Ana Pastor Rodríguez 

                       

                   EL MUNDO NO ES UNA MERCANCÍA

                                 Los agricultores contra la comida basura

 

                                               JOSÉ BOBÉ Y FRANÇOIS DUFOUR

 

 

            Este libro es una entrevista con José Bobé y François Dufour en la cual el periodista  independiente Gilles Luneau, que está muy especializado en cuestiones agrícolas y rurales, pone de manifiesto a través de las ideas de estos dos agricultores la situación mundial frente a diversos aspectos que afectan en demasía a la sociedad en general y a la agricultura en particular.

 

            El periodista comienza poniéndonos al corriente de las hazañas de estos agricultores frente a un establecimiento de comida rápida de la empresa americana Mc´Donalds. Con este incidente querían poner de manifiesto que todas estas grandes empresas alimenticias lo único que consiguen es empeorar la situación de los agricultores y engañar a la sociedad embuchándonos una comida nada saludable que lo único que hace es enriquecer el bolsillo a unas cuantas personas. Las quejas iban centradas principalmente a los organismos genéticamente modificados (OGM)  y a la pérdida por parte de los campesinos de la capacidad para organizarse y de autoabastecerse.

            Los alimentos manipulados genéticamente o transgénicos se obtienen a partir de una transformación hormonal de los animales o genética de las plantas para que la producción sea máxima. Con esta artificialización de la  naturaleza lo único que se hace es alterar el ciclo natural de estos elementos y crear “monstruos” al antojo de los científicos. Estos alimentos modificados no son nada convenientes para la salud humana y mucho menos para la vida animal y la economía agrícola, base de nuestra alimentación. Las empresas que promueven la utilización de transgénicos defienden que son los únicos capaces de erradicar la falta de alimentos en la sociedad, pero realmente no es así porque lo único que hacen es forzar a la naturaleza para que produzca más y esta sobrecarga algún día nos pasará factura, cosa que ya está haciendo con el caso de las vacas locas, que lo único  que se ha conseguido ha sido arruinar y estafar a una gran cantidad de ganaderos que pensaban que el pienso que le estaban dando a sus animales era el apropiado, sin saber que estaban convirtiendo a sus vacas en carnívoras ya que los piensos se componían de deshechos animales.

            Las empresas productoras de transgénicos obligan a los campesinos a plantar cosechas cada vez más resistentes a las inclemencias del tiempo y a parásitos, lo que es una gran ventaja, pero dejan el suelo yermo y sin vida tras la plantación, y los animales e insectos que se comen estas plantas quedan envenenados. La cadena continua y los animales que se comen a estos primeros también se ven afectados, así hasta llegar a los seres humanos. Sin quererlo estamos metidos en una gran espiral de donde es difícil escapar.

Esta opresión por parte de las multinacionales lo único que consigue es que se desvirtualice el acto alimenticio y se pierda la relación del ser humano con el medio. Si no se pone fin  a este avasallamiento el mundo no será más que un objeto que sólo pueden utilizar algunos aventajados que se creen que tienen el poder para dirigirlo, y el mundo no es más que un lugar de paso que debemos respetar y cuidar para que nuestros descendientes puedan vivir en él en mejores condiciones de las que vivimos ahora.

 

Por último, decir que lo único que se intenta con este libro es abrirle los ojos a los consumidores para que se den cuenta de que todo lo que comemos no es saludable y que las grandes multinacionales no son más que un impedimento para el desarrollo sostenible del mundo. Se intenta dar una imagen crítica de la situación actual que están sufriendo los campesinos frente a la cada vez más rápida eliminación de la agricultura y la ganadería, pilares fundamentales de la alimentación.

 

 

El Mundo no es una Mercancía

“Los Agricultores contra la comida basura”

La lucha rural en Francia.

He leído uno de los libros que contiene entrevistas al campesino francés José Bové quien -el 12 de agosto de 1999- lideró la manifestación de criadores de ovejas y habitantes de la pequeña ciudad de Millau que desarmaron un McDonald´s en construcción. Esta acción fue la respuesta sindical a la subida de aranceles en USA para varios productos tradicionales del agro francés, entre ellos el derivado de la leche de oveja: el queso roquefort. El libro titulado “El mundo no es una mercancía”, y subtitulado “Los agricultores contra la comida basura”, contiene una crónica y conversaciones del periodista especializado en temas agrarios Gilles Luneau, con Bové y el presidente de su sindicato, Confederación Campesina: François Dufour.

El libro parte por relatar los hechos y argumentos jurídicos que permitieron liberar a Bové y otros tres campesinos, encarcelados por la demanda de la multinacional de hamburguesas chatarra, donde falsamente alegaba destrucción entre 420 mil y hasta un millón de francos, cuando en realidad lo ocurrido había sido el desarme de un prefabricado que estaba en montaje, y los “daños” se reducían a algunos tornillos, pegante y a la mano de obra para rearmar lo desarmado, en total 30 mil francos. Bové debe su actual fama a la foto con su cara de marinero pelirrojo, de ojos azules, gran bigote, sonriente y esposado, que ilustra la carátula del libro, y que fue tomada al salir de la audiencia en que se negó a pagar la fianza (la cuarta parte de los 420 mil francos), por considerarla represión al sindicato, lo que generó solidaridad espontánea por parte de ciudadanos que enviaban cheques para contribuir, pero a los pocos días Bové y sus amigos triunfaron y salieron de la cárcel sin ninguna multa. Así pues los cheques fueron usados para financiar el viaje unos meses después de Bové y Dufour, a las conocidas jornadas antiglobalización de Seattle.



La desinformación global

En su momento las agencias de desinformación global reprodujeron la versión de la transnacional, y nos presentaron a los productores del “elitista” roquefort destruyendo un “popular” McDonald´s, así que para nosotros la cosa podía quedar en la pelea entre dos ricos primer mundistas, o la represalia de la “vieja” Europa contra la “modernidad” gringa. Escarbemos un poco: la Unión Europea ha tenido una posición de principios contra el consumo humano de transgénicos u organismos genéticamente modificados OGM, específicamente en 1999 se ratificó la prohibición de carne de vacuno engordado con la hormona BST de la Monsanto, la represalia impuesta por el poderoso lobby de la agroquímica yanqui, fue la trepada en un 100% del arancel de más de 50 productos europeos, con lo que el kilo de roquefort pasó de 30 a 60 dólares en USA, y los campesinos franceses dejaban de producir 3 millones de litros de leche de cabra anuales (un 4% de su producción). La escogencia de McDonald´s como objetivo de la protesta fue por ser el símbolo de la agricultura y la alimentación industrial o basura.

Y es que la historia anterior de Bové, Dufour y su Confederación Campesina, es la lucha de resistencia contra la agricultura industrial, lo que ellos llaman lo “agrocultural”, esto es que es la agricultura campesina la que preserva la diversidad y calidad de los alimentos, la identidad gastronómica y cultural y el vínculo social de un pueblo, contra la uniformidad global que el capital trata de imponer con los OGM y con marcas como McDonald´s.

Bové es un “neorural” porque no nació campesino, sino que es hijo de dos científicos del INRA (el ICA francés), que al convertirse en objetor del servicio militar, abandonó la Universidad de Burdeos, para con otro grupo de militantes (incluida su esposa) volverse en 1971 “ocupa”, lo que aquí llamaríamos “recuperador” o “invasor” de un predio baldío donde el Ejército planeaba ampliar una base militar, específicamente la meseta de Larzac, 6.300 hectáreas a 850 metros sobre el nivel del mar y que hasta el gobierno de Mitterrand que los legalizó en los años 80 permaneció sin energía, teléfono y agua potable, en resumen un enclave subdesarrollado en el centro sur de Francia. Pero con una enorme ventaja de acuerdo con Bové: “Este stock de tierras, reagrupadas geográficamente y libres del peso de la propiedad privada, se presentaba como una oportunidad magnífica para la agricultura”, la fórmula jurídica para la gestión colectiva de las tierras que encontraron, fue el arrendamiento con cesión perpetua del Estado a la “Sociedad Civil de Tierras de Larzac”, que a su vez alquila a los campesinos individuales hasta su jubilación y que no permite la herencia si los hijos no trabajan la tierra, perpetuando así la consigna de “la tierra para el que la trabaja”.

Subsidios y subdesarrollo

Voy a intentar basarme en un tema de los muchos que trata este libro: Dufour y Bové relatan la génesis del pernicioso asunto de los subsidios que tanto afecta el campo del subdesarrollo. En el marco de la reconstrucción de Europa después de la 2ª guerra mundial, y con la creación en 1957 del mercado común agrícola, se trazó una meta clara: alcanzar la autonomía alimentaria mediante la protección arancelaria y subsidios de algunos productos clave como cereales, azúcar, leche, carnes y vinos, al tiempo que se buscaba igualar las condiciones de trabajo del campo con la ciudad; así, optaron por la reproducción calcada del modelo capitalista industrial: especialización y concentración de las producciones, sumado a las “cadenas de producción” que ubican al campesino en un rol dependiente de la agroindustria.

Sin embargo en palabras de Bové “El problema es que una vez alcanzada la autosuficiencia, la política no ha cambiado”, es decir que con los impuestos europeos se subsidian las exportaciones que deforman el mercado mundial. La pregunta es ¿por qué se mantiene esto?, la explicación se encuentra cuando ubicamos los beneficiarios finales de los subsidios: el campesino para poder cumplir con las metas del “productivismo” cuyo “paquete tecnológico” le exige producción creciente, se vuelve completamente dependiente de los agroquímicos, y para poder comprar estos siempre vive endeudado con el banco. Así pues que son el capital financiero y las transnacionales agroquímicas los verdaderos interesados en prolongar eternamente la sobreproducción.

Hoy Bové paga condena por otra de sus luchas contra los OGM; si bien la “justicia” manipulada lo castiga como un símbolo, lo importante es que crece en todo el mundo el número de campesinos con consciencia de que solo peleando se preservará la diversidad de la agricultura y la comida del planeta.

Para acabar, me gustaría explicar por qué lucha José Bové:

Las respuestas son muchas. Su lucha es un símbolo de resistencia a la homogeneización forzada que se lleva a cabo en el mundo campesino en nombre de la modernización. Su combate es contra el poder y las grandes corporaciones, en defensa del mundo rural, en favor del reconocimiento de los derechos indígenas, en contra de la producción de semillas genéticamente modificadas y de un modelo de agricultura industrial que sirve a las grandes compañías agroalimentarias. Para él la tierra no es una mercancía, sino un bien común de la humanidad.

No es su objetivo tomar el poder. Por el contrario, ha insistido en que "somos un contrapoder y no sustitutos de los políticos. No tenemos una respuesta acabada para todo. Estamos tratando de promover un movimiento que vincule la tierra a la globalización, haciendo pensar a la gente".

 

Ana Isabel Benavent González