Edición
del miércoles, 31 de enero de
2001
ADELA GARZÓN
EL PAÍS
- C. Valenciana - 31-01-2001 Casi cuatro
meses después de que llegara a la secretaría del PSPV, Ignasi Pla presenta
en sociedad el proyecto socialista para la Comunidad valenciana. Cuatro
meses después cumple un rito iniciático al participar en una conferencia
del Club de Encuentro Broseta. Lo que dijo,
y cómo lo dijo, justifica muy poco las expectativas y esperanzas que
parece haber despertado. No hubo grandes novedades temáticas en su
discurso. Su estilo personal fue simétrico, atónico y sin altibajos. No
hubo cortes ni en la entonación, ni en el ritmo. La atonía verbal se
acompañó del gesto y rigor desapasionado. ¿Qué es lo que provocó entonces
la confianza y satisfacción socialista? ¿Será verdad, como dicen los
expertos, que existe un razonamiento político acertado pero construido con
baja información? Si
analizamos el contenido de su conferencia, no encontramos razones
poderosas para las expectativas creadas. No propuso grandes innovaciones;
las siete claves del nuevo modelo de desarrollo son las de siempre, las de
todos, y tan genéricas que las subscribe cualquier partido. Más aún,
introdujo posturas y temas que en otro momento, en otro contexto y en otro
líder habrían supuesto algún disgusto que otro. Zapatero habló en el Siglo
XXI del socialismo libertario, e Ignasi Pla nos anuncia que el punto de
llegada y el motor del proyecto socialista es la persona. Vamos, que de
seguir así echaremos de menos la simple defensa de un socialismo
igualitario. Habló también del emprendedor, un truco semántico para ser
políticamente correcto cuando se refiere al empresario, pero sin
mencionarlo. Nombró mucho más la igualdad que la libertad, pero convertida
en igualdad de oportunidades, una forma de referirse al mercado laboral, a
la economía del capitalismo, pero sin decirlo. Al señalar las
desigualdades laborales de la mujer, ni siquiera habló directamente de
discriminación positiva. Se quedó en simples medidas de acción positiva,
¡faltaría más que encima fueran negativas! Un discurso cargado de
cuestiones económicas, financieras y empresariales. Hasta cerca de 30
veces hizo alusión a esos viejos temas, mientras que las nuevas cuestiones
de la sociedad de la información, la cultura o la educación quedaron
limitadas a poco más de una docena de ocasiones. Los ejes
centrales del nuevo proyecto, enmarcados en la igualdad de oportunidades y
la calidad de vida, reflejan cierta moderación política en la aceptación
de los nuevos valores de la sociedad. Esa prudencia política quedó
manifiesta en su defensa de la familia tradicional, que acompañó de un
tímido reconocimiento y respaldo a otras formas de entender y vivir la
familia, cuando en la nueva cultura el orden sería exactamente el
contrario, en el mejor de los casos. Y quizá esa moderación y prudencia le
llevaron también a entender que la sociedad de la información exige el
dominio del inglés, olvidándose de que lo que está en juego son
habilidades, mentalidad y valores sociales que no se pueden reducir al
conocimiento de un idioma. En
definitiva, visto que su discurso se movió en el escenario de lo
tradicional, lo moderado y con escasa innovación, no nos queda más remedio
que volver a plantear cómo consiguió Pla infundir optimismo y expectativas
en las filas socialistas. La clave de
su éxito está en la utilización de un razonamiento político con baja
información. Un tipo de argumentación muy eficaz, porque si bien
proporciona poca información y contenido especializado, aporta las claves
emocionales necesarias para decidir si un líder y un programa son fiables,
dignos de confianza, leales a sus promesas y realistas en sus metas. Es
información emocional, que la audiencia experimenta de forma positiva, y
que facilita la formación de juicios acertados y correctos sobre el tema
en cuestión. En los años
sesenta, el conocido estudio del votante americano puso de manifiesto que
los ciudadanos tienen preferencias políticas, votan y eligen a sus
representantes con poca o ninguna información política. Un hecho que
alarmó injustificadamente a los defensores de la democracia. Hoy sabemos
que en el razonamiento político es tan importante la argumentación
fundamentada como las pistas emocionales que nos ayudan a alcanzar una
conclusión acertada. Ignasi Pla
utilizó estas pistas emocionales, no con el gesto o la lectura, sino con
la estructura y contenido de la conferencia. Consiguió provocar que un
discurso de corte tradicional infundiera confianza, expectativas de éxito
y satisfacción. El discurso
estuvo plagado de alusiones a lo nuevo. Habló continuamente de nuevos
valores, de nuevos problemas, de nuevos retos, de las nuevas vías y nuevos
mecanismos. Novedades todas que asoció al modelo del proyecto socialista
para la Comunidad Valenciana y al nuevo compromiso con el ciudadano. Más
aún, no dejó de plantear que estaban ya preparados, que la conferencia era
un punto de partida, que tenían una línea de trabajo. Nuevos valores para
el modelo de sociedad que defienden los socialistas. Y dentro de lo nuevo,
habló de nueva etapa, de nuevas generaciones, de nuevo timón. En más de 35
ocasiones introdujo indicios energizantes en el razonamiento
político. Ignasi Pla
fue el conferenciante, el protagonista, pero se situó en el lado del
oyente, del socialista de a pie y de la audiencia en general. Puso tanta
complicidad desapasionada en el discurso, que se confundía continuamente
el nuestro socialista, con el nuestro ciudadano, con el nuestra comunidad.
Pasaba silenciosamente, entre sentencia y sentencia, de un significado a
otro. Habló como secretario general del PSPV y habló como ciudadano. Sin
protagonismo personal, dio paso a un colectivo abierto y plural, donde
parecía que valencianos, socialistas y comunidad eran la misma cosa. Un
razonamiento semejante utilizó Zapatero en su conferencia del Club Siglo
XXI. Esta
complicidad emocional de carácter positivo la extendió al gobierno de
Zaplana, comprometiéndose a apoyar sus políticas de desarrollo y progreso
de la Comunidad. Dijo sí. Y dijo sí a las aportaciones constructivas, a
tomar medidas que beneficien a la colectividad. Se unió a la España de las
oportunidades de Zaplana, pero emocionalmente matizada por la igualdad de
esas oportunidades. Y también extendió la complicidad afectiva al
ciudadano, proponiendo su mayor protagonismo en la actividad
parlamentaria, así como reivindicando su autonomía, libertad y
dignidad. Empleando
inteligencia emocional, el secretario general del PSPV colocó en posición
de salida al partido socialista. Se acercó lo suficiente al estilo
Zapatero que, como ocurre con el padre de Hamlet, es el gran ausente y
actor principal. Al mismo tiempo, el contenido tradicional de su discurso
evitó resistencias y suspicacias en los más reacios a la nueva etapa
socialista. El tono emocional ha dado argumentos a unos y a otros para
confiar y empezar a trabajar. No es un mal comienzo ni una mala
estrategia. Adela Garzón es directora de la revista Psicología Política. garzon@uv.es |
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