DISCURSO DÉCIMO CUARTO. DE CLEMENCIA


Mucho más tardamos los hombres de ir al llamado de Cristo que Él al nuestro. Lo cual parece por el capítulo sexto del libro de los Cantares, en que llamando a la esposa el esposo, cuatro vezes repite esta palabra: «Buélvete, buélvete, sumnamitis, buélvete, buélvete para que yo te vea». Mas cuando la esposa llama al esposo mismo en el Libro, capítulo tercero, una vez sola dize la misma palabra: «Buélvete, amado mío, con la ligereza que corre el gamo y la cabra montés por los montes de Bétel». En lo cual muestra su clemencia Dios Nuestro Señor, que es infinita, y cada uno puede ver en sí pruevas desta verdad, considerando las ofensas que ha cometido contra Dios, que siendo tales y tantas, no se ha cansado de sufrirle, siendo assí que toda clemencia como no fuera infinita se cansara y agotara, y pues la de Dios ni se agota ni se cansa, bien se sigue que es infinita. Y mostrólo esto en el primer castigo que hizo en la tierra, cuando viniendo a castigar a Adam y a echarle del Paraíso en pena de su culpa, al mismo tiempo que executó en él esta sentencia le vistió de pieles de animales. De modo que si con la una mano le açotava, con la otra le regalava, dándole vestido y cubriendo su desnudez. De Clemencia trata el presente Discurso; desto se han de ver algunos exemplos.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Exemplos de clemencia de Dios Nuestro Señor hállanse muchos en las Divinas Letras, y fue uno con Moisés, que se le apareció su | Magestad cuando apacentava las ovejas de su suegro Jetro, estando afligido y desterrado de su tierra, y no cuando en ella tenía prosperidad, viéndose adoptado en hijo de la hija del rey Faraón. Es del tercero capítulo del Éxodo.

[2] Afligido estava Tobías después de averse empleado en obras santas, particularmente en enterrar muertos, hallándose pobre y ciego. Y afligida estava Sara, hija de Raguel, por razón que le avía casado su padre siete vezes y le matava un demonio los maridos la noche primera de su casamiento, y sobre esto una criada le dezía palabras atrevidas, dándoselo en rostro. Consolólos Dios a ambos, embiando al ángel San Rafael, por medio del cual Sara quedó casada con Tobías el Moço, y dando vista a Tobías el Viejo, como parece en su Libro, capítulo tercero y octavo.

[3] En angustia se vido el pueblo israelítico con un terrible contrario, que fue Holofernes, el cual pensava assolar su tierra y captivarlos a todos. Mas mostró Dios su clemencia con ellos por medio de la valerosa Judit, que le cortó la cabeça y sacó de aquel apretamiento y congoxa. Y dízese en su Libro, capítulo octavo, y en los siguientes.

[4] Por medio de la reina Ester mostró Dios su clemencia con el mismo pueblo hebreo, teniéndolos encartados el rey Assuero, y esperando ellos ser muertos en cierto día. Mas fueron libres desta fatiga por el aviso de aquella reina, y sus contrarios y enemigos muertos. Es de su Libro, capítulo octavo y noveno.

[5] La pena y aflición de la casta Susana era /(90v)/ excessiva, viéndose condenada a muerte por el testimonio de los dos falsos viejos. Mas usó Dios de clemencia con ella, despertando el espíritu y lengua del niño Daniel, que averiguó su inocencia y la maldad de sus acusadores, por donde ellos fueron muertos y ella quedó libre. Refiérese en el Libro de Daniel, capítulo treze.

[6] El Apóstol San Pedro estava preso en poder de Herodes, que desseava quitarle la vida y esperava que passassen ciertos días de fiesta para darle la muerte. Vídose él afligido, y los demás Apóstoles y discípulos llorosos. Consolólos Dios y mostró con ellos su clemencia, embiando un ángel que le sacó libre de la cárcel, y llegó adonde ellos estavan, causándoles grande contento. Y refiérese en el capítulo doze del Libro de los Hechos Apostólicos . Y en el mismo Libro, capítulo treze, se dize que estando San Pablo preso por mandado de Claudio Tribuno, y no poco afligido, se le apareció Cristo una noche y le consoló, diziendo:
-Ten constancia, Paulo; de la manera que has confessado mi nombre en Jerusalem, assí le confessarás en Roma.
Permitía Dios que fuesse el santo Apóstol perseguido dondequiera que iva porque no parasse mucho en un lugar, sino que anduviesse predicando el Evangelio en diversas partes con provecho grande de todos los que le oían.

[7] Desterrado estava el Apóstol y Evangelista San Juan en la isla de Patmos, y, según se cree, afligido y triste por estar ausente de sus discípulos que tenía en Asia, y | consolóle Dios Nuestro Señor con grandes revelaciones que tuvo, escriviéndolas en su Apocalypsi, como se refiere en el capítulo primero del mismo libro.

[8] Aviendo visto algunas de las obras de Dios en que mostró su clemencia con particulares personas, veamos aora exemplos de gente que se señaló en esta virtud. Como fue David, que se mostró clemente cuando supo por nueva cierta que Saúl, rey de Israel, era muerto en una batalla por los filisteos, enemigos suyos. Aunque le avía perseguido y procurado quitar la vida, él le lloró tiernamente y agradeció mucho a los vezinos de Jabes Galaad por saber que avían dado sepultura a su cuerpo. Es del Segundo de los Reyes, capítulo primero.

[9] Vino gente de Siria a cercar al profeta Eliseo en el monte Carmelo, donde residía, para prenderle y llevarle a su rey, por estar con él enojado, sabiendo que descubría sus intentos y designos al rey de Israel. Hiriólos Dios de ceguedad y llevólos el profeta dentro de Samaría, donde, siendo libres de la ceguera, viéronse cercados de sus enemigos y en peligro de perder todos las vidas. El rey dixo a Eliseo si era bien acabar con ellos. Él respondió que no les hiziesse daño, pues no los venció por su valor y esfuerço, sino que les diesse de comer y regalasse. El rey lo hizo, y este acto de clemencia valió para que no le molestassen los siros más en su vida. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo sexto.

Lo dicho se refiere en las Divinas Letras. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] El Papa Sixto Segundo fue acusado delante del emperador Valentiniano el Moço y Plácida, su madre, por Basso, patricio romano, de algunos excessos, aunque con mentira y falsedad. Y porque en tal sazón los emperadores, con violencia y fuerça y contra todo derecho divino y humano, usavan oír cosas semejantes, el Pontífice se presentó en su tribunal y provó bastantemente su inocencia, dexando cargado al Basso como malévolo y falso, por lo qual el em- perador | le desterró. Y sobre ello el Pontífice se mostró clementíssimo, rogando afectuosamente por él, aunque no pudo librarle del destierro. Donde passando algún tiempo murió Basso, y siendo traído a Roma su cuerpo, el Papa se halló a su entierro y con sus manos le puso en la sepultura, mostrando ser verdadero imitador de quien era verdadero vicario en la tierra, dando honra a quien le procuró afrenta. Es de Fulgoso, libro 5.

[2] El emperador Justiniano el Primero /(91)/ mostró grande clemencia con Vitigis, rey de los godos y grande enemigo del pueblo romano. El cual, siendo preso de su capitán Belisario y llevado a Costantinopla, no le recibió como a enemigo y captivo, sino como amigo y libre. Señalóle grande tierra cerca de los persas, adonde vivió algún tiempo con sus godos rico y honrado. Es de Fulgoso, libro quinto.

[3] Acusaron delante el emperador Flavio Juliano, estando en Antioquía, a Talaso, el cual avía sido secretario del emperador Constantino, y entendióse que era calumnia de personas que le querían mal. Teniendo desto noticia Juliano mandó que le pusiessen acusación en su presencia, y los acusadores por indignarle contra él començaron con una calumnia diziendo que avía tenido culpa en la muerte de Gallo César, hermano del mismo Juliano. Él no quiso que passassen adelante con la acusación, diziendo:
-Si esso es verdad, yo soy el que tengo de poner la demanda a Talaso; por tanto nadie más tenga con él pleito hasta que yo aya concluido el mío.
Esto dixo por hazer callar a aquellos acusadores maliciosos y mostrarse en este particular clemente. Es de Fulgoso, libro quinto.

[4] Pidiendo el emperador Teodosio a los de Antioquía un tributo extraordinario, indignado el pueblo, no sólo le negaron, sino que derribaron y hizieron menudas pieças una estatua de metal de la emperatriz Placila. Tomó de aquí ocasión el emperador para hazer un castigo riguroso en la ciudad. Tuvo aviso dello Macedonio, monge solitario que residía en un monte cercano, fue a la ciudad, habló con la gente que el emperador embiava a hazer el castigo, que se entendió fuera con muerte de muchos millares del pueblo. Díxoles:
-Bolved al emperador y dezidle que se acuerde que es hombre, y que el ser y estado que tiene le viene de Dios, a quien es justo que imite en ser clemente. Y no porque le maltratassen una imagen de metal será bien que destruya la de Dios, quitando la vida a algún hombre; especialmente que | la imagen desecha puede tornarse a rehazer, y ni un cabello del que quitare la vida puede tornársele.
Oyendo esto los que venían de parte del emperador a Macedonio, convencidos de sus razones y respectando su persona, sin executar su comissión bolvieron a Teodosio, refiriéndole las palabras de aquel ermitaño. Las cuales hizieron en él tal impressión que perdonó a los de Antioquía. Dízelo Teodoreto, libro quinto, capítulo veinte.

[5] Siendo electo Aniano en obispo de Orleans, entró en la ciudad para tomar possessión de su obispado. Regozijóse mucho aquel día todo el pueblo; pidió el obispo a Agripino, capitán y governador en ella, que por amor de Dios diesse libertad a ciertos captivos que tenía. No lo quiso hazer, y repentinamente cayó una piedra de cierto edificio y hirió a Agripino en la cabeça. El obispo le dio su bendición y quedó sano, y en reconocimiento de la merced que Dios le hizo otorgó libertad a los captivos, que eran esclavos cristianos, como el buen obispo avía pedido. Dízelo Vicencio Gallo en su Espejo Historial, libro 19, capítulo 12.

[6] A Benceslao, rey de Bohemia, santo varón, por mostrarse clemente y piadoso, dio en perseguirle Radislao, príncipe gurimense, y pretendió quitarle el reino. Hizo gente y començó a molestarle sus pueblos. Ni quiso oír algunos mensajes de paz que el pacífico rey Benceslao le embiava, antes le eran ocasión para más ensobervecerse, creyendo que de temor buscava estos medios para escusar la guerra. Y assí dezía que si no le dexava libre el estado no cessaría de le hazer mal y daño. Compelido Benceslao de semejante fuerça y persuadido de los de su corte, hizo gente y fue contra Radislao, con quien antes de venir a batalla tuvo plática, y en ella le dixo que si de otra suerte no era possible componerse el negocio, sino por armas, que para escusar muertes y derramamiento de sangre los dos entrassen en campo, y cuerpo a cuerpo peleassen hasta que el uno venciesse, y aquél mandasse y fuesse señor del vencido. Radislao vino de buena gana en esto, pare- ciéndole /(91v)/ que ya tenía ganada la victoria y el estado, siendo mucho lo que presumía de sí y teniendo en poco a Benceslao. El cual, para entrar en la batalla, sobre un cilicio que él traía se puso una loriga, y con sola su espada entró en el campo. Al contrario Radislao, que bien armado, con un escudo y lança salió a la batalla, estando los dos exércitos a la mira, y todos davan por vencido al bohemio casi desarmado, estando tan armado su contrario, a quien tenían por más valiente. Y sucedió de otra suerte, porque llegando cerca Benceslao, signóse con la Señal de la Cruz y Radislao començó a menear la lança para herirle, y a esta sazón vido en favor de Benceslao dos ángeles y oyó una voz como de persona humana que le dixo con imperio y mando: «Mira no le hieras». De ver y oír esto quedó Radislao tan lleno de temor y sin fuerças que se derribó a los pies de Benceslao, pidiéndole perdón y confessándose por vencido. Levantóse el piadoso príncipe y con mucha clemencia le concedió perdón y su estado, amonestándole que no se mostrasse más contumaz, porque no fuesse castigado de Dios con rigor. Refiérelo Surio, tomo séptimo.

[7] Estando sobre Algesira el rey don Alonso el Onzeno salió a él de la ciudad un moro como otro Escévola con intención de matarle, aunque le costasse la vida, mas fue preso antes que hiziesse su hecho. Y confessando la verdad, y que venía con intento de matar al rey, eran muchos de parecer que fuesse muerto con graves tormentos. Mas tuvo el contrario el mismo don Alonso, que le mandó vestir ricamente y dar dineros, y con esto le embió al rey Belamarín, a quien estava sujeto el moro. El cual, sabiendo el caso, reprehendió ásperamente al moro en que quisiesse matar a traición un rey tan clemente y bueno, y no contentándose con la reprehensión de palabra le mandó matar. Refiérese en la Crónica del mismo rey don Alonso, y traelo Fulgoso, libro quinto.

[8] Tenía por costumbre el rey don Alon- so | de Aragón y Sicilia, siempre que por la calle veía llevar el Santíssimo Sacramento a algún enfermo, apearse y acompañarle hasta dexarle de buelta en la iglesia. Acaesció una vez que le llevaron a cierta vieja que estava enferma de fluxo de sangre, y sabido por el rey, buelto a palacio, como él tuviesse una piedra de mucho precio y estima para aquella enfermedad, embiósela con un criado suyo a la vieja, con que se la bolviesse desde algunos días. La vieja la provó y sanó con ella; pasáronse días y meses sin que la bolviesse, y requirida por criados del rey, fue a hablarle. Y dixo, aunque con mentira, a lo que se entendió, que le perdonasse, porque la piedra se le avía perdido. Los que estavan con el rey indignáronse de oír a la vieja y parecíales que era poco despernarla. Mas el rey, con un sonriso grande, le dixo:
-Madre mía, a éstos, como no les duele lo que a vos, paréceles que hazéis mal en quedaros con la piedra, mas yo que entiendo que padecístes mucho, no me maravillo que la queráis para vos, y assí yo os la doy.
Dízelo Fulgoso, libro quinto.

[9] En el año de mil y quinientos y cuarenta, cierto cavallero flamenco que era muy leal al servicio del emperador don Carlos, quinto deste nombre, hízole un correo avisándole que en la ciudad de Gante se le rebelava la gente principal. Respondióle que con industria procurasse de entretener el negocio hasta que él fuesse, certificándole que sería su ida muy en breve. Y assí fue, que se partió luego de Madrid por la posta, con solos dos cavalleros, que fueron el duque de Alva, don Hernando, y don Enrique de Toledo, y passó por París, donde estava el rey de Francia Francisco, y se le hizo un solemne recebimiento y regozijadas fiestas. Passó a Flandes y entró en la ciudad de Gante con cinco mil alemanes, arcabuzeros y piqueros. Y desde a pocos días se les puso demanda de parte de su Magestad, delante de la propria justicia de la tierra, en que se contenía que diversas vezes se avía rebe- lado /(92r)/ aquella ciudad, y aviendo sido perdona dos, de nuevo intentaron otra rebelión; por tanto pedía que si no diessen descargo de que resultasse estar libres de culpa, fuessen castigados según lo mereciessen, para escarmiento de otros en adelante. Y visto que no tenían desculpa ni descargo, pronuncióse sentencia en que condenaron a cortar las cabeças y que perdiessen sus bienes todos los que se hallaron en los cabildos y juntas cuando se hizo el motín. Y notificándole esta sentencia al emperador, y leyéndole los nombres de los que avían de ser justiciados, viendo que era grande el número dellos, cuando llegó el que leía a catorze de los primeros, dixo:
-Tened aí punto, y no más sangre, no más sangre, que para escarmiento bastan éstos.
Y assí otro día les cortaron las cabeças públicamente a aquellos catorze, y los demás vinieron sin sayos y descalços, con sogas a las gargantas, y pidieron tres vezes en voz alta «Misericordia, misericordia, misericordia», estando el emperador y la rei- na | María, su hermana, juntos en un trono y assiento real. De lo dicho tuve relación por persona grave y de autoridad eclesiástica que se halló presente.

[10] Don Tomás de Villanueva, arçobispo de Valencia, lo primero que hizo tocante a su govierno fue visitar las cárceles de los eclesiásticos, y hallando unos calaboços escuros, húmedos y tristes, preguntó si en ellos se avían puesto alguna vez personas eclesiásticas. Y respondiéndole que sí, y que para ello servían, mostró en su semblante grande pena, y espantado de ver tal suerte de cárcel, más conveniente -como él dixo- para ladrones y salteadores que para sacerdotes y gente consagrada a Dios, mandólas luego cerrar y terraplenar, diziendo:
-No lo mande Dios, que por orden o voluntad mía sea puesto clérigo alguno en tan horrendo lugar. Por otro camino avemos de corregir y ganar las almas de nuestros hermanos.
Dízelo fray Miguel Salón en su Vida, libro segundo, capítulo primero. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Hállase a las vezes benignidad aun entre bestias, que es confusión grande para los que les falta teniendo uso de razón. Semíramis, luego que nació fue echada orillas de un estanque, donde forçosamente avía de morir por hambre si en tan grande miseria no le fueran benignas ciertas aves del mismo estanque, que la proveyeron de mantenimiento convenientemente, hasta que fue vista de unos pastores que la criaron. Y vino después a ser reina valerosa. Dízelo Diodoro Sículo, libro tercero.

[2] Rómulo y Remo fueron echados en un río por mandado de Amulio, y la agua les dexó en seco a la orilla. Vino una loba y dioles leche, y sustentólos hasta que un pastor los quitó de su poder y crió. Los cuales después salieron tan valientes por sus personas que ganaron grandes vitorias y fueron fundadores de Roma. Escrive dellos Justino, libro cuarenta y tres, Eutropio, libro primero, capítulo 4, Orosio, libro 2, capítulo 5.

[3] Filomena, hija de Nictimo, rey de Arcadia, parió dos hijos de un parto a escusa de su padre, y por su miedo los hizo llevar a morir al monte Erimanto. Hallólos una loba, llevólos a su cueva sin hazerles daño y allí los criava a sus pechos. Fueron vistos de un pastor, que los llevó a su cabaña, donde los crió. Llamóse el uno Licasto y el otro Parrasio, fueron valentíssimos hombres y sucedieron ambos, uno después de otro, en el reino de Arcadia. Escrívelo Zopiro Vizantino, libro tercero.

[4] Hiero fue hijo de Hieródoto y de una esclava, por lo cual el padre le hizo echar en un monte, aborreciéndole. Vino un enxambre de abejas, y labrando miel en el tronco de un árbor que estava cerca, tomavan della y poníansela en la boca, con que le sustentaron hasta que fue visto de quien lo crió. Salió valeroso capitán, venció a los cartaginenses y vino a ser rey de Siracusa. Dízelo Justino, libro tercero. /(92v)/

[5] Gargoris, rey de España, tuvo una hija, la cual parió un hijo que algunos le atribuyeron a su proprio padre della y otros a un criado suyo. Por donde el Gargoris, muy sentido, o que de su culpa, o que de la de su hija, mandó llevar al hijo a un monte y que allí fuesse muerto. Los que le llevaron, doliéndose dél, sin matarle le dexaron en el desierto. Iva por allí, passados algunos días, un criado del rey, y vido el niño cercado de bestias fieras que le defendían, y una dellas le dava el pecho, y teníanle sano y hermoso. Llevóle al rey, y contando el caso, conocióle, y con mayor enojo que primero mandó que le echassen a unos alanos bravos, estando hambrientos, aunque no le tocaron. El abuelo se mostró más feroz que los alanos, pues, perdonándole ellos, él no quería perdonarle, sino que de nuevo hizo que fuesse echado en el mar. Mas las ondas le sustentaron sin hundirse y le llevaron lexos de los ojos del viejo y le pusieron en la ribera, donde una cierva vino y se reclinó para que recibiesse alimento de sus pechos. Lo cual hizo diversas vezes, hasta que se crió y vino a ser grande entre bestias por los montes. Y era tan ligero en correr que hazía ventaja a los gamos. Mostrávase valiente, hermoso y dispuesto. Algunos que le avían visto hablavan dél, y vino a noticia del rey Gargoris. Desseó verle, embió a que se le truxessen, y fue dificultoso de acabarlo con él. Mas luego que el rey le vido, el coraçón se le alteró demasiadamente, y fue causa que con más atención le mirasse, y en sus faciones y otros indicios que tuvo entendió ser su nieto, a quien con tanto cuidado quiso dar la muerte. Púsole nombre Abidis, hízole criar y enseñar buenas costumbres, y salió de condición y modos tan suaves, que muriendo el rey Gargoris le sucedió en el reino de España y fue uno de los buenos reyes que en aquella antigüedad reinaron en ella. Escrive dél Justino, libro cuarenta y cuatro.

[6] Astiages, rey de Media, tuvo una hija que se llamó Mandane. Temía que un hijo | desta le avía de quitar el reino por cierto oráculo que le avisó dello. Y para estorvarlo casó la donzella con Cambises, persa de baxo linaje. Mandane parió un hijo y el rey mandó a Harpago, un criado suyo de quien se fiava, que le matasse. Llevóle a un monte, y teniendo dél lástima dexóle allí a que pereciesse de hambre. Mas hallóle un pastor y vido que le dava de mamar una perra; crióle y púsole nombre Ciro. Y fue tan valeroso que con ayuda de Harpago, a quien el rey Astiages mató y dio a comer un su hijo, sabiendo que no avía muerto a su nieto, que era Ciro, quitó el reino de Media a su abuelo, y junto con aquel reino fue rey de Persia y famoso en el mundo. Dízelo Probo, libro primero.

[7] Paris, hijo de Priamo y de Hécuba, reyes de Troya, fue echado a morir en un monte, porque estando preñada su madre dél soñó que salía de sus entrañas una hacha que abrasava a su reino. Halláronle unos pastores y vieron que cierta osa le dava de mamar. Criáronle, y vino a ser valentíssimo por su persona. Escrive dél Dionisio Alicarnasseo, libro primero.

[8] Estando el emperador Alexandre en tiempo de mucho frío con su exército entre nieve y él assentado al fuego, vido un soldado de Macedonia viejo en edad y que parecía morir de frío. Fue a él y trúxole al fuego, y hízole assentar donde él estava, y con otros reparos que le fueron hechos bolvió en sí. Por donde los demás, que vieron esto, tenían por felicíssimo el militar en su campo y le davan las victorias en las manos. Dízelo Valerio Máximo, libro quinto.

[9] A Filipe, rey de Macedonia, padre de Alexandre, le dixeron que dezía mal dél cierto cavallero pobre llamado Nicanor y cargavan la mano Sinicito y otros amigos del rey para que le castigassen severamente. No lo hizo; antes le embió dineros y otros ricos dones, después de lo cual Nicanor dezía grandes bienes del rey Filipe. Oyólo Sinicito y dio cuenta dello al rey, el cual dixo:
-En esso veréis que /(93r)/ está en nuestro poder que diga la gente popular bien o mal de nosotros.
Es de Fulgoso, libro quinto.

[10] Mostrósele a Darío, rey de Persia, muy contrario Hístico. Truxéronle un día su cabeça; creyeron que se holgara y gloriara viéndola, pues ya tenía aquel enemigo menos, y fue de otra suerte, que se dolía dél y mostró tristeza. Hizo enbalsamar la cabeça y sepultarla honradamente. Es de Fulgoso, libro quinto.

[11] Cleomenes, rey de Lacedemonia, venciendo en batalla a los Aqueos, y quedando grande número dellos muertos en el campo, siéndole pedido de los contrarios sus cuerpos para sepultarlos, concedióselos con grande clemencia. Y hallando entre otros el de Lidial, que un tiempo tuvo el señorío de Megalópolis por tiranía, y de su gana le dexó y vivía privadamente, a éste hizo Cleomenes vestir su cuerpo de púrpura y ponerle corona en la cabeça, y con buen acompañamiento de su gente le hizo llevar hasta las puertas de la ciudad enemiga, porque no careciesse de honrosa sepultura en su patria el que la avía dado libertad. Es de Fulgoso, libro quinto.

[12] Levantó guerra Lisímaco a Dromiquetes, rey de los getas, sin averle dado ocasión para ello, y venidos a las manos quedó Lisímaco vencido y preso en poder del geta; y aunque bárbaro, feroz, y teniendo ocasión para vengarse en él, no lo hizo, sino dexando la ira y el enojo, llevóle consigo y mostróle su pobreza, y de sus súditos, afirmándole que con esto vivían contentos. Diole algunos dones y concedióle libertad. Aconsejóle que en adelante no les hiziesse guerra, porque aunque los venciesse no haría grande ganancia; antes procurasse de los tener por amigos. En este hecho se mostró Dromiquetes prudente, animoso, clemente y no menos vencedor de avaricia y sobervia que de sus enemigos. Es de Fulgoso, libro quinto.

[13] Trataron mal de palabra ciertos moços a la muger de Pisístrato, tirano de | Atenas, yendo cubierta por la calle. Y sabido después quién era, con temor de muerte fuéronse a echar a los pies del tirano, pidiéndole perdón con lágrimas. Él se les mostró muy clemente diziendo:
-Sed más modestos en adelante con cualquiera muger, y aunque os pareció que era la mía a la que dixistes descortesías ayer tarde, engañástesos porque en todo el día no salió de casa.
Con el negar que era su muger cumplió con su honor y perdonándolos se mostró clemente. Es de Fulgoso, libro quinto.

[14] Estando para morir Pericles, sus amigos con grande sentimiento alabavan los hechos que en provecho de la República de Atenas avía hecho, encarecían sus vitorias y triumfos. Oyéndolo él y recobrando un poco el aliento, dixo:
-No tenéis que estimar lo que dezís, porque es favor particular del Cielo, que a unos más que a otros se concede; sólo podéis alabar que en todo el tiempo que he regido Atenas, nadie por mi ocasión se cubrió de luto.
Era sapientíssimo Pericles y muy valiente. Con la valentía guardava la ciudad de enemigos y con la sabiduría regía los ciudadanos, de suerte que sin tormentos ni muertes cada uno hazía su dever. Y desto se preciava él mucho con razón, por ser sabio, valiente y clemente, siendo verdad que alguno faltaría en algo, que él perdonava, pues a nadie condenava a muerte. Es de Fulgoso, libro quinto.

[15] Sabaco, rey de Egipto, en tanto grado era clemente y enemigo de derramar sangre, que a los delincuentes y que merecían muerte sentenciava a que anduviessen con prisiones sirviendo en las obras que tenía la ciudad. Este mismo dexó de su voluntad el reino y se fue a vivir privadamente en Etiopía. Dízelo Diodoro Sículo, y refiérelo Guido en el Libro de exemplos.

[16] A Xenócrates Filósofo se le vino un páxaro a defender, huyendo de un azor o gavilán. Él le defendió y dexó después ir libre, diziendo:
Al que viene humilde pidiendo favor, razón es que no se le niegue.
/(93v)/ La misma clemencia mostrava con los hombres. Dízelo Guido en el De exemplos. Y lo del páxaro también me sucedió a mí, y no por ello pienso que merezco entrar en dozena con los clementes.

[17] Mitrídates, rey de Ponto, sabiendo que le tratava la muerte Toridaces, él se previno y le quitó la vida, vedando con pena de muerte que nadie diesse a su cuerpo sepultura. Y no obstante el mandato, una muger moça que le amava con excessivo amor llevó su cuerpo de la plaça para enterrarle. Sabido por el rey, mandóla venir a su presencia y preguntóle si avía llevado el cuerpo de Toridaces contra lo dispuesto por él. Y respondió libremente que sí, porque le amava mucho. No lo tuvo por mal Mitrídates, antes le dio dineros en cantidad para que le hiziesse un honrado entierro, como ella lo hizo. La moça mostró tener verdadero amor a Toridaces en este hecho y Mitrídates se mostró clemente en favorecerle. Es de Fulgoso, libro quinto.

[18] Antígono Rey era muy clemente, y viendo a un hijo suyo áspero y desabrido para todos, díxole:
-¿No ves, hijo, que el reino es una servitud noble? Por bien llevarás los súditos con un hilo de araña adonde quisieres, y por mal ni aun con maromas les harás dar passo.
Refiérelo Guido en el De exemplos.

[19] Aníbal Cartaginés, aunque era cruel enemigo para los romanos en tanto que los veía vivos, fue clementíssimo para los mismos viéndolos muertos. Y assí en la batalla de Canas, donde salió vencedor con daño grandíssimo de toda Roma, viendo el cuerpo de Emilio Paulo entre los muertos, capitán valeroso contrario suyo, le hizo sepultar con la mayor honra que él pudo. Lo mismo hizo con Tiberio Graco en Lucania, que embió sus huessos bien acompañados a sus soldados para que les hiziessen las exequias funerales. Y a Marco Marcelo, otro romano de gran nombre, muerto en el campo Brucio por confiar de sí más que devía, mandó componer | su cuerpo con adereços ricos, y con corona de capitán en su cabeça le entregó al fuego, que era su última honra. Dízelo Valerio Máximo, libro quinto.

[20] Andando a caça Augusto César, hallóse una vez junto a él Diomedes, esclavo suyo. Y estando ambos a pie, vino para ellos un ferocíssimo puerco montés. El esclavo, regido más por el temor de la muerte que por razón, assió fuertemente del emperador y púsole delante de sí para que el puerco envistiesse primero en él, aunque atemorizado de los perros y de la grita de los caçadores dio la buelta por otra parte. Los criados del emperador que vieron lo que hizo con él el esclavo, quisieron matarle. Mas estorvólo él diziendo que los temerosos y flacos de coraçón, en peligros donde se aventura la vida fáltales el juizio y la razón.
El mismo Augusto César, estando cenando con Polión, amigo suyo, como quebrasse un vaso de cristal cierto esclavo, y enojado sobremanera el amo, mandóle echar en un estanque que tenía dentro de su casa (lo que era grandeza entre romanos) en que se criavan lampreas que se los comían, y otros pescados de mar. El esclavo se libró de las manos de los que le llevavan al matadero y se arrojó a los pies de Augusto, pidiendo con lágrimas que le diessen otro género de muerte y no aquél. Sabido el caso por el emperador, mandó que no hiziessen mal al esclavo. Levantóse y fue a una alhazena grande, en que tenía muchos otros vasos de cristal el Pollión, y quebróselos. Mandó assí mismo terraplenar el estanque de aquellos pescados, y, hecho esto, dixo:
-Quiero, amigo Polión, que arrebatado de la ira no hagas alguna vez lo que aora pretendías hazer y mates tan cruelmente algún hombre, el cual sea del estado y condición que fuere. Por lo mismo que es hombre se deve estimar en más que ningún vaso o joya del mundo.
Tuvo también Augusto César aviso que le procurava la muerte cierto patricio romano llamado Cina, sobrino de Pompeyo. Mandóle llamar a su casa y teniéndole solo en /(94r)/ su aposento, díxole todo lo que dél sabía y mostróle la averiguación que se avía hecho sobre el caso, de modo que el Cina no tuvo qué responder hallándose culpado. Ni fue para arrodillarse y pedirle perdón, dávase ya por muerto. Mas el emperador dixo que le perdonava aquel delicto y le rogava que en adelante fuessen amigos, y para prueva desto el año siguiente dio orden Augusto como fuesse Cina criado cónsul. Y es éste un exemplo raro de clemencia, y pone confusión en el pecho cristiano ver que un pagano perdonasse semejantes ofensas, y hiziesse tanto bien al que le procurava tanto mal, y que no lleguen con muchos passos a hazer cosa semejante, teniendo precepto de Jesucristo todos, que amemos los enemigos y que hagamos bien al que nos hiziere mal.
Estando con el mismo César, Tiberio, que le sucedió en el imperio, diole a entender que dezían mal dél algunos, que los castigasse porque otros no hiziessen lo mismo; y respondió:
-Bástame a mí que nadie puede ofenderme si no es de palabra.
También se afirmava dél, que viendo un cuchillo con que Marco Antonio se avía muerto, no obstante que su muerte le asseguró el Imperio, con todo esso era tanta su clemencia que se enterneció y derramó lágrimas por aquella muerte, y mandó enterrar a él y a Cleopatra con autoridad de reyes. Refiérelo Fulgoso, libro quinto.

[21] El emperador Vespasiano usó de grande clemencia en un caso, y fue que aviendo muerto a Sabino su hermano Vitelo, un patricio poderoso romano, y que | pretendió hazerle otros daños y ofensas, estando Vespasiano en Roma, tuvo particular cuidado de una hija del Vitelo y con grande dote la casó. Es de Fulgoso.

[22] Tito, hijo del mismo Vespasiano, siendo emperador, y sabiendo que dos patricios romanos, hombres poderosos aunque moços, tratavan de matarle y aver el imperio para sí, él los habló un día en su casa y los reprehendió blandamente de sus tratos, advirtiéndoles que no era buen modo para alcançar el imperio el que llevavan. Combidólos a cenar, y tuvo aviso de embiar a assegurar a la madre del uno dellos de que no tuviesse pena de su hjo, aunque sus tratos se avían descubierto, que ningún daño recebiría. Otro día los tuvo a su lado en el teatro en ciertos juegos públicos, y con estas obras, de enemigos que antes eran los hizo amigos, y mostró altamente su clemencia, por donde no en balde era llamado deleite del mundo. Dízelo Fulgoso, libro quinto.

[23] El emperador Marco Aurelio Claudio, el Segundo, se mostró clemente con Aureolo, tirano, que pretendió en el Ilirico la dignidad de Augusto. Diole batalla, y siendo muerto en ella, hízole un muy honrado entierro, cerca de una puente que tomo dél el llamarse de Aureolo. Y puso en su sepulcro un epitafio en que dava a entender que quissiera que viviera, con que procurara el bien de la República Romana. Cuán humano sería con los amigos vivos pues lo mostró en tanto grado con el enemigo muerto. Es de Fulgoso, libro quinto.

Fin del Discurso de Clemencia. |