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Los colonos ingleses de la isla de Roanoke decidieron que la civilización era preferible a la naturaleza salvaje, y en junio de 1586 fueron recogidos por sir Francis Drake, que regresaba a Inglaterra tras haber saqueado las Antillas y Florida. Así, el primer intento colonizador inglés terminó en fracaso. Los colonos se llevaron consigo tabaco, y sir Walter Raleigh logró popularizar su consumo en Inglaterra. Pedro Sarmiento de Gamboa también fue capturado por los piratas ingleses en su viaje de regreso a España desde el estrecho de Magallanes.
En Inglaterra estaban experimentando un gran auge las
representaciones teatrales. La primera compañía
teatral se había instalado en Londres hacía una
década y desde entonces su número se había
multiplicado. El autor de más éxito a la
sazón era John Lyly, pero había muchos más,
como el anónimo autor de Arden
de Feversham, una pieza especialmente innovadora, o el de
La tragedia española,
inspirada en Séneca, que fue estrenada ese año como
obra anónima, pero cuyo autor resultó ser Thomas Kyd, un joven
dramaturgo de veintiocho años, considerado como el creador
del melodrama. Dos años atrás, George Peele había
estrenado El juicio de Paris.
Ahora tenía treinta años.
En Florencia consiguió cierta fama un profesor de
matemáticas de Pisa llamado Galileo Galilei. Tenía veintidós
años y desde niño había mostrado gran
interés por las matemáticas y las ciencias
naturales. (Su padre no consiguió, pese a todo su
empeño, que estudiara medicina.) Una vez, mientras estaba
en la catedral de Pisa, se fijó en cómo inclinaban
una lámpara para encenderla y cómo, al dejarla
libre, se puso a oscilar. Galileo observó que, a medida que
las oscilaciones se hacían más cortas, la velocidad
de la lámpara disminuía también, de tal
suerte que el tiempo de cada oscilación permanecía
aproximadamente constante. A falta de un cronómetro, el
joven usó como reloj los latidos de su corazón.
Había descubierto la llamada ley del péndulo. Ahora se le
conocía por un trabajo sobre balanzas y unos resultados
sobre estática. No obstante, el interés suscitado
por su trabajo no le permitió conseguir un puesto de
profesor en la universidad de Bolonia.
Un tribunal de cuarenta y seis jueces condenó a muerte a
María Estuardo y a todos los que participaron en la
conjuración contra la reina Isabel I de Inglaterra. Los
conspiradores fueron ejecutados en septiembre,
excepto María, ya que Isabel I no estaba convencida de que
ejecutarla fuera lo más conveniente. Durante el juicio,
María Estuardo había negado la autenticidad de las
pruebas presentadas contra ella y, con gran dignidad y
energía, protestó alegando que no era súbdita
de Isabel I y que no estaba sometida a las leyes inglesas.
Isabel I tenía un carácter muy difícil y
temperamental. Sus más próximos tenían buenos
motivos para temer sus cambios de humor, pero en cuestiones de
Estado la reina era extremadamente cauta y calculadora. La
cuestión no era si María Estuardo debía
morir, sino si convenía ejecutarla. La ejecución
comportaba obvias ventajas y, esencialmente, dos inconvenientes:
una posible pérdida de popularidad de la reina y la guerra
abierta con España. Respecto a lo primero, Isabel I
pidió al Parlamento que estudiara si podía
encontrarse una solución compatible con su seguridad que no
implicara la muerte de María Estuardo, y el Parlamento
contestó, tal y como la reina esperaba oír, que no
la había. Así, Isabel I pudo ordenar la
ejecución de María y, al mismo tiempo, lamentar el
haberse visto obligada a tomar tal decisión. Esta
"actuación" le permitió incluso mantener buenas
relaciones con el hijo de María, el rey Jacobo VI de
Escocia.
Por otra parte, Isabel I envió una expedición naval
bajo el mando de Thomas
Cavendish que tomó el mismo rumbo que había
tomado sir Francis Drake unos años antes: atravesó
el estrecho de Magallanes y saqueó las colonias
españolas de la costa occidental de Sudamérica.
María Estuardo fue ejecutada en su prisión en febrero de 1587, tras casi veinte
años de cautiverio. Cuando, tras haberla decapitado, el
verdugo se dispuso a levantar su cabeza cogiéndola por el
pelo, la cabeza quedó en el suelo y sólo
levantó una peluca. La coquetería
acompañó a María hasta la muerte.
Dado que era de dominio público que María Estuardo
había abdicado en favor del rey Felipe II de España,
éste consideró que su honor exigía declarar
finalmente la guerra a Inglaterra. La disparidad intelectual entre
Felipe II e Isabel I había permitido a ésta demorar
el enfrentamiento veinte años. Si se hubiera producido al
comienzo de su reinado, la victoria Española habría
sido casi segura, pues los católicos ingleses lo
habrían tenido fácil para derrocar a la reina; pero
ahora Isabel I era adorada por sus súbditos y su seguridad
estaba poco menos que garantizada. Además, en estos
años los piratas ingleses habían aprendido a
enfrentarse a los barcos españoles. Inglaterra
disponía de buenos barcos, ligeros, modernos,
diseñados específicamente para combatir a los
pesados galeones españoles, así como de excelentes
marinos. Nada de esto pareció importar mucho a Felipe II,
que ordenó a Álvaro de Bazán, el
marqués de Santa Cruz, que reuniera y organizara una
poderosa armada.
Miguel de Cervantes tuvo un modesto a la vez que desagradable
papel en los preparativos: fue enviado a Andalucía como
comisario real de abastos, encargado de requisar cereales y aceite
para financiar la armada. En los últimos años
había escrito algunas obras de teatro que se habían
representado en Madrid.
Un error más de Felipe II fue haber declarado la guerra a
Inglaterra cuando todavía no estaba preparado para el
combate. Inglaterra sí lo estaba y no dudó en atacar
primero. Sir Francis Drake recibió el mando de una escuadra
de treinta navíos con la que atacó exitosamente el
puerto de Cádiz, donde destruyó varios buques
recién llegados de América, después de
hacerse con su valioso cargamento.
Inglaterra envió una
nueva expedición de colonos a la isla de Roanoke. Estaba
compuesta por unos cien hombres y entre veinticinco mujeres y
niños, bajo el mando de John
White. El 8 de agosto
nació una niña, nieta de White, que recibió
el nombre de Virginia Dare,
la primera inglesa nacida en América.
Mientras tanto, John Davis seguía buscando el paso del
Noroeste y exploró la bahía de Cumberland, al norte de la
bahía de Frobisher.
En Londres se estrenó la tragedia Tamerán el Grande, la
primera obra de un joven de veintitrés años llamado
Christopher Marlowe.
Acababa de graduarse en Cambridge y se había hecho actor,
pero al poco tiempo había dejado la escena para dedicarse a
escribir. En esta pieza utilizó por primera vez de forma
sistemática el endecasílabo blanco (sin rima).
En los Países Bajos, Robert Dudley, el conde de Leicester,
no pudo evitar que Alejandro Farnesio tomara Sluis y
Güeldres. Finalmente regresó a Inglaterra. Los
neerlandeses nombraron entonces gobernador y capitán
general a Mauricio de Nassau. Su hermana Ana se casó con su
primo Guillermo Luis,
hijo del conde Juan I de Nassau.
En Francia, el duque Enrique I de Guisa obtuvo la victoria de Auneau, tras la cual
trató de derrocar al rey Enrique III de Francia. No
obstante, su intentó fracasó y Enrique III le
prohibió entrar en París.
Los polacos eligieron finalmente como rey a Segismundo III Vasa, hijo del
rey Juan III de Suecia y de Catalina
Jagellón, hermana del rey Segismundo II Augusto,
el último rey polaco de la dinastía Jagellón.
Como en el caso de sus dos predecesores, la propuesta había
partido del canciller Jan Zamoyski. Debido a la deserción
del que ahora era Enrique III de Francia, Segismundo III tuvo que
jurar que no regresaría a Suecia sin el consentimiento de
la dieta polaca. El nuevo rey confirmó la libertad de culto
decretada por su antecesor, Esteban I, pero éste
había favorecido la Contrarreforma y el catolicismo
siguió avanzando en el país.
El año anterior, los rusos habían construido un
fuerte en Tiumén,
en Siberia, y ahora construían otro en Tobolsk.
Ese año murió Francisco de Médicis, el gran duque de Toscana. Como no dejó descendencia, el ducado pasó a su hermano Fernando I, que tuvo que renunciar para ello a su rango de cardenal. Mientras Francisco se había reconocido vasallo de España, Fernando I buscó el entendimiento con Francia.
También murió el sha Muhammad Judabanda, que fue
sucedido por su sobrino de dieciséis años Abbas I. Desde el primer
momento se esforzó por consolidar su poder, para lo cual
tuvo que vencer la oposición de los gobernadores de
provincias y la de los grandes nobles, a los que acalló con
unas cuantas ejecuciones. Abbas I organizó un
ejército de esclavos convertidos al islam a los que
dirigía personalmente.
Los turcos fracasaron en un intento de conquistar Marruecos.
Torquato Tasso terminó El
rey
Turismundo, un poema de estilo aparatoso y recargado.
En 1588 estaba lista en Lisboa
la que fue bautizada como Armada
Invencible, con la que el rey Felipe II de España
pensaba restaurar el catolicismo en Inglaterra. En realidad el
sobrenombre se lo dieron los ingleses con cierta ironía. En
España era fue conocida con el no menos irónico
nombre de la Grande y felicísima armada. Constaba
de 130 barcos de distintos tipos: galeras, galeones, fragatas,
naves de carga, etc. En ellos se hacinaban unos ocho mil
marineros, diecinueve mil soldados y dos mil quinientos
cañones. Hasta el Papa Sixto V había contribuido a
financiarla.
El primer contratiempo se produjo en 9
de febrero, cuando murió Álvaro de
Bazán, el Marqués de Santa Cruz, que había
organizado la armada y debía dirigirla. La segunda
desgracia fue que Felipe II, con su habitual acierto,
decidió sustituirlo por Alonso
de Guzmán, el duque de Medinasidonia, que trató de renunciar
confesando que se mareaba en los barcos y que no sabía a
qué lado caía el estribor, pero Felipe II
consideró que saber algo de navegación no era
importante para dirigir una gran flota de barcos de guerra, y
rechazó su renuncia.
El año anterior, el Papa Sixto V había autorizado
una edición del texto griego de la Biblia de los Setenta, y ahora hacía
otro tanto con la versión latina.
El jesuita Piotr Skarga fue nombrado predicador de la corte del
rey Segismundo III de Polonia, desde donde continuó su
lucha contra la Reforma.
En abril murió el rey
Federico II de Dinamarca, que fue sucedido por su hijo de once
años Cristián IV.
Tycho Brahe perdió entonces la subvención de la
Corona, y tuvo que convertir su observatorio de Uraniborg en una
especie de universidad. Ese año publicó De mundi aetherei recentioribus
phaenomenis, donde extrae conclusiones sobre sus
observaciones de un cometa llevadas a cabo diez años
atrás. Sus cálculos demostraban que el cometa no
estaba más cerca de la Tierra que la Luna. De hecho,
tenía que estar como mínimo más lejos que
Venus. Esto era una prueba más en contra de la
teoría aristotélica según la cual todas las
variaciones celestes correspondían a fenómenos
sublunares, ya que el mundo más allá de la Luna
obedecía a leyes inmutables.
En Lisboa murió el escritor fray Luis de Granada.
También murió el pintor Paolo Veronés.
En Rusia, Borís Godunov tomó oficialmente el
título de regente de su cuñado, el zar Fiódor
I, que tenía ya treinta y un años.
Juan Torres de Vera había sido rehabilitado como
gobernador del Río de la Plata, y ahora fundaba la ciudad
de Vera de las Siete
Corrientes.
El 9 de mayo empezó a
zarpar de Lisboa la Armada
Invencible. En ella se había enrolado el poeta
Lope de Vega, que acababa de ser desterrado de la Corte tras haber
discutido el año anterior con su antes amada Elena Osorio.
Tras la ruptura, había escrito unos libelos difamatorios
contra ella y su familia, que terminaron en un proceso y en la
orden de destierro. Poco después, había secuestrado
a Isabel de Urbina y se
había casado con ella por poderes. En su obra
poética alude a ella con el nombre de Belisa.
El duque Enrique I de Guisa entró en París entre
aclamaciones, a pesar de la prohibición real. Cuando
Enrique III llamó a sus tropas, el pueblo se rebeló
en la jornada de las Barricadas (12 de
mayo), y el rey tuvo que huir a Chartres.
La Armada Invencible se encontró con varias
tormentas que impidieron su avance provocando algunos destrozos,
por lo que a mediados de junio
se encontraba todavía en las costas de Galicia.
En julio, tras una
inspección del obispo, Luis de Góngora fue acusado
de asistir poco al coro, hablar durante el oficio, murmurar de
vidas ajenas, ir a los toros, tratar con comediantes y escribir
coplas livianas. Góngora se defendió con gracia,
alegando que en el coro no podía hablar porque estaba entre
un sordo y uno que no dejaba de cantar; que, no siendo viejo, no
podía vivir sino como mozo "y en cuanto a lo de las corridas de toros, fui por
saber si iban a ellas personas de más años y
órdenes que yo, y que tendrían más
obligación de temer y de entender las prohibiciones de Su
Santidad." (El Papa había prohibido al clero la
asistencia a las corridas de toros.)
Realizadas las reparaciones pertinentes y reagrupadas las naves,
la Armada Invencible
zarpó el 22 de julio en
dirección al canal de la Mancha. Allí debían
encontrarse con Alejandro Farnesio, que aportaría otros
veintiséis mil hombres que desembarcarían en
Inglaterra.
Los ingleses, por su parte, habían reunido también
una flota en Plymouth,
bajo el mando de lord Charles
Howard, el barón de Effingam. Sir Francis Drake fue nombrado
vicealmirante y dirigía una de las divisiones de la armada
inglesa. También estaban allí Robert Dudley, sir
Walter Raleigh, sir Martin Frobisher, sir John Hawkins y muchos
otros expertos navegantes.
El 31 de julio la Armada Invencible llegaba al
canal de la Mancha. La flota inglesa estaba encerrada en el
puerto, por lo que los oficiales del duque de Medinasidonia le
recomendaron atacarla, ya que la victoria era segura. Sin embargo,
el duque se negó, aduciendo que sus órdenes eran
reunirse primero con Alejandro Farnesio. Cuando los ingleses
detectaron la presencia de la flota española, salieron del
puerto rápidamente en su persecución, y antes de que
los españoles pudieran virar y presentar combate, ya
habían perdido más de treinta naves.
En los primeros días de agosto
se produjeron nuevos enfrentamientos. Las bajas españolas
fueron relativamente escasas: 167 muertos, unos 400 heridos y
otros tantos prisioneros. Medinasidonia se refugia en Calais y
manda avisar a Farnesio. Durante la noche, sir Francis Drake, buen
conocedor de las corrientes marinas de la zona, toma algunos de
los barcos de su flota que habían resultado dañados,
los incendia, y los lanza contra las naves españolas. El
duque, espantado, manda levar anclas y salir del puerto, pero
entonces se encuentra con una tempestad que lanza unas naves
contra otras. Al amanecer los españoles combaten fieramente
durante doce horeas. Al atardecer, otra tormenta dispersa lo que
quedaba de la Armada
Invencible, cuyo nombre ya empezaba a resultar un tanto
incómodo.
El duque de Medinasidonia decide entonces regresar a
España, pero, para evitar un nuevo encuentro con la flota
inglesa, lo hace dando un rodeo por Escocia. Durante el viaje de
vuelta, los españoles se encontraron con varias tormentas
más, junto con muchas otras dificultades que mermaron
considerablemente la flota. Los restos maltrechos y dispersos de
la expedición fueron llegando a España a partir de septiembre y a lo largo de varios
meses. Sólo llegaron a puerto sesenta y tres naves. Algunos
marineros contaban historias muy "verosímiles" sobre unos
caníbales que habían devorado a parte de la
tripulación en las costas de Irlanda. Entre los
supervivientes estuvo Lope de Vega, que se instaló en
Valencia con su esposa.
La tradición ha puesto en boca de Felipe II la famosa
frase: "Yo mandé mis
naves a luchar contra los hombres, no contra los elementos",
aunque parece ser que el rey nunca dijo tal cosa. (Idear una frase
que ha pasado a la historia hubiera sido un rasgo de ingenio por
su parte.) Lo que dijo en realidad fue algo más propio de
su carácter, a saber, que construiría otra flota
más potente, costara lo que costara. Otra de sus brillantes
ideas fue que no sólo no apartó del agua al duque de
Medinasidonia, sino que le confió el supremo mando naval en
el litoral andaluz.
Por estas mismas fechas regresaba a Plymouth la expedición
de Thomas Cavendish, que, después de haber saqueado la
costa occidental de América, había atravesado el
Pacífico hasta las Filipinas, luego había pasado a
Java y finalmente había doblado el cabo de Buena Esperanza
para poner rumbo a Inglaterra.
Robert Dudley, el conde de Leicester, murió poco
después de la derrota de la Armada Invencible. Era uno de los favoritos de
Isabel I, y otros dos, Walter Raleigh y Robert Devereux, el duque
de Essex, rivalizaban cada vez más abiertamente por el
favor de la reina, y se convirtieron en el centro de los cotilleos
de la corte.
El inglés fue impuesto como lengua oficial en el
principado de Gales, pero, al mismo tiempo, William Morgan publicaba la
primera traducción de la Biblia al galés, que dio
lugar a un renacimiento religioso y lingüístico.
El dramaturgo inglés Christopher Marlowe terminó su
tragedia más importante: La
trágica
historia del doctor Fausto. Su amigo Thomas Kyd
publicó Solimán y
Perseda.
El Greco pintó en Toledo otra de sus obras más
famosas: El entierro del conde
Orgaz, en el que retrata a famosos caballeros toledanos.
El rey Enrique III de Francia nombró al duque Enrique I de
Guisa lugarteniente general del reino y lo convocó a Blois
para los estados generales. El duque acudió confiado en
compañía de su hermano, el cardenal Luis de Lorena.
Allí, el 23 de diciembre,
Enrique I fue asesinado por orden del rey, su hermano fue
encarcelado y murió en prisión al día
siguiente. París quedó en manos de la Santa Liga,
dirigida por Carlos de Lorena,
el duque de Mayenne, otro
de los hermanos de Enrique I de Guisa, que se negó a
reconocer la autoridad de Enrique III. Pocos días
después, ya en 1589,
murió Catalina de Médicis, la reina madre.
En Lovaina murió el teólogo Michel de Bay. Aunque
había abjurado de su doctrina condenada por Roma, lo cierto
es que tenía muchos seguidores (bayanistas) que la defendían, frente a
los cuales se alzaban, naturalmente, las voces de los jesuitas,
defensores de la ortodoxia tridentina.
El rey Jacobo VI de Escocia se casó con Ana, la hermana del rey
Cristián IV de Dinamarca. Jacobo VI tenía entonces
veintitrés años, y su esposa quince.
En abril, Enrique III de
Francia se alió con Enrique III de Navarra, al que
designó como heredero, y ambos se dispusieron a asediar
París.
Tras la derrota de la Armada Invencible, los ingleses
pasaron a la ofensiva: Antonio, el prior de Crato y pretendiente
de la corona portuguesa, atacó Lisboa con barcos ingleses,
pero fue rechazado. En mayo,
Francis Drake, al frente de ciento veinte barcos, bombardeó
La Coruña, aunque
también sin éxito. En la defensa de la ciudad se
distinguieron varias mujeres, especialmente Mayor Fernández de la
Cámara y Pita, más conocida como María Pita, a la que
Felipe II concedió como agradecimiento el grado y el sueldo
de alférez del ejército, sueldo que cobró
hasta su muerte.
Christopher Marlowe terminó La famosa tragedia del rico judío de Malta,
la primera tragedia histórica del teatro inglés. Al
mismo tiempo, Thomas Kyd terminaba su Fratricidio castigado, del que sólo se
conserva una versión en alemán, y está basado
en la leyenda danesa de Hamlet,
recogida ya en el siglo XIII por Saxo
Grammaticus.
Alonso de Ercilla, que llevaba una década trabajando como
censor de libros para el consejo de Castilla, publicó la
tercera y última parte de La araucana.
El 1 de agosto, un monje de la
Santa Liga llamado Jacques
Clement asestó una puñalada mortal al rey
Enrique III de Francia. Con él se extinguía la casa
de Valois, pero no la dinastía capeta: Enrique III de
Navarra reclamó la corona francesa, de acuerdo con las
disposiciones del difunto rey, que lo convertían en Enrique IV de Francia, pero,
aunque el 4 de agosto
prometió instruirse en la religión católica,
la mayoría de los católicos realistas lo
abandonó. La Santa Liga, con el apoyo del rey Felipe II de
España, proclamó rey a su tío, el anciano
cardenal Carlos de Borbón, ahora Carlos X de Francia. Sin embargo, Carlos X
había sido capturado un poco antes por Enrique IV, que se
replegó hacia el canal de la Mancha para recibir ayuda de
Inglaterra. Fue atacado por el duque de Mayenne, pero lo
derrotó en Argues y luego trató de dirigirse de
nuevo hacia París, pero tuvo que retirarse a
Normandía. La Santa Liga contaba, naturalmente, con el
apoyo del duque Carlos II de Lorena, y también con la del
duque Carlos Manuel I de Saboya, que intervino en Provenza.
El año anterior, Galileo Galilei había destacado en
unas lecciones sobre las dimensiones y la localización del
Infierno de Dante en la
Academia de Florencia. Ello debió de influir en la
decisión de concederle una cátedra en la universidad
de Pisa. Por esta época escribió un tratado titulado
De motu. Se trata de una
serie de ensayos sobre el movimiento que contienen serios errores,
herencia del aristotelismo. Parece ser que el propio Galileo nunca
acabó de estar satisfecho con este trabajo, y por eso nunca
llegó a publicarlo. No obstante, en él hay algunas
ideas valiosas, como la de que las teorías sobre la
caída de los cuerpos podían estudiarse a
través de planos inclinados. Esta idea ya había sido
expuesta por Simon de Brujas unos años atrás, aunque
parece que Galileo no estaba al tanto.
El jesuita Matteo Ricci había editado un mapamundi
titulado Gran mapa de diez mil
países, el primer mapa que mostraba con exactitud
la posición de China en el mundo. Por estas fechas
empezó a enseñar matemáticas (europeas) a
alumnos chinos. Para integrarse, había adoptado el nombre
de Li Matou.
Dos jesuitas españoles llamados Antonio de Monserrat y Pedro Páez partieron de Goa, en la India,
con la intención de llegar al reino cristiano de Abisinia.
Sin embargo, fueron capturados por los árabes y vendidos
como esclavos a los turcos.
En 1590, sir John Hawkins y
Martin Frobisher dirigieron un nuevo ataque inglés contra
Portugal.
El poeta Edmund Spenser abandonó Irlanda y regresó
a Londres, donde publicó los tres primeros cantos del poema
La reina de las hadas,
dedicado a la reina Isabel I, que fue acogido con entusiasmo.
Isabel I liberó al navegante español Pedro
Sarmiento de Gamboa, pero fue capturado de nuevo en Francia por un
grupo de hugonotes, que pidieron por él un elevado rescate.
Los hugonotes habían interceptado un mensaje cifrado con
instrucciones del rey Felipe II de España. El rey Enrique
IV de Francia encargó la tarea de descifrarlo al
matemático François Viète, que no
tardó en interpretar algunos fragmentos. Finalmente, el 15 de marzo envió a Enrique
IV el mensaje completamente descifrado. Esta información
proporcionó cierta ventaja a Enrique IV, que derrotó
nuevamente al duque de Mayenne, esta vez en Evry, tras lo cual se dispuso
a asediar París. Cuando Felipe II descubrió que los
hugonotes estaban al tanto de sus planes militares, enseguida
comprendió lo sucedido con su habitual sagacidad: en una
carta al Papa se lamentaba de que los franceses estaban usando
magia negra contra él.
La derrota de la Armada Invencible había debilitado la
posición de Alejandro Farnesio en los Países Bajos.
Mauricio de Nassau había conquistado Breda y, por si no tuviera ya
bastantes problemas, el rey Felipe II ordenó a Farnesio que
marchara en auxilio de París. La ciudad estaba a punto de
rendirse por falta de víveres cuando llegaron los
españoles. Farnesio obligó a Enrique IV a retirarse
y después lo derrotó en Ligny. Sin embargo, a continuación tuvo que
volver precipitadamente a los Países Bajos porque Mauricio
de Nassau había puesto sitio a la ciudad de Nimega.
El rival de Enrique IV, el rey Carlos X de Francia, murió
a la edad de sesenta y siete años. Los católicos de
la Santa Liga propusieron como sucesor a otro de sus sobrinos, Carlos de Borbón, de
veintiocho años, que acababa de ser nombrado arzobispo de
Ruan.
Miguel de Cervantes continuaba en su cargo de comisario real de
abastos, un trabajo muy desagradecido. En dos ocasiones tuvo que
embargar trigo propiedad de eclesiásticos, y por dos veces
fue excomulgado. Solicitó un cargo en América, pero
recibió una seca negativa de Felipe II: Busque por acá en qué
se le haga merced.
Navegantes portugueses llegaron por primera vez a una isla
cercana a las costas de China a la que llamaron Ilha Formosa (isla Hermosa),
pero la isla estaba bajo dominio chino desde hacía tres
siglos y los recién llegados no consiguieron asentarse en
ella.
En Japón, Toyotomi Hideyosi derrotó al
último de los señores rebeldes que no acataban su
autoridad.
El sha de Persia, Abbas I, tras sufrir una serie de derrotas ante
los turcos, tuvo que firmar el tratado
de
Constantinopla, por el que renunciaba a una extensa
región que se incorporó al Imperio Otomano.
El Papa Sixto V promulgó la bula Aeternus ille, por la que fijaba una nueva edición de la Vulgata como la única versión latina autorizada de la Biblia. El Papa murió poco después, y el 15 de septiembre fue elegido como sucesor el cardenal Giovan Battista Castagna, de sesenta y nueve años, que adoptó el nombre de Urbano VII, pero el Espíritu Santo no estuvo muy inspirado con la elección, ya que Urbano VII murió el 27 de septiembre, antes incluso de que tuviera lugar la ceremonia de su coronación. Fue sucedido por Niccolò Sfondrati, de cincuenta y seis años, que adoptó el nombre de Gregorio XIV.
Otros fallecidos ese año fueron:
En España seguía pendiente el proceso contra
Antonio Pérez, el antiguo secretario de Felipe II. Llevaba
preso once años, en parte por la proverbial
indecisión del rey, en parte porque escondía
comprometedores documentos de estado. Finalmente, Felipe II
ordenó que se le torturara para que los devolviera. Sin
embargo, Pérez hizo una única declaración:
cuanto había hecho en el pasado respondía a
órdenes directas del rey. Los jueces, temiendo que el rey
pudiera ser lo suficientemente estúpido como para que eso
fuera verdad (y, en parte, lo era), le permitieron regresar a su
domicilio para evitar que su testimonio pudiera salpicar al
monarca. Pérez consideró que era mejor marcharse un
poco más lejos, y huyó a Aragón disfrazado de
mujer. Allí se presentó ante el Justicia Mayor, Juan de Lanuza, y pidió
asilo político.
Se inició entonces un forcejeo legal entre las autoridades
castellanas y aragonesas. Para entender la situación
debemos recordar que en la época no existía
realmente ningún país llamado "España", sino
que éste era tan sólo el nombre del conjunto de
reinos independientes de la península Ibérica, que
conservaban sus propias leyes y no tenían más
conexión que la soberanía del rey Felipe II.
Así, Castilla reclamaba la extradición de
Pérez y los aragoneses veían en el incidente una
excusa para reafirmar su independencia de Castilla.
Felipe II hubiera podido ordenar un proceso contra Pérez
en Aragón, pero se había hecho demasiado popular
allí para que una condena hubiera sido posible o, siquiera,
recomendable. En su lugar decidió recurrir a una argucia
legal. En realidad, los reinos españoles sí que
tenían una institución común además de
la figura del rey: la Santa Inquisición. En 1591 Antonio Pérez fue
reclamado por el Santo Tribunal bajo una absurda acusación
de herejía. Juan de Lanuza estuvo a punto de ceder ante la
presión del rey, pero en mayo
el pueblo se amotinó y liberó a Pérez de la
cárcel.
François Viète publicó su Isagoge in artem analyticum,
el primer tratado de álgebra lineal.
Alejandro Farnesio regresó a Francia y derrotó
nuevamente al rey Enrique IV, esta vez en Ruán,
circunstancia que aprovechó Mauricio de Sajonia para
conquistar Nimega y otras
ciudades. Además obtuvo una victoria ante los
españoles en Hulst.
Del lado de Enrique IV luchó Robert Devereux, el conde de
Essex y favorito de la reina Isabel I.
El poeta Edmund Spenser, viendo frustradas sus esperanzas de
medrar en la corte, regresó a Irlanda, donde publicó
el Cuento de la tía
Hubbard, una resentida y violenta sátira contra la
corte isabelina y sus inmoralidades. John Lyly publicó el
drama Endimión.
John White, el fundador de la nueva colonia de Virginia,
había regresado a Inglaterra para hacerse con suministros,
pero la guerra contra España había demorado su
regreso. El 15 de agosto estaba
de regreso en la isla de Roanoke, pero la colonia había
desaparecido. Nunca se encontró a ninguno de los colonos.
No puede decirse a ciencia cierta qué fue de ellos, pero lo
más probable es que tuvieran un encuentro poco cordial con
los indios.
Francis Drake volvió a ocupar la ciudad de Nombre de Dios,
en Panamá.
El emperador Rodolfo II inició una guerra con el fin de
apoderarse de Transilvania, donde los ejércitos imperiales
sembraron el terror.
El justicia mayor de Aragón, Juan de Lanuza, había
hecho apresar nuevamente a Antonio Pérez, y cuando
nuevamente estaba a punto de entregarlo a la Santa
Inquisición, le sobrevino la muerte. Le sucedió en
el cargo su hijo y tocayo Juan
de Lanuza, que no había cumplido aún los
treinta años. (Era frecuente que los cargos públicos
se transmitieran de padres a hijos. El cargo de justicia mayor de
Aragón lo disfrutaba la familia Lanuza desde la
época del rey Fernando I de Antequera, hacía ya
siglo y medio.) Estaba dispuesto que Antonio Pérez fuera
entregado el 24 de septiembre,
pero en Zaragoza se extendió la idea de que la entrega de
Pérez significaba el fin de los fueros aragoneses. Un nuevo
motín liberó de nuevo al prisionero.
El rey Felipe II perdió la paciencia y envió un
ejército a Aragón. Al conocer la noticia, los
juristas aragoneses declararon que la entrada en el reino de un
ejército extranjero era contrafuero,
es decir, ilegal, y aconsejaron reunir un ejército para
hacer frente a la invasión castellana. El 31 de octubre el propio Juan de
Lanuza denunció el contrafuero y el 8 de noviembre se puso a la cabeza del
ejército aragonés. El ejército castellano
contaba con unos 14.000 hombres, mientras que el aragonés
apenas sumaba los 2.000. Ante estas cifras, Juan de Lanuza no
tardó en abandonar a los fueristas y volvió a
Zaragoza, donde publicó un manifiesto en el que
pedía al pueblo que no ofreciera resistencia. El 10 de octubre Antonio Pérez
escapó a Francia y el 12 de
octubre el ejército castellano entraba en
Zaragoza.
Antes de cumplir un año de pontificado, murió el
Papa Gregorio XIV, y el 29 de octubre
fue sucedido por el cardenal Giovanni
Antonio
Facchinetti, de setenta y dos años, que
adoptó el nombre de Inocencio
IX.
Ese año murieron también los poetas fray Luis de
León y san Juan de la
Cruz. Ninguno de los dos publicó nada de su obra
poética (cualquiera se atrevía). Entre las obras del
primero (estas obreziellas que
se me cayeron de las manos, como él las
llamó una vez) destacan Vida
retirada, la Oda a Salinas o La profecía del Tajo, además de
traducciones de Virgilio y Horacio. Las obras de san Juan de la
Cruz consisten en tres poemas mayores: Noche oscura, Llama de amor viva y Cántico espiritual,
junto con cuatro libros con extensas explicaciones
teológicas en prosa sobre los mismos.
También murió el duque Cristián I de
Sajonia, que fue sucedido por su hijo Cristián II.
En Rusia murió Demetrio Ivanovich, el hermano de ocho
años del zar Fiódor I. No está claro si
murió accidentalmente o si fue asesinado por orden del
regente, Borís Godunov.
Juan de Lanuza se negó a firmar una declaración de
que la entrada del ejército real no había sido
contrafuero, así que fue decapitado el 20 de noviembre por orden de Felipe II, que
consideró innecesario un juicio previo.
El 30 de diciembre
murió el Papa Inocencio IX, que, ya en 1592, fue sucedido por el cardenal Ippolito Aldobrandini, de
cincuenta y cinco años, que adoptó el nombre de Clemente VIII. Se ocupó
de la edición de la Vulgata.
Las cortes de Tarazona aprobaron una modificación de los
fueros aragoneses presentada por Martín
Bautista
de Lanuza, un pariente del ajusticiado Juan de Lanuza,
que había permanecido en todo momento leal al rey Felipe
II. Obviamente, la reforma reforzaba la autoridad real.
Ese año murieron:
Poco antes de morir, Robert Greene aludía en una
acusación de plagio a un tal William Shakespeare, del que no se sabe gran cosa
con anterioridad a esta fecha. Tenía veintiocho años
y debía de llevar ya dos o tres en Londres, donde, a juzgar
por las palabras de Greene, había alcanzado cierto renombre
en los ambientes teatrales. Aunque la datación de sus obras
es problemática, por esta época parece que ya
había escrito Enrique
VI, La comedia de las equivocaciones, La fierecilla domada, Los
dos hidalgos de Verona, Ricardo III, El rey Juan, Tito
Andrónico y Trabajos de Amor perdidos.
Thomas Kyd estrenó Jerónimo, mientras John Lyly publicaba
el drama Midas. Un joven
de veintidós años llamado Thomas Heywood compuso la comedia Los cuatro aprendices de Londres.
Sir Walter Raleigh, hasta entonces uno de los favoritos de la
reina Isabel I de Inglaterra, dejó de serlo en cuanto
ésta se enteró de que había dejado embarazada
a una de sus damas de compañía. Raleigh pasó
una temporada en las mazmorras de la torre de Londres.
En Vietnam, la dinastía Le logró recuperar el poder
frente a los Mac, después de más de sesenta
años. No obstante, el reino de los Nguyen, que en principio
apoyaba a los Le, permaneció independiente.
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