DISCURSO VIGÉSIMO SEXTO. DE ESPERANÇA
En el capítulo veinte y cuatro del
Deuteronomio mandava Dios que no se empeñassen la
muela alta ni baxa del molino. La muela alta que detie- ne
| la harina, que no se despolvore y levante en alto, denota en la alma el temor que la detiene no se levante y ensobervezca. La muela inferior
que detiene la harina, no se caiga y pierda, denota en la alma la esperança que la detiene no desespere
ni caiga en el Infierno. Ninguna destas muelas ha de apartar de sí el hombre, siempre le conviene
andar entre temor y esperança. El presente
Discurso trata de la Esperança.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Aquel se dize que espera con utilidad,
/(138r)/ que no confía tanto en la Misericordia de Dios,
que menosprecie y tenga en poco su Justicia, ni teme tanto la Justicia que desconfíe de su
Misericordia. Por donde siempre devemos estar con cuidado, no demos en vicios que andan a los
extremos con la esperança, y son desesperación y presumpción. Los que desconfían no consideran
bien la grandeza de la Divina Misericordia y mirando sus pecados antes se condenan que los
condenen. Los presumptuosos olvídanse de la severidad de su Justicia y, temiendo, pecan con
mayor libertad. Y ni éstos presumirían, ni aquéllos se desesperarían, si considerassen que juntamente
es Dios justo y misericordioso, y que castiga a los protervos en pecar y perdona a los que hazen
penitencia de sus pecados. Es de Marulo, libro segundo.
[2] El impío Caín, manchado con la sangre inocente de su hermano Abel, a quien mató por embidia,
pudiera alcançar perdón de fratricidio si tuviera de lo hecho dolor y implorara la Divina Misericordia.
Mas añadió mal sobre mal, diziendo que era mayor su culpa que mereciesse perdón. Parecióle (y
muy mal) que le faltava caudal a Dios para perdonar tan gran pecado como el suyo. San Augustín,
bolviendo por la honra de Dios, le dize que miente por la barba, que mucho más puede perdonar
Dios que pecar el hombre, y que fue mayor su pecado en desesperar de la Misericordia del Señor,
que en matar al hermano. Mal procedió Caín en ir por este estremo de desesperación, y mal hazen
los que van por el contrario de presumpción; a los cuales arguye el
Libro del Eclesiástico, capítulo cinco, diziendo: «Del pecado cometido nunca te falte temor, ni añadas pecados sobre pecados,
diziendo 'La Misericordia de Dios es grande, perdonará la multitud de mis iniquidades' «. Verdad
dizes que te perdonará, mas con la condición que puso David, diziendo en un
Salmo: «Espera en el Señor y haz buenas obras; espera en el Señor y cesse el pecado; espera en el Señor y la disciplina en
la mano». El fratricidio de Caín se escri- ve
| en el capítulo cuarto del Génesis, y refiere lo dicho Marulo, libro segundo.
[3] Afligido y llagado en el cuerpo, muertos los hijos y perdida su hazienda, perseguido de su
muger y escarnecido de amigos, estava el santo Job, y dezía: «Ni por esto, ni porque me mate,
dexaré de esperar en Dios». Es de su
Libro, capítulo doze y treze.
[4] Vana confiança tenían los que edificavan la torre de Babilonia, esperando en ella ser libres,
aunque viniessen muchos diluvios. Mas castigólos Dios con la confussión de las lenguas, viniendo
a punto que unos no entendían a otros, por donde la obra cessó, como parece en el capítulo onze del
Génesis.
[5] Confiava vanamente Faraón en su mucha gente, carros y cavallos, y perseguía a los hebreos,
sabiendo que Dios los favorecía, y su confiança fue vana, pues quedó submergido en el mar Bermejo,
como se dize en el capítulo catorze del
Éxodo.
[6] El gigante Goliat confiava en sus fuerças, mas fue muerto por David, moço de poca edad, y assí
fue su confiança vana, como parece en el
Primero de los Reyes, capítulo diez y siete.
[7] David cayó en pecado de adulterio y de homicidio. Reprehendióle Natán Profeta, y dixo con
dolor grande de su coraçón:
-Pequé contra el Señor.
Replicó luego Natán:
-Y el Señor te ha perdonado tu pecado. No morirás.
Confessó su culpa y no desconfió de la Misericordia de Dios, y no se engañó en la esperança,
porque alcançó perdón della. Y si David assí cayó, ninguno, por levantado que se vea, esté seguro.
Y pues de tan grave crimen alcançó perdón, ningún pecador desespere. Es del
Segundo de los Reyes, capítulo doze.
[8] Manasses fue uno de los más malos reyes que reinaron en Jerusalem, porque adoró las estrellas,
puso un ídolo en el templo de Dios, fue agorero, derramó mucha sangre inocente, quitó la vida a
Isaías, asserrándole, y mató a otros profetas, de modo que en su tiempo estavan las calles
/(138v)/ de Jerusalem bañadas en sangre. Por estos y otros pecados vino contra él el rey de Assiria, prendióle
y llevóle captivo a Babilonia, donde, viéndose en cárcel y aprisionado, reconoció sus culpas y
pecados, llorólos y pidió a Dios perdón dellos, confiando en su Misericordia. Fue oído y, libre de la
prissión, restituido en su reino, donde, reconociendo la merced recebida de Dios, fue mudado en
toro; derribó los ídolos, purificó lo que tenía profanado y adoró a sólo el Dios de Israel. ¿Quién
desconfiará de perdón, pues Manasses le alcançó? Y quien vive en vicios y pecados, ¿que no pueda
enmendarse y ser bueno, pues aquél se enmendó y lo fue? Es del
Primero del Paralipomenon, capítulo treinta y tres.
[9] Los parientes de Tobías, viéndole ciego y pobre, burlavan dél, y dezíanle:
-¿Dónde está tu esperança, por la cual hazías limosnas y enterravas muertos?
El santo varón les reprehendía, diziendo:
-No habléis del modo que habláis, porque somos hijos de santos y esperamos aquella vida
que ha de dar Dios a los que tienen fe en Él y le sirven.
Es de su Libro, capítulo segundo.
[10] Susana, sentenciada a muerte por adúltera, llorada de sus padres y parientes, llevándola al
lugar donde avía de ser apedreada, sonando los pregones, dize la
Escritura en el Libro de Daniel, capítulo treze, que su coraçón tenía esperança en Dios.
[11] Loca y desatinada fue la confiança de Holofernes, pues una muger le cortó la cabeça, y su
exército, que amenaçava al mundo, fue destruido. Dízese en el
Libro de Judit, capítulo seis y treze.
[12] Los ninivitas, como les predicasse Jonás la destruición de su ciudad, sabiendo que era esto por
castigo de sus pecados, haziendo dellos penitencia, dixeron:
-¿Quién sabe si viendo Dios nuestro dolor y pena se ablandará y cessará su ira, de modo que
no perezcamos?
Grande fue su confiança, queriendo misericordia de Dios al tiempo que estava tan airado
contra ellos, y fuera su esperança vana si no pusie- ran
| fin a los vicios. Lo que esperaron, por medio de la penitencia lo alcançaron, diziendo la
Escritura Divina: «Y vido Dios sus obras, que se
convirtieron de sus malos caminos, y tuvo dellos misericordia, cessando el castigo con que los
amenaçava». Aquella esperança de alcançar perdón no se engaña, que se acompaña con la corrección
de la vida. Es del Libro de Jonás, capítulo tercero.
[13] Y si miramos al tiempo de la Ley de Gracia, ¿a quién no levanta esperança el ladrón colgado de
la Cruz, donde oyó aquella boz jucundíssima del Señor: 'Oy serás comigo en el Paraíso' ? Condenado
estava a muerte por sus latrocinios, y puesto en el palo, sintiendo los trassudores della, mas
confessándose allí digno de muerte, creyendo en Jesucristo y rogándole se doliesse dél, passó de
muerte a vida, de la Cruz al Paraíso. ¡Oh, inmensidad de la Divina Clemencia, a cuán tardía
confessión, cuán gran premio se concedió! Es de San Lucas, capítulo veinte y tres.
[14] Ni deven desesperar los que por ser cobdiciosos adoran el dinero. A Mateo, del cambio le
llamaron al Apostolado. Zaqueo, príncipe fue de cambiadores muy rico, y mereció recebir en su
casa por huésped al Salvador del Mundo. Ambos dexaron las usuras y logros y ganaron el Reino de
los Cielos. Tal ganancia suelen hazer los que, convertidos, ponen su esperança, apartándola de las
riquezas de la Tierra, en Dios, dador de bienes celestiales y eternos. Es de San Marcos, capítulo
segundo, y de San Lucas, capítulo quinto.
[15] Ni deven ser oídos los hereges nonacianos, que cierran la puerta de la misericordia de Dios al
que pecó gravemente después de baptizado. Esto es error, porque San Pedro, que de pecador fue
hecho Apóstol, y por especial privilegio con Jacobo y Juan gozó de ver la Gloria de Cristo,
transfigurado en el monte Tabor, ya le avía confessado por Hijo de Dios vivo, ya estava baptizado,
pues el Baptismo es puerta de los demás Sacramentos, y Cristo le dio el de la Eucaristía la noche
antes de su muerte, comulgando con los /(139r)/
demás Apóstoles en la Cena, y el siguiente día, por
temor de los hombres, negó a Dios, y porque después de aver negado lloró amargamente su pecado,
no solamente recuperó lo perdido, sino que fue hecho Príncipe de los Apóstoles, y le dieron la llave
del Reino de los Cielos, con poder de perdonar pecados. El benigníssimo Dios le concedió más en
su penitencia, que avía tenido en la inocencia, pues añadió a lo primero la honra de tan alta dignidad.
Colígese de San Mateo, capítulo veinte y seis, de San Marcos, catorze, y de San Lucas, veinte y
dos.
[16] Por el contrario que a San Pedro le sucedió a Judas, que cayó del trono de Apóstol al baratro
del Infierno. No sólo porque vendió a Cristo, sino porque desesperó del perdón. Confessó su culpa,
diziendo: 'Pequé, vendiendo la sangre del justo' ; y era buen principio de penitencia si con humildad
pidiera perdón, y no añadiendo maldad a maldad, se acogiera más al laço que a Cristo. ¿Por ventura
no perdonara al que le vendió Quien rogó por sus crucifixores? Es de San Mateo, capítulo veinte y
seis y veinte y siete.
[17] Loca fue la confiança de las cinco vírgines, que acendiendo sus lámparas, dexaron de proveerse
de óleo, por lo cual merecieron oír del esposo:
-En verdad os digo que no os conozco.
Dízelo San Mateo, capítulo veinte y cinco.
[18] Muy loco era aquel miserable rico que dezía muy confiado que nada le avía de faltar: «Alma
mía, muchos bienes tienes y para largos años; huélgate, come y beve, y date al plazer», oyendo
dezir:
-Desatinado, esta noche llevarán tu alma demonios, piensa cúyo será lo que has allegado.
Dízelo San Lucas, capítulo doze.
[19] Ni el fariseo dexava de ser vano con sus esperanças de que ayunava dos días en la semana, y
pagava diezmos, pues por juzgar mal del publicano, que era mejor que él, no osando levantar los
ojos al Cielo y hiriendo sus pechos, diziendo:
|
-Dios mío, ten misericordia de mí, pecador,
salió del templo éste justificado, y el otro reprobado. Refiérelo San Lucas, capítulo diez y ocho.
[20] A la muger hallada en adulterio también perdonó el Hijo de Dios. Mandóla que no pecasse
más, para que entendamos que podemos muy de veras esperar perdón de nuestros pecados si dexamos
de cometer nuevas culpas, avergonçando a los acusadores, declarándoles y dándoles en rostro con
sus proprios delictos a los que venían a acusar los agenos. Fuéronse unos tras otros como avían
venido, llenos de culpa y impiedad, y la muger permaneció en presencia del Salvador hasta que
enteramente alcançó perdón y tomó palabra a Jesucristo que no la condenaría. Devemos nosotros
esperar sin cansarnos, pues dize el Apóstol escriviendo a los Hebreos, capítulo siete: «Casa y morada
somos de Cristo, si hasta el fin tuviéremos fiducia y gloria de esperança». Es de San Juan, capítulo
octavo.
[21] María Magdalena, por el viçio deshonesto en que estava, perdió honra y ganó nombre de
muger pecadora, mas por la penitencia, y porque amó mucho, se le perdonaron muchos pecados, y
la que avía sido sierva del pecado fue después discípula de Cristo. Mereció oír que avía escogido la
mejor parte, y mereció ver primero que los Apóstoles a Cristo Resuscitado, y assí, adonde abundó
el delicto, sobreabundó la misericordia. Es de San Lucas, capítulo séptimo.
[22] ¿Y por qué desesperará alguno, aunque impío, cruel y lleno de pecados y maldades, si Paulo,
perseguidor del nombre de Cristo, fue hecho Apóstol de Cristo, si el vaso de ira fue convertido en
vaso de elección, si aquél que fue enemigo capital de la Iglesia se tornó defensor constante della?
Dirá alguno: «Paulo fue llamado en el camino, y como violentado, derrocándole en tierra para que
se levantasse del vicio, cegándole los ojos del cuerpo para que viesse con
/(139v)/ los del alma». Al que dixere esto se puede responder: Y tú, hermano, cuantas vezes te inquieta tu conciencia y te
desassosiega, ¿no es darte bozes y llamarte? Cuantas vezes padezes alguna adversidad como
persecución, afrenta o enfermedad, ¿no es como derrocarte de tu vana pretensión y como traerte de
los cabellos a que seas bueno? Paulo obedeció luego, no estés tú pertinaz. Él cayó en tierra y le fue
mandado entrar en la ciudad para oír allí lo que le convenía hazer; tú, submergido en las cobdicias
de la Tierra, rebolcándote en tus torpes deleites, levántate y entra en la ciudad de los Mandamientos
de Dios, para que aprendas qué deves se- guir
| y qué deves huir. Allí Ananías, poniéndole las
manos en los ojos, cobró la vista que avía perdido. Ananías se interpreta don de la Gracia del Señor;
este don te pondrá mano, dándote virtud para que te confirmes en la esperança y recibas la vista que
perdiste pecando, no vista de ojos carnales, sino de entendimiento, con que se vee Dios, para que te
gloríes con el mismo Paulo, diziendo en la
Primera a los de Corinto, en el capítulo treze: «Por la
Gracia de Dios soy lo que soy, y su Gracia no fue en mí vacía, sino que siempre está comigo». Es
del Libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo nono, y refiérelo Marulo, libro segundo.
Lo dicho es de la Sagrada Escritura.
|
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Moisés, monge del abad Isidoro en la Tebaida, de nación etíope, varón de singular santidad y
paciencia, primero fue ladrón, a muchos quitó las haziendas y a no pocos las vidas, mas compungido,
y teniendo dolor de sus pecados, procuró la misericordia de Dios con oración y penitencia, y
procurándola la alcançó, y el que un tiempo era del número de ladrones, después fue del número de
los santos, y con esto el etíope mudó la piel, y la onça, sus varios colores, y el lobo tragador se
convirtió en cordero manso. Es de Paladio, en su
Lausiaca.
[2] Jacobo, siendo fiel y hijo de padres fieles, y entre los privados del rey de Persia el primero,
queriendo agradar a su señor, idólatra y gentil, adoró ídolos. Mas por cartas de su madre, que le
reprehendió ásperamente este pecado, hizo dél penitencia. Menospreció las honras que tenía y sin
respectar al rey, escarneció y detestó los ídolos, y públicamente confessó que era cristiano. Y fue
con tanta constancia, que se dexó despedaçar huesso por huesso, y assí por medio del martirio se
hizo merecedor de los bienes que avía perdido idolatrando. Y por esto dize David,
Salmo ciento y diez y siete: «Mejor es confiar en el Señor, que en el hombre; mejor es esperar en Dios, que en los
| príncipes». Refiérelo Marulo, libro segundo.
[3] Ni por verse uno que está endurecido en pecar, desconfíe. Mire lo que le sucedió a un viejo
llamado Nicolao, que siendo tentado y vencido de vicios carnales hasta la vejez, vistas sus fuerças
flacas, hizo oración al Apóstol San Andrés para que rogasse por él a Dios, que aun rogar él por sí le
parecía que no podía. Y por los ruegos del Apóstol se aplacó Dios, Nuestro Señor, y él se corrigió,
de suerte que por medio año hizo asperíssima penitencia y murió en el Señor. Dexónos exemplo
que si por el uso y costumbre de pecar nos viéremos floxos en la enmienda de la vida, y la esperança
del perdón estuviere tibia, nos vamos a los que sabemos que agradan a Dios, pues aunque se muestre
airado por nuestros pecados, más fácilmente se mitigará y inclinará a misericordia por los méritos
de los santos que intercedieren por nosotros. Dízelo Abdías, en la
Vida de San Andrés.
[4] También uvo quien no sólo de palabras, sino por escrito renunció el Cristianismo y se obligó al
demonio, y tuvo remedio. Vivía en Jerusalem un hombre principal llamado Proterio. Tenía una hija
muy hermosa, de la cual Fanías, criado suyo, se enamoró perdidamente, y porque no halló esperança
de alcançarla, consultó con cierto mago y hechizero, el cual,
/(140r)/ invocando demonios, le dixeron que darían modo cómo fuesse su muger si él negava la fe y el Baptismo, y se obligasse con escritura
por siervo del diablo. Consintió en la condición, dio una cédula y rodeóse el negocio, de modo que
la donzella, pareciéndole que furias del Infierno la atormentavan por aquel moço, acabó con el
padre, guiado más del amor que tenía a la hija que de la razón, que se casassen. Y casado, la muger
echó de ver que ninguna cosa mostrava su marido de cristiano: no orava, no entrava en la iglesia, no
se signava con la Señal de la Cruz. Vino a que, preguntada la causa con curiosidad, la entendió, y
todo el discurso, de lo cual quedó afligida y procuró el remedio. Habló con San Basilio Obispo, él
llamó al Fanías y advirtióle lo que devía hazer para su remedio. Llevóle a su casa, y hízole ayunar
cuarenta días y estar en oración, padeciendo en este tiempo grandes baterías del demonio. Oyéronse
del clero y pueblo que estavan cerca aullidos y gritos de demonios, lamentándose y quexándose de
San Basilio porque les quitava aquel esclavo. Mas su oración pudo tanto, que bolvió el demonio la
cédula, y con esto se entendió que le era perdonado el pecado a Fanías. De modo que por la muger
fiel, como dize San Pablo, en la Primera a los de Corinto
, en el capítulo siete, el varón infiel fue
salvo, y el que estava desesperado, por obra de San Basilio bolvió a esperança de salud. Refiérelo
Surio, en la Vida de San Basilio, tomo primero.
[5] Teófilo, arcediano de Cilicia, siéndole quitado el oficio, hizo una escritura negando a Jesucristo
y a su Sagrada Madre, y que se subjetava por siervo del diablo, teniendo palabra dél que sería
restituido en su dignidad. Y siendo en efecto restituido, echó de ver el pecado tan grave que avía
cometido. Afligióse, derramó lágrimas y pidió a Dios perdón. Perseveró por cuarenta días en su
penitencia, y al cabo dellos se le apareció de noche la Sagrada Virgen, cuyo favor avía invocado, y
le declaró como | estava perdonado. Y despertando del sueño, halló la escritura junto consigo, y
muy alegre desto públicamente refería su pecado y la misericordia que Dios con él avía usado, por
intercessión de su Sagrada Madre, y al tercero día murió. Favoreció Dios, Nuestro Señor, mucho su
sepulcro, siendo venerado de católicos. Y si de tan grande crimen a tanta grandeza vino Teófilo,
cierto es que quien hiziere penitencia y esperare en la misericordia de Dios, aunque aya sido grande
pecador se salvará, y el que se condenare es porque no lo haze. Refiérelo Surio, tomo primero.
[6] María Egipciaca, muger viciosíssima, como se viesse indigna de la entrada en la iglesia, y que
del Cielo se lo vedavan, después de aver llorado y estado muchos años en el desierto vino a tanta
perfección que orando no tocava en la tierra y passava el Jordán andando sobre las aguas. Estando
para morir, recibió del abad Zozimas el Santíssimo Sacramento de la Eucaristía. Y para su sepulcro
vinieron leones que cabaron la tierra con sus uñas. En tanto quiso Dios ensalçar la penitente, cuanto
quiso humillarla siendo pecadora, negándola la entrada en el templo. Mostróse tan misericordioso
con la penitente como justo con la delincuente. Perdiera mucho María si desconfiara cuando pecadora;
porque confió y se dolió de sus culpas y hizo dellas penitencia, alcançó perdón. Es del
Vitis Patrum.
[7] María, sobrina de Abraham Ermitaño, por guardar virginidad y limpieza siguió al tío en la
soledad, y con él perseveró siete años, viviendo santamente, teniendo cerradas las puertas de su
oratorio sin salir dél. Mas ninguna cosa ay tan cerrada, donde no entre la embidia del diablo. Ya
tenía veinte años de edad cuando, por sugestión del demonio vencida, se entregó a un mancebo que
venía a aquel desierto con sombra de religioso. Donde, acusada de su propria consciencia, dexó el
desierto y fuese a vivir en poblado, /(140v)/
y igualó a las virtudes primeras los nuevos vicios, y la
que tuvo cuidado grandíssimo de conservar virginidad ya era un muladar suzio de luxuria para
cuantos la desseavan, hasta que el buen viejo Abraham, solícito de su perdición y cuidadoso de su
remedio, aviéndola buscado por diversas partes, la halló donde menos pensava y más lo temía,
aunque por amonestación suya bolvió al desierto y el mérito de santidad que perdió pecando,
recuperó por la penitencia. Y assí la oveja perdida, traída en los ombros del buen pastor, fue libre de
la boca del lobo y fue contada en el número de los escogidos, y nunca fue vana la esperança del
penitente. Dízese en el De Vitis Patrum.
[8] Pelagia Antioquena, como en riquezas y hermosura fuesse aventajada, dándose a luxurias y
suziedades, alabávase que nadie le hazía ventaja ni en galas ni en ser viciosa. Mas, aviendo oído
predicar al santo varón Nono, obispo de Heliopóleos, reconoció su error, y, muy tocada, dexó sus
galas y riquezas, dando a pobres uno, y al fuego, otro, y recogióse en un desierto a hazer vida
solitaria. Y porque no fuesse allí desassossegada, encubrió el ser muger y dio muestras de ánimo
varonil, siendo tenida por varón, haziéndose llamar Pelagio, y creció tanto en santidad de vida, que
de piélago que antes era de vicios, se tornó piélago de virtudes. Es del Metafraste.
[9] Taide, muger pecadora en Egipto, por la buena industria del abad Pafuncio se convirtió a
penitencia. Las galas y adereços que tenía, que eran de grande precio y estima, hecha una hoguera,
lo abrasó todo, y del lugar de los vicios donde servía al demonio, fue al de penitencia para servir a
Cristo. Passados tres años de su encerramiento, fue revelado a Paulo, monge discípulo de San
Antonio Abad, que se le avían perdonado los pecados a Taide. Murió y fue puesta en compañía de
los ángeles. Semejante bienaventurança está aparejada a los que enmiendan la vida y ponen su
esperança en sola la miseri- cordia |
de Dios. Es del De Vitis Patrum.
[10] Eradio, libro tercero, capítulo ciento y treinta y tres, escrive de dos religiosos que fueron
tentados gravemente de una tentación deshonesta, y, siendo remisos en defenderse, vinieron a dexarse
vencer. Salieron del monasterio, que estava en el desierto, y en una ciudad, hallando ocasión con
una perdida muger, dieron lugar a su bestial apetito. Mas siguióse luego el arrepentimiento, que es
secuela deste vicio, y con grande dolor y lágrimas bolvieron a su convento, donde con humildad y
contrición confessaron su culpa y pidieron penitencia. El prelado y monges los recibieron con
suavidad. Mandáronlos estar algún tiempo reclusos en sus celdas, sin salir dellas ni tratar con
persona alguna, señalándoles por comida pan y agua, con peso y medida, y que allí rogassen a Dios
que los perdonasse. Cumplido el tiempo de la penitencia, el abad los mandó salir de las celdas a
vista del convento, y hallaron al uno muy flaco, amarillo y consumido. El otro salió gordo, colorado
y muy alegre. Maravillados desto los padres, viendo que avían estado un mismo tiempo reclusos,
por una misma ocasión, y que por peso les avían dado el pan, tanto al uno como al otro, y la agua
por medida, considerando en ellos tanta diferencia, admirávanse. Preguntaron al flaco en qué avía
gastado el tiempo de su penitencia. Respondió que no apartó un punto de su imaginación la torpeza
de su pecado, la pena que merecía por él, el riguroso juizio de Dios y los tormentos del Infierno, y
que con esto no podía dexar de llorar, estando siempre desconsolado. El otro dixo:
-Yo considerava la gran misericordia de Dios y la clemencia que comigo usó, sacándome de
la torpeza y suziedad en que por mi culpa avía caído, la merced que me hizo en traerme a hazer
penitencia y gozar desta vida angélica; de lo cual resultava tanta alegría, que siempre tenía mi
coraçón consolado.
Oyendo esto el abad y monges, alabaron a Dios, que por tan diversos caminos lleva a sus
/(141r)/ siervos, y juzgaron que avía sido igual la penitencia de ambos religiosos, y con esto los
admitieron en la comunidad.
[11] Estando enfermo de muerte el Papa Gregorio Sexto, supo que los cardenales se avían juntado
y juzgado mal de algunas cosas que él avía hecho. Mandólos llamar y reprehendiólos de aquel mal
juizio suyo, y díxoles:
-Sea ésta la prueva si yo tengo culpa en lo que juzgáis: llevad mi cuerpo a las puertas de San
Pedro, estando bien cerradas, y si se abrieren sin medio humano, cargadme la culpa, y mi cuerpo no
sea enterrado en sagrado.
Murió, llevaron su cuerpo delante de las puertas de San Pedro teniéndolas bien cerradas, y
vino un viento vehemente que abrió las puertas y, entrando dentro, hallaron allí el cuerpo del Pontífice
muerto. La confiança y esperança que tuvo Gregorio de su virtud propria hizo que se viesse cómo
el juizio de los hombres a las vezes es corto y no
| verdadero. Dízelo Fulgoso, libro tercero.
[12] Passó en Ingalaterra Gulielmo, duque de Normandía, con gruesso exército, contra Heraldo,
rey de aquella isla, y luego que desembarcó en ella, confiado en su virtud y gente, quemó los navíos
en que avía passado, assentó su real y descubriéronse en él algunas espías que embiava el inglés
para certificarse de su poder. Y el mismo duque los llevó por todo el real y les mostró cuanto
quisieron ver. Dioles de comer y algunos dones, con que los embió a su rey. Dio luego la batalla, y
no sólo le venció, sino que le mató, quedando señor de la tierra. Lo que hizo Gulielmo con las
espías de Heraldo avía hecho mucho antes Escipión con las espías de Anibal, que, descubiertas, sin
faltar cosa, les mostró su real, dioles de comer y dones, y embiólos libres. Lo primero dize Fulgoso,
libro tercero. Lo segundo, Valerio Máximo, libro tercero también. |
EXEMPLOS ESTRANGEROS, y pónense algunos de Confiança
por no hazer nuevo Discurso, y frisar con el de Esperança.
[1] La causa por que Semiramis, tomando traje de varón, governava grandes exércitos, padecía
inmensos trabajos, en especial en las guerras de la India, era esperança de eternizar su nombre.
Fuérale más fácil estarse ociosa y gozar de los regalos del mundo. No quiso esto y aceptó aquello
porque la esperança de fama y renombre, que la podía eternizar, la levantava a que le pareciesse lo
trabajoso dulce y lo dulce, trabajoso. Es de Sabélico, libro quinto.
[2] El labrar Artemisa el mausoleo a su marido, siendo contado por una de las siete maravillas del
Mundo, aunque levantó fama que lo hazía por el amor que le tenía, también la llevava la esperança
de que su nombre sería célebre en el Mundo por aver hecho obra semejante. Es de Sabélico, libro
quinto.
[3] Quien considerare hondamente el |
intento de Rómulo, fundador y padre de Roma, el cuidado
que tuvo de su nueva población, siempre entre soldados, y por guardar las leyes civiles puestas por
él sangrentarse en la sangre del hermano Remo, pareciéndole más tolerable perder el hermano que
no perder las leyes su vigor y fuerça; y quien mirare la vida de su sucessor Numa Pompilio, tan
dado al culto de sus vanos ídolos, si ambos creyeran que se acabava todo con el cuerpo, no se
trabajaran tanto, el uno entre armas y el otro entre altares. Alguna cosa esperavan ambos, ageno de
mortalidad, que era la buena fama, y esto alentava sus desseos. Lo mismo se puede entender que
fue el motivo de la pobreza de Curio, de la fidelidad de Régulo, de la constancia de Fabricio, de la
integridad de Catón, de la severidad de Bruto y Torcuato. Mucho más estendieron la vista que el
término /(141v)/ breve de la vida, todos abraçaron la esperança de la fama y nombre inmortal. Es de
Sabélico, libro quinto.
[4] Cuando tratava Alexandre de passar en Asia repartía liberalmente tierras y estados de Macedonia.
Díxole un día Perdicax, privado suyo:
-Si todo, señor, lo repartes, ¿qué dexas para ti?
Respondió:
-La esperança que tengo de apoderarme de Asia.
Con sola esta palabra se animaron sus soldados y dexaron lo que en Grecia tenían, que era
poco, y passando en Asia salióles cierta esperança de Alexandre, pues fueron señores de la tierra y
de sus riquezas. Es de Fulgoso, libro tercero.
[5] Antígono, rey de Macedonia, pareciéndole que estavan descontentos de su govierno algunos del
pueblo, hizo un día juntar mucha gente de todos estados, y en su presencia tomó el cetro y la
corona, y poniéndolo en el suelo, dixo en boz alta:
-Si sabéis, ciudadanos míos, de otro que mejor que yo pueda regiros y governaros, veis aquí
la corona y cetro; dádselo.
Refirió algunas cosas que había hecho por ellos, y fue de tanta eficacia este hecho, que
todos de una voluntad y gana dixeron que a solo él querían por rey, y con grandes ruegos le
importunaron a que no dexasse, sino que de nuevo tomasse el cargo. Dízelo Fulgoso, libro tercero.
[6] Siendo Tebas, ciudad de Grecia, señoría, davan los oficios por tiempo señalado y tenía pena de
muerte quien más tiempo la retuviesse. Fue nombrado capitán suyo Epaminundas para hazer guerra
a los lacedemonios, y teniéndolos a punto de vencer acabávase el tiempo de su mando y el de
capitanes y tribunos. Díxoles que se detuviessen sin dexarlos hasta vencer al enemigo y que le
echassen a él la culpa. Hízose así, que vencieron a los lacedemonios y bolvieron a Tebas con grande
triumfo y despojos. Pusiéronles demanda sobre la retención de los oficios contra sus leyes.
Descargáronse todos con su capitán, y él no negó, estando en juyzio, aver quebrantado la ley y que
merecía muerte. Mas pidió que dixesse el pre- gón
| que se le dava porque, siendo capitán de los
tebanos avía vencido a los lacedemonios, cuyos rostros hasta aquel tiempo ningún tebano avía
osado mirar. Con esto que dixo hizo enmudecer a los juezes y al pueblo que procurasse el perdón.
También es de Fulgoso, libro tercero.
[7] Llevava por divisa cierto lacedemonio una moxca yendo a la guerra, y dándole otros vaya sobre
ello, de que no sería vista de los enemigos, él dixo una palabra de mucha confiança:
-Yo me llegaré tan cerca dellos que les parecerá mayor de lo que es.
Dízelo Fulgoso, libro tercero.
[8] A Crisipo Filósofo preguntó un padre noble que a quién daría su hijo para que le enseñase
doctrina y buenas costumbres, y respondió:
-A mí, porque te digo que si supiesse de otro que en esto me hazía ventaja, yo iría a ser su
discípulo.
Esto dixo sin género de sobervia, sino confiado en la verdad y juzgando de sí rectamente.
Es de Fulgoso, libro tercero.
[9] Edgaro, rey de Inglaterra, hizo combite a algunos reyes y grandes señores vassallos suyos, y
entre ellos estava Rinando, rey de Escocia. Edgaro era pequeño de cuerpo, aunque muy valiente. El
escocés dixo a otros de los combidados:
-Afrenta es que reyes y personas de tanto ser y parecer sean subjetos a un hombrecito como
Edgaro.
Vino esta palabra a sus oídos, y aguardó tiempo en que en una caça se vido solo con Rinando.
Llevava dos espadas. Diole una, diziendo:
-Aquí se ha de ver si vuestras palabras corresponden con las obras, y quién merece mandar
al otro.
Quedó el de Escocia como muerto de temor. Arrodillóse delante dél y pidióle perdón, y
concediósele Edgaro. El cual, confiando en su virtud y valor, mostró que no acaso, sino por
merecimiento tenía dominio sobre él. Fulgoso lo dize.
[10] Confiança mostraron dos expartanos en lo que dixeron, pues siendo el uno coxo y burlando
otros dél porque /(142r)/ iva a la guerra, dixo:
-Yo no voy para huir, sino para pelear.
Y el otro, que era capitán, por ponerle temor diziéndole que las saetas de los persas, sus
enemigos, cubrían el sol, respondió:
-Por tanto mejor, que pelearemos a la sombra.
Y aun se les puede llegar otro, que viendo una ciudad con muy altos muros, dixo:
-Si solamente ay dentro mugeres, súfrese, mas si ay hombres afrenta es.
Dízelo Valerio Máximo, libro tercero.
[11] Huyósele a Diógenes un esclavo llamado Manes, y, diziéndole amigos suyos que embiasse tras
él, respondió:
-¿No os parece cosa fea que Manes pueda vivir sin Diógenes, y que Diógenes no pueda
vivir sin Manes?
Dízelo Eliano, libro doze.
[12] Eurípides, trágico famoso, estando en conversación de gente docta y presente Alcestes, también
poeta trágico aunque de mucho menos nombre, como dixesse Eurípides que en solos tres versos se
avía detenido dos días, y Alcestes se gloriasse que en aquel tiempo tenía hechos él ciento, y con
facilidad, replicó Eurípides: -Por esso ay diferencia, que mis tres versos durarán trecientos y más
años, y tus ciento no passarán de dos días.
Es de Valerio Máximo, libro tercero.
[13] Tañía con grande artificio un músico en presencia de mucha gente, y no agradando, como se
hallase allí Antigénida y viesse el agravio que se le hazía, y que él de mohino quería dexarlo,
díxole:
-No lo dexes, prosigue tu música, que yo y las musas te oímos.
Es de Valerio Máximo.
[14] Cayo Fabricio fue embiado de Roma al rey Pirro por razón de algunos captivos que tenía, para
que los restituyesse. Y aviendo dado la embaxada, el rey le dixo que en tanto que le despachava, se
entretuviesse con sus privados y capitanes. Llegóse Fabricio a Pirro y díxole calladamente:
-Mira lo que hazes, que si me conoce esta gente, dexará de tenerte a ti por rey y me tendrá
a mí.
No le fue molesta al rey altivo y valiente esta razón, considerando que la dezía confiado de
su vir- tud | y no por sobervia, y assí le concedió los captivos que pedía. Dízelo Fulgoso, libro
tercero.
[15] Siendo dictador Sila, bañó las plaças de Roma con sangre de romanos, condenó a muerte a
muchos, hizo grandes destroços y crueldades al parecer de todos. Después, dexando el oficio, y no
teniendo otro de govierno y mando, passeávase solo por Roma. Preguntáronle cómo no tenía temor
con lo que avía hecho, y respondió:
-Porque de cuanto hize daré razón bastante,
pareciéndole que avía procedido en todo justamente. Es de Fulgoso, libro tercero.
[16] Pidiendo el oficio de censor Catón, y teniendo muchos competidores, al tiempo que se avían
de dar los votos, dixo en alta boz:
-Ciudadanos de Roma, la República tiene necessidad de un censor severo, creedme y elegidme
a mí para este oficio.
Eligiéronle, y hízolo tan bien que mereció título de Catón Censorino, y le pusieron estatua
con epitafio, que se le avía dado porque con su presencia reformó las costumbres del pueblo romano,
que ivan pervirtiéndose. Fulgoso lo afirma, libro tercero.
[17] Confiança fue del pueblo romano que, andando la guerra con Pirro, rey de los epirotas, bien
encarnizada, y teniendo al enemigo dentro de casa porque estava en Italia, enbiando en favor de
Roma los cartaginenses ciento y treinta navíos con gente y aparato de guerra, llegando al puerto de
Hostia embiaron al capitán un mensagero que le dixo de parte del Senado como agradecían aquella
memoria, aunque podían bolver a Cartago, porque los romanos no se ponían en guerra que no
pudiessen darle buen fin con su gente propria. Y lo mismo fue grande confiança que en las guerras
que les hizo Aníbal, teniendo cerca de Roma su gente, sucedió que se vendió un campo y heredad
donde estava el real de los cartaginenses, y no por esso baxó el precio, sino que fue por el proprio
que fuera si el que le compró pudiera tomar la possessión dél a la ho- ra
/(142v)/ que se hizo el remate. Dízelo Valerio Máximo, libro tercero.
[18] Fue llevado delante del Senado Marco Escauro, ciudadano noble y virtuoso, poniéndole demanda
Vario Sucronense, hombre de mala vida y conocido por tal. Estando allí, dixo:
-Pónenme demanda, padres conscriptos, que me dio dinero el rey Mitrídates porque fuesse
traidor a la República. Esta demanda me ha puesto Vario Sucronense, y no ay prueva sino que lo
dize él. Yo digo lo contrario y que no es verdad lo que él afirma. Quién él sea y quién yo sea, todos
lo sabéis; dezidme aora a quién dais crédito.
A este dicho, el Senado y pueblo respondió que a él le davan crédito, por ser assí razón,
conociéndole todos por virtuoso, y al acusador, de mala fama, al cual echaron de allí con mal. Es de
Valerio Máximo, libro tercero.
[19] Venció a Asdrúbal en general batalla Livio Salinator, capitán romano. Dixéronle que algunos
de los enemigos se libraron della, y con facilidad los podía perseguir y matar. Livio dixo:
-Bien es que los perdonemos, porque no falten mensajeros proprios en su tierra que declaren
el verdadero sucesso de la batalla.
Dízelo Valerio Máximo, libro tercero.
[20] Después de aver Escipión Africano destruido a Cartago y hecho a Roma señora de Africa,
fuele puesta demanda por | Marco Nevio, tribuno, pidiéndole cuenta del gasto de la guerra.
Señaláronle día, y parezió delante de los juezes y Senado estando presente Nevio, el acusador, con
la corona que le dieron el día que triumfó de Cartago. Dixo en boz alta:
-Este día, padres proscriptos, vencí a Cartago y subjeté a vuestro dominio toda Africa, por
donde merecí la presente corona. Pues en señal de agradecimiento, será bien que sin tratar en cosas
de poco momento, vayamos al templo de Júpiter y demos las gracias de todo.
Esto dixo, levantóse, y todo el Senado y pueblo juntamente con él se fueron al templo, y
quedó solo el acusador, y muy necio con su demanda se fue corrido a su casa. Es de Valerio Máximo,
libro tercero.
[21] Iva por cuestor a Asia Marco Antonio y llegando a Brundusio vínole aviso de Roma que le
avían puesto demanda delante de Lucio Cassio Pretor, juez riguroso, que por serlo tenía su tribunal
nombre de despeñadero de acusados. Y aunque estava de su parte la ley Memia, que disponía no
recebirse acusación del que estava en servicio de la República, él, confiado de su inocencia bolvió
a Roma, y valióle el hazer rostro y no bolver las espaldas a la acusación ser libre de ella. Y prosiguió
su camino con seguridad y sin cuidado ninguno. Es de Valerio Máximo, libro tercero.
Fin del Discurso de Esperança. |