ADELA GARZÓN
Adela
Garzón es directora
de la revista Psicología Política.
|
La
democracia dialogante de Joan Romero
Cuando
se analizan algunos discursos e intervenciones de Joan Romero, se
tiene la impresión inicial de estar ante un líder político distinto,
porque habla de lo que no habla casi ninguno (el partido como
espacio común de los ciudadanos, elaborar soluciones con la
"complicidad" del ciudadano, líder de principios, etcétera) y no
menciona lo que mencionan todos, estén a la izquierda o a la derecha
(bienestar económico, gobierno, trabajo, condiciones laborales,
poder adquisitivo, votos). Sus discursos sintonizan bien con la
nueva cultura política; es un líder con sensibilidad y agudeza para
captar los cambios y el contenido político que reivindican los
ciudadanos, sobre todo los más jóvenes y menos comprometidos en la
política de partidos. Su último discurso, Informe político del
secretario general al Comité Nacional del PSPV para su debate y
votación, pone de manifiesto claramente esa sensibilidad para captar
los cambios y proponer la adaptación del PSPV a los mismos. Si se
compara con intervenciones previas, es evidente que ha avanzado en
la elaboración conceptual de su proyecto renovador, denominado ahora
"democracia dialogante" y ubicado política
y geográficamente en la izquierda europea, muy en correspondencia
con la tercera vía del centroizquierda. Esta nueva construcción
consiste en una reinterpretación de la política, que desvinculándola
de la economía y el poder, la sitúa en un contexto ético y cultural;
es la política a caballo de la acción social y la ética cívica.
También propone la ruptura con el líder tradicional, el que es
apoyado y utiliza los recursos del partido, y que busca el control
burocrático de la organización, y la incorporación de un nuevo
liderazgo: el líder basado en principios. Plantea un nuevo concepto
de militante, que ya no se define por su afiliación de carnet, sino por la capacidad de entrega y
altruismo, muy coherente con las ONGs, la
solidaridad juvenil y los voluntarios, estableciendo así una
frontera permeable y difusa entre militantes, simpatizantes y
ciudadanía, eso sí, progresista. Propone en coherencia con lo
anterior una visión diferente del partido, que frente a la
identificación ideológica pasa a ser "el espacio de encuentros
diversos y dialongantes, el foro de los
problemas del ciudadano", de todos los ciudadanos. El partido no es
patrimonio de militantes y simpatizantes, es de todos. Su discurso
está cargado de atractivo y seducción: acción en la calle, el
partido como foro de encuentro, movimientos sociales y acción
cotidiana del militante, política como confluencia de los deseos de
los ciudadanos, etcétera. En definitiva, una estructura horizontal y
directa de la acción política. Cualquier ciudadano mínimamente interesado por la vida política
podría sentirse atraído por este nuevo escenario de acción política.
El espíritu de la Politécnica ha hecho su revolución interna. ¿Cuál
es entonces el problema de Joan Romero? El análisis de su último
discurso desvela algunas de las claves de la paralización de esta
iniciativa renovadora. Por un lado, nos encontramos con un líder
político que reclama constantemente la aprobación burocrática del
partido. Primera contradicción: mientras el proyecto se encamina a
romper con la vieja estructura del partido, con el viejo concepto de
militante, con el personalismo y el dirigismo, su actor o actores
están bloqueados por falta de aprobación social. El nuevo equipo
busca el éxito y, al no encontrarlo, se paraliza. Es evidente que
cualquier persona o grupo necesita cierta aprobación social; el
problema no está ahí, el problema es que el líder y el equipo del
espíritu renovador requieren la aprobación de un sector de los
dirigentes del PSPV-PSOE. Segunda contradicción: su nueva concepción
del líder, del partido y de la política debería llevarles, por
coherencia, a buscar la aprobación de los nuevos actores que
propugnan: los ciudadanos (militantes, simpatizantes y los de
movimientos de acción directa). Cuando Romero rompa con esa
necesidad imperiosa que tiene (le ocupa casi el 40% del texto) de
que sus viejos dirigentes le apoyen en sus ideas y oriente esa
necesidad hacia el ciudadano que tanto menciona, ese día el espíritu
de la Politécnica podrá echar a andar. La tercera contradicción es
que gran parte del discurso se centra en hablar de "ellos mismos",
cuando su nueva política exige descentrar la vida política de las
cuestiones internas y salir al encuentro de los deseos e intereses
de la vida local cotidiana; el 33% de sus términos son autoreferentes. Además, sorprende que un
discurso tan innovador, donde no se conservan casi ninguna de las
viejas definiciones de la democracia, sin embargo esté repleto de
viejos términos. Quizá se podría hablar de nuevos odres para vino
viejo, porque los términos más frecuentes siguen siendo los de
siempre (política, partido, congreso, militante, elecciones,
etcétera). Más aún, siendo su proyecto bastante coherente con la
nueva cultura política, estando casi ausentes de su discurso
términos referentes a valores tradicionales materialistas, no se
entiende que luego defina las preocupaciones de los ciudadanos en
clave materialista; a los ciudadanos, dice, los preocupa el paro, la
pobreza, el estado del bienestar, el desarrollo económico. Más grave
es todavía que, al definir el nuevo marco de acción del partido, en
función de esa democracia dialogante, vuelve al modelo vertical y al
narcisismo del partido, al fortalecimiento de las relaciones
estructuradas. Y en otro contexto se le escapa la idea, nada actual,
de que los deseos de los ciudadanos deben ser interpretados por los
más capacitados para hacerlo. Estas reflexiones no invalidan de
ninguna forma la propuesta innovadora que encabeza Romero, porque el
proyecto tiene fuerza y las personas que lo avalan tienen
credibilidad suficiente. Las ideas las tienen, voluntad no les
falta; al espíritu de la Politécnica sólo le queda que alguien le
transmita vida y concreción. Si ellos no lo hacen, acabarán
haciéndolo líderes de otros partidos que, lentamente, sin decirlo ni
armar ruido, están desarrollando nuevas formas de diálogo con el
ciudadano de la calle. El espíritu de la Politécnica debería
aprovechar las posibilidades de "encuentro directo con el ciudadano"
que le ofrecen las nuevas tecnologías de comunicación, desde foros
de discusión de problemas locales, pasando por un pulso al juicio
ciudadano sobre decisiones políticas o, simplemente, abrir un buzón
de correo electrónico para que esos ciudadanos progresistas puedan
preguntarles, recomendarles o decirles lo que desean. Olvídense de
la lucha fraticida del partido y pónganse en marcha, verán cómo les
siguen. Los protagonistas del proyecto renovador se han olvidado que
la elaboración conceptual de la política debe reforzarse con la
visibilidad de la propuesta y su puesta en escena. Tres recursos
básicos para el éxito político. |