• Observaciones: La construcción es: [A un] olmo que disimula años adultos en jóvenes hojas, [que estaba] entonces en los nudos más lascivos de su vid florida, un rayo sin escuderos de luz o de tumulto le desvaneció la pompa y descompuso el tálamo.
  
  Góngora evoca aquí la clásica metáfora del olmo abrazado por las vides, como símbolo de los amantes lascivamente abrazados, pero señala un detalle que la literatura pasa siempre por alto: el olmo es un árbol ya mayor que trata de disimular su avanzada edad con sus hojas recientes, mientras que la vid es una joven exuberante. En suma, los presenta como símbolo de un viejo verde abrazado a una muchacha impropia de su edad. Por ello es castigado por un rayo que llegó sin escuderos de luz o de ruido, es decir, sin relámpagos o truenos que advirtieran de su llegada, como los escuderos anuncian a sus señores. El rayo fulminó al olmo: desvaneció su esplendor y descompuso el lecho conyugal que sugerían él y la vid.
  
  La lejía se preparaba cociendo ceniza en agua. Por eso dice que el hecho de que el rayo convirtiera al olmo en ceniza no fue nada grave: simplemente hizo ceniza suficiente para fabricar lejía cien veces. Así el cielo castiga injustamente a la tierra, si bien, aunque es tremendo en el castigo, es portentoso en el indulto, pues en efecto, el rayo que ha castigado la lascivia del olmo, no ha dañado, en cambio, a ninguna de las plantas vecinas, las ha indultado o perdonado. Hasta la más cercana ha quedado verde (y no negra, carbonizada) y hasta los juncos secos (propensos a arder) no se han visto afectados por el rápido ataque (el acelerado incurso).
  
  Obviamente el olmo destruido por el rayo es un nuevo mal augurio para Tisbe.

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