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LA QUERELLA DE LAS INVESTIDURAS
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En pocas generaciones, los normandos habían pasado de ser un temible pueblo de vikingos salvajes a convertirse en un pueblo "civilizado" (para la época) y, sobre todo, increíblemente eficiente. Guillermo I el Conquistador se las estaba arreglando para dominar con apenas cinco mil hombres a toda la población sajona de Inglaterra, que era unas trescientas veces superior en número. Esto fue posible gracias a una combinación de medidas. Una de las primeras tareas a las que se vieron forzados los sajones bajo el gobierno normando fue la de construir castillos para sus señores. En poco tiempo Inglaterra se llenó de sólidos castillos normandos donde un pequeño contingente podía resistir una revuelta mientras el ejército se reunía y acudía a la zona. Hasta entonces, los normandos habían combatido con armaduras ligeras, pero Guillermo I empezó a fomentar entre sus caballeros el uso de armaduras pesadas, de tal forma que un caballero armado apenas tenía nada que temer contra un campesinado sin caballos y sin más armas que a lo sumo hondas o arcos. Las tierras fueron repartidas entre los normandos que, con el título de sheriff, representaban al rey en cada condado. Se formó así una nueva nobleza que desplazó a la nobleza sajona (sólo unos pocos nobles sajones pudieron conservar sus tierras, y a finales del siglo apenas llegaban a la media docena). Guillermo I cuidó hábilmente de que sus nobles fueran lo suficientemente fuertes como para dominar a sus vasallos sajones, pero lo suficientemente débiles como para que no guerrearan entre sí. El sistema feudal funcionó en Inglaterra de la forma más eficiente posible.

Por otro lado, Guillermo I supo usar a la Iglesia en su favor. En 1070 depuso a Stigand, el arzobispo de Canterbury no reconocido por Roma, y, con el debido permiso del papa, nombró en su lugar a un normando de origen italiano llamado Lanfranco, que a pesar de sus sesenta y cinco años empezó a reformar la Iglesia de Inglaterra según los criterios de Hildebrando, es decir, se encargó de que los eclesiásticos respetaran una cadena de mandos que terminaba en el papa, pero cuyo eslabón previo era él mismo. Al parecer, cuando Guillermo I se iba a casar con Matilde de Flandes hubo cierta oposición por parte de la Iglesia, pero Lanfranco intercedió ante el papa y logró su bendición para el matrimonio. Desde entonces gozó de la protección de Guillermo. Otro normando llamado Tomás de Bayeux fue nombrado arzobispo de York. Durante los años siguientes Lanfranco fue colocando a normandos en los principales cargos eclesiásticos del país.

Guillermo I trató de aprender la lengua de los sajones (la que ahora se llama inglés antiguo o anglosajón), y escribía sus documentos oficiales en latín y en inglés antiguo, pero no logró convencer a sus hombres para que hicieran lo mismo. La nobleza siguió hablando en francés, y el inglés antiguo quedó para el campesinado, que se vio obligado a aprender francés (aunque fuera rudimentariamente) para entender a sus amos. Más concretamente, los normandos hablaban una variante dialectal de la lengua de oil llamada normando, que en Inglaterra evolucionó a otra conocida como anglonormando. Otras eran el picardo, el valón, el champañés, el lorenés y el franciano, que se hablaba en la zona de París.

El rey Malcom III de Escocia se casó con Margarita, la hermana de Edgar, el heredero sajón a la corona de Inglaterra. Era una buena "inversión", pues si la dinastía de Guillermo I se extinguía o era derrocada, entonces los hijos de Malcom III podrían alegar su derecho al trono como descendientes de Alfredo el Grande.

Mientras tanto los cumanos llegaron a las fronteras occidentales de Rusia y atacaron Hungría. El kanato occidental de los karajaníes se convirtió en un protectorado selyúcida. El sultán selyúcida Alp Arslán dio un paso más en su campaña contra Siria al tomar la ciudad de Alepo.

En 1071 el normando Roberto Guiscardo tomó la ciudad de Bari, que era el último reducto bizantino en el sur de Italia. El emperador Romano IV había dado por perdida Italia y en su lugar se centraba en hacer frente a los turcos. Partió hacia el este con un ejército de 60.000 soldados de caballería pesada. Muchos eran inexpertos, y la lealtad de algunos generales era dudosa, pero con ellos tomó la ciudad de Mazinkert, que los turcos habían tomado unos años antes. Con ello violaba el tratado de paz que había firmado con Alp Arslán. Éste se encontraba en Siria y tuvo que abandonar sus planes para retroceder precipitadamente a enfrentarse a los bizantinos.

La fuerza turca era superior en número, pero estaba formada principalmente por caballería ligera, que no podía resistir un ataque frontal de la caballería pesada bizantina. Sin embargo, era más ágil y podía maniobrar mejor. Romano IV envió a su caballería al galope contra los turcos, con lo cual violó una de las normas básicas de la estrategia bizantina: nunca debía enviarse caballería pesada a perseguir a la caballería ligera, a menos que ésta estuviera acorralada contra un río u otra barrera: tales persecuciones sólo agotaban a los caballos y los volvían vulnerables ante un contraataque. Así sucedió: los turcos huyeron con la pericia necesaria para no dejarse acorralar y hostigaron con flechas desde lejos. El emperador vio que sus tropas se estaban agotando y ordenó la retirada. Mientras trataban de instalarse en un campamento para pasar la noche, los turcos atacaron por todas partes. Además, un general llamado Andrónico Ducas (pariente del emperador anterior) había decidido que no había posibilidad de victoria y había retirado a sus hombres sin advertir a Romano IV. Esta desorganización, sumada a la gran habilidad de Alp Arslán, permitió a los turcos destruir completamente el ejército bizantino y capturar al propio emperador. Hasta entonces, los persas, los árabes, los búlgaros, etc. habían hecho retroceder en ocasiones al ejército bizantino y habían ocupado territorios, pero nunca antes habían aniquilado al grueso del ejército. La derrota de Mazinkert marcó el inicio de la decadencia militar de Constantinopla.

Alp Arslán liberó a Romano IV a cambio de un tratado por el que se comprometía a pagar un cuantioso tributo anual y a liberar a todos los presos islámicos. Sin embargo, cuando Romano IV llegó a la capital se encontró con que su hijastro (el hijo de Eudoxia y de Constantino X) había sido nombrado emperador, con el nombre de Miguel VII. Hizo recluir a su madre en un monasterio y ordenó cegar a su padrastro, que murió en el exilio pocos meses después. Miguel VII era un erudito, cuando lo que hacía falta era un soldado. Como emperador fue bastante incompetente. Los turcos comprendieron que el acuerdo firmado con Romano IV quedaba invalidado y se lanzaron sobre Asia Menor, que estaba prácticamente indefensa.

El rey García de Galicia decidió confiar la Terra Portucalense al conde Menendo Núñez, pero el conde Sisenando Davídiz no aceptó la decisión y se rebeló. El rey Alfonso VI de León aprovechó los disturbios para invadir Galicia, empresa a la que pronto se sumó el rey Sancho II de Castilla. García fue derrotado y hecho prisionero por Sancho II, quien le permitió trasladarse a la corte del rey al-Mutadid de Sevilla. Alfonso VI y Sancho II se repartieron Galicia.

Pedro Ramón, el primogénito del conde Ramón Berenguer I de Barcelona terminó asesinando a su madrastra Almodis, que desde que se había casado con el conde había hecho todo lo posible para relegar a Pedro en favor de sus propios hijos. Pedro Ramón fue encarcelado y desheredado.

Tras la muerte (sin descendencia) de Pedro I de Saboya, su hermano Amadeo II se convirtió en el nuevo conde de Saboya y marqués de Turín.

El hermano del difunto conde Balduino VI de Flandes desposeyó del título a su sobrino Arnulfo III y se convirtió en Roberto I de Flandes. Ambos se enfrentaron en la batalla de Cassel, en la que Arnulfo III resultó muerto. El rey de Francia Felipe I había apoyado a Arnulfo III, pero tras ser derrotado comprendió que Roberto era el conde legítimo y se casó con su sobrina Berta en 1072. El conde Balduino II de Hainaut trató de recuperar en varias ocasiones el condado de su hermano, pero sus intentos fueron vanos.

Ese mismo año moría san Pedro Damián, uno de los cardenales que más destacó en el impulso de las reformas eclesiásticas promovidas por Hildebrando. Durante toda su vida combatió la simonía y la inmoralidad de los clérigos. Ha dejado algunos poemas, biografías de santos y tratados como el Gomorrhianus, en el que describe los vicios eclesiásticos.

También murió el duque Ordulfo de Sajonia  y su sucesor, Magnus, se rebeló contra el rey Enrique IV de Alemania, que el año anterior había sofocado la rebelión del duque de Baviera.

En Japón, el emperador ideó un ardid para librarse de la influencia de los Fujiwara. Abdicó en su hijo Shirakawa (que tendría entonces unos veinte años) y dejó que los Fijiwara lo controlaran según la tradición, pero él siguió ejerciendo el poder mediante una especie de gobierno paralelo. Los Fujiwara no supieron reaccionar y no tardaron en dividirse en diversas facciones.

El rey Guillermo I de Inglaterra no tuvo dificultad en desbaratar un segundo intento de invasión por parte del rey Sven II de Dinamarca, así como una incursión del rey Malcom III de Escocia. Guillermo I penetró en Escocia y Malcom III tuvo que rendirle homenaje y abandonó definitivamente todo intento de ayudar a su cuñado Edgar a lograr la corona de Inglaterra. Edgar tuvo que huir a Flandes y desde entonces llevó una vida azarosa combatiendo en lugares distintos, hasta en Tierra Santa.

Mientras tanto, los señores normandos seguían sin ser capaces de capturar al sajón Hereward y sus rebeldes. Para penetrar en su territorio pantanoso, los caballeros tenían que dejar atrás sus caballos y enfrentarse con hombres que conocían cada palmo del terreno. Una y otra vez eran derrotados. La historia de Hereward fue probablemente el punto de partida de la leyenda que los sajones crearon en los siglos siguientes sobre Robin Hood, pero el príncipe de los ladrones no tuvo el mismo final que Hereward, ya que el de éste no fue muy legendario: Guillermo I hizo rodear toda la región donde se escondían los rebeldes y lentamente fue estrechando el cerco. Cuando el territorio empezó a sentir los efectos del hambre, unos monjes se ofrecieron a guiar a los normandos por un camino que conducía al campamento de Hereward. Los guerrilleros tuvieron que rendirse. No se sabe qué fue de Hereward. La leyenda dice que Guillermo le concedió el perdón a cambio de un juramento de fidelidad y que le fueron devueltas sus tierras, pero esto sí que suena al típico final de leyenda.

Roberto Guiscardo, junto con su hermano Roger, completó la conquista de Sicilia con la toma de Palermo. A partir de este momento se dedicó a pacificar el territorio desbaratando las revueltas locales y consolidando una disciplinada estructura feudal similar a la que Guillermo I había implantado en Normandía y en Inglaterra. Dejó Sicilia bajo el gobierno de su hermano, el conde Roger I de Sicilia, quien fue respetuoso con la población musulmana, que en muchas ciudades mantuvo su libertad y sus tradiciones.

Los reyes Alfonso VI de León y Sancho II de Castilla se disputaron la supremacía sobre Galicia y acabaron enfrentándose en la batalla de Golpejera. Sancho II derrotó e hizo prisionero a su hermano Alfonso VI, tras lo cual entró en León y allí fue ungido y coronado rey de León. A instancias de su hermana Urraca, el castellano dejó en libertad a Alfonso VI, que se refugió en la corte del rey al-Mamún de Toledo. Sin embargo, la nobleza leonesa no aceptó a Sancho II y se agrupó en torno a Urraca, que se hizo fuerte en Zamora. Sancho II puso sitio a la ciudad. Se cuenta que un noble leonés llamado Vellido Adolfo, amante de Urraca, salió de la ciudad fingiendo pasarse a las filas de Sancho II para después asesinarlo a traición. Los zamoranos le cerraron las puertas y se vio obligado a huir perseguido por Rodrigo Díaz, que no logró alcanzarlo.

Como el rey asesinado no tenía hijos, el heredero legítimo del reino de Castilla era precisamente Alfonso VI. Los nobles castellanos eran reticentes a aceptarlo, sobre todo porque había sospechas de que Alfonso VI había instigado el asesinato de Sancho II. Para ser ungido rey de Castilla, Alfonso VI tuvo que jurar que no tuvo relación alguna con la muerte de su hermano. Fue el Juramento de Santa Gadea (llamado así porque tuvo lugar en la iglesia de Santa Gadea, en Burgos). Probablemente fue el mismo Rodrigo Díaz quien, actuando por última vez como alférez real, tomó juramento a Alfonso VI. Luego pasó discretamente a segundo plano, pues el nuevo rey no confiaba en el que había sido leal vasallo de su hermano. Fue sustituido en su cargo de alférez por García Ordóñez. Los principales cargos de la corte fueron ocupados por el conde de Carrión, Pedro Ansúrez, y por la familia de los beni Gómez.

Tras la muerte de Sancho II, su hermano García pudo recuperar el reino de Galicia, aunque por poco tiempo, ya que en 1073 Alfonso VI le pidió una entrevista y en el encuentro lo hizo encarcelar y lo mantuvo prisionero en León con honores de rey.

El condado de Maine se rebeló contra la autoridad de Guillermo I de Normandía, pero éste sofocó la revuelta y reafirmó su dominio sobre el territorio.

Una revuelta de los karajaníes obligó al sultán Alp Arslán a abandonar nuevamente la campaña de Siria contra los fatimíes, pero nunca pudo retomarla, pues murió en una batalla contra aquéllos. Fue sucedido por su hijo Malik Sha, quien empezó por someter a los karajaníes. Los sultanes selyúcidas habían creado una administración llamada diván, presidida por un visir. Mientras Alp Arslán y Malik Sha dirigían sus ejércitos, quien realmente gobernó el Imperio en su nombre fue el visir Nizam al-Mulk. Fundó en Bagdad una escuela superior de estudios religiosos (Nizamiyya) que defendió la ortodoxia sunní frente a los chiitas.

Malik Sha y Nizam al-Mulk fracasaron en sus intentos de hacer sedentarios a los turcos que habían penetrado en el Califato Abasí. Tampoco pudieron estabilizar su poder, pues los sultanes consideraban el Estado como una propiedad familiar. Malik Sha distribuyó numerosas tierras entre sus parientes y luego tuvo que hacer frente a sus revueltas.

También murió el papa Alejandro II, y el pueblo de Roma aclamó como nuevo papa a Hildebrando, que adoptó el nombre de Gregorio VII. Naturalmente, continuó con su programa de reformas.

Ese mismo año dictó sentencia de excomunión y destierro contra Pedro Ramón, el hijo del conde Ramón Berenguer I de Barcelona, que había asesinado a su madrastra Almodis seis años antes. Pedro Ramón marchó a Al-Ándalus y murió poco después.

En 1074 Gregorio VII convocó un concilio en Roma en el que condenó la simonía, el concubinato de los clérigos y la relajación de sus costumbres.

El rey Salomón de Hungría fue derrotado en Mogyoród por su primo, el hijo de Bela I, que se convirtió en rey con el título de Geza I. Salomón huyó y se hizo ermitaño. Geza I fue reconocido por el papa Gregorio VII y el emperador bizantino Miguel VII le envió una corona que fue unida a la que san Esteban había recibido de Silvestre II.

El califa fatimí al-Mustansir, incapaz de hacer frente a la ruina económica y a los ataques de los selyúcidas, llamó al general armenio Badr al-Yamali y lo nombró visir, concediéndole plenos poderes.

El sultán Malik Sha encargó a un grupo de sabios una reforma del calendario. Al frente de éstos estaba Umar Jayyam, matemático y poeta, director del observatorio de Isfahan. Pero es más famoso como poeta, por sus cuartetas, que expresan un cierto escepticismo pesimista.

El rey Alfonso VI de León y Castilla se casó con Inés, hija del duque de Aquitania Guillermo VIII, y ese mismo año Rodrigo Díaz se casó con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo, de la que unos decían que era "de tal hermosura que estando ella había dos lunas en la noche" y otros que era "yegua de piel amarilla, con la que nadie se casa, si no es por la dote". En cualquier caso, era de sangre real, lo que indica que Rodrigo Díaz gozaba de buena posición en la corte castellana.

El conde Gausfredo II de Rosellón murió y fue sucedido por su hijo Guislaberto II.

El rey al-Mamún de Toledo conquistó el reino de Córdoba, pero murió al año siguiente, en 1075, y fue sucedido por su nieto Yahyá al Qádir. Como suele ocurrir cuando muere un rey fuerte, sus enemigos apuestan por que el nuevo rey no estará a la altura del anterior y aprovechan para saldar sus cuentas. A veces aciertan y a veces no. Esta vez acertaron. Al-Qádir era mucho menos eficiente que su abuelo, y pronto se vio en apuros ante los ataques de los reyes de Valencia, Sevilla y Zaragoza, así como por el conde de Aragón Sancho I Ramírez y por un partido interno ortodoxo radical que lo acusaba de pactista. Valencia se independizó bajo Abú Bakr, hermano de Abd al-Malik, el último rey anterior a la anexión del reino a Toledo.

El rey de Inglaterra Guillermo I el Conquistador desbarató una conjuración urdida por nobles normandos en colaboración con algunos de los antiguos nobles sajones.

En Austria murió el margrave Ernesto el Valeroso y fue sucedido por Leopoldo II el Hermoso.

El papa Gregorio VII había enviado un gran número de legados por toda Europa, pero estos se encontraron con trabas, sobre todo en Alemania, debido a que la nobleza se negaba a perder el control sobre los cargos eclesiásticos que el papa reclamaba para sí. El punto clave era quién podía nombrar y deponer obispos, pues un obispo se mostraba fiel a quien le nombraba y podía deponerle. Por ello convocó un concilio en Roma en el que se prohibió bajo pena de excomunión que los señores concedieran la investidura religiosa a un eclesiástico, y condenó todo atentado a la libertad de las elecciones episcopales. Así mismo redactó veintisiete disposiciones que fueron publicadas con el título de Dictatus Papae y que merece la pena leer. Ya de paso, excomulgó a Roberto Guiscardo, que había hecho algunas incursiones por territorios pontificios. El duque se había apoderado de Amalfi y en 1076 se apoderó de Salerno.

Enrique IV de Alemania no tardó en reaccionar ante las pretensiones del papa: En enero convocó un concilio en Worms que depuso a Gregorio VII, pero a su vez, en febrero, Gregorio VII excomulgó a Enrique IV y liberó a sus vasallos del juramento de sumisión. Se inició así la llamada querella de las investiduras.

Mientras tanto, el rey Alfonso VI de León y Castilla escribía a Gregorio VII solicitando ayuda contra los musulmanes. La carta era descaradamente exagerada. El rey advertía que si no recibía la ayuda necesaria "... falto de asistencia, luchando contra toda África aliada, trataré con el sarraceno y dejaré libre el paso a los desfiladeros pirenaicos". Gregorio VII se asustó e invitó a los caballeros europeos a acudir a Castilla a luchar contra los moros. Algunos franceses y alemanes acudieron a la llamada, pero discutieron entre sí y no tardaron en marcharse.

Por esta época los almorávides conquistaron el Imperio de Ghana, que quedó dividido en dos partes: el norte, dominado por los almorávides, que se islamizó, y el sur, en el que se refugiaron todos los nativos que no aceptaron el islam.

En Denia murió el rey Iqbal, tras lo cual las Baleares se independizaron del reino y éste cayó inmediatamente en manos del rey al-Muqtadir de Zaragoza.

En Francia murió el duque de Borgoña Roberto I, el tío de Felipe I. El rey trató de hacerse con el ducado, pero al final se lo quedó Hugo I, un nieto de Roberto I que gobernó con total independencia.

En Alemania murió el duque de la Baja Lorena Godofredo IV el Jorobado, que había nombrado heredero a su sobrino Godofredo, pero Enrique IV sólo le concedió el marquesado de Amberes, que comprendía un territorio llamado Bouillon, por lo que Godofredo fue conocido como Godofredo de Bouillon. El ducado se lo asignó a su hijo Conrado, de dos años de edad. Con tal duque, los distintos condados que integraban el ducado adquirieron una gran independencia, hasta el punto de que el título ducal dejó de tener valor alguno. Entre dichos condados destacaron el de Limburgo y el de Lovaina.

También murió el rey Sven II de Dinamarca y fue sucedido por su hijo Harald Hen. Durante el reinado de su padre había aparecido el uso de la moneda en Dinamarca. Harald unificó el sistema monetario.

El sultán turco Malik Sha logró finalmente arrebatar Siria a los fatimíes. También les tomó Palestina, en particular la ciudad santa de Jerusalén.

Así mismo murió el conde de Barcelona Ramón Berenguer I. Nombró herederos a sus hijos Ramón Berenguer II Cabeza de Estopa y Berenguer Ramón II. Ese mismo año Ramón Berenguer II participó en una campaña contra Murcia de acuerdo con el rey al-Mutamid de Sevilla. En Granada murió el rey Badis, que fue sucedido por su nieto Abd Allah ibn Buluggin.

El rey Sancho IV de Navarra no era nada querido en la corte. Era costumbre que el rey eligiera a distintos nobles para los cargos más relevantes, pero de una forma progresiva, de modo que cada uno iba ascendiendo paulatinamente desde los puestos más bajos hasta los más altos. Sin embargo, Sancho IV tomó con frecuencia decisiones arbitrarias por las que unos nobles eran depuestos y otros nombrados sin ninguna consideración a sus carreras. Esto generó numerosas conjuras palaciegas, hasta que una de ellas triunfó. Durante una cacería en el mes de junio, el rey "se despeñó" por un terraplén sobre el río Arga, en el despoblado de Peñalén. Por eso es recordado como Sancho IV el de Peñalén. La corona correspondía por herencia a su hermano Ramón, pero sucedió que Ramón y su hermana Ermesinda eran los responsables de "lo de Peñalén", así que tuvieron que huir para no ser condenados por regicidas. Ramón es conocido como Ramón el Fratricida.

La nobleza navarra eligió como nuevo rey al primo del difunto, el conde Sancho I Ramírez de Aragón, que se convirtió así en el rey Sancho V de Navarra y I de Aragón. En realidad no fue tan sencillo. Parece ser que, desde hacía unos cuatro años, Sancho I ya se hacía llamar (sin justificación alguna) rey de Aragón. Los antecedentes para esto eran que su padre Ramiro I había sido el hijo primogénito (aunque bastardo) del rey de Navarra Sancho III Garcés, y había tratado en vano de hacerse reconocer como rey. Ramiro I había sido derrotado por su hermanastro García IV y tuvo que contentarse con su título de conde, pero al parecer transmitió a su hijo la idea de que en realidad le correspondía la dignidad real, y éste se atrevió a asumirla porque el rey navarro Sancho IV no era excesivamente peligroso. En cualquier caso, al convertirse en rey de Navarra pudo legitimar su título real y, lo que es más, convirtió legalmente a Aragón en reino del mismo modo que Fernando I había convertido a Castilla en reino al ser proclamado rey de León. Por su parte, el rey Alfonso VI de León y Castilla también era primo del difunto Sancho IV, así que se consideró con igual derecho al trono navarro. No consiguió el trono, pero Castilla se anexionó la zona occidental del reino de Navarra (la Rioja) y Sancho I (V) le rindió vasallaje.

Los historiadores posteriores no debieron o no quisieron entender lo que había pasado realmente para que los condados de Castilla y Aragón se convirtieran en reinos, así que la "versión oficial" fue que el testamento del rey Sancho III el Mayor legaba Navarra, Castilla y Aragón a sus tres hijos y que dio a todos el título de rey.

Dos años antes había muerto el rey croata Petar Kresimir IV y se produjeron disputas sobre la sucesión, pero finalmente un legado pontificio coronó a Dimitar Zvonimir, confirmando así la supremacía de la Iglesia romana en el país.

La querella de las investiduras dio pie para que algunos nobles alemanes se rebelaran contra Enrique IV. El duque Boleslao II de Polonia tomó parte por Gregorio VII y a cambio éste le concedió el título de rey. Igualmente, el papa aprobó la decisión que tomaron los duques de Suabia, de Baviera y de Carintia, reunidos en Forchheim, donde eligieron rey de Alemania al duque Rodolfo de Suabia. Rodolfo había luchado junto a Enrique IV contra las rebeliones de Sajonia, pero apoyar al papa le pareció más provechoso, luego también más justo. En octubre una asamblea de obispos y príncipes alemanes reunida en Tribur conminó a Enrique IV a que se sometiera a Gregorio VII.

El enérgico rey que se había enfrentado victorioso a bávaros y sajones vio amenazada su corona por un hombre aún más enérgico que él. La situación se le iba de las manos y consideró que su mejor alternativa era ceder ante el papa y aparentar que estaba arrepentido. Escribió una carta de retractación, la promissio, pero no fue suficiente, en enero de 1077 tuvo que marchar a Italia y permaneció tres días en la nieve vestido de penitente a las puertas del castillo de Canossa, propiedad de la condesa Matilde de Toscana, donde el papa se había refugiado. Con ello logró que Gregorio VII le diera la absolución. Matilde había estado casada con el duque de Lorena, Godofredo el Jorobado, que había muerto el año anterior, y ahora la condesa realizó una donación solemne por la que todos sus Estados pasaban a formar parte de los Estados Pontificios. En marzo Rodolfo de Suabia fue coronado rey en Maguncia. Enrique IV depuso a los duques que lo apoyaban y logró expulsarlo de Suabia. Entre los expulsados estaba Güelfo I de Baviera. El ducado quedó bajo el gobierno del rey.

Los turcos dominaban ya la mayor parte de Asia Menor, a la que llamaron Rum (Roma), pues hasta entonces había sido parte del Imperio Bizantino, es decir, según los bizantinos, del Imperio Romano. Malik Sha confió el gobierno de Rum a su primo Sulaymán ibn Qutulmis.

En Hungría murió el rey Geza I y fue sucedido por su hermano Ladislao I.

El conde de Besalú Guillermo II el Trueno había dejado un hijo que ahora alcanzó la mayoría de edad y se convirtió en el conde, Bernardo III, conjuntamente con su tío Bernardo II.

El rey tolteca Matlacoatzin murió y fue sucedido por Tlicohuatzin.

En 1078 el príncipe Iziaslav I de Kíev fue expulsado de su Estado por su hermano Vsiévolod, que estaba casado con María, una hija del emperador bizantino Constantino IX Monómaco. Los miembros de la familia real de Kíev (los Riurikovichi) se repartieron los principados pactando una especie de turnos según la edad, de modo que Vladimiro Monómaco, el hijo de Vsiévolod, obtuvo el principado de Chernígov. Al mismo tiempo, Nóvgorod pasó a manos de Sviatpolsk.

En Constantinopla la economía iba mal. Se devaluó la moneda, los alimentos escaseaban y los precios subieron. Finalmente estalló una rebelión. En realidad fueron dos, una en los Balcanes y otra en Asia Menor, ambas dirigidas por sendos generales llamados Nicéforo. El emperador Miguel VII se apresuró a abdicar y se le permitió ingresar en un monasterio. Los dos Nicéforos lucharon entre sí y ganó el de Asia Menor, que se convirtió en el nuevo emperador, Nicéforo III. En realidad Nicéforo III no se mantuvo en el poder por sus propios méritos sino por los de un gran general: Alejo Comneno, sobrino del emperador Isaac I que había reinado veinte años antes. Su padre, Juan, ocupaba un cargo en el palacio del emperador, pero Alejo había pasado su vida en el ejército luchando a las órdenes de Romano IV y Miguel VII. Ahora servía a Nicéforo III y en su nombre derrotó a todos los generales que se le opusieron.

Los sarracenos fueron expulsados de Córcega, y el papa Gregorio VII confió la administración de la isla al arzobispado de Pisa.

En Normandía se hallaba el monasterio benedictino de Santa María de Bec, del que fue nombrado abad un italiano llamado Anselmo, y que era el mejor teólogo de la época. Había llegado al monasterio veintidós años antes, cuando estaba presidido por Lanfranco, el actual arzobispo de Canterbury. Anselmo es uno de los padres de la Escolástica, es decir, de la filosofía medieval. Definía la especulación filosófica como una explicación de la fe, sostenía en la necesidad de creer para comprender, pero insistía en que luego debía procurarse comprender lo que se creía: "No anteponer la fe es presunción, pero no apelar seguidamente a la razón es negligencia". El mayor legado filosófico de Anselmo es nada menos que una prueba de la existencia de Dios, el llamado argumento ontológico. Es el siguiente:

Todo el mundo tiene una idea de Dios. Incluso quien niega la existencia de Dios tiene la idea de aquello cuya existencia niega. La idea de Dios es la idea de un ser perfecto, un ser más perfecto que el cual ningún otro puede ser pensado. Ahora bien, una de las cualidades que supone esta perfección es la existencia, pues un Dios que no existiera sería inferior a un Dios que existiera. Por consiguiente, si Dios no existiera, podríamos pensar en un ser más perfecto que Dios, un ser que fuera igual en todo a Dios pero que además existiera, y esto contradice al concepto mismo de Dios. La conclusión lógica es que Dios tiene que existir.
Este argumento ontológico ha ocupado a los filósofos durante varios siglos. Una de las primeras refutaciones la presentó un monje francés llamado Gaunilón en un tratado titulado Liber pro insipiente.

Ese año murió el conde Poncio I de Ampurias. Había jurado fidelidad como vasallo al conde Ramón Berenguer I de Barcelona. Fue sucedido por su hijo Hugo II. Fue el primer conde de Ampurias que acuñó moneda propia. El conde de Barcelona Ramón Berenguer II se casó con Mahalda, hija de Roberto Guiscardo.

El hijo mayor del rey Guillermo I de Inglaterra se rebeló contra su padre, instigado por el rey Felipe I de Francia. Era de baja estatura, lo que le valió el apelativo de Roberto Courteheuse (Roberto Pantalones Cortos).

Los reyes rivales de Alemania Enrique IV y Rodolfo de Suabia se enfrentaron en Mellrichstadt, en Turingia. La victoria fue para Enrique IV, pero no fue decisiva. Rodolfo se retiró a Sajonia. En 1079 Enrique IV nombró duque de Suabia a Federico de Beuren, al que concedió la mano de su hija Inés. Federico construyó el castillo de Staufen cerca de Beuren, y cambió su nombre familiar por el de Federico I de Staufen.

Guillermo I el Conquistador se reconcilió con su hijo Roberto con la mediación del rey Felipe I de Francia. Firmaron el tratado de Gerberoy, por el que se concedía a Roberto el gobierno del ducado de Normandía.

Los condes de Barcelona, los hermanos Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II no se llevaban bien. Mantenían controversias casi continuas, que se zanjaron a través de una comisión eclesiástica nombrada por el papa Gregorio VII. La base de las disputas radicaba en que Ramón Berenguer II era quien, desde la muerte de su padre, dirigía efectivamente los condados sin permitir la participación de su hermano en las decisiones de gobierno. El acuerdo alcanzado establecía un reparto de sus dominios, así como el convenio de que los hermanos residirían alternativamente seis meses al año en el palacio condal.

El rey Alfonso VI de León y Castilla nombró conde de Nájera a su alférez García Ordóñez y arregló su matrimonio con Urraca de Navarra, hermana del fallecido Sancho IV de Navarra. Con esto García Ordoñez se convirtió en la figura más importante de la corte castellana. El rey envió a Rodrigo Díaz a cobrar las parias al rey de Sevilla al-Mutamid, y entonces García Ordóñez buscó un pretexto para atacar Sevilla. Puesto que al-Mutamid pagaba las parias, oficialmente Sevilla estaba bajo la protección del rey Alfonso VI, por lo que Rodrigo Díaz consideró que su deber era protegerla del ataque de García Ordóñez. Los dos castellanos se enfrentaron en Cabra y venció el Campeador. Al-Mutamid pagó las parias y añadió algunos presentes de gran valor para el embajador del rey que tan bien le había defendido. De regreso a Castilla, Rodrigo Díaz entregó a Alfonso VI las parias recaudadas y se quedó con los regalos recibidos a título personal, pero sus enemigos en la corte, que no eran pocos, y entre ellos estaba, naturalmente, García Ordóñez, fomentaron habladurías sobre este hecho.

El débil monarca toledano al-Qádir, incapaz de resistir los ataques de los reinos vecinos, pidió ayuda a Alfonso VI, que se la prestó a cambio del pago de parias atrasadas y de una suma adicional.

Alfonso VI tomó Coria al rey de Badajoz al-Mutawakkil, el cual decidió enviar una petición de ayuda a los almorávides de Yúsuf ibn Tasfin. Éste estaba ocupado en la conquista de Marruecos, así que no envió tropas a Al-Ándalus.

El rey Boleslao II de Polonia apoyaba al papa Gregorio VII en su querella contra el rey de Alemania Enrique IV, pero eso no tenía nada que ver con que fuese un buen católico. Al contrario, el obispo de Cracovia llevaba ya un tiempo denunciando sus excesos, y finalmente lo excomulgó. Como respuesta, Boleslao II hizo matar a san Estanislao al pie del altar. Esto provocó una revuelta de la nobleza que arrebató la corona a Boleslao y lo envió al exilio. El rey es recordado como Boleslao II el Atrevido, y acabó refugiándose en un convento de Hungría. Los nobles pusieron en el trono a su hermano Ladislao I Herman, pero éste ya no llevó el título de rey que Boleslao II había conseguido de Gregorio VII, sino que llevó el de duque de Polonia, como su padre.

El conde Hugo I de Borgoña abdicó en favor de su hermano Eudes I Borel y se retiró a un monasterio.

Uno de los hermanos de Malik Sha, llamado Tutus, asesinó al gobernador de Siria, el general Aziz, y ocupó su lugar.

En 1080 Enrique IV de Alemania logró derrotar por segunda vez a su adversario Rodolfo, esta vez en Flarchheim, pero esta victoria tampoco fue decisiva. De todos modos, era una victoria que Enrique IV trató de aprovechar para intimidar al papa Gregorio VII, pero la respuesta de éste fue una nueva excomunión (en marzo). Entonces Enrique IV tuvo la idea de poner a Gregorio VII en la misma situación en que se encontraba él (con un rival que le disputaba el título). En junio logró reunir en Brixen una asamblea de obispos leales que eligieron papa al arzobispo de Ravena Guiberto, que adoptó el nombre de Clemente III. Rodolfo se enfrentó nuevamente a Enrique IV en la batalla de Hohenmölsen con la ayuda de Otón de Nordheim, pero, a pesar de que su ejército resultó vencedor, él murió en el combate. También murió el conde Amadeo II de Saboya y marqués de Turín. Fue sucedido por su hijo Humberto II.

El duque Guillermo VIII de Aquitania marchó a Castilla para ayudar al rey Alfonso VII de Castilla contra los musulmanes.

En Dinamarca murió el rey Harald Hen y fue sucedido por su hermano Canuto II. Se ganó el apoyo de la Iglesia concediéndole el cobro de diezmos y castigando severamente la inobservancia de las prescripciones eclesiásticas.

La debilidad de los principados rusos había permitido que se creara un nuevo reino en el Cáucaso, al norte de Armenia. Se llamaba Georgia, y su rey actual era Jorge II. El pueblo armenio, presionado por los georgianos y por los selyúcidas, tomó la decisión de emigrar en masa hacia Cilicia (la región al sureste de Asia Menor), bajo la conducción de un príncipe llamado Rubén. Allí fundaron la Pequeña Armenia (de modo que la tierra de donde provenían fue conocida como la Gran Armenia).

Guillermo el Conquistador
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