CURS 03/04  

 

 

Miguel Ángel Safont López

 

¿Quién debe a quién?

Deuda ecológica y deuda externa  

J. Martínez Alier.

 

En primer lugar, quiero destacar que este libro, aunque el problema tratado es algo que viene ya desde lejos, es muy interesante, en el sentido que plantea la cuestión de saber si la deuda que mantienen los países subdesarrollados (por así llamarlos), no esta ya suficientemente pagada con todo el daño que los países desarrollados les han provocado.

En el primer capítulo de este libro, uno de los autores (Arcadi Oliveres) nos sitúa un poco en contexto, ya que explica detalladamente desde cuando empieza a hablarse de la deuda externa hasta la actualidad. Ciertamente, la deuda de los países tercermundistas empieza a aparecer en México y otros países, que son incapaces de hacer frente a sus compromisos internacionales. Pero bien, como los países desarrollados eran los acreedores, lo primero que se intenta es buscar una solución que satisfaga a todas las partes, algo bastante difícil de conseguir cuando se les presentan unas condiciones tan desfavorables a los países deudores. Se nos habla de algunas de las causas posibles de este endeudamiento entre las que cabe destacar:

-         El comercio desigual, ya que disminuye el precio de las exportaciones desde los países tercermundistas, por la sobreoferta de productos primarios y por la aparición de sustitutos químicos a determinadas materias. Si al hecho de que tengan que vender más barato, le unimos el encarecimiento de las importaciones provenientes del primer mundo, es una razón de peso para este endeudamiento.

-         Los gastos nocivos, algo que no logro llegar a comprender que no tengan dinero en muchos casos, ni para vivir, pero si que dispongan de artículos de lujo, armas y otros productos, en vez de satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos.

-         Las renovaciones perjudiciales, si se trata de intentar acabar con el endeudamiento de los países tercermundistas lo que no se puede plantear es que estos vendan su terreno y sus empresas más rentables a unos precios pírricos (algo que han aprovechado los países “ricos” para enriquecerse aún más), para intentar paliar esa deuda, aparte los diferentes planes que se han puesto en marcha para paliar esta deuda no han hecho más que aumentarla, algo lógico, ya que las propuestas de resolución surgieron de los gobiernos de Reagan y Bus o bien del FMI. Se propusieron los PAE (Plan de Ajuste Estructural) que tienen consecuencias nefastas, al plantear un control de la inflación que solamente logra disminuir el poder adquisitivo de la población; la reducción del déficit presupuestario que implica la disminución de las prestaciones sociales y la liberalización del mercado que provoca que las compañías transnacionales reconduzcan sus beneficios a otros países más seguros económicamente. También se propuso la Iniciativa PPAE (Países Pobres Altamente Endeudados) pero claro, como siempre, con condiciones favorables a los países acreedores, este plan en principio proponía que los países tercermundistas sufrieran dos etapas de unos tres años de ajustes y apertura al exterior a cambio de recibir reducciones de la deuda, pero no debió de ser muy rentable, cuando sólo Bolivia, Burkina Faso, Mauritania, Mozambique, Tanzania y Uganda (de los 42 países seleccionados) han alcanzado las tres etapas de este plan y el grupo denominado G7 planteó el PPAEII.

Tal como demuestran los gráficos en este libro, en algunos casos la ayuda al desarrollo que le llega a un país tercermundista, es prácticamente la cantidad que tiene que pagar al país acreedor, por tanto parece un poco insólito hablar de la cooperación de los países desarrollados cuando lo que están consiguiendo es que los tercermundistas estén todavía mas endeudados, y cada vez en una pobreza más extrema por parte de su población que no puede ni cubrir sus necesidades básicas.

 

El segundo capítulo trata la deuda ecológica (Joan Martínez Alier). La deuda ecológica, se ha venido acumulando desde los años 70-80 pero todavía hoy es un factor muy importante que dificulta el desarrollo de los países tercermundistas. Es muy triste saber que un niño que nace en un país tercermundista, por el simple hecho de nacer ya debe una suma de dinero desorbitada. En este capítulo se habla de la deuda ecológica como algo difícilmente cuantificable, ya que no se sabe del todo cierto todo el daño que se está causando ante una masiva depredación de la naturaleza. Mientras que la deuda crece a un interés del 4 o 5% anual, los recursos de la naturaleza tienen su proceso de crecimiento que conlleva bastante tiempo, y que si seguimos por este camino, pueden agotarse.

            Se plantea aquí una cuestión bastante curiosa, no por buena, ya que los países tercermundistas intentan aumentar el número de exportaciones hacia los países desarrollados, con el consiguiente perjuicio ecológico, pero aquí el problema es que al haber una sobreoferta, el precio del producto en el mercado (como pasa con la informática) debe de disminuir, con lo que se tiene que vender más barato; se produce mas daño a la naturaleza, para vender más barato ¿?. Se debería de tomar conciencia, por parte de los países desarrollados, que alguna vez, los recursos que generan los países tercermundistas se van a agotar, y por tanto no es bueno someterlos a esa sobreexplotación que no va a servir en ningún caso para paliar la deuda externa. Todo el proceso que se lleva a cabo para la extracción de, por ejemplo, “oro blanco” de las centrales hidroeléctricas, que inundan zonas de selva, destruyen biodiversidad, desplazan a poblaciones humanas y causan nuevas enfermedades, suponen un coste ecológico muy elevado, como para que desde el Norte siga reclamándose el pago de una deuda externa. Lo que si que me parece inadmisible del todo es que los países desarrollados se aprovechen de una forma tan vil y cruel de los tercermundistas, en el sentido en que para producir una materia, lo que hacen es construir las fábricas o instalaciones más contaminantes en los países tercermundistas, para que se queden allí toda la contaminación, intolerable!.

 

Al final del libro, hay una referencia al Tribunal Internacional de los pueblos sobre la Deuda, en el que como veredicto final, se tilda de ilegítima e inexistente la deuda externa y se dice que los países del Sur deben ser compensados por los del Norte, como consecuencia de la depredación ecológica que han llevado a cabo.

 

Ya para terminar y como conclusión personal, me gustaría decir que el problema tratado es algo bastante grave y de gran magnitud, que mientras que no se logre solucionar no se va a poder llegar a esa igualdad que se proclama a los cuatro vientos, ya que cuanto más dure esta situación mas se empobrecerán los países tercermundistas, y por tanto más difícil será que puedan salir de esta situación, cuando el dinero que pueden ingresar lo utilizan para pagar la deuda externa y no para su propio desarrollo. En general es un libro bastante ilustrativo y fácil de leer (aunque con alguna palabra un poco complicada) que es muy recomendable para saber algo más del problema en cuestión y para ver que los gobiernos de los países desarrollado son bastante hipócritas prestando una ayuda al desarrollo que después, prácticamente, se la cobran como deuda.

  Rosa Belén Ortiz Montañés

¿ QUIÉN DEBE A QUIÉN?  DEUDA ECOLÓGICA Y DEUDA EXTERNA

  J. Martínez Alier.

Los autores Joan Martínez Alier y Arcadi Oliveras tratan el tema de la deuda ecológica y la deuda externa.

La deuda externa aparece en México y otros países que son incapaces de hacer frente a sus compromisos internacionales.. Esta deuda deriva del comercio ilegal y se refleja en un menor precio de las exportaciones del Tercer Mundo a un incremento de los precios de las importaciones (con fuerte valor añadido), provinentes del Primer Mundo. Ese desequilibrio genera la deuda de los pobres hacia los ricos.

En los países del Tercer Mundo se producen gastos nocivos por parte de grupos privilegiados de la población que incrementan fuertemente la deuda. Otros factores generadores de deuda externa en los países pobres son: el establecimiento de las compañías transnacionales, la política de créditos a la exportación que constituyen un elemento de potenciación de nuevos mercados para la sobreproducción de las industrias del Norte a cambio de un endeudamiento en los del Sur y los créditos mal utilizados que obligó a las renovaciones perjudiciales de los mismos.

En definitiva, la deuda externa es un fenómeno complejo en el que influyen el conjunto de relaciones económicas internacionales, la evolución de los mercados financieros internacionales y el comportamiento de deudores y acreedores.

Los gráficos ofrecidos por los autores, muestran como cada año la deuda de los países pobres va aumentando. Pocas veces disminuye.

A partir de los años 80 se articularon distintas políticas tendentes a resolver el problema de la deuda, aunque favorecían más los intereses de los acreedores que los de los deudores. Los organismos internacionales encargados del problema de la deuda y en especial el FMI y el Banco Mundial se hallan sometidos al dictamen de los países del Norte más poderosos.

A instancias del G-7 el FMI, y el Banco Mundial y otras instituciones multilaterales, decidieron poner en marcha un programa especial destinado a los países más pobres. El programa llamado Iniciativa PPAE consistía en que dichos países, a cambio de “sufrir” dos etapas de unos tres años de fuertes planes de apertura exterior, ajuste y estabilidad macroeconómica, dirigidos todos ellos por el FMI, recibirían reducciones de su deuda. Las condiciones de la reducción fueron tan poco asumibles que se tuvo que implementar un segundo programa, la iniciativo PPAE II. Sin embargo, los países más beneficiados por esta iniciativa, siguen presentando niveles insostenibles de deuda.

Los PAE (Plan de Ajuste Estructural), traen efectos de carácter social especialmente dolorosos para las poblaciones de los países afectados, ya que plantean un control de la inflación que disminuye el poder adquisitivo de la población, la reducción del déficit presupuestario provocando una disminución de las prestaciones sociales y la liberalización del mercado haciendo que las compañías transnacionales orienten sus beneficios a otros países más seguros económicamente

En las sociedades del Sur y en buena parte de las del Norte, existe la conciencia de que esta deuda ha sido ya más que doblemente pagada. Por un lado por la ingente cantidad de intereses que los países endeudados han abonado sin poder hacer frente al capital. Y, por el otro, por el expolio que con el modelo de funcionamiento colonial han sufrido durante varios siglos. Resolver el problema es complicado, pues tendrían que aliarse entre ellos los países del sur y asumir el NOEI que les haría avanzar hacia un comercio equitativo, potenciar su industrialización, tener acceso a la tecnología, poder controlar la actuación de los países transnacionales, disminuir sus dependencias políticas y ver facilitadas sus políticas migratorias.

Frente a la deuda externa está la deuda ecológica que es la que deben los países del Norte a los del Sur por hacer uso de los servicios ambientales del sur gratuitamente. No debería pagarse la deuda externa hasta que el Norte no pagara primero la deuda ecológica.

Los países pobres, para pagar la deuda externa y sus intereses tienen que lograr un excedente que puede provenir de un aumento de la productividad, pero que en parte sale del empobrecimiento de las personas de los países deudores y del abuso de la naturaleza. Mientras la deuda crece, la naturaleza no puede crecer a un ritmo tan rápido. Los recursos renovables tienen ritmos biológicos de crecimiento que son más lentos que los ritmos económicos impuestos desde fuera. Por ejemplo, para exportar un diminuto gramo de oro se destruye muchísima vegetación, se mueve mucha tierra y se contamina mucha agua. Se exportan productos sin incluir en los precios los daños ambientales producidos local o globalmente. En estos daños hay que contar los daños a la salud humana.

Recientemente ha habido intentos de organizar redes de “Comercio Justo” mediante la cooperación desde el Norte con el Sur que nacen de la voluntad de incorporar en los precios ciertos costos sociales y ambientales.

El comercio ecológicamente desigual nace de dos causas. En primer lugar, la pobreza lleva a vender barato el propio medio ambiente y la propia salud por la falta de poder económico y social para defenderlo. En segundo lugar, el tiempo habitual necesario para producir los bienes exportados desde el Sur es habitualmente más largo que el tiempo necesario para producir los bienes y servicios importados.

Lo que sorprende es la ceguera que existe en EEUU respecto de los impactos ambientales locales de las importaciones como la minería y el petróleo.

La “condicionalidad” es un concepto que se usa en las políticas de “ajuste” financiero. La clave está en quién le pone el cascabel del “ajuste ecológico” a las economías ricas. La única manera de imponer ese ajuste al Norte sería a través de unos precios de exportaciones del petróleo y otras materias primas que fueran más altos, dejando de proporcionar servicios ambientales gratuitos.

Los autores coinciden en la idea de que los países ricos deberían pagar un impuesto ecológico a los países pobres que aumentara el precio de las exportaciones.

El problema se encuentra en la percepción que los países pobres tienen de lo que está ocurriendo. Mientras no cambie en América Latina la percepción social y política respecto del incremento del efecto invernadero y los temas ecológicos no sean vistos por los que influyen en las agendas políticas, va a ser difícil poner en la mesa internacional de discusión el tema de la deuda ecológica.

Al no reducir las emisiones de dióxido de carbono, los ciudadanos de los países ricos han ahorrado gran cantidad de dinero. Así, desde el Sur, puede argumentarse que el Norte ha producido y produce una cantidad desproporcionada de contaminación y que se apodera de gran cantidad de recursos naturales, lo que va contra la justicia ecológica y además pone en peligro la seguridad ecológica del Sur.

Lo mejor sería que se pudiera cancelar la deuda externa a cuenta de la deuda ecológica, lo que podría hacer que disminuyera la presión en el Sur sobre los recursos naturales y podría mejorar la situación de los pobres.

Como conclusión y opinión personal me gustaría destacar el grado de pasividad de los países ricos frente a los pobres. Deberían de observar que un niño que nace en los países subdesarrollados, nada más llegar al mundo, tiene ya una deuda externa con dichos países ricos. Lo que sucede es que no les conviene abrir los ojos y hacer frente al problema del impacto ambiental porque así tendrían que pagar una deuda ecológica a los países del Sur. Deberían dejar de comportarse como puros depredadores en la ley del libre mercado. Es un comportamiento puramente vergonzoso.

 

                                                       

 

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