Coloured and interference filters for astronomical observation

            Filtros coloreados y de interferencia para la observación astronómica


return to the main page

José R. Torres

 

(Artículo publicado en la revista RIGEL de la asociación Valenciana de Astronomía en 1996)

 

La práctica de la observación astronómica cuenta con numerosos problemas, y no sólo de orden instrumental o meteorológico: en muchos casos, también los objetos celestes resultan complicados de examinar. Así, los pálidos colores de los planetas tienden a igualar sus detalles superficiales y los ocultan. En el caso del Sol o la Luna, las imágenes son tan deslumbrantes que resulta imposible contemplarlas con comodidad sin reducir su nivel de luz. Un tercer caso es el que presentan muchas nebulosas o galaxias, de brillo superficial tan tenue que la claridad de fondo (debida a la luminosidad residual del cielo, los crepúsculos, la Luna, o las luces urbanas) las degrada hasta el punto de conseguir que se desvanezcan por completo. De esta forma, el incremento artificial de los contrastes de las imágenes astronómicas, y la adaptación de su nivel de brillo a las características de nuestro sistema de visión, se convierten en problemas muy importantes que todo aficionado debe abordar. Estas mejoras se consiguen mediante filtros; con su ayuda, los aficionados transformamos una imagen confusa en una espectacular visión. Existe una enorme variedad de filtros de interés astronómico. En este artículo vamos a enumerar los distintos tipos y comentaremos sus peculiaridades, indicando los más adecuados para cada tipo de observación.

 

 

Introduction

 

Los filtros son artificios ideados para la selección de un determinado intervalo de longitudes de onda de luz. El mecanismo es siempre sustractivo. Consiste en el bloqueo de unas longitudes de onda, permitiendo en cambio el paso de otras. Así, no intensifican un color, sino que se limitan a oscurecer el color complementario. Existen principalmente de tres clases:

 

a. Filtros atenuadores, que reducen la intensidad de todos los colores por igual. Se dividen en filtros grises, y polarizadores.

 

b. Filtros de corte, de dos tipos:

  Filtros de paso alto (cut-on), que bloquean la luz  que posea una longitud de onda menor a un valor dado, dejando pasar los tonos más rojos.

  Filtros de paso bajo (cut-off), que transmiten únicamente la luz por debajo de una longitud de onda dada (tonos más azules).

 

c. Filtros de banda, permiten el paso de un determinado intervalo de colores. Se pueden construir uniendo un filtro de paso alto y otro de paso bajo, siempre que ambos posean un dominio de transmisión compartido, aunque es más común valerse de otros medios. Existen filtros de banda interferenciales, de gelatina, de vidrio, mixtos y líquidos. Los cuatro primeros tienen aplicaciones significativas en astronomía, mientras que el último se utiliza únicamente en trabajos de laboratorio, donde es extraordinariamente útil. Realmente, los filtros de corte constituyen sólo un caso particular de filtro de banda, muy oscuro, parte de cuyo dominio de absorción se prolonga hacia el visible, desde el infrarrojo (paso bajo) o desde el ultravioleta (paso alto). Por esta razón, abordaremos filtros de banda y de corte conjuntamente.

 

Los filtros de banda se suelen caracterizar mediante dos parámetros, relacionados con su perfil espectral:

 

  Porcentaje de transmitancia, o máxima relación observada entre la luz que atraviesa el filtro y la que en un principio llegó hasta él (se define transmitancia como la fracción de luz incidente que consigue atravesar un determinado medio).

  Ancho de banda efectivo, o amplitud de la banda de transmisión a la mitad de su altura máxima.

 

Los filtros tienen aplicaciones fotográficas, fotométricas y visuales de gran importancia en Astronomía. En este artículo abordaremos sobre todo los usos visuales y, en menor medida, los fotográficos. Seguidamente examinaremos con mayor detalle cada uno de los tipos de filtro y estudiaremos cómo pueden usarse para potenciar distintos tipos de observaciones.

 

 

Filtros atenuadores

 

En un sentido estricto, no parece adecuado considerarlos filtros ordinarios, ya que no alteran el color global. Estrictamente, alteran en la misma proporción todas las frecuencias del espectro visible, con lo que reducen el brillo de la imagen, pero no modifican el tono. Podrían parecer entonces de uso anecdótico. Pero sucede justo lo contrario: a menudo, sobre todo en la observación lunar o de ciertos planetas, la excesiva claridad de algunos detalles dificulta enormemente la observación de otros, más oscuros, haciendo que aparezcan más pequeños y apagados. Una imagen demasiado brillante es, además, incómoda de examinar con atención durante un período de tiempo prolongado. Por esta razón, estos filtros son extraordinariamente útiles: con ellos se puede disminuir a voluntad el brillo de una imagen. Un filtro gris simplemente atenúa en una proporción fija la luz incidente. Por el contrario, un polarizador modifica la intensidad absorbida a voluntad del usuario, por lo que en la práctica equivale a un ilimitado número de filtros grises.

 

Un filtro polarizador realmente consta de dos filtros idénticos montados juntos, llamados polarizador y analizador, que tienen la propiedad de sólo permitir el paso de la luz que posea un plano de oscilación paralelo a la estructura microscópica del material. De este modo, cuando un filtro tiene su plano de oscilación perpendicular al del otro, se impide por completo el paso de luz, y la imagen se ve negra. Desde esta disposición, a medida que se va anulando la perpendicularidad de los planos mediante el giro del analizador, la imagen se va aclarando gradualmente. En instrumentos de elevada luminosidad las observaciones lunares y planetarias se ven muy dificultadas de no poder usar aumentos elevados; los polarizadores resultan una ayuda extraordinaria en esos casos. El fenómeno de la polarización se puede conseguir también por otros medios.

 

Un filtro polarizador sin analizador se puede utilizar también para eliminar reflejos, una práctica muy habitual en fotografía convencional. Pero también puede servir para observar algunos objetos celestes que emiten luz polarizada, como la Nebulosa del Cangrejo o los núcleos de algunas galaxias activas, que cambian llamativamente de aspecto al rotar el filtro. La materia pulvurenta de la Vía Láctea también se encuentra polarizada por el campo magnético galáctico.

 

 

Filtros de banda y filtros de corte

 

Perfil de transmisión de dos filtros de corte, de paso alto, frente a un blanco de aire

 

Se usan en la región visible del espectro y en el infrarrojo cercano, desde los 380 a los 2000 nanómetros. En realidad, son simples sustancias que absorben luz, que se encuentran disgregadas y suspendidas en un medio inerte, como un líquido, plástico o gelatina, o bien vidrios a los que se ha adicionado algunas sustancias para darles color. Es frecuente también encontrar filtros constituidos por una capa de pigmento que simplemente recubre un soporte transparente. El grado de opacidad del filtro a una determinada longitud de onda, puede ser cuantificado mediante la ley de Beer-Lambert:

 

log ( I / Io ) = - eo d c

 

donde e0 es la absortividad molar, específica, o coeficiente de extinción, d es el espesor del filtro (camino óptico), c representa la concentración de la especie absorbente, I es la intensidad emergente, e I0 la intensidad de luz incidente. La intensidad transmitida en la región espectral seleccionada depende así de la  naturaleza química del compuesto absorbente (coeficiente e0), del espesor del filtro (d), y de la concentración (c).

 

Como su nombre indica, los filtros de absorción seleccionan el color mediante la eliminación del resto de las frecuencias. De este modo, un filtro que absorba más en la zona roja del espectro que en la azul dará una imagen azulada, que será el color complementario del promedio absorbido. Los colores obtenidos son impuros y su intensidad relativa variará en función del material absorbente elegido. Pueden combinarse dos o más entre sí para reforzar los respectivos efectos.

 

 

Filtros coloreados para la observación de los planetas

 

Aspecto de la banda de transmisión de un filtro de gelatina Wratten (W38A), indicado para la observación de las formaciones nubosas en Marte, las planicies de Mercurio y las colas iónicas de los cometas.

 

Son accesorios indispensables para amplificar el contraste de los sutiles detalles planetarios, a menudo de tonos tan parecidos que resultan muy difíciles de diferenciar sin ayuda. Disponer de una amplia colección es así algo imprescindible para un observador planetario serio, quien de acuerdo a su intuición y experiencia, seleccionará el filtro más adecuado para dar contraste a aquella característica planetaria que desee destacar. Sin embargo, el desembolso necesario para conseguir una buena colección puede ser considerable, por lo que es aconsejable reducir la cantidad a unos pocos, bien escogidos. Una serie muy apropiada estaría constituida por un conjunto de seis, de colores violeta, azul, verde, amarillo profundo, naranja y rojo. Como hemos dicho, siempre cabe la posibilidad de reforzar los efectos combinando varios filtros en un mismo ocular.

 

Los filtros de gelatina de la serie Wratten, de Kodak, son los más populares de entre todos los filtros de absorción: pueden encontrarse en muchas tiendas de fotografía. Incluyen filtros tanto de corte como de banda. La calidad y variedad de estos filtros (sobre un centenar) han convertido a esta serie en un estándar, hasta el punto de que otros fabricantes numeren sus productos con el código Wratten. Se presentan en láminas cuadradas de 7.5 cm de longitud, que se deben cortar y montar sobre un soporte adecuado para su empleo al telescopio. La práctica más habitual consiste en emplazar los fragmentos sobre un portaobjeto de microscopio, protegiéndolos de rayaduras con los correspondientes cubreobjetos. Debemos tener en cuenta que, además de los roces, también la humedad deteriora los filtros Wratten. En el mismo porta se pueden montar fácilmente media docena de filtros diferentes. Situaremos el vidrio entre el ocular y el ojo. Otra fácil alternativa consiste en cortarlos tiras, y montarlos parcialmente superpuestos sobre un soporte de diapositiva.

 

Muchos fabricantes de telescopios ofrecen juegos de filtros de vidrio coloreados. Estos filtros se roscan en la carcasa de los oculares, y son más duraderos, baratos y resistentes que los de gelatina. Las ofertas además incluyen colores que se han demostrado útiles para la observación planetaria, de forma que se conoce a priori si la compra será útil y para qué tipo de detalle estará más indicada. Y es que cada tipo de objeto celeste tiene su propia familia de filtros:

 

Cometas

Un filtro amarillo claro o amarillo verdoso suele ayudar a diferenciar la estructura (W8 y W11). La cabeza cometaria se beneficia en particular de filtros magenta (W30). La luz de los cometas se debe tanto a reflexión de la radiación solar (tono rojizo), como a la ionización de sus materiales (tonos azules). La importancia relativa de estos mecanismos es diferente de cometa a cometa, efecto que puede aprovecharse para cuantificarla mediante simples estimaciones de brillo visual con un par de filtros, azul y anaranjado (W80 y W21). La cola muestra un tono azulado debido a la emisión del cianógeno, y de carbono diatómico a mayores distancias del núcleo; así, los filtros azules le proporcionan un mayor contraste (W38A, W64), aunque la luz azulada de la alta atmósfera, compite y dificulta las observaciones. Conviene siempre disminuir el brillo del fondo celeste empleando el color complementario correspondiente: en crepúsculos rojizos, un filtro azul claro (W80A, W38A), y un filtro amarillo claro (W4, W81A) si el crepúsculo presenta fondos azulados.

 

Mercurio

Para la observación crepuscular se recomienda el filtro W80A (azul claro). Los W23A y W25 (rojos) ayudan en la observación diurna, oscureciendo el cielo y disminuyendo el efecto de la turbulencia. Para resaltar la fase es aconsejable el W21 (naranja). En la observación crepuscular, si se dispone de luz suficiente, se recomiendan filtros azules (W80A, W82 y W38A), con los que se hacen más fáciles de advertir las llanuras.

 

Venus

Los filtros rojos (W23 y W25) y anaranjados (W21) ayudan a definir el limbo planetario. Las distorsiones en el terminador son más fáciles con los dos primeros. Ocasionalmente se distinguen algunas nubes polares que no se pueden apreciar con luz integral. Los filtros amarillos (W8,12,15) y amarillo verdosos (W11) también se suelen usar para distinguir detalles de bajo contraste. Los filtros azules oscuros o violetas (W38A y W47) resultan asimismo útiles para acrecentar el contraste de grandes regiones oscuras.

 

Marte

Es uno de los planetas que más ganan con el uso de filtros coloreados. Frecuentemente los más adecuados son los rojos y anaranjados, que oscurecen los mares, canales y oasis, acentuando el color rojizo de las tierras (W21 con pequeña abertura, W23A con medianos instrumentos, y W25 con grandes aberturas). Es en todo caso imprescindible emplear filtros no excesivamente oscuros para el telescopio utilizado, a fin de que no se desvanezcan los siempre sutiles detalles de la superficie. Los filtros amarillos W8, 12 y 15, destacan las primeras fases de las tormentas de polvo. El abrillantamiento de los detalles superficiales producidos por polvo a gran altitud se aprecia mejor con filtros verdes (W58) o amarilloverdosos (W11, W57). Las nubes, nieblas y rocíos helados se pueden observar con buen rendimiento utilizando filtros azules (W38A), azulverdosos (W64) o verdes (W58). Un filtro magenta (W30) destaca a la vez detalles atmosféricos y terrestres, proporcionando imágenes muy llamativas. Los filtros de este color suelen ser los favoritos de muchos observadores. Para observar el deshielo en la periferia de las zonas polares se recomienda el W58 (verde), mientras que para los polos en sí y las nubes altas es útil el W80A (azul claro).

 

Júpiter

Presenta una mayor variedad de colores que Marte, aunque los contrastes son más suaves. Los filtros azules claros (W80A y W82A) acentúan las diferencias entre bandas y zonas (ocres y blancas), así como óvalos, mientras que los puentes y festones, de tonos azulados, se hacen más visibles con filtros amarillos o naranjas (W12, W21). Los filtros verdes, como W56 y W58, suelen ser de gran ayuda para distinguir la Gran Mancha Roja o en general detalles de tono rojo fuerte. Las estructuras más complejas de las nubes se observan mejor con filtros amarillo-verdosos (W11) o naranjas (W21).

 

Saturno

Los mínimos contrastes en Saturno se benefician enormemente del uso de filtros. Los mejores son el W80A y el W82A. Estos filtros azules suaves maximizan las diferencias entre bandas y zonas, permitiendo no obstante el uso de aumentos elevados por el escaso debilitamiento en la imagen. Un filtro rojo suave o anaranjado (W21, W23A) destaca las regiones polares, oscureciendo colateralmente las bandas rojizas. Se recomienda también el uso de filtros magenta suaves para acrecentar el contraste de detalles al límite de detección.

 

Urano y Neptuno requieren elevados aumentos y telescopios de gran diámetro. Los filtros suaves son de cierta ayuda. Por ejemplo, un filtro azul ayuda a distinguir óvalos y bandas en Urano. De cualquier modo, el contraste es sumamente bajo y la observación de detalles, siempre muy difícil.

 

Los filtros rojos presentan dos ventajas adicionales: oscurecen el cielo, y reducen el enturbiamiento de la imagen causado por la agitación atmosférica. Pero presentan un inconveniente: la imagen ofrece una menor resolución (la resolución es función inversa de la longitud de onda de la radiación transmitida).

 

 

Filtros solares

 

El ejemplo más extremo de deslumbramiento en astronomía se produce en la observación del Sol a través de un telescopio. En este caso, es tanta la luz captada de un astro, ya a simple vista cegador, que es absolutamente imprescindible valerse de accesorios atenuadores. Como norma, la luz del Sol debe reducirse al menos en mil veces para que su observación sea segura. Esta disminución del flujo luminoso se consigue con filtros objetivos, filtros oculares y prismas de reflexión parcial (helioscopios). De cualquier modo, el sistema más seguro de contemplación de la fotosfera es mediante proyección sobre una pantalla blanca de la imagen del ocular.

 

Pero por desgracia, el modo más extendido de observación no es la proyección sobre una pantalla, sino valerse de un filtro roscado en el ocular, generalmente de color verde muy oscuro. Y éste es justamente el sistema más peligroso, puesto que la radiación solar concentrada sobre el filtro (que, no olvidemos, se sitúa casi en el foco del objetivo), puede romperlo súbitamente y cegarnos de forma irreversible. Bastan sólo unas décimas de segundo de exposición para que la luz azul y ultravioleta del Sol dañe gravemente nuestra retina. La observación con filtros oculares siempre es peligrosa y debe restringirse sólo a telescopios de muy pequeño diámetro, o de mediana abertura fuertemente diafragmados o con helioscopios. El observador solar debe habituarse a revisar sus filtros con atención: las fracturas suelen ser al comienzo líneas muy delgadas, a través de las cuales se observan fogonazos de luz cuando se dirige la mirada al Sol.

 

Los filtros objetivo son el sistema alternativo más seguro, válido para instrumentos de cualquier abertura. Existen dos variantes: vidrios revestidos de películas metálicas de níquel-cromo (nicrom), y filtros de papel mylar. Los primeros son más caros y están menos extendidos, pero son más duraderos. Van montados en celdas de aluminio, que se anteponen al objetivo del telescopio. Existen modelos visuales y fotográficos, los segundos algo menos opacos, con una absorbancia de 2 unidades. Los visuales se comercializan con o sin película de recubrimiento de acero inoxidable; los que la llevan son más resistentes a rayaduras. Por otro lado, los filtros de papel mylar están formados por dos películas aluminizadas muy delgadas montadas juntas, que ofrecen un nivel de protección similar al de los filtros nicrom visuales, aunque son más frágiles. La imagen solar se ve azul-violeta, por lo que es una práctica habitual añadir en el ocular un filtro amarillo anaranjado (W15, W21) para darle un color más familiar. Tanto los filtros mylar como los de nicrom dan imágenes solares muy brillantes: un polarizador o un filtro neutro pueden ayudar a hacer la observación más confortable. Si a pesar de los cuidados en el uso y almacenamiento, descubrimos algún orificio por el que pasa la luz del Sol, podemos cubrirlo con una gotita de tinta china: el filtro no se resentirá significativamente.

 

 

Filtros lunares

 

Los filtros lunares que se ofrecen como accesorio en muchos pequeños telescopios son filtros de absorción ordinarios con un paso de banda muy amplio. Suelen reducir a un décimo la luz de la Luna.

 

Los más habituales en el comercio, que suelen ofrecer como accesorio en pequeños telescopios, suelen ser filtros coloreados ordinarios, muy absorbentes, frecuentemente verdes, que evitan en gran parte el resplandor de nuestro satélite. El color verde, más relajante y cómodo, ayuda además a diferenciar algunos detalles tenues, especialmente cuando la luna está llena, y sus relieves aparecen aplastados y carecen de contraste. En el comercio se venden montados en carcasas roscables sobre los oculares. No es habitual encontrarlos de diversas densidades, por lo que el confort de la imagen a través de ellos varía en función de la abertura y del aumento usado en el telescopio. Los filtros polarizadores o grises dan imágenes mucho más satisfactorias. Típicamente, se ha de conseguir una reducción de luz del 85 ó 90% para que la luminosidad de la imagen sea adecuada.

 

Solucionado el problema del brillo, queda por ver si es posible mejorar la imagen alterando el color. La superficie lunar es a grandes rasgos gris oscura, debido a su composición basáltica, aunque el hecho de que aparezca tan brillante de noche produce en nosotros la ilusión de verla blanca. Algunas áreas, sin embargo, presentan tonos ligeramente distintos, marrón rojizos, verdosos e incluso azulados. Para diferenciar y exagerar los contrastes entre regiones, se suelen emplear tríos de filtros, habitualmente uno rojo (W25), otro verde (W58), y el último violeta (W47), con los que alternativamente se hacen visibles formaciones inapreciables con luz integral. Los fenómenos lunares transitorios (LTP o TLP), que son rojizos, pueden hacerse destacar con ayuda del correspondiente filtro rojo (W25). Un dispositivo constituido por un par de filtros, rojo (W25) y azul (W38A), que los intercambie sucesivamente, hace centellear a los LTP. Como norma general, es muy recomendable superponer un filtro amarillo-verdoso (W11) a nuestro polarizador o un filtro gris, para mejorar la definición de la imagen. Los habituales filtros verdes que se comercializan como filtros lunares mejoran la visión de las radiaciones y de los accidentes más claros cuando la luna está llena, pero no son especialmente más útiles que un filtro gris ordinario.

 

 

Filtros Interferenciales

 

También llamados filtros dicroicos, dieléctricos o de Fabry-Perot, son filtros de banda que seleccionan la luz no por absorción, sino por interferencia. Se usan tanto en el espectro visible, como UV e IR (200-15000 nm); su importancia para el aficionado es grande. En esencia constan de dos o más grupos de capas, separados entre sí por láminas de resina o aire. Cada grupo está a su vez constituido por apilamientos de finísimas capas de un material transparente, generalmente dieléctricos como MgF2 o CaF2, alternadas con películas de materiales de un mayor índice de refracción (láminas metálicas o de ZnS), formando subgrupos. Los subgrupos a su vez se separan con capas espaciadoras y de acoplamiento, para hacer posibles las interferencias. El conjunto queda encerradado entre dos placas de vidrio plano para su protección. Un filtro ordinario de este tipo suele constar así de varias decenas de capas, depositadas sucesivamente. Normalmente los grosores se eligen de forma que cada cuatro capas formen dos filtros completos. Controlando el espesor de las láminas de dieléctrico interpuestas, se puede seleccionar una longitud de onda, que será reforzada en esa etapa del filtro.

 

La selección del color se produce por medio de interferencias destructivas de la radiación incidente. Así, cuando un haz luminoso de rayos paralelos se dirige hacia un filtro interferencial, parte de la luz atraviesa la primera capa metálica, cruzando a continuación la primera capa de dieléctrico interna. Al llegar a la segunda capa, de mayor índice de refracción, parte de la luz la atravesará, pero una fracción importante será reflejada hacia el interior, dirigiéndose de nuevo hacia la superficie. El encuentro entre un nuevo haz directo y el reflejado produce fenómenos de interferencia. Así, sólo aquellas frecuencias de luz cuyo recorrido por el interior del filtro sea un múltiplo entero de su longitud de onda serán reforzadas, mientras que el resto se anularán total o parcialmente. La repetición de este fenómeno múltiples veces consigue que poco a poco la radiación emergente sea gradualmente más pura. Al final, tan sólo la frecuencia fundamental y sus múltiplos, o armónicos, conseguirán emerger de esta primera capa. El mismo fenómeno se repite de nuevo con la siguiente capa de dieléctrico, y así sucesivamente. Debe tenerse la precaución de escoger el material de las capas transparentes de modo que posea un índice de refracción intermedio entre el del aire y el vidrio, ya que de otro modo se pueden producir pérdidas por reflejos.

 

La formación de las capas y películas separadoras es un proceso difícil y costoso. Típicamente, un filtro nebular puede contener 40 o más capas depositadas sucesivamente, una sobre otra. La uniformidad del espesor, que determina la pureza del filtraje, requiere un control muy riguroso de fabricación. Todos estos factores explican que precio final de venta sea elevado. Hasta hace unos años, eran absolutamente inasequibles, pero en la actualidad, un filtro antipolución cuesta ya lo que un buen ocular, lo que no es demasiado teniendo en cuenta su dificultad de elaboración y las increíbles imágenes que pueden mostrar en nuestros telescopios.

 

Existen también filtros de interferencia con forma de cuña, constituídos por una capa de dieléctrico única que se encuentra encerrada entre dos películas metálicas situadas en las caras interiores de dos vidrios planos. Con estos dispositivos es posible seleccionar múltiples frecuencias, haciendo incidir la luz en la zona de la cuña que posea el espesor adecuado para su reforzamiento. Estos filtros son utilizados por profesionales, especialmente en la observación del Sol, para hacer barridos lineales de la imagen a frecuencias específicas.

 

Las longitudes de onda reforzadas por interferencia en filtros multicapa con cavidades de aire, vienen dadas por la expresión:

 

l = 2 d n cos q / m

 

donde d es el espesor de la capa transparente de índice de refracción n, q representa el ángulo de incidencia de la radiación medido desde la normal a la superficie, y m es un número natural denominado orden de interferencia. Precisamente, el hecho de transmitir frecuencias múltiplos obliga a filtrar los armónicos, de modo que sólo la frecuencia fundamental consiga escapar del medio. Habitualmente esta selección se consigue con el segundo grupo de capas que mencionábamos, y que se llama bloqueador (al primer grupo se suele llamar selector de banda). También es una práctica corriente depositar una capa coloreada, que igualmente puede eliminar los armónicos o reducir la luz base. Para filtros muy monocromáticos es necesario un cuidadoso control de la temperatura de operación a fin de para evitar la dilatación térmica. Este efecto no es enteramente perjudicial, puesto que se puede aprovechar para desplazar a voluntad la longitud de onda del máximo, permitiendo sintonizar con precisión la frecuencia deseada.

 

La expresión anterior debe usarse con precaución, ya que es sólo aproximada. De ella puede deducir otra importante limitación: el ángulo de incidencia es crítico. Idealmente, el ángulo de incidencia debería estar muy próximo a la normal (en teoría, cero grados), por lo que cos q =1. Sin embargo, la realidad es otra muy distinta. Así, en un telescopio de corta relación focal (F/D = 4.8), los rayos periféricos llegan inclinados 6º, lo suficientemente como para que se desplace el máximo de transmisión casi tres nanómetros hacia el azul, lo que puede traer consecuencias catastróficas si el filtro es muy selectivo (por ejemplo, el paso de banda típico de un filtro H-Alfa para aficionados está entre los 0.8 y 1.5 nm).

 

El ancho de banda efectivo de un filtro de interferencia es función de la longitud de onda, y suele ser de un 1.5% de la longitud de onda del máximo. De este modo, los filtros de interferencia son más monocromáticos en luz ultravioleta que en visible, y que en infrarroja. Como ejemplo, el paso de banda efectivo será de unos 6 nm a 380 nm, de 11 nm a 740 nm, etc. Los filtros de paso más estrecho presentan una banda diez veces menor, aunque por contra, también poseen una transmitancia máxima mucho más reducida, típicamente de un  10%. Para astronomía se usan filtros de interferencia de pasos tanto muy estrechos, como medios, e incluso muy anchos; todos son útiles para una tarea u otra. El paso de banda no sólo depende del modo de apilamiento de las capas del filtro: también es función del ángulo de incidencia, y se hace más ancho al inclinarse la trayectoria del haz.

 

 

El filtro solar de Hidrógeno Alfa

 

El la observación de los fenómenos cromosféricos es indispensable el uso de filtros de interferencia, con un paso de banda que se cuenta en décimas de nanómetro, capaces de seleccionar la luz debida a la emisión de la línea alfa del hidrógeno a 656 nm (filtros H-Alfa). Tal monocromaticidad produce dificultades prácticas importantes. Por un lado se requiere un sistema de control térmico muy preciso, que puede incluso utilizarse para barrer un corto intervalo del espectro. Por otro lado, se necesita diafragmar fuertemente el telescopio, a F/D 30 como mínimo, para asegurar un cono de luz muy cerrado. Y, finalmente, los problemas de fabricación son tan grandes que el precio de venta, incluso de las versiones más económicas, es muy elevado. La observación del Sol a esta longitud de onda es ciertamente espectacular, con prodigiosas protuberancias rojizas alzándose sobre el limbo, efectos magnéticos sobre toda una superficie cubierta de granulación, y estructuras que, como espículas blancas, son totalmente invisibles con luz integral. Se requiere un paso de banda de menos de 0.9 nm para que sean visibles estos detalles superficiales. Con 1.5 nm sólo las protuberancias y manchas son visibles. Basta con que comparemos este valor con los habituales 150 ó 200 nm de los filtros ordinarios para apreciar las dificultades que plantea su fabricación y uso.

 

Los filtros H-Alfa dejan pasar tan poca luz que necesitan obligatoriamente una atenuación previa, que se consigue con un filtro objetivo; de otro modo se romperían inmediatamente. Aun así, es preciso un delicado control de la temperatura: con el calentamiento, aumenta el espesor del filtro y consecuentemente se desplaza hacia el rojo el máximo de transmisión. De este modo, nos encontramos con que incluso un pequeño incremento térmico puede hacer completamente invisible la luz de la raya Alfa del hidrógeno. Las versiones más económicas prescinden de la electrónica de control térmico, que encarece mucho el equipo, ampliando el paso de banda. Pero la imagen, menos monocromática, naturalmente se resiente, y ya no permite la visión de detalles finos.

 

 

Filtros de interferencia nebulares y cometarios

 

Constituyen sin duda el mayor avance en la observación visual de los últimos años. Hoy en día, el impacto de las luces urbanas en la observación astronómica es tan grande que es casi una utopía disponer de un lugar adecuado para contemplar objetos débiles. Ni siquiera alejándonos cien o doscientos kilómetros de una ciudad mediana dejan de notarse sus efectos, y es probable que para entonces comience a percibirse la cúpula de luz de otra ciudad. Los focos de alta intensidad, de color amarillo, esparciendo luz en todas direcciones por un diseño deficiente, son los principales responsables de este problema. ¿Es posible observar desde la ciudad, con algún tipo de filtro?. Vamos a ver que sí: nunca podremos observar como desde el campo, pero sí es posible mejorar en gran medida la imagen de ciertos objetos celestes.

 

La contaminación lumínica se suele dividir en local, regional y general. La primera se asocia a deslumbramientos directos producidos por luces próximas, de calles o edificios, y se puede reducir con dispositivos sencillos (pantallas) y a veces pidiendo a los vecinos que apaguen sus focos más molestos. La segunda es más grave; se extiende sobre los núcleos urbanos y es perceptible a decenas de kilómetros. La última, de origen natural, se debe a los gases atmosféricos, y es indiferente de la situación del observador. Su efecto es pequeño, salvo en casos puntuales: inyecciones de polvo en la alta atmósfera por erupciones volcánicas, auroras boreales o noches blancas en latitudes elevadas. La contaminación regional y general son por tanto los puntos de actuación que deben estudiarse.

 

Situación de las principales líneas de emisión naturales y artificiales que contribuyen a degradar las imágenes astronómicas. Las más intensas se encuentran en la región amarilla y corresponden a las lámparas de sodio a alta presión, frecuentes en la iluminación pública urbana. En la figura se ha representado el perfil de transmisión de un filtro nebular Meade serie 4000 de paso estrecho. Nótese que en este caso la línea Ha coincide con uno de los máximos. Por esta razón, el Meade Narrow Band 4000 es algo inferior al UHC en la observación visual, pero le supera fotográficamente en nebulosas moderadamente ionizadas. Salvo el de esta Figura, todos los espectros mostrados a lo largo de este artículo han sido tomados por el autor con un espectrofotómetro Hewlett-Packard de matriz de diodos, modelo 8452-A.

 

 


 

Se da la afortunada circunstancia de que muchas de las bombillas del alumbrado público son tubos de descarga, que emiten luz a frecuencias discretas, y lo mismo sucede con parte de la luz residual del fondo celeste, que se debe a la emisión de gases ionizados en la alta atmósfera por la radiación solar. Estas luces son: (1) Vapor de mercurio, con líneas a 366 nm (muy intensa), 405 y 436 nm (medianamente intensas), y 546 y 575 nm (también muy intensas), (2) Vapor de sodio a alta presión, con líneas a 565 y 613 nm, y (3) Vapor de sodio a baja presión, con un doblete amarillo muy puro a 589.0 y 589.6 nm. Las bombillas de filamento de wolframio habitualmente utilizadas en la iluminación interior (lámparas de incandescencia), emiten luz continua en todo el espectro visible, sobre todo en el rojo. La atmósfera por su parte, emite una luz azulada debida al oxígeno ionizado (558 y 630 nm, más intensa la primera), aunque también existen emisiones menores de otras especies, como sodio (589 nm), hidroxilo (bandas amplias a 660 nm y en el infrarrojo cercano), y oxígeno neutro (350 nm). Las luces urbanas más brillantes y más molestas se producen fundamentalmente en lámparas de sodio a alta presión (en menor medida en lámparas de vapor de mercurio), emitiendo líneas en zona amarilla del espectro. Por esta razón, casi todos los filtros intentan eliminar la región comprendida entre los 550 y 650 nm.

 

Las estrellas y grupos de estrellas (cúmulos, nubes estelares, y galaxias), emiten luz en el espectro continuo. No es por lo tanto posible separar su radiación de la del fondo del cielo. Sin embargo, sobre todo con vistas a la fotografía, un filtro rojo suave puede servir de ayuda, ya que es estadísticamente más probable encontrar estrellas rojas que azules, y afortunadamente el firmamento nocturno es azulado. En cambio, otros objetos como nebulosas planetarias y nebulosas difusas de emisión, emiten toda su luz en frecuencias discretas, fundamentalmente a 496 y 501 nm (oxígeno doblemente ionizado, OIII, verde), a 486 nm (hidrógeno beta, Hb, azul verdoso), y a 656 nm (Hidrógeno alfa, Ha, rojo). En las nebulosas planetarias predomina la línea a 501 nm del OIII, mientras que en la mayor parte de las nebulosas difusas de emisión, se abrillanta pero sin predominar, la línea a 656 nm del Ha. En condiciones de ionización más suaves, la nebulosa puede resultar más luminosa en Hb que en OIII. Otras emisiones menores propias de medios nebulares son: neón III (NeIII, 387 nm, violeta), hidrógeno gamma (Hg, 434 nm, violeta), y nitrógeno II (NII, 655 y 658 nm, rojas). Existen también nuevas líneas de emisión de cierta relevancia en objetos muy ionizados.

 

La línea Ha tiene más interés fotográfico que visual dada su situación en el extremo rojo del espectro, muy lejos del máximo de sensibilidad del ojo adaptado a la oscuridad. De este modo, si observamos con telescopio a una nebulosa de emisión aparentemente muy roja en fotografías, ésta tendrá un tono verdoso. Por encima de las 19 magnitudes por segundo cuadrado (ya sea porque el objeto es muy débil o porque lo observamos a mayor aumento), no seremos capaces de apreciar colores: parecerá grisáceo o blanco pálido. Sólo cuando consigamos concentrar la luz de la nebulosa  por encima del umbral de 19 magnitudes por segundo cuadrado, empleando un telescopio de gran abertura a bajo aumento, conseguiremos ver colores. Así por ejemplo, para apreciar los tonos rojizos de las volutas de la Gran Nebulosa de Orión, se requieren aberturas de 40 cm o más.

 

El color más llamativo de las nebulosas, asociado al oxígeno doblemente ionizado, procede de la desexcitación radiativa desde un nivel metaestable. La emisión desde estos niveles tiene un tiempo de vida medio superior a los que producen fluorescencia ordinaria (una centésima de segundo frente a una cienmillonésima de segundo en las líneas de resonancia). Estas líneas de emisión jamás se han conseguido reproducir en los laboratorios terrestres. La razón es que, por requerir de un mayor tiempo de emisión, los choques contra las paredes del recipiente que los contiene, o contra otras partículas vecinas, fuerzan la relajación de los átomos excitados por otras vías alternativas. Sólo en condiciones de alto vacío son posibles estas emisiones, denominadas líneas prohibidas, no porque sean imposibles, sino por corresponder a niveles electrónicos difíciles de poblar, y consecuentemente, de despoblar. Esta dificultad no es por razones energéticas (en ese aspecto son más favorables que muchas transiciones ordinarias), sino que se debe a que tienen lugar entre estados electrónicos de diferente multiplicidad. Esto es algo que prohíbe la tercera regla de selección: el estado excitado es un triplete, mientras que el estado fundamental es un singlete. Antes de que la mecánica cuántica hiciera posibles estas explicaciones, se pensaba en la existencia de nuevos elementos como responsables de estas líneas (el famoso nebulio de principios del siglo XX).

 

Los filtros nebulares se dividen en tres clases según la eficiencia con que seleccionan las líneas de emisión de las nebulosas: (1) filtros de paso ancho (broad band), (2) filtros de paso estrecho (narrow band), y (3) filtros de paso línea (line filters).

 

Los filtros de interferencia proporcionan grandes transmitancias en dominios muy estrechos de longitudes de onda. Su elevada selectividad ha facilitado el desarrollo de múltiples aplicaciones prácticas.La Figura muestra e perfil de transmisión de un filtro nebular de paso estrecho (Lumicon UHC), sobre el que se han superpuesto las líneas de emisión de una nebulosa. Con este filtro se aislan perfectamente la línea b del hidrógeno (486 nm) y el doblete del oxígeno III (496 y 501 nm), pero no la línea a del hidrógeno (656 nm), que queda en un valle.

 

Los filtros de paso ancho (1) o LPR (Light Pollution Reduction), se ocupan más de bloquear las luces urbanas y las emisiones de gases de la alta atmósfera, que de dejar pasar la luz de las nebulosas. A este grupo pertenecen el Lumicon Deep Sky, Orion SkyGlow, y Meade de la serie 4000: 908B, 910B y 911B. La mayoría son filtros mixtos de absorción e interferencia, con pasos de banda en la región del verde habitualmente en torno a 80 nm. No son muy selectivos: con ellos mejora la visión de todos los objetos celestes. Resultan muy útiles en astrofotografía y en la observación urbana, pero desde el campo no mejoran las imágenes de forma importante. Estos fueron los primeros filtros especiales que se diseñaron para la observación visual, hacia 1975, y en la actualidad son los más extendidos entre los aficionados por ser los más económicos.

 

Los filtros de paso estrecho (2) son los especialistas en la detección visual y fotográfica de objetos nebulares. De entre todos los filtros nebulares, son los más recomendables. El paso de banda es mucho menor, normalmente de 30 nm o menos. Se construyen de modo que aíslan las líneas del OIII e Hb, y a veces las del Ha. No mejoran la observación de estrellas como los de paso ancho, pero acrecientan dramáticamente la observación de nebulosas. La mejora es realmente espectacular: las nebulosas ionizadas dejan de ser manchas informes, para comenzar a mostrar intrincadas estructuras, y se hace posible distinguir muchos objetos de una debilidad extrema. A esta familia pertenece el Lumicon UHC (Ultra Hight Constrast), DayStar 300, Orion UltraBlock, y Meade 908N, 910N y 911N.

 

Finalmente, los filtros de paso línea (3) son los más selectivos de entre todos los filtros nebulares, con pasos de banda típicos de 11 nm y transmisiones del 97%. Hasta ahora, los comercializa únicamente la firma Lumicon, en dos variantes: el Oxígeno III y el Hidrógeno Beta. Tan selectivos resultan que permiten diferenciar zonas de diferente nivel de ionización dentro de un mismo objeto, de tal modo que a veces nebulosas que son muy visibles con uno se hacen indetectables con el otro. El H-Beta es el menos versátil, aunque hace fáciles de ver algunos objetos muy débiles con todos los demás filtros, como la nebulosa California o el contorno de la Cabeza de Caballo. En cambio el Oxígeno III mejora casi todas las nebulosas ionizadas, y en una proporción impresionante.

 

Para la observación de cometas se comercializa un filtro especial, el filtro de bandas de Swan, de Lumicon, asociado a la emisión, a grandes distancias del núcleo cometario, del carbono diatómico (fundamentalmente a 405 nm). Con este filtro se pueden observar las zonas azuladas más lejanas de las colas iónicas. Las bandas de Swan son las responsables del llamativo color azulverdoso que vemos en los cometas a través de fotografías en color.

 

Cuando se contempla un campo estelar con filtros de paso de banda estrecho o paso línea, las estrellas más brillantes se observan del color del filtro, algo que no es del gusto de muchos aficionados. Así, los fabricantes suelen construir sus filtros de forma que transmitan algo de luz roja y azul en zonas del espectro donde no exista peligro de contaminación lumínica. De esta forma se puede conseguir un balance de color algo más real, sin perjuicio de las propiedades del filtro.

 

Desplazamiento hacia el azul de la banda de transmisión principal de un filtro UHC a medida que se inclina la trayectoria del haz. Puede observarse que bastan 10º de inclinación para comenzar a perder la línea más intensa. Con 30º se pierde por completo la emisión del OIII, aunque no la del Hb. Finalmente, con 60º el filtro ya no aisla ninguna de las líneas de emisión para las que ha sido diseñado, y es completamente ineficaz.

 

Los filtros nebulares están construidos para usarse sólo roscados en el ocular. Sin embargo, los filtros de paso ancho o estrecho pueden utilizarse ocasionalmente sujetos entre el ocular y el ojo, aunque debe tenerse en cuenta que de este modo los rayos periféricos se observan demasiado inclinados. Y con elevadas inclinaciones se corre el riesgo de desplazar el máximo de transmisión fuera de las líneas de emisión del objeto, tanto que puede desaparecer por completo. Así, en un instrumento de corta relación focal, los rayos luminosos pueden llegar inclinados unos 7º, algo inaceptable en filtros de paso muy estrecho, pero perfectamente válido con cualquier tipo de filtro nebular. Pero cuando se sujetan entre el ojo y el ocular, especialmente en oculares de gran angular, pueden llegar inclinados casi 40º por los bordes del campo, con lo que se transforman en absolutamente inútiles. Con esa inclinación, un UHC por ejemplo, no transmite nada de la luz de las nebulosas, desplazándose el máximo más de 50 nm hacia el azul. Realmente se puede comprobar fácilmente que el valor esperado sería incluso mayor, de 150 nm. El fabricante en este caso, probablemente ha utilizado dieléctricos de mayor índice de refracción (espaciadores de sulfuro de cinc), para atenuar los efectos de la inclinación del filtro. A simple vista es fácil comprobar este fenómeno: un filtro nebular se ve verde si se contempla perpendicularmente, pero aparece púrpura si se inclina, debido al desplazamiento hacia el visible de las bandas de transmisión del extremo rojo del espectro. Una inclinación de 20º tampoco permite apenas apreciar nebulosas, ya que el desplazamiento del dominio del filtro, de 30 nm, absorbe casi por completo la línea del Hb o las del OIII. Sin embargo, podemos aprovechar este efecto para discernir de estrellas nebulosas muy pequeñas que tengan un aspecto estelar. Efectivamente, si enderezamos y ladeamos de forma alternativa el filtro, las estrellas más o menos permanecerán inalteradas, pero la nebulosa se abrillantará y oscurecerá con el cambio de inclinación, haciéndose evidente. Muchas nebulosas planetarias estelares, como Nassau 1, Minkowsky 3-34, o NGC 6803, son muy fáciles de desenmascarar por este procedimiento.

 

 

Fotografía y fotometría

 

Las aplicaciones de los filtros a la fotografía de cielo profundo son inmensas. La primera utilidad importante es la reducción del brillo residual del cielo, que termina por producir un molesto velo, que degrada notablemente las imágenes. Para conseguir esta mejora son muy válidos los filtros de interferencia,  que se venden en versiones mayores, montados sobre casquillos de 2 pulgadas. Los resultados más espectaculares se consiguen con filtros de paso ancho o medio: las estrellas pierden demasiado brillo con los de paso línea. De cualquier modo, siempre puede hacerse la exposición en dos etapas, una con filtro y otra sin él, o con otro. Un filtro ordinario rojo también puede usarse con buenos resultados para bloquear la radiación de la alta atmósfera, aunque no aislará eficazmente las fuentes de luz artificiales. Otro uso consiste en el equilibrado de la respuesta cromática de los films, para acercar las respuestas ofrecidas por las películas en color a los colores verdaderos, o para compensar la desproporcionada sensibilidad al azul de las películas ortocromáticas. Los films fotográficos son lamentablemente irregulares y de compleja calibración. Pero existe otra posibilidad de fotografiar imagenes con sus colores reales: las tricromías. Así, mediante composición de tres imágenes independientes monocromas, tomadas con filtros azul, verde y rojo, se consigue uno de los resultados más impresionantes de la astrofotografía: esas magníficas tomas que nos muestran los objetos celestes con sus colores verdaderos. Los usos fotométricos son también de primer orden: los filtros son imprescindibles para corregir la señal de los fotómetros, fuertemente dependiente de la longitud de onda. Y son la base de los sistemas fotométricos, usados en la clasificación espectral de las estrellas.

 

 

Conclusión

 

Los filtros se cuentan entre los accesorios más útiles del aficionado. No sólo consiguen mejorar las imágenes de prácticamente cualquier tipo de objeto celeste: en ocasiones son el único medio para que sea posible hacer ciertas observaciones. En el estudio telescópico de la Luna y los planetas, dan contraste a los suaves colores de sus atmósferas y superficies, y acomodan el nivel de brillo. En la observación solar, atenúan el intolerable flujo luminoso, y permiten la contemplación de la cromosfera. Y en la observación de objetos de cielo profundo, reducen el brillo del fondo celeste, eliminando las fuentes de contaminación lumínica, tanto naturales como artificiales. Sólo así es posible la contemplación de objetos extremadamente débiles, hasta hace poco inaccesibles a los aficionados, y la percepción de la etérea estructura de muchas nebulosas. Para fotografía, además, corrigen la respuesta cromática de muchos films y atenúan la luz del fondo. También en fotografía pueden usarse para exaltar objetos difusos y para reducir el efecto de sobreexposición de las estrellas brillantes o muy azules. Finalmente, son la base de los sistemas fotométricos, cuya importancia en Astronomía es enorme.