DISCURSO TREINTA Y SIETE. DE INGRATITUD


El bienaventurado San Basilio, en la Homilia Segunda, de Gratiarum Actione , dize que assí como el que tiene alguna cosa muy junta a los ojos no la vee, y para que la vea conviene y es necessario que se lo aparten un poco, assí algunos que tienen recebidos bienes de Dios, como salud, riquezas, muger o hijos, no los veen, no dándole gracias por ellos, siéndole desagradecidos, suele Dios quitárselos, y a tal sazón los veen y lloran por carecer dellos. El presente Discurso trata de la Ingratitud.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] La ingratitud de Labán con Jacob fue grande. Vino a su casa y hallóla pobre, y con su entrada entraron grandes | bienes en ella, porque le enriquezió Dios por respecto de Jacob, a quien amava y favorecía. Púsose a servirle por su hija Raquel, y después de buen servicio, al tiempo de casarle con ella, hallóse Jacob una mañana casado con Lía, trueco para él bien diferente. Sirvióle después debaxo de concierto de que fuessen suyas las crías que de madres blancas naciessen manchadas, y diversas vezes le pretendía agraviar y trocava el concierto. Y al cabo, bolviéndose Jacob a su tierra sin darle parte dello al suegro, él, de presto, juntó amigos y criados y fue siguiéndole con intento de le quitar hijos y hazienda, y embiarle hecho un pobre romero, si Dios no le fuera a la mano amenaçándole. Es del Génesis , capítulo veinte y nueve, y de los siguientes.

[2] Dio declaración Josef estando en la cárcel de dos sueños a dos presos que estavan en ella, y dando al uno buena nueva de que le bolvería el rey a su oficio de /(197r)/ copero, estando dél privado y aun en peligro de perder la vida, como la perdió el que estava preso con él, pidióle Josef se acordasse dél cuando se viesse en prosperidad. Y fuele ingrato, olvidándole, hasta que el rey soñó cierto sueño, que cayó en la cuenta de su ingratitud y dio noticia de Josef, cómo era buen maestro de declarar sueños, por donde vino a tener noticia Faraón y le sublimó en su reino. Donde por su industria se remedió de la hambre que por siete años le hizo cruel guerra. Y deste beneficio también le fueron ingratos los egipcios, pues siendo muerto, olvidándose dél, oprimían a sus hijos y descendientes, con los demás hebreos que residían en aquel reino. Desto se haze mención en el Génesis, capítulo cuarenta, y cuarenta y uno. Y en el Éxodo, capítulo primero y segundo.

[3] Grandes beneficios y mercedes recibieron los hebreos de Dios, sacándolos de la captividad de Egipto y sustentándolos en el desierto. Y porque se detuvo Moisés en el monte tratando con Dios negocios importantes al mismo pueblo, fuéronle tan desagradecidos, que pidieron a Aarón les diesse algún Dios que adorassen, y a mal de su grado sacaron un bezerro a quien dieron honores divinos, aunque por ello fueron castigados. Mas, olvidándose presto del castigo, dieron en otra ingratitud, que pidieron nuevo manjar y comida dándoles Dios el maná, que no se podía más dessear, por ser sin trabajo y saberles a todo lo que su gusto podía pedir. Es del Éxodo, capítulo treinta y dos, y de los Números, capítulo onze.

[4] También fueron desagradecidos los hebreos con Moisés, pues siéndoles guía y capitán a la salida de Egipto, passándoles el mar a pie enxuto, cuando enojavan a Dios y le ofendían, queriendo castigarlos, y le iva a la mano y los defendía, con todo esto, murmuravan dél, y tal día huvo que a pedradas le llevaron a él y a Aarón, su hermano, hasta la puerta del tabernáculo. Como parece en el Éxodo, y libro de los Números , por diversos capítulos. |

[5] Los servicios que David hizo a Saúl bien dignos fueron de premio, y el que llevó dél fue perseguirle y procurarle la muerte, como desconocido y ingrato. Y refiérese en el Primero de los Reyes, capítulo diez y siete, y diez y ocho.

[6] Y si fue ingrato Saúl a David y mereció por ello castigo, como se le dio Dios, también lo fue Absalón, su hijo, que, aviéndole perdonado la muerte de Amnón, su hermano, pretendió quitarle el reino y la vida, y puso al afligido viejo en grande aprieto. Aunque también fue castigado como Saúl, pues murió mala muerte alanceado, después de aver perdido una batalla, pareciéndose en todo a Saúl, que saliendo destroçado de otra, él se procuró la muerte, y a Absalón se la dio Joab, el mayor amigo que tenía. Es del Segundo de los Reyes , capítulo doze y quinze.

[7] Sublimó Dios a Jeroboam con el señorío y reino de las diez Tribus que se apartaron de Roboam, hijo de Salomón, y le reconocieron por rey en Samaria. Mas él fue desconocido y ingrato a Dios, que levantó bezerros para que los adorasse el pueblo y los puso en dos montes con designo que no fuessen los hebreos a adorar a Dios a Hierusalem. Es del Tercero de los Reyes, capítulo doze.

[8] Mucho bien hizo el profeta Eliseo al rey de Israel y pueblo hebreo, y porque se vido cercado en Samaría y fatigado de hambre, como si tuviera la culpa el profeta embiava el rey a cortarle la cabeça. Aunque Dios lo dispuso de otra suerte, que remedió aquel trabajo y Eliseo quedó con su cabeça. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo cuarto.

[9] No se acordó el rey Joas de las misericordias y obras buenas recebidas de Joyada Pontífice, que le libró de la muerte y restituyó el reino, sino que a su hijo Zacarías, porque le reprehendió sus vicios, le hizo apedrear en el templo. Refiérese en el Cuarto de los Reyes, capítulo onze. Y en el Segundo del Paralipomenon, capítulo veinte y tres, y veinte y cuatro. /(197v)/

[10] El rey Amasías, favorecido de Dios, venció a los idumeos y hijos de Seyr. Halló entre los despojos de la batalla los ídolos de aquella gente y adorólos. Por lo cual le embió Dios un profeta que le reprehendió de aquella ingratitud, diziéndole:
-¿Por qué adoraste dioses falsos, que no pudieron librar su pueblo de tus manos, como Yo te libré a ti de las suyas, y los venciste? Digno eres de grave pena.
No se corrigió con esto el mal rey, y fue muerto en Lachis, huyendo de Hierusalem, por sus mismos vassallos. Como parece en el Segundo del Paralipomenon , capítulo veinte y cinco.

[11] Alguna punta de ingratitud tuvo el rey Ezequías, pues siendo muy favorecido de Dios, olvidávase de darle las gracias que devía. Antes se descompuso, | por verse rico de joyas, que mostró a los mensajeros del rey de Babilonia, por lo cual le embió Dios a advertir de aquella falta y a amenaçar que lo perdería todo y sería llevado a Babilonia, aunque él pidió y alcançó que fuesse después de sus días. Y refiérese en el Segundo del Paralipomenon , capítulo treinta y dos.

[12] Curó Jesucristo a diez leprosos, quedando sanos de lepra. Y sólo uno le fue agradecido, bolviendo a darle las gracias por la merced recebida. Los nueve cayeron en vicio de ingratitud, como lo advirtió el Hijo de Dios, diziendo:
-¿Diez no fueron sanos? Los nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno dellos bolvió a dar gracias a Dios, sino este estrangero?
Refiérelo San Lucas, capítulo diez y siete.

Lo dicho se coligió de la Divina Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Belisario fue capitán del emperador Justiniano, y diole grandes victorias, ganadas de fuertes contrarios, a costa de su sangre. Y el pago que recibió fue, por oír embidiosos, quitarle la hazienda y la vista. Es de Fulgoso, libro quinto. Dizen algunos que Belisario quedó tan pobre y miserable que para comer se ponía en una calle pública y pedía a los que passavan, diziendo:
-Dad por Dios a Belisario, a quien la virtud levantó, y la embidia derribó.
César Baronio, en sus Anales Eclesiásticos , del año de quinientos y treinta y cinco, y en el Martirologio, en la Anotación que haze a Silverio Papa, dize que en lo que toca a la pobreza de Belisario, es fábula, que nunca llegó a tanto estremo.

[2] Uno de los príncipes cristianos más favorecidos de la iglesia romana fue el emperador Friderico Segundo. A su padre deste Enrique Quinto dio el reino de Sicilia el Papa Celestino Tercero, y después la corona del Imperio, y en su muerte quedó este Friderico, niño de poca edad, debaxo de la tutela de la Iglesia Romana. Crióle Inocencio Tercero como hijo amado. Después Hono- rio, | también Tercero, le dio título de emperador romano. Y olvidado de todas estas obligaciones, primero a Honorio, y después a sus sucessores y a toda la Iglesia persiguó cruelmente como ingrato y desconocido. Refiérelo Fulgoso, libro quinto.

[3] Isaac, emperador de Constantinopla, tenía un hermano llamado Alexo, al cual amava entrañablemente. Fue preso de turcos por su propria culpa, y Isaac, a grande costa, le rescató. Esta obra y el amor que le tenía pagó el ingrato Alexo con quitar el imperio y la vista al hermano Isaac. Dízelo Fulgoso, libro quinto.

[4] En el tiempo que el rey Totila, de los godos, perseguía a Italia, Fulgencio, obispo ultricurense, queriendo aplacar su furor y saña, entendiendo que venía acercándosele, con parecer de su clerezía le embió un presente y regalo, digno de ser estimado, assí por su valor y precio como por embiársele un varón santíssimo. Mas el pagano, siéndole ingrato, no sólo lo menospreció y tuvo en poco, sino que embió de sus godos a que le prendiessen y le tuviessen en guarda, hasta /(198r)/ que él llegasse para determinar lo que haría dél. Llegaron sus soldados, prendiéronle, y teniéndole en un campo raso, hizieron un círculo alrededor dél, dándosele por cárcel y amenaçándole de muerte si dél salía. Hazía recio Sol, y padecía el santo varón calor muy grande, por lo cual mostrava desconsuelo y pena. Quiso Dios consolarle y embió de repente nuves negras con truenos, relámpagos y agua en grande abundancia, y fue de suer- te | que dentro del círculo donde estava el siervo de Dios no cayó cosa alguna, con que fuera cayó tanto que las guardas tuvieron por bien recogerse, por no ser hundidos con la furia de la tempestad. Dieron cuenta desto al tirano Totila y fue medio para que su ánimo furioso se ablandasse, y tuviesse respecto y venerasse a quien antes entendía tratar mal y quitar la vida. Lo dicho es de San Gregorio, en el tercero de sus Diálogos, capítulo doze. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Los atenienses fueron notados de ingratitud con Sócrates, el cual, por juyzio de Apolo Delfos, fue el más sabio de su tiempo. Enseñó a la juventud de Atenas buenas esciencias, y en pago desto, sin aver cometido delicto que lo mereciesse, le condenaron a que beviesse ponçoña, con que murió. Refiérelo Sabélico, libro séptimo.

[2] Solón dio utilíssimas leyes a los atenienses, las cuales si fueran siempre guardadas por ellos, se perpetuara su imperio. Ganó a Salamina, que era una fuerça perjudicial grandemente a la ciudad. Resistió a la tiranía de Pisístrato, y después de tan buenas obras passó su vejez en Cipro, no siéndole permitido que su cuerpo fuesse enterrado en su patria, a la cual tanto bien hizo siéndole ella ingrata. Es de Valerio Máximo, libro quinto.

[3] Bien lo hizieran los atenienses con Milciades, si luego que venció trezientas mil personas en la batalla de Maratón le embiaran desterrado, sino que le forçaron a morir en cárcel aprisionado, y no era sepultado su cuerpo cuando fue puesto en el mismo lugar Cimón, hijo suyo, y de quien se tenían las esperanças que del padre. Tratáronle no de otra suerte, siendo defensor de Grecia, que si le uviera sido traidor y la entregara a los enemigos. Dízelo Valerio Máximo, libro quinto.

[4] Fueron libres los atenienses de la tiranía de Casandro por medio de Deme- trio, | con el cual se mostraron muy ingratos, aunque no le mataron porque no pudieron. Lo que pudieron hizieron, que fue, viéndole vencido de los reyes sucessores de Alexandro, del número de los cuales fue él uno, dixeron dél grandes males, lastimáronle con ignominias y afrentas y verificóse en ellos el proverbio antiguo, que quien tiene caudal, si da en ser malo, lo es por el cabo. Dízelo Fulgoso, libro quinto.

[5] El buen Foción Ateniense, uno de los más justos governadores en la paz y de los más valientes capitanes en la guerra que uvo entre los griegos -aquel en quien parecía que se hallava la religión de Numa Pompilio y el esfuerço de Escipión, la prudencia de Quinto Fabio, la pobreza de Curio voluntaria, la lealtad de Régulo, la gravedad de Catón, la severidad de Torcuato-, después de aver hecho grandes beneficios en la República y de ser cuarenta y cinco vezes magistrado, fue por embidia acusado y condenado a muerte. Éste es el galardón con que le pagó su patria ingrata por sus servicios. Estando con el vaso de ponçoña en la mano para beverla, que este género de muerte le dieron, dize Eliano que le preguntaron qué dexava encomendado a su hijo, y respondió que le mandava no se acordasse de aquella injuria ni bolviesse mal por mal a Atenas, su patria. Refiérelo Antonio Sabélico.

[6] Padeciéndose grande hambre en Atenas y hallándose Periander Cuestor /(198v)/ con mucho trigo, repartíalo por precio moderado. Parecióles que deste modo procurava levantarse con el reino y ser rey, como fuesse antes señoría y república de por sí. Cargáronle de piedras la gente popular y cubriéronle dellas. Lo mismo dize Plutarco que sucedió a Cina con los romanos. Refiérelo Brusón.

[7] Temístocles fue exemplo de los que experimentaron ingratitud en la patria, porque aviéndola conservado y defendido de sus enemigos, y échola cabeça de Grecia, bolviósele tan enemiga que le fue forçoso ir a pedir fabor a Xerxes, a quien primero destruyó. Es de Valerio Máximo, libro quinto.

[8] Aviendo poca paz en Lacedemonia convino para su quietud que Leónidas, uno de los dos reyes que governavan aquella ciudad, fuese desterrado; y como Agesilao, que sucedió en el un puesto de rey, procurasse su muerte, Agides, el otro rey, le defendió no menos que si a él le fuera la vida. Sucedió después que siendo restituido Leónidas en su primera dignidad, olvidóse de tal manera del bien que le avía hecho Agides, que le echó de la parte que tenía del reino, y puesto en una cárcel con su madre, mandólos ahogar. Dízelo Fulgoso, libro quinto.

[9] Ninguna ciudad de Grecia tuvo tan preclaros y insignes capitanes como Tebas en Epami nundas y Pelópidas, los cuales libraron su patria de los esparcianos, que tenían el señorío de Grecia. Y pudo la embidia de algunos pocos ciudadanos a ponerlos en punto de perder la patria y las vidas. Es de Sabélico, libro siete.

[10] Los de Siracusas de Sicilia también fueron ingratos a Dion, que, aviéndolos puesto en libertad, le echaron de la ciudad desterrado. Llamáronle luego, y parecía quererle gratificar lo que por ellos avía hecho, y fue para darle muerte. Afírmalo Sabélico, libro séptimo.

[11] Alexandre Magno desagradecido fue con Clito, hijo de la ama que le crió, | el cual en una batalla le libró de la muerte, y no fue esto parte para que estando en un combite, oyéndole que engrandecía los hechos famosos y victorias insignes de Filipe, padre del mismo Alexandro, tocado de embidia no le hiziesse matar, como le mató. Y refiérelo Sabélico, libro séptimo.

[12] Ningún varón tuvo Lacedemonia tan provechoso ni tan virtuoso como Licurgo, de quien Apalopitio dixo que no se determinava si le pondría en el número de los hombres o de los dioses. A el cual ni la sinceridad de su vida, ni el constante amor de la patria, ni las leyes tan estudiadas y remiradas que les dio, fue parte para dexar de ser perseguido. Porque siéndole ingratos sus ciudadanos, ya le apedreavan, ya le sacaron un ojo, ya le echaron de la ciudad y al cabo le desterraron. ¿Qué harán otras ciudades cuando la que en constancia, en moderación y en gravedad tenía grande loa y fama y fue tan ingrata a varón tan benemérito? Es de Valerio Máximo, libro quinto.

[13] Furio Camilo fue defensor de Roma y quien acrecentó altamente su felicidad, y no pudo defenderse a sí, antes vino a grande infelicidad y miseria por ingratitud de la misma Roma. Púsole demanda Lucio Apuleyo Tribuno delante del Senado de que en las guerras que avía hecho por la República, aunque salió siempre victorioso, mas avía agraviado al Erario y Tesoro público. Y porque no dio descargo bastante fue desterrado, a tiempo que tenía grande necessidad de consuelo, aviéndosele muerto un hijo, moço de grandes esperanças. Olvidada pues la República de los méritos y servicios de tal varón, juntaron al entierro y exequias del hijo el destierro del padre, siendo la suma en que fue alcançado quinze mil reales. Indigna cierto de que por ella careciesse la República de un varón tan importante. Dízelo Valerio Máximo, libro quinto.

[14] Escipión Africano el Mayor reparó la República Romana, que estava a punto de per- derse /(199r)/ con la guerra de Cartago, quedando victoriosa y la ciudad enemiga destruida. A esta obra que pedía fuesse estimada y galardonada correspondió con grande ingratitud, compeliéndole a que se fuesse desterrado de Roma. Murió en el destierro y sobre su sepulcro hizo poner este mote: «Ingrata patria, ni aun te gloriarás que tienes mis huessos». Es de Valerio Máximo, libro quinto.

[15] Marco Tulio Cicerón, con tanto cuidado como elocuencia defendió delante el Senado a Cneo Popilio Lenate, natural de Picena, porque se lo rogó Marco Celio, su amigo, en una causa que le iva la vida, y por su ocasión no la perdió, sino que le embió libre a Picena, su tierra. Este Popilio, sin averle ofendido en hecho ni en dicho Marco Tulio, pidió a Marco Antonio en tiempo del trium- virato | que le diesse recaudos para buscarle, y hallado, matarle, estando por escrito y sentenciado a muerte con otros muchos nobles romanos. Diole los recaudos y fue muy diligente a Gayeta, donde estava Marco Tulio, hombre que tuvo la dignidad de cónsul y que le avía dado al mismo Popilio la vida, conocido por el más sabio y elocuente orador que tuvo Roma, y hallándole le cortó la cabeça y la mano. Y con estas dos prendas, como si por ellas se le deviera triumfo, bolvió a Roma, no avergonçándose de que viessen que traía la cabeça del que defendió la suya. Para dezir deste ingrato mostruo y llorar semejante pérdida, avía de ser otro Cicerón. Es de Valerio Máximo, libro quinto.

Fin del Discurso de Ingratitud. |