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Invidia de las ninfas y cuidado
de cuantas honra el mar deidades era;
pompa del marinero niño alado
que sin fanal conduce su venera;
verde el cabello, el pecho no escamado,
ronco sí, escucha a Glauco la ribera
inducir a pisar la bella ingrata
en carro de cristal campos de plata.

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Esta estrofa describe a Glauco, uno de los numerosos pretendientes que acosan a Galatea. La descripción está llena de matices que conviene desgranar. El resumen es que Glauco era un Play Boy, un donjuán:

Invidia de las ninfas y cuidado
de cuantas honra el mar deidades era;
Glauco era la envidia de las ninfas. Podría entenderse como que unas se envidiaban a otras por gozar de su compañía, pero es más interesante la intepretación más directa: las ninfas lo envidiaban por su belleza, porque les gustaría ser tan guapas como lo era él. Esto insinúa que la belleza de Glauco era afectada, aniñada, por no decir afeminada, no era una belleza viril, como la que después encontraremos en Acis. Este personaje sirve así de contrapunto al protagonista: A Galatea no le dice nada la belleza refinada de Glauco y, en cambio, quedará prendada por la belleza ruda y varonil de Acis. Glauco es un dandy y Acis un auténtico hombre. Sin embargo, todas las deidades del mar se desvivían por Glauco: era simpático y encantador.
Pompa del marinero niño alado
que sin fanal conduce su venera;
Su "venera" es su "coche deportivo". La concha en que viaja Glauco está conducida por el Amor, convertido así en marinero que lleva la nave sin fanal, sin orientarse por ningún faro, sin rumbo fijo, sin más propósito que buscar posibles conquistas. Su éxito es indudable, pues el Amor está orgulloso de él. Notemos que en la época de Góngora también había donjuanes que trataban de conquistar mujeres invitándolas a subir en sus "coches deportivos", en este caso carruajes. El conde de Villamediana dice en un romance "que hay mujeres que por ir / en coche se morirían".

Pero Galatea es, a los ojos de Glauco, una bella ingrata, inmune a todas sus estrategias de seducción y a la que grita en vano hasta la afonía tratando de que acepte subir a su "deportivo". El bello último verso sugiere las cautivadoras proposiciones del galán.

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