ACTIVIDAD FÍSICA, DEPORTE Y NECESIDADES ESPECIALES: MEJORAR LA COHESIÓN SOCIAL EN POBLACIONES DESFAVORECIDAS

Enriqueta Balibrea Melero
Joaquina Castillo Algarra
Antonio Santos Ortega


RESUMEN:
Esta investigación aborda la temática de la inserción social a través de la utilización de la actividad física y deportiva. Los procesos de exclusión social de estas dos últimas décadas ha empeorado las condiciones de vida de los colectivos más desfavorecidos socialmente. El objetivo de este trabajo es indagar sobre las potencialidades de la actividad física y el deporte a la hora de ofrecer mecanismos alternativos que refuercen la cohesión social. Hemos seleccionado dos colectivos en los que se acumulan las fracturas sociales que acabamos de mencionar: se trata de los jóvenes de barrios desfavorecidos y de la población reclusa. Concretados estos objetos de investigación, se ha procedido a la realización de dos estudios de caso -referidos a los jóvenes residentes en los barrios de acción preferente de la Comunidad Valenciana y a la población reclusa de la cárcel de Huelva-. Reflejamos en este texto los principales resultados de la investigación.

Physical activity, sport and special needs: improving social cohesion in marginalised communities.
Summary
This investigation approaches the topic of social insertion through physical activity and sport. The process of social exclusion over the last two decades has caused the quality of life of the most socially disadvantaged groups to deteriorate. The objective of this study is to investigate the potential of physical activity and sport, to provide alternative methods which reinforce social cohesion. We have selected two groups which contain the above-mentioned social rupture. We concentrate on young people from disadvantaged districts and from the prison population. Upon specifying these aims of our investigation two case studies have been realised. These case studies concern young people living in areas which recieve preferential assistance from the Comunidad Valenciana and the prison population of Huelva. In this report we highlight the main results of the investigation.

Palabras clave: Deporte, Actividad Física, Inserción social, Juventud, Prisiones, Poblaciones desfavorecidas, Exclusión, Integración social, Clase Social
I.- PRESENTACIÓN
El presente texto aborda la utilización de la actividad física y el deporte en los procesos de inserción y reinserción de jóvenes con dificultades sociales. La necesidad de encontrar procedimientos alternativos que puedan mejorar las condiciones de vida de estos jóvenes ha guiado la investigación que aquí se presenta. La presencia del deporte en las políticas de inserción no está muy divulgada y no son muy abundantes las iniciativas que se han emprendido en este terreno. Sin embargo, existe una opinión generalizada entre los expertos que destaca la creencia en las virtudes de la actividad física como vehículo para la integración social. Estas virtudes están fundadas en la concepción del deporte como cultura, es decir como generador de sentido y de creatividad para quien lo práctica. La actividad deportiva sería así un medio que permitiría reforzar los procesos de socialización, de integración o reintegración de colectivos amenazados por dinámicas de marginación.
Estos atributos socialmente positivos de la actividad física han sido recientemente destacados por las instituciones responsables del diseño de políticas sociales y han comenzado a cuajar algunas investigaciones que abordan el estudio de la aplicación del deporte en el tratamiento con poblaciones socialmente desfavorecidas. Así, la Comisión Europea ha reflejado en diversos documentos de trabajo preparatorios y en Informes finales la importancia de las funciones sociales de la actividad deportiva. Ya en el documento “Evolución y perspectivas de la acción comunitaria en el deporte” elaborado en 1998, se distinguían cinco funciones específicas que las políticas europeas debían potenciar: una función educativa, una función de salud pública, una función cultural, una función lúdica y una función social. En esta última, se concretaba que “el deporte constituye un instrumento adecuado para promover una sociedad más inclusiva, para luchar contra la intolerancia y el racismo, la violencia, el abuso del alcohol o el uso de estupefacientes; el deporte puede contribuir a la integración de la personas excluidas del mercado laboral” (Comisión Europea, 1998).
Entre las conclusiones del IX Foro Europeo del Deporte celebrado en Lille en Octubre de 2000, se ratificaron estas funciones y se recomendó potenciar a través de programas específicos esta utilidad social del deporte. Un año antes, el informe de Helsinki, sin duda el texto-marco en el que se asienta la actual política deportiva de la Comisión, había hecho hincapié sobre el excesivo desarrollo que hoy está cobrando la dimensión económica del deporte y cómo esto puede poner en peligro su dimensión social. Este mal presagio conducía a los autores del informe a aconsejar al más alto nivel de responsabilidad la necesidad de potenciar los programas comunitarios para que “utilicen mejor el deporte en la lucha contra la exclusión, las desigualdades, el racismo y al xenofobia.” (Comisión Europea, 1999)
Estos posicionamientos institucionales alientan la investigación que aquí presentamos. Su objeto de estudio es el análisis de la utilidad de la actividad física y deportiva en la mejora de las condiciones de vida de dos colectivos como son los jóvenes de zonas urbanas desfavorecidos y la población reclusa. Hemos abordado este objeto a través de dos estudios de caso que son, concretamente, el de los jóvenes residentes en los barrios de acción preferente de la Comunidad Valenciana y, en segundo lugar, el de los reclusos de la cárcel de Huelva. Estos dos casos ilustran dos ámbitos diferentes de la marginación, pero consideramos que, potencialmente, pueden representar el inicio y el final de trayectorias sociales que se inician con las carencias y privaciones presentes en los barrios más desfavorecidos y concluyen con la penuria de la prisión. El papel del deporte como medio de prevención y de rehabilitación ha sido estudiado por nosotros analizando separadamente estas dos realidades que presentan rasgos y problemáticas muy diferentes. En el caso de los barrios, nos hemos centrado en los adolescentes con problemas relativos al fracaso escolar, la desatención corporal o el callejeo y en el segundo caso hemos estudiado otras dimensiones como la autoestima, la organización del tiempo o las expectativas de reinserción. El abordaje metodológico es diferente en los dos estudios de caso que no tienen una pretensión comparativa sino de hacer emerger ámbitos de utilización de la actividad física y deportiva. El primer caso emplea un enfoque cualitativo basado en entrevistas en profundidad y el segundo una aproximación más cuantitativa a través de una encuesta estadística.
En un estado tan embrionario de la investigación, como es el del campo de la actividad deportiva y la inserción social, es prematuro establecer conclusiones muy consolidadas. Sin embargo, la investigación que hemos realizado permite hacer una valoración positiva de las potencialidades de la actividad física para mejorar las condiciones de vida de los colectivos estudiados. También ha revelado dimensiones nuevas, interrelaciones entre variables, aspectos no considerados inicialmente y ha abierto interrogantes que requerirían un tratamiento más profundo y nos hacen pensar en la amplitud en el futuro de esta línea de investigación a la que este informe contribuye.
II.- CASO 1: ACTIVIDAD FÍSICA, INSERCIÓN SOCIAL Y JÓVENES DE BARRIOS DESFAVORECIDOS
En este apartado, expondremos, en primer lugar (1), los fundamentos teóricos y el estado de la cuestión en la investigación sobre deporte-inserción. Seguidamente (2), resumiremos los procedimientos metodológicos que nos han permitido abordar los objetivos de la investigación y, en tercer lugar (3) presentaremos los principales resultados, primeramente (3.1) perfilaremos los rasgos característicos de nuestra población objeto de estudio. A continuación (3.2) detallaremos algunos de los aspectos que hacen del deporte un modo idóneo de intervención entre los jóvenes que analizamos. Seguidamente, (3.3) concretaremos las características de las experiencias españolas que hemos recogido. En tercer lugar (3.4), analizaremos los resultados conseguidos en intervenciones que cuentan con una experiencia de funcionamiento más prolongada. Distinguiremos tres tipos de logros y de ventajas observadas: en el plano individual, en el grupal y en el de las relaciones con las instituciones. Ilustraremos todo ello con casos y experiencias prácticas.

1.- INTRODUCCIÓN
1.1.- NÁUFRAGOS URBANOS, LOS JÓVENES DE BARRIOS SOCIALMENTE DESFAVORECIDOS
Durante la última década, las condiciones de vida en las zonas urbanas más desfavorecidas han empeorado. Una serie de procesos se han conjugado causando un creciente deterioro en los grupos sociales que allí habitan. El paro, la falta de expectativas, el fracaso escolar o familiar han afectado particularmente a los jóvenes de estas zonas “en crisis”, forzándoles a mantener un frágil equilibrio, a caballo entre la marginación y la integración.
Los recorridos de estos jóvenes procedentes de barrios populares están marcados por una creciente vulnerabilidad. Sus causas se explican por las transformaciones que se han producido en la economía y en el mercado de trabajo durante la década de los ochenta. A partir de ese momento, la crisis deterioró no sólo el tejido económico sino el tejido social, provocando perturbaciones en los recorridos de socialización de los jóvenes. Ellos han sido los principales afectados por los procesos de desregulación del mercado de trabajo y por la penalización que supone el paro y la precariedad laboral. En particular, los mayores trastornos han recaído sobre aquellos que tenían más baja formación y menores recursos en el acceso al empleo. Para éstos, el paro, los bajos salarios, los empleos temporales y las malas condiciones de trabajo han sido la norma y no parece que vaya a dejar de serlo (Santos, 1999). Durante los últimos veinte años, las nuevas generaciones de jóvenes de los barrios de la periferia han sufrido una degradación general de las condiciones de vida, que ha originado los problemas de inserción que hoy se constatan: desde las dificultades para mantenerse o acceder a las condiciones “normales” de existencia hasta los problemas de marginación más extrema.
Algunos expertos han advertido cómo este ascenso de las desigualdades y del número de jóvenes en situaciones de pobreza está ocasionando una crisis de los mecanismos convencionales de integración social y la aparición de nuevas prácticas delictivas además del fortalecimiento de las más clásicas. La confirmación de todas estas circunstancias ha llevado ya a algunos sociólogos a hablar de la “delincuencia de exclusión”, realizada por los jóvenes hijos de familias donde la precariedad ha arraigado con mayor fuerza. Este tipo de delincuencia, cuyas manifestaciones están más relacionadas con agresiones hacia las personas -robos con violencia, delitos de sangre, violaciones-, se desarrolla con mayor fuerza a partir de los ochenta y se encuentra hoy en plena expansión. Es distintiva de una sociedad en crisis, donde las vías de integración social y profesional en el mundo adulto están atascadas o han perdido su valor de referencia social y no aciertan a funcionar como elemento organizador de la vida de los individuos. Las carreras profesionales han dejado de ser estables y predecibles (Sennett, 2000) y, en paralelo, a las carreras delictivas les ha ocurrido algo similar: hoy asistimos a la proliferación de formas de violencia impredecibles, inclasificables, sin sentido aparente, a las que los especialistas se esfuerzan en encontrar una interpretación, que, sin duda, está vinculada a las transformaciones actuales de los procesos de integración social y a los cambios del trabajo como fuente de identidad y de reconocimiento social.
Este tránsito de una delincuencia de apropiación a una delincuencia que podríamos llamar de exclusión, irracional, imprevisible y aleatoria, se distingue por una serie de rasgos que son hoy objeto de estudio y que se han divulgado crecientemente entre los jóvenes de barrios “difíciles”. El más comentado sería el carácter expresivo de las infracciones, que contrasta con el estilo instrumental de periodos anteriores: hoy los coches no son robados para usarlos, sino para quemarlos o estrellarlos. Las epidemias de quemas y destrozos de vehículos en las ciudades dan buena cuenta de ello. Igualmente, es también poco “práctico” el deterioro y los daños causados en los locales públicos y puestos a disposición de los jóvenes por parte del Estado -centros educativos, juveniles, locales de ocio-. Asimismo, no proporciona ningún beneficio material destrozar los medios de transporte público, el mobiliario urbano o el hábitat más cercano: parques, buzones, portales y escaleras, fachadas, etc. Tampoco son muy “productivas” las violencias contra personas que encarnan figuras de control como policías o profesores.
La mayoría de estos hechos están fuera de la jurisdicción de las leyes, que no consiguen gestionar un orden público fragilizado que se descompone y deteriora sobre todo en los barrios pobres. Las políticas sociales han tratado de hacer frente a esta dinámica de exclusión de los jóvenes de barrios marginales, mediante acciones de intervención en el ámbito del empleo, de la educación o de la salud. Estas actuaciones se ven desbordadas por una realidad donde los recursos nunca son suficientes y donde la problemática juvenil cambia su perfil continuamente. Estas son las razones que obligan a buscar nuevos enfoques en torno a los mecanismos de inserción juvenil.

1.2.- LA ACTIVIDAD FÍSICA: UNA FORMA DE INTERVENCIÓN DESDE LAS POLÍTICAS SOCIALES
Los últimos años han visto aparecer diversas investigaciones en el campo de la sociología del deporte (García Ferrando, 1998) que muestran cómo las prácticas físicas están adquiriendo una importancia relevante entre las actividades más habituales de los jóvenes en la ocupación de su tiempo libre. Los medios de comunicación invaden el espacio social con la emisión de prácticas físicas y deportes. El fútbol o el aeróbic, con sus héroes y heroínas, se consagran en la actualidad como modelos sociales. Este “boom”, unido a la posibilidad de hacer de la actividad física una práctica educativa adaptada a las necesidades y vivencias sociales de los colectivos a los que nos dirigimos, permite pensar en una forma emergente y creativa de intervención en política social.
En nuestro país son escasas, esporádicas y puntuales las intervenciones desde la actividad física y el deporte llevadas a cabo en zonas deprimidas y dirigidas a los jóvenes de barrio. Sin embargo, han comenzado a desarrollarse algunas intervenciones mediante prácticas deportivas en otros colectivos marginales: deportes de equipo y actividades de musculación con población reclusa; natación, gimnasia, footing o escalada en personas seropositivas; diferentes programas de actividades físico-deportivas para jóvenes con problemas conductuales y yoga, judo o fútbol-sala en centros de rehabilitación para toxicómanos.
La escasez de intervenciones e investigaciones específicas sobre los jóvenes de barrios desfavorecidos contrasta con la apertura de sugestivas líneas de trabajo centradas en otros colectivos con necesidades especiales, distintos a los ya consagrados -psíquicos, físicos o sensoriales-, y que por su proximidad a la realidad de los jóvenes de barrios desfavorecidos resultan relevantes para nuestra temática. Así, en primer lugar, debemos destacar el ámbito de las toxicomanías con los estudios de García, Fernández y Solar (1986), Guiñales Ruiz (1991), Dopico y Pérez (1992), Cantón y Mayor (1993) y, por último, el trabajo doctoral realizado por Valverde (1994), donde la autora analiza y justifica el papel de la actividad física en los programas de rehabilitación como una herramienta para reforzar estilos de vida saludables en toxicómanos. En segundo lugar, cabe mencionar los trabajos de González, Rebollo y González (1998), García y Carvajal (1999) y de Durán, Gómez, Rodríguez y Jiménez (2000), todos ellos centrados en problemas de violencia y delincuencia en el ámbito educativo o en los centros de atención especial. En tercer lugar, hay que mencionar los estudios sobre poblaciones en instituciones penitenciarias. Entre los más relevantes, encontramos los trabajos de Chamarro (1992; 1993; 1997), que suponen referencias obligadas en la investigación carcelaria, e, igualmente, aquellos referidos a la mujer presidiaria de Ríos Hernández (1987) y Castillo (1999). Todos estos trabajos indagan sobre las potencialidades de la actividad física y el deporte como medio inserción social.
En este sentido, nuestro estudio examina el lugar de la actividad física en las intervenciones dirigidas a jóvenes desfavorecidos y valora las posibilidades reales de lograr efectos creativos y eficaces en estas acciones. A partir de nuestra experiencia de investigación y del balance de las que acabamos de mencionar, nosotros entendemos que las potencialidades de la actividad física en el campo de la política social son grandes aunque han de tenerse en cuenta algunos aspectos que ilustraremos a lo largo de este texto. Como veremos será necesario tender hacía programas globales y continuos, que recojan prácticas creativas, progresistas y generadoras de conocimientos capaces de fomentar en los jóvenes la realización y organización posterior de prácticas autónomas integradas en sus hábitos de vida.

2.- PROCEDIMIENTOS METODOLÓGICOS
Ya hemos mencionado el carácter embrionario de la investigación sobre esta temática en España. La información que se obtiene en un primer acercamiento es escasa, fragmentaria y poco elaborada. Procede, además, de orígenes muy variados, con gran discontinuidad en su publicación y divulgación. Todas estas limitaciones imponen un marcado carácter exploratorio al estudio, que hemos afrontado a través de dos grandes fases de recogida de información que han consistido: la primera, en un intenso trabajo documental y, la segunda, en la realización de entrevistas a trabajadores del área de lo social de los barrios objeto de nuestro estudio.
La información recogida en la primera fase procede de bases de datos especializadas como Atlantes, Heracles o Sport Discus y de las visitas a dos de los centros de documentación franceses más destacados en el área estudiada: Institut National du Sport et de l´Education Physique (INSEP) y l´Agence pour le Dévoloppement des Relations Interculturelles (ADRI). En ellos pudimos tener acceso a documentación actualizada y difícil de conseguir por otros medios. La segunda fase se centró en la recogida de información sobre el terreno mediante entrevistas a profesionales del área social en zonas urbanas “en crisis”: educadores de calle, trabajadores sociales y psicólogos. A continuación, precisamos algunos detalles acerca del trabajo de campo.
De enero a mayo de 1999, se realizaron las entrevistas procurando que quedasen cubiertas las diferentes áreas profesionales más cercanas a la temática planteada. Así, la entrevista 1 y 4 corresponden a dos educadores de calle de diferentes zonas desfavorecidas, la 2 a una psicóloga del casco antiguo (Alicante), la 3 a un responsable de la asociación de vecinos de un barrio periférico y la 5 a un trabajador social de las 613 Viviendas (Valencia). La duración de cada entrevista es de una hora y media aproximadamente
La selección de los entrevistados se ha realizado a través de un contacto inicial y siguiendo un procedimiento posterior de "bola de nieve".
En cuanto al grado de directividad, optamos por plantear entrevistas lo más abiertas posible para obtener el máximo rendimiento informativo.
La realización del guión de entrevista quedó condicionada por la cuestión anterior: seleccionamos una serie de temas sobre los que deseábamos indagar, pero siempre con el objetivo de no encorsetar el flujo informativo de los entrevistados.
La realización de las entrevistas nos ha proporcionado una valiosa información para captar las opiniones, actitudes y expectativas de los agentes sociales acerca de las potencialidades de la actividad física en el proceso de inserción social; sus experiencias prácticas sobre este particular; sus objetivos a la hora de planificarlas; sus recomendaciones para un mejor funcionamiento, etc. Además, completaremos estas entrevistas con el análisis de experiencias similares realizadas en otros países de la Unión Europea, fundamentalmente en Francia, para ilustrar nuestros argumentos.

3.-RESULTADOS: ACTITUDES Y OPINIONES DE LOS TRABAJADORES DE LO SOCIAL
3.1.- TRAYECTORIAS SOCIALES DE LOS JÓVENES DE BARRIOS DESFAVORECIDOS
El colectivo objeto de nuestro estudio es, concretamente, el de los jóvenes de barrios desfavorecidos entre 12 y 16 años. Estos jóvenes en riesgo social viven en un espacio vulnerable en el cual las posibilidades de controlar la propia trayectoria no son muchas. Hay ciertas posibilidad de salir del barrio, de crear o de participar en otras actividades, pero también hay muchas de sucumbir a la precariedad, la decadencia, la espera. Desde edades tempranas, los chavales de las zonas urbanas deprimidas sufren muchos de los signos vinculados a la marginación: la desatención a la salud, el fracaso escolar, el callejeo, el excesivo tiempo libre y los primeros episodios delictivos son algunos de los más destacables.
Los más jóvenes empiezan a faltar a la escuela. La calle les resulta más atractiva. A menudo, el sistema escolar no encuentra respuestas. El fracaso escolar no tarda en llegar. Falta de hábitos de estudio, bajo rendimiento, escasa percepción de la necesidad de formación laboral y abandono, son características que están a la orden del día entre estos adolescentes y jóvenes. Los entrevistados manifiestan estas preocupaciones: “Son críos que también llevan un déficit escolar, con lo cual se quedaban descolgados y yo creo que muchas veces el absentismo escolar hace que también se sientan que son los torpes” (E.2). Los términos que utilizan “se quedaban descolgados” o “se sientan los torpes” reflejan bastante bien la percepción previa que estos profesionales tienen de los jóvenes. Desde luego, la imagen no coincide con la del chaval que sólo quiere divertirse y pasa de las clases. Parece que hay algo más, ligado a vivencias y sentimientos de frustración, desilusión y aislamiento.
Los jóvenes, impulsados unas veces por las propias exigencias del sistema educativo y otras por las actitudes de los padres o del grupo de iguales, empiezan a tomar la calle. Las plazas y callejuelas de estos barrios se ven ocupadas por ellos. Huyendo de los pequeños pisos donde habitan, de las broncas familiares y buscando espacios donde pasar el tiempo, encuentran calles que parecen no ir a ninguna parte y descampados que no terminan nunca. Los jóvenes de barrio no son delincuentes potenciales ni especialmente violentos, pero los contextos donde habitan llevan a que los agentes sociales se preocupen: “Hay algo de delincuencia juvenil, pero es lógico…aquí están concentrados todos los parámetros de la marginalidad” (E.4) expone uno de los trabajadores sociales .
Así pues, estamos hablando de jóvenes cuyas trayectorias de vida están ligadas en su origen al fracaso escolar, al callejeo y a las pequeñas prácticas predelictivas. Habitualmente eso no se queda ahí; estas primeras actitudes se van transformando en otras más provocadoras y agresoras que rayan el delito, generando conflictos en la calle y en la escuela. La droga, el paro y las primeras medidas judiciales caracterizan un segundo momento que, en algunas ocasiones, concluye tras los muros de la prisión.
La búsqueda de alternativas a los itinerarios juveniles de riesgo social se hace necesaria. Las políticas sociales se enfrentan a una realidad donde los recursos nunca son suficientes y donde la problemática juvenil cambia su perfil continuamente. Los trabajadores sociales exploran, con grandes limitaciones, nuevos enfoques en torno a los mecanismos de inserción de los jóvenes: ¿puede ser la actividad física una opción creativa y eficiente en las políticas de inserción de los jóvenes en riesgo social? ¿qué condiciones hacen falta para llevar adelante este tipo de prácticas?.

3.2.- ASPECTOS QUE POTENCIAN LA PRESENCIA DEL DEPORTE EN LAS ACCIONES DE INSERCIÓN SOCIAL
Dos son las razones fundamentales que acreditan al deporte como medio de intervención en el ámbito de la inserción juvenil: en primer lugar, la relevancia que el este tiene entre los hábitos de los jóvenes. En la actualidad su presencia ha llegado hasta las zonas más olvidadas y los jóvenes que allí viven quieren participar. El deseo de prácticas físicas es captado y aprovechado por los profesionales de lo social más cercanos a ellos: “Con el deporte la participación inicial de estos chavales está garantizada porque partimos de que es uno de los centros de interés de los chavales...¡si te lo piden ellos!”(E.1). Los trabajadores sociales encuentran un instrumento para acercarse a los chavales, un recurso para captar su atención, una herramienta para conquistarlos o una forma de “pillarlos con el deporte” (E.4). Esta expresión simboliza al deporte convertido en un potente cebo para reclutar a jóvenes que deambulan sin rumbo por las calles del barrio, pero que caerán en las redes del todopoderoso deporte.
Algunas iniciativas llevadas a cabo en Francia, cuyas políticas sociales son conocidas por su carácter innovador y original, van en esta línea y aprovechan el potencial del fenómeno deportivo para captar la atención de los jóvenes. Subrayamos la experiencia de la ciudad de Binche (Francia) “Streetball a Binche: un deporte de calle, un deporte para todos” en la cual se dota a los barrios “sensibles” de equipamientos básicos para la práctica del baloncesto y fútbol sala a cambio de su mantenimiento. La agrupación de jóvenes en estos espacios deportivos ha permitido conocer sus demandas, problemáticas y, sobre todo, ha creado vínculos para posteriores intervenciones. También, la fundación belga de fútbol coordina un proyecto llamado “Foot de quartier” en el que se intenta entrar en contacto con los jóvenes a través del fútbol con el objetivo de atenuar el efecto gueto que se da en los barrios. El interés por el deporte facilita un contacto inicial para luego pasar a actividades o proyectos más elaborados, que convierten a éste en una herramienta eficaz en las políticas de inserción.
En segundo lugar, la coincidencia que se produce entre determinadas características de la actividad física -como su carácter informal, el dinamismo y la posibilidad de realizarla en espacios abiertos-, con algunos rasgos típicos de los jóvenes en riesgo social -como el callejeo, el tiempo vacío o la actitud ambigua respecto a las normas sociales predominantes- promueve y propicia la presencia del deporte en las experiencias de inserción.
Así, el carácter informal atribuido en muchas ocasiones al juego y a las actividades físicas en general concuerda con estos rasgos anómicos existentes en estos espacios. Como comenta uno de los entrevistados: “En el deporte entran bien incluso los chavales más difíciles[...] Para chavales que no están acostumbrados a tener límites o a tener normas, pues es una forma de a través del juego de ir aceptándolas“ (E.4). También, el dinamismo propio de la práctica y los espacios abiertos como lugar de realización responden a las vivencias y experiencias de los jóvenes de barrio: “son chavales que pasan mucho tiempo en la calle, entonces, primero que les va, les va más las actividades abiertas, en un sitio abierto más que cerrado, porque están más acostumbrados a estar en la calle, siempre están de aquí para allá, o sea que lo de lo físico lo tienen más desarrollado que otros chavales que están más en casa viendo la tele o leyendo un libro, esos chavales eso no lo hacen” (E.4) expone el educador de calle.
El carácter práctico y dinámico, los espacios abiertos y el carácter informal de las actividades físicas y deportivas son, por tanto, aspectos valorados de forma muy positiva frente a otro tipo de iniciativas de inserción más vinculadas a la escuela que los adolescentes viven como una imposición: “...otras actividades como las clases de repaso, la biblioteca, los talleres dicen no están hechos para ellos“ (E.4).

3.3.- RASGOS DE LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS ESPAÑOLAS
Aunque de forma incipiente, algunos de los entrevistados ya han empezado a poner en marcha iniciativas aisladas, puntuales, generalmente con pocos medios y objetivos poco específicos. Generalmente, son acciones esporádicas con un alto protagonismo del fútbol, que buscan aprovechar la potencialidad del deporte para generar un primer contacto, aunque sea informal, con los jóvenes de las zonas difíciles.
Estas primeras experiencias de los entrevistados asumen como objetivos aquellos coincidentes o muy relacionados con los fines asociados tradicionalmente a la actividad física: la salud, la regeneración física, el desarrollo moral, el aprendizaje de normas, la utilización del tiempo libre o la liberación de la energía. “Si juegan a las tres de la tarde tienen que aprender a regularse las comidas” (E.3) “la escalada disuade mucho de las pasadas de los sábados por la noche” (E.1) “Hay chicos con una agresividad fuerte [...] el deporte es una forma de canalizar esa agresión, de darle salida” (E.2). A este respecto, las iniciativas no presentan un desarrollo sistematizado de objetivos sociales sino que están marcadas por los objetivos de cuidados y corrección de hábitos higiénicos, lo que reproduce ciertos tópicos y prejuicios que sobre el deporte circulan y que condicionan sus visiones.
Otra de las características destacadas es la inexistencia de dispositivos globales de inserción por el deporte. Estas primeras experiencias se realizan por motivación de algún trabajador social que intuye las posibilidades que tienen estas intervenciones. Sus programas no forman parte de planes globales, más bien al contrario: la mayoría de las veces nos encontramos con acciones aisladas y esporádicas. Se echa a faltar dispositivos que no salgan adelante apoyados sólo por deseos y vocaciones personales, sino también por una voluntad política que encabece la iniciativa de desarrollar un programa sistemático, que englobe las prácticas deportivas y las oriente hacia unos fines determinados.
Esto nos lleva a referirnos a un tercer aspecto de este tipo de intervención social: la falta de continuidad en el tiempo. Charrier (1998) ha puesto de manifiesto que la duración es un factor clave para la inserción. La brevedad de las experiencias reduce la intervención a acciones puntuales cuyos objetivos se pueden quedar en una acción de “parche”, paliativa, en el mejor de los casos, en una acción cuyo mero objetivo es acercarse a los jóvenes. A pesar de esto, los trabajadores sociales aprecian los aspectos positivos que se pueden conseguir con intervenciones esporádicas como las que vienen realizando: “...es fácil pillarlos con el deporte y luego puedes introducirlos en otras actividades [...] sirve para enganchar a los chavales más difíciles” (E.4); “es sobre todo, un enganche bestial”(E.1).
Hay que destacar una cuarta característica muy frecuente: se trata de la utilización abusiva del fútbol en la mayoría de las acciones recogidas. Las motivaciones, las creencias o la falta de formación deportiva dificultan el uso de otras actividades físicas. La cita siguiente recoge lo dicho: “...Como el fútbol les atrae, que quieren ser como Ronaldo y todos esos, y era más fácil para nosotros, entonces pues empezamos con eso” (E.3). Esta insistencia en el fútbol reduce los ricos matices que otros deportes podrían aportar a las intervenciones y condicionan los resultados.
Algunas experiencias, sin embargo, empiezan a destacarse del resto por la variedad de actividades propuestas. Hay que destacar la que se lleva a cabo en el barrio La Coma (Paterna-Valencia) y la de los Centros Sociales IV y V de Alicante. La primera, realizada durante varios años, recoge un conjunto de actividades deportivas entre las que están el fútbol, las artes marciales, el voleybol, el ping-pong, el balonmano, el ajedrez “viviente”, el aeróbic o el teatro. La segunda, involucra a casi 100 jóvenes y a varios barrios de la zona durante todo el curso académico mediante actividades físicas como gimnasia de mantenimiento, bailes de salón, orientación, aeróbic, baloncesto, predeporte y juegos alternativos y tradicionales. Hay que tener muy en cuenta que la historia y la cultura de la zona, las instalaciones que se necesiten, la accesibilidad de los lugares y el coste que supondrá para los jóvenes el material deportivo deberían ser elementos a tener en cuenta en la selección y potenciación de una u otra actividad. Si se respeta esto cabe la opción de que los jóvenes lleguen a desarrollar una práctica integrada en sus hábitos de vida.
En resumen, las acciones sociales a través del deporte todavía están dando sus primeros pasos caracterizadas por objetivos dispares, inexistencia de planes globales, intervención esporádica y poca variedad en los deportes utilizados. De los discursos de los entrevistados se desprende una valoración positiva de las experiencias realizadas, aunque también la necesidad de consolidar y enriquecer las iniciativas para lograr mayor eficacia. La cita siguiente transmite muy bien la preocupación y la incertidumbre de un entrevistado: “El futbito, lo utilizábamos como banderín de enganche para chavales a los que no llegábamos de ninguna manera, pero ahora ¿qué pasa? Pues ahora ya no estamos en esa fase [...]necesitamos programas sólidos”(E.1). Una vez se ha acabado una primera fase de captación de los jóvenes, habría que avanzar hacia otra forma de intervención que retenga a los jóvenes y aporte un proyecto más amplio. En el siguiente punto, nos centraremos en los posibles efectos que pueden tener las acciones de inserción por el deporte cuando están apoyadas en dispositivos que les den solidez y les permitan desarrollarse de forma continua.

3.4.- LOGROS ASOCIADOS A LAS EXPERIENCIAS MÁS ASENTADAS EN DEPORTE E INSERCIÓN
A pesar de las escasas intervenciones que hasta el momento se están realizando en nuestro país, encontramos un buen número de experiencias prácticas y de investigación desarrolladas en países de la Unión Europea. Especialmente en Francia, donde, desde la década de los ochenta, se ha acumulado un valioso aprendizaje en torno a los vínculos entre la actividad física y las políticas de inserción dirigidas a colectivos de jóvenes desfavorecidos. A partir de esa década, los problemas de integración social afectan a importantes colectivos de la juventud francesa. Las zonas urbanas más degradadas y estigmatizadas se convierten en guetos donde el azote de la penuria social se traduce en respuestas juveniles muy discordantes con la normalidad social. La violencia y otros comportamientos que rondan lo delictivo pasan a caracterizar a los banlieue, barrios muy marcados por la crisis y la alarma social,. A partir de ese momento, la acción social estatal focaliza allí su atención y se ponen en marcha dispositivos sólidos de inserción por el deporte, que por su dimensión y originalidad pueden servir de referencia para analizar los posibles efectos a largo plazo de este tipo de intervenciones en España.
La mayoría de las referencias documentales que hemos extraído sobre el caso francés y las opiniones, más o menos apoyadas por experiencias en el terreno, de los trabajadores de lo social que hemos recogido en nuestro estudio, nos permiten detallar algunas de las condiciones que posibilitarían intervenciones más sistemáticas y planificadas en este campo. Los efectos potenciales que se conseguirían así irían más allá de la utilización puntual y esporádica del deporte, que habitualmente predomina y cuya función reducida es servir de “enganche” de jóvenes difíciles o de “parche” de la pobreza. En este apartado, nos centraremos en los resultados positivos de las experiencias españolas y sobre todo francesas que han conseguido consolidarse, manteniéndose durante un plazo extenso de tiempo y con logros destacados en la vida del barrio y de los jóvenes.

3.4.1.- Resultados a escala individual: cuidados personales, formación y adquisición de una capacidad económica de los jóvenes
Ya hemos visto en párrafos anteriores como los objetivos tradicionalmente asignados a la educación física para la mejora del individuo están presentes en estas iniciativas: el aprendizaje de hábitos saludables, el desarrollo físico, la utilización del tiempo libre o la adquisición de normas figuran como objetivos de primer orden en las experiencias de nuestros profesionales entrevistados. Sin menospreciar estos logros, cabe proponerse intervenciones con mayor complejidad que trasciendan este ámbito, más ceñido a lo educativo, y se inscriban en el ámbito de la inserción social extendiendo los objetivos educativos hacía la formación laboral, la profesionalización y la creación de vínculos con empresas y asociaciones.
En nuestro país, existen algunas experiencias que se aproximan a este tipo de enfoque a través de la formación del voluntariado, como sería el caso de Burjassot (Valencia). En 1994, los servicios sociales de este barrio junto con la agrupación vecinal y el centro de día crearon una asociación para dinamizar las actividades deportivas de los jóvenes del barrio con ayuda de voluntarios salidos de entre los jóvenes de más edad. La motivación de estos se incrementaba a través de la oferta de formación técnico-deportiva y la principal ventaja, más allá de la ayuda material, consistía en recuperar la experiencia de calle de estos jóvenes más mayores y la consideración con que cuentan sobre los más pequeños y ponerlas al servicio de la iniciativa. La formación se orienta a crear una figura de colaborador o ayudante de los profesionales sociales en la coordinación de la actividad física. Como vemos en la siguiente cita, la idea de una formación en inserción social y deporte aparece como una necesidad para dar continuidad a las intervenciones: “No es una cosa general, pero sí tenemos... tres chavales que han pasado por aquí, o sea, primero como receptores de la actividad [...] chavales de 16 o 17 años, claro inexpertos totalmente ¿no?, entonces colaboran, pues ayudan al entrenador que lleva un equipo o cosas así”(E.5).
En Francia, la frecuencia con que se han producido las conexiones entre la participación de los jóvenes en las iniciativas y su posterior implicación en posibles salidas profesionales u otros tipos de colaboración, ha inspirado la reciente creación de programas de inserción profesional para la juventud -emplois-jeunes-, en los cuales ocupan un lugar central las actividades de animación sociocultural y sociodeportiva con la consolidación en el empleo de un buen número de jóvenes que se profesionalizan en estas áreas. Todas estas experiencias de formación, empleo y colaboración social han ido acompañadas del surgimiento de diversos títulos y cursos de especialización para estos campos profesionales, junto con experiencias y trabajos que intentan evaluar su eficacia real. Estas nuevas dinámicas profesionales, que ofrecen a los jóvenes resultados concretos para la mejora de su inserción, deparan muy buenas expectativas, pero hay que señalar que se comienzan a producir problemas ligados a la perennización de estos empleos y a la consiguiente necesidad de acrecentar el apoyo público si se quiere dar continuidad a estas intervenciones de alta rentabilidad social.
Charrier (1998) recoge una experiencia de formación-empleo desarrollada por instituciones locales y autonómicas en colaboración con empresas en Bruaysis (Francia). En una primera fase de esta experiencia, un equipo de técnicos y animadores deportivos trabajan con jóvenes entre 16 y 25 años en entrenamientos semanales que engloban gran variedad de deportes y otras actividades como conciertos, cine o artes plásticas. Después, en una segunda fase, los técnicos, junto con algunos de los jóvenes más participativos, imparten las actividades deportivas para los trabajadores de las empresas colaboradoras. En muchas ocasiones, éstas valoran positivamente la oportunidad de contar con esas actividades físicas impartidas por los jóvenes a sus empleados y proceden a darles continuidad a través de contratos de fomento del empleo como los denominados “contrato-empleo-solidaridad”. Veintidós empresas han firmado convenios con las instituciones impulsoras de esta iniciativa desde 1994 a 1996.
En la misma línea, cabría destacar la experiencia francesa de Lessines llamada “Un proyecto de lucha para la integración social y la seguridad: Team Lessines-Las 12 h. de la Chinelle”. Basada en la programación de pruebas de motociclismo orientadas a jóvenes “enganchados” a prácticas ilícitas o peligrosas en la conducción, persigue moderar esta propensión a conducir sin normas a través de una carrera regulada. Complementariamente, la motivación de los jóvenes se aviva proporcionando conocimientos de mecánica que, junto con las relaciones positivas que se crean con las entidades participantes, facilitan la integración laboral de los jóvenes. Esta iniciativa resulta de gran interés pues las motos ocupan un lugar central en su vida. Así pues, estas iniciativas persiguen enseñar otro rostro de los jóvenes y demostrar su capacidad para integrarse en la vida laboral.
Sin embargo, no todo son ventajas, algunos especialistas franceses mantienen ciertas cautelas sobre el papel de la formación-empleo: se da frecuentemente que los seleccionados sean los jóvenes que mejores condiciones de partida presentan, suponiendo este un nuevo paso en la marginación y en la segregación de los peor situados o de los menos despiertos. En otras ocasiones, se selecciona, interesadamente, al líder de las bandas para que, “formado”, controle al grupo de jóvenes “problemáticos” que le siguen. La formación en materia de inserción social y deporte es presentada como un medio de integración en la comunidad de los jóvenes en dificultad, “pero no se debe sobrestimar la capacidad de las iniciativas en términos de inserción profesional de jóvenes desfavorecidos” (Charrier, 1998).

3.4.2.- Resultados a escala grupal: mejora de las relaciones sociales en los barrios
La degradación de las zonas urbanas que estamos considerando no es sólo física: crecen también las dificultades de convivencia. La inseguridad y la desconfianza penetran en la mentalidad de los barrios más olvidados. En las zonas más deprimidas las relaciones sociales son difíciles, el clima de temor engendrado por la pequeña delincuencia y por su magnificación debido al efecto amplificador de los medios de comunicación impregna la vida social. El discurso sobre la seguridad ciudadana impone el miedo como una barrera invisible entre el vecindario adulto y el joven. Las actitudes fatalistas desmovilizan las pocas iniciativas ciudadanas y parece interiorizarse la situación de segregación y aislamiento. La organización vecinal es muy defensiva y reactiva, las movilizaciones tienen un marcado carácter “emocional” que explota en temas concretos: droga, prostitución, brutalidad policial. Las iniciativas socioculturales no tienen continuidad, se organizan competiciones deportivas o de otra índole que no vuelven a repetirse. Las políticas urbanas no afrontan decididamente el problema de los barrios en crisis y los actores sociales no dan abasto y, a veces, parecen contagiarse de la dinámica de abatimiento. Todo ello dificulta los contactos entre vecinos y entorpece los vínculos entre barrios e, incluso, entre etnias que habitan una misma zona.
Los discursos recogidos en nuestro estudio y los resultados de las intervenciones francesas señalan a la actividad física como un medio para mejorar la cohesión social en los grupos más desfavorecidos. Las citas siguientes reflejan cómo los trabajadores sociales perciben el potencial del deporte para favorecer las relaciones: “El deporte crea un ámbito de convivencia para estos chavales”(E.3); “Los equipos ahora están mezclados, chavales de aquí y de otros barrios de alrededor. El deporte me permite juntar a cinco payos y cinco gitanos”(E.5). Las acciones con el deporte parecen poder unir a jóvenes en una actividad común para payos y gitanos o para chavales de uno u otro barrio. Pero los entrevistados expresan, sin embargo, sus dudas sobre si estos beneficios de la convivencia se circunscriben al ámbito deportivo o pueden extenderse a un escenario social más amplio.
A este respecto, los estudios franceses son coincidentes con las dudas anteriores, pero las experiencias más avanzadas aportan matices de mucho interés y de optimismo respecto al papel del deporte en determinadas condiciones: las intervenciones deben inscribirse en proyectos globales y abrir sus puertas al exterior para provocar mejoras reales en las relaciones sociales. Algunos ejemplos nos servirán de orientación. Las denominadas “Olimpiadas Locales” son una muestra clara de potenciación de las relaciones entre los barrios. El éxito de esta iniciativa ha propiciado su difusión y entre las más innovadoras destaca la de Boulogne-sur-Mer, donde se vienen haciendo desde 1993. Son organizadas por los Ayuntamientos, en colaboración con entidades deportivas, sindicatos, medios de comunicación, organismos de formación y empresas. Grupos de jóvenes divididos por zonas eligen un deporte y preparan una prueba que a lo largo de todo un día tendrán que realizar junto a los equipos de otros barrios. Además, la organización invita a deportistas famosos como padrinos de los encuentros deportivos. Estas iniciativas aprovechan intensamente la capacidad de convocatoria y movilización que se produce alrededor de un evento deportivo y que atrae a muchos jóvenes de zonas difíciles.
Centrado en las relaciones étnicas, Rasse (1991) expone el caso basado en la creación de un club de fútbol para los jóvenes en el seno de un barrio en Saint-Priest. La experiencia involucra a padres, hijos y a otros miembros de la comunidad que colaboran para lograr una mejora común. A pesar de los conflictos étnicos que pueda concitar, el fútbol se trata aquí como un terreno neutro socialmente y capaz de reagrupar a sujetos de diferentes etnias alrededor de un proyecto de integración y de progreso social de los jóvenes. Asimismo, Thomas (1993) ha estudiado la influencia de la práctica deportiva sobre las relaciones interétnicas a través de un trabajo realizado en la periferia parisina con un equipo de fútbol compuesto por jugadores de tres culturas: franceses de origen, argelinos y con la doble nacionalidad francesa y argelina. En dos momentos diferentes -antes y después de un periodo de entrenamiento- se les ha pasado a cada uno de los jugadores un cuestionario sociométrico donde se les pedía que valoraran a los demás según la afinidad que sentían. La comparación de los resultados entre los dos momentos muestra una mejora general notas y, consiguientemente, una evolución favorable de las actitudes entre los grupos.
La escuela, y más en concreto la práctica deportiva allí desarrollada, es también un territorio que puede instrumentalizarse para favorecer la cohesión entre grupos. En una reciente iniciativa, emprendida en 1998 por el Servicio de Promoción Educativa del Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid y financiada por el Consejo Superior de Deportes se ha seleccionado un método de trabajo que ponía el acento en la dimensión intersexual, intergeneracional e intercultural, aprovechando el potencial de fusión que la actividad física puede despertar entre grupos de sexo, etnia o edades diferentes. Las actividades lúdicas y los juegos de cooperación, así como los deportes al aire libre, han sido los procedimientos utilizados para intentar no reproducir un modelo de estructura competitiva y conseguir crear espíritu de grupo.
Como ya hemos mencionado, el aumento de la integración social es impulsado por la colaboración interinstitucional y la participación de múltiples promotores. La región de Nordrhein-Westfalen, una zona de Alemania sumida en un proceso de desindustrialización y crisis social, ha promovido para el trienio 1997-2000 una iniciativa de envergadura denominada “Los jóvenes en marcha hacia el próximo milenio: actividad física, juego y deporte con los jóvenes de zonas urbanas desfavorecidas”. En diferentes barrios dentro del territorio se han creado estructuras de cooperación entre las asociaciones deportivas y la administración y acuerdos de colaboración con las escuelas. Igualmente, se ha potenciado la participación organizando sesiones de discusión con los jóvenes para identificar los lugares de implantación y el diseño de los equipamientos. La evaluación indica que las prácticas más exitosas han sido el basket y el fútbol de calle; el skate; los servicios de juegos móviles; los espectáculos nocturnos (basket de medianoche) y la organización de cursillos regulares y talleres de deportes “divertidos” y de aventura indoor. En este caso, la magnitud de la organización permite ofrecer numerosos deportes y reduce los problemas de selección del tipo de práctica.
Charrier (1998) reflexiona sobre esta cuestión basándose en la experiencia de Montauban que se viene realizando con 200 participantes anuales desde 1996. Se trata de talleres de boxeo educativo en el cuadro de una acción de prevención de la toxicomanía. El boxeo fue seleccionado por la alta demanda entre los jóvenes y el fuerte anclaje sociohistórico en la zona. Los trabajadores de lo social involucrados valoran muy positivamente la participación y asiduidad a los talleres pero subrayan la disfuncionalidad de este dispositivo respecto al discurso político de la cohesión social: la práctica del boxeo es valorada positivamente por sus iguales, pero desvalorizada por el exterior. En este caso, el boxeo es una práctica estigmantizante asociada a una clase social baja. La identidad del joven desfavorecido se vincula al significado simbólico y social de este deporte que, en vez de servir de trampolín en las relaciones sociales, produce un efecto mayor de gueto en el seno de la comunidad.
Para los especialistas, el debate está abierto: ¿las acciones con el deporte en zonas marginales favorecen la cohesión social o bien conducen a reproducir la marginalidad, como en este último caso?. Es cierto que las mejoras en el clima social a través de la actividad física no son fáciles de medir y es difícil achacarlas a un factor particular, pero las potencialidades de las acciones por el deporte para mejorar las relaciones sociales son, como indican los discursos arriba analizados y la mayoría de las experiencias que se vienen analizando, esperanzadoras. Sin embargo, no conviene caer en un triunfalismo que nos lleve a considerar el deporte como remedio universal, ignorando las dificultades que contiene al estar atravesado por tensiones sociales.

3.4.3.- El papel de las instituciones externas: creación de instalaciones y pasarelas deportivas
Las experiencias de deporte-inserción encuentran dos importantes problemas a la hora de establecer vínculos con instituciones exteriores e integrarse en las estructuras deportivas nacionales: en primer lugar, la falta de instalaciones deportivas adecuadas donde poder desarrollar las acciones y, en segundo lugar, las dificultades ligadas a las desconexiones entre los diferentes niveles de la organización deportiva -desde la base a las federaciones- y los diferentes estilos de funcionamiento. Los problemas esenciales se dan en el momento en que la práctica, que se ha desarrollado en el barrio, puede potencialmente inscribirse en una estructura deportiva más amplia y no conseguir así una continuidad. Hemos comprobado que estas pasarelas son imprescindibles para conseguir la proyección y el crecimiento de las acciones de inserción por el deporte y que, sin embargo, el actual modelo de estructura organizativa no presta excesiva atención a las particularidades sociales de los colectivos más desfavorecidos y su participación en el deporte.
En el terreno de las instalaciones, las experiencias en los contextos marginales requieren crear espacios que funcionen como puntos de encuentro de los jóvenes. La práctica deportiva mejora su rendimiento y su atractivo para ellos si se inscribe en un marco concreto ligado a la vida cotidiana - un parque, una institución educativa, un centro de ocio o en lugares simbólicos del barrio-. La acción desde las políticas sociales presenta una evidente falta de medios que la buena voluntad de los trabajadores sociales suple difícilmente, pues los equipamientos quedan fuera de su competencia. Como apunta uno de los entrevistados “la dificultad mas importante es que no hay instalaciones deportivas en este barrio… al ser el casco antiguo”(E.2). Muchas iniciativas se ven frenadas bruscamente cuando la carencia de materiales o instalaciones no permiten continuar y frustran una prometedora actividad.
En 1989, el Ministerio francés de Juventud y Deportes captó la necesidad de infraestructuras en los barrios de la periferia parisina y puso en marcha el proyecto “Instale una infraestructura deportiva flexible en su barrio” dentro del marco global de las acciones de inserción por el deporte. Esta campaña aportó una respuesta a los jóvenes ofreciendo un lugar próximo donde realizar sus prácticas: mini-foot, cyclocross, skate-board, escalada y circuitos de aventuras. Unas 50 infraestructuras se instalaron con un bajo coste y horarios libres para acceder a ellas. El éxito de la iniciativa permitió que dos años después se anunciase la creación de un nuevo dispositivo de inserción basado en la construcción y puesta en marcha de Equipamientos de Proximidad en algunas zonas de las contempladas en los planes de Desarrollo Social de los Barrios (DSQ). Bautizado más tarde con el nombre de J-Sports, este dispositivo supuso la implantación de cerca de 500 equipamientos en 1991 y un total de 1.016 al año siguiente. En la misma línea, hay que destacar los Programas de Pequeñas Infraestructuras Sociales de los Barrios -los PISQ- desarrollados en la región de Valonia (Bélgica) durante el año 1995. La novedad de estos programas radica en integrar la concepción y construcción de equipamientos deportivos en el conjunto de las políticas urbanas, diseñándolos con las propiedades más adecuadas para el territorio y para guiar a los jóvenes hacia nuevos puntos de encuentro donde ampliar su círculo de amistades y participar en actividades deportivas organizadas por los animadores y trabajadores de lo social.
Estos programas de construcción de infraestructura deportiva en los barrios franceses son la muestra más evidente de la confianza depositada en las acciones de inserción por el deporte. Los más de 10 años de trabajo acumulados en esta línea han servido para avanzar sobre diversos aspectos relacionados con esta temática, como la colaboración del sector privado en la oferta de equipamientos deportivos en estas zonas; la creación de espacios específicos para los jóvenes en dificultad, sin causar guetos deportivos; y, la necesidad no sólo de equipamientos de proximidad para un barrio concreto, sino también de equipamientos intermedios para varios barrios. La reflexión acerca de estas cuestiones continúa en marcha, pues la mejora de las nuevas infraestructuras es determinante para el perfeccionamiento de las acciones de inserción.
Además de la cuestión relativa a las infraestructuras, la atención de los técnicos se dirige cada vez más a las posibles extensiones y continuidad de la práctica fuera del recinto del barrio. La pregunta es cuáles son los canales que pueden permitir integrar estas iniciativas - caracterizadas en muchas ocasiones por una fuerte informalidad y débil organización- en estructuras más estables como los clubes deportivos. La cita siguiente recoge esta visión de uno de los entrevistados: “nosotros podemos montar algo de deporte, pero es porque no hay nada para ellos [...] lo que intentamos es que luego los chavales se integren en otras redes que ya funcionan” (E.2). En la mayoría de los casos, se interpreta que la continuidad de las intervenciones supone la utilización de los clubes y de la ruta federativa. Este recorrido desde la base de las iniciativas en los barrios a la cúspide de la vía federativa no es un itinerario exento de complicaciones, pues aunque pudiera parecer que es la evolución natural -debido a que las estructuras deportivas están ya consolidadas-, los obstáculos encontrados aconsejan estudiar más a fondo posibles alternativas. Como veremos a continuación, esta pasarela forzosa en la que el deporte en el barrio está “destinado” a crecer sólo si se integra en el modelo deportivo imperante genera distorsiones uniformizadoras que van en perjuicio de la especificidad de las prácticas deportivas de inserción desarrolladas en los barrios.
Así, los resultados de las experiencias españolas que empiezan a crear pasarelas entre las iniciativas del barrio y el tejido deportivo corroboran estas dificultades: “Nosotros no participamos en torneos de esos de 24 h. y algunos otros que son muy machacas...van a por todas [...] el nivel de por ahí es, por lo general, lo contrario de lo que nosotros pretendemos conseguir con lo de la deportividad” (E.4). Estos desajustes se concretan también en los diferentes objetivos y concepciones de los profesionales de los servicios sociales respecto de otros técnicos y profesionales de la actividad física. La siguiente cita recoge el choque que se produce en el paso de la actividad del barrio -guiada por el trabajador social- a la práctica integrada en el tejido deportivo -guiada por técnicos deportivos-: “Aquí bien, pero luego en el gimnasio ese...no hubo manera [...] es que ese no se enteraba del chaval, sólo atendía a los que destacaban positivamente [...] más que ayudarlo, lo machacó. Hay cada técnico que, es que, no me sirve para estos críos” (E.2).
Los textos franceses confirman los problemas existentes en esta fase denominada por Irlinger (1993) “la etapa hacia la práctica de club”. En su análisis señala tres complicaciones existentes en el flujo de la práctica de barrio a la práctica federada. La primera hace referencia a las diferentes finalidades perseguidas: “para las intervenciones sociales el deporte es un medio, para los clubes los resultados son un fin”. La segunda está relacionada con los costes económicos y la tercera atañe a los problemas de adaptación de los jóvenes a las normas de las federaciones y a los reglamentos deportivos: la anomia de los jóvenes choca a menudo con la disciplina del club.
Estos problemas suponen limitaciones importantes a la integración social por la vía deportiva, a la cual hay que buscar alternativas para facilitar la continuidad de las acciones y la integración de los jóvenes a través del deporte. Experiencias de síntesis como “Judo en Sarrebourg,” que ilustra Charrier (1998), ha pretendido avanzar en este campo analizando los aspectos necesarios para que el movimiento deportivo participe de forma eficaz en los dispositivos de inserción. Este autor apunta que es necesaria la apertura del club al exterior mediante una primera fase de animación en la calle y la formación especializada de los técnicos deportivos como elementos básicos para propiciar la adaptación de las asociaciones y clubes deportivos a la realidad social. En todo caso, como se ha puesto de manifiesto en los recientes informes y documentos de trabajo de la Unión Europea, en concreto en “Informe de Helsinki sobre el deporte” (1999): “la organización piramidal del deporte en Europa sitúa a las federaciones deportivas en una situación práctica de “monopolio” [...] Convendría que las federaciones ejercieran también misiones como la promoción del deporte aficionado y profesional y un cometido de integración social (jóvenes, personas con discapacidad, etc.) Sus estatutos deberían referirse explícitamente a estas misiones”. Como vemos, la discusión sobre el tema está abierta y se hace necesario superar las buenas intenciones del texto anterior con acciones concretas que otorguen entidad a las practicas deportivas dirigidas a promover la inserción juvenil.

4.- CONSIDERACIONES FINALES.
Tras la presentación de los resultados, querríamos concluir destacando algunas ideas que emergen de la investigación y que son, a la vez, directrices ineludibles para un programa concreto que pretenda potenciar la inserción social a través de la actividad física.
Las acciones de deporte-inserción no son un remedio milagroso para luchar contra la exclusión de los jóvenes, frenar la delincuencia o el uso de drogas. Sólo conseguirán resultados exitosos si se impulsan mediante una consistente voluntad política, que promocione iniciativas a medio y largo plazo sobre las zonas urbanas desfavorecidas.
Las acciones implican un alto nivel de preparación técnica por parte de los responsables, de manera que queden cubiertos tanto los aspectos técnicos deportivos como el acompañamiento socioeducativo por parte de los profesionales de la acción social en los barrios.
El desenlace positivo de las acciones está condicionado por la inscripción de éstas en estructuras deportivas de clubes y federaciones, de modo que a través de estas se consiga la integración de los jóvenes beneficiarios en marcos deportivos con normas, reglamentos, organización y obligaciones, y a su vez se amplíen los contactos de los jóvenes de los barrios con otros estratos juveniles de la ciudad.
Es esencial que las experiencias fomenten y cuenten con la participación de los propios jóvenes: de esta manera se podrán conocer sus demandas y sus gustos deportivos. La selección de deportes alejados de su cultura deportiva (golf, equitación, por poner casos extremos) requeriría un extenuante trabajo de sensibilización que hace recomendable abordar prácticas deportivas cercanas a la composición de clase de estos jóvenes.


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III.- CASO 2: ACTIVIDAD FÍSICA, REINSERCIÓN SOCIAL Y POBLACIÓN RECLUSA

Son las doce de la mañana de un día cualquiera y dos equipos se preparan para salir a jugar. En los vestuarios, el capitán de uno de ellos anima a sus compañeros. Podría tratarse de un partido entre dos equipos universitarios, o entre dos de pueblos vecinos, pero no es así; estamos en uno de los nuevos centros penitenciarios con que cuenta nuestro país y van a enfrentarse los equipos de los módulos 3 y 4 en la liga intermódulos que se celebra todos los años en la prisión. ¿Desde cuándo sucede esto en las cárceles españolas? ¿cómo ha sido posible esta transformación? Y sobre todo ¿con qué finalidad se ha llevado a cabo? Para responder a estos y a otros interrogantes vamos a hacer en el primer apartado (1), un breve seguimiento de la presencia del deporte en la regulación jurídica de prisiones (1.1); a continuación detallaremos los estudios más relevantes sobre la temática objeto de esta investigación (1.2); seguidamente (1.3), nos centraremos en el caso concreto del deporte en la cárcel de Huelva. En el segundo apartado (2), comentaremos los aspectos metodológicos más relevantes del proceso de investigación. Por último (3), expondremos los resultados obtenidos, analizando el valor del deporte en la reeducación y reinserción de la población reclusa. Unas consideraciones finales a modo de reflexión cerrarán este apartado.

1.- INTRODUCCIÓN
1.1.- SURGIMIENTO DE LA PRISIÓN MODERNA EN ESPAÑA
En noviembre de 1975, una nueva normativa significa la evolución de la institución penitenciaria española, ya que el Gobierno aprueba el primer programa de necesidades para el sistema penitenciario español (dejado de lado hasta entonces por los tristes episodios que vivió la historia en España en la primera mitad del siglo; también en los tres primeros Planes de desarrollo económico apenas se hicieron unas mínimas previsiones que ni siquiera fueron llevadas a cabo). Tres años después, en marzo de 1978, toma posesión como nuevo Director General de Instituciones Penitenciarias, Carlos García Valdés, que pone en marcha, de inmediato, una operación de reforma penitenciaria, para la que se rodea de un equipo multidisciplinario de especialistas. La discusión parlamentaria de esta ley en las Cortes es interrumpida por la sanción de la Constitución Española y por la posterior disolución de las Cortes. Será el 26 de septiembre cuando el nuevo Parlamento apruebe esta Ley General Penitenciaria por unanimidad, que se convirtió, de este modo, en la primera Ley Orgánica de la España democrática.
Esta Ley no se limita a clasificar los establecimientos penitenciarios, sino que sienta seis principios fundamentales, de los que reproducimos dos por su interés para nuestra investigación:
Principio de conformación (art.13º): que obliga a que los establecimientos penitenciarios cuenten, en el conjunto de sus dependencias, con servicios idóneos de dormitorios individuales, enfermerías, escuelas, biblioteca, instalaciones deportivas y recreativas, talleres, patios, peluquería, cocina, comedor, locutorios individualizados, departamento de información al exterior, salas anejas de relaciones familiares y, en general, todos aquellos que permitan desarrollar en ellos una vida colectiva organizada y una adecuada clasificación de los internos, en relación con los fines que en cada caso le estén atribuidos.
Principio de dotación (art.14º): según el cual la Administración penitenciaria velará para que los establecimientos sean dotados de los medios materiales y personales necesarios que aseguren el mantenimiento, desarrollo y cumplimiento de sus fines. Se trata de una declaración programática de gran importancia ya que impide que la Administración penitenciaria pueda ampararse en la escasez de recursos para justificar un incumplimiento de los seis principios que contiene la Ley.
Para poner en marcha todas las previsiones contenidas en la Ley, durante el cuatrienio 1980-1983 se elaboran dos ambiciosos programas: el “Programa de construcciones y medios instrumentales de la Administración penitenciaria”, dotado de 22.500 millones de pesetas, que persigue la construcción de catorce nuevas prisiones y la remodelación y mejoras de otras ya existentes; y el “Programa de construcción de establecimientos especiales”, con un presupuesto de 4.400 millones de pesetas, para la construcción de dos Centros de alta seguridad y dos Centros asistenciales hospitalarios. Y, el 5 de julio de 1991, el Consejo de Ministros aprueba el “Plan de amortización y Creación de Centros Penitenciarios” con el objetivo de dar solución al elevado déficit de plazas penitenciarias con relación al incremento del número de internos.
Será el nuevo Código Penal, aprobado por el Pleno del Congreso de los Diputados el 8 de noviembre de 1995, el que culminó los anteriores intentos fallidos que, se produjeron durante toda la etapa democrática, y que se habían traducido en la elaboración de dos Proyectos (1980 y 1992) y una Propuesta de Anteproyecto (1983) como precedentes del Proyecto de 1994 que finalmente dio origen a este nuevo Código Penal del 95. El Reglamento Penitenciario -aprobado por Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero- desarrolla el establecimiento penitenciario polivalente y el principio celular y regula, en la actualidad, el régimen penitenciario en España, del que extraemos -por su interés para nuestra investigación- el Capítulo III, que se dedica, tal y como reza en su título, a “Formación, Cultura y Deporte”, siendo especialmente significativos los siguientes artículos:
Art. 118.1º, “Las actividades educativas, formativas, socioculturales y deportivas se determinarán por el Consejo de Dirección, teniendo en cuenta los planes de actuación del Centro Directivo, a partir de los programas individualizados elaborados por las Juntas de Tratamiento.”
Art.119.1º, “El seguimiento con aprovechamiento de las actividades educativas y formativas y, en general, de todas a las que se refiere el artículo anterior, se estimulará mediante los beneficios y recompensas que procedan.”
Art. 131º, titulado “Actividades socioculturales y deportivas”; aptdo.1º, “…se programarán las actividades culturales, deportivas y de apoyo más adecuadas para conseguir el desarrollo integral de los internos.” Aptdo. 2º, “Los internos podrán proponer las actividades socioculturales y deportivas que deseen realizar”, y el aptdo. 3º, “La Administración Penitenciaria promoverá la máxima participación de los internos en la realización de actividades culturales, deportivas y de apoyo que se programen, que se destinarán al mayor número posible de internos y tendrán continuidad durante todo el año.”
De estos artículos podemos deducir que se concibe la sanción de privación de libertad como tratamiento (concepto que estableció la Ley General Penitenciaria del 79); esto es, como actividad directamente dirigida a la consecución de la reeducación y reinserción social de los penados, mediante la utilización de los métodos científicos adecuados. Este tratamiento -al que se aspira a someter a toda la población reclusa- no pretende consistir en una modificación impuesta de la personalidad del individuo preso, sino en una puesta a disposición del mismo de los elementos necesarios para ayudarle a vivir su libertad, en armonía consigo mismo y con el resto de la sociedad. En consecuencia, será sometido a este programa o tratamiento de una forma individualizada y voluntaria, de forma que se estimule la colaboración personal del interno, que está llamado a desempeñar un papel cada vez más intensamente protagonista, en el marco de un sistema penitenciario progresivo, dotado de una flexibilidad que lo aleje de los precedentes clásicos, aproximándolo a un sistema de “individualización científica”. En este tratamiento -tal y como deja patente el Capítulo- cobran un especial protagonismo las actividades deportivas.
1.2.- IRRUPCIÓN DEL DEPORTE EN LOS CENTROS PENITENCIARIOS
Para desarrollar uno de los aspectos contenidos en el Principio de conformación, establecido en la Ley General penitenciaria del 79 (art.13º), en concreto el referido a las instalaciones deportivas y a su utilización, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias firma un Convenio con el Consejo Superior de Deportes, a través del cual se logra, el 2 de abril de 1990, un Acuerdo de Colaboración de esta Dirección con el COPLEF (Colegio Oficial de Profesores y Licenciados en Educación Física de España), con el objetivo de llevar a cabo la ejecución del Programa de Actuación Deportiva que la D.G.I.P. tiene previsto desarrollar en todos los Centros Penitenciarios de España.
El objetivo fundamental de este Programa -y que fue asumido en dicho Acuerdo por el COPLEF- fue el de incrementar, tanto en cantidad como en calidad, la actuación deportiva en los Centros Penitenciarios. Para lo cual se desarrollaron dos actuaciones concretas:
El asesoramiento en el diseño de las instalaciones deportivas con las que iban a ser dotados los nuevos centros penitenciarios.
La organización de dos cursos de capacitación deportiva para Funcionarios de los distintos centros penitenciarios.
La primera de estas tareas es hoy una realidad en todos los nuevos centros penitenciarios construidos desde entonces y, respecto a la segunda, se celebraron dos cursos de capacitación deportiva para los Funcionarios de instituciones penitenciarias: el primero tuvo lugar del 18 al 19 de junio de 1990, en las instalaciones deportivas del Consejo Superior de Deportes, y el segundo se desarrolló entre el 11 y 22 de febrero de 1991 en las mismas instalaciones y compartidas, a su vez, con las instalaciones “José María Cagigal”. Entre los dos cursos se formaron un total de 77 personas encargadas de la coordinación deportiva en sus respectivos centros. Con esto “el fin que persigue la Dirección General (de Instituciones Penitenciarias) es formar a determinado personal para que así puedan organizar y coordinar las actividades físico-recreativas del Centro al que pertenecen. De esta forma pueden quedar mejor cubiertas las demandas deportivas de los reclusos. La Dirección General de Instituciones Penitenciarias quiere y está potenciando el deporte por ser esta área imprescindible en la Educación Integral del individuo, y elemento adecuado para la reinserción social del interno”.En la actualidad, de las 79 prisiones con que cuenta la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, 14 (entre las que está en Centro Penitenciario de Huelva) son Centro Tipo: en materia deportiva cuentan con las instalaciones necesarias para el desarrollo de esta actividad.
Es necesario tener en cuenta en la aplicación de la actividad física como reinserción el grave problema que acecha la mayoría de la población reclusa -las drogas-. En España tenemos una población reclusa de casi 40.000 personas, de la que un 90% es adicta o exadicta a las drogas; el preso tipo suele, además, llevar una larga carrera de comisión de delitos, drogadicción y marginación, pues un gran porcentaje proviene de barrios marginales, con baja escolarización y pobres recursos económicos, de ahí la concurrencia de importantes condicionantes socioeconómicos y culturales, que se interponen a la hora de realizar con ellos una labor reeducadora y de reinserción. Sin embargo, a este respecto, en la mayor parte de las prisiones el único tratamiento específico que reciben hoy día nuestros presos drogodependientes es el de la metadona, y con escaso personal dedicado a este programa (sólo 16 personas para dar tratamiento a 2.150 presos; se necesitarían 160).
Algunos estudios realizados en nuestro país, analizan el papel del deporte en los procesos de rehabilitación de drogodependientes y valoran los resultados posibles. Así, podemos citar los estudios de García Soto “La actividad física en la lucha por un objetivo final y real: rehacer jóvenes drogadictos y/o delincuentes”(1986); los de Dopico García y Pérez Tenreiro, “La educación física en la rehabilitación y reinserción social de drogodependientes”, presentado en el INEF de Galicia en el curso 1992-1993; el de Guiñales Ruiz, “Evaluación de la actividad deportiva en los programas de rehabilitación de alcoholismo y drogodependencias” (1991); y los presentados en el Congreso Mundial de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, que tuvo lugar en Granada en 1993, entre los que se encuentran el de Cantón y Mayor, “Estudio empírico psicosociológico-motivacional para la rehabilitación de toxicómanos mediante un programa de actividad física”, y el realizado por Sánchez Molina y Valverde Romera, “Valoración de un programa de actividad física sobre drogodependientes en fase de rehabilitación”. Todos estos estudios coinciden en sus conclusiones acerca del papel positivo que ejerce la aplicación de un programa de educación física, en la condición física de sujetos drogodependientes. En concreto, los estudios de Guiñales y los de Dopico y Pérez (citados por Valverde Romera, 1994: 105), llegan -entre otras- a las siguientes conclusiones:
Interés mostrado por los sujetos hacia todo lo que sea práctica deportiva.
La práctica deportiva mejora la autovaloración del estado físico.
Las preferencias deportivas de los individuos varían entre el 4,76% para los deportes individuales, el 38,1% para los deportes de equipo, y el 57,14% para ambos tipos de deporte.
Existe una menor integración de las mujeres que de los hombres en los centros de rehabilitación estudiados (aproximadamente el 4%, frente al 96%).
El 76,19% de los sujetos da gran importancia al ejercicio físico como medio de mantenimiento de la salud.
Concretamente, el papel que juega el deporte en la reinserción social de los presos drogadictos en nuestras cárceles todavía no ha acaparado el interés de ningún estudioso, aunque sí se han realizado algunas investigaciones acerca de las condiciones de vida y características generales de la población reclusa en nuestro país. A este respecto podemos citar los estudios del C.I.S., el de Pedro T. Fernández, “La defensa de la sociedad. Cárcel y delincuencia” (1991), el de Jesús Valverde Molina, “La cárcel y sus consecuencias. La intervención sobre la conducta desadaptada” (1997), y, más recientemente, el de Julián Carlos Ríos Martín y Pedro José Cabrera Cabrera “Mil voces presas”, de 1998.
Los nuevos centros penitenciarios, entre los que se encuentra la Cárcel de Huelva, contemplan el deporte como una más de las actividades educativas con las que contarán los internos, en virtud de lo establecido por el actual Reglamento Penitenciario (aprobado por Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero), sin tener en cuenta los resultados de investigaciones realizadas en el campo de la drogadicción y el deporte, como las citadas más arriba, que inciden en la enorme ayuda que supone para las personas drogodependientes la práctica física en su proceso de rehabilitación. La escasa importancia concedida al deporte en la vida carcelaria se desprende del escaso personal encargado de estas actividades (en el caso de que exista alguien específicamente dedicado a esta labor) y también de la nula cualificación deportiva de estas personas.
Comprendiendo la importancia del deporte en la reeducación de los presos, se ha realizado en 1998 un estudio de las actividades deportivas en las cárceles andaluzas, financiado por el Instituto Andaluz del Deporte (Junta de Andalucía) y en el cual tuvimos ocasión de participar. Este estudio ha tenido como objetivos principales la realización de un censo de las instalaciones deportivas de las cárceles andaluzas, así como del personal especializado del que disponen, investigando además la práctica deportiva de los internos (frecuencia con la que hacen deporte, actividades deportivas que realizan, interés de los internos por el deporte, etc.), pero no ha llegado a profundizar en los beneficios que el deporte representa para estos internos, tanto en su papel reeducador (aceptación de reglas, integración en un grupo,…), como en su papel rehabilitador respecto al consumo de drogas.
Es aquí donde reside el objetivo de esta investigación: analizar el papel reeducador y rehabilitador del deporte en el colectivo formado por la población reclusa. En otras palabras, partiendo de los estudios en drogadicción, los realizados de la vida carcelaria española y del estudio citado sobre las prácticas deportivas de los presos en Andalucía, queremos profundizar en qué medida y cómo el deporte ayuda a los internos en su completa reinserción social, reinserción que pasa, obviamente, por la superación de su adicción a las drogas. Hemos centrado nuestro estudio en el Centro Penitenciario de Huelva, aprovechando el fantástico marco que nos ofrece, para este fin, una de las cárceles más modernas que existen actualmente en nuestro país.

1.3.- EL DEPORTE EN LA CÁRCEL DE HUELVA
El Centro Penitenciario de Huelva es una de las cárceles más modernas de nuestro país y está en funcionamiento desde final de agosto de 1996. Fue construida siguiendo el mismo modelo que se estableció para los nuevos Centros Penitenciarios Tipo, por lo que cuenta con las instalaciones deportivas diseñadas para este tipo de establecimientos. Los presos están repartidos en módulos residenciales (hay 14 en total), cada uno de los cuales cuenta con las siguientes instalaciones deportivas: un gimnasio, una pista con porterías de futbito y canastas para jugar al baloncesto, una mesa de ping-pong, un futbolín, además de juegos de mesa como el ajedrez, damas y el parchís.
Además de estas instalaciones -repetidas en cada uno de los módulos- la cárcel cuenta con un polideportivo, en el que se ubican: un campo de futbito y de baloncesto (también puede ser usado para jugar al voleibol, badminton y al balonvolea), un completo gimnasio (con todo tipo de aparatos), y dos pistas de squash. Cerca del polideportivo se encuentra una piscina de medidas olímpicas aunque no climatizada, por lo que sólo puede usarse con la llegada del tiempo caluroso, temporada que en Huelva suele empezar en abril y terminar a mediados de octubre; y si desde Semana Santa ya nos estamos bañando en nuestras playas -en las que el agua puede estar todavía un poco fría- nada hace pensar que el agua de una piscina calentada al sol no pueda posibilitar el baño en ese dilatado período de tiempo. En otro recinto separado hay un campo de fútbol que ya se ha terminado de acondicionar y que también suele ser usado como pista de atletismo (las vallas de saltos han sido confeccionadas por los propios internos en los talleres).
Sólo una reflexión; nos sorprendió -enorme y gratamente- tanto la cantidad como la calidad de las instalaciones con que cuentan los reclusos, sobre todo (tenemos que reconocerlo) cuando las comparamos con las de la propia ciudad de Huelva. Por poner un ejemplo, Huelva ciudad sólo tiene una pista de squash y una piscina con medidas olímpicas, también sin climatizar, pero para una población de casi ciento cincuenta mil habitantes. ¿Qué población reclusa disfruta de estas instalaciones?
La población reclusa
El Centro Penitenciario de Huelva es la cárcel más numerosa de España; su población reclusa suele rondar sobre los 1.500 internos (en enero de 2001 era de 1.467), con una media de edad que se sitúa entre los 25 y los 35 años, reuniendo el perfil del preso tipo las siguientes características: es reincidente, toxicómano, con problemas familiares, bajo nivel de instrucción y baja autoestima. Otro dato importante respecto a la cárcel de Huelva es que se trata de una prisión mixta, que cuenta también con mujeres, lo que la hace más interesante aún para nuestro estudio porque nos permitirá hacer comparaciones relacionadas con el género (de los 1.467 internos con que contaba la prisión en enero de este año, 121 eran mujeres). Su media de edad es un poco superior, con unos rasgos característicos que las distinguen de sus compañeros: la mayoría han abandonado sus estudios en la EGB y superan a los hombres en los trabajos menos cualificados; presentan, en general, un mejor estado físico y son más extrovertidas que los hombres, además de tener una agresividad más baja y una cierta capacidad para el autocontrol, menos… cuando se trata de la droga. Aquí nos encontramos con el principal punto de coincidencia con sus compañeros: en su mayoría consumen droga.
A este respecto hay que decir que, del total de la población reclusa de este centro, 280 internos participan en el programa de metadona (la cárcel de Huelva es la que cuenta con más internos en este programa, desarrollado desde su Área de Drogodependencia). Y es que, en definitiva, se puede decir que se hereda la tradición familiar de ingresar en prisión por las mismas causas, siendo la droga el motivo principal. Tan sólo unos rasgos más sobre el preso toxicómano: su dieta se reduce principalmente a bocadillos y dulces, algo de queso y leche, careciendo de la más elemental formación nutricional. En este punto debemos dejar constancia (por su interés para nuestro estudio, ya que incide en la condición física de los internos) que la cárcel de Huelva dispensa diariamente cuatro tipos de menús para toda su población: uno general, que incluye la alimentación más variada, basada en legumbres, carnes, pescados, verduras, etc…, una segunda serie de menús específicos, para problemas especiales; un tercer menú vegetariano y un cuarto, hecho especialmente para los musulmanes, sin cerdo y que tiene en cuenta sus costumbres como la del mes de Ramadán (los presos marroquíes presentan un perfil totalmente distinto al del resto).
El total de la población reclusa está repartida en los catorce módulos existentes (cada uno tiene una capacidad para 144 internos), uno de los cuales está destinado a las mujeres, separado del resto y custodiado por funcionarias. Todos los internos llevan obligatoriamente el mismo régimen de vida, teniendo perfectamente establecidas sus horas de ocio en las que pueden practicar deporte. Aquí nos encontramos con el problema principal de los internos en la cárcel: el tiempo libre.
El interno dispone de casi seis horas al día (tres por la mañana y dos y media por la tarde) como tiempo de ocio, en las que tiene la posibilidad de practicar deporte, bien en el polideportivo (cuando le toque el turno y siempre que no haya cometido ninguna infracción por la que haya sido castigado), o bien en las demás instalaciones con que cuenta para ello en su propio módulo. Si desea hacer uso del polideportivo, del que cada módulo sólo puede hacer uso una vez por semana, el interno deberá haberlo solicitado con antelación y lo hará agregado al grupo del módulo que le corresponda.
Al constar todos los módulos de un patio con pista, porterías, gimnasio y canastas -tal y como vimos en el anterior apartado- los días en los que el interno no vaya al polideportivo puede hacer deporte o cualquier actividad física en su propio módulo, lo que favorece una continuidad en el entrenamiento físico de estos reclusos, con los beneficios que esto conlleva.
Pero pese a la variedad de actividades deportivas que se encuentran a disposición de los internos el deporte rey preferido por la mayoría es el fútbol (¿podría ser de otra forma?), que practican -sobre todo- en su modalidad de futbito por disponer sin problemas de estas instalaciones en el módulo. De hecho, durante todo el año se lleva a cabo una liga de futbito intermodular -dentro de cada módulo- y entre los módulos, con lo que se consigue una sensación de ida y vuelta entre los reclusos. Además, el equipo campeón competirá con los de otras cárceles andaluzas e incluso nacionales (el centro de Huelva suele obtener unos resultados muy brillantes, de lo que están muy orgullosos los directivos de este centro penitenciario).
Frente a esta exitosa actividad deportiva desarrollada por la población reclusa masculina cabe preguntarse si corre igual suerte la que hacen las mujeres internadas en este centro penitenciario, o si es seguida con el mismo interés por sus responsables (debemos recordar que la población reclusa femenina sólo representa algo más del 8% del total). A estas mujeres, en general, no les gusta el deporte, siendo un 10% aproximadamente el porcentaje de las que practican algún tipo de actividad física, y ésta tampoco de una forma regular. La mayoría prefieren normalmente las actividades que les ofertan los talleres, como peluquería, jardinería, corte y confección, etc… Es de destacar el éxito que tuvieron entre las reclusas unos cursos de cerámica, fontanería y pintura, de seis meses de duración, así como el grupo de teatro que tienen formado -no existente entre los hombres- que organiza varias funciones al año y son representadas para todos los internos (hombres y mujeres). Debemos confesar que la realización de actividades conjuntas de hombres y mujeres nos sorprendió agradablemente, porque pensábamos que no existía ningún contacto entre ellos, por los riesgos que pudiera entrañar.
Pero volviendo a la práctica deportiva de las mujeres reclusas, ésta queda reducida a tan sólo diez o doce internas que utilizan su derecho a asistir al polideportivo un día por semana, mañana y tarde (el mismo derecho que tienen el resto de los módulos), sin olvidar que pueden utilizar las instalaciones de que disponen en su módulo (también las mismas que en el resto). Respecto a las actividades deportivas más practicadas caben destacar el balonvolea y el badminton junto con el aeróbic; éste último pudieron practicarlo una temporada gracias a la colaboración de una de las propias reclusas que actuó como monitora del resto, por tener algunos conocimientos en esta materia; pero pese a la aceptación que tuvo entre las mujeres, la práctica de este deporte terminó al finalizar el cumplimiento de su pena la reclusa “monitora”, no pudiendo ser sustituida por otra reclusa en este puesto ni por una monitora exterior al carecerse de medios económicos suficientes para ello. Al llegar a este punto debemos resaltar un aspecto de especial importancia: la insuficiencia de medios humanos con que cuenta la prisión en el ámbito deportivo, ya que pese a disfrutar de las fabulosas instalaciones deportivas que acabamos de ver, los medios humanos de que dispone para hacerse cargo de ellas se limitan a un monitor deportivo, funcionario de prisiones y diplomado en Magisterio por la especialidad de Educación Física y un educador, también funcionario pero sin titulación deportiva (aunque con experiencia en este campo). Además el centro cuenta con la ayuda de un monitor deportivo de la ONG llamada BATA, gracias a un convenio firmado con la Junta de Andalucía, y con dos monitores, diplomados en Educación Física que son contratados por un período de seis meses al año (que con el mes de vacaciones queda reducido a cinco meses). En definitiva, tan sólo tres personas fijas para ocuparse de la práctica deportiva de casi 1.500.
El curso de dinamización deportiva
Teniendo siempre presente el principal objetivo de nuestra investigación -analizar el valor del deporte como terapia en la reeducación y reinserción social de la población reclusa- organizamos un curso de deporte, conjuntamente con los responsables de la cárcel de Huelva, mediante el cual veintidós alumnos de la Universidad de Huelva de 3º de Magisterio de Educación Física tendrían la oportunidad de estudiar el mundo carcelario desde una perspectiva interdisciplinar, realizando un análisis del perfil sociológico y psicológico de los internos a través de las aportaciones de los diferentes técnicos funcionarios del centro (psicólogos, médicos, educadores, terapeutas ocupacionales) y en el interior mismo de la prisión, de tal forma que después de cada unidad teórica se visita el lugar en donde se desarrolla la actividad estudiada, como el centro médico, talleres ocupacionales, instalaciones deportivas, incluso se visita un módulo en el que hacen la vida los reclusos, así como sus celdas, para ver in situ la problemática del interno.
La convocatoria del curso fue un éxito entre los alumnos universitarios que, tras superar el período de formación teórica, se dispusieron a trabajar con los reclusos, haciéndose cargo -siempre por parejas y acompañados de un funcionario de la prisión- de un grupo de internos (sobre un número de veinte) al que iban a introducir en una determinada actividad deportiva durante un mes y medio, dos días a la semana. Se ofertaron un total de diez deportes distintos (natación, fitness, fútbol, fútbol-sala, atletismo, baloncesto, voleibol, balonmano, badminton, y squash) al que pudieron apuntarse 130 internos en régimen de segundo y tercer grado. Las peticiones de los internos superaron con creces el número de plazas (hubo casi 700 solicitudes), con lo se tuvieron que aplicar varios criterios para seleccionar a los reclusos participantes:
el primero fue el buen comportamiento, que, teniendo en cuenta que la gran mayoría de los presos lo cumple, no sirvió para mucho;
el segundo fue la actitud y el interés del recluso hacia el deporte (si había participado antes en actividades deportivas cuando se lo habían ofrecido o que alguna vez él lo hubiera solicitado), y
el tercero y más importante, es el criterio que tuvo en cuenta el tratamiento del interno, que conllevó un análisis individualizado de su necesidad de tratamiento (aquellos con condenas más largas, más bajos de moral, los que hubieran sufrido alguna recaída en la droga, etc...)
2.- PROCEDIMIENTOS METODOLÓGICOS
Una vez finalizado el curso de deporte nos permitieron pasar un cuestionario a todos los internos que lo habían hecho con la finalidad de estudiar las consecuencias que había tenido en ellos la participación en el programa deportivo (de nuevo hay que resaltar la colaboración prestada en todo momento por las autoridades carcelarias, así como la organización llevada a cabo por los mencionados educadores para organizar el “sacar” de cada módulo a los internos que habían participado -recordemos que están repartidos en 14 módulos y que se necesita un permiso especial para trasladar a un preso a otra dependencia- para que pudieran ser entrevistados por los encuestadores, a los que también se les tuvo que proveer de pases especiales para acceder al interior de la prisión). Tardamos cuatro días en hacer las encuestas a 117 de los 130 que habían hecho el curso de deporte (95 hombres y 22 mujeres), el resto ya habían salido en libertad (los de los módulos 1 y 2) o en conducción (trasladados a otras cárceles), ya que tuvimos que esperar dos semanas tras la finalización del curso para poder pasar los cuestionarios (por cuestiones organizativas de la prisión).
Hemos elegido esta técnica de investigación por considerar que es la más adecuada para valorar los beneficios del deporte en todos los reclusos participantes, de una forma objetiva y exhaustiva, contemplando las variables más significativas para nuestro estudio, variables que establecimos tras entrevistar a los funcionarios deportivos y a varios reclusos que practicaban deporte de forma habitual en la prisión. Estas entrevistas fueron de enorme utilidad en la confección de nuestro cuestionario, dividido en cinco grandes apartados:
1º.- Razones por las que se apuntaron al curso, donde además se estudia la práctica deportiva (tipos de deportes y frecuencia de la actividad) del interno antes del curso, durante el curso y una vez que éste ha finalizado.
2º.- Satisfacción con la experiencia, si los internos han estado satisfechos con el programa deportivo en general y con aspectos concretos del mismo.
3º.- Los monitores, apartado que pretende evaluar la labor de los monitores del curso, para terminar comparando las relaciones establecidas entre los internos y estos monitores, con las relaciones que mantienen los reclusos con el resto de los colectivos que tratan con ellos en la prisión.
4º.- Consecuencias del programa deportivo, de máximo interés para nuestro estudio, pues analizamos estas consecuencias de forma global y de forma pormenorizada, haciendo un especial hincapie en los posibles beneficios de la práctica deportiva en la lucha contra la drogadicción.
5º.- Variables sociodemográficas, de presencia obligada en cualquier cuestionario; en el nuestro, además de contemplar el sexo, estado civil, origen, edad, nivel de estudios y profesión, analiza el perfil del recluso como delincuente (edad del primer ingreso, número de ingresos en prisión, tiempo total de la condena que cumple en la actualidad, etc.). Todas estas variables serán de inestimable valor para estudiar el valor que tiene la práctica deportiva en la casuística que representa la situación de cada recluso.

3.- RESULTADOS: CONSECUENCIAS DEL PROGRAMA DEPORTIVO
De los 130 internos que participaron en el curso de deporte casi el 84% practicaba antes alguna actividad física, siendo los deportes más practicados el fútbol (casi el 24%), el fútbol-sala (el 21,4%) y el fitness (12,8%). El resto de los deportes que ofertaba el curso sólo eran practicados antes de forma muy minoritaria, principalmente -como ya hemos apuntado- por la falta de personal por parte de la prisión. De hecho, al finalizar el curso, ante la pregunta “sigues practicando el deporte que hiciste en el curso” vuelven a repetirse los mismos niveles de práctica deportiva que había antes del mismo, con casi el 16% de reclusos que no hace deporte nunca o casi nunca. Lo que sí es interesante comprobar son los deportes elegidos como preferidos tras la realización del programa deportivo, porque aunque se mantiene el fútbol como deporte rey, se incorporan en los primeros puestos de la lista la natación (en un 2º lugar, con el 16’2%) que desbanca de ese puesto al fútbol-sala, y el atletismo (en 4º lugar, con el 12%).

Otro de los aspectos analizados en nuestra investigación fue qué motivaciones tuvieron los internos para apuntarse al programa deportivo y si esas mismas motivaciones se mantenían una vez que el curso estaba casi finalizando para seguir asistiendo al mismo
MOTIVOS DE LA PRÁCTICA DEPORTIVA Para apuntarse al curso (%) Para seguir asistiendo (%)
Por mejorar la forma física 91’4 96’6
Porque es bueno para la salud 94 96’6
Para hacer nuevos amigos 64,1 61,5
Por pasar el tiempo (distraerme y hacer algo) 79,5 78,6
Por combatir la soledad 47,9 55,5
Porque pensé que sería divertido 83 93,2
Por descargar tensiones 74,4 78,6
Por demostrar a gente de fuera de la cárcel cómo son los presos como personas 65,8 74,3
Pensé que me ayudaría a no consumir droga 60,7 63,2
Estas cifras indican el porcentaje de reclusos que eligió cada una de estas motivaciones como “mucho o bastante”. Las motivaciones más elegidas para apuntarse al programa deportivo aparecen, por este orden, porque es bueno para la salud y por mejorar la forma física (ambas con más del 90%), seguidas por porque pensé que sería divertido y por pasar el tiempo (es obvio que ésta apareciera con casi un 80%, por ser uno de los problemas principales del interno el qué hacer con su tiempo libre, como ya apuntamos al principio). En los últimos puestos aparecen para hacer nuevos amigos, porque pensé que me ayudaría a no consumir drogas y para combatir la soledad, por este orden (aun así, las dos primeras han sido elegidas como “mucho o bastante” con más del 60%). Una vez realizado el curso, aparentemente se mantiene la selección que se hizo antes de las motivaciones (como queda reflejado en la tabla anterior), sin embargo, debemos hacer varias precisiones:
Las dos más elegidas (porque es bueno para la salud y por mejorar la forma física) presentan ahora un porcentaje aún mayor (con casi el 97% de “mucho o bastante”); además hay que resaltar que este aumento en las votaciones ha tenido lugar principalmente en la opción “mucho”, que ha aumentado más del 11%.
La motivación porque pensé que sería divertido sube a un segundo puesto (con más de un 93,2%), siendo nuevamente la responsable de esta subida la opción “mucho”, que ha sido votada casi un 19% más que en la ocasión anterior.
Las únicas que aparecen con porcentajes menores son para hacer nuevos amigos y por pasar el tiempo; esta última disminuye más de un 5%, lo que pone en evidencia que, pese a ser un problema real el tiempo libre entre los reclusos, estos anteponen otros beneficios que les reporta la práctica deportiva, como motivos para seguir participando en la misma, una vez que tienen la oportunidad de descubrirlos al hacer deporte.
Por último, hacer notar la subida que experimenta la motivación por demostrar a la gente de fuera de la cárcel cómo son los presos como personas, que concuerda con los fabulosos resultados de la evaluación que hicieron los reclusos de sus monitores deportivos (los alumnos de la Universidad de Huelva).
Como principales resultados generales respecto a las consecuencias del programa deportivo hay que resaltar que los internos participantes han estado muy satisfechos con la experiencia, de la que dicen haber ejercido una influencia mayoritariamente muy favorable en sus vidas. En concreto, esta influencia se ha dejado sentir sobre estos importantes aspectos de la vida de los reclusos de la siguiente forma:

Preg. La participación en el programa deportivo le ha ayudado mucho, bastante, poco o nada a conseguir lo que le leo a continuación? (en %).

Mucho Bastante Poco Nada NS/NC
Aprender a aceptar y cumplir reglas 41 32’5 14’5 12’0 ----
A controlar emociones 41’9 29’9 19’7 8’5 ---
A exigirse más a uno mismo 54’7 29’9 12’0 0’9 2’6
A pertenecer y colaborar con un grupo 57’3 36’8 1’7 3’4 0’9
A no consumir droga 44’4 23’1 5’1 16’2 11’1
A ser feliz 54’7 35’0 6’8 3’4 ----

Para casi el 60% de los reclusos el participar en el programa deportivo le ha ayudado MUCHO a pertenecer y colaborar con un grupo, habiendo elegido también la mayoría esta opción de “mucho” para exigirse más a uno mismo y para ser feliz. También hay que destacar, por su importancia, que para casi el 75% de los internos el hacer deporte le ha ayudado mucho/ bastante a aprender a aceptar y cumplir reglas y a controlar emociones, resultados nada desdeñables si tenemos en cuenta el perfil psicosocial del interno (que establecimos al principio), y en el que reside su principal problemática, de la que también destaca la drogadicción. A este respecto el 68% de los reclusos afirman que el programa deportivo le ha ayudado mucho/bastante a no consumir droga; este resultado hay que comentarlo teniendo en cuenta ese 11% de reclusos que no ha querido contestar nada, o bien por que no consumen-por lo que no saben si el deporte ayuda a no consumir o no- o bien porque se niegan a responder, porque esto supondría un reconocimiento implícito de que son consumidores de droga. En cualquier caso, la enorme ayuda que supone para los reclusos el practicar deporte, en su lucha contra la drogadicción, queda reflejada en la tabla siguiente:

Preg.: Una vez que cumpla su condena y esté usted fuera de la cárcel, ¿cree usted que le ayudaría mucho, bastante, poco o nada a NO consumir droga cada uno de los siguientes aspectos? (en%)

Mucho Bastante Poco Nada NS/NC
Tener un puesto de trabajo 79’5 12’0 1’7 1’7 5’1
Su familia 84’6 6’8 1’7 1’7 5’1
Sus amigos 35’0 27’4 17’9 14’5 5’1
Pertenecer a un equipo con el que practicar deporte 67’5 23’1 2’6 1’7 5’1

Los internos establecen como ayudas más importantes para no volver a caer en la droga, una vez que estén en libertad, el apoyo de la familia (elegida con la opción MUCHO por casi el 85% de los reclusos) y el tener un puesto de trabajo (casi un 80%, también seleccionada como “mucho”), apareciendo los amigos en último lugar. Todas estas respuestas son muy lógicas y eran fácilmente previsibles, lo que sí es relevante para nuestra investigación es que casi el 68% de los internos afirme que el pertenecer a un equipo con el practicar deporte sea de MUCHA ayuda para no volver a caer en la droga, y que más de un 90% lo haya elegido como mucho o bastante.

La mujer reclusa y el programa deportivo
En esta presentación de los resultados generales de nuestra investigación no podemos dejar de comentar, muy brevemente, las principales conclusiones a las que hemos llegado en nuestro estudio sobre la mujer reclusa, de este modo vamos a ver su práctica deportiva, sus preferencias y las motivaciones para participar en el curso de deporte.
De todas las presas que participaron en el programa, casi el 60% no había practicado antes ningún tipo de actividad física; mientras que el 41% que respondió afirmativamente, en su mayoría (un 40’9%) practicaban fitness-aeróbic, seguido muy de lejos por otros deportes como la natación, el culturismo, el voleibol, el atletismo y el fútbol, todos con un número de practicantes en torno al 4’5% del total de reclusas deportistas. Para analizar las preferencias deportivas de todas ellas -las que practicaban antes deporte y las que no- tenemos que recordar que podían elegir entre diez deportes diferentes en el programa deportivo -entre los que estaban, además de los anteriormente mencionados, el fútbol-sala, el baloncesto, el balonmano, el badminton y el squash- y que podían apuntarse a dos o tres de ellos. Tras concluir el programa deportivo se obtuvieron los siguientes y sorprendentes resultados:


Fútbol 45’5 %
Fitness-aerobic 40’9 %
Natación 9’1 %
Fútbol-sala 4’5 %

Ni las mismas autoridades carcelarias, ni los funcionarios deportivos se esperaban la respuesta de las reclusas al programa, ni su aceptación y seguimiento, ni mucho menos la preferencia que mostraron respecto a los deportes. Esta selección de actividades físicas tuvo su lógico reflejo en las motivaciones que tenían las internas a la hora de practicar deporte.

Razones por las que participa en el programa deportivo
Para mejorar la forma física 32’2 %
Porque es bueno para la salud 90’9 %
Para hacer nuevos amigos 72’7 %
Por pasar el tiempo 81’9 %
Por combatir la soledad 63’7 %
Porque pensé que sería divertido 90’9 %
Por descargar tensiones 90’9 %
Pensé que me ayudaría a no consumir droga 51 %

Estas cifras indican el porcentaje de mujeres que han elegido cada una de estas motivaciones como “Mucho o bastante”. Vemos que las motivaciones señaladas mayoritariamente -con más del 90%- son la salud, la diversión y descargar tensiones, seguidas de pasar el tiempo (casi el 82%) , y de hacer nuevos amigos (con un 72’7%).

Podemos entrever que, cuando la mujer descubre los deportes competitivos y lúdicos, la búsqueda de mejorar la forma física queda en un segundo lugar y aparecen otras razones, como beneficios de la práctica deportiva, que se erigen como principales motivaciones para la misma, y que, si bien no recaen principalmente sobre la salud física, sí lo hacen sobre otros aspectos fundamentales de la persona humana, en definitiva, sobre su salud integral. Esto lo podemos fundamentar con la siguiente tabla que establece qué consecuencias tuvo el programa deportivo para las internas.

¿La participación en el programa deportivo la ha ayudado a conseguir lo que le leo a continuación?
A aprender a aceptar y cumplir reglas 91 %
A controlar emociones (rabia, enfados,...) 90’9 %
A exigirse más a uno mismo 81’8 %
A pertenecer y colaborar con un grupo 86’4 %
Le ha ayudado a no consumir droga 63’7 %
Le ha ayudado a ser feliz 95’4 %

Como en la tabla anterior cada motivación se ofreció de forma independiente de las demás, en una escala que contenía las opciones “nada, poco, bastante, mucho”, de ahí que cada una se evalúe sobre un 100%, e indican el porcentaje de mujeres que han elegido cada una de las opciones “Mucho o Bastante”. Para más del 90% de las reclusas, la práctica deportiva les ha ayudado mucho/bastante a aprender a aceptar y cumplir reglas y a controlar emociones, ambos beneficios son de esencial importancia para el objetivo que perseguimos en esta investigación. Y, sobre todo, para casi el 100% de las reclusas la práctica deportiva les ha reportado, principalmente, felicidad, aspecto que queremos resaltar en el caso de la mujer reclusa, por la especial situación de sufrimiento que presenta, respecto al recluso varón, por la separación familiar y alejamiento de los hijos; esta situación de sufrimiento provocó que, en el transcurso de las entrevistas para hacerles los cuestionarios, algunas de ellas se echaran a llorar y nos contaran su preocupación por los hijos que habían dejado, las circunstancias en las que se encontraban como responsables de sus hijos, etc. Esto no sucedió con ninguno de los reclusos varones.

1.4.- CONSIDERACIONES FINALES

“El deporte es una conducta reglada. Por ello es un hábito al autocontrol. En el niño que lucha con su compañero para llevarle al suelo hay una aceptación inconsciente de ciertas reglas rudimentarias que le impiden golpear con el puño o meter el dedo en el ojo. El las respeta. Aprende a dialogar con la vida (con otro ser humano) de una manera civilizada o cívica, que quiere decir respetuoso del otro y de sus apetencias con una aceptación jurídica de unos mismos derechos. El autocontrol es el primer gran principio de la convivencia humana. En el deporte este autocontrol se desarrolla en un ambiente eminentemente lúdrico, lo cual le priva de la servidumbre ambiental de una opresión rígida, impuesta, implacable” (CAGIGAL, 1990: 85).
Los resultados que hemos presentado en estas páginas revelan el enorme potencial del deporte, en el sentido que apuntara Cagigal, tanto en el ámbito de la prevención de la drogadicción y las comisiones de delitos, desarrollando la labor educativa a través del deporte en los jóvenes en especial situación de riesgo (aspecto que hemos abordado en la primera parte de nuestro informe), como en la reeducación y reinserción de la población reclusa, en la que el deporte juega un papel fundamental, tanto en sus aspectos físicos como psicológicos del interno, ayudándole además en su lucha contra su adicción a las drogas, una de sus principales causas de su ingreso en prisión. Por todo lo cual, desde aquí queremos dejar constancia de nuestro convencimiento sobre la necesidad de aplicar la práctica deportiva en la prevención de la drogadicción y las comisiones de delitos, y, una vez que estas tristes circunstancias hayan tenido lugar, en la reeducación y corrección de esas conductas delictivas. Pero estos primeros datos obtenidos en nuestro estudio son mucho más esperanzadores; no sólo avalan la labor reeducativa y de reinserción que desempeña el deporte en estos colectivos socialmente desfavorecidos, sino que apuntan a la capacidad de la actividad deportiva de lograr el mantenimiento dentro de unos hábitos de convivencia humana y de autocontrol -lo que siempre es más difícil- que apuntara Cagigal.
“Yo llevo metido en la droga desde los 16 años, y ahora que tengo 34 puedo decir que estoy limpio, que lo que lograo; el hacer deporte me ha hecho dejar la droga y sentirme sano, soy feliz cuando hago deporte y me encuentro bien. Yo he estao con la metadona y no me gusta. Es dejar una droga por otra. Ahora lo único que quiero es seguir en el equipo (el equipo de fútbol de la prisión) y cuando salga el mes que viene le he pedío a D. José (el monitor deportivo de la cárcel) que pueda seguir en el equipo de alguna forma, así cuando salga fuera y me encuentre otra vez con la mierda que hay allí, tenga un referente en mi vida, porque así sé que una o dos veces a la semana tengo que verlo y tengo que estar limpio para que me deje jugar. No sé si me dejaran hacerlo pero necesito seguir en el equipo jugando y compitiendo como ahora, necesito un referente en mi vida para no volver a caer” (Quintero, recluso del Centro Penitenciario de Huelva. Es la cuarta condena que cumple en su vida por robo y agresión).
Declaraciones como estas revelan la necesidad de poner en prácticas políticas sociales en las que el deporte desempeñe el papel protagonista que se merece, dirigidas de manera preferente a los distintos colectivos aquí estudiados, y de forma especial, enfocadas hacia la prevención; unas políticas que cuenten con una buena planificación, con los medios necesarios y con la continuidad que garantice el éxito de las mismas.

BIBLIOGRAFÍA
Boletín de información penitenciaria, abril 1991.
Cagigal, J.M. (1990): Deporte y Agresión. Alianza Deporte. Madrid.
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