DISCURSO VIGÉSIMO. DE CONTINENCIA


En el capítulo nono del Libro de Daniel se dize que, estando la muy honesta Susana en un vergel de su casa junto a un estanque de agua, despi- dió | ciertas criadas suyas porque quiso vañarse, y al punto que ellas se fueron vinieron dos viejos que la molestaron y pusieron en punto de perder honra y vida si no la librara Daniel. Y figura Susana a la alma, que despide de sí las virtudes de que solía preciarse siendo continente y quiere darse a regalos, que vienen luego /(111v)/ los dos viejos, el demonio y el mundo, a viciarla. Y si no da vozes por la Confessión, de modo que Daniel, esto es, Cristo Salvador, la libre, tiene trabajo grande y veráse en punto de perderse. De la Continencia ha de tratar el presente Discurso.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Todo el tiempo que nuestros Primeros Padres, Adam y Eva, estuvieron en el Paraíso Terreño fueron continentes, y en saliendo de allí, dize la Escritura Divina en el capítulo cuarto del Génesis, que Adam conoció a su muger, esto es, que se conocieron como marido y muger. Y assí la continencia es fruta del Paraíso y la incontinencia de la tierra.

[2] Universalmente era estimada y tenida en mucho acerca de los antiguos la virtud de continencia. Y es prueva desta la casa de Jacob Patriarca, porque él vivió continente hasta la edad de setenta años y más, que se casó con las dos hermanas Lía y Raquel, que desta edad dize Santo Tomás sobre el capítulo veinte y nueve del Génesis, que era Jacob a esta sazón, y colígese de la misma Escritura Sagrada. Sus hijos del mismo Jacob, viendo deshonrada su hermana Dina por el hijo del rey de Siquem, no sólo por vengar a la hermana, sino por aborrecer el vicio de incontinencia, entraron con mano armada en la ciudad y mataron a padre y a hijo, y a todos los varones que hallaron en ella. Y Judas, uno de los hijos de Jacob, con ser él incontinente y aver tratado con Tamar, su nuera, deshonestamente, no conociéndola, después, sabiendo que estava preñada, ignorando que tenía él parte en su | preñez, la mandava quemar. Como parece en el Génesis, capítulo treinta y cuatro, y treinta y ocho.

[2] Después que los hebreos, capitaneándolos Moisés, vencieron a Balac, rey de Madián y de Moab, mandó a Finees que entrasse con mucha gente en aquel estado y señorío, y apoderándose de las mugeres, perdonasse las vidas a las donzellas, trayéndolas captivas y atadas; las que no lo eran passasse a cuchillo. Y assí lo hizo. El número de las que murieron no se dize, el de las donzellas fue treinta y dos mil, como parece en el capítulo treinta y uno de los Números.

[3] Eliseo, profeta y uno de los que en la Vieja Ley guardó continencia (que por esta virtud que tuvieron él y su maestro Elías dizen algunos santos Doctores que les concedió Dios gracia de resuscitar muertos, como los resuscitaron), estando en casa de la Suña Mitide, huéspeda suya, era tan recatado que si la avía de hablar no era rostro a rostro, sino que le embiava los recaudos con un criado suyo, evitando su habla y conversación, que es proprio de continentes. Y refiérese en el capítulo cuarto del Cuarto libro de los Reyes.

[4] Muerto su marido de la valerosa matrona Judit, aunque quedó moça, hermosa y muy rica, siempre guardó continencia. Y para salir con esta empresa ilustre, señala la Escritura en el capítulo octavo de su Libro que se estava encerrada en su casa con sus donzellas y criadas, usava de un cilicio y ayunava todos los días excepto los festivales.

Lo dicho es de las Divinas Letras. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Gerónimo da firmado de su nombre un hecho digno de eterna memoria de continencia, y fue que imperando Valeriano y persiguiendo sus prefectos y juezes a los cristianos, considerando uno dellos en cierto monge de Egipto, moço que mostrava grande honestidad, quiso atropellar en él esta virtud, y que siendo incontinente, por el mismo caso pensava que le tendría bien dispuesto para | lo que él pretendía, que era hazerle negar la Fe. Mandóle poner en un huerto de muchas frescuras y flores, en una blanda y regalada cama, desnudo, aunque ligado de manera que no era señor de su cuerpo. Hizo venir allí una muger deshonesta, hermosa y halagüeña, para que le provocase a deshonestidad. La cual grangeada con promessas y incitada de su vana presumpción de querer salir con su inten- to, /(112r)/ hizo todo lo que pudo y supo, assí de caricias, palabras blandas, fingimientos y acometimientos. Lo cual todo era al valiente soldado de Cristo no pérdida sino ganancia, porque salía dello con victoria. Aunque considerando que el combate iva adelante y se temía algún peligro, por la porfía y tesón que aquella infernal muger hazía para que su cuerpo contra su querer y gana se rebelasse, mostrándose furioso y mal enfrenado, con los dientes se cortó la lengua, y embuelta en su sangre dio a la deshonesta muger con ella en el rostro. Y fue pelota de arcabuz arrojada con fuego del Cielo, porque casi muerta de espanto de tan estraño caso, la muger se apartó dél y se fue confusa y avergonçada, y él quedó con su cuerpo tan domado y subjeto como aquel que se vido hazer guerra a sangre y fuego de su proprio señor y dueño. Refiere a San Gerónimo Fulgoso, libro cuarto.

[2] Aunque no se alaba ni se deve imitar la obra, mas es de tener y estimar el intento de continente que tuvo Orígenes. El cual, sin las continuas vigilias, ayunos, calores y fríos que padecía, el andar los pies descalços, con sola una vestidura, sin comer carne ni bever vino, viviendo en voluntaria pobreza, no se contentó de conservar su cuerpo libre de toda inmundicia carnal, sino que por librarse aun de la sospecha de incontinente, y que su fama estuviesse tan libre como el cuerpo de toda mácula y vicio, hizo una cosa que fue pecado el hazerla, mas el zelo con que la hizo se alaba, y fue que por sí mismo, padeciendo dolor y derramando sangre, apartó de sí el instrumento con que podía ser torpe. Dízelo Eusebio en su Historia Eclesiástica.

[3] Anastasia Constantinopolitana, siendo perseguida de la emperatriz Teodora, muger de Justiniano, por saber que su marido la amava perdidamente, y tratándola un día mal de palabra para que se entendiesse que no consentía con él en sus desseos, fuese a Alexandría y encerróse en un monasterio de monjas. Donde, passando /(112r)/ algún tiempo, siendo cierta de la muerte de la emperatriz, y sabiendo que el emperador, libre della, la buscava y para hallarla hazía grandes diligencias, temiendo de venir a sus manos y que violaría su honestidad, salió de aquel monasterio y en hábito de hombre, llamándose Anastasio, se fue a un desierto apartado de Egipto, donde vivió con vida de grande aspereza, teniendo por mejor estar allí conservando su castidad, que ser servida en estado de emperatriz, perdiéndola. Refiérelo Fulgoso, libro sexto.

[4] Cerca de la ciudad de Colonia, ribera del Rhin, está un pueblo llamado Nusia, y dél fue natural Hildegunda, la cual en el año del Señor de mil y ciento y ochenta y ocho, en hábito de varón tomó el de monge en un monasterio cerca de Vuormacia, llamándose Josef, viviendo en singular continencia entre varones, hasta el día en que murió, que lavando su cuerpo para amortajarle, se conoció la verdad, y fue grande la admiración de los que la avían conversado primero. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.

[5] Desseava San Bernardo que cierta persona eclesiástica dexasse algunas libiandades en que andava, y érale dificultoso por la costumbre que desto tenía. Hablóle una vez y rogóle que ya que no quería hazer paz con Dios, que hiziesse treguas. Quiso saber qué treguas eran éstas, y declaróselo, diziendo:
-Que por tres días os apartéis de toda ofensa de Dios, por su amor.
Hízolo assí, y, cumplidos, tornó a dezirle:
-Otros tres os avéis de abstener por amor de la Sagrada Virgen, su Madre.
Obligóse a ello y cumpliólo. Bolvió al santo y alabándole lo hecho, añadió:
-Pues por amor de los Apóstoles, otros tres días también os apartaréis de pecar.
Sí haré, respondió el penitente. El santo, cumplido aquel término, le pidió otros tres días por amor de los mártires, y, cumplidos, pidió de nuevo otros tres por amor de las vírgines y tres otros por respecto de los ángeles. Hecho esto todo, dixo San Bernar- do /(112v)/ al penitente:
-Pues, ¿cómo os va? ¿Queréis romper la tregua con Dios?
-No -respondió él-, sino que la tregua se torne paz perpetua, porque ya no me es dificultoso el abstenerme de pecar con el hábito y costumbre que tengo en contrario.
Y assí acabó bien su vida. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[6] Francisco Esforcia, duque de Milán y príncipe ilustríssimo, siendo primero que viniesse a este estado capitán de los florentinos y ganando un pueblo llamado Casanova, ciertos soldados llevavan captiva una donzella hermosíssima, la cual dava vozes que la llevassen al capitán general. Lleváronsela, y estando en su presencia, preguntóle qué pretendía dél. Ella dixo que se entregaría a su voluntad con que la librasse de aquellos soldados. Viéndola que era hermosa, de poca edad, y que de su gana se le ofrecía, parecióle a Francisco baxeza en ley de mundo (aunque en la de Dios fuera grandeza) el no gozarla, y assí dio orden cómo tenerla consigo aquella noche. La afligida donzella se vido en el aposento y cama del Esforcia y que venía ya él a apoderarse de los despojos de su honra y honestidad. Miró quién podría valerla, y, levantando los ojos, púsolos en una imagen de la Madre de Dios que estava colgada en una pared, siendo el duque muy devoto desta Señora, y siempre la honró y tuvo en mucho. Vista la imagen por la afligida moça, arrasáronsele los ojos de agua, encomendó a ella su limpieza, y, tomando ánimo, arrodillóse delante del Esforcia y díxole:
-Por aquella Señora que parió a Dios te pido, cavallero, que no me deshonres. Infórmate de quién yo he sido y verás que siempre me precié de muy honesta. Haz servicio a la Virgen y da ocasión que en todo el mundo se publique esta hazaña, junto con que evitarás una ofensa de Dios muy grande, pues soy donzella y desposada, que guardando mi honestidad me restituyas a mi esposo, que está captivo en poder de tu gente.
Quedó destas razones Francisco atajado y confuso, y sin ser parte la vista de | aquella hermosa donzella, estar desnuda en su proprio lecho, que la tenía ganada en buena guerra y ella se le avía primero ofrecido, vencido de la virtud de continencia, fuese del aposento y dexóla libre aquella noche. Venida la mañana, buscado y hallado el esposo, se la restituyó, jurándole que se la bolvía de la manera que a su poder avía venido, sin tocarla, exemplo raro de continencia. Escrívelo Fulgoso, libro cuarto.

[7] Don Gonçalo Fernández de Córdova, llamado el Gran Capitán, tiene buena parte en este Discurso de Continencia. Porque aviendo ganado el reino de Nápoles para los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, y governándole en su nombre, un día vino a él cierto hombre de edad y díxole que era natural de Nápoles y noble, que por las guerras sucedidas en aquel reino avía perdido su hazienda y que padecía grave necessidad, sin tener orden cómo remediarse, aunque era verdad que tenía dos hijas donzellas, de las más hermosas y honestas de aquella ciudad; donde considerado el valor de su excelencia, se avía determinado de ofrecerle una, la que mejor le pareciesse, con que fuesse servido de remediarle, y con esto derribó de sus ojos algunas gruessas lágrimas que le dexaron bañadas sus blancas barbas. El Gran Capitán, oyendo y viendo esto, se enterneció grandemente y propuso en sí de remediar aquella necessidad sin ofender a Dios. Díxole que le agradecía el ofrecimiento y que le aceptava. Preguntóle dónde vivía, y sabido, mandóle que hiziesse ir a sus hijas a la iglesia más cercana a Missa un día de fiesta, y que él iría allá y vería cuál tenía de escoger. Diole cuantidad de dineros y fuese con algún consuelo a su casa. Venida la fiesta, el Gran Capitán llamó algunos cavalleros napolitanos, y con ellos fue a la iglesia señalada, donde las donzellas estavan, y acabada la Missa, aviéndolas visto y parecídole muy hermosas, como ellas lo eran, preguntó a los cavalleros que llevava consigo, disimuladamente, si conocían a aquellas dos /(113r)/ damas. Respondiéronle que sí. Encargóles que le dixessen la opinión que dellas tenían. Afirmaron todos que las tenían por de buena fama, honestas y recogidas. Holgó de oír esto el Gran Capitán, y el mismo día fue a una fortaleza donde estavan presos dos cavalleros ricos de patrimonio, aunque por aver seguido la parte de Francia contra los Reyes Católicos estavan sus haziendas confiscadas y ellos en peligro de muerte. Tuvo con ellos algunas razones en que mostró querelos embiar a España con que los atemorizó grandemente, porque los ponía en peligro de perder las vidas. Pidiéronle con lágimas escusasse aquella ida. Él les dixo que no sólo la escusaría, mas que les daría libertad y restituiría sus haziendas con que hiziessen una cosa de gusto, y era que se casassen con aquellas dos donzellas pobres. Oyéronlo ellos con excessivo gozo y aceptáronlo muy de voluntad, porque conocían la nobleza del padre, la honestidad y hermosura de ambas. El Gran Capitán les dio libertad y restituyó sus patrimonios y ellos celebraron los casamientos. Y aunque fue oculto al principio este caso, por lo cual se calla en la Historia que deste famoso capitán se publicó, mas después de su muerte criados suyos fidedignos dieron dello noticia. |

[8] Luchino Vivaldo, genovés moço y muy rico, amava grandemente a una muger casada de la misma ciudad de Génova. La cual, por ser muy honesta, siempre resistió a sus importunos ruegos, aunque él no se cansava. Sucedió que el marido desta muger en una batalla nabal fue preso y llevado a Sardinia. Quedó ella pobre y sin amparo, faltándole la comida para sí y para algunos hijos pequeños que tenía. Forçada de necessidad, acordándose del amor que Luchino le avía mostrado, embió a llamarle, y él fue muy gozoso, pareciéndole que tenía hecho su negocio. La muger, viéndole, se le arrodilló a sus pies y derramando lágrimas le dixo que su intento avía sido siempre de guardarse a su marido, mas que la necessidad y el ver perecer de hambre a sus pequeños hijos la forçava a entregarse a su piedad y misericordia. Oyendo Luchino estas razones, teniéndole lástima y compassión, trocó el amor en virtud de continencia y sin tocar a su mano, bolvió a su casa. Dio cuenta a su propria muger de aquel caso y por orden que ella dio, para más guardar la fama de la otra, se le embió dinero y lo necessario a la vida, sin que más viniesse en él otro pensamiento que de tenerla por hermana. Dízelo Fulgoso, libro cuarto. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Vido en Efeso Antíoco, rey de Siria, una donzella hermosíssima, sacerdotisa de Diana, y, sintiéndose llagado de su hermosura, aunque le importava estar en aquella ciudad, salió della huyendo y usó de un prudentíssimo consejo por no cometer un detestable incesto según su religión, siendo verdad que semejante enemigo con dificultad se vence si no es huyendo. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[2] La continencia de Xenócrates Filósofo fue probada a prueva de arcabuz, porque, haziéndose a una cierta ramera hermosa y halagüeña llamada Frine con unos moços, que para encubrir sus va- nidades | desseavan que el filósofo Xenócrates fuesse notado del vicio en que ellos lo eran, fue de suerte que señalaron precio valioso que ganasse en caso que le venciesse y hiziesse perder la castidad, y no saliendo con ello, avía ella de pagar cierta pena. Vídose con él una noche, no le fue a la mano Xenócrates a que hiziesse lo que quisiesse. Hizo todo lo que pudo y supo, y más que la enseñó el demonio, y nada fue parte para que el filósofo no quedasse con la palma y ella con la afrenta. Pedíanle el precio de la apuesta los moços, pues ella confesava su vencimiento, y respondió ella donosamente:
-La /(113v)/ apuesta fue con hombre y no con estatua de piedra.
Es de Valerio Máximo, libro cuarto.

[3] Diéronle cuenta a Alexandre de la vida de Diógenes, filósofo cínico, cómo vivía pobre y menospreciava todo lo que el mundo precia y estima. Fue a verle, comunicó con él algunas cosas y agradado de su forma de proceder, díxole que mirasse lo que dél quería, que en todo haría su voluntad, ofreciéndole oro y plata. Diógenes respondió:
-De lo de adelante no hablo; ahora querría que te me quitasses de delante, porque me estorvas que el sol no me caliente con sus rayos.
Al mismo, estando en Siracusa lavando unas lechugas para comer, díxole Aristipo Filósofo:
-Si quisiesses lisongear al rey Dionisio no comerías assí.
Respondió él:
-Si tú te contentaras con comer assí, no servirías de lisonjero a esse tirano.
Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.

[4] Sócrates Filósofo en toda su vida fue visto reír ni llorar. Siempre mostró una misma compostura de rostro. Y es mucho de considerar que ni al tiempo que se casó mostrasse alegría, ni el día que bevió la ponçoña condenado por los atenienses a muerte mostró tristeza. Y es más de admirar que no le perturbasse la condición de la muger, áspera y insufrible, ni los hijos que tuvo, faltos de juizio y entendimiento, siendo la causa que parecían más a la madre, que era atronada, que al padre filósofo, porque en su compostura puso ella más parte, siendo fuerte y robusta, que no él, que por los estudios estava flaco y debilitado. Y esta es razón precisa porque los padres sabios engendran hijos necios. Nada desto perturbó a Sócrates para mudar su rostro, sino que todo fue prueva de su continencia. Es de Sabélico, libro cuarto.

[5] Viéndose Pirro, rey de los epirotas, mal quebrantado de los romanos, aviendo passado en Italia para les hazer guerra, quiso su amistad, y para esto embió embaxadores a Roma, con muchos y muy ricos dones, que repartiessen entre hom- bres | y mugeres principales. Y averiguóse por cosa cierta que ninguna puerta les fue abierta para recebir los dones, y fue insigne exemplo de continencia. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.

[6] Alexandre embió a Foción Ateniense cien talentos de oro. Él preguntó al que le traía el presente si sabía la causa por que su rey se le embiava. Respondió que por juzgar dél que era el hombre más bueno y justo que tenía Atenas. Replicó Foción:
-Pues para que yo sea tal cual Alexandre vuestro rey me juzga, conviene que le bolváis los talentos, que yo no los quiero.
Después desto embióle Antípatro con Menilo, prefecto de Atenas, otra buena suma de moneda, y, sin recebirlo, respondió:
-Como Antípatro no sea mejor que Alexandre, ni la causa en él para dar sea más justa y precisa, no ay para qué se presuma que tengo de recebirlos.
Replicó Menilo:
-Ya que tú no lo quieres recebir, da este gusto a Antípatro, mi señor: que des licencia a tu hijo que lo reciba.
Respondió el viejo:
-Si el hijo pareciere a su padre en las costumbres, no tendrá necessidad de semejantes dones. Y si no le pareciere, ni essos ni otros le bastarán.
De aquí vino a dezir, y no sin causa, el Antípatro, que tenía dos amigos en Atenas: el uno era Demades, al cual nunca vido harto de su dinero, el otro Foción, a quien no pudo vencer que con la mano le tocasse. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.

[7] Embió el rey Artaxerxes a Epaminunda Tebano, desseándole tener por amigo, grande suma de dinero. Era el portador Diomedonte, el cual con algunos rodeos declaró a lo que venía. Epaminunda le dio respuesta:
-Si vuestro rey pidiere a Tebas lo que es justo, sin dinero lo alcançará, y yo le serviré lo possible; y si lo injusto, con todo el oro del mundo ni me tendrá a mí de su parte, y mucho menos a Tebas.
Vista su determinación por Diomedonte, pidióle gente que le acompañasse hasta bolver a su señor, y el tebano se la dio, porque no le fues- se /(114r)/ robado el dinero y se diesse sospecha que a él cupo alguna parte. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[8] Virgíneo, patricio romano, porque su casa fuesse libre de infamia, no perdonó a su propia hija. Pretendió averla Apio Claudio, uno de los diez varones que regían a Roma un tiempo, confiado en su mando y señorío; aviendo impuesto a un perverso y falso hombre que dixesse que era su esclava, probándolo con testigos falsos, siendo él el juez y sentenciándola por esclava, después se la entregaría. Entendida la maraña por Virgíneo, y no hallando otro medio para estorvar el daño, teniendo en público su hija, que era hermosíssima, y refiriendo el caso conforme a lo que era verdad, él proprio la mató. Dízelo Valerio Máximo, libro sexto, y pónese este exemplo por la incontinencia de Apio.

[9] Trebonio, mancebo hermosíssimo, siendo solicitado para mal de Cayo Lucio, pariente del cónsul Mario, y no pudiéndose de otra manera librar dél, le quitó a hierro la vida, teniendo por mejor con aquel medio, aunque perdiesse la suya propria (que bien tenía entendido que Mario le quitaría), librar su cuerpo de crimen nefando. Súpolo Mario, y cierto del caso, no solamente perdonó al moço la muerte del pariente, sino que en público le loó y hizo poner una corona en su cabeça en señal de victoria. Dízelo Sabélico, libro quinto, refiriendo a Plutarco en sus Apophthegmas. Y él mismo afirma de Dario Peripolta, moço de grande belleza, que, viéndose por la misma ocasión perseguido de un prefecto romano en Querona, hízose de concierto con otros de su edad, y tiznándose los rostros con hollín, tomando armas en sus manos, llegaron de tropel a la plaça donde estava sacrificando el prefecto, y diéronle tantas heridas que quedó muerto.

[10] Cayo Apio Silvano, varón noble, como fuesse requerido de amor deshonesto por Mesalina, muger del emperador Claudio, y no queriendo consentir en el desseo | libidinoso de la adúltera, quexóse dél al marido, que la avía solicitado, por lo cual fue preso y muerto. Dízelo Xifilino en la Vida de Claudio.

[11] Monima Milesia, hermosíssima donzella, y tan casta cuanto hermosa, aunque de baxo linaje, procurando el rey de Armenia Mitrídates casar con ella, ofrecióle todo lo que él era y podía ser, y fue de ningún momento, porque todo lo menospreció. Y assí hizo guerra, y salió con victoria de dos enemigos, Avaricia y Venus, los cuales no sólo los pechos de mugeres flacas acometen y vencen, sino de varones y aun de filósofos, y passa adelante su vigor y fuerça, que a los mismos reinos derriban y destruyen. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.

[12] Zenobia, reina de los Palmirenos, era tan continente y honesta, que ni con su proprio marido, el rey, tratava segunda vez, sino en caso que estuviesse cierta no aver concebido en el passado trato. Muerto el marido, quedó a ella el govierno del reino, y fue todo reboltoso y lleno de guerras. Y con andar siempre entre soldados y capitanes, vivió de suerte que de todos fue encarecida su honestidad. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.

[13] Dixéronle a Hierón Siracusano que le olía mal la boca. Él, tratándolo con su muger, se quexó della por no averle avisado que se recatara estando en conversaciones de amigos para no llegarse cerca dellos. Ella respondió que era pensamiento suyo de que a todos los hombres les olía assí. Y fue testimonio de su recato y honestidad, pues nunca se vido en ocasión de acercarse tanto a algún hombre, que le sacara desta ignorancia. La misma respuesta dio Vilia a Duelio, su marido, que fue el primero que triumfó en Roma por aver vencido batalla naval. Es de Fulgoso, libro cuarto.

[14] Totila, rey de los ostrogodos, tomando por fuerça de armas la ciudad de Cumas en Italia, aunque de ánimo feroz y bárbaro, mostróse continente en que muchas mugeres nobles romanas que fueron captivas en el saco, las embió libres a /(114v)/ sus parientes, guardándoles ente ramente su honra y honestidad. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.

[15] Valerio Máximo loa mucho la continencia de Druso Germánico, del linage de Augusto César, que no conoció en su vida otra muger que la propria. Y más es de loar el emperador Henrique primero que, casado con Cunegunde, ambos moços príncipes, nacidos y criados en Alemania, tierra fría, lo cual todo era contrario al hecho que hizieron, y fue que guardaron virginidad. Esto refiere Fulgoso, y dize que en su tiempo estavan otros dos casados nobles y ricos, y viviendo en una casa, y comiendo a una mesa, y durmiendo en una cama, por diez y ocho años guardaron continencia. Otros muchos exemplos semejantes se pusieron en el Discurso de Castidad.

[16] Estando con su exército el gran Tamorlán en tierra de Siria, fuele dicho que cierto labrador avía hallado arando una basija grande o tinaja de monedas de oro, y lisonjeávanle diziendo que por ser señor de la tierra le pertenecía a él aquel tesoro. Mandó llamar al labrador, y venido que fue, tomó las monedas y dixo a otros de los que estavan presentes que mirassen si estava en ellas su figura o la de su padre. Dixéronle que no, sino de emperadores romanos. Replicó el Tamorlán:
-Si esta moneda ni es mía, ni fue de mis mayores, dexémossela a quien Dios la descubrió.
Fue acto de continencia. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.

[17] Veinte y cuatro años tenía de edad Escipión cuando por fuerça de armas ganó a Cartagena en España, que estava en poder de africanos, los cuales tenían en rehenes muchos moços y donzellas, hijos de principales hombres de España, con que los forçava a que les fuessen subjetos y siguiessen sus partes, contra los romanos. Estava pues entre estas donzellas una de increíble hermosura, de ilustre linaje y prometida por esposa a Indibile, mancebo de grandes prendas y no menores esperanças, español. Visto y considerado todo esto por Escipión, llamó a los padres | y esposo de la donzella, y entregósela. Eran ricos los padres y, queriendo mostrarse agradecidos, truxeron a Escipión una grande cuantía de moneda. Diolo en nombre de dote al esposo Indibile, con que acabó de robar las voluntades a toda aquella gente, para que siguiessen su nombre y apellido, como lo hizieron. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.

[18] Vinieron embaxadores de los samites a Marco Curio, famoso capitán romano, y halláronle cenando en un escaño de madera, junto a un brasero pequeño con lumbre. La cena era tan pobre que los embaxadores se miravan unos a otros y avergonçavan de aver venido con tanto aparato a tanta miseria, aunque por cumplir con su legacía habláronle de parte de su Senado, y dávanle una suma grande de moneda. Él los oyó, y, al cabo, con un sonriso les dixo que en su cena avrían visto lo poco que se le dava de mucho dinero, que se lo bolviessen, y que él no quería ser rico, aunque se preciava de mandar y tener señorío sobre ricos y poderosos. Que entendiessen dél que ni en el campo se dexaría vencer por armas, ni en casa por dinero. Fue exemplo notable de continencia. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.

[19] Los mismos samites embiaron a Fabricio Lucino, que era su protector en Roma, grande suma de plata y algunos esclavos. No quiso recebirlo, diziendo que sin dinero era rico, y sin familia se tenía por bien acompañado, y que la verdadera riqueza consistía, no en poseer mucho, sino en dessear poco. Es de Valerio Máximo, libro cuarto.

[20] Cayo Mario y Lucio Cina levantaron grande persecución en Roma contra mucha gente noble. Mataron a unos, desterraron a otros y echaron vando que fuessen sus haziendas de los que primero se apoderassen dellas. Y con ser esta licencia bien recebida de gente pobre, no se halló persona que quisiesse aprovecharse de cosa alguna de los encartados. Y esta misericordia del pueblo fue /(115r)/ afrentosa a los autores de aquella crueldad. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.

[21] Cayo Marcio, mancebo romano, por aver hecho en servicio de su república hazañas maravillosas, quiso premiarle Cominio Cónsul, y aviendo en una elegante oración recitado muchos de sus claros hechos, señalóle cien jugadas de tierra, diez captivos escogidos y otros tantos cavallos aderezados, cien bueyes, y de plata cuanta pudiese llevar un peso. Él no quiso aceptar sino un captivo que fue su hués- ped, | y un cavallo con que entrar en las batallas. Refiérelo Valerio Máximo, libro cuarto.
[22] Bolvió Paulo Emilio con los despojos del rey Perseo, aviéndole vencido, a Roma, y enriqueció la ciudad y vezinos della, de manera que ya no se hallava pobre ni persona necessitada; mas para sí ninguna cosa quiso, pareciéndole que de aquella victoria otros sacassen provecho y él, honra. Afírmalo Valerio Máximo, libro cuarto.

Fin del Discurso de Continencia. |