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CRÁTERES METEORÍTICOS, IMPACTOS Y EXTINCIONES MASIVAS

El día de Navidad de 1704 el cielo de Cataluña se vio surcado por un inmenso bólido. Fragmentos de un cuerpo de varias toneladas cayeron en los alrededores de la población de Terrassa. Había caído un meteorito en una época de convulsión política. Los seguidores del archiduque Carlos de Austria interpretaron el suceso como una señal divina a favor de su causa, y espoleados por el inusitado fenómeno participarían en la Guerra de Sucesión contra Felipe V, con las consecuencias que todos conocemos.

Existen muchos meteoritos famosos ligados a la historia de la Humanidad como el meteorito de Ensisheim o la piedra sagrada de la Kaaba (aunque en este caso los científicos creen que no es un meteorito sino una tectita, vidrio formado por la colisión de un meteorito con la superficie terrestre). De hecho los meteoritos son la explicación de por qué algunas civilizaciones dispusieron de herramientas de hierro antes de la edad de hierro, como en el caso de los esquimales, los egipcios o los aztecas (meteorito de Campo del cielo o meteorito de Otumpa).

En las crónicas del monasterio de Canterbury podemos leer lo que Gervasio de Canterbury escribió en el siglo XII sobre un impacto meteorítico pero esta vez no sobre nuestra Tierra, sino ¡contra la Luna!. Cinco monjes del monasterio vieron, en junio de 1178, cómo en la Luna, que estaba creciente "el cuerno superior se abrió en dos y en el punto medio de la división emergió una antorcha flameante que vomitaba fuego, carbones calientes y chispas. Mientras, el cuerpo de la Luna que estaba debajo se retorció. La Luna palpitó como una serpiente herida. Después recuperó su estado normal. Este fenómeno se repitió una docena de veces o más, asumiendo la llama varias formas retorcidas al azar... Entonces, tras estas trasformaciones, la Luna tomó una apariencia negruzca de cuerno a cuerno."

Esta narración nos habla de lo que parece ser una tremenda colisión de un cuerpo que al parecer se produjo contra la zona norte de la Luna. De ser cierta esta interpretación, a juzgar por la descripción el objeto que impactó era realmente grande, y de haber caído contra la Tierra habría tenido consecuencias catastróficas. Si en efecto el fenómeno observado por estos monjes fue producido por un impacto, nuestro satélite, afortunadamente, lo habría interceptado, y debería haber dejado en su superficie un cráter de impacto. ¿Pero existe ese cráter? Hoy día son muchos los astrónomos que creen que sí, que en efecto el evento narrado por los monjes de Canterbury fue un impacto meteorítico, y creen haber identificado la huella del suceso: el cráter lunar Giordano Bruno, de 22 km de diámetro.

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