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Y en la
sombra no más de
la azucena, que del clavel procura acompañada imitar en la bella labradora |
745 |
el templado
color de la que adora, víbora pisa tal el pensamiento, que el alma, por los ojos desatada, señas diera de su arrebatamiento, si de zampoñas ciento |
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y de otros,
aunque bárbaros,
sonoros instrumentos, no en dos festivos coros, vírgenes bellas, jovenes lucidos, llegaran conducidos. |
Termina así la meticulosa descripción del
"arrebatamiento" del peregrino, que primeramente le ocasiona un sordo
dolor
interior y luego se le refleja en el rostro hasta que casi le saltan
las
lágrimas. Observemos que los hipérbatos de los cinco
últimos
versos hacen que las palabras respeten el orden en que se perciben sus
significados: primero se oyen las zampoñas, luego se percibe que
hay otros instrumentos y luego llegan los jóvenes.