CURS 03/04

Domingo Blasco García

 

``Globalización / antiglobalización´´

 

D. Held & A. McGrew

 

 


Los autores de este libro, David Held y Anthony McGrew, nos proporcionan, a través de una lúcida narrativa, algunas claves para entender uno de los debates intelectuales y políticos más importantes de nuestro tiempo, ya que los autores examinan la realidad de la globalización y evalúan las tendencias globales. Su fin es  explorar uno de los debates más fundamentales de nuestros días, debate que se compendia en torno a las fuerzas globales que modelan el panorama político-económico internacional (las interconexiones económicas que caracterizan el desarrollo de las relaciones mundiales).

 

Para seguir el discurso definiré brevemente que hemos de entender, en términos coloquiales o ``globales´´ - valga la redundancia- por globalización.  Llamamos globalización al proceso político, económico, social y ecológico que está teniendo lugar actualmente a nivel planetario, por el cual cada vez existe una mayor interrelación económica entre unos lugares y otros, por alejados que éstos estén.

 

La novedad de este libro, que le hace merecedor  de una lectura devota,  estriba en la claridad expositiva con la que D. Held y A. McGrew ilustran las diferencias, más allá de lo meramente terminológico, de globalización y antiglobalización brindándonos un análisis pormenorizado de las principales posiciones y alegatos políticos a favor y en contra de la misma.

 

Especial atención merece, a mi modesto juicio, el capítulo 5 del libro, ¿UN MUNDO (MAL) GESTIONADO?, en el que el discurso se centra en la gobernanza global y en la gestión y regulación económica del capital financiero y productivo. Este capítulo debe de convertirse en una lectura de obligado cumplimiento por todos aquellos interesados por el tema que tienen fe en una sociedad en la que la verdad, aunque sea en su más cruda naturaleza, se erija como un pilar y modelo de conducta a seguir. Como dicen los autores:

 

``El énfasis creciente puesto en la buena gobernanza, la democracia y, donde sea necesaria, la intervención humanitaria – lo que algunos han denominado el <<control de disturbios>> global- representa el intento de estabilizar un orden mundial centrado en el modelo capitalista liberal. En comparación, la acción global efectiva para combatir la distancia creciente entre ricos y pobres mediante mecanismos redistributivos, desde la ayuda oficial hasta la asistencia técnica, sigue siendo una aportación insignificativa en relación a la magnitud de la pobreza global´´ (página 78). 

 

La globalización pierde aquí toda su credibilidad como un proceso hecho por el hombre para beneficio de la humanidad. La prioridad son los beneficios (bienes, patrimonios, favores) por encima de las personas. Visto así la globalización se interpreta como un proceso económico ciertamente ineludible en el que el medio ambiente y el bienestar social se subordinan absolutamente a los imperativos del sistema económico, cuyo fin es la acumulación del capital por parte de una minoría.  Esta minoría dirige este proceso político a través de determinadas instituciones internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y también la que fue definida como "la organización política más importante del mundo": la Organización Mundial de Comercio.

 

En contraste con esta interpretación tan catastrofista de la goberzanza global, otras interpretaciones a favor de la globalización o mundialización abogan por el carácter dinámico, institucional y pluralista de la misma, por una multiplicidad de niveles en la que los diseños y ejecuciones de políticas globales implican un proceso de cooperación entre organismos, ya no solo transnacionales, sino también nacionales y a veces subestatales. En cualquier caso, esto no debe conducirnos erróneamente a pensar que se le concede igual importancia a todos los intereses mostrados por los distintos estados u organizaciones internacionales. Como dijo Friedrich Wilhelm Nietzsche, ``Nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía´´. No podemos, ni creo que debamos, contentarnos con lo que se nos dice y pensar que la globalización con todo lo que implica es inalienablemente buena y funciona igual para todos. De llegar a este punto no sé que sería peor si aquel que quiere vendernos una necedad y a fuerza de repetirla acaba creyéndosela o aquel que su ignorancia, desinterés y falta de criterio le lleva  a  asumir todo lo argumentado por los partidistas de la globalización sin pararse a pensar y hacer una criba de lo esencialmente bueno de aquello que no lo es.

 

Para hacer más claras ambas posturas (que difieren en si realmente se está teniendo lugar o no la globalización) los autores distinguen entre dos grupos bien definidos:

 

è Los globalizadores rechazan la afirmación según la cual globalización es sinónimo de americanización o imperialismo occidental (de los escépticos). Ponen el énfasis en la expresión de cambios estructurales que acarrea la globalización en la escala de la organización social moderna (esperemos que no ``alineación´´) a través del crecimiento de los mercados financieros, del desarrollo de los medios de comunicación, la difusión de la cultura popular, del crecimiento en número y tamaño de sociedades multinacionales y  la degradación medioambiental del globo terráqueo. 

 

è Para aquellos que adoptan una postura más escéptica (los denominados escépticos) la globalización no es tal cual se presenta. Consideran que se ha exagerado considerablemente la importancia y el impacto de la globalización. En un mundo en que ``la política de poder es la realidad dominante para los estados, la lucha endémica por la ventaja nacional relativa asegura que nunca será erradicada la desigualdad (...) siendo improbable que surja un orden mundial más justo mientras  las instituciones globales no tengan el poder efectivo para garantizar que los estados más ricos acometan políticas para conseguir una distribución más equitativa de la riqueza y la renta global´´ (págs. 102-103). Para los escépticos los Estados Unidos, como superhegemonía mundial, sigue siendo la fuerza principal que determina la gobernanza internacional (más que global).

 

Una situación que hace visible lo dicho en el párrafo anterior es la que se produjo a raíz de la guerra de Irak. Como escribe un columnista en EL PAÍS (domingo 28 de diciembre de 2003) Kofi Annnan, secretario general de la ONU, ha nombrado una comisión de alto nivel para recomendar mejoras en todo el ámbito de la seguridad y aplicación de las normas. Como todos los que hemos seguido, por poco que sea, los noticiarios y la prensa en el último año, la reputación de naciones Unidas está en sus mínimos debido a las fisuras abiertas en el Consejo de seguridad respecto a como solucionar el problema de Irak. El Gobierno de Bush se saltó a la ligera toda la legislación internacional y bombardeo Bagdad en busca de ``armas de destrucción masivas´´ que hoy día siguen sin aparecer. Ante esta vicisitud la ineficacia, pantomima y falta de representatividad de las Naciones Unidad se convierte en un escollo insalvable para aquellos que, como yo, abogan por una repartición más ecuánime de los recursos  disponibles y potenciales que lleven a los países más desfavorecidos o, como les gusta llamar a algunos, ``países del tercer mundo´´ o ``países en vías de desarrollo´´ a alcanzar una economía más desahogada y a un mayor bienestar social.

 

Lo que es innegable por todos, da igual que apoyen la globalización o la rechacen, es que en los últimos tiempos  ha habido un crecimiento de las conexiones de comunicación, económicas y políticas en y entre los estados y las regiones. Cada día surgen nuevos problemas que transcienden los límites fronterizos entre países y, en más de una ocasión, entre continentes (el caso más reciente es la guerra de Irak) al tiempo que aumenta la expansión de multinacionales, organismos oficiales de control internacional y de organizaciones no gubernamentales (ONG´s).  Hacia donde nos conduce esto, ni los autores del libro ni yo (no soy ni un erudito del tema ni tan poco tan pretencioso) sabemos daros respuesta. No quisiera posicionarme en ningún bando, no creo que los estados estén siendo eclipsados por los patrones contemporáneos de la globalización ni que los Estados puedan maniobrar sin tener en consideración la actividad político-económica que transciende de los límites que marcan la separación entre estados o entre  regiones geopolíticas.  No sé hacia donde derivará la globalización ni que cambios traerá con ella. Pienso que todo cuanto podamos predecir no es más que un acercamiento impreciso y probablemente incierto de lo que ocurrirá realmente a medio-largo plazo.

 

El libro concluye con la visión de un nuevo orden mundial, de una nueva política más compleja a la que nuestros autores denominan socialdemocracia cosmopolita cuyos valores son el imperio de la ley, la igualdad política, la justicia social, la solidaridad social y la eficacia económica.  Ésta se ha de concebir como un medio y un fin, como una base a través de la cual:

 

ü   Promocionar la administración imparcial de la ley en el ámbito internacional.

ü   Alcanzar una mayor claridad, control y democracia en la intendencia global.

ü   Lograr un mayor compromiso con la justicia e imparcialidad social en la búsqueda de una distribución más equitativa de los recursos mundiales.

ü   Alcanzar la protección y reinvención de la comunidad en diversos ámbitos (desde el local al global). 

ü   Regular de la economía global a través de la gestión pública de los flujos financieros y comerciales.

 

Realmente creéis que esta nueva visión puede algún día regir la actividad socio-política y económica de la humanidad o, simplemente, no es más que una utopía.  Os dejo abierto un mar de incertidumbres para que cada cual reflexione y se exprese en función de los sentimientos que le evoque el tema.

 

  Darrere