y depositar lujosas armas, utensilios como
remos y planchas de desembarco, cazos y ollas para la tripulación, tiendas de campaña y, a
menudo, finas vasijas de bronce importadas, que, seguramente, contenían alimentos y
bebida para el difunto.

La nave de Oseberg no muestra rastro de armas, como es razonable tratándose de una
tumba femenina, pero, por lo demás, contiene el utillaje corriente. Junto a la difunta de más
rango yacían objetos que simbolizaban su dignidad como ama de casa y administradora de
una finca importante. Hemos de suponer que las mujeres asumían la responsabilidad principal
de la explotación de las granjas mientras los hombres llevaban a cabo sus expediciones. Al
igual que muchas otras féminas, la señora de Oseberg era seguramente una dama autoritaria
y muy respetada, ya estuviera con otras mujeres hilando o tejiendo, o vigilando las faenas
agrícolas o la producción de leche, queso y mantequilla. Además de la embarcación, había un
carro y tres trineos. Ya se hiciera el viaje al más allá por tierra o por mar, era importante
realizarlo de acuerdo con la posición social: se habían sacrificado suficientes caballos para tirar
del carro y de los trineos.

Tienda y ollas, útiles textiles, arcas y cofres, artesas, cubos de leche y cazos, cuchillos y
sartenes, palas y azadones, silla de montar, cadenas de perro y otras muchas cosas, yacían
depositadas en la tumba. Para manutención durante el viaje al reino de los muertos, se
habían sacrificado dos bueyes. En la enorme artesa se había colocado masa de pan de
centeno, y, en un cubo ricamente decorado, manzanas silvestres para postre.

Gran parte de los objetos de madera descubiertos están profusamente tallados. Al parecer,
hubo muchos artistas y artesanos trabajando en la hacienda. Incluso útiles de uso corriente,
como la lanza de los trineos, están cuajados de finos grabados en madera. Aparte del
hallazgo arqueológico de Oseberg, conocemos el arte vikingo por joyas de metal de pequeño
tamaño. Los motivos son similares a los de la talla en madera, predominando los zoológicos:
animales fabulosos que se retuercen y entrelazan formando un tupido diseño desordenado. El
tallado es de técnica avanzada: los artistas al servicio de la señora de Oseberg serían
seguramente tan diestros con el punzón y el cuchillo de monte como en el manejo de la
espada.

También el barco de Gokstad es obra de un artista de talento, aunque los hallazgos no sean
tan ricos en objetos tallados como el de Oseberg. El barco de Oseberg tiene un francobordo
bajo y no era, probablemente, tan navegable como las naves de Gokstad y Tune. No
obstante, indudablemente podía aguantar la travesía del mar del Norte, y es posible que sea
un ejemplo típico de los barcos que se usaron en los primeros ataques vikingos alrededor del
año 800. Una copia moderna ha resultado ser muy rápida, aunque difícil de gobernar. Las tres
naves de Oseberg, Gokstad y Tune fueron más bien embarcaciones de viaje para los ricos y
poderosos, y no estaban pensadas para transportar guerreros. El barco de Gokstad tiene
excelentes aptitudes marineras, mejores que las del buque de Oseberg, lo que se ha
demostrado con copias modernas que han atravesado el Atlántico. La forma del casco hace
que la embarcación se desplace con rapidez, bien a vela o con 32 hombres a los remos.
Incluso con la tripulación completa, su calado no sobrepasa el metro: el barco, pues, era ideal
para efectuar ataques rápidos. Es posible que la experiencia adquirida con los continuos viajes
por mar, a principios del siglo IX, provocara cambios rápidos y mejoras en la forma del casco
de las naves vikingas. De ser esto cierto, la diferencia entre el barco de Oseberg y el de
Gokstad podría ser el resultado de la experiencia de dos generaciones navegando por el mar
del Norte... y de muchas horas de discusión entre constructores navales ávidos de
innovaciones.

 

Un milenio de desarrollo

La técnica empleada para las naves vikingas es llamada construcción en tingladillo. Las
embarcaciones construidas para las expediciones de los normandos eran resultado de más de
mil años de desarrollo en los países nórdicos. Se concedía importancia a construir naves
ligeras y elásticas que se adaptasen a las olas y el viento, trabajando con los elementos, en
lugar de luchar contra ellos. El casco de las naves vikingas se construía sobre una sólida quilla
que, junto con la roda y el codaste, finamente curvados, componían la espina dorsal del
casco. Las tablas se van adaptando a la quilla, la roda y el codaste, fijándose unas a otras
con clavos de hierro. Este forro del casco es lo que le da agilidad y resistencia. Una vez que el
constructor daba al forro exterior la forma deseada, se encajaban en él cuadernas encorvadas
para aumentar la resistencia. Se obtenía mayor flexibilidad atando tracas y cuadernas. Vigas
transversales, colocadas a la altura de la línea de flotación, reforzaban la embarcación de
través, y robustos maderos apuntalaban el mástil. Los barcos llevaban una vela cuadrada en
el medio. Cuando reinaba la calma, o el viento contrario no era demasiado fuerte, se podían
poner muchos hombres a los remos.

En el curso de la época de los vikingos, el arte de la construcción naval fue evolucionando de
tal modo que, en el período postrero, había embarcaciones de guerra construidas para
navegar con rapidez y llevar muchos hombres, y barcos mercantes menos veloces, pero con
casco de mayor cabida para transportar mercancías. Los barcos mercantes no llevaban tanta
tripulación, y estaban concebidos más bien para la navegación a vela que a remo.

 

El advenimiento del cristianismo

Hacia el año 1000 van disminuyendo las expediciones de los vikingos. Los hombres del norte
se convierten al cristianismo. Seguramente, la nueva religión contribuyó a frenar el ritmo de
las incursiones. Dinamarca, Suecia y Noruega se habían unificado en reinos independientes.
Aunque la existencia no siempre fuera pacífica en esos reinos cristianos, las hostilidades eran
originadas por las distintas alianzas de los reyes. Las naciones podían declararse la guerra,
pero los tiempos de discordias intestinas y colonización habían pasado a la historia. Siguieron
cultivándose los contactos comerciales establecidos en la era vikinga, pero ahora los países
nórdicos formaban parte de la Europa cristiana.

 

El autor del artículo, Arne Emil Christensen, es catedrático, doctor en filosofía y letras del
Museo de Antigüedades de la Universidad de Oslo, y especialista en historia de la construcción
naval y de la artesanía en la Edad del Hierro y la Época de los Vikingos.

 

 


© Aurora Boreal 2001