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Venecia había arrebatado Ravena a los Estados Pontificios y,
en diciembre de 1508, el Papa
Julio II formó en secreto la liga de Cambrai con los reyes Luis XII de
Francia y Fernando II de Aragón,
y el emperador Maximilano I, por la que acordaban
repartirse las posesiones venecianas. En abril
de 1509 el Papa excomulgó a Venecia y se dispuso a
participar él mismo en la campaña. Obligó a
Peruggia y a Bolonia a participar en ella. El ejército
francés, capitaneado por Trivulzio el Grande, obtuvo la victoria
de Agnadello, gracias a la
cual Luis XII se apoderó de todo el territorio veneciano que le
había sido asignado. Venecia no opuso resistencia a los
demás coaligados. En mayo,
Julio II obtuvo su parte.
Maximiliano I, fervoroso católico desde su alianza con el
Papa, ordenó la destrucción de todos los
escritos judíos, con excepción de los bíblicos.
Germana de Foix, la segunda esposa de Fernando el Católico,
dio a luz un hijo, Juan, que
sólo vivió unas horas.
Juan de Nova murió en Cochin, en la India. El virrey
portugués Francisco de Almeida cedió el
mando a su sustituto, Alfonso de Albuquerque, poco después de
haber destruido en Diu una
flota del sultán de Egipto. Albuquerque trató de tomar
Malaca, pero fracasó, y el sultán Mahmud Sha tomó
numerosos prisioneros portugueses.
João Ramalho
estableció el primer asentamiento portugués en la costa
brasileña.
Nicolás de Ovando, el ex-gobernador de La Española,
regresó a Castilla. El nuevo gobernador, Diego Colón,
recelando de las concesiones en Tierra Firme que el año anterior
habían obtenido Alfonso de Ojeda y Diego de Nicuesa,
envió dos expediciones para ocupar las islas de Jamaica y Cuba,
al frente de las cuales puso a dos hombres que habían
acompañado a su padre en su segundo viaje: Juan de Esquivel y Diego de Velázquez. Esquivel
no tardó en fundar en Jamaica los asentamientos de Sevilla la Nueva y Melilla. En cambio, Velázquez
encontró con mayor resistencia por parte de los indígenas
y, de momento, no pudo instalarse en en Cuba.
Los colonizadores que necesitaban atraer al máximo
número posible de colonos estaban aprendiendo los rudimentos de
las técnicas publicitarias. Así, la ciudad que Juan Ponce
de León había fundado el año anterior en Borinquem
cambio su provinciano nombre de Villa Caparra por el más
atractivo de Puerto Rico.
Luca Pacioli publicó su obra De diuina proportione, con dibujos
de Leonardo da Vinci, en la que plagió el Libellus de quinque corporibus, de
Piero della Francesca. En su tratado, Pacioli estudia la sección áurea, y su
intervención en diversas construcciones geométricas.
Además la relaciona con diversas proporciones del cuerpo humano
y de la naturaleza en general. La sección áurea puede
definirse como la proporción que han de tener los lados de un
rectángulo para que, si eliminamos el mayor cuadrado que
contiene, el rectángulo resultante tenga la misma
proporción. Los antiguos griegos la consideraban particularmente
estética. Ya la conocían los antiguos egipcios, fue
estudiada por Euclides y, más recientemente, por Fibonacci en su
Liber abaci.
Erasmo de Rotterdam visitó Roma, y en julio volvió a Inglaterra para
enseñar teología en Cambridge.
Rafael había empezado su trabajo en el Vaticano decorando la
llamada estancia de la Signatura.
Completó la bóveda, que ya contaba con trabajos de otros
pintores, con cuatro medallones representativos de la Teología, la Filosofía,
la Justicia y la
Poesía. Entre ellos representó la Astronomía, El juicio de
Salomón, Adán y Eva, y Apolo y Marsias. Después
empezó con las paredes. En una de ellas pintó La disputa del Sacramento, en la
que los personajes se distribuyen en dos niveles: en el cielo
está la Trinidad con la Virgen y el Bautista, rodeados de
ángeles, apóstoles, profetas y santos; en tierra hay
santos, pontífices y fieles, entre los que se reconocen los
rostros de Fran Angélico, Bramante, Dante o Savonarola.
Miguel Ángel estaba enfrascado en la bóveda de la
capilla Sixtina. La estaba seccionando mediante cornisas, arcos y otros
elementos arquitectónicos fingidos.
El 18 de noviembre, Diego de
Nicuesa zarpó de Santo Domingo rumbo a Tierra Firme, dispuesto a
colonizar la que iba a ser desde entonces Castilla del Oro. Sin
embargo, su barco naufragó y sus hombres llegaron penosamente a
la región de Darién.
Ocho días antes de su partida había zarpado de
Castilla Juan de la Cosa, al mando de un navío y dos
bergantines. Se reunió en Santo Domingo con Alonso de Ojeda, y
juntos marcharon a Tierra Firme con el propósito de fundar un
asentamiento estable. Martín Fernández de Enciso, el
socio de Ojeda, se quedó reclutando más gente en La
Española para unirse posteriormente a ellos. Ojeda tenía
la intención de imponerse por las armas a los nativos, mientras
que Juan de la Cosa no estaba de acuerdo, sino que consideraba
más apropiado fundar una colonia desde la que entablar
relaciones comerciales. No obstante, como Ojeda era el gobernador de la
aún inexistente Nueva Andalucía, acató su
autoridad y desembarcó con él. En cuanto vieron las
intenciones de los visitantes, los nativos atacaron en tal
número que los castellanos fueron arrollados y tuvieron que
retirarse a las naves con inmensas pérdidas. Ojeda pudo salvar
su vida, pero Juan de la Cosa murió acribillado por las flechas.
También murió el rey Enrique VII de Inglaterra, que
fue sucedido por su hijo Enrique VIII.
Poco después se casó con su ex-cuñada,
Catalina de Aragón, la viuda de su hermano Arturo.
El cardenal Cisneros dirigió personalmente la conquista de
Orán.
Venecia estaba siendo desmembrada y era incapaz de resistirse a la
liga de Cambrai, sin embargo, movió los hilos de la diplomacia
con gran habilidad para disolver la liga. Por una parte, empezó
a convencer al Papa Julio II de lo oportuno que sería expulsar
de Italia a todos los "bárbaros", es decir, a los franceses y a
los aragoneses, y así el Papa, que, por otra parte, ya
había obtenido su botín, empezó a separarse de sus
aliados.
El rey Luis XII de Francia también empezó a
distanciarse de sus socios debido a la muerte del infante Juan, el
heredero de Fernando el Católico. En efecto, hasta el momento,
Luis XII había mantenido buenas relaciones con Fernando el
Católico porque, tras la muerte de éste, esperaba
convertirse en regente de Juan y controlar así la Corona de
Aragón, mientras que el emperador Maximiliano esperaba
convertirse en regente de su nieto Carlos y controlar Castilla. La
muerte de Juan reforzaba los lazos entre Fernando y Maximiliano, pero
enfriaba la relación entre Fernando y Luis XII. En diciembre, Fernando firmó con
Maximiliano el tercer tratado de
Blois, por el que se comprometía a ayudarle a conquistar
la parte del territorio veneciano que le había asignado la liga
de Cambrai y, Maximiliano, por su parte, reconocía a Fernando
como regente de Castilla. Dicha regencia había sido hasta
entonces una fuente de fricciones entre ambos.
A principios de 1510,
Diego de Nicuesa fundó la ciudad de Nombre de Dios. Por otra parte,
Alonso de Ojeda y sus hombres se habían establecido en un
pequeño asentamiento al que llamaron San Sebastián de Urabá.
El portugués Francisco de Almeida, el que había sido
virrey de las
Indias, murió en su viaje de regreso en una escaramuza contra
unos
nativos en el cabo de Buena Esperanza. Los portugueses mantenían
buenas relaciones con el imperio hindú de Vijayanagar.
Hacía un tiempo que éste había perdido frente a
los musulmanes un territorio en la costa occidental, donde se
había formado un sultanato con capital en Bijapur. En febrero, el nuevo virrey portugués,
Alfonso de
Albuquerque, tomaba al asalto Goa,
una de sus ciudades más importantes, aunque no pudo
hacerse fuerte en ella y hubo de abandonarla poco después.
Ese mismo mes, el Papa Julio II firmaba un tratado de paz con
Venecia, lo que suponía la ruptura de la liga de Cambrai. Como
respuesta, el rey Luis XII de Francia reunió en Tours una
asamblea del clero que reafirmó las tesis galicanas según
las cuales los decretos papales no eran válidos en Francia sin
la aprobación de la Iglesia de Francia.
La flota castellana cosechaba nuevos éxitos en el norte de
África con la toma de Bujía
y Trípoli, que a su vez
le permitieron imponer un tributo al rey de Túnez. El
mérito de estas vectorias cabe atribuirlo en su mayor parte al
militar castellano Pedro Navarro.
Tras recibir tropas de refuerzo, Navarro decidió tomar la isla
de Gelves (identificada con la
isla de los lotófagos,
de la
Odisea). Dichas tropas llegaron bajo el mando de García de Toledo, el
primogénito del duque de Alba (del segundo duque de Alba, Fadrique, ya que el primero, abuelo
y
tocayo de García, había muerto años atrás).
García de Toledo se internó en la isla y fue
sorprendido por los moros mientras sus hombres se hallaban
desperdigados buscando agua. Se produjo un combate en el que
murió García de Toledo y, Navarro, incapaz de detener la
desbandada de los soldados, huyó abandonando a unos tres mil
hombres, que cayeron prisioneros. Este desastre llevó a Fernando
el Católico a paralizar de momento la conquista del norte de
África.
Martín Fernández de Enciso
zarpó de Santo
Domingo, según lo
previsto, para unirse a Alonso de Ojeda con nuevos colonos. Durante el
trayecto,
Enciso descubrió un polizón en su barco. Era Vasco
Núñez de Balboa, que había decidido escapar de esa
forma de Santo Domingo, donde lo acosaban numerosos acreedores. Enciso
le permitió seguir en la expedición al enterarse de que
Balboa ya había estado, con Bastidas, en los territorios a los
que se dirigían. Encontraron la colonia falta de provisiones y
con serias dificultades para resistir los ataques de los indios. Ojeda,
herido en una pierna,
había regresado a Santo Domingo en busca de ayuda, dejando el
mando a su lugarteniente, Francisco Pizarro. Balboa no tardó en
adquirir popularidad y ascendencia entre sus compañeros.
Sugirió trasladar San Sebastián más al oeste, a
una
zona donde los indios no usaban flechas envenenadas (no eran caribes,
sino chibchas), y su idea fue
inmediatamente aceptada, pero dicha zona pertenecía al
territorio adjudicado a Nicuesa. Aun así, Balboa fundó
allí la ciudad que llamó Santa
María de la Antigua del Darién, desde la cual
envió emisarios a Nicuesa, invitándolo a
establecerse en la Antigua como gobernador.
Fernando el Católico despachó algunos nombramientos de
gobernadores en América:
El gran príncipe de Moscú Basilio III anexionó
al estado moscovita el principado de Pskov.
Ese año murió el matemático italiano Luca Pacioli.
También murió el pintor Sandro Botticelli, a sus
sesenta y cinco años, fue uno de los mayores exponentes del cuattrocento italiano, si bien el
estilo creado por él y sus coetáneos estaba siendo
superado por nuevas figuras con nuevas ideas, especialmente Leonardo da
Vinci, Miguel Ángel y Rafael.
Éste último seguía trabajando en la Estancia de
la Signatura, donde acababa de pintar uno de sus frescos más
conocidos: La Escuela de Atenas.
En un escenario monumental, con una impresionante perspectiva,
sitúa a las figuras más destacadas de la antigüedad:
Platón ocupa la posición central, y se ha querido
ver en su rostro las facciones de Leonardo; si Platón
señala hacia el cielo, hacia las ideas, la mano de
Aristóteles, más pragmático, señala hacia
el suelo; Euclides, con el rostro de Bramante, realiza una
construcción con el compás. Entre los retratados figuran
también Miguel Ángel, como Heráclito, y el propio
Rafael.
En Venecia murió, a los treinta y tres años, el pintor Giorgione. Dejó inacabados varios cuadros, que fueron completados por su discípuloTiziano: El concierto campestre, la Venus dormida y La Virgen y el Niño con San Roque y San Antonio de Padua.
Durante los últimos ocho años,
el sha de Persia había hecho efectivo el título que tan
prematuramente se había otorgado, y ya dominaba toda Persia,
Iraq y Armenia, por lo que ya podemos considerarlo el sha Ismaíl I, con el que arranca
la dinastía de los safawíes.
En diciembre se apoderó del
Jurasán al derrotar al uzbeko Saybani Jan en la batalla de Merv, donde éste
resultó muerto. Para cohesionar sus dominios, Ismaíl I
fomentó un nacionalismo iranio basado en la religión
chiíta, a la que convirtió en religión nacional.
Alfonso de
Albuquerque asaltó de nuevo la ciudad de Goa, esta vez con
treinta y cinco navíos y unos mil quinientos hombres. La
victoria fue definitiva y la ciudad quedó bajo el dominio
portugués, que controlaba ya prácticamente toda la costa
oriental de la India.
En 1511 Diego de Nicuesa
acudió a La Antigua, pero no aceptando la
invitación que le había hecho Balboa, sino dispuesto a
castigar lo que consideraba una intromisión de éste en
sus
dominios. Se produjo un enfrentamiento y los hombres de Nicuesa fueron
derrotados. El gobernador de Castilla del Oro fue forzado a embarcar en
una nave desvencijada y no se volvió a saber de él. Tal
vez naufragó, aunque se especula sobre si llegó a Cuba y
lo mataron los cubanos, que no estaban muy contentos con los visitantes
que recibían últimamente. Balboa reunió en La
Antigua a todos los colonos de Castilla del Oro, que abandonaron los
demás asentamientos. Diego Colón, el gobernador de La
Española, lo nombró gobernador y, más tarde,
Fernando el Católico lo confirmó en el cargo que ya le
había asignado el año anterior con carácter
interino.
Un barco que había zarpado de La Antigua con destino a Santo
Domingo chocó contra los arrecifes de Jamaica y unos veinte
hombres, incluido el capitán, Juan
de Valdivia, quedaron a la deriva en un bote
sin remos. Navegaron durante trece días hasta que
llegaron a una pequeña isla habitada por los mayas. Éstos
dieron
muerte a todos los náufragos, excepto a dos, llamados Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, que fueron
vendidos como esclavos a un señor maya del continente.
En cuanto a Cuba, Diego de Velázquez había regresado a
la isla, a la región de Maisí,
(en la zona oriental) y allí derrotó al cacique Hatuey, que acaudillaba a los indios
ciboneys. En la expedición participó también
Hernán Cortés, aunque no como soldado, sino realizando
tareas burocráticas. Con él iba un amigo suyo llamado Pedro de Alvarado, que había
llegado a La Española con sus hermanos el año anterior.
En la isla de Borinquem se produjo el primer alzamiento
indígena de importancia al que tuvieron que hacer frente los
colonos. Lo dirigió el cacique Guariney,
que destruyó la aldea de Sotomayor.
Diego Colón seguía reclamando los privilegios que le correspondían por las capitulaciones de Santa Fe, pero el consejo real decretó en mayo que sólo tenía derecho a gobernar las islas descubiertas por su padre con el título de "visorrey de juro y heredad para siempre jamás", y a la décima parte de los beneficios que la Corona recibía de las islas. A causa de sus aspiraciones al tesoro americano, no se le dio autoridad sobre los funcionarios de la real hacienda, que dependían directamente de la corona.
Cuando el sultán de Malaca se enteró de la
caída de Goa, se apresuró a liberar los prisioneros
portugueses
que tenía retenidos para congraciarse con Albuquerque, pero no
le sirvió de nada. En agosto,
tras un intento fallido el mes anterior, los portugueses tomaron
la ciudad y la saquearon durante tres días, obteniendo un
cuantioso botín. Sus continuas victorias valieron a Albuquerque
los
sobrenombres de El Grande o El Marte Portugués.
En octubre, Muhammad Báber
pudo conquistar Samarkanda, tras la muerte de Saybani Jan, ocurrida el
año anterior.
Ese año se imprimió en París El elogio de la locura, en el que
Erasmo de Rotterdam arremete en latín culto contra
teólogos y clérigos. La Locura demuestra a todos sus
interlocutores que están locos y que ella es la única
cuerda. El libro causó gran conmoción, y muchos
clérigos trataron de que la curia romana condenara a su autor
como hereje. Sin embargo, el Santo Oficio no se movió. Erasmo
censuraba extravagancias, supersticiones y abusos, pero nada en su
crítica contradecía a la doctrina católica. A lo
sumo, El elogio de la locura
podía contener calumnias, pero no herejías. De todos
modos, los obispos y muchas universidades prohibieron la lectura de los
libros de Erasmo.
El humanista, Johannes Reuchlin, consultado sobre la orden imperial de destruir los escritos judíos, exceptuados los bíblicos, defendió en su Augenspiegel la utilidad del Talmud y de la Cábala.
Alberto Durero pintó la Adoración
de la Trinidad, un interesante óleo de planteamiento
gótico pero de realización renacentista.
Tiziano pintó tres frescos sobre Los milagros de san Antonio, que es
la primera de sus obras íntegramente conservada y en la que
sabemos con certeza que no participó su ya difunto maestro,
Giorgione.
Al mismo tiempo que trabajaba en el Vaticano, Rafael aceptó
el encargo de decorar la villa
Farnesina, perteneciente a un banquero sienés.
Allí terminó El
triunfo de Galatea.
El Papa Julio II constituyó la Santa Liga con Venecia y el rey
Fernando el Católico, con el objetivo de expulsar a los
franceses del Milanesado. Como parte de la alianza, Julio II
proclamó a Fernando el Católico legítimo rey de
Nápoles. Como respuesta, el rey Luis XII de Francia
convocó un concilio en Pisa, que inició sus sesiones el 1 de noviembre, con la
participación
de 7 cardenales, 16 obispos y 4 abades, acompañados de
teólogos, todos opuestos al Papa. Al frente de sus
ejércitos en Italia, Luis XII puso a su sobrino Gastón de Foix, hermano de
Germana de Foix, la segunda esposa de Fernando el Católico.
En Malaca, Alfonso de Albuquerque se
informó de la
situación del Moluco, el lugar de procedencia de las especias, y
envió una expedición en su búsqueda bajo el mando
de Abreu, Serrao y Bisagudo. La expedición hizo
su primera escala en Sumatra.
Una parte de la isla estaba bajo el dominio de Malaca, y el resto se lo
repartían otros tres sultanatos: Djambi,
Palembang y Atjeh.
Luego tocaron tierra en Java, que no era musulmana, sino budista.
Allí había dos reinos principales: Demak y Banten. Abreu visitó
también Borneo, muy
poco poblada, pero la expedición siguió navegando hacia
el este hasta que finalmente encontró el Moluco, que era un
archipiélago, por lo que en lo sucesivo fue más conocido
como las islas Molucas o,
también, como las islas de
las
Especias. La primera en la que tocaron tierra fue Banda, que es una de las islas
menores, situada hacia el centro del archipiélago y a la
sazón principal productora de nuez
moscada.
El establecimiento de una audiencia y un juzgado de apelación
en Santo Domingo supuso un nuevo enfrentamiento entre el gobernador
Diego Colón y la Corona castellana, pues el virrey reclamaba
para sí
la administración de justicia y el nombramiento de todos los
funcionarios del Nuevo Mundo. Ese año murió
Nicolás de Ovando, el antecesor de Colón en el gobierno
de La Española. El domingo 30 de
noviembre,
un dominico llamado Antonio Montesinos
ofició misa ante Diego Colón y los altos funcionarios de
La Española y en su sermón se dirigió a ellos en
estos términos:
Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo
El sermón provocó un gran revuelo y, reunidos los
magnates en la residencia del virrey, acordaron exigir una
rectificación por parte del fraile. Su superior les
aseguró que al domingo siguiente, el 7
de diciembre, fray Antonio volvería a oficiar la misa y
trataría de satisfacer sus exigencias como mejor pudiera. En
medio de una gran expectación, el fraile subió de nuevo
al púlpito, pero no hizo sino reafirmarse en lo dicho la semana
anterior. Obviamente, no tardó mucho tiempo en verse embarcado
rumbo a España.
El concilio de Pisa
se trasladó a Milán, donde los cardenales disidentes
depusieron al Papa Julio II. Éste condenó el concilio por
cismático y empezó los preparativos para convocar el suyo
propio.
Mientras Juan Ponce de León intentaba sin éxito
sofocar la revuelta indígena que había estallado unos
meses atrás, recibió su destitución como
gobernador de Borinquem. En febrero de 1512
logró que la Corona le concediera unas capitulaciones para ir en
busca de Bimini, un lugar
donde fuentes indígenas bien informadas le habían
asegurado que se encontraba la fuente
de la juventud, que tenía la virtud de mantener siempre
jóvenes a todos aquellos que bebían de sus aguas. Este
episodio es menos surrealista de lo que puede parecer a primera vista y
se iba a repetir en muchas ocasiones: En las décadas siguientes
serían muchos los indígenas americanos que
"revelarían" a los conquistadores castellanos la existencia de
tierras ricas en oro u otros prodigios, cuya ubicación concreta
podía variar según el informador, pero que siempre
estaban inevitablemente muy, pero que muy lejos. Estas "noticias" iban
a impulsar muchas exploraciones, pero rara vez lograban que los
molestos extranjeros abandonaran un lugar donde ya habían puesto
el pie.
Los aliados de la Santa Liga estaban asediando Bolonia, pero el, 5 de febrero, Gastón de Foix los
obligó a levantar el cerco. Poco después se presentaba
frente a los muros de Brescia, donde derrotó al ejército
veneciano y se apoderó de la ciudad. Allí
desencadenó una sangrienta matanza. Un soldado francés
provocó graves heridas en la mandíbula y el paladar a un
niño de doce años llamado Niccolò Fontana, que
corrió a refugiarse en la catedral, donde estaban su madre y su
hermana pequeña (su padre había muerto seis años
atrás). Poco después lo dieron por muerto, pero su madre
descubrió que seguía vivo. Se curó, aunque desde
entonces tuvo dificultades en el habla y por ello es más
conocido por el sobrenombre de Tartaglia
(el tartamudo). El chico había aprendido algo de
matemáticas por su cuenta, y su madre consiguió que un
mecenas le financiara estudios en Padua.
Gastón de Foix atrajo hacia Ravena las tropas de la Santa
Liga, dirigidas por el virrey de Nápoles
Ramon Folc de Cardona. El 11
de abril tuvo lugar un combate extremadamente sangriento en el
que los
franceses obtuvieron una rotunda victoria. Sin embargo, Gastón
de Foix trató de perseguir a un grupo de soldados enemigos que
se retiraban y resultó muerto en la escaramuza. Tenía
entonces veintitrés años.
El 10 de mayo, Julio II
inauguró el quinto concilio
de Letrán, con el fin de frustrar el concilio de Pisa (a
la sazón trasladado a Milán), convocado a instancias del
rey Luis XII de Francia. Al Papa le fue fácil alcanzar su
objetivo: tras la muerte de Gastón de Foix, las tropas francesas
no tardaron en ser desalojadas del Milanesado, cosa que los cardenales
cismáticos, privados ahora del apoyo francés, debieron de
interpretar como señal inequívoca de que Dios estaba de
parte del Papa, y volvieron a reconocer su autoridad.
Julio II entregó el ducado de Milán a Maximiliano Sforza, hijo de Ludovico Sforza, que tenía entonces diecinueve años. Aprovechando la presencia en Italia de las tropas de la Santa Liga, el Papa apoyó también la restauración de los Médicis en Florencia en la persona de Juliano, hermano del difunto Pedro de Médicis, el último duque de Milán. Estaba casado con Filiberta de Saboya, hermana del duque Carlos III de Saboya.
Los participantes en el concilio de Letrán fueron los
primeros en admirar la bóveda de la capilla Sixtina, que Miguel
Ángel terminó por esas fechas. Contiene, organizadas en
una compleja y original estructura, numerosas escenas del
Génesis, entre las que destaca la famosa Creación de Adán,
además de otras escenas secundarias que representan profetas,
figuras juveniles, sibilas, y otros motivos mitológicos. La
capilla Sixtina es el monumento artístico más visitado en
la actualidad.
Fernando el Católico había tratado de persuadir al rey
Juan III de Navarra para que se incorporara a la Santa Liga, pero, ante
su negativa, logró al menos que se declarara neutral. Sin
embargo, tras la victoria francesa en Ravena, Juan III firmó un
tratado en Blois por el que se permitía el paso por territorio
navarro de las tropas francesas. El tratado pretendía ser
secreto, pero salió a la luz y el Papa Julio II excomulgó
a Juan III. A su vez, Fernando el Católico aprovechó la
ocasión para invadir Navarra en julio.
Extenuada por los continuos enfrentamientos entre beaumonteses y
agramonteses, Navarra no opuso resistencia al ejército
castellano, que estaba capitaneado por Fadrique de Toledo, el duque de
Alba. Juan III y su esposa Catalina tuvieron que huir a Francia.
Los portugueses fundaron una factoría en Ambon, una pequeña isla
situada junto a la isla de Ceram,
en el archipiélago de las Molucas, productora de clavo. Luego la expedición
emprendió el viaje de regreso a Malaca, pero la nave de Serrao
se extravió y llegó a las Molucas septentrionales, cuya
isla principal es Halmahera,
si bien Serrao se instaló en la pequeña Ternate, donde también se
cultivaba el clavo. El resto de la expedición tocó tierra
en una isla que los nativos llamaban Sulawesi,
pero que los portugueses deformaron a Célebes.
Allí construyeron una fortaleza desde la que entablaron intensas
relaciones comerciales con el sultán de Makasar. Éste gobernaba
también sobre las islas Flores,
el archipiélago que prolonga la isla de Java.
Diego de Velázquez fundó Baracoa, la primera colonia en Cuba,
seguida de Bayamo y luego de Santiago, a la que convirtió
en capital de la isla. Fueron muchos los colonos que afluyeron desde La
Española, pues las minas de oro de esta isla se estaban
agotando. Hacía ya un par de años que se había
implantado en La Española el cultivo de la caña de
azúcar, que paulatinamente se estaba haciendo más
lucrativo que la extracción de oro, auque, por supuesto,
más lucrativo sería encontrar oro en otra isla.
El gobernador de Jamaica, Juan de Esquivel, fue destituido a causa
de
ciertas acusaciones de que trataba duramente a los indígenas. No
se tienen noticias de a dónde fue ni de qué hizo tras su
destitución, pero murió unos meses después. Al
marcharse Esquivel, también abandonó Jamaica Pánfilo de Narváez,
que pasó a Cuba y no tardaría en convertirse en el
lugarteniente de Velázquez. Lo acompañaba como
capellán castrense fray
Bartolomé de Las Casas, que desde hacía unos meses era el
primer sacerdote ordenado en América. Las Casas obtuvo un
buen repartimiento, y empleó a sus indios tanto en el cultivo de
las tierras como en la extracción de oro. También
Hernán Cortés trató de hacer fortuna en Cuba de
los modos más diversos: ejerció de agricultor, de
ganadero, buscó oro, e incluso fue durante un tiempo alcalde de
Baracoa.
Martín Fernández de Enciso, desde que Balboa
abandonara a su suerte al gobernador Diego de Nicuesa, no había
ocultado la desaprobación de sus métodos, y finalmente
decidió regresar a Castilla, donde no se cansó de
presentar acusaciones contra Balboa. De momento, la marcha de Enciso
dejó a vía libre a Balboa al frente de Castilla del Oro.
Supo granjearse la amistad de los caciques locales: entre ellos Ponca, Comogre y Chima, que aceptaron
pacíficamente la dominación castellana. El último
incluso concedió a Balboa la mano de su hija.
En Sevilla murió Américo Vespucio, y su puesto de
piloto mayor de la Casa de Contratación pasó a Juan
Díaz de Solís, que acababa de ser excarcelado, absuelto e
indemnizado por las acusaciones que habían pesado sobre
él a raíz de sus diferencias con Vicente
Yáñez Pinzón.
Antonio Montesinos
participó en la redacción de las leyes de Burgos, que regulaban las
relaciones entre castellanos e indios, en ellas se reconocía a
éstos como hombres libres, pero a la vez daba respaldo legal a
las encomiendas.
El rey Luis XII de Francia seguía teniendo tropas en Italia y estaba tratando de recomponer su situación. Mientras Trivulzio el Grande trataba de recuperar el Milanesado, en diciembre firmaba el cuarto tratado de Blois con el emperador Maximiliano I, por el que acordaba el futuro matrimonio de su hija Renata, de dos años, con Carlos, el nieto del Emperador y de Fernando el Católico, que tenía entonces doce años.
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