DISCURSO DÉCIMO OCTAVO. DE CONSTANCIA


La escala que vido Jacob, como parece en el capítulo veinte y ocho del Génesis, por la cual baxavan y subían ángeles, dize San Bernardo que denota el camino del Cielo, en el cual no ay detenerse, sino subir y abaxar. «Necessariamente -dize- has de descender o subir; si te detuvieres por fuerça has de caer. No debe llamarse bueno el que no procura ser mejor. Al punto que començares a no ser mejor, en el mismo dexas de ser en algo bueno, porque assí como nuestro cuerpo crece o descrece, assí nuestro espíritu en la virtud o descrece o crece». «Irán -dize David- de virtud en virtud, y veráse el Dios de Dioses en Sión». Y el mismo Cristo dixo: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán hartos». Y de lo que se han de hartar declara San Juan en el Apocalypsi, diziendo en voz de Dios: «Al que venciere daré un maná escondido, que es la Vida Eterna». De la Constancia trata el presente Discurso, y es virtud media entre dos vicios extremos, y son libiandad de ánimo y obstinación, y della se pondrán exemplos.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Constante se mostró Lot al tiempo que salía de Sodoma en no bolver la cabeça atrás por avérselo mandado Dios, aunque oía el ruido de los miserables sodomitas, que se abrasavan con fuego del Cielo y davan gritos y vozes terribles. El considerar que se le quemavan sus casas y lo más y mejor de su hazienda, que no pudo sacar de allí con la prissa que le dieron los ángeles a que saliesse, el echar menos a su muger, que por inconstante bolvía la cabeça atrás y se quedó hecha estatua de sal, no fue parte para dexar de ir adelante hasta subir al monte con sus dos hijas, que también tubieron parte en la constancia del padre; si ya no dixéssemos que el temor las llevava tan de corrida que por mirar dónde assentavan el pie | y ir caminando no les dava lugar a bolver a mirar atrás, con todo esso fueron de alabar en que nunca mirassen atrás en este viaje. Es del Génesis, capítulo diez y nueve.

[2] Todos los días era molesta a Josef su deshonesta ama, desseándole para sus torpezas, y siempre se mostró constante en no cometer semejante pecado. Y léese en el Génesis, capítulo treinta y nueve.

[3] No pudo Faraón acabar con Moisés que sacrificasse a Dios en Egipto o que dexasse los niños de poca edad, o jumentos en aquella tierra. Todo lo quiso llevar consigo y salir él désta. Dízese en el Éxodo, capítulo diez.

[4] Grave reprehensión hizo a David un su hermano mayor porque entendió dél que desseava salir a pelear contra el filisteo Goliat, y Saúl pretendió con desconfiança apartarle dello. Mas él se mostró constante y perseveró en su propósito. Salió contra él y matóle. Es del Primero Libro de los Reyes, capítulo diez y siete.

[5] Cuando bolvieron los hebreos de la captividad de Babilonia padeció mucho con ellos Nehemías por edificar los muros de la ciudad de Jerusalem. Procuravan estorvarlo los vezinos de aquella comarca, mas su constancia fue de suerte que no desistió de la obra hasta que la vido acabada. Es de su Cuarto Libro, capítulo sexto.

[6] Tobías siempre desde su niñez se empleó en obras de servicio a Dios, y aunque padeció grandes contrariedades, se vido ciego y pobre, no desistió de su propósito, sino que fue constante hasta la muerte, como parece en su Libro, capítulo segundo.

[7] Mardoqueo constante se mostró en no adorar a Amán, como pretendía dél, y aunque entendió que por ello le aborrecía y tratava su muerte, y de todos los hebreos, por la ojeriza que con él tenía, nada bastó para que él se le humillasse; antes vino a que ni se levantava cuando passava. Y léese en el Libro de Ester, capítulo tercero y cuarto.

[8] Los amigos de Daniel constantemente dixeron al rey Nabucodonosor que no /(105v)/ adorarían su estatua. Y el mismo Daniel ningún caso hizo del decreto de Darío, sino que hazía oración a Dios a vista de todos, como tenía de costumbre, antes que por el rey fuesse vedado. Y es de su Libro, capítulo tercero y sexto.

[9] No faltó Susana punto en lo que devía a muger constante, resistiendo a los dos malvados viejos, aunque por ello se vido en peligro de muerte. Refiérese en Daniel, capítulo treze.

[10] Grande fue la constancia de Eleázaro, escriba y viejo honrado, en los tormentos que padeció por mandado del rey Amio- co, | no queriendo traspassar las ceremonias y preceptos de su ley. Y lo mismo los siete hermanos macabeos, no queriendo comer carne de puerco, con que los gentiles intentavan desquiciarlos también de su ley. Es del Segundo de los Macabeos, capítulo siete.

[11] De los discípulos de Cristo dize San Lucas en el capítulo primero del Libro de los Hechos Apostólicos, que perseveravan en oración todos juntamente con algunas santas mugeres y la Madre de Dios, esperando la venida del Espíritu Santo, hasta que vino y los ilustró con sus dones.

Todo lo dicho se colige de las Divinas Letras.


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Constancia grande fue la de Santiago el Menor, que siendo tenido en Jerusalem por varón santo, quiso tenerle de su parte Ananías, pontífice de los judíos y que reprobasse a Cristo y su Evangelio. Y para esto subiéronle un día de fiesta principal sobre un lugar alto del templo para que desde allí dixesse y declarasse su parecer en este artículo. Él subió, y con pecho de Apóstol confessó a Cristo por verdadero Dios y su Evangelio por Ley Santa y que lleva al Cielo. Indignados los judíos con esto, subieron adonde el Santo Apóstol estava, y despeñáronle de allí abaxo. Dízelo Eusebio, libro segundo, capítulo veinte y tres, y otros autores referidos en su obra.

[2] Simeón, hijo de Cleofás, obispo de Jerusalem, siendo de ciento y veinte años, por mandado de Atico, varón consular en tiempo de Trajano, padeció graves tormentos por la fe de Cristo. Y dizen dél Eusebio y Egesipo que tenía admirados assí al juez com a todos sus ministros la constancia y esfuerço con que los padecía, alabando siempre a Jesucristo Crucificado. Tomó Atico desto enojo, y dixo:
-Pues tanto alabas al Crucificado, yo quiero que le parezcas en la muerte.
Y assí le mandó crucificar. Dízelo Eusebio, y refiere a Egesipo, libro tercero, capítulo treinta y dos.

[3] Fuele dicho a Natalia que su marido | Adrián estava preso por el nombre de Cristo entre otros mártires. Oído por ella, llena de gozo fue a la cárcel, y echándose a los pies del marido, besando los grillos, le dezía:
-Bienaventurado eres, señor mío Adrián, que has hallado las riquezas que no te dexaron tus padres, pues ellos fueron idólatras y tú vas seguro a Jesucristo, en quien has puesto los tesoros para hallarlos en tiempo de la necessidad, cuando nadie será bastante a librar de penas al miserable que se condenare. Camina, señor, en lo començado, no te canses para que gozes las promessas de Cristo. No te espanten los tormentos del tirano, sino mira la constancia y paciencia destos santos mártires que están presentes. Imítalos en la vida y serás con ellos premiado en la muerte.
Aviendo dicho esto la santa muger, andava de uno en otro besando las prisiones que tenían, y dezíales:
-Ruégoos, siervos de Jesucristo, que animéis a mi señor y marido Adrián. Ganad su alma para Dios, sedle vosotros padres, nazca por vosotros para la Vida Eterna.
El santo mártir Adrián le dixo:
-Vete, hermana mía, a casa, que llegando el tiempo de mi muerte yo te llamaré para que te halles presente.
Y assí lo hizo, que sabido el día en que le avían de martirizar, alcançó de los ministros del emperador Maximiano que le dexassen ir a su casa. Y diéronle esta licencia porque quisieran se huyera, estan- do /(106r)/ bien con él, aunque les fuera a ellos dañoso. Yendo él a su casa, y siendo visto por Santa Natalia, creyó que huía del martirio. Entristecióse demasiadamente, y començó a llorar. Llegando cerca, arrojó la labor que tenía en sus manos y corrió a la puerta, y cerróla muy bien, diziendo:
-No trate más comigo, ni yo le vea de mis ojos al covarde que bolvió atrás del buen camino que llevava y a mentido a su Dios y Señor. No me hable palabra, ni oiga yo lengua que ha echo engaño a la presencia de su Criador.
Llegóse más cerca, y teniendo bien cerrada la puerta, dixo:
-Oh, hombre entre todos los hombres descreído y sin Dios, ¿quién te hizo fuerça que començasses lo que no avías de acabar? ¿Quién te apartó de aquellos santos en cuya compañía te dexé? Dime por qué has buelto las espaldas antes que se començasse la batalla. ¿Por qué arrojaste las armas como cobarde antes que viesses al enemigo? ¿Por qué te cuentas ya entre los heridos y no has disparado saeta? ¿Qué haré, infelice de mí? ¿Quién me juntó con un descreído? No merecí yo ser llamada muger de mártir, sino que con razón me llamarán muger de renegado. Por un momento fue mi alegría, y por muchos siglos será mi afrenta y oprobrio.
No hizo poco el santo mártir Adrián en acabar con ella que creyesse que no huía del martirio, sino que venía a llamarla para que se hallasse a él presente. Como se halló, y con su presencia no poco ánimo le puso para que padeciesse tormentos terribles y al cabo la muerte constantemente. Y la misma Natalia se mostró allí, y después, muy constante en huir del tirano, que la pedía por muger. Passó de Nicomedia, donde fue el martirio de San Adrián, a Constantinopla, donde santamente acabó la vida. Es de Surio, tomo quinto.

[4] San Román, mártir en Antioquía, estándole atormentando Asclepíades en tiempo de los emperadores Diocleciano y Maximiano por verle que libremente hablava de Cristo con los idólatras, mandó para hazerle callar que le rompiessen las mexillas. | Diéronle dos grandes heridas en ellas, de que corría mucha sangre, pareciéndosele las muelas por aquellos dos lugares, como por la boca los dientes. San Román, sin quexarse ni mostrar sentimiento, ni estorvarle las heridas a la voz, dixo:
-Muchas gracias te doy, o prefecto, porque no teniendo yo sino una boca con que alabar a Jesucristo, ya tengo por tu ocasión tres con que podré alabar a las tres personas de la Santíssima Trinidad.
Mandóle el juez cortar la lengua, y sin ella hablava y alabava a Jesucristo. Dízenlo San Isidoro y Prudencio.

[5] La constancia de San Ambrosio no es bien que quede en silencio. La cual mostró en subido grado con el emperador Teodosio por un cruel castigo que hizo en la ciudad de Tesalónica o Salonique, que le excomulgó y vedó la entrada en la iglesia de Milán, hasta que hizo penitencia pública de aquel pecado. Como parece en su Vida, escrita por Paulino Presbítero y por otros graves autores.

[6] Algo se pareció a San Ambrosio en ser constante Ermenoldo Abad, porque llevando a que viesse su monasterio Otón, obispo de Bavemberga, que le avía fundado, al emperador Enrique, quinto deste nombre, porque estava excomulgado el emperador por rebelde al Sumo Pontífice, cerró Ermenoldo el monasterio y no los dexó entrar en él, diziendo que lo hazía por evitarle. Y aunque los que ivan con el emperador le dezían que tomasse vengança de aquellos capilludos descomedidos, él dixo que no los enojassen, pues su abad hazía lo que devía a su oficio. Y assí se fue y los dexó en paz. Refiérelo Surio en su Vida, tomo séptimo.

[7] Eusebio Cesariense, en su Historia Eclesiástica, libro octavo, capítulo doze, escrive de dos mancebos, que llevándolos a que sacrificassen, pusiéronlos por fuerça de rodillas delante de un ídolo, estando allí un brasero de lumbre para echar el encienso. Ellos dixeron:
-Si apartáremos las manos de la lumbre, sea visto que sacrificamos.
Pusiéronlas en ella y dexáronse quemar. /(106v)/

[8] El emperador Valente, herege ariano, perseguía cuanto le era possible a los católicos. Desterró de la ciudad de Edesa a Barses, su obispo católico, y puso en ella a Lico, herege, el cual como lobo hambriento despedaçava las ovejas del Señor, procurando traerlas a su herror. Los edeseos, bien enseñados en la fe por su obispo Barses, muchos dellos se ivan fuera de la ciudad, a un campo donde estava cierto templo de Santo Tomé Apóstol, y allí celebravan sus oficios, según el modo de la Iglesia Católica Romana. Sabido esto por el emperador Valente, que se halló en la misma ciudad, mandó a Modesto Prefecto que con gente armada, cuando los viesse juntar allí, los acometiesse y castigasse hasta quitarles las vidas. Luego que tuvo este mandado Modesto, no dándole gusto el derramar sangre, procuró que se publicase entre católicos la comissión que tenía, para que el día siguiente nadie saliesse allí. Mas el obispo sirvió para acrecentar el número de los que salieron, desseando todos padecer martirio. Sabido por él, indignado de que su diligencia en favor suyo no fuesse agradecida ni aceptada, con una compañía de soldados salía de la ciudad para executar lo que el emperador le avía mandado, y en el camino vido una muger con un niño de la mano, la cual llevava el manto mal puesto y el passo tan apresurado que dava muestra de ir a negocio de mucha importancia. El prefecto quiso informarse della y mandó que se la truxessen delante, y traída, preguntóle adónde iva tan deprisa. Ella respondió:
-Voy allí al campo donde están los que de veras honran a Dios y le sirven, porque he sabido a lo que vais vós con esta gente y quiero participar del premio con ellos, y voy deprisa por no perder tan buena ocasión para ir a gozar de Dios en su Gloria.
-Pues esse niño -dixo el prefecto-, ¿a qué le llevas contigo?
-Para que también él -replicó la constante muger- sea participante de la matança y persecución, y después goze del premio.
Admirado el prefecto | de la constancia y valor desta muger, bolvió al emperador y diole cuenta dello, persuadiéndole a que no fuesse ocasión de tantas muertes, de que sacaría poca gloria, pues toda la ciudad quedaría desierta, estando tan firmes en morir por su fe y religión. Indignóse el herege contra Modesto y díxole malas palabras, hirióle en el rostro y mandó que prendiessen a los principales de los católicos y que los forçassen a seguir a Lico, o lobo y no pastor, o que fuessen desterrados. Refiérelo Nizéforo, libro onze, capítulo veinte y dos. Y tráelo Rufino en el libro undézimo, que añadió a la Historia de Eusebio, capítulo quinto. Y es de Teodorito, libro cuarto, capítulo diez y siete.

[9] Marcio, solitario en Campania, provincia de Italia, tenía su celda en la ladera de una sierra, sobre la cual estava un peñasco desgajado y que amenazava a la vista su caída con daño de la celda y vida del santo ermitaño. Los que le visitavan, que era mucha gente devota, rogávanle que dexasse acabar de derribar aquella piedra, porque se librasse del temor que él podía tener y ellos tenían siempre de pensar a todas horas que avía de caer. No hazía caso el santo deste peligro, mas porfiándole un día, y siendo muchos los que se comedían a derribarle, concedió en ello. Començóse la obra, y sin averse cansado mucho el peñasco disparó, y al tiempo de llegar a la celda del santo ermitaño, creyendo todos que la derribara y dexara deshecha, dio por sí mismo un salto, dexándola sin tocar en ella, que fue caso milagroso para los presentes. Dio este mismo solitario Marcio en una obra de penitencia bien penosa, y fue que se ató una cadena de hierro al pie, y por la otra parte le aferró en una piedra, para sólo no poder apartarse de aquel lugar. Oyó dezir esto San Benedicto y embióle a dezir con un su discípulo:
-Si eres siervo de Dios, no te tenga asido la cadena de hierro, sino la de Cristo.
Entendió Marcio lo que por esto le quería dezir aquel santo abad, y quitóse la cadena, mas ligóse con un fir- me /(107r)/ propósito de no passar de aquel término que le dava la cadena licencia. Y en esta constancia de ánimo perseveró muchos años. Lo dicho es de San Gregorio, libro tercero de sus Diálogos, capítulo diez y seis.

[10] En una villa dicha Vivella vivía una donzella cuyo nombre era Digna, la cual, muertos sus padres y quedando en casa de un hermano, desseava entrar monja en el orden de Cistel, y no teniendo efecto, acordó en el siglo guardar aquel santo instituto: no comía carne, ayunava, guardava horas de silencio y, teniendo cerca de su casa la iglesia catedral, donde se dezían maitines a media noche, levantávase y iva a oírlos, y lo mismo de día a las Horas y Missa. Sucedió que llevaron un cuerpo a la misma iglesia por parte de tarde y dexáronsele en las andas para dezirle otro día los oficios de difuntos y enterrarle. Cuando la devota donzella, estando desto ignorante, fue a maitines, vido el muerto en las andas, y no por esso se turbó, sino que se puso a rezar no lexos dél. El demonio, que la embidiava sus buenas obras, dándole Dios licencia, entró en el cuerpo del muerto, para efeto de atemorizarla y estorvar su oración. Lo primero que hizo fue menear un poco las andas. La donzella se signó con la Señal de la Cruz. Levantó el demonio un poco el cuerpo del difunto, mas ella, que estava a la mira, entendiendo quién andava en aquellas trabesuras, dixo:
-Sosiégate, diablo, que contra mí poco aprovecharán tus embustes y embelecos.
Levantó luego el demonio todo el cuerpo del muerto y púsose en pie, diziendo:
-Ya verdaderamente no puedo sufrirte, yo vengaré aora las afrentas que me has hecho.
La constante y animosa donzella, sin temor alguno, viéndose con un bordón que de ordinario llevava cuando de noche iva a maitines, a dos manos le descargó sobre la cabeça endiablada, de modo que dio con el muerto en tierra, porque el demonio, afrentado de que una muger le apaleasse, dexó el cuerpo muerto y fuese. Quisiera ella bolver- le | a las andas por no dar cuenta de aquel hecho, y no pudo; antes, visto de los clérigos que venían a maitines en tierra y con la herida del palo en la cabeça, estando sola aquella muger allí, preguntáronle la causa y convínole dezirla. Fue de grande gusto para todos los que lo vieron, teniendo en poco al demonio, pues una flaca donzella le apaleava y hazía huir. Y a ella estimaron en mucho por averse atrevido a herir a una tan feroz bestia.
Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[11] Maravillosa fue la constancia del Papa Martino, pues ni por promesas ni por amenazas pudo acabar con él el emperador Constancio que no persiguiesse y anatematizasse la heregía de los monotelitas. Tomó esto a cargo primero Olimpio Exarco, que hazía las partes del emperador, y después un Todoro Cliopa, que prendió al Pontífice y le desterró de Roma, teniendo el santo perlado por menor mal padecer destierro y acabar la vida como la acabó en él, que condescender con el pérfido desseo de un herege. También Vigilio Papa fue desterrado porque no quiso admitir al gremio de la iglesia a Antemio, herege, echado della por Agapeto y Silverio, Sumos Pontífices, sus predecessores. Dízelo Fulgoso, libro tercero.

[12] También se mostró constante Constantino, patriarca de Constantinopla, perseguido del emperador Constantino Quinto porque no faborecía el error de ciertos hereges, hasta venir a ser preso y muerto. Ignacio, assí mismo patriarca de Constantinopla, constantemente padeció destierro y otras calamidades porque reprehendía el casamiento de cierta persona poderosa, que aviendo repudiado a su muger se casó con su nuera. Es de Fulgoso, libro tercero.

[13] San Pablo, primer ermitaño, de diez y seis años fue al desierto y permaneció en él hasta ciento y treze en que murió, sin ver en este tiempo hombre mortal. Su constancia en vida tan áspera mereció que cada día, como a otro /(107v)/ Helías, un cuervo le truxesse la comida. Mereció ser sepultado del grande Antonio, cabándole leones la sepultura, y, lo que más es de estimar, mereció que ángeles llevassen su alma a los Cielos, siendo testigo dello el mismo San Antonio, que afirmó averlo visto por sus ojos. Cuyo premio de tan largo trabajo quien considerare cuán grande fue, por ningún otro trabajo espiritual ni temporal recibirá fastidio o pena. Es de Marulo, libro quinto.

[14] El grande Antonio, cuando començó a ser habitador del desierto, no bastaron asombros ni tormentos de açotes y palos de demonios para que lo dexasse, sino que desde el año dézimo octavo de su vida hasta el de ciento y cinco en que murió, perseveró en vida santíssima, y assí fue recevido a la compañía de los ángeles porque tuvo en poco las injurias de demonios con la virtud de la perseverancia. Refiérelo Marulo, libro quinto.

[15] Paulo el Simple llegó a pedirle el hábito, saliendo San Antonio del monasterio, y yendo como tenía de costumbre a orar al desierto, díxole:
-Espérame aquí.
Estuvo tres días sin quitarse de aquel lugar, y estuviera más si vista la constancia por San Antonio no le recibiera dentro en la religión. Y reprehende este exemplo a muchos que van a pedir el hábito de religiosos y si no se le dan luego se indignan y murmuran, y aun mudan parecer y se van. Los cuales antes del año de la aprobación declaran que no merecían lo que pretendían. Es de Marulo, libro quinto.

[16] Simeón, hijo de Susoción, de treze años fue al monasterio del abad Timoteo pidiendo el hábito, y como le fuesse negado, poniéndole estorvo que estava en edad en que ay poca constancia, dexóse caer a la puerta del monasterio y estuvo allí cinco días sin comer ni bever, con determinación de acabar allí la vida, sino que a esta sazón, admirándose de su constancia el abad, la cual no se halla siempre tan grande en ancianos, le admitió a la religión y dio el hábito. Y fue un religioso de los que con más rigor trataron su cuerpo, co- mo | dio bien a entender su principio tan constante.

[17] Teodoro, discípulo de Pacomio, al principio que fue monge sintiólo mucho su madre. Procuró sacarle de la religión, truxo cartas al obispo y obedeciéndolas el abad del monasterio, diole licencia que se fuesse. Mas el moço santo, que prefería el servir a Cristo a todas las cosas, ni salir a ver a su madre quiso, porque no pareciesse que el ojo que le escandalizava y avía arrojado de sí tornava a tomarle. Perseveró en el monasterio y fue hecho hijo de Dios el que no quiso serlo de su madre. Es de Marulo, libro quinto.

[18] Perseguía el mismo padre que le engendró al bienaventurado San Francisco, pretendiendo estorvarle sus buenos propósitos y obras santas. Maltratávale de palabra y obra, desnudóle sus vestidos, menosprecióle, y el bendito santo gozávase en padecer afrentas por el nombre de Cristo. Y porque se determinó de sufrir todo cuanto se le ofreciesse de pena antes que retroceder de su santo intento, fue tanto lo que aprovechó en poco tiempo, assí en obras santas como en santos desseos, que la tierra quedó llena de su fama y de gozo el Cielo. Dízelo Marulo, libro quinto.

[19] Santo Tomás de Aquino fue sacado del monasterio de predicadores por su madre y hermanos, deteniéndole dos años en una fortaleza, donde ni por ruegos, ni por amenazas, ni por regalos y caricias de una muger perdida que le echaron donde estava, mudó su santo intento. Y assí, libre de la prisión y buelto a su monasterio, como sol que algún tiempo estuvo encubierto y ofuscado con alguna nuve, que quitado el impedimento da luz y nueva alegría a la tierra, assí el santo doctor libre de su madre y hermanos començó a dar luz y iluminar la Iglesia Católica con resplendor de doctrina y santas costumbres. Donde parece que no llegara a tanta claridad de gracia si la nuve de la ceguedad y dureza de sus hermanos y ma- dre /(108r)/ no le uviera sido algún tiempo impedimento y estorvo, aunque siempre estuvo firme en su santo propósito y invicto en las tentaciones. Dízelo Marulo, libro quinto.

[20] También es digna de memoria la constancia de Juan Abad y de Pesio Ermitaño, de los cuales haze Casiano mención. El Pesio, por cuarenta años que estuvo en soledad, un día no comió antes que el sol se pusiesse. Comía alguna cosa para sustentar la vida, mas primero se avía de poner el sol. El abad Juan nunca le vido airado el sol, aunque presidía entre muchos monjes. Preguntará alguno cómo castigava a los delincuentes si nunca se airava (que no era posible sino que entre tantos alguno haría por que mereciese castigo), y respóndese que el proprio castigar no ha de ser con ira, sino con misericodia, y de la ira es propio dañar y del castigo aprovechar, y en uno puede ser virtud la ira y en otro vicio. Y en la Escritura Sagrada se dize que muestra Dios ira, y es cuando castiga justamente, como lo haze siempre. Y al juez conviene castigar por hazer bien y no airarse para hazer mal. Y que se haze bien al que se castiga pruévase porque no aviendo castigo, pécase más. Y adonde ay más pecado es más grave la pena. Y deste modo nunca el abad Juan se mostró airado. Es de Marulo, libro quinto.

[21] Elpidio Abad por veinte y cinco años estuvo en el desierto entretenido lo más del tiempo en oración, su rostro siempre al oriente. Y no tuvo por malo bolver atrás la cabeça y mirar al occidente, sino que quiso ser señor de sí, porque refrenando el apetito aun de aquello que era lícito, con mayor facilidad le apartase de lo ilícito. Dízelo Marulo, libro quinto.

[22] Natanael Anacoreta perseveró treinta y siete años sin salir de su celda. | Visitávanle obispos, admitíalos dentro della, hablávales de Dios dando muestra de un pecho muy abrasado en su amor. Acompañávales hasta la puerta cuando se ivan sin sacar el pie fuera, ni por muchos embustes que hizo el demonio para atropellar su santo intento, hasta que llegó su muerte y dexó celda y cuerpo, bolando su alma santa en compañía de los Bienaventurados. Es de Marulo, libro quinto.

[23] Sara, abadesa en el monasterio escitiótico, cerca del cual corría un río con riberas pobladas de frescuras agradables a la vista, y con oír hablar desto diversas vezes, quiso mortificarse en no verle y carecer del contento que le pudiera dar su vista. Y fue de manera que por sesenta años que estuvo allí nunca se paró a ventana ni vido el río, para hazerse más digna de ver aquél cuya corriente alegra la ciudad de Dios. Y porque tuvo cuidado y perseveró de no tomar deleite en cosas de la tierra vanas y transitorias, fue digna de gozar eternamente de las que son eternas y durarán para siempre. Es del mismo Marulo.

[24] Juan Ermitaño contó de otro fraile solitario que, presumiendo mucho de constante y fuerte, vino el demonio en forma de muger una tarde a su celda, mostróse penada que la comerían fieras si no la recebía en ella. Recebióla, començó la tentación, fuela a abraçar, desvanecióse el demonio, vido sobre sí en el aire muchos que le davan grita, porque avía sido vencido. Viéndose gritear de demonios dexó el hiermo y fuese a poblado, donde acabó mal. Refiérelo San Antonio de Florencia en su Tercera Parte Historial.

[25] De Teón, ermitaño de Egipto, afirma San Gerónimo que estuvo treinta años encerrado en una celda sustentándose con yervas y agua. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Llegando Alexandro Magno caluroso al río Cidno, que passa por Tarso, ciudad de Asia, desnudóse y entró en él a | refrescarse del calor grande que llevava, y quedó travadas sus venas y sin poder mandar su cuerpo. Quiso curarse y tenía /(108v)/ consigo un médico famoso llamado Filipe, y muy privado suyo, por cuyo parecer se le hizo una bevida contra aquella enfermedad. Y trayéndosela el médico para que la beviesse, diéronle una carta de Parmenión, amigo y capitán suyo, en que le avisava que se guardasse de Filipe su médico, porque se entendía que Dario, rey de Persia, su enemigo, le tenía maleado con promesas para que le matasse con aquella bevida. Alexandre leyó la carta y diola al médico, y juntamente el médico la leía y él iva beviendo la purga, mostrando en esto su constancia y la confiança que tenía del médico. Y no sólo fue falsa la sos- pecha, | mas recibió salud y quedó bueno con aquella poción y bevida. Refiérelo el Eborense.
[2] Militava en el exército de Luculo un cavallero romano llamado Pomponio, y hazíase guerra a Mitrídates. Y en un rencuentro, presso y malherido fue presentado al mismo rey Mitrídates, del cual teniendo noticia, y que era valiente por su persona, díxole:
-Si te hiziere curar y diere libertad, ¿serás mi amigo?
Respondió Pomponio con admirable constancia:
-Serélo si lo fueres tú del pueblo romano, y no en otra manera.
Es de Fulgoso, libro tercero.

Fin del Discurso de Constancia.