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EL FIN DE CARLOS EL TEMERARIO
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En 1471 el inca Pachacuti abdicó en su hijo Túpac Inca Yupanqui. Bajo su reinado, el Imperio Inca había alcanzado una extensión considerable. Su estrategia consistió en respetar los privilegios de la aristocracia de los pueblos conquistados, de modo que, a menudo, los dirigentes entregaban a su pueblo sin lucha para conservar su status. Sin embargo, los incas se ocupaban de implantar sus costumbres y su modo de vida sobre los sometidos: la distribución comunal de la tierra, el servicio militar, el impuesto en trabajo, etc. La tribu de los Lupaca, que habitaba junto al lago Titicaca, se rebelaba constantemente contra el dominio incaico, por lo que Pachacuti decidió deportar en masa a sus miembros, separándolos y distribuyéndolos por zonas del Imperio donde la cultura inca estaba bien arraigada. Recíprocamente, la región fue repoblada con habitantes de la zona de Cuzco. Esta técnica de deportaciones masivas fue conocida como la mitima, y desde entonces sería usada sistemáticamente con los pueblos más belicosos.

Así, el Imperio gozó de una coherencia y eficiencia poco usuales: se construyeron caminos, almacenes, refugios, etc.  Pachacuti fue también el constructor de la ciudadela de Machu Picchu: emplazada a una altura que la convertía en inexpugnable, entre el Machu y el Huayna Picchu (la vieja y la joven cima), alrededor de un centro despejado, se distribuye un complejo de edificios distribuidos en barrios: estaba el barrio real, el religioso, el industrial, y el barrio de los agricultores, cerca de las terrazas de cultivo.

Los portugueses, que habían perdido el control sobre el estrecho de Gibraltar tras la pérdida de Ceuta, lo recuperaron de nuevo al conquistar Tánger y Arcila.

Los portugueses continuaban explorando la costa Africana. En una zona de la costa obtuvieron marfil de los nativos, por lo que la llamaron Costa de Marfil, y más al este aún encontraron una zona rica en oro, que recibió, cómo no, el nombre de Costa de Oro. Dicha costa se encuentra a unos pocos grados del ecuador, y ese año los portugueses decidieron cruzarlo. A ello se oponían muchas supersticiones de marineros: a medida que se acercaban al ecuador la temperatura aumentaba cada vez más, en el ecuador, tal vez el agua del mar herviría y destrozaría los barcos. Si no, las nuevas estrellas y constelaciones que aparecían en el firmamento podrían tener efectos insospechados sobre los hombres; la estrella polar, la guía de los marineros, desaparecería de la vista... Todas estas bobadas se olvidaron cuando João Santarem y Pedro Escobar descubrieron la isla de Santo Tomé y Príncipe, situadas casi sobre el ecuador, al sur de la Costa de Oro y, ya en el hemisferio sur, llegaron a la isla que llamaron Annobón (Buen Año).

Ese año murió sin descendencia el rey de Bohemia Jorge de Podebrady, pero el rey Matías I de Hungría no pudo hacer efectivo el título que se atribuía de rey de Bohemia, ya que la nobleza husita eligió como rey a Ladislao II Jagellón, hijo del rey Casimiro IV de Polonia y de Isabel de Habsburgo, hermana de Ladislao V Póstumo, el rey de Bohemia y Hungría predecesor tanto de Jorge de Podebrady como de Matías I.

Casimiro IV había entablado una alianza con el principado ruso de Nóvgorod, pero éste fue invadido poco después por el gran príncipe Iván III de Moscú, que suprimió toda forma de autogobierno en Nóvgorod. Desde la caída de Constantinopla, el Patriarca de Moscú podía considerarse la cabeza indiscutible de la Iglesia Ortodoxa, y poco a poco había ido surgiendo la teoría que convertía a Moscú en la heredera cultural de Constantinopla. Esta doctrina se reforzó en 1472, cuando Iván III se casó con Zoé o Sofía Paleólogo, hija de Tomás Paleólogo, el hermano del último emperador bizantino, Constantino XI. Ahora los grandes príncipes moscovitas podían considerarse, en cierto modo, (un tanto forzado, la verdad sea dicha) sucesores de los emperadores bizantinos. Moscú se consideraba la Tercera Roma. Los moscovitas decían que la primera Roma había caído, la segunda (Constantinopla), también, pero que la tercera no caería nunca.

La ciudad de Beauvais seguía resistiendo el asedio del duque de Borgoña, Carlos el Temerario. Finalmente, en julio acudió en su ayuda el ejército de Luis XI. El duque, obstinado en tomar la ciudad, mantuvo inmovilizado a su ejército, que fue rendido por hambre por los franceses, y se vio obligado a pactar una tregua.

El navegante portugués Fernando Poo descubrió la isla que lleva su nombre. Está situada junto a la costa africana en un punto donde ésta reservaba una desagradable sorpresa a los exploradores ansiosos por llegar a las Indias: hasta ese momento, la costa había corrido de oeste a este, pero, frente a la isla de Fernando Poo, gira bruscamente en ángulo recto y continúa hacia el sur.

La guerra civil aragonesa llegó a un punto muerto que se resolvió el 16 de octubre con la Capitulación de Pedralbes, en la que Juan II otorgó una amnistía general y reconoció fuertes limitaciones de la autoridad real frente a la Generalidad catalana. Sin embargo, este acuerdo no vinculaba a los beaumonteses navarros, que no estaban dispuestos a dejar las armas mientras Juan II no reconociera a Leonor como reina de Navarra. Ese año murió el conde Gastón IV de Foix, el esposo de Leonor. Su hijo Francisco, el príncipe de Viana, se convirtió en el nuevo conde de Foix.

El rey Fernando I de Sicilia ayudó a su padre a reorganizar la Corona de Aragón, con lo que su esposa Isabel quedó sola en Castilla, si bien su delicada situación mejoró sensiblemente gracias a que ahora podía contar con la ayuda aragonesa.

El infante Enrique, hermano del rey Juan II, había dejado un hijo póstumo, llamado también Enrique, que ahora cumplía veintiséis años. Fue llamado el Infante Fortuna, por las grandes riquezas que había heredado de sus padres. Tenía los títulos de conde de Ampurias y duque de Segorbe, y empezó a maniobrar para conseguir la mano de Juana la Beltraneja, aspirando así a convertirse en rey de Castilla.

El año anterior, un rico burgués de Nuremberg llamado Bernhard Walther había puesto a disposición del matemático y astrónomo Johann Müller un observatorio, un taller para la fabricación de instrumentos y una imprenta. Así tuvo la ocasión de observar un cometa que pasó ese año cerca de la Tierra, sobre el cual escribió un opúsculo en el que defendía que los cometas no son meteoros, sino astros, cuyas posiciones sucesivas pueden establecerse astronómicamente, al igual que las de los planetas. Ese año hizo imprimir las Teoriae nouae planetarum, de su maestro, Georg von Peuerbach.

También data de ese mismo año la primera edición impresa de la Divina Comedia, de Dante. En su transcurso murieron:

Esta generación de artistas y pensadores renacentistas estaba siendo sustituida por otra mucho más numerosa, hasta el punto de que es imposible dar cuenta detallada en estas páginas de toda la pléyade de pintores, escultores, arquitectos, latinistas, historiadores, etc. que estaba surgiendo en Italia, en los Países Bajos y en otras partes de Europa. Entre ellos podemos destacar a un joven de veinte años cuyo padre lo había confiado a Verrocchio para su instrucción, dos años atrás. Había nacido en Vinci, una localidad cercana a Florencia, por lo que era conocido como Leonardo da Vinci.

El pintor Sandro Botticelli había desarrollado un estilo propio, plasmado en su Adoración de los Magos, que terminó ya en 1473. Por esta época tenía como colaborador a Filippino Lippi, el hijo de su maestro.

Antonio de Nebrija dejó su cargo en el arzobispado de Sevilla y volvió a la universidad de Salamanca, donde había estudiado, ahora como profesor de gramática y retórica.

El rey Enrique IV de Castilla enfermó después de una comida, y sus asesores, partidarios de Juana la Beltraneja, lo convencieron de que su hermana Isabel había tratado de envenenarlo. Isabel se ve obligada a huir de Toledo.

El sultán otomano Mehmet II derrotó al príncipe turco Uzun Hasan Beg en Enzincan.

Ese año murió el duque Nicolás de Lorena. Tenía veinticinco años y seguía soltero. El ducado pasó a su primo Renato II, de veintidós años, hijo de su tía Yolanda y del conde Ferry de Valdémont. Con Renato II se inicia la tercera casa ducal de Lorena.

También murió el rey Jacobo II de Chipre, que fue sucedido por su hijo Jacobo III. Sin embargo, el nuevo rey murió en 1474 y su madre, Catalina Cornaro, gobernó el país.

El Papa Sixto IV dio su aprobación a la orden de los mínimos, fundada por Francisco de Paula.

Andrea Mantegna terminó la decoración de la Cámara de los esposos, una sala del palacio de los Gonzaga, en la que plasmó diversas escenas de la vida cotidiana de la familia. De esta época aproximadamente es su original Cristo muerto, en el que el cadáver se muestra muy escorzado, con los pies en primer plano y la cabeza al fondo, de forma que lo más llamativo son los agujeros de los clavos en las manos y los pies.

El duque de Borgoña, Carlos el Temerario, había tratado de compensar su derrota ante el rey Luis XI de Francia mediante una alianza con el emperador Federico III, al que le había comprado Alsacia. Le propuso incluso el matrimonio entre su heredera María, de diecisiete años, y Maximiliano, el primogénito del emperador, que tenía entonces quince. Sin embargo, los Habsburgo nunca habían sido tan débiles: ese año tuvieron que reconocer la independencia de la Confederación Helvética en la llamada Paz Perpetua, en la que, no obstante, los suizos se reconocían integrados en el Sacro Imperio Romano. En estas circunstancias, Federico III consideró que un aliado poderoso era más peligroso que un enemigo poderoso, y declinó la oferta.

En el transcurso de su guerra contra los Habsburgo, los suizos se habían convertido en el mejor ejército de Europa. Gracias a una férrea disciplina en el combate, habían aprendido a resistir las cargas de caballería y se adaptaron rápidamente para enfrentarse a las nuevas armas de artillería. Los Habsburgo no habían consultado a los alsacianos a la hora de venderlos a Borgoña, y se negaron a aceptar la autoridad de Carlos el Temerario. Entonces solicitaron la ayuda de los suizos, que se habían quedado ociosos tras la paz con los Habsburgo. Inmediatamente, el rey Luis XI de Francia apoyó a los suizos y formó con ellos una liga antiborgoñona, la Unión de Constanza, a la que finalmente se unió el propio emperador. En agosto se incorporó también el duque Renato II de Lorena, después de que Carlos el Temerario invadiera su ducado.

Luis XI hizo que su primo, el conde Carlos del Maine, se casara con Juana, la hermana del duque Renato II de Lorena, y luego forzó al duque Renato de Anjou a nombrar heredero a su sobrino Carlos, en contra de los derechos de su nieto, Renato II. De este modo, el futuro duque de Anjou le debería un favor a Luis XI y, si fuera necesario, siempre podría deshacer lo que había hecho y devolverle Anjou al duque de Lorena. Era la forma del rey de asegurarse la fidelidad de sus nobles. Por otra parte, Luis XI casó a su hija Ana, de trece años, con Pedro (de treinta y cuatro), hermano del duque Juan II de Borbón.


El sultán otomano Mehmet II, tras otorgarse el título de Emperador Romano, como sucesor de Constantino XI, lanzó una nueva campaña de ataques contra Hungría y Austria.

El rey Alfonso V de Portugal transfirió la concesión sobre la exploración y explotación de la costa africana a su primogénito, el príncipe Juan, que acababa de cumplir los diecinueve años. Su principal objetivo en lo referente a la exploración era determinar si la costa africana volvía a avanzar hacia el este más al sur de la isla de Fernando Poo. Un cabo impedía ver desde lejos si era así o no, hasta que fue doblado por Lopo Gonçalves, en cuyo honor fue bautizado como cabo López. El resultado fue descorazonador: la costa seguía más y más al sur, hasta donde alcanzaba la vista. Esto paralizó durante un tiempo la exploración. Al fin y al cabo, si el comercio con Guinea y la trata de esclavos ya era rentable, ¿para qué ir más allá?

Al mismo tiempo, se estaba planteando otra posibilidad de exploración: en el siglo III a.C., Eratóstenes había determinado el radio terrestre con gran exactitud, y los matemáticos y astrónomos musulmanes habían realizado cálculos excepcionalmente precisos sobre la geometría de la superficie terrestre. Todos ellos coincidían en que la Tierra es una esfera cuya circunferencia mide 40.000 kilómetros. Sin embargo, el matemático Toscanelli hizo sus propios cálculos, según los cuales la circunferencia terrestre medía tan sólo 29.000 kilómetros. Por otra parte, basándose en el relato de Marco Polo, Toscanelli hizo una estimación de la distancia hasta el extremo oriental de Asia, es decir, hasta la lejana isla de Cipango (Japón). Aquí el italiano asignó a Asia treinta grados de longitud más de lo correcto, y así concluyó que se podría llegar hasta Cipango navegando unos 5.000 kilómetros hacia el oeste, desde la costa portuguesa. Estas ideas figuran en una carta que dirigió al médico portugués Fernão Martins, confesor del rey de Portugal.

El rey Fernando I de Nápoles se casó con Juana, hija del rey Juan II de Aragón. Protector de las artes y las letras, ese mismo año introdujo la imprenta en Nápoles.

La nobleza castellana seguía dividida entre los partidarios de Isabel y los de Juana. El partido isabelino recibió un gran impulso cuando la familia Mendoza cambió de bando al ser nombrado cardenal el obispo Pedro González de Mendoza. (Isabel mantenía buenas relaciones con el Papa Sixto IV, que había concedido una dispensa auténtica para su matrimonio con Fernando, frente a la falsificación atribuida a su antecesor. Por ello, las altas esferas de la Iglesia castellana eran isabelinas.) Isabel también se vio beneficiada por la muerte de Juan Pacheco, uno de los principales partidarios de Juana. El marquesado de Villena lo heredó su hijo Diego López Pacheco, que se mantuvo en el bando de su padre. El número de ciudades partidarias de Isabel iba en aumento, entre las que destacaba Segovia, donde Enrique IV se entrevistó varias veces con su hermanastra a lo largo del año. Sin embargo, el rey murió repentinamente el 1 de diciembre sin que se hubiera llegado a ningún acuerdo sobre la sucesión. Isabel reaccionó rápidamente. Marchó a Toledo y comunicó a los magistrados municipales su deseo de coronarse en dicha ciudad. La ceremonia tuvo lugar el 3 de diciembre.

En Valaquia, el príncipe Radu el Hermoso, sumiso a los turcos, había pasado los dos últimos años luchando con un rival, Basarab. De algún modo que no está muy claro, Vlad el Empalador, el hermano de Radu, se había liberado del cautiverio húngaro. Una versión muy novelesca cuenta que la hija del rey Matías I de Hungría, que lo amaba, logró su liberación a cambio de su conversión al catolicismo (Vlad era ortodoxo). Fuera como fuera, lo cierto es que el 10 de enero de 1475 participó en la batalla de Vaslui, en la que el príncipe de Moldavia Esteban el Grande derrotó al general turco Solimán. Vlad formaba parte de un contingente húngaro enviado por Matías I. Cuando el Papa Sixto IV recibió la notica de la victoria, concedió a Esteban el título de Atleta de Cristo. El sultán Mehmet II tuvo mejor fortuna en Crimea, donde derrocó al kan Mengli Giray.

Ese año fue jubilar, pues el Papa Paulo II, ante los sustanciosos ingresos que los jubileos proporcionaban a las arcas vaticanas, había decidido que se celebrara un jubileo cada veinticinco años, en vez de cada cincuenta, como hasta entonces.

En febrero las cortes de Castilla ratificaron a Isabel como la reina Isabel I de Castilla. Juana la Beltraneja tenía entonces doce años, y sus partidarios se apresuraron a terminar las negociaciones para casarla con el rey Alfonso V de Portugal. En mayo, Alfonso V invadió Castilla y tomó Plasencia, Toro y Zamora. Luego se casó con Juana, a pesar de no contar con la debida dispensa papal. La reina Juana, hermana de Alfonso V y madre de la Beltraneja, murió ese mismo año. Entre los partidarios de Isabel se encontraba Beltrán de la Cueva, el supuesto padre de Juana la Beltraneja. Toledo se mantuvo leal a Isabel I gracias en gran parte a su corregidor, que la sazón era Diego Gómez Manrique.

Fernando de Aragón había vuelto a Castilla tan pronto le hubo llegado la noticia de la muerte de su suegro, y consideró que, ahora que tan necesario le era a Isabel el apoyo militar de Aragón, era el momento adecuado para renegociar el contrato prematrimonial que había firmado en su día. Argumentó que era descendiente directo de la casa real castellana de Trastámara, y que la costumbre aragonesa exigía que el gobierno de los estados fuera ejercido por el marido en caso de un matrimonio real. Los jueces castellanos dijeron que en Castilla esa ley no existía, y que Isabel era reina con todas las consecuencias. La disputa fue sometida al arbitraje de una comisión de juristas (castellanos) presidida por el arzobispo de Toledo. La sentencia, que se llamó la Concordia de Segovia, decidió que Isabel sería la reina de Castilla y que ostentaría todos los poderes del reino, en especial todos los nombramientos civiles, militares y eclesiásticos, y todo lo relativo a las finanzas. Su marido sería reconocido como rey de Castilla "mientras ella viviere".

Fernando amenazó con volverse a Aragón, pero Isabel "con caricias e buenas razones", según los historiadores, supo disuadirlo empleando los mismos argumentos dinásticos que había empleado él: le hizo ver que, como hasta el momento sólo habían tenido una hija, Isabel, Aragón se quedaría sin heredero si no "permanecían juntos" el tiempo suficiente. Además le prometió que, en adelante, nada se decidiría sin el acuerdo común. Como muestra de buena voluntad le ofreció el que en lo sucesivo sería el emblema de la pareja: Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, ideado por Antonio de Nebrija, que afirmó haberlo extraído de un libro de Hechos y dichos de Alejandro Magno. Además Fernando quedaría como jefe militar en las campañas bélicas.

Fernando terminó aceptando, con lo que añadió el título de rey de Castilla (Fernando V) al que ya tenía de rey de Sicilia. Probablemente comprendió que Isabel, sin dejar que ello le ofuscara el buen juicio, estaba profundamente enamorada de él, y que ello le daba muchas posibilidades. En su correspondencia, Isabel se dirigía a él como "el rey, mi señor", en sus objetos personales mandaba grabar las iniciales "F. I.", y ella misma las bordaba en todas sus ropas.

Isabel I, armada como un caballero, recorrió diversas ciudades en demanda de tropas y fondos, gesto que le valió un aborto y también una gran afluencia de nuevos partidarios, con los que Fernando V formó un buen ejército.

El rey Juan II de Aragón ratificó la cesión a Francia de los condados de Rosellón y Cerdaña, que el rey Luis XI había ocupado años atrás aprovechando la guerra civil, pero sobre la que no había nada escrito.

El rey Matías I de Hungría se casó con Beatriz, hija del rey Fernando I de Nápoles.

El duque de Borgoña, Carlos el Temerario, se encontraba cada vez más aislado, pero finalmente logró que el rey Eduardo IV de Inglaterra aceptara devolverle el favor que le había hecho al restaurarlo en el trono cuatro años atrás. En junio, el rey inglés reunió en Calais un ejército de treinta mil hombres, pero el duque estaba asediando Neuss, una plaza fuerte de Colonia defendida por los suizos, y, nuevamente se negó a abandonar el asedio para reunir su ejército con el de los ingleses. Quien sí que acudió en agosto con el suyo fue Luis XI de Francia, y Eduardo IV, que ya había acudido a Francia con reservas, prefirió pactar con Luis XI en lugar de combatir sólo en beneficio del duque de Borgoña. En el tratado de Picquigny, Luis XI no dudó en entregar una gran suma de dinero a Eduardo IV y a prometerle una pensión anual con tal de que el aislamiento de Carlos el Temerario fuera total. Por su parte, Eduardo IV renunció al derecho a la corona francesa que se atribuían los monarcas ingleses desde el inicio de la guerra de los Cien Años. El paso siguiente de Luis XI fue lograr que la banca Médicis negara todo crédito al duque de Borgoña.

El Papa Sixto IV llamó a Roma al astrónomo Johann Müller, a quien deseaba confiarle una reforma del calendario. Müller fue nombrado obispo de Ratisbona e impartió lecciones de astronomía en Roma. Como su apellido sonába demasiado exótico a los oídos italianos, se hizo llamar Regiomontanus, porque había nacido en Königsberg (que en alemán significa "montaña real"). Por ello es más conocido en la historia como Regiomontano. Había escrito un tratado de trigonometría plana y esférica titulado De triangulis omnimodis, así como un comentario a la traducción del Almagesto de su maestro Peuerbach, titulado Epítome. Fue él quien acuñó el término seno en trigonometría, aunque le dio un sentido distinto del actual. Con sus obras se difundieron por Europa los conocimientos de trigonometría de los matemáticos musulmanes. Sin embargo, Regiomontano no pudo hacer mucho en Roma, ya que murió de peste al año siguiente, en 1476.

El 2 de marzo los suizos atacaron por sorpresa a las tropas borgoñonas en Grandson. El duque Carlos el Temerario logró escapar gracias al tesoro que llevaba en su bagaje, sobre el que se lanzaron sus enemigos mientras huía. Reconstruido su ejército, puso sitio a Morat, pero los suizos lo acorralaron y aniquilaron a unos diez mil hombres. Mientras tanto, Luis XI obligó al duque Luis de Orleans, que tenía entonces once años, a casarse con su hija Juana, de doce.

También en marzo, el ejército isabelino derrotó en Toro al de Alfonso V de Portugal. Mientras Fernando V luchaba al frente de sus tropas contra los portugueses, Isabel I permaneció en la retaguarda rezando de rodillas las once horas que duró la batalla, de modo que el mérito de la victoria hay que repartirlo equitativamente entre ambos cónyuges. Alfonso V fue derribado de su caballo y estuvo a punto de caer prisionero, pero su hijo Juan se interpuso entre su padre y los castellanos e hizo subir a aquél a la grupa de su caballo. Isabel I, aludiendo a que el gallo era el símbolo de la monarquía portuguesa, dijo: "Si el pollo no se hubiera mezclado, habríamos atrapado al gallo". Una parte de la nobleza castellana no intervino en la batalla, sino que observó los acontecimientos desde unas lomas cercanas reflexionando sobre quién era la reina legítima. Poco después de que terminara el combate comprendieron que era Isabel I y se unieron a ella. Entre los vencidos estaba el marqués de Villena, Diego López Pacheco, que conservó su título, aunque todas sus propiedades pasaron a la Corona.

Durante los últimos años, los armadores castellanos se habían abstenido de interferir en las actividades portuguesas en la costa Africana, pues ello hubiera supuesto una declaración de guerra, pero ahora que Castilla ya estaba en guerra contra Portugal, ya no había nada que perder y sí mucho que ganar. Por ello, paralelamente a la guerra en tierra, Castilla y Portugal libraron una batalla en el mar por la supremacía en África. Portugal había contratado los servicios de un pirata francés llamado Guillermo Casanove-Coullon, que supuestamente debía proteger la costa portuguesa de un posible ataque castellano, pero que no encontraba dificultades en compatibilizar este servicio con sus negocios privados. Un día atacó frente a Segres a una flotilla comercial genovesa que se dirigía a Flandes. En ella viajaba un genovés de veinticinco años, dedicado al comercio de la lana, que no tuvo más opción que nadar herido hasta tierra firme cuando fue hundido el barco que lo transportaba. Se llamaba Cristóforo Colombo, aunque es más conocido por la versión castellana de su nombre: Cristóbal Colón. Fijó entonces su residencia en Lisboa, donde se estableció como agente de la compañía genovesa Centurione. 

Las cortes de Madrigal reformaron los estatutos de la Santa Hermandad, que se convirtió en la Santa Hermandad Nueva, dotada ahora de una administración central, la Diputación general, localizada en Toledo, y unas fuerzas de a pie y de a caballo dirigidas por Alfonso de Aragón, hijo bastardo del rey Juan II de Aragón (y, por consiguiente, hermanastro del rey Fernando V de Castilla).

El rey Juan II de Aragón se entrevistó en Vitoria con sus hijos Fernando y Leonor para acordar una tregua en la guerra civil entre beaumonteses, partidarios de Leonor, y agramonteses, partidarios de Juan II. Se llegó a un acuerdo, pero se rompió poco después. Un hijo de Leonor, llamado Juan, se casó con María, hermana del duque Luis de Orleans.

Tras la victoria de Vaslui, Vlad el Empalador había regresado triunfante a Valaquia, donde recuperó el gobierno; pero el 11 de noviembre fue sorprendido por los turcos cuando lo acompañaba únicamente una escolta de doscientos hombres. Sólo diez de ellos sobrevivieron para contar cómo los turcos decapitaron a Vlad. Su cabeza fue llevada a Estambul y allí fue exhibida públicamente. Valaquia quedó en manos de Besarab. Vlad Tepes, o Vlad Draculea, fue recordado con una mezcla de admiración por sus victorias contra los turcos y de espanto por sus técnicas drásticas y sanguinarias. Con el tiempo prevaleció esta última faceta, y se fue tejiendo a su alrededor una leyenda que acabó convirtiéndolo en el famoso conde Drácula, el vampiro, la pesadilla de Transilvania.

El mismo día que Vlad el Empalador, murió Rodrigo Manrique, el condestable de Castilla. Se le atribuye una reducida colección de poesías populares. Dejó un hijo, Jorge Manrique, que tenía entonces treinta y séis años, y que es autor también de varios poemas, todos los cuales encajan en el estilo tradicional de la época excepto uno, precisamente el que compuso a raíz de la muerte de su padre. Son sus famosas Coplas a la muerte del maestre don Rodrigo, o Coplas por la muerte de su padre. En fondo y forma tienen como antecedente las Coplas para don Diego Arias de Ávila, de su tío, Diego Gómez Manrique, lo cual no les resta originalidad e inspiración. Las coplas de Jorge Manrique pueden considerarse la culminación de la poesía medieval castellana. Su fama fue inmediata y ha perdurado hasta la actualidad, por lo que, en cierto sentido, por su vigencia, pueden considerarse también el primer poema castellano "moderno".

Un poeta italiano llamado Matteo Maria Boiardo publicó su Amorum libri tres (Tres libros de amores), un cancionero que contiene ciento ochenta poemas escritos siguiendo los esquemas petrarquistas. Empezó entonces a escribir su Orlando innamorato, un poema caballeresco inspirado en los cantares de gesta.

Verrocchio terminó un David en bronce que le dio mucha fama. Fue concebido como una "nueva versión" del David de su maestro, Donatello.

El pintor flamenco más destacado del momento era Hugo van der Goes, que en su taller de Gante terminaba ahora el tríptico del Nacimiento, también conocido como tríptico Portinari, porque fue un encargo del comerciante florentino Tommaso Portinari, agente de los Médicis en Brujas. Está considerado como una de las pinturas supremas del siglo, en la que el realismo que caracterizó a la pintura flamenca desde la época de van Eyck alcanza cotas insuperadas. Poco después el pintor abandonó su taller para ingresar en un convendo agustino próximo a Bruselas, donde se le permitió seguir ejercitando su arte.

El 20 de diciembre murió asesinado Galeazzo María Sforza, el duque de Milán, a manos de tres jóvenes partidarios de la república. Fue sucedido por su hijo de siete años Juan Galeazzo Sforza, bajo la regencia de su madre, Bona de Saboya, la cual buscó el apoyo de su cuñado, Ludovico Sforza, conocido como Ludovico el Moro. 

A pesar de que las recientes derrotas que había sufrido Carlos el Temerario habían mermado fatalmente su ejército, en enero de 1477 asedió la ciudad de Nancy, en Lorena, y murió el 5 de enero en combate contra el duque Renato II de Lorena. Fue sucedido por su hija María, que iba a cumplir los veinte años.

Entre los consejeros del rey Luis XI de Francia se encontraba Philippe de Commynes, que había servido a los duques de Borgoña hasta hacía entonces cinco años, cuando decidió huir a Francia. Commynes aconsejó a Luis XI que casara al Delfín Carlos, de seis años, con la duquesa, para que éste incorporara Borgoña a Francia en el futuro; sin embargo, el rey prefirió encargarse él mismo del asunto: invadió el territorio borgoñón por varios frentes.

En el norte fue donde encontró la mayor resistencia: las ciudades de los Países Bajos no tenían ningún interés en ser absorbidas por Francia, y María, para evitar una revuelta en un momento tan crítico, no tuvo más remedio que concederles el Gran Privilegio, firmado el 11 de febrero, por el que abolía las instituciones centrales que había creado su padre para unificar políticamente sus dominios. Sin embargo, en el sur, Luis XI no tuvo dificultades en dominar el ducado de Borgoña y el Franco Condado. Sólo entonces propuso a María el matrimonio con el Delfín, pero fue demasiado tarde. Para dominar los Países Bajos, Luis XI había entrado en negociaciones con el emperador Federico III, al que le había propuesto un reparto: los condados de Holanda y Zelanda para él y el resto para Fracia. Sin embargo, el emperador vio una forma de quedarse con todo, que fue ofrecer a María la mano de su hijo Maximiliano. Él mismo había rechazado esa posibilidad tres años atrás, pero ahora, muerto el duque, las perspectivas eran muy diferentes. La duquesa, deseando a toda costa escapar de las garras de Luis XI y viéndose incapaz de lograrlo por sí misma, aceptó. La boda se celebró el 22 de mayo, y Maximiliano se encargó de dirigir la resistencia borgoñona a la invasión francesa.

Para ganarse la confianza de María de Borgoña, Federico III se preocupó de mejorar la imagen de su familia, y empezó por cambiarle el nombre: en virtud de los acuerdos firmados con los suizos, los Habsburgo habían renunciado a sus derechos sobre el condado de Habsburgo, por lo que el nombre familiar señalaba una deshonra nada favorecedora. Puesto que el territorio principal que poseían ahora los Habsburgo (casi el único) era el ducado de Austria, Federico III decidió que su familia sería en lo sucesivo la Casa de Austria. Además diseñó una ingeniosa divisa, resumida en las siglas A.E.I.O.U, que abreviaban tanto al latín

Austriae Est Imperare Orbi Uniuerso,

como al alemán

Alles Erdreich Ist Osterreich Unterthan,

que vienen a decir ambas que al Austria le corresponde gobernar el mundo, palabras que, ciertamente, resultaron proféticas, si bien en este momento no pueden ser consideradas sino pura fanfarronería.

Ese año murió el conde Juan II de La Marche y Vendôme, que fue sucedido por su hijo de siete años Francisco I.

Isabel y Fernando
Índice La guerra de Granada