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ESTROFA XXII SIGUIENTE

Mudo la noche el can, el día dormido,
de cerro en cerro y sombra en sombra yace.
Bala el ganado; al mísero balido,
nocturno el lobo de las sombras nace.
Cébase y, fiero, deja humedecido
en sangre de una lo que la otra pace.
¡Revoca, Amor, los silbos, o a su dueño
el silencio del can siga, y el sueño!

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Con esta estrofa concluye la descripción de los estragos que Galatea causa sobre los jóvenes habitantes de la isla. La estrofa anterior ha presentado la situación de abandono que sufren los campos y los rebaños y aquí llegamos al clímax con el ataque del lobo. En primer lugar el perro ocioso:

Mudo la noche el can, el día dormido,
de cerro en cerro y sombra en sombra yace.
En el primer verso "faltan" palabras, como si el narrador estuviese contagiado de la pereza del perro. El segundo es monótono y repetitivo. Como siempre, los recursos lingüísticos son como una música de fondo que acompaña a la acción. Ahora aparece el lobo:
Bala el ganado; al mísero balido,
nocturno el lobo de las sombras nace.
La repetición Bala-balido imita los balidos repetidos de las ovejas. Notemos que ganado es la única palabra que hace referencia explícita a las ovejas en toda la estrofa. En este verso las oímos más que las vemos. El segundo verso envuelve al lobo en una total oscuridad: nocturno-lobo-sombras. Recordemos que "nocturno" era un cultismo en tiempos de Góngora, una palabra poco usual y, ya de por sí, oscura. Ahora el ataque:
Cébase y, fiero, deja humedecido
en sangre de una lo que la otra pace.
Las palabras clave se refieren al lobo y al ataque: Cébase-fiero-sangre. Las ovejas mismas son reducidas a meros pronombres: una y la otra. Así las ovejas quedan anónimas, indefensas, sin ninguna consideración. Además la frase en sí es trágica: las ovejas seguirán paciendo inermes la hierba manchada por la sangre de sus compañeras.

Toda la tensión estalla en una súplica:

¡Revoca, Amor, los silbos, o a su dueño
el silencio del can siga, y el sueño!
Es un final repleto de ingenio. En primer lugar se invierten los papeles: los pastores son vistos como ovejas que acuden a los silbos del Amor. En segundo lugar, al perro le sobra lo que al pastor le falta: silencio y sueño. En efecto, el pastor no puede dormir y no deja de llamar a Galatea, mientras que el perro duerme tranquilamente y descuida así el rebaño. Así Góngora da una última pincelada en la que describe el tormento que Galatea causa en los pastores, a quienes el Amor les quita el sueño y los sumerge en la desesperación.
 
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