DISCURSO CUARENTA Y UNO. DE JUSTICIA E INJUSTICIA


En el capítulo cuarenta y uno de Ezequiel, dize que vido en el templo pintado un querubín, y tenía dos rostros, uno de hombre y otro de león, y con | el un rostro y el otro mirava una palma. El querubín denota el juez, porque ha de estar bien proveído de sabiduría, ha de tener rostro de hombre con los buenos y virtuosos, y rostro de león con los malos y viciosos, y con el uno y con el otro ha de mirar la palma de la misericordia de Cristo, Nuestro Redemptor, verdadero /(213r)/ Juez de vivos y muertos. Habla el Profeta Isaías, en el capítulo onze de su Profecía, y dize: «Será justicia su ceñidor». El ceñidor ha de andar justo con el cuerpo, assí la justicia ha de ser justa a todo el cuerpo de la República, al pobre y al rico. Guárdense los que administran justicia, no pongan en el ceñidor cosa que le haga apesgar y baxar, y suelen ser tres de ordinario: las llaves, la bolsa y la espada. Las llaves son los favores, los señoríos y el mandar, que hazen a las vezes que baxe de su punto la justicia. La bolsa de las dádivas y presentes, y la espada de las amenazas y temores, todo esto haze que la justicia falte. En este Discurso se verán exemplos de Justicia y de Injusticia.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Injustamente mandava Judas, hijo de Jacob Patriarca, quemar a Tamar, su nuera, por el delicto de que él tenía grande culpa, y advertido del caso, dixo:
-Mas justa es que no soy yo;
y dexóla libre. Es del Génesis , capítulo treinta y ocho.

[2] El amo de Josef Patriarca, creyendo la mentira y testimonio falso de su muger, mandóle injustamente poner en la cárcel, donde estuvo mucho tiempo. Y dízese en el Génesis, capítulo treinta y nueve.

[3] Prendieron los israelitas, al tiempo que se ivan apoderando de la Tierra de Promissión, al rey Adonibezer, el cual confessó que con justo juizio de Dios se le dava a él la pena que avía hecho padecer a setenta reyes, que prendiéndolos les cortó las manos y parte de los pies, y les dava de comer como a perros, echándoles de su mesa lo que a él sobrava. Es del Libro de los Juezes, capítulo primero.

[4] Siendo traído preso delante de Samuel el rey Agag de Amalec, díxole el profeta:
-Assí como tu espada hizo sin hijos a muchas madres, assí tu madre, entre otras mugeres, carecerá de tenerte a ti por hijo.
Y con esto, justamente, por cumplir la voluntad de Dios le dio la muerte. Es del Primero Libro de los Reyes, capítulo quinze.

[5] Injustamente pronunció David sentencia contra Mifiboset, hijo de Jona- tás | ausente, por las palabras que con engaño dixo dél Siba, criado suyo, afirmando que se avía hecho de la parte de su hijo rebelde Absalón, aunque después lo satisfizo preservándole de la muerte, mandando Dios que fuessen muertos algunos del linaje de Saúl por aver muerto él injustamente a ciertos confederados con los hebreos. Y es del Segundo de los Reyes , capítulo diez y seis, y diez y nueve.

[6] Bien sabido es el juizio que hizo Salomón entre dos mugeres meretrizes, que pedía cada una dellas un niño vivo diziendo ser su hijo, dando a la otra otro muerto, afirmando ser suyo. Faltavan testigos para averiguar el caso y no avía por qué se diesse más crédito a la una que a la otra, pues cada una dellas podía dezir verdad y no dezirla, y el trato que tenían era uno mismo. Tomó Salomón el negocio muy de su principio, y considerando que la veradera madre del niño vivo sentiría verle morir, mandó que fuesse dividido por medio y se diesse a cada una su mitad. Oída la sentencia por la que era su madre, dixo:
-No, señor, yo me aparto de la demanda y tengo por bien que el niño se le dé vivo a esta muger;
con que se començó la probança de ser ésta su madre. Y concluyóse con dezir la otra que se hiziesse lo que el rey mandava, y que ni se diesse a una ni a otra. Y assí el rey juzgó con evidencia natural de que ésta no era su madre, pues desseava su muerte, y aquélla lo era, pues le procurava la vida, y assí le mandó dar el niño vivo como a verdadera madre suya. Y el pueblo quedó admirado y alabando la sentencia. Es del Tercero de los Reyes, capítulo tercero.

[7] Grandes fueron los pecados que el rey Acab de Israel y su muger Jezabel cometieron contra Dios, Nuestro Señor. En especial se indignó con ellos porque quitaron la vida a Nabot Jezraelita por codicia de una viña y heredad que tenía. Murió Acab de una saeta en cierta batalla que tuvo en Ramot Galaad, y por su muerte quedó en el reino Ochozías, su hijo. El cual también murió en breve de una caí- da /(213v)/ de los corredores de su casa. Passó el reino a Joram, su hermano. Éste fue contra Ramot Galaad, queriendo vengar la muerte de su padre Acab y ganar la ciudad, que estava en poder del rey de Siria. Y fue herido durando esta guerra, y convínole bolverse a curar a Jezrael, dexando en el campo sus capitanes y gente en frontera contra los enemigos. Estando, pues, un día en su tienda Jehú, que era uno de los principales del exército, y otros con él, entró un hijo de profeta con cierta vasija de óleo, al cual avía instruido el profeta Eliseo de lo que Dios tenía determinado para castigar a la muger, hijo y casa de Acab. El cual, viendo a Jehú, díxole que le quería hablar en secreto. Entróse con él en un apartado de la tienda, y tomando la vasija del óleo, ungióle la cabeça, diziendo:
-Esto dize el Señor, Dios de Israel: «Yo te unxo por rey sobre mi pueblo, y destruirás la casa de Acab, tu señor, y tomaré vengança de la sangre que ha derramado de mis siervos, los profetas, por manos de Jezabel, a la cual comerán perros en Jezrael, y no quedará perro ni gato de aquella casa, todo perecerá, que todo me tiene enojado».
Dicho esto, con toda presteza se fue el hijo de profeta, y Jehú salió, su boca llena de risa, adonde los otros estavan, que le preguntaron:
-¿Qué has avido con aquel loco?
Y dixeron esto porque vino con un traje pobre y despreciado, como andavan los religiosos en aquel tiempo, y verle salir corriendo, ya le tenían por loco. Jehú les refirió todo lo que passava, y como de parte de Dios le avía ungido por rey de Israel. No aguardaron ellos más, sino que doblando sus capas hizieron dellas un trono, y pusieron en él a Jehú, y sonando una trompeta le aclamaron por rey de Israel. El exército lo tuvo por bien, oyendo dezir que era ordenado por Dios. Bolvió a Jezrael con el exército, salió contra él Joram, el enfermo, y fue de nuevo herido por manos de Jehú de una saeta, y muerto. Su cuerpo fue echado, mandándolo assí Jehú, en el campo y viña de Nabot, para que fuesse comido de | perros en castigo del pecado del padre. Y su madre Jezabel, que se puso a una ventana muy compuesta y afeitado su rostro queriendo enamorar a Jehú, fue por su mandado echada della abaxo, y comida de perros. En este viaje fue muerto Ochozías, rey de Judá, que avía venido a visitar a Joram, por estar casado con una su hermana, y assí acabó Jehú de destruir la casa de Acab y cumplir lo que le mandó Dios para castigo y vengança del maldito Acab, y de su casa y descendencia. Lo dicho es del Tercero Libro de los Reyes , capítulo veinte y dos, y del Cuarto , capítulo primero y noveno.

[8] Por sentencia del rey Assuero fue Amán ahorcado en la misma horca que él tenía hecha para Mardoqueo, y fue justo juizio de Dios. Es del Libro de Ester , capítulo octavo y noveno.

[9] El rey Darío, aviendo sacado libre a Daniel del lago de leones en que fue echado, mandó que echassen en él a los que fueron ocasión de aquel daño, y justamente se executó en ellos este mandato, donde, siendo echados, los leones los despedaçaron, que ni perdonaron los huessos. Es de Daniel, capítulo sexto.

[10] Los falsos viejos que sentenciaron injustamente a Susana, justamente fueron ellos sentenciados a la pena del Talión, descargando sobre ellos las piedras que estavan recogidas para Susana. Es del Libro de Daniel, capítulo treze.

[11] Quexáronse los judíos delante del rey Antíoco, de Andrónico, privado suyo que avía muerto injustamente a Onías, sacerdote y santo. Y aunque Antíoco era malo, juzgó bien contra Andrónico, mandándole desnudar el vestido de púrpura que tenía como privado del rey, y matar en el mismo lugar donde él mató a Onías. Y es del Segundo de los Macabeos, capítulo cuarto.

[12] Viéndose el rey Herodes burlado de los Magos, no bolviendo a darle nueva de Cristo a Quien ivan a adorar y ofrecer dones, lo cual él les avía encargado temiendo perder el reino, llamó a sus capita- nes /(214r)/ y gente de guerra, y hablóles, como dize Basilio, obispo de Seleucia, a quien refiere Simeón Metafraste, en esta manera:
-Experimentado he, amigos y vassallos míos, la valentía de vuestros fuertes y denodados coraçones en negocios que han sucedido en mi reino arduos y dificultosos, no dudando de ofrecer vuestras vidas en mi servicio. Sucédeme aora un caso importantíssimo, y que si no se remedia, sin remedio perderé el reino y vosotros a vuestro rey, que os ha hecho siempre mercedes y piensa hazeros otras de nuevo. Si desseáis servirme, aquí lo tengo de ver, y si os preciáis de valientes, aquí ay ocasión de serlo, porque dentro de mi casa se me va ordenando un grave mal. El reino me van minando de secreto para dar con él en tierra. No me acomete ni me haze guerra enemigo público, y al descubierto un mochacho que no tiene dos años cumplidos, me amenaza de quitar la corona y el cetro de Israel. Si tenéis noticia de la ciudad de Betleem, en ella ha nacido y está de presente un infante que no tiene dos años, de quien muchos profetas han dicho que ha de tener el reino que yo tengo, que ha de poner en su cabeça mi corona y tomarme el cetro de mis manos. Yo temo los profetas, porque a él no le he visto. Vinieron los Magos de Oriente publicando que avía nacido y que venían a darle la obediencia y ofrecerle dones. Aquéllos de tan lexos le respetan, yo de tan cerca razón ay para que dél me recele. Encarguéles que, aviéndole hallado, me avisassen para que yo fuesse a verle, y con facilidad me librara deste daño. Burláronme bolviéndose a sus tierras sin verme, porque devieron de entender mi desseo. Témome, deságome, consúmome pensando en el sucesso deste caso, no tengo remedio si no es de vosotros. Quiero y es mi voluntad que vais a Betleem, y assí en aquella ciudad como en toda la provincia y comarca, vuestras espadas desnudas, entréis por las casas. Perdonad a los viejos, no toquéis a los moços, ni muger alguna sea | por vosotros ofendida. Solamente en los niños menores de dos años executad sentencia de muerte. Si sólo uno perdonáis, aquél entended que me ha de quitar el reino. No hagáis caso de las lágrimas de sus madres, buscad en sus senos mi enemigo. Nadie os ha de pedir semejantes muertes, yo os lo mando. Entrad como leones en aquella ciudad, escudriñadla toda, no se os quede alguno escondido y sea él a quien vinieron a honrar los Magos.
Oyendo esto los ministros del rey, avisaron a todo el exército refiriendo las palabras que el rey dixo. Fueron todos a Betleem de corrida, ganándose los passos unos a otros, entraron en la ciudad, començóse la matança, degollavan los crueles carniceros a los mansuetos corderos. Las casas se hundían de los gritos que las afligidas madres davan, las calles se bañavan en sangre, las plaças se llenavan de los cuerpos muertos de los Santos Inocentes. En cada uno dellos desseava Herodes matar a Jesucristo, y cada uno dellos gozó de corona de mártir y goza de Jesucristo. Cuenta esta crueldad de Herodes y muerte de los Inocentes San Mateo, capítulo segundo.

[13] De otro Herodes escrive el Evangelista San Marcos, capítulo sexto, otra crueldad, de una sentencia injusta que dio contra el gran Baptista porque le reprehendía un pecado en que estava de adulterio, escandaloso a todo el pueblo. Primero le prendió y puso en la cárcel, y después, celebrando fiesta de su nacimiento y saliendo a dançar en ella una rapaça, hija de la misma adúltera, prometióle con juramento lo que le pidiesse, y ella, aconsejada de su madre, pidió la cabeça del Baptista. Y assí dio el rey sentencia cruel y sacrílega, que fue muerto aquel santíssimo varón Patriarca, más que Profeta, Sacerdote, Angel, Mártir y Boz de Dios, el gran Baptista, quedando la mesa del convite rociada con su sangre, Herodes, al parecer, triste, los combidados, desabridos, el pueblo, alborotado, sus di- cípulos, /(214v)/ llorosos, y Cristo, muy sentido.

[14] Los escrivas y fariseos fueron inicuos juezes, mostrávanse celosos en que el Sábado se guardasse y juzgavan mal de Cristo porque en tales días hazía milagros, sanando enfermos, que era proprio negocio para tales días. Dezían de Cristo que lançava demonios con poder de Beelcebub, su Príncipe, por no confessar que avía en Él virtud divina. Y diziendo que le verían assentado a la diestra de Dios y baxar en nuves a juzgar a los mortales, afirmavan que dezía | blasfemias. Y al que dio vida a muertos, dezían que era digno de muerte. Acabaron de declarar su inicuo y sacrílego juizio, dando por libre a Barrabás y condenando a Cristo, juzgando que era menos merecedor de vida que él, y salieron con ello, que Barrabás fue libre y Jesucristo, muerto. Cuán execrables son semejantes juizios decláralo Salomón, en el capítulo diez y siete de los Proverbios, diziendo: «El que justifica al impío y el que condena al justo, ambos son abominables delante de Dios».

Lo dicho se coligió de las Divinas Letras. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Siendo obispo de la ciudad de Mirrea San Nicolás, y teniendo grande nombre por su vida santíssima y milagros que hazía Dios por él, sucedió que el prefecto de la ciudad, llamado Eustaquio, por dinero que le dieron dio una sentencia injusta y malíssima contra tres cavalleros, condenándolos a muerte. Estava ausente Nicolás a este tiempo, aviendo ido a sossegar algunos pueblos marítimos que se avían puesto en armas contra unas capitanías de soldados que passavan por mandado del emperador Constantino en Africa. Fuéronle allí a dezir de la injusta sentencia que avía dado Eustaquio. Bolvió a la ciudad y llegó al tiempo que estavan los tres sentenciados sin culpa, vendados sus ojos y ya para descargar el verdugo en ellos la espada. San Nicolás rompió por medio de la gente, fue al verdugo, quitóle la espada de la mano, desató a los cavalleros, y de las manos los llevó consigo, sin que ministro alguno de justicia osasse contradezirlo. Antes, avisado Eustiquio de lo que passava y remordiéndole su conciencia, fue a hablar a San Nicolás y de rodillas le pidió perdón, que bien entendió dél que le avía entendido en assí averle quitado los presos, como él otras vezes le dixesse que hiziesse justicia y castigasse al que lo mereciesse. San Nicolás le reprehendió ásperamente y amenaçó de dar cuenta de todo al emperador si | otra vez incurría en crimen semejante. Vieron esto tres capitanes de Constantino que ivan con la gente a Africa, llamados Nepociano, Urso y Herpilión, y después de aver buelto de aquella jornada, levantáronles a ellos en Constantinopla un falso testimonio, y vino el negocio a que el emperador Constantino los sentenció a que fuessen degollados, conforme a las provanças que se hizieron de sus delitos, siendo todo mentira y engaño ordenado por un pretor de aquella ciudad, que también, por averle dado dineros otros enemigos destos acusados, avía traído a este punto el negocio. Tuvieron aviso en la cárcel que otro día serían degollados, acordáronse de cómo San Nicolás avía librado a los tres cavalleros inocentes de muerte en Mirrea. Estuvieron toda la noche en oración pidiendo a Dios misericordia, y a Nicolás les favoreciesse en este trabajo. Oyólos Dios y quiso honrar a su siervo, y fue assí que se le aparció al emperador estando durmiendo, y con aquella presencia venerable que tenía, mostrando su rostro airado contra él, le dixo:
-Levántate, emperador, y sacarás libres de la cárcel a Nepociano, Urso y Herpilión, porque con falsedad y mentira son acusados y no tienen culpa en los delitos que les imponen. Donde no, sabe que como pregonero de Dios te anuncio guerra crudelíssima, con des- truición /(215r)/ de tu gente y caída de tu estado.
Muy espantado el emperador de oír esto, preguntóle:
-¿Y quién eres tú, que assí me amenazas?
-Soy Nicolás -dize-, obispo de Mirrea.
Dicho esto, desapareció y fuese al pretor, que se llamava Alabio, y hízole otra semejante amenaza. A la mañana, el emperador y pretor se juntaron y confirieron entre sí sus sueños. Llamaron a los cavalleros presos y díxoles el emperador:
-¿Avéis aprendido arte mágica vosotros?
-No -respondieron ellos-. Mas, ¿por qué nos lo pregunta vuestra magestad?
-Porque esta noche un Nicolás, que no sé quién es, me ha hecho grandes amenazas si no os doy por libres.
Ellos, oyendo esto, derribáronse en tierra, besándola, llorando de contento, y dieron a Dios muchas gracias. El emperador les mandó declarassen aquel misterio. Ellos se le contaron enteramente: el aver librado a los tres cavalleros en Mirrea, averse encomendado a él y entender aora que avía venido a bolver por ellos. Dieron las señas de la figura de San Nicolás, y entendió el emperador ser el mismo que avía visto en sueños. Procuró ver su causa con diligencia, y visto estar sin culpa, castigó a los culpados y a ellos dio por libres y les hizo mercedes. Dioles también un libro de los Evangelios, escrito con letras de oro, y un incensario todo de oro.
-Tomad -dize-, y llevad de mi parte estas joyas a Nicolás, y dezidle que no me amenaze, sino que ruegue a Dios por mí y por el Imperio.
Fueron ellos, y llegando donde el santo estava, echáronse a sus pies, contaron públicamente el processo de su historia, y diéronle el mensaje y joyas del emperador, de que el santo Pontífice quedó muy avergonçado porque en público se dixessen dél tales cosas.
-Dad gloria a Dios, hijos míos, que yo pecador soy.
Habló después aparte a los tres capitanes y avisóles que les avía venido aquel trabajo por pecados secretos que tenían, que se enmendassen si no querían otro castigo de Dios más riguroso. Es de Simeón Metafraste. |
[2] San Basilio, persuadido de parte del emperador Valente para que siguiesse la doctrina sacrílega de Ario, y resistiendo él valerosamente, fue grande su ira y enojo. Determinó de desterrarle. Escrivióse la sentencia del destierro, llevósele a que la firmasse, y en tomándola en las manos, la silla en que estava assentado se quebró y él dio una mala caída. No escarmentó con esto, tomó la pluma para firmarla y no avía medio que diesse tinta, aunque la mudó por tres vezes. Ni aun esto fue parte para que cesasse su mal propósito. Persistía en pedir otra pluma, començó el braço a temblarle como si estuviera tocado de perlesía. Con esto, muy enojado, hizo pedaços la sentencia. Al mismo tiempo sucedió que dio un mal de repente a la emperatriz, y tan terrible que la puso en punto de perder la vida, con grandíssimos dolores que la atormentavan, y lo mismo fue de un hijo pequeño que tenía della y avía de ser heredero de sus estados. Ya con esto cayó en la cuenta el emperador de que le venía semejante mal por perseguir a Basilio. Embió por él, rogóle que rogasse a Dios por la salud de su hijo y muger. Tomólo a cargo el santo Pontífice y vídose luego el efeto, porque el hijo mejoró notablemente y la emperatriz del todo quedó sana. Pesóle al emperador que esto sucediesse por medio de Basilio; quisiera que los sacerdotes que seguían su secta, que era la de Ario, alcançaran esto. Llamó a algunos dellos para encargárselo, desseando que si sanava el mochacho a éstos se atribuyesse el milagro y no a Basilio, y assí como los hereges començaron a hazer por él oración, espiró el mochacho, quedando cierto el emperador que la oración déstos le mató y la de San Basilio le sanara. Y con todo esto, ni dexó su mala secta, ni de perseguir a Basilio. Es de su Vida, escrita por Amfiloquio y por otros.

[3] A Sabino, obispo canusino, siendo muy viejo, quiso matar su arcedia- no /(215v)/ por traición, dándole veneno, pretendiendo el obispado. Concertóse con un paje, a cuyo cargo era dar de bever al obispo, que le diesse el veneno, y alcançólo por dádivas que le prometió. Al tiempo, pues, que llegó con el vaso en que estava la ponçoña el paje, díxole el obispo:
-Beve tú lo que me das a mí que beva.
Quedó turbado de muerte el paje entendiendo que le avían entendido, y assí, por escusar mayores tormentos, escogió morir aquella muerte. Llegó el vaso a la boca, mas el obispo le dixo:
-No lo bevas, sino dámelo a mí, que yo lo beveré, y al que te lo dio para que me lo diesses a mí dirás que yo bevo el veneno, mas que él no será obispo.
Hizo la Señal de la Cruz Sabino y beviólo sin daño, y en la misma hora murió de repente el arcediano, como si por la boca del obispo passara a sus entrañas la ponçoña. Esto es de San Gregorio, libro tercero de sus Diálogos, capítulo quinto.

[4] En un lugar de Italia, que a la sazón se llamava Rumello, residía cierto obispo, grandíssimo siervo de Dios, del cual falsamente algunos del pueblo fueron a dezir al Papa Agapito que con irreverencia se servía en su mesa de los vasos dedicados al culto divino. De sola esta relación se indignó tanto el Papa contra el obispo, que embió dos clérigos por él para que se le llevassen preso. Y llevado sin oírle, le mandó poner en la cárcel, donde estuvo tres días, y en la noche precedente al Domingo por tres vezes tuvo el Papa revelación que hiziesse celebrar en su presencia la Missa a aquel obispo. Y aunque él dava por escusa la acusación que se hizo contra él, y que le tenía preso, insistió la boz en que hiziesse lo que le era mandado. Sacóle de la cárcel, trúxole a su presencia y preguntóle qué vida era la suya. El obispo respondió:
-Yo soy un hombre pecador.
Y aunque le hizo otras preguntas, sólo le dio esto por respuesta: «Soy pecador».
Díxole el Papa:
-Oy dirás Missa en mi presencia.
Y assí lo hizo, que celebró solemnemente, estando oyéndole el Papa y mucha gente. Donde, al tiempo que pronunció las palabras de la Consagración, detúvose sin levantar el Santíssimo Sacramento tanto, que el Papa le dixo:
-¿Por qué no prosigues adelante?
Respondió el obispo:
-Perdóname, padre, que espero, según otras vezes le he visto, ver al Espíritu Santo descender del Cielo. Aunque ya está aquí Jesucristo mi Dios, aviendo dicho las palabras de la Consagración, y es la causa el diácono que tengo a mi lado y tiene el ventallo en la mano. Mándale apartar de aquí, que yo no me atrevo a dezírselo.
Mandó el Papa apartar al diácono, y apartado, que devía ser vicioso y malo, vido el obispo y vido el Papa venir el Espíritu Santo en forma visible, por donde entendió que el obispo era santo y que falsamente era acusado. Recibió grande pena por la injusticia que avía usado contra él, y determinó de nunca más juzgar con aceleramiento, sino con maduro y sossegado juizio determinar las causas de los acusados. Lo dicho se refiere en el Prado Espiritual, capítulo ciento y cincuenta. Nótese que por favor particular se le aparecía el Espíritu Santo a este santo obispo, hecha la Consagración, en forma visible, que sería de paloma o de lengua de fuego, y dilatósele esta vez hasta que el ministro se fue de allí, que devía ser vicioso.

[5] En el año del Señor de mil y ochenta y dos, siendo Sumo Pontífice Gregorio Séptimo y emperador de Alemania Enrique Cuarto, sucedió que en la ciudad de París murió un letrado de los más famosos que a la sazón avía en aquella universidad. Era bien nacido, y en los ojos de todos virtuoso. Llevándole a enterrar acompañóle la Universidad y los principales del pueblo. Al tiempo, pues, que los clérigos cantavan el Oficio de Difuntos, y uno dellos dixo aquella Lectión de Job, que comiença Responde mihi quantas habeo iniquitates... (que es dezir «Respóndeme cuántas son las /(216r)/ maldades que tengo»), el cuerpo difunto levantó la cabeça en las andas donde estava, en medio de la iglesia, y con boz terrible y espanto, dixo:
-Por justo juizio de Dios soy acusado.
Dicho esto, sossegóse como de primero. Causó mucho desassosiego y alboroto este acaecimiento estraño en todos los presentes, y fue tal que le dexaron por enterrar y se fueron de allí. Otro día tornaron a juntarse con gente que vino de nuevo, y queriendo darle sepultura, bolvieron a hazer el oficio, y al mismo tiempo que el día primero y de la misma manera dio otra espantosa boz, y dixo:
-Por justo juizio de Dios soy juzgado.
No dixo más y sossegóse. Fue la turbación de los presentes no menor que la del día antes. Acordaron que se quedasse por enterrar el cuerpo hasta otro día. Y en él, aviéndose juntado con mucha más gente, començado el oficio, al tiempo que dezía el ministro la Lección, Responde mihi..., como los días antes, el cuerpo del difunto levantó la cabeça, y con más terrible y espantosa boz dixo:
-Por justo juizio de Dios soy condenado.
Oída la boz, si antes avía sido grande la turbación de todos, este día lo fue en tanto grado que se quedaron como muertos muchos. Y passando aquella turbación, juntados los letrados con la clerezía, determinóse que, pues el difunto confessava de sí que era condenado, que no fuesse sepultado en eclesiástica sepultura, y assí le pusieron en una hoya en el campo. Hallóse presente a este caso Bruno Alemán, natural de Colonia, y siendo su amigo el difunto, por tenerle por bueno y virtuoso y ver su desastrado sucesso, quedó tan atemorizado, que con otros amigos suyos, dellos doctores de aquella insigne Universidad de París, unos sacerdotes y otros legos, siendo con él todos siete en número, començaron el sagrado Orden de la Cartuxa. Lo dicho refiere Surio, tomo quinto.

[6] Tenía el deanazgo de Rhemes un | inglés, varón justo, y que, siéndole a él devido, castigava los excessos del clero con rigor, teniéndolos bien reformados. Por lo cual en toda Francia era estimado, y assí, en la iglesia atrebatense, vacando un canonicato, por respeto del deán de Rhemes diéronle los electores a un sobrino suyo, moço de pocos años y no de bien compuestas costumbres. A el cual, porque cometió una flaqueza de carne, y siendo pública, juntóse el cabildo, y conforme a sus constituciones le penaron que estuviesse un año suspenso de la prevenda. Desde a pocos días vino allí el tío a negocios de su iglesia, y hablándole algunos canónigos, dixéronle que si proponía en cabildo que a su sobrino le relaxassen la penitencia, que por su ocasión se le concedería. Agradeciólo él, entró en cabildo, propuso el caso, vinieron todos en que lo dexavan en sus manos.
-Pues assí es lo que yo quiero y pido, que sin contradición se haga, es que mi sobrino cumpla el año en que está suspenso, y luego comiençe otro, y sean dos, donde si en todo este tiempo pareciere que él está enmendado, bolverá a gozar su prevenda, y si lo contrario se viere, será privado della para siempre.
Quedaron los que esto oyeron admirados de la rectitud y celo del deán, divulgándose el hecho por toda Francia. Refiérese en el libro segundo De Apibus, capítulo treinta y nueve.

[7] Bertoldo Palatino fue severíssimo juez, y tan enemigo de ladrones, que siempre que salía de casa llevava asidos a su ceñidor algunos cordeles para ahorcar al que se le probasse tal delito, sin más dilación. Sucedió que, saliendo un día temprano de casa y llevando colgado del cinto un cordel, sonó en el aire una boz, que le dixo:
-Bertoldo, ahorca al primero que encontrares.
Quedó admirado, y creyendo que era del Cielo semejante boz (como de hecho lo fue) determinó de hazer lo que por ella le era manda- do. /(216v)/ Salido de casa, vínole al encuentro un oficial suyo y muy su privado. Visto por él, díxole con grandíssima pena:
-Mucho me duele el averte encontrado.
-¿Por qué? -dixo él.
-Porque has de ser luego ahorcado -replicó Bertoldo.
-Pues, ¿por qué delictos? -dixo el oficial.
-No lo sé -añadió el Palatino-, mas que será como digo. Por tanto aparéjate con diligencia y ordena tu alma, que a la boz del Cielo yo no puedo resistir.
Oído esto por el oficial, y visto que no avía remedio de vivir, con grande dolor de su alma, dixo en boz alta:
-Justo eres, Señor Dios Mío, porque a muchos que se hospedaron en mi casa quité la vida con traición y engaño. A muchos he robado sus haziendas. Ni he perdonado a los pobres, sino que les he hecho grandes agravios.
Admirávanse todos los presentes de oír su confessión, y entendieron que su muerte era pena de sus pecados. Es del Promptuario de exemplos.

[8] Un hombre facinoroso hizo concierto con el demonio que haría cuanto mal pudiesse en daño de próximos, y que le sacasse libre de todo. Eran grandíssimos sus excessos de muertes y agravios, y aunque le prendían, dávale el demonio dinero y rodeávalo de suerte que quedava libre. Hizo una vez cierto homicidio y pecado gravíssimo, prendiéronle, pedía al demonio que le sacasse libre como solía, prometióselo y diole una caxa que truxesse en la mano como para librarse del mal olor de la cárcel, dándole a entender que dentro avía cosa que, ofreciéndosela al juez, sería libre. Parecióle estarlo ya, y al punto que se pronunciava la sentencia, puso en las manos del juez la caxa que le dio el demonio, con que entendió cohecharle y quedar libre. Y abierta la caxa, vídose que dentro estava una soga. El juez, sentido de la burla que dél hazía, le mandó ahorcar con aquella misma soga. Es del Promptuario de exemplos.

[9] Cierto señor de vassallos era tan | justo y amador de justicia, que no tenía respecto a persona alguna para ir contra ella. Estava enfermo y tuvo noticia que un sobrino suyo, hijo de hermana, avía hecho fuerça a una donzella de su casa y palacio. Cierto bien del caso, llamó al que tenía cargo de executor de justicia en su estado y mandóle que conforme a las leyes de sus mayores castigasse aquel pecado. El otro, visto que tenía pena de muerte, pareciéndole que si la executava, su proprio señor que se lo mandava después tendría pesar de averlo hecho, y en caso que se muriesse de la enfermedad que tenía, la madre y parientes del justiciado le serían enemigos mortales; por lo cual determinó de dexar libre al moço, avisándole que se apartasse de la vista del señor. Mas como él no se descuidasse y supiesse que el moço avía quedado sin castigo, y más, que su desvergüença era tanta que otro día entró en su aposento, dissimuló con él, y tomando un cuchillo al tiempo que comía, quedóse con él en la mano, y con blandas palabras hizo llegar al moço cerca de sí, y asiéndole del braço con la una mano, con la otra le hirió en el cuello, de modo que le mató. Donde la pena que recibió primero del mal hecho que el moço hizo, y la que de nuevo se recreció de aver él de matarle para cumplir con la obligación que tenía a guardar justicia, fue de suerte que, apretándole la enfermedad, vídose llegar su hora. Avíase confessado poco antes que matasse al moço, pidió que le truxessen el Santíssimo Sacramento. Trúxole un obispo, y teniéndole sobre un altar, llegó a él para que se confessasse. El enfermo dixo que de ninguna cosa se acordava que agravasse su conciencia. El obispo, visto que la muerte del sobrino fue tan pública, díxole:
-Pues, ¿cómo, señor, y no os acordáis que poco ha matastes a vuestro sobrino? Aún la sangre deste aposento no está enxuta, péseos de lo hecho y confessaldo, si queréis que os dé el Sacramento. /(217r)/
El enfermo dixo:
-Pues, ¿y tenéis por pecado aquella muerte?
-Sí tengo porque lo fue, y muy grande -respondió el obispo.
-Pues yo -añadió el enfermo- no la tengo por pecado, ni ay por qué pida della perdón ni la confiesse, porque si yo le maté fue mereciendo él la muerte. No quisieron dársela mis ministros, y en tanto que yo viva estoy obligado a hazer justicia, como la he hecho después que tengo este estado. Y yo sentí la muerte en dársela, y aun la pena que por ello recebí es causa de mi muerte. Por lo cual, antes es mi pensamiento que Dios me ha de premiar que castigar por este hecho.
No fueron parte estas razones con el obispo para que le diesse el Sacramento, y assí se iva sin dársele, y al tiempo que salía de la sala, el enfermo le embió a dezir que se detuviesse y que mirasse si llevava el Sacramento en el vaso y relicario donde le avía traído. Mirólo y no estava allí. Bolvió y vídole que el enfermo le tenía en su boca, y en su presencia, con grandes lágrimas y ternuras le recibió, agradeciendo a Dios la merced que le avía hecho en comunicársele y bolver por su causa. Y començó a dezir, con David:
-Amad la justicia los que juzgáis en la Tierra. Servid a Dios en bondad y en simplicidad de coraçón. Buscadle, que sin duda se dexa hallar de los que con fee y obras le dessean y buscan.
El obispo divulgó en todas partes esta maravilla. Y refiérese en el Promptuario de exemplos.

[10] Cobrava las rentas de cierto señor de vassallos un su mayordomo, hombre malíssimo, injusto y sin piedad, y sobre la cobrança hazía a los labradores grandes agravios y molestias, por lo cual le querían mal de | muerte, y en viéndole llegar a algún pueblo llovían diablos sobre él, a quien chicos y grandes le encomendavan. Iva una vez camino andando en esta cobrança con un solo criado, y para castigo deste y enmienda de otros dio Dios licencia a un demonio, que en figura humana se le juntasse y fuesse con él su camino. El mayordomo, assí en el grande temor que recibió luego que se juntó con él, como de su plática, entendió que era el demonio, y aunque hazía cruzes sobre sí y rezava, no avía apartarle de su compañía. Caminando desta manera, vieron cierto pobre hombre que llevava atado un cuerpo, y porque se le iva a una y otra parte, dixo muy airado:
-Llévete el diablo.
El mayordomo, oyendo esto, pareciéndole que por aquí podía librarse, dixo:
-Oyes, amigo, aquel puerco se te encomienda. Ve y asse dél.
Respondió el demonio:
-No me le dan de coraçón, y por esso no puedo llevarle.
Passando por una casería, vieron a una puerta que estava llorando un niño, y su madre, muy enojada, dezía:
-Que te lleve el diablo. ¿As me de quebrar la cabeça con tus gritos y lloros?
El mayordomo dixo:
-Ya tienes aquí buena ganancia. Toma aquel rapaz y llévatele, pues te le da su madre.
El demonio replicó:
-No me le da de todo coraçón y gana, sino que es costumbre de hombres y mugeres hablar de esse modo.
Llegavan ya a la villa donde el mayordomo iva, y visto de lexos por los labradores y entendiendo a lo que iva, levantaron todos grandes bozes, diziendo:
-Llévete el diablo, ya vienes, ya vienes, diablo, vete al diablo.
Oído esto por el demonio, rebolviendo la cabeça a una y otra parte y dando grandes rizadas al parecer, dixo: /(217v)/
-Éstos sí que de coraçón te me dan. Por tanto, entiende que eres mío.
Y con ello se le llevó de allí, y adónde fuesse a parar se ignora, aunque se entiende que sus maldades y el afligir a gente pobre y humilde con tanta crueldad, llevándoles sus haziendas, deviéndolo o no deviéndolo, digno era de Infierno. Las razones que los dos tuvieron en el camino las declaró el criado que iva con el mayordomo, porque los oyó bien. Es del Promptuario de exemplos.

[11] En Leodio está un monasterio de Santiago, en el cual recibió el hábito cierto mancebo, sobrino del obispo y prepósito de la ciudad. Sabido por él, juntó gente, y con mano armada entró en el monasterio y llevóse consigo al sobrino, desnudándole el hábito de monge y vistiéndole otro de seglar. Fue el abad a casa del obispo, y hablóle quexándose desta fuerça. Él le dixo palabras de afrenta, embiándole de allí con mal. Púsose el abad de rodillas, y dixo:
-Pues en la Tierra no hallo justicia contra ti, apelo para el Divino Juez, y que dentro de cuarenta días los dos estemos en su presencia y dél oigamos la sentencia.
El obispo dio grandes risadas de oír esto, y teniéndolo por cosa de burla, no hizo caso. Llegó el día cuadragésimo, y cerca de la hora de nona murió el abad. Y como se tañesse solemnemente por él, oyéndolo el obispo, que estava bañándose, preguntó quién era el difunto. Y un criado que venía de fuera dixo que el abad de Santiago avía muerto. Acordóse el obispo de la citación, y que era llegado el término de los cuarenta días. Alteróse su rostro, y dixo con grande turbación a los que estavan con él:
-Yo soy muerto. Conviéneme parecer oy | delante del Supremo Juez.
Quiso salir del baño, y en manos de los presentes, dando bozes y clamores terribles, dio la alma. Otro caso como éste sucedió al conde de Hanonia, que quitando la Iglesia de San Juan, en Valencenas, a los canónigos seculares, el abad apeló al Sumo Juez, señalando término, y como el día antes que llegasse se sintiesse indispuesto, començó a aparejarse para la cuenta que esperava dar otro día, y fue assí que el mismo conde se sintió también a la propria hora enfermo, y temiendo el juizio de Dios, juzgóse él a sí y bolvió la iglesia a los que la tenía quitada, y la enfermedad en ambos cessó juntamente. Es del Libro de Apibus , capítulo treinta y cinco.

[12] Boso, rey último arelatense, en la noche de Navidad embió a dezir al arçobispo que no començasse Maitines hasta que él fuesse. Aguardóle lo que le pareció que bastava, y no viniendo, començólos. Y cuando el rey vino, visto que no le avían aguardado, enojóse con el arçobispo, y en presencia del clero y pueblo le dio una bofetada. El arçobispo se fue a quexar a Otón, primer emperador deste nombre en Alemania, el cual tuvo modo como prender al rey, y preso, sentencióle a degollar. Sabido por el arçobispo, juntándose con otros obispos y hombres principales, fue a rogar al emperador por él, que no muriesse, y aunque hizo todo lo que pudo sobre el caso, no se acabó con Otón, porque dixo que no era justo que la justa sentencia dada por el emperador dexasse de executarse, no conveniendo que le salga palabra de la boca sin efecto. Es del Teatro del Mundo, expurga- do, /(218r)/ en el título de Severidad de Príncipes.

[13] Siendo duque de Borgoña Carlos, hijo de Filipe, vino a él Juan Duns, criado de Juan Constano, y díxole que su amo le avía hecho fuerça para que buscasse veneno con que matar al mismo duque, ofreciéndole si lo hazía un grande tesoro. El duque hizo prender al Constano, y por su confessión fue sentenciado a muerte. Hecho esto, preguntó el duque al Juan Duns si le avía dado el dinero su amo. Dixo que no.
-Y si te lo diera, ¿descubriérasle?
El Juan Duns, considerando el servicio que avía hecho al duque en descubrirle aquella traición, parecióle que nada le podía dañar con él, respondió que no le descubriera. Mandó el duque venir allí un sacerdote y que se confessasse Juan Duns, y luego le hizo degollar. Y fue justo castigo, porque cometió dos homicidios: uno en la voluntad, cuando buscó el veneno para matar al duque, y otro en la boca, cuando acusó a su señor. Dízelo Andreas Eborense, título De justicia.

[14] Murió el rey don Enrique de Castilla y dexó un hijo pequeño en los braços de la ama. Juntáronse los grandes del reino y quisieran dar la corona dél a don Fernando, hermano del muerto y tío del niño, por ser persona de mucho valor, como a la sazón tenía dél necessidad Castilla, estando los moros en Granada casi a la puerta. Truxeron las insignias, y entregándoselas, para que puestas le aclamassen por rey, él entró en un aposento, y tomando al niño en los braços, poniéndole las insignias reales, salió y dixo:
-Señores duques y condes de Castilla, éste es vuestro rey, y yo soy el primero que como | a tal beso la mano.
Causó este hecho grande admiración en todos, viendo que no quiso tragar el infante un bocado tan sabroso como le davan de reino tan rico, y assí, todos imitándole, juraron al niño por rey. Y por este hecho mereció bien el infante don Fernando el reino de Aragón, que después por votos de electores se le dio, muriendo don Martín sin dexar cierto heredero. Lo dicho se halla en diversas Crónicas de España.

[15] El rey don Alonso de Nápoles dio aviso a todos los presidentes de provincias y juezes de ciudades que, si viessen alguna carta o cédula suya en que se les mandasse cosa que fuesse contra lo que las leyes y fueros del reino disponían, que entendiesen que lo avía él firmado por importunación o por no estar advertido que era fuero o ley, y que por el mismo caso no lo guardassen. Dízelo Panormitano, libro segundo de los Hechos del mismo rey don Alonso.

[16] Juana, donzella francesa, llamada comúnmente la Poncella, hizo hechos hazañosos en favor del rey de Francia Carlos Séptimo contra Henrique, rey de Inglaterra, que estava apoderado de mucha parte de aquel reino y tenía intentos de ganarle enteramente. Mas esta milagrosa donzella por ocho años hizo guerra al inglés, teniendo a cargo el exército de Francia, rigiéndole y governándole como pudiera hazerlo uno de los famosos capitanes del mundo, y peleando ella por su persona como el más valiente soldado del exército. Passado este tiempo, y siendo de veinte y cuatro años, profetizó de sí misma que avía de ser presa y muerta, declarando el género de muerte, y assí sucedió, por- que, /(218v)/ saliendo de una fortaleza llamada Compieñe, la cual estava cercada de ingleses y borgoñones, queriéndoles hazer levantar el cerco, fuele mal en la pelea, de modo que bolvió retirándose al pueblo. Los de dentro, aviendo recogido algunos de los que venían huyendo, temiendo no se entrassen a bueltas los enemigos, cerraron las puertas, quedando afuera la donzella Juana. Cargaron los contrarios, de manera que ella fue presa, como dize Roberto Gaguino, de un capitán borgoñón llamado Juan de Lucemburgo. Éste la vendió a los ingleses, los cuales la llevaron a la ciudad de Rouan, hallándose allí el rey de Inglaterra, y fue llevada delante de juezes particulares nombrados para determinar la causa, acusándola de que siendo muger usava hábito de varón, que favorecía a los franceses y de que era maga y encantadora, pareciéndoles que las hazañas que hazía procedían de aquí, y que tenía pacto y concierto con el demonio. Y assí, aunque ella apeló para el Sumo Pontífice, a quien hazía juez de su causa, la sentenciaron a quemar, y la sentencia se executó, y fue éste el fin de la valerosa donzella Juana. Passados algunos años, el mismo rey Carlos, aviendo ganado la ciudad de Rouan, acordándose de la donzella Juana y del bien que avía della recebido, mandó poner en memoria suya en el lugar donde fue quemada una grande Cruz de metal, dorada. Y después desto, el rey Luis, hijo del mismo Carlos, siendo grandemente aficionado a la donzella Juana y sintiendo mucho la indigna muerte que murió, tuvo orden con el Papa Pío Segundo como embiasse dos jurisperitos por juezes, personas de esciencia, para que diligentemente examinassen la vida de aque- lla | famosa muger y determinassen si fue su muerte justa o injusta. Los juezes fueron a Francia, y sabido que todavía eran vivos dos de los juezes que la condenaron, citáronlos para que compareciessen en su presencia, y examinados con muchos otros testigos, hallaron que la donzella Juana fue inocente, y todos los delictos que se depusieron contra ella, falsos, y por lo mismo injustamente condenada. Hízose información de su vida desde pequeña y vídose que siempre fue santa, sin que se hallasse aver hecho cosa contra la religión y fe cristiana, y que avía hecho hechos hazañosos en favor suyo muy buenos y muy santos. Y conforme a lo processado, fueron los dos inicuos juezes sentenciados a la pena del Talión, y assí los quemaron. Desenterraron assí mismo los huessos de los otros dos juezes, porque cuatro avían dado la sentencia, y también fueron quemados. Y para bolver su honra de la manera que era possible a la donzella Juana, de los bienes confiscados de los cuatro malos juezes hizieron edificar un templo en el lugar donde fue quemada, para que en él fuesse Dios honrado con su sierva, la donzella Juana. Lo dicho es de Gerson, en su segunda parte, título De puella equitante in armis; de Filipo Vergomense, libro De Claris Mulieribus; de Enguerron de Monstrelet, en la segunda parte de la Historia francesa; de Roberto Gaguino, libro dézimo, en el cual señala que fue su muerte en el mes de mayo, año de Cristo de mil y cuatrocientos y treinta y uno.

[17] El cardenal y arçobispo de Toledo, don fray Francisco Ximénez de Cisneros, fundador del Colegio de Alcalá de Henares en Castilla, rigiendo santamente su dignidad, sucedió /(219r)/ que, como tuviesse un hermano llamado Bernardo mal acondicionado y atrevido, aunque religioso, pidióle una vez que favoreciesse cierto pleito que le avían encargado, de que pretendía interesse. Y, no obstante el ruego del hermano, aunque le conocía por iracundo y vengativo, el cardenal favoreció a la parte contraria, que tenía justicia. Por lo cual el hermano, visto que no se hizo lo que quiso, aguardó a que el cardenal reposasse en su cama una siesta, entró donde estava y después de le aver dicho palabras atrevidas, echóle las manos al cuello, apretóle tanto que, pensando dexarle por muerto, se fue de allí. Vídole salir un page, y en la alteración que llevava en su rostro entendió que dexava hecho algún mal recaudo. Dio vozes, entraron al cardenal, y vieron que aún no estava muerto. Hiziéronsele algunos remedios, con que estuvo bueno, y aunque mandó que no pareciesse más el hermano en su presencia, no quiso que le fuesse hecho daño, y dixo que tenía por mejor el trance en que se avía visto, que dexar de administrar justicia. Dízelo el maestro Albar Gómez en el libro primero de los Hechos del mismo Cardenal Ximénez.

[18] Entre las cosas dignas de memoria que del rey don Henrique el Tercero, llamado el Enfermo, escrive su coronista Pero López de Ayala, fue una: Siendo -dize- el rey amigo de caça de codornizes, detúvose tanto un día que vino a comer muy tarde estando en Burgos, y por no hallar la comida guisada, reprehendió a sus criados. Respondióle el despensero que no tenía qué gastar, porque las libranças que sus mayordomos le davan no se podían cobrar, y que por esto aún | tenía él empeñadas sus prendas. Indignóse el rey don Henrique, diziendo qué cosa era que de setenta cuentos de renta que el rey de Castilla tenía no huviesse para su tabla. Y con esto, dize este historiador que el rey dio una ropa suya, de las que en su tiempo llamavan balandranes, al despensero, para que la empeñasse y truxesse dos espaldas de carnero, de las cuales, y de las codornizes que avía caçado, comió, siendo en la mesa servido del mismo despensero. Dissimuló el rey este caso hasta que, cierto que en la misma ciudad el arçobispo de Toledo, don Pedro de Tenorio, el duque de Benavente y otros grandes celebravan un combite, a el cual siendo de noche fue el rey emboçado y dissimulado, adonde oyó que tratavan de las rentas de sus estados y que con lo que el rey les dava cada uno era rey en el fausto, autoridad y gasto, sintió el rey de que se hiziessen reyes mucho, porque aunque era moço en la edad, su seso era de anciano, y assí dio orden cómo en el castillo donde estava aposentado entrasse mucha gente de guerra, y otro día embió a llamar a todos los grandes que avían estado en el combite, dando a entender que por estar doliente y avérsele agravado la enfermedad quería ordenar su testamento. Los grandes fueron y le estuvieron aguardando hasta medio día en la gran sala. En la cual el rey entró con una espada desnuda en su mano, y assentándose en su silla, preguntó al arçobispo de Toledo cuántos reyes avía conocido en Castilla. Turbóse el arçobispo, y todos los demás se atemorizaron de la pregunta del rey y de ver tanta gente de guerra como allí se apareció en la sala, que vinieron tras el mismo /(219v)/ rey. Respondió el arçobispo que a cuatro reyes avía conocido: al rey don Pedro, y a don Henrique, y don Juan, su padre, y a él. Hizo la misma pregunta a los otros, que cuántos avían ellos conocido, y ninguno passó de cinco, que era desde el rey don Alonso el onzeno, padre del rey don Pedro, su visagüelo, hasta él mismo. Prosiguió el rey con su plática, y dixo que cómo era possible que siendo él tan moço avía conocido más de veinte reyes, y ellos, viejos, huviessen conocido tan pocos. Ellos dezían que cómo aquello podía ser. Hablóles el rey claro, de que conocía más de veinte reyes porque cada uno de ellos lo era, y no él, pues le tenían tiranizadas sus rentas, de modo que les sobrava para hazer banquetes, tratándose como reyes, y él, que lo era de veras, le faltava la comida y no tenía qué comer. Prosiguió diziendo que pretendía hazer justicia dellos, pues le quitavan el reino, y que les quería allí degollar a todos. Y diziendo esto, entró en la sala mucha más gente de armas que estava en el castillo, y con ellos el verdugo de la corte, llamado Mateo Sánchez, con su cuchillo y sogas, y los demás aparejos para el degüello. Quedaron los presentes sin aliento, dándose ya por muertos, viéndose en manos de rey moço y enojado con razón. Mas el arçobispo de Toledo tuvo ánimo, que, prostrándose de rodillas delante del rey, propuso tales razones, que el rey (porque sólo esto pretendía) les otorgó las vidas con condición que le restituyessen sus fortalezas y rentas. Y assí los tuvo dos meses dentro del castillo, en el cual tiempo cobró dellos sobre ciento y cincuenta cuentos de maravedís, que pareció serle cargo, con sus fortalezas y villas. Y assí desempe- ñó | sus prendas y las de su despensero, y dio a todo el reino muestra de ser prudente y amigo de justicia. Refiérese en el Compendio Historial, en la Vida deste rey.

[19] Don Hernando de Avalos, marqués de Pescara, aviendo ganado a Génova por fuerça de armas en tiempo del emperador Carlos Quinto, salían los soldados embaraçados con el saco, particularemnte con caballos los que eran de a pie y infantería. Visto el desorden que esto causava, y que podría resultar daño en el exército, mandó pregonar que en cada compañía no huviesse más de cuatro caballos para el capitán y dos para el alférez, y si huviesse algún enfermo también pudiesse traer caballo, con una patenta suya firmada del médico y sellada con el sello del capitán. Oyendo el edicto un Vega Granadino, dixo con palabras arrogantes en presencia de algunos de su compañía que si él hallara hombres de su ánimo y esfuerço, hiziera que no fuera menester patenta para soldados, que por aver derramado su sangre valerosamente merecían ser llevados en carros triunfales. Dio ocasión con estas palabras de levantarse algún motín. Súpolo el marqués, propuso el caso delante de otros capitanes y aconsejáronle que disimulasse, por no dar ocasión a más desorden. Y aunque vido que tenía esto algún color, mas determinóse a castigar aquella insolencia por mostrar que el nombre de Magestad y de Imperio no estava sujeto a semejantes peligros. Y assí mandó llamar al Vega, avisando a un alguazil de lo que devía hazer en llegando. El Vega, recelándose, juntó un escuadrón de soldados, y encomendándoles su vida, todos bien apercebidos llegaron al /(220r)/ marqués. El cual le preguntó si avía él amotinado los soldados con sus palabras sobervias y arrogantes. Y en tanto que se escusava hizo de señas al alguazil, que le passó de vanda a vanda, y en el mismo punto arrancó el marqués su espada contra todos los otros y dio en ellos con tanta furia que, heridos algunos y atemorizados todos, fueron puestos en huida, y todo el campo quedó admirado del hecho. Tiene la guerra cosas por lícitas y justas que en la paz fueran injustas y hechos de tiranos, como fue otro caso que sucedió al mismo marqués, y cuéntalo su historiador en la Crónica que anda impressa suya, donde también está lo que se ha dicho. Y fue que en la guerra de Italia, a un soldado que por salir de su ordenança, y hizo un hierro notable, mandó que le cortassen una oreja, oído por el soldado, dixo que más quería que le matassen que sufrir tal deshonra. Visto por el marqués de Pescara lo que pedía, y considerando el delicto cometido, merecedor de muerte, dixo:
-Ora, concédesele a este soldado tan amigo de su honra lo que pide.
Y assí le mandó ahorcar. El soldado se quexava y da- va | bozes que le cortassen ambas orejas, y no le aprovechó, sino que le ahorcaron. También toca a este Discurso de Justicia la que hizo el mismo marqués de Pescara, don Hernando de Abalos, en el saco de Génova, de que ya se ha hecho mención, y lo refiere su historiador, y fue que yendo por la calle vido a un ginovés que representava nobleza en su persona y talle, el cual dava bozes pidiendo favor contra dos soldados que le deshonravan su muger. Oyéndolo el marqués, entró solo en la casa y vido que la arrastravan de los cabellos a aquella noble señora, porque no consentía en sus torpezas. Puso mano a la espada y passó con ella al uno. Huía el otro, mas alcançóle en la cabeça, que se la rompió. Y muertos ambos, y echados de una fenestra en la calle, no osó otro hazer más fuerça a muger alguna, cuanto más siendo noble. Estos exemplos son para advertir a soldados, que ni vayan contra el orden de la milicia cuando han de pelear, ni se desmanden en hazer excessos notables en el saquear, porque no les faltará un marqués de Pescara que castigue sus desórdenes. |

EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] En la provincia de Babilonia avía una ciudad llamada Neerda, rodeada del río Éufrates, en la cual vivían dos mancebos judíos llamados Asineo y Anileo, hermanos y huérfanos. Pusiéronse a aprender oficio de texedores. Sucedió que por ir tarde a texer un día les apaleó su maestro, de que recibieron tanto enojo que, tomando las armas que hallaron a mano, passaron a una isla que se haze en medio del mismo río Éufrates, fértil para crías de ganado, y allí labraron una casa | fuerte, de donde salían acompañados de muchos perdularios que se les avían juntado y compelían a los labradores de la isla a que los pechassen o los matavan. El governador que tenía el rey de los partos en Babilonia fue con buen exército contra ellos, mas bolvió destroçado y huyó con vergüença. Y como cada día creciessen en número y en robos, hizieron tales y tantas cosas de valientes, que Artabano, rey de los partos, desseó tenerlos en su servicio. /(220v)/ Y embiándoles ruegos y seguro para que le fuessen a ver, Anileo, el menor de días, lo hizo, y el rey le regaló y dio algunas joyas, por donde ambos juntos le visitaron, y Artabano quedó admirado de que un moço como Asineo, de vil y poca presencia, huviesse hecho las valentías que le contavan. Despidiólos con muchas dádivas, y en su amistad. Vivieron en grande prosperidad quinze años, muy estimados de todos, hasta que se dieron a vicios y torpezas. Y entre otras cosas mal hechas que hizieron, fue una que, sabiendo Anileo que la muger de un nuevo governador de Babilonia era alabada altamente de hermosa, dio repentinamente sobre él, y matándole la llevó consigo y tuvo por amigo. El cual, sabiendo que su hermano Asineo se la quería quitar y bolver a Babilonia a su gente, le mató con ponçoña. Quedó Anileo señor de todo, y destruía la tierra, y por le castigar fue contra el Mitrídates, hierno del rey Artabano de los partos, que era governador de Babilonia, mas vencido y preso fue traído sobre un jumento a la vergüença y después le soltó Anileo, hecho su amigo. Mitrídates bolvió a su muger y hija del rey, y ella le amenaçó con divorcio si no se vengava. Tornó contra Anileo, y con favor de los naturales de Neerda, que usaron de traición, le mató con todos los que le seguían. Escrive esto Josefo, libro octavo de sus Antigüedades, capítulo 12.

[2] Zeleuco, rey de los locrenses, regía el reino con leyes justas, sin agraviar a alguno ni permitir que la justicia fuesse violada. Sucedió que un hijo suyo cometió adulterio y siéndole provado, tenía pena por ley del reino que le fuessen sacados los ojos. El padre mandó que la ley se executasse. La | ciudad y el pueblo lo contradixo, assí por el amor que tenían al padre, como porque aviendo de ser aquél, muerto el padre, su rey, no le querían ciego. Vencido el viejo de los ruegos del pueblo y forçado de la ley, dio un medio, y fue que le sacassen un ojo al hijo y a él otro, y primero fue él a quien se sacó el ojo que el hijo. En este hecho se mostró Zeleuco piadoso padre y recto juez. Es de Valerio Máximo, libro sexto.

[3] Trayendo los atenienses guerra con Sigeo, dieron la corona y cetro del reino a Pitaco Mitileno, valeroso hombre. El cual truxo la guerra a buen puerto, y concluida, como se les hiziesse de mal aviendo sido aquella república señoría libre verse con rey que los sujetava, entendido por él y que ya no era necessario su mando, libremente dexó el cetro y corona. Dávanle parte de un campo y no le quiso recebir, por no afear la heroica obra de aver dexado el reino, pareciendo que ya llevava algún premio, sino que se entendiesse que el ser justo le obligava a semejante obra. Es de Valerio Máximo, libro sexto.

[4] Antíoco Tercero, rey de Siria, escrivió a todas las ciudades de su reino que si algún mandato suyo les fuesse notificado y hallassen que era contrario a lo que las leyes de su reino disponían, que entendiessen que ignorantemente le avía dado, y que por consiguiente no le obedeciessen. Refiérelo el Eborense.

[5] Artaxerxes Longimano, rey de Persia, viéndose importunar de Satibarses, su camarero y muy privado, sobre una cosa que condescendiendo el rey con ella hazía obra injusta, sabiendo que le davan treinta mil daríos, que eran monedas del reino, llamó a /(221r)/ su tesorero y mandó que le diesse aquella cuantía, diziendo al Satibarses:
-No me han de empobrecer essos dineros, y si hago lo que pides seré injusto.
Es del Eborense.

[6] Siendo rey de los partos Artabano, y cansados de su govierno, rebeláronse contra él y echáronle de todo el reino, dando la corona a Cinamo. Y aunque éste los regía con mucha justicia, todavía algunos sospiravan por Artabano. Entendiólo Cinamo, escrivióle una carta llamándole. Salióle a recebir al camino, y viéndole cerca, descendió del cavallo en que iva, y puesto de rodillas en su presencia, teniendo la corona en sus manos, le dixo:
-Yo, Artabano, recebí de los partos esta corona, aviéndotela quitado a ti. Aora entendí que por ser tú su rey natural, te dessean. Aunque yo pudiera defenderla, viendo que te haría injusticia de no bolvértela siendo tuya, te la restituyo.
Dízelo el Eborense.

[7] Estando Alcibiades en Sicilia, embiáronle de Atenas a requerir que fuesse a responder a cierta demanda que le ponían en el Senado, y era sobre un crimen de muerte. No quiso ir, diziendo ser locura el que puede huir ir a juizio en que la vida está en peligro. Y diziéndole sus amigos:
-¿Y no confías de tu patria?
Respondió:
-Ni aun fiaré en tal caso de mi madre, porque sería possible por inadvertencia echar piedra negra por blanca.
Y oyendo dezir que le avían condenado a muerte los mismos atenienses, sus ciudadanos, dixo:
-Yo les haré que vean cómo estoy vivo.
Passó en Lacedemonia y movióles guerra que duró por muchos años, con grande daño suyo. El mismo Alcibiades, preguntando a un maestro de estudiantes si tenía la | Iliada de Homero, y respondiéndole que no tenía obra suya, le dio una bofetada, diziendo:
-Ésta mereces por ser necio y querer que tus discípulos lo sean no leyendo a Homero.
Es de Eliano, libro treze.

[8] Ibico, acometido de ladrones en un desierto, y queriéndole matar, vido un escuadrón de grúas bolar por lo alto. Levantó la boz, diziendo:
-Vosotras, grúas, vengad mi muerte.
Con esto le mataron, y quitándole la ropa, enterraron su cuerpo. Después, estando en la plaça de la ciudad donde avía vivido Ibico y era muy conocido, dixo el uno dellos, viendo passar una vanda de grúas:
-Veis allí los vengadores de Ibico.
No faltó quien oyó esta razón, y por causa que Ibico faltava días avía de su casa y no se sabía dél, oyendo que le nombravan éstos, sospechó mal, dio aviso, prendiéronlos, y atormentándolos confessaron el delicto, y fueron condenados a muerte. Es de Ludovico Brusón.

[9] Cambises, rey de Persia, visto que Sisanes, juez subdelegado suyo, avía pronunciado sentencia contra justicia en un negocio grave y de peso, y teniendo indicios que no era sola esta vez, sino que el interesse le hazía condenar al que devía absolver, y absolver al que devía condenar, mandóle matar, y muerto desollar, y del cuero aforrar la silla de la judicatura. Dio el oficio a un hijo del muerto, llamado Otanes, avisándole que mirasse donde se assentava, que fue dezirle:
-Mira que guardes justicia, si no quieres que de tu cuero se eche otro aforro a la silla en que estás assentado sobre el que tiene.
Dízelo Heródoto, libro quinto.

[10] Gulielmo de Peraldo, en su Suma de virtudes y vicios , escrive que /(221v)/ muriendo un padre dexó tres hijos, y declaró en su testamento que sólo uno dellos era suyo, y que aquél llevasse la herencia. No señaló cuál, y los tres fueron al rey de Escitia, en cuyo reino estavan, y cada uno alegava ser el hijo verdadero. Y como no huviesse claridad alguna, mandó el rey sacar el cuerpo del difunto del sepulcro, y atado a un árbol, pronunció por sentencia que le tirassen todos tres con arcos, y el que le hiriesse más cerca del coraçón fuesse tenido por hijo proprio y llevasse la herencia. Tiró el mayor en edad y hirióle en el cuello. Tiró el segundo y dexó clavada su flecha en el pecho. El menor dixo:
-No quiera Dios que yo sea cruel contra el cuerpo, aunque difunto, de mi padre. Por mejor tengo perder la herencia.
Y assí, disparó su arco por el aire. Lo cual visto del rey, juzgó ser éste el verdadero hijo y no los otros, y assí se le aplicó la herencia.

[11] Plutarco, en los Paralelos, dize que Epaminundas, capitán de los tebanos, mandó matar a su hijo por guardar justicia en la arte militar. Fue el caso que, aviéndole mandado que no diesse batalla a su enemigo hasta que él bolviesse, siéndole forçado ausentarse del real por algunos días, vido una buena ocasión el moço, dio la batalla y alcançó victoria. El padre, cuando bolvió y fue cierto de lo hecho, coronóle por vencimiento y cortóle la cabeça por inobediente.

[12] Valerio Máximo, en el libro segundo, dize que era costumbre de los lacedemonios y de los atenienses que los juezes que oían causas criminales y de muerte pronunciavan sentencia de noche, para que ni aun por ver los rostros tristes y llorosos de los acusados se moviessen a lástima y tor- ciessen | de la justicia.

[13] Menón, peleando contra Alexandre por la parte de Darío, rey de Persia, oyendo a uno de sus soldados dezir mal de Alexandre, con una lança que traía en la mano le atravessó, diziendo:
-Yo te doy pagas porque pelees, y no porque seas maldiciente.
Refiérelo Guido en el De exemplos.

[14] Alexandre Magno, en la última batalla en que venció al rey de los persas Darío, como prendiesse a Besus, el cual con ser deudo cercano del mismo Darío le avía muerto, saliendo huyendo de la batalla, preguntóle la razón de aquel hecho, y respondió que por hazerle a él servicio. De lo cual indignándose más Alexandre, diziendo que él no se pagava de traidores, le mandó atar de los pies a lo alto de dos árboles, haziéndolos juntar y bolver con su ímpetu a su natural, llevando cada uno la mitad del traidor consigo y muriendo muerte crudelíssima. Refiérese en la Vida de Alexandre.

[15] Tuvieron al principio los romanos guerra con los albanos sobre quién tendría el mando y señorío, y remitiéronlo a batalla de seis, tres de cada parte. Por Roma salieron los Horacios y por Albania los Curiacios. Vino el negocio a que murieron de los seis los cinco, quedó victorioso uno de los Horacios, y dio el señorío a Roma. Y al bolver a su casa vido una hermana suya que llorava porque le avían muerto al con quien estava con- certada /(222r)/ de casar, que era uno de los Curiacios. Viéndola llorar Horacio y sabiendo la ocasión de su lloro, la mató con la espada con que liberó a Roma. Y después fue libre desta muerte en el Senado, porque su proprio padre dio por bien muerta la hija, pues no se holgava del bien de su patria y llorava el daño particular. Es de Valerio Máximo, libro sexto.

[16] Egnacio Metelo, entrando en su casa vido a su muger con un jarro de vino a pechos. Tomó un garrote y del primer golpe la mató. Y probando aver sido la muerte porque la vido bever vino, no sólo le dexaron sin castigo, mas ni reprehensión le dieron en el Senado, porque les parecía que la muger que beve vino demasiado y sin tassa cierra la puerta a todas las virtudes y ábrelas a todos los vicios. Afírmalo Valerio Máximo, libro sexto.

[17] Cayo Vacieno se cortó los dedos de la mano siniestra por no ir a la guerra. Lo cual entendido por el Senado romano, le secrestaron su hazienda y echaron en cárcel perpetua. También es de Valerio Máximo, libro sexto.

[18] Cayo Sulpicio Galo y Quinto Antistio, y Publio Sempronio, senadores romanos, repudiaron a sus mugeres, descasáronse dellas, permitiéndolo assí aquella República, y los dos primeros hizieron esto por ocasión que las vieron fuera de casa descubiertos sus rostros, diziendo que la muger casada de sólo su marido ha de querer ser vista. Y el tercero, porque estando él ausente de Roma fue ella a ver unos juegos públicos. Es de Valerio Máximo, libro sexto.

[19] Tucia, virgen vestal, acusada de aver maculado su estado con incesto, tomó una criba o harnero en | sus manos y dixo:
-Si yo he guardado castidad y soy libre del crimen que me imponen, puede verse en que llevaré esta criba llena de agua desde el río Tiber hasta el templo de Vesta sin derramarse por los agujeros de la criba.
Y como lo dixo lo hizo, por lo cual fue dada por libre y tenida por muy honesta. Dízelo Valerio Máximo, libro octavo. Y adviértase que por pecados de los gentiles permitía Dios que favorecidos del demonio hiziessen tales obras, para que estuviessen más ciegos en semejantes idolatrías.

[20] Fue acusado Marco Aquilio que avía sido poco fiel en tratar el dinero de la República, y estando en peligro de ser condenado, teniendo a cargo su defensa Marco Antonio, orador, en presencia del Senado le hizo desnudar y mostró su pecho lleno de señales de heridas que avía recebido por defensa de la patria, y vistas por los juezes, conmovidos a piedad, le dieron por libre. Es de Baptista Fulgoso, libro octavo.
[21] Tenía campo el cónsul Camilo contra los faliscos y pensando ganar dél algún buen premio cierto maestro de niños, hijos de los contrarios, passeándose con ellos los truxo al real de los romanos, y estando allí, túvose por cierto que los padres por cobrar sus hijos dieran la ciudad y obediencia a los romanos. Mas, sabido el caso en el Senado, mandóse que el maestro, atadas las manos, fuesse entregado a los rapazes y que ellos con varas le fuessen hiriendo hasta llegar a sus casas. Con este acto de justicia los faliscos se convencieron y dieron las puertas abiertas de la fuerça al cónsul, de manera que más se dexaron vencer por la buena obra que dellos /(222v)/ recibieron, que de las armas con que los persiguieron. Es de Valerio Máximo, libro quinto.

[22] Timocares Ambraciense prometió al cónsul Fabricio de matar al rey Pirro, grande perseguidor de romanos, por medio de veneno que le daría un hijo suyo, el cual le servía la copa. Fue el negocio al Senado y escriviéronle al Pirro avisándole que se guardasse no le fuesse dado veneno en la bevida, porque no les parecía honesto que Roma, edificada por Rómulo, hijo de Marte, se defendiesse con veneno y no con armas. Túvose aviso de que el nombre de Timocares se callasse, y con esto se cumplió con la equidad de apercebir al enemigo se guardasse de traición, y no perdiesse el que mostrándoseles amigo quería probarlo con obras. Es de Valerio Máximo, libro quinto.

[23] Traían enemistades de muerte Lucio Craso y Cneo Garbo. Vino un día al Craso cierto esclavo del Carbo con un libro de memoria del mismo Carbo, con el cual se le podía hazer mucho mal, y assí pedía el esclavo que le fuesse remunerado este servicio. Y lo que hizo Craso fue cargarle de prisiones, y sin leer el libro, ligado a su pecho le hizo llevar a la presencia de Carbo. Tanta fuerça tiene la justicia que aun entre enemigos no la pierde. Es de Valerio Máximo, libro quinto.

[24] Puso demanda al Senado Tulio Hostilio Mancino, el cual tenía oficio de edil (que era de mucha estima en Roma), contra Manilia, muger de ruin fama, porque le avía tirado de noche passando por su puerta una pedrada y le dexó bien descalabrado. Ella dio su desculpa diziendo: |
-Mancino después de cena, por ventura aviendo bevido más de lo justo fue a mi casa. Quiso entrar y porque no le admití procuró derribar las puertas para entrar y hazerme fuerça. Como esto vi, ayudándome de mis criados arroxámosle de allí a pedradas.
Oído esto por los jueces, forçados de razón y justicia, aunque el demandante era hombre de valor y la acusada muger de ruin vida, a ella le dieron por libre y a él le dieron una buena fraterna, poniéndole perpetuo silencio. Es de Fulgoso, libro sexto.

[25] Quinto Mucio Escébola, tribuno del pueblo romano, estando cierto que otros nueve insignes romanos que tenían el mismo oficio de tribunos que él tratavan con Espurio Casio de levantarse con la ciudad, llevó gente y puso fuego a la casa, quemándolos a todos en ella. Atreviéndose él solo a castigar con tanta severidad a nueve tribunos, no pareciendo possible que todos nueve contra uno hizieran cosa semejante. Dízelo Valerio Máximo en el título de Severidad.

[26] Tito Manlio Torcuato siendo criado cónsul no lo aceptó, diziendo que ni él podría sufrir los vicios del pueblo, ni el pueblo su modo de proceder en guardar justicia. Es de Valerio Máximo.

[27] Teniendo el Imperio de Roma Augusto César, cometió cierto delicto un grande amigo suyo, el cual se llamava Nonio Asprenate. Avía de ser juzgado en el Senado, y estando él presente podía darle por libre, en lo cual agraviava a la justicia, y condenándole, mostrávase cruel al amigo. Quiso no hallarse presente, mas porque no le fue possible, tuvo este modo, que llegando a tratarse el caso del /(223r)/ Nonio, dexó a los senadores y juezes que conforme a justicia lo tratassen y sentenciassen, sin hablar él palabra, y con el callar satisfizo a la justicia y con el estar presente oyendo lo que allí passava, satisfizo también a la amistad. Advirtiólo el Eborense, título de Justicia.

[28] Proveyó el emperador Vespasiano cierta prefectura a un mancebo romano. Vínole a dar las gracias, y llegando a él sintió el emperador que dava de sí un olor grande, y con mucho enojo, le desvió, diziendo:
-Más quisiera que olieras a ajos.
Y con esto le revocó la merced. Declarando por este exemplo que los olores y perfumes son de gente afeminada, y por lo mismo indignos de govierno. Es del Eborense.

[29] Aureliano Emperador, porque un soldado hizo fuerça a su huéspeda, le mandó atar de los pies a dos árboles reclinados, y dexarlos bolver con ímpetu a su natural, haziéndole pedaços con grandíssimo tormento. También lo dize el Eborense.

[30] Por la muerte de Domiciano Emperador, fue electo Nerva Coceyo, y lo primero que hizo viéndose con el mando fue, que sabiendo de muchos criados de romanos nobles que por cierta ley estavan apoderados de sus haziendas, aviéndolos acusado de un crimen que disponía que quien le cometiesse perdiesse su hazienda y fuesse del denunciador, viendo la maldad destos que con sus señores fueron ingratos y pérfidos, mandólos matar, | para que con este acto de justicia escarmentassen otros de cometer semejante delicto. Dízelo el Eborense, título de Justicia.

[31] Rebeláronse contra el emperador Maximino los asdroenos y eligieron emperador a uno llamado Tito, del cual era grande amigo un macedonio, y aunque al principio le ayudó a sustentar la tiranía, después traidoramente le mató y llevó la cabeça a Maximino. El cual, en presencia del Senado, le agradeció lo hecho, y le hizo una Laudatoria como a defensor del estado y imperio, y destruidor de tiranos. El remate que tuvo la oración y loa fue mandarle cortar la cabeça, por la traición que hizo en cortarla él a su amigo. Es del Eborense.

[32] Puso cerco el emperador Aureliano en Asia a la ciudad Tiana, y no pudiendo ganarla, ofrecióse de darle entrada en ella Heracleón, ciudadano della, hombre rico y poderoso. Hízose el trato, y lo primero que mandó el emperador estando dentro fue matar a Heracleón por traidor a su patria, y porque no se sospechasse que lo avía hecho por sus riquezas, con toda fidelidad mandó que la huviessen sus hijos. Escrivió el caso el mismo emperador Aureliano a Manlio Chilón, y dixo que no era possible que tuviesse amor a traidores, ni guardaría ley a quien no la guardasse a su patria. Es assí mismo del Eborense, título de Justicia.

Fin del Discurso de Justicia e Injusticia. |