PRESENTACIÓN DE JOSÉ MEDINA ECHAVARRÍA
Medina nació en Castellón en 1903, pero en 1939 se
exilió en México, tras haber servido a la República
durante la guerra civil como diplomático. Y desde ese
momento se convierte en uno de los ejemplos más
característicos de una generación de intelectuales
españoles (en muchos casos los mejores) que se
convierten a todos los efectos en intelectuales
latinoamericanos. A su retiro en 1974 volvería
brevemente a España, pero regresó a Chile, donde publicó
sus últimos escritos, antes de morir en 1977.
Hay
dos etapas fundamentales en su exilio: la primera se
inicia en México, como profesor en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y en el Colegio de
México y como director de la colección de sociología del
Fondo de Cultura Económica (1939-44), y sigue en Puerto
Rico (tras una breve estancia colombiana) hasta 1952.
Desde ese momento se abre la segunda etapa, vinculada
sustancialmente a la Comisión Económica para América
Latina (CEPAL) de Naciones Unidas y al Instituto
Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES),
del que es director desde 1963 hasta el momento de su
jubilación.
A
estas dos etapas corresponden diferentes preocupaciones
temáticas. En la primera, el doctor en derecho
convertido en profesor de sociología emplea su esfuerzo
en la definición del objeto y el aparato teórico de esta
disciplina, en una elaboración predominantemente
conceptual en la que el principal interlocutor es Max
Weber. En la segunda, ya mediados los años cincuenta, es
cuando Medina se dirige al núcleo de problemas que
convierten a su obra en un referente a la vez clásico y
actual de la sociología latinoamericana. Los temas que
se entrelazan en este núcleo son las condiciones
sociales del desarrollo económico, la fundamentación y
viabilidad de la democracia y el futuro de América
Latina, eje en torno al que se articulan sus análisis.
Adolfo Gurrieri, en su extenso estudio introductorio a
la recopilación La obra de José Medina Echavarría
(Madrid: Cultura Hispánica, 1980), sugiere una
oscilación en el pensamiento de Medina, que comienza
estudiando la democracia desde la prioridad del
desarrollo económico para acabar decantándose por una
apuesta prioritaria por la democracia (sustentada desde
una perspectiva iusnaturalista) desde la que estudia los
problemas del desarrollo económico. Una oscilación que
significa el rechazo del modelo soviétivo de
industrialización y el compromiso con la fórmula
occidental.
Si se
recuerda el clima ideológico reinante entre los
intelectuales latinoamericanos en los años sesenta y
setenta, bajo el impacto de la revolución cubana, es
fácil ver el riesgo intelectual que corre Medina al
rechazar la visión más instrumentalista de la democracia
y afirmarla como un valor sustancial. Ya en ese punto es
preciso verle como un clásico, y como un adelantado a su
tiempo, pues aún está en el escenario intelectual
latinoamericano la generación de la que él se separó,
contra corriente, al negar que un régimen autoritario
pueda ser aceptable en la medida en que impulse el
desarrollo económico frente a la ineficacia de las
democracias. Pero si en esto Medina se adelantó a su
tiempo, también es posible que sus ideas no sorprendan a
un lector europeo, en particular a ese tipo de lectores
(desgraciadamente, tan frecuentes) que pretenden haber
compartido siempre las ideas que se han convertido en el
sentido común de su tiempo. Tras el derrumbamiento del
bloque soviético y la crisis del régimen cubano, la
apuesta sustancial de Medina por la democracia puede
parecer puro sentido común y poco más.
Pero
es que hay mucho más: porque Medina sabe que la
viabilidad de la democracia depende en buena medida del
desarrollo económico, y él habla de la democracia en
América Latina, un continente en que la modernidad y la
estructura social tradicional están anudadas en una
simbiosis perversa, a la que es preciso buscar una
alternativa democrática. Para Medina, el ideal es una
planeación democrática, una planificación basada en el
consenso parlamentario y, más aún, en un acuerdo social
democrático arraigado en la misma base de la sociedad.
Ludolfo PARAMIO
Reis 50/90 pp. 241-244 |