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Donde, espumoso, el mar sicilïano
el pie argenta de plata al Lilibeo
(bóveda de las fraguas de Vulcano
o tumba de los huesos de Tifeo),
pálidas señas, cenizoso, un llano
 —cuando no del sacrílego deseo —
del duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta de su boca.

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La narración comienza con una colorida descripción del escenario:

Donde, espumoso, el mar sicilïano
el pie argenta de plata al Lilibeo

El mar azul se vuelve plateado por la espuma de las olas que rompen al pie del Lilibeo. Sintácticamente, los versos son llanos: no hay un hipérbaton forzado en el primero, ya que no hay que entender "el espumoso mar siciliano", pues lo que dice es que el mar siciliano argenta espumoso el pie al Lilibeo (espumoso = con su espuma). La frase no es más retorcida que "donde, afanosos, los agricultores trabajan los campos", que a nadie le chocaría lo más mínimo en poesía.

Etimológicamente, argentar es platear, por lo que "argenta de plata" puede parecer un pleonasmo. No lo es, pues en la época de Góngora argentar se usaba con el sentido general de dar brillo de oro o plata, especialmente a determinados calzados, lo que hace necesaria la precisión "de plata" y hace todavía más oportuna la expresión "argenta de plata el pie".

En Lilibeo los cartagineses instalaron su plaza más fuerte en Sicilia. Durante las interminables luchas que mantuvieron contra los griegos por la supremacía en la isla, Lilibeo nunca les fue arrebatada. Cualquier lector educado en la época de Góngora había estudiado historia antigua, y los nombres de Sicilia y Lilibeo le resultaban muy familiares y bastaban para evocarle muchas escenas que indirectamente le situaban en el lugar de los hechos. Una técnica que Góngora usa con frecuencia es la de evocar hechos conocidos con unas mínimas alusiones, lo que le permite condensar muchos matices en pocas palabras. Por desgracia, los conocimientos que Góngora podía esperar en sus coetáneos no son los mismos que cabe esperar en un lector moderno, lo que impide leer su poesía seriamente sin aclaraciones como éstas. Hay que insistir en que esta dificultad no es intencionada, sino fruto de las circunstancias.

A continuación nos encontramos con

(bóveda de las fraguas de Vulcano
o tumba de los huesos de Tifeo),

Nuevamente, los contemporáneos de Góngora con estudios básicos conocían sin duda las historias de la mitología clásica a las que aluden estos versos. Casi todas las alusiones mitológicas de Góngora pueden ser captadas fácilmente por un lector familiarizado únicamente con las Metamorfosis de Ovidio, que en aquella época eran tan conocidas como hoy puedan serlo Hamlet, o Romeo y Julieta. Estos versos indican que (en el poema) la Mitología es real, que la Sicilia que han evocado los versos anteriores no es la Sicilia histórica, sino la Sicilia mitológica, con sus dioses, ninfas, faunos, monstruos, etc. Además, las dos referencias aluden al Etna, y los versos siguientes refuerzan esta alusión:

pálidas señas, cenizoso, un llano,
 —cuando no del sacrílego deseo—
del duro oficio da.

Ahora estamos en un lúgubre llano en las cercanías del Etna. Una vez más, no debemos ver un hipérbato en cenizoso un llano, pues, como en el primer verso, hay que entender que el llano da, cenizoso, (= con las cenizas que lo cubren) señas pálidas del duro oficio. Aquí tenemos un ejemplo de correlación: Góngora propone dos explicaciones alternativas de la actividad del Etna y, en correlación con ellas, da dos interpretaciones de por qué hay cenizas en el llano (son señas del duro oficio si pensamos que el Etna es la chimenea de las fraguas de Vulcano, o señas de la historia de Tifeo, si creemos que Sicilia es la tumba de Tifeo). Góngora siempre deja al lector la tarea de ir atando cabos, como en este caso captar la correlación.

Sí tenemos un hipérbato en el desplazamiento del verbo da hasta el final de la frase. No dificulta en absoluto la comprensión, pero la frase termina bruscamente. No sería descabellado decir que evoca un martillazo del herrero Vulcano. Más violento es que el punto final no puede ser respetado, pues es necesario formar una sinalefa y leer en la misma sílaba la vocal siguiente: da. Allí... Esto fuerza a una transición brusca que nos saca rápidamente de las digresiones mitológicas para interesarnos en una cueva. Si esta estrofa fuera una película, estaríamos ante un lento zoom: primero el mar, luego el Lilibeo, luego el Etna, luego el llano, luego la cueva. Este zoom continúa en la estrofa siguiente, que nos llevará hasta el interior de la cueva.

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