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Sorda hija del mar, cuyas orejas
a mis gemidos son rocas al viento:
o dormida te hurten a mis quejas
purpúreos troncos de corales ciento,
o al disonante número de almejas
—marino, si agradable no instrumento—
coros tejiendo estés, escucha un día
mi voz, por dulce, cuando no por mía.

Comentarios:

En esta tercera y última estrofa de invocación, el cíclope suplica a la ninfa que lo escuche. Destaca el último verso, donde, consciente de que Galatea no quiere saber nada de él, le pide que escuche su voz prescindiendo de que es él quien habla, que escuche su voz porque es dulce. Si hemos de creer al narrador —y no hay razón para dudar de su palabra— la voz de Polifemo no es dulce, al contrario, es un trueno fulminante. Veremos en las estrofas siguientes que Polifemo se juzga en general muy benevolentemente, pero si al hablar de su voz se refiere a sus palabras, entonces tiene razón, sus palabras son dulces, su discurso es hermoso y merece atención. Desgraciadamente para el cíclope, su aspecto monstruoso y su terrible voz hacen difícil dar crédito a sus palabras.

Señalábamos en la estrofa XLVI que Góngora, al contrario que Ovidio, no presenta a Polifemo como un personaje tosco y ridículo, sino que, según veremos, su canto es extremadamente delicado. Podría decirse que Polifemo es ingenuo en la medida en que cree sinceramente que es un pretendiente hermoso y apetecible para Galatea, pero esta estrofa contiene el único punto en el que su ingenuidad llega a lo ridículo. La imagen de las nereidas bailando en el mar es clásica, pero cuando Polifemo trata de describir la escena, la desluce al conjeturar que la música será disonante y desagradable porque los únicos instrumentos a los que pueden acceder son unas torpes almejas usadas a modo de castañuelas. Esto puede interpretarse como que Góngora está poniendo de manifiesto que, aunque Polifemo conoce bien el aspecto de Galatea (la compara con un cisne y un pavo real, igual que ha hecho el narrador objetivo al inicio del poema), en realidad desconoce su personalidad y sus costumbres, y sólo tiene una idea vaga y distorsionada a ese respecto. Así la ninfa podría replicarle: Dices que me amas y que yo debería corresponderte, pero ¿qué sabes tú de mí?, ¿qué sabes tú qué prefiero?

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