DIEGO DE VELÁZQUEZ, UN PINTOR EN LA CORTE

Diego Rodríguez de Silva Velázquez nació en Sevilla en el año 1599. Este ilustre pintor ha sido considerado como la personalidad más importante del siglo XVII en España.

Fue el precursor de la contemporaneidad innovadora que más tarde desplegaría Goya y que se aceleró al irrumpir en 1874 los impresionistas franceses. Versado desde muy pequeño en las letras, no tardó en decidirse por el estudio de la pintura.

Durante un corto espacio de tiempo fue discípulo del pintor Francisco Herrera el Viejo. En el año 1611 Juan Rodríguez de Silva, padre del pintor, contrató con el pintor Francisco Pacheco el aprendizaje de su hijo Diego Velázquez, por espacio de seis años. Tras este período de aprendizaje, Velázquez se examinó ante su maestro y Juan de Uceda.

Consiguió el título profesional en el año 1617. Un año después contrajo matrimonio con Juana, hija de Pacheco, en la iglesia de San Miguel. La etapa sevillana de Velázquez concluyó tras la muerte en 1621, del rey Felipe III.

Felipe IV y el conde duque de Olivares se rodearon de sevillanos, amigos de Pacheco. Velázquez partió hacia la corte en la primavera de 1622. Durante su estancia en ella retrató a Góngora y quizás consiguió de Olivares la promesa de su protección puesto que un año después éste le llamó a Madrid para que le hiciera un retrato.

El mismo rey se dejó retratar en una obra que debió de quedar concluida en 1623. En octubre de ese mismo año Velázquez era nombrado pintor del rey. La instalación de Velázquez en el alcázar provocó la envidia de muchos de sus contemporáneos. En esta época el pintor fue acusado de pintar sólo cabezas. El rey convocó un concurso entre todos sus pintores palatinos con el tema “la expulsión de los moriscos”. En este concurso compitieron pintores de la talla de Carducho, Nardi, Caxés, y Velázquez. Éste último logró vencer y pudo conseguir la plaza de ujier de cámara, zanjando todas las críticas. En agosto de 1628, Rubens visitó España desde Flandes.

Velázquez fue el encargado de acompañarle durante los nueve meses que permaneció en Madrid. Su personalidad no pudo hacer cambiar el rumbo de la de Velázquez. En estos momentos, nuestro pintor se inclinó hacia la mitología en “los borrachos”, con contundente y rudo realismo español. Rubens le convenció para realizar un viaje a Italia y desembarcó en Génova el 20 de Agosto. Permaneció un año en Roma y en Nápoles mantuvo contactos con José de Ribera. Regresó a Madrid en enero de 1631. En Italia realizó dos grandes composiciones, como “la Fragua de Vulcano” y “la Túnica de José”.

LA VIDA EN LA CORTE
El 8 de mayo de 1633 se le concedió una vara de alguacil, modo con que pagarle deudas. En 1634, a cambio de que se le otorgara el cargo de ayuda de guardarropa, traspasó a su yerno el pintor Martínez del Mazo, que ese mismo año había contraído matrimonio con su hija Francisca, el cargo de ujier de cámara. Fue justo el momento en el que se le pagaron los lienzos la Fragua, la Túnica y otras obras que adquirió en Italia. En 1643, Velázquez fue nombrado ayuda de cámara.

Deseaba volver a Italia y en 1649 visitó Milán, Padua, Venecia, y Bolonia. Allí pintó los retratos de Juan de Pareja, su criado o esclavo y también pintor, e Inocencio X. El rey insistió que regresara, lo que hizo en 1651. En 1652 fue designado como Aposentador Mayor.

Felipe IV no podía investirle conde o marqués, pero si que podía convertirlo en caballero de Santiago. En julio de 1658 el pintor presentó su genealogía. El 26 de Febrero de 1659 los jueces del caso rechazaron la solicitud a pesar de conocer el interés del rey, por lo que éste no tuvo más remedio que solicitar dispensa del Papa Alejandro VII. Éste la concedió y por fin el 7 de octubre de 1659 Velázquez quedó confirmado como caballero. Como Aposentador Mayor, Velázquez partió de Madrid el 8 de abril de 1660, camino de Fuenterrabía, con el fin de preparar en la “isla de los faisanes” la entrega matrimonial de la infanta María Teresa a Luis XIV de Francia. Dicho acto se celebró el 7 de junio y el 26 regresó a Madrid, con problemas de salud. El 31 de junio enfermó de gravedad y falleció dos meses más tarde, concretamente el 6 de agosto de 1660, siendo enterrado al día siguiente en la desaparecida parroquia de San Juan Bautista.

Ocho días después murió su esposa Juana. Tras su muerte, cayó la infamia sobre el nombre del pintor. Se le abrió expediente administrativo y se puso, en innumerables ocasiones, en entredicho su honradez. Resolvieron el asunto en 1666 dejando claro que Velázquez debía 17945 reales mientras que a él se le adeudaban 74769.

De nada sirvió que Don Gaspar de Fuensalida le defendiera ante el rey y que este dijera: “Creo muy bien todo lo que me decís de Velázquez porque era bien entendido”

EN BUSCA DE SU SEPULCRO
Se ha dicho que pudo ser enterrado en la iglesia de San Juan de Madrid. Sin embargo, la realidad es que los arqueólogos se aferran a la única realidad constatada que no es otra que el fragmento de un muro que fue construido con ladrillo y piedra de menos de dos metros de grosor. Este trozo de muro perteneció a la iglesia donde Velázquez recibió sepultura nada más fallecer.

Para desenterrar estos restos se plantean enormes dificultades e inconvenientes que se derivan de la situación geográfica de estos fragmentos en pleno centro de la ciudad. Además cuenta con el inconveniente de que la iglesia fue ampliamente restaurada en época de José Bonaparte, el cual deseaba espacios mucho más abiertos en las proximidades del Palacio de Oriente lo que sin duda entorpecerá la búsqueda. Si finalmente se hallaran sus restos se podría determinar el tipo de virus que acabó con su vida y que poco después acabó con la vida de su mujer, Juana Pacheco.

El análisis de su ADN no sólo aclararía las circunstancias de su muerte sino también el tipo de alimentación del pintor, su estatura, complexión física, proporciones de su rostro y si padecía alguna enfermedad desconocida.

La primera vez que los expertos trataron de dar con los restos del pintor fue en el año 1845. Pero la aventura acabó en fracaso. En la década de los años 60 se volvió a intentar de nuevo con el mismo resultado por un error de cálculo en el emplazamiento de la iglesia originaria.

Lo cierto es que como caballero de la Orden de Santiago, Velázquez fue enterrado con todo lujo de honores y detalles como corresponde a un caballero. En la cripta, una lápida a modo de epitafio relataba “Aquí yace, ¡Oh, dolor!, Don Diego de Silva...en compañía de héroes...mientras la pintura lloraba con ellos”.

LA RENDICIÓN DE BREDA
Museo del Prado, Madrid
1634-35 Oleo, 307 x 367 cms

Ha sido considerado por algunos especialistas como el mejor lienzo de la historia de la pintura en el mundo. Fue realizada con la intención de enaltecer las victorias de la Casa de Austria. Fue una obra encargada por Felipe IV para festejar la victoria de los soldados españoles en Flandes.

La rendición que retrata Velázquez es una muestra palpable de la profunda alegría que produjo una victoria largamente celebrada por los tercios españoles. Muestra el instante en el que se procede a entregar las llaves de la ciudad por Justino de Nassau, gobernador holandés, al marqués Ambrosio Spínola. Por la calidad de la escena y la importancia del momento retratado ha sido considerado coma una de las obras de batallas más conmovedoras de todo el siglo XVII.

La composición está estructurada por el movimiento circular de los caballos, de tal manera que el que está de espaldas a la derecha, al no tener punto de fuga, gira conforme lo hace el espectador. Con ello Velázquez realza la escena de los vencedores sin restar importancia a los vencidos. Tras el gesto de Spínola se agolpan los soldados españoles, Alberto de Arenbergh, el Príncipe de Neuburg, don Carlos Coloma, don Gonzalo de Córdoba y en el extremo derecho, un hipotético autorretrato de Velázquez.

Las lanzas se disponen en forma de telón para que la vista no se pierda con el fondo. A la izquierda se muestra Breda en llamas. El soldado que mira de frente ha sido relacionado con su yerno, Mazo.

Velázquez persigue captar la atención en el momento de la entrega de las llaves y lo consigue dejando el lado derecho abierto y el izquierdo más cerrado. El punto máximo de convergencia lo marca la llave.

En la pintura de Velázquez hay un intento desmesurado por conseguir dar “nueva vida” de la realidad pintada “al vivo”, en el momento histórico en el que ocurre con tintes enigmáticos y misteriosos que iguala lo vivo y lo inerte de una forma singular y única. Vive la materia, el medio en el que se crea, el aire se respira majestuoso entre la luz y el color. Pero sobre todo es el misterio de una nueva realidad creada por la propia mano del autor que trata a los personajes con total realismo para que el espectador pueda mantener un diálogo concreto con el retratado en una relación mucho más personalizada.

Breda era la ciudad mejor fortificada de los Países Bajos. Justino de Nassau la había dotado con los mejores sistemas de defensa que existían en la época como muestra de forma ejemplar Velázquez en el fondo del cuadro. Por ello, su caída tras un largo asedio de diez meses tuvo una resonancia extraordinaria.

Resalta la elegancia del retrato del vencedor, Ambrosio de Spínola que de forma brillante se apea de su caballo para recibir las llaves de la ciudad. Su figura prevalece gracias al círculo que forman a su alrededor los brazos de los generales y el escenográfico golpe de luz que le presenta Justino de Nassau. Spínola pone su mano sobre el hombro del vencido y le ahorra la humillación de arrodillarse mientras que ambos ejércitos comprueban maravillados ese alarde de caballerosidad.

SUS OBRAS
Inventario pictórico
1618 Cristo en casa de Marta y María
1618-1620: El Aguador de Sevilla
1619: Retrato de hombre con gola
1620: Jerónima de la Fuente:
1622: Luis de Góngora y Argote
1623: Autorretrato
1624-1628: Demócrito o el Geógrafo
1626-28: El Infante Don Carlos
1629: El triunfo de Baco o Los Borrachos
1630: La Fragua de Vulcano
1630: La Túnica de José
1630: La Infanta María de Austria
1629-1635: Retrato ecuestre de Felipe III
1634-35: Margarita de Austria a caballo
1632: Cristo Crucificado
1633-35: Felipe IV
1634: San Pablo y San Antonio
1634-35: Retrato ecuestre de Felipe IV
1630-36: Isabel de Francia a caballo
1634: El conde-duque de Olivares
1635: El Príncipe Baltasar Carlos
1632-36: El infante Fernando
1635: Juan Martínez Montañés.
1634-35: La Rendición de Breda
1636-1640: Los bufones llamados Juan de Austria y Barbarroja
1637: Juan de Calabazas, Calabacillas
1633: Pablo de Valladolid, Pablillos
1644: Diego de Acedo, El Primo
1637: Francisco Lezcano, El niño de Vallecas
1645: Sebastián de Mora
1640: Marte
1640: Esopo y Menipo
1648: Juan Francisco de Pimentel, X Conde de Benavente
1648-50: La Venus del Espejo
1650: Juan de Pareja
1650: Inocencio X
1652-53: Mariana de Austria
1652: La Infanta María Teresa
1656: Las Meninas
1657: Las Hilanderas o La Fábula de Aracne
1659: Mercurio y Argos
1640: Margarita de Austria

EL TRIUNFO DE BACO O LOS BORRACHOS
MUSEO DEL PRADO MADRID
OLEO 165 X 188 CMS

Es el tratamiento de un tema mitológico cuyo personaje principal es el Dios griego Dioniosios o romano Baco que encarna el vino. Se ha querido ver en la técnica la influencia de Rubens que visitó Madrid en el año 1628. Es la pintura más reproducida y famosa del pintor. Fue pintada en el año 1629 y era la primera vez que Velázquez afrontaba una obra mitológica. El lienzo se divide en dos partes; en la parte central se dispone la composición en aspa (los borrachos rodean a Baco) y en la otra a los cuatro borrachos que forman un rombo en escorzo. Las miradas de complicidad ayudan a completar el esquema compositivo.

LA FRAGUA DE VULCANO.
MUSEO DEL PRADO MADRID.
OLEO 223 X 290 CMS

Velázquez vuelve a la mitología y representa el momento en el que Apolo comunica al cojo Vulcano, esposo de Venus, que su mujer le es infiel con Marte, dios de la guerra; para quien precisamente está forjando en ese momento una armadura con la ayuda de los cíclopes. Velázquez cuenta con el factor sorpresa en el momento de la comunicación del adulterio. El cuadro se ordena en función de la luz con tres focos principales; en primer lugar el rojo sobre el yunque, en segundo la cabeza de Apolo y en tercer lugar la fragua del fondo. El resto forma una especie de triángulo en profundidad que está compuesto por el resto de personajes. Con una pincelada muy fluida esta obra se erige en un verdadero tratado de anatomía. Tan sólo un pequeño detalle, la pierna del cíclope que está de perfil detrás de la armadura está mal dibujada.

LA VENUS DEL ESPEJO
MUSEO DEL PRADO MADRID
OLEO 122’5 X 177 CMS

La Venus del Espejo es una de las obras más populares de Velázquez. Posee un poder de atracción especial. En ella sobresale la belleza del cuerpo humano. Esta belleza es irresistible y el ambiente que la envuelve está cargado de erotismo. Se ha dicho que la modelo del cuadro pudiera ser la pintora Lavinia Triunfi, a quien Velázquez retrató en Roma entre 1649 y 1650. En él se identifican los personajes Venus y Cupido. Estos personajes representan al Amor y la Belleza como queda de manifiesto por la ligadura de las manos. Cupido cae rendido ante la hermosura de Venus, y ésta, indiferente a todo lo que no sea ella misma, se concentra sólo en su imagen ante el espejo. Ahora bien, éste es el atributo de la Verdad y la Vanidad. Por eso Velázquez muestra tanta insensibilidad al pintar la cara de Venus, ya que el espejo no puede mentir, ni falsificar la vulgaridad de la cara que no se corresponde con el cuerpo idealizado, y por eso Cupido, preso de la imagen de la belleza, no lo mira, sólo lo enseña, para moralizar.

INOCENCIO X
COL. DORIA-PAMPHILI DE ROMA
OLEO 140 X 120 CMS

El retratado era amigo personal de Velázquez al que conoció en su anterior viaje a Italia en torno a finales del año 1629. El Papa contaba con 63 años cuando fue retratado, cosa que no aparenta en ningún momento en el lienzo. Célebre también era su fealdad que Velázquez diluye con maestría. La posición es la propia de los pontífices aunque Velázquez llega todavía más lejos en la composición por la inmejorable conjunción de los colores.

LAS MENINAS
MUSEO DEL PRADO DE MADRID
OLEO 318 X 276 CMS

Ha sido considerada por toda la crítica como la obra maestra de Velázquez. Es una escena de corte con una profundidad especialmente tratada y que proporciona el espejo del fondo que refleja a los Reyes. Es un cuadro dentro de otro cuyo elemento unificador se halla fuera del lienzo. Luca Giordano dijo de él en respuesta al monarca Carlos II “Señor esto es la Teología de la Pintura”.

LAS HILANDERAS O LA FÁBULA DE ARACNE
MUSEO DEL PRADO MADRID
OLEO 169 X 250 CMS

Según la tesis tradicional el lienzo representa un momento del trabajo del hilado en la fábrica de tapices de Santa Isabel. Velázquez vuelve a recurrir a la representación de un cuadro dentro de un cuadro. Está probado que en el plano final o secundario se disponen tres jóvenes de Lidia que asisten como jueces a la disputa entre Palas Atenea o Minerva y Aracne. De ahí que también se haya relacionado con un tema alegórico o mitológico.

CON MOTIVO DEL IV CENTENARIO DE SU MUERTE
La Venus del espejo, Museo del Prado, Madrid, Abril 1999: Procedente de la National Gallery de Londres, La Venus del espejo vuelve a Madrid como eje de una pequeña exposición comisariada por Fernando Checa.

Velázquez y Sevilla, Monasterio de la Cartuja, Sevilla Octubre 1999. Exposición comisariada por Alfonso Morales sobre la etapa sevillana del pintor, con obras de su juventud y de artistas sevillanos coetáneos.

Velázquez, Rubens y Claudio Lorena: pintura en la Corte de Felipe IV, Kunst und Ausstellungshalle, Bonn (Alemania), Octubre 1999. Está exposición será sin duda uno de los platos fuertes de las celebraciones que se van a llevar a cabo con motivo del cuarto centenario del nacimiento del pintor sevillano.

Velázquez, Rubens y Van Dyck: pintores cortesanos del siglo XVII Museo del Prado, Madrid Diciembre 1999. Exposición comisariada por Jonathan Brown, uno de los más prestigiosos expertos en Velázquez.

Velázquez y su tiempo, Simposio internacional que tendrá su sede en Sevilla el próximo Otoño. El arte en las Cortes europeas en la época de Velázquez, Congreso internacional que se celebrará en la Fundación Barrié de la Maza, en Santiago de Compostela, durante el mes de diciembre de 1999.

Fuente: El Prado y mi propia investigación

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