LOS TRENES DE POUND
de Vicente Marco

 

Un tipo se acerca a la ventanilla de una estación de trenes. Quiere viajar a un determinado lugar. No vaya usted a ese sitio, le dice el de la ventanilla. Vaya usted a ese otro, añade. El viajero desconcertado asume su condición de hipnotizado y acepta el billete. Pero luego reacciona. Una mierda, se dice. Y se vuelva a casa. Allí, mientras duerme en el sofá, el viajero se entera por la tele de que el tren al que el de la ventanilla lo enviaba se estrella y muere un montón de gente. Más o menos ése es el arranque de LOS TRENES DE POUND, la novela de Vicente Marco que ha ganado el último Premio Tiflos de novela concedido por uno de los jurados más prestigiosos que conozco para conceder un premio literario.

A partir de ahí viene el proceso que llevará al viajero frustrado a convertirse en investigador. A partir de aquí es cuando el lector se enfrenta a la aventura de descifrar los enigmas que la historia le va presentando en el camino. Y el investigador aficionado ejercerá su labor con una mezcla de curiosidad intelectual y rigor policiaco. Aunque al final, lo que nos quedará de él será el perfil de un personaje salido de las entrañas más profundas de Poe. Lo importante en un relato de misterio no es la capacidad de deducción, esa destreza a la hora de ir ligando los sucesivos rastros que el crimen ha ido dejando más o menos a la vista de quien persigue al criminal. No es ni aquella capacidad de deducción ni la destreza para construir una teoría sobre lo acontecido lo importante sino, como decía Edgar Poe al principio de LOS CRÍMENES DE LA CALLE MORGUE, la capacidad de observación y sobre todo, añade el escritor, saber exactamente “qué” hay que observar para no perderse en los laberintos de la investigación. Y aún otra cosa más que se alarga desde Poe a la novela de Vicente Marco: la extraordinaria vocación de convertir en grande la sencillez.

Pero para que no sea toda la grandeza de esta novela heredada de Edgar Poe, se hereda Vicente Marco a sí mismo, estira la magia de un relato anterior suyo también reconocido con un premio, y me ha sido gratísimo releer aquel relato titulado UN SOBRE PARA RÁNDEZ para volcarlo sobre las páginas fantásticas de LOS TRENES DE POUND. Hay un párrafo en el relato breve que le viene que ni pintado a la novela: “Intenté que pasara el tiempo, que borrara las fantasías de aquel loco que un mal día había tenido la ocurrencia de asaltarme para transformar mi vida en un desvelo”. Clavada esta cita para entrar de lleno en los rincones más hondos del alma de algunos personajes de “los trenes” y de la propia alma de la narración desde el punto de vista estrictamente literario.

He citado UN SOBRE PARA RÁNDEZ porque en la lectura de su novela descubro eso que tan querido -alguien dice que imprescindible- es para un escritor: levantar el andamiaje de un mundo que es sólo suyo, o más suyo que de nadie. Hay en los textos de Vicente, en los que he leído al menos, ese tufo a aire contaminado que provoca el ahogo, el despertar de un sueño que se parece a una pesadilla, la mirada estrábica de un lector que se pasa el rato mirando a los lados para ver si consigue descubrir a qué le tiene miedo de verdad: si a los personajes de su entorno familiar o a los fantasmas.

Hace unas semanas hablaba yo de la última novela de Javier Sarti, PIRANESI CONSTRUIDO. Extraordinaria, como ésta que hoy bautizamos los dos juntos. Y sacaba en aquella tarde dos nombres: Kafka y Edgar Poe. Ya hemos visto la presencia de Poe en Los trenes de Pound. Pero aún más que el autor de LA CARTA ROBADA, tenemos ahora la del siempre presente autor de LA CONDENA y EN LA COLONIA PENITENCIARIA. El principio de LOS TRENES DE POUND es Kafka en estado puro. Genial el enfrentamiento en la ventanilla de la estación. Después llegarán el sueño frente al televisor y la noticia de la catástrofe ferroviaria. Y la aparición de personajes increíbles que como el escarabajo kafkiano intentarán salirse del encierro acorazado hacia un lugar donde ser definitivamente ellos mismos. En ese itinerario asistimos a una historia que se escribe a la vez en dos sitios diferentes. La propia novela que leemos y la que se va gestando en la cabeza del protagonista, posiblemente esta intención verbalizada de vez en cuando por el mismo actor principal sea lo que menos me ha interesado de la historia. Porque siempre lo más interesante de las novelas sucede fuera de sus páginas, en lo que deslizan al exterior sin que casi ni se dé cuenta quien la lee y quizá se repita demasiadas veces que alguien está tramando una novela fuera de la que estamos leyendo. O quizá, al final, sean las dos una misma: la que finalmente saldrá a la calle con el título de LOS TRENES DE POUND. En cualquier caso, tengamos en cuenta esto que les digo: lo más importante en una narración es lo que no se explica con pelos y señales sino desde la continuidad extranjera en los aledaños de la historia. Esa noble impostura que es la ficción transita siempre por la periferia del texto, en sus zonas sin luz, en la mazmorra donde viven los condenados por haberse arriesgado a inventar un mundo a contracorriente y a contratado. Como sin ir más lejos sucede en esta magnífica novela de Vicente Marco.

Y aún una cosa más en este relato mío sobre LOS TRENES DE POUND. Hay un momento en que todo parece consumado, como si toda la suerte ya estuviera echada. Y es justo entonces cuando aparece una criatura inimaginable que se llama Lucrecia. Como Ursula Andress saliendo del mar para volver loco a James Bond, se erige Lucrecia en la heroína que empuja la historia hacia una emoción sin límites. Y es desde ahí, desde esa aparición, desde donde la novela echa de nuevo a andar por los números impredecibles de la ruleta.

Decía Nabokov que hay tres puntos de vista desde los que podemos considerar a un escritor: como narrador, como maestro y como encantador. Un buen escritor -añade el autor de LOLITA- combina las tres facetas; pero es la de encantador la que predomina y la que le hace ser un gran escritor. Si leen ustedes LOS TRENES DE POUND busquen esos tres calificativos en su autor. Y tengan la seguridad de que los encontrarán sin ninguna duda. Y desde luego también y sobre todo, eso de encantador, de embaucador que te lleva al huerto de la seducción, como también decía Nabokov a su manera. Feliz novela, pues, y ojalá sean ustedes lo mismo de felices a la hora de leerla. Gracias.

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Texto de presentación de la novela de Vicente Marco. Ed. Castalia 2010