• Prosificación: Ven, Himeneo, donde [una] virgen tan bella que podría hacer tórrida la Noruega con dos soles y blanca la Etiopía con dos manos, (aurora de sus ojos soberanos) previene al día entre arreboles de honesto rosicler. Cuantos claveles del abril, rubíes tempranos, engasta el oro del cabello [y] cuantas rosas engaza ya la Concordia [a modo de] cadenas del uno y del otro cuello, son [un] purpúreo trofeo de sus mejillas siempre vergonzosas. Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.
  
  
• Observaciones: La novia, con el color rosado de sus mejillas (honesto, porque el sonrojo es signo de vergüenza, pero no de vergüenza culpable, sino honesta) es la aurora de los soles que son sus ojos y, como tal aurora que es, podemos decir que al mostrar el color de sus mejillas está previniendo, precediendo, anunciando el día, en el sentido de que está imitando a la Aurora en su forma de anunciar, preceder al día.
  Sus manos son de nieve, y hay tanta nieve en ellas que podrían cubrir a Etiopía, igual que sus ojos podrían derretir la nieve de Noruega.
  Los claveles que la novia lleva en la cabeza son como rubíes engastados en el oro de su pelo. (El adjetivo temprano hace referencia a que son flores de abril, es decir, las primeras flores de la primavera.) Góngora representa a la Concordia (que era una divinidad romana) encadenando los cuellos de la pareja con un collar de rosas. Estos claveles y estas rosas son un trofeo de sus mejillas, porque las mejillas han vencido sobre ellas en belleza. Es como el cazador que vence a su presa en la lucha y así la convierte en su trofeo.

En la estrofa anterior los hombres han presentado el novio a Himeneo, y ahora las mujeres le presentan a la novia.