NOEMÍ JORDANA BOFILL

OCCIDENTE Y LOS OTROS

Shophie Bessis

Occidente es todo país cuya lengua y cultura tenga su origen principal en Europa, independientemente del continente. Pero en el libro esta definición se desdibuja. Shophie Bessis la adopta y la limita, diciendo que occidente es toda persona de etnia blanca cuya lengua y cultura tiene su origen principal en Europa, independientemente del continente al que pertenezca. A medida que avanza  el libre, se narra esta “lucha” entre los oprimidos y los opresores. La autora hace un peregrinaje  sobre todas las barbaries que los occidentales, tal y como ella los entiende, han inflingido a otros pueblos, pueblos que adquieren un tinte victimístico  durante todo el libro. Este, podría titularse simplemente “lo que nos hizo occidente”, porque a lo largo del libro, se presenta como un dogma de fe, el hecho de que los mal llamados occidentales, se consideran superiores.

Si bien es cierto que Bessis hace un análisis detalladísimo y documentado de la historia y expone temas seculares, tales como el racismo, que de una forma u otra se ha dado en todas las culturas a lo largo de la historia, y como ha ido redefiniéndose este concepto, hasta convertirse hoy en día en un paternalismo con el que grandes potencias, justifican ante otros y ante si mismos, lo que antaño definían como “el deber de los pueblos superiores de dominar a los inferiores por su bien”.

La autora, nos muestra todas las caras del progreso de un sistema económico sostenido a la largo de la historia, en la necesidad de que exista un sector de la población mundial que esté bajo el yugo del otro. Y paradójicamente intenta legitimizar su dominación sin tener que remover conciencias, es más, obteniendo la gratitud de los pueblos que ven como sistemáticamente, su cultura queda denigrantemente degradada por las superpotencias de antaño y actuales, y como en muchos casos, sólo se destacan los aspectos más primitivos y negativos de sus culturas. (La ablación del clítoris se da en países de religión musulmana, y su condena social es unánime en todo occidente, sin embargo, la pena de muerte, se da en países occidentales, y en otros que no lo son, y no se considera ni una aberración, ni un rasgo primitivo y en absoluto recibe una condena tan unánime).

Este análisis se torna totalmente irrisorio en el momento en que presenta a unos como los dominadores tiranos desprovistos de humanidad, responsables de genocidios y atrocidades mayores y a los otros como pueblos dotados de un pasado histórico étnicamente muy correcto que viven en una amenaza perenne ante un occidente vehemente, cuyo afán de dominación no parece conocer límites.

El libro alude a temas como el esclavismo y los critica y analiza en profundidad pero unidireccionalmente. La autora apenas dedica un par de líneas, donde hace un tímido esbozo de lo que fue la esclavitud en algunos países árabes, y acto seguido la semijustifica diciendo que el volumen de esclavos fue sensiblemente inferior al occidental (cuyo número fue realmente dantesco). Esa afirmación, es un ejemplo de la visión totalitarista de un problema que en el libro es abordado desde el sofismo y de una forma partidista. La indulgencia con la que Bessis juzga a los que denomina “los otros”, la inflexibilidad con la que escrutrina a Occidente, es una constante que se mantiene en todo el libro.

Conclusiones (Opinión personal)

            Occidente y los otros, como no podía ser menos, está impregnado del talante reivindicativo que caracteriza a todos los libros de Shophie Bessis. Pero en este caso, su obtusa visión de la historia se vaticina de forma obvia en un prólogo capcioso.  Bessis denuncia los fundamentos de una cultura ciertamente muy criticable, pero lo hace desde un punto de vista que tiende al tremendismo. Plantea preguntas interesantes y de varias respuestas o soluciones, dotadas de una bonita aura onírica, pero absolutamente alejadas de una realidad pragmática.

            Y presenta a Occidente y a los otros como dos únicas culturas antagonistas, si bien es verdad que hay muchas similitudes entre los pueblos denominados occidentales, eso conlleva que el resto del mundo es lo diametralmente opuesto.

            En mi opinión todos los pueblos tienden a querer dominar a sus coetáneos. El etnocentrismo se ha dado siempre. Para mi Occidente como tal no existe. Existen superpotencias que se autoerigen para dominar al mundo, que se alían entre ellas porque creen que son superiores, y se sienten culturalmente ligados a sus aliados, simplemente para garantizarse un lugar alto en las jerarquías de países que ellos mismos han inventado.  Ante esta realidad, yo creo que no hay solución. Se debería reestructurar el mundo, no sólo ideológicamente , sino también en el ámbito económico, lo que implicaría reeducación masiva sobre las sociedades consumistas, objetivo que, aunque bonito y loable, no deja de ser una utopía.

 

ANA GUINART PALACIOS
 

OCCIDENTE Y LOS OTROS

Shophie Bessis

 El título ya es bastante revelador.

Un recorrido por los abatares de la humanidad (en su mayoría gestas bélicas) que es la tendencia más extendida cuando se pretende mostrar la historia del universo: conquistas, colonizaciones, sometimientos, imposiciones...  en donde el fuerte impera sobre el débil (siguiendo fielmente el modelo de Darwinismo social de la lucha por la existencia); pero esta vez analizados  desde el otro lado del espejo, desde la perspectiva poco habitual  de los que nunca son los “buenos”, de los que nunca lucen la corona de laurel una vez finalizada la batalla  y desconocen las mieles del triunfo y la victoria, es decir: los otros.

Una imagen que es devuelta tantas veces deformada por multitud de prejuicios e ideas preconcebidas, rodeada de influencias  etnocentristas, eurocentristas, de discriminación racista y de elitismo histórico.

La autora del libro, (historiadora y periodista nacida en Túnez y formada académicamente en el sistema educativo occidental) lucha a golpe de argumento por desbancar esa violencia simbólica a la que se está habituado desde todas las fuentes de información, a través de las que, supuestamente,  se toma conciencia y se nutre el conocimiento de lo que pasa ahí fuera, lejos de nuestra cultura (occidental), más allá de nuestras fronteras y con la que poco a poco, se van levantando barreras invisibles e infranqueables entre los seres humanos.

 

 

La partición del mundo en dos mitades (de la cual cosa toma el título este libro), tiene un lugar y un momento determinados: 1492 y la conquista del Continente Americano. Hasta esa fecha el mundo era sólo uno; al menos sólo de ese uno se tenía conocimiento. A partir de ahí, se inicia un proceso en el que se empiezan a representar simultáneamente dos papeles: el de conquistador y el de conquistado.

Se descubren tras el horizonte nuevas cantidades ingentes de tierra que había que “ocupar” (en el supuesto caso de que no estuviesen ya ocupadas) y, por supuesto, que “civilizar” (en el supuesto de que tampoco lo estuviesen, craso error si entendemos el término como crear una civilización, la cual cosa, ya tenían). La historia se va sucediendo y aquellos que creen que tienen algo que enseñar a los “nuevos”, van imponiendo (y la palabra ya lo dice todo) del modo menos ortodoxo su “sabiduría”. Bajo loables y pomposos epígrafes: culturización, evangelización, expansión del cristianismo,  progreso... se obtienen como únicos y escalofriantes resultados la domesticación,  sangrientas masacres  y genocidios en masa.

Pérdidas que en todos y cada uno de los casos consideraron “necesarias” e inocuas, puesto que en sus normas para batallar no se quebrantaba ninguno de los postulados por los cuales no pudiesen hacer la guerra y hacerla, además, con la más limpia de las conciencias. Sus actos estaban justificados porque dentro de la jerarquía humana, los indígenas de esas tierras no estaban clasificados como seres humanos, así pues el aniquilarlos no suponía una perdida ni considerable, ni significativa. Esta fue una de las bases de la colonización y así se llevó a cabo. Comienza una primera fase de europeización del mundo, de popularizar y extender un ejemplo de civilización como única y perfecta.

En la actualidad, el globo se divide en países del Norte y países del Sur, aunque los realmente significativos son los primeros; los de abajo existen como consecuencia de los de arriba (curiosa paradoja, cuando el Norte es lo que es hoy en día, quizá, por su imparable explotación de los preciados recursos de sus vecinos de abajo durante infinidad de años).

Volvemos a tener una civilización imperante (la occidental) a la que se le reserva una total e indiscutible hegemonía.

Por su parte, Oriente sueña con alcanzar el tren de Occidente, rozar su paraíso consumista. Aparentemente se le insta a ello, pero se ignoran (o se conocen sobradamente, de ahí la tranquilidad al emitir mensajes de superación) sus carencias y falta de recursos.

Oriente podría enseñarnos grandes cosas, como por ejemplo, el modo de observar la naturaleza. Filosofías como el Zen y el Tao, no se ofrecen como tales sino como actitudes vitales. Nos enseñan la naturalidad, la sencillez, la intuición y la  sabiduría; a contemplar la realidad con atención, no con intención. Para Occidente la naturaleza es algo que se debe dominar y explotar. Esta actitud, de hecho, es la raíz de la grave crisis medioambiental de nuestro tiempo.

El filósofo Bertrand Russell ya  afirmaba con rotundidad: “El mérito de nuestra civilización es el método científico y el mérito distintivo de los chinos es una concepción justa de los fines de la vida. Son estas dos cosas lo que uno desearía ver unirse gradualmente”.

Para llegar a una civilización más humana, la violencia no es el único componente que debería eliminarse. Habría que promover la redistribución, el crecimiento equilibrado y la descentralización.

 

 

DARRERE