DISCURSO CINCUENTA Y CUATRO. DE MUERTE


El Eclesiástico, en el capítulo séptimo, dize: «Acuérdate en todas tus obras de tus postreros días, y nunca pecarás». No será disconveniente traer a la memoria la que tuvieron los santos y siervos de Dios de la muerte, y lo que a ellos y a otras personas diversas les sucedió en semejante trance, para de todo sacar exemplo y aviso de cómo nos devemos disponer en tal passo, de modo que no nos halle la muerte desapercebidos, y assí no sólo el vivir, sino el morir, aprendamos con sus exemplos.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] En el Génesis, capítulo veinte y tres, se dize de Abraham que compró un campo de Efrón Eteo, en que estava una cueva con dos apartados, | donde él se enterró, y después Isaac, su hijo, y al cabo, Jacob, su nieto, con sus mugeres Sara, Rebeca y Lía. Los varones estavan en un seno, como dize Nicolao de Lira, y las mugeres en el otro, de lo cual se puede sacar exemplo del recato con que deven tratar hombres y mugeres, estando con vida en el Mundo, pues estos santos Patriarcas, con estar muertos sus cuerpos, hazen esta división.

[2] De Moisés se dize en el capítulo catorze del Deuteronomio que murió y fue sepultado en un valle en tierra de Moab, y no se descubrió su sepulcro, ni se supo donde estava, hasta el presente día. Y es dezir, que aún hasta oy no se ha descubierto. Y de que persona tan eminente por la comunicación que tenía con Dios, y estimación con su pueblo, se enterrasse en valle, denota que cuanto uno es mayor, más se deve humillar, especialmente en la muerte, que haze igual /(330r)/ al siervo con el Señor, al pobre con el rico, al que sabe poco con el que sabe mucho; a todos los lleva por un rasero. Y el dezir que no se sabe de su sepulcro, es para consuelo de los que no tienen en sus sepulcros mármoles labrados con epitafios y letreros que señalan sus nombres y apellidos, con los cargos y dignidades que tuvieron, para que otros los conozcan muertos, como a la verdad, algunos dellos no se conocieron a sí mismos viviendo, procurando más la gloria vana que la virtud. Refiérelo Marulo, libro quinto.

[3] Del santo varón y amigo de Dios, Tobías, se dize en el capítulo cuarto de su Libro que, estando cercano a la muerte a su parecer, dio algunos santos documentos a su hijo, para que, hablando con uno, todos lo tomen para sí:
-Honra -dize- a Dios; reverencia a tus padres; da limosna; apártate de vicios; paga liberalmente tus deudas; a ninguno tratarás de la manera que tú no querrías ser tratado; aprovéchate de los consejos de los sabios; bendize siempre a Dios y pídele que guíe tus caminos.
Esto se dize más a la larga en aquel Libro. Abréviase aquí, y pónese para que los padres aprendan a dar semejantes preceptos a sus hijos, y no se fatiguen mucho si no pueden dexarles muchas riquezas.

[4] Job, santo Patriarca, venció con paciencia todas sus adversidades y trabajos, considerando que se avían de acabar presto, pues su vida, a su parecer, no podía durar mucho. Y assí dezía en el capítulo catorze: «Breves son los días del hombre. Mi espíritu se enflaqueze, y mis días se abrevian. No me queda qué esperar, sino la sepultura. Esto sé, que tengo de parar en muer- te, | que es cosa propria y señalada a todos los que viven. El hombre nace de muger, vive poco tiempo, y esso, lleno de miserias». David, en el Salmo treinta y ocho , dezía: «Dame, Señor, que yo entienda el número de mis días, para que vea lo que me falta. A mis días pusiste número cierto. El hombre, para tu imagen, es como cosa imaginada, y de balde se fatiga por ser y valer; atesora riquezas y no sabe para quién». Salomón, su hijo, en el Eclesiastés , capítulo primero, dize que este Mundo es vanidad de vanidades, por razón de acabarse su autoridad y fausto con la muerte.

[5] En el sepulcro donde estava sepultado el profeta Eliseo, echando el cuerpo de un defunto, resuscitó, y de aquí se infiere que deven ser tenidas en mucho las reliquias de los santos, reverenciadas y acatadas, pues ay en ellas tanta virtud, que juntándose a ellas, a las vezes resuscitan muertos. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo treze.

[6] El santo rey Ezequías, estando enfermo, recibió un recaudo de parte de Dios que le hazía cierto de su muerte. Oído por él, lloró y hizo oración a Dios, y por su magestad le fueron añadidos quinze años de vida, tornando otro recaudo del mismo Señor, que le dixo: «Oí tu oración, vi tus lágrimas, y quiero sanarte; y al tercero día subirás al templo, con quinze años más de vida». De donde somos enseñados que tenemos grande necessidad de oración y lágrimas cuando llegare la muerte, para que, alcançando entero perdón de los pecados, nos sean añadidos años de vida, y no los que se han de acabar, sino los que durarán con la Eternidad. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo veinte. /(330v)/

[7] Fuente es, y origen de toda virtud, Jesucristo, Nuestro Señor, el cual, viviendo, nos enseñó cómo avemos de vivir, y muriendo, cómo devemos morir. Murió por darnos vida y enseñarnos que no rehusemos de morir, si fuere necessario, por la vida de las almas de nuestros próximos. Rogó por sus enemigos para que perdonemos a los que nos ofenden. Encomendó al Padre su alma, porque muriendo encomendemos a Dios la nuestra, aviéndola recebido dél. Quiso ser sepultado en ageno sepulcro, para que no nos aflijamos mucho si no tuviéremos sepultura propria. Fue embuelto en sábana limpia y ungido con ungüentos olorosos, para demostrar que salen felizmente del Mundo los que llevan pureza de coraçón y ungüentos olorosos de virtudes. Resuscitó al tercero día, y subió a los Cielos a los cua- renta, | para que tengamos fe de que nosotros también resuscitaremos, y que subiremos al Cielo, si fuéremos hallados tales a la fin, cuales por su exemplo nos enseñó que devíamos ser.

[8] Los Apóstoles y mártires, muriendo por la justicia, por la verdad y por Cristo, afirmavan ser prestantíssimo género de muerte, como ellos lo provaron, y aunque no a todos los cristianos les sucede esto, mas deven tener un propósito firme, que si les cayere la suerte, padecerán lo mismo de buena gana, diziendo con el Apóstol San Pablo, y se refiere en el Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo veinte y uno: «No sólo ser preso, sino morir en Jerusalem por el nombre de mi Señor Jesucristo, lo tendré a buena dicha».

Lo dicho se colige de la Divina Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] El autor del libro llamado Fasciculus temporum , poco después del principio, hablando de Matusalem, dize que siendo de quinientos y cinco años, le dixo el Señor:
-Edifica casa en que vivas, que te quedan casi otros quinientos años de vida.
Y respondió:
-Para tan poco tiempo, no quiero, Señor, ponerme en esse cuidado de edificar casa, que debaxo de árboles y en cuevas passaré, como hasta aquí he hecho.

[2] San Juan Damasceno, en un Sermón del Tránsito de la Virgen , dize que estando cercana a él esta Señora, tuvo dél revelación, trayéndole la nueva el ángel San Gabriel. Ella la oyó y recibió grande contento, por esperar presto ver a su querido Hijo. San Dionisio, en el Libro de los Nombres Divinos, capítulo 3, dize que, pidiéndolo la mis- ma | Virgen, se hallaron presentes a su tránsito los Apóstoles, porque quiso el Señor, que avía puesto por uno de sus Diez Mandamientos el de honrar a los padres, honrar a la Virgen Benditíssima, su Madre, al tiempo de su muerte, ordenando como todos los Apóstoles, que andavan divididos por el Mundo predicando su Evangelio, se hallassen presentes a ella, viniendo en tiempo brevíssimo por ministerio de ángeles, o por medio ordinario, como otras vezes acostumbravan de venir a Jerusalem a verse y comunicarse unos con otros, y tomar refrezco del Cielo con la vista y trato de la Madre de Dios. También dize el Damasceno que baxaron almas de muchos Patriarcas y millares de ángeles. Y esto es certíssimo, pues dize San Lucas que baxaron algunos dellos a llevar al seno de Abraham la alma del men- digo /(331r)/ Lázaro; razón era que baxassen millares dellos a acompañar a la Virgen, entrando en el Cielo en cuerpo y alma. Nizéforo Calixto, libro segundo, capítulo veinte y uno, dize que mandó a San Juan Evangelista que diesse dos túnicas o sayas que tenía a dos biudas vezinas suyas, por benevolencia, aviendo recebido dellas obras de caridad, que fue como un hazer testamento de su hazienda, y la que era Reina del Cielo no se halló a esta hora con otras riquezas y preseas en el suelo. Juvenal, arçobispo de Jerusalem, dize que al tiempo que la Sagrada Virgen espiró, se oyeron cantos de ángeles, y que se prosiguió la música y melodía hasta que el cuerpo santo fue llevado por los Apóstoles, que también cantavan con bozes acompañadas de lágrimas y sospiros, a Getsemaní, y allí puesto en un sepulcro. Ni por estar el santo cuerpo sepultado cessó la angelical melodía, antes se oyeron cantar himnos celestiales por tres días continuos, y passados éstos, no se oyó más. Y porque llegando a esta sazón el Apóstol Santo Tomé, y pedir a los demás Apóstoles se abriesse el sepulcro para ver y reverenciar el santo cuerpo, concediendo con su petición, abrióse el sepulcro, y no pareció el cuerpo santo. Estavan allí los lienços en que fue embuelto, y salía un olor suavíssimo y de gran recreo, y otra cosa alguna no fue vista. Quedaron los Apóstoles admirados de ver semejante acaescimiento, y vinieron a este parecer todos, y afirmaron que el Señor, que avía tomado carne della y héchose hombre en sus entrañas, quiso prevenirla, resuscitándola antes de la Universal Resurrección, y trasladarla en cuerpo y alma a los Cielos. |

[3] El Evangelista San Juan, siendo de noventa y nueve años, tuvo revelación de su muerte. Llamó a sus discípulos, subiólos a un monte en el cual estava una iglesia, dedicada y hecha en el nombre del mismo Evangelista San Juan aún siendo vivo, y se conservó hasta en tiempo del Metafraste, que escrive esto, y él dize averla visto; allí mandó que le abriessen una sepultura. Quitóse algunas de sus ropas y su calçado, y entró vivo en ella, llorándole sus discípulos. Vino de lo alto un grande resplandor y claridad, que les cercó a la redonda. Quedaron los presentes como fuera de sí de espanto. Cuando tornaron en acuerdo, no vieron a San Juan, sino la sepultura cubierta de tierra, y que estava como bullendo, y echava de sí un licor maravilloso, con que muchos enfermos sanaron. Éste fue su tránsito, y afirman San Hierónimo y Beda que su muerte fue sin dolor, y su cuerpo, libre de corrupción, donde vienen a dezir Santo Tomás, Nizéforo, Pedro Damián Cardenal y otros autores graves, que en cuerpo y alma, después de aver sido muerto y resuscitado, subió a los Cielos.

[4] María Magdalena, entendiendo que se le acabava la vida, no quiso dexarla sin que primero recibiesse del obispo Maximino la Sagrada Comunión, y delante el altar se humilló en tierra y espiró. Su cuerpo quedó con grande fragancia y suavidad, la alma fue llevada al Cielo, y por los trabajos continuos que sufrió en Tierra, gozó de la felicidad y descanso perpetuo. Y la que le labó los pies a Cristo con lágrimas, aora en su presencia se goza sin fin. Es de su Vida, véase la Primera Parte del Flos Sanctorum. /(331v)/

[5] Santa Marta, su hermana, aviéndosele revelado el fin de su vida, un año antes padeció fiebres gravíssimas. Llegando la hora, mandó acender algunas luzes, y pidió a las monjas de su monasterio que estavan con ella que tuviessen oración, y a la media noche, las luzes se apagaron con un viento vehemente, y aparecieron diversas formas de demonios. Hizo oración la santa, y baxó del Cielo su hermana Santa María Magdalena, que hizo huir los demonios, acendió las luzes y consolóla. Apareciósele Jesucristo, y llamóla que se fuesse con él. Ella se hizo sacar a donde viesse el Cielo, y poner una Cruz cerca de sí, y que le leyessen la Passión según el Evangelista San Lucas. Y al tiempo que se dixo en ella: «En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu», dio su alma. De modo que no menos estava solícita por ir a Cristo, que lo andava cuando le hospedó en la Tierra. Refiérelo Marulo, libro quinto.

[6] Estando para morir San Hierónimo, hízose poner en la tierra y vestir el saco que traía de ordinario. Llamó a sus discípulos y exortólos al servicio de Dios. Recibió el Santíssimo Sacramento, poniéndose de rodillas y derramando muchas lágrimas con grande reverencia. Estendióse luego en la tierra, su rostro en el Cielo, levantadas las manos. Dixo luego el Cántico de Simeón, y acabado, resplandeció cerca dél una luz del Cielo. Algunos de los presentes vieron ángeles que le llamavan a la Bienaventurança, y con esto, la luz desapareció, y él dio su espíritu, quedando su cuerpo dando de sí olor suavíssimo, y en diversas partes se vieron testigos ciertos de su gloria. Nosotros imitemos su humildad en la muerte, pues no somos dignos de tan grande santidad en la vida. Es de Eusebio, y re- fiérelo | Marulo, libro quinto.

[7] Eusebio Cremonense, discípulo del mismo San Hierónimo, como viniesse a morir poco después de la muerte del glorioso Doctor, hizo los mismos actos de humildad, y llegada la hora, levantó la cabeça y mirava con los ojos espantados a una y otra parte, y con boz alterada y descompuesta, dixo:
-¡No haré tal, no haré tal! ¡Esso es mentira, mentís!
Con esto baxó la cabeça, y llegó su rostro a la tierra, como escondiéndose, y dava bozes temblando:
-¡Ayudadme, hermanos! ¡Ayudadme, no perezca!
Los que estavan presentes, tristes y temerosos, preguntávanle:
-¿Qué has padre? ¿Qué te temes?
Él respondió:
-¿Y no veis una caterva de demonios que se ha juntado aquí para mi daño? Y el que es más espantable que todos me provoca a que diga blasfemias y aprueve heregías, y su vista es de suerte que no oso mirarle.
Pusiéronse en oración los presentes, y huyeron los demonios. Apareciósele el bienaventurado San Hierónimo, y esforçóle a no tener temor. Eusebio se consoló tanto y se recreo con su vista, que con quietud grande dio su alma. Ninguno, porque vea descomponerse o mos trarse congoxado al que muere, juzgue siniestramente, pues Eusebio Cremonense, varón de grandes prendas, se vido en tal aprieto, que se juzgara por mucho mal si no se declarara todo el hecho. Dízelo San Augustín en la Epístola dozientas y seis, capítulo tercero.

[8] A San Pablo, primer ermitaño, vido San Antonio Abad que espiró, estando su cuerpo de la manera que le tenía cuando orava. Y el mismo abad San Antonio, de sí mismo /(332r)/ declaró mucho antes el día que murió. Y llegada la hora, dio a algunos de sus monges que estavan con él muchas amonestaciones, y mandóles que le enterrassen donde nadie supiesse el lugar cierto, por no ser reverenciado de los hombres, queriendo en la muerte guardar la humildad de que tanto se preció en la vida. Refiérelo Marulo, libro quinto.

[9] Hilarión Abad escrivió a su discípulo Hesiquio Monge una carta como testamento, en que le dexava todas sus riquezas, que eran un libro de los Evangelios, su túnica, su cugulla de saco o sayal, y su capa. Y como se juntassen a su muerte algunos monges, mandóles que en siendo muerto, ni un punto le detuviessen sin sepultar, sino que luego le cubriessen de tierra. Y estando en lo último, abrió los ojos y dixo:
-¿Qué temes de salir, alma mía? Setenta años has servido al Señor, ¿y temes la muerte?
Y con estas palabras, espiró.
Sepultáronle luego, y fue primero la nueva a la ciudad de que estava sepultado, que muerto. Es de su Vida, capítulo diez y siete.

[10] Juan, anacoreta de Egipto, varón santíssimo y esclarecido con espíritu profético, viendo que se moría, por tres días estuvo sin dexarse ver de persona alguna, para mejor contemplar en Dios, a Quien se partía. Passados los tres días, poniéndose de rodillas, dio la alma. Es del De Vitis Patrum.

[11] Honofre, en un desierto de Egipto muy apartado hazía su vida, sin tratar con hombres. Gastáronsele los vestidos, y quedó desnudo. Fue visto de Pafuncio Abad, y declaróle su nombre y vida, y díxole que le avía Dios traído allí para que diesse sepultura a su cuerpo. Dio la alma, y vídola Pafuncio ser llevada de ángeles al Cielo, | quedando su cuerpo en la tierra, dando de sí un suavíssimo olor. Quiso sepultarle, y no tenía con qué cavar la tierra, mas llegaron dos leones, que con sus uñas hizieron la sepultura. Cubrió con su palio el cuerpo del santo, y púsole en la hoya, cubriéndole de tierra, y en sepultándole, su celda se hundió, y una palma que estava cerca fue arrancada de raíz, como dedignándose de servir a otro hombre, aviendo servido al que fue tan santo. Si a Honofre le fue tan magnífica la muerte, ¿qué tan gloriosa le será en el Cielo su vida? Es del De Vitis Patrum.

[12] San Ambrosio, arçobispo de Milán, ilustre en santidad y doctrina, llegándose su hora recibió la Sagrada Comunión, y luego estendió los braços y inclinó la cabeça, y orando en boz baxa, dio la alma, teniendo la figura para salir al encuentro a Cristo, que tuvo su Magestad cuando padeció por nosotros en la Cruz. Es de San Paulino, en su Vida.

[13] Estando el bienaventurado San Augustín enfermo de muerte con una grande fiebre, hizo que le escriviessen de letra grande los siete Salmos de la Penitencia , y que se los fixassen en la pared. Leíalos muchas vezes, y derramava copia de lágrimas. No dava lugar a que entrasse persona alguna en su aposento, sino el médico y Discóforo, criado suyo de poca edad, por no apartar la consideración de los bienes del Cielo que esperava gozar. Recibió la Sagrada Comunión, y dixo:
-Ninguno, por santo que sea, deve salir deste Mundo sin Confessión y Comunión. El no confessarse es arrogancia, y el no comulgar, inobediencia.
Con esto, dio su alma. Y dízelo Posidonio, en su Vida.

[14] San Benedicto Abad, viéndose cercano a la muerte, seis días antes /(332v)/ mandó que le abriessen la sepultura. Y llegando la hora, hízose llevar a un oratorio, y levantadas las manos al Cielo y encomendándose a Dios, rodeado de sus discípulos, dio la alma, el mismo día que antes avía señalado. Vieron unos monges de su Orden cierto camino o sendero que subía de la Tierra al Cielo, entapizado y adornado de luminarias como estrellas, y oyeron una boz que dixo que se aderezava para la subida al Cielo de San Benedicto. ¡Qué tal sería la gloria que iva a gozar, siendo tal el camino! Es de San Gregorio, libro segundo de sus Diálogos, capítulo treinta y siete.

[15] Adilón, abad cluniacense, estando enfermo vido al demonio en espantable figura, mas el poco caso que hizo dél, y lo poco que le temió, le echó de allí. Y con buen semblante y grande confiança esperó su hora, a quien el demonio no pudo espantar, ni la muerte pudo atemorizar. Dízelo Hugón Cluniacense.

[16] Como se llegasse la hora de su muerte a Probo, obispo de Reate, estando con él un moço de poca edad, vido entrar en aquel aposento dos venerable varones vestidos de blanco, y los rostros resplandecientes. Quedó espantado y dava bozes, preguntándoles quién eran. Asossególe el santo obispo Probo, diziendo que eran San Juvenal y San Eleuterio, mártires de Cristo. No se detuvo allí, sino fue por la casa dando cuenta de lo que avía visto, y viniendo con él al aposento otros criados y gente, hallaron que el obispo avía espirado, sin estar allí otra persona, y no dudaron sino que avía ido a gozar de los Bienes Eternos con aquellos dos santos. Digno de compañía de mártires, quien padeció enfermedad muy penosa con grande pacien- cia. | Es de San Gregorio, en el libro cuarto de sus Diálogos, capítulo diez y nueve.

[17] Viniendo a visitar al abad Estéfano, varón de santa vida, estando cercano a la muerte, ciertas personas, y entrando en su aposento, salieron con grande temor. Y fue el caso que algunos dellos vieron entrar ángeles resplandecientes, y que se llegavan al enfermo. Los que los vieron, huyeron, y los que no los vieron, de ver a los otros huir, también les hizieron compañía. Y aviéndose apaciguado, bolvieron al aposento y hallaron difunto al santo abad. Es de San Gregorio, libro cuarto de los Diálogos, capítulo diez y nueve.

[18] Antonio, monge en el monasterio de San Gregorio en Roma, oyó un día cierta boz, que le dixo:
-Aparéjate, que as de caminar, que el Señor lo manda.
Respondió:
-No sé cómo camine, que me falta provisión.
Replicó la boz que si temía sus pecados, entendiesse que ya le eran perdonados.
Quedó el monge confuso, no entendiendo el fin de aquellas razones. Y la siguiente noche, estando durmiendo le dieron el mismo aviso, y entendió que le hablavan de la muerte. Y al quinto día le dio una fiebre mortal, y dio su alma tan dichosa como alegremente. Es del mismo libro de San Gregorio, capítulo cuarenta y siete.

[19] Merulo, monge en el mismo monasterio, adornado de vida santíssima, vido en sueños una guirnalda de flores odoríferas y muy hermosas, que baxava del Cielo y se le ponía en la cabeça. Diole luego una grave enfermedad, y con singular alegría espiró. Passados quinze años, abriéndose el sepulcro por mandado de Pedro Abad, salió dél un suavíssimo olor, y desto se /(333r)/ entendió la verdad de su sueño. El que quisiere morir tan felizmente como murió Merulo, deve vivir como él vivió. No puede ser mala la muerte de quien fue la vida buena y santa. Es del mismo San Gregorio.

[20] Ursino, presbítero de Nursia, estando a la muerte despidió estas palabras:
-A muy buen tiempo venistes, señores míos, y hágoos gracias porque me avéis hecho dignos de vuestra vista, siendo yo siervo vuestro.
Luego, como si fuera llamado por ellos, dixo:
-Ya voy, ya voy.
Y siendo preguntado qué veía y con quién hablava, respondió:
-¿Cómo? ¿Y no véis a los Apóstoles San Pedro y San Pablo, que entraron aquí aora?
Y como tornasse a dezir que ya iva, dio la alma. Esto suele acaescer a los que vivieron piadosamente, que en la hora de la muerte veen algunos santos con quien tuvieron devoción en la vida, para quitarles el temor de la muerte eterna, y siendo con tal visita consolados, no sientan demasiado las algaxas de la partida. Es del mismo libro, capítulo onze.

[21] Serbulo, paralítico, cuando dava los postreros bostezos, estando rezando salmos allí con algunos religiosos y él ayudándoles como podía, dixo:
-¡Callad, callad! ¿No oís los cánticos dulces que resuenan en el Cielo?
Y como levantasse los ojos y estuviesse atentíssimo a lo que dezía que oía, acabó la vida. Y el cuerpo, entretanto que le davan sepultura, dio de sí suavíssima fragancia. ¡Oh dichoso y desseado fin! Al cual concurrieron dos señales certíssimas de su Bienaventurança: en el Cielo, música de ángeles, y en el suelo, olor suavíssima. Es también de San Gregorio, capítulo catorze del mismo libro cuarto de sus Diálogos.

[22] A Trasila, tía de San Gregorio, | estando durmiendo se le apareció San Félix Papa, que le mostró una silla de grande riqueza y resplandor, y díxole:
-Ven, que esta silla es tuya.
Otro día cayó enferma, y llegando a lo último vido a Cristo, y a los que estavan presentes, dixo:
-Apartáos, apartáos, dad lugar, que viene mi Señor Jesucristo.
Y assí, con ansia grande de irse con el que veía, espiró. Y siguióse un olor tan maravilloso, que hizo grande fe de aver estado allí el Salvador, y que se fue con Él. Dízelo assí mismo San Gregorio, libro cuarto de los Diálogos , capítulo diez y seis. Podemos dezir desta santa muger que no temió la muerte por ver al que la destruyó.

[23] María Egipcíaca, aviendo recebido la Sagrada Comunión de mano del sacerdote Zozimas, recogiéndose al desierto, espiró. Y hallando allí su cuerpo difunto, Zozimas vido escrito en la tierra: «Da sepultura, o Zozimas, al cuerpo de María, y cubre la tierra en la tierra, y ruega por mí». Vino un león que cabó la sepultura donde fue sepultada. Es del De Vitis Patrum.

[24] Cercano estava a la muerte el bienaventurado San Martín, y viéndose rodeado de sus discípulos, y que le lloravan, dixo:
-Ni temo el morir, porque soy siervo de un piadosíssimo Señor, ni recuso el vivir, si os soy a vosotros, hijos míos, de provecho.
Estava recostado sobre un cilicio y ceniza, y dezía que era propria cama aquélla para morir el cristiano. Levantava las manos al Cielo y hazía oración. Vido al demonio, mas fue su alma, luego que se apartó del cuerpo, llevada de ángeles, cuya música fue de muchos oída. Subió tan glorioso a la inmortalidad, cuanto humilmente acabó su vida mortal. Es de Severo Sulpicio en su Vida, cerca del fin. /(333v)/

[25] Cutberto, primero monge y después obispo, tuvo revelación de su muerte, que sería desde a un año. Descubriólo a un grande amigo suyo sacerdote, llamado Herbeto, el cual no queriendo apartarse del amigo ni en la muerte, rogóle que pidiesse a Dios le acompañasse en aquella jornada. Ambos lo pidieron a Dios, y fuele concedido al obispo, el cual habló con el sacerdote, y díxole:
-Herbeto, el Señor ha cumplido tu desseo. Aparéjate, porque comigo as de morir.
Y fue assí, que cumpliéndose el año, aunque estavan en diversos lugares, el mismo día señalado murieron ambos, y sus almas juntas subieron al Cielo. Grande caridad, dessear morir con el amigo, y mayor felicidad, de alcançar lo que se dessea. Dízelo Beda en su Historia, libro cuarto, capítulo veinte y nueve.

[26] El mismo Venerable Beda Presbítero, rebelándoselo el Señor, entendió que al quincuagésimo día moriría. Cumplióse el término el día de la Ascensión. Assistía a las Vísperas en su coro, con su convento, y sin enfermedad, sino estando en su silla, en pie, sustentado con sus cobdos. Como se acabaron las Vísperas, se le acabó la vida. Y sintióse un olor suavíssimo, y fue testimonio que en el día en que Cristo subió a los Cielos, dexando Beda la Tierra, fue a ser morador en la Gloria. Refiérelo Marulo, libro quinto.

[27] San Paulino, obispo de Nola, el aposento en que estava al tiempo que espiró se estremeció con grande ruido, de suerte que puso temor a los presentes, y presumióse ser la ocasión el baxar muchos espíritus celestiales para recebir la alma del difunto. Digno de tal acompañamiento en la muerte, el que en vida todo lo que posseía dava | a pobres, y faltándole que dar, se dio a sí por esclavo, redimiendo el hijo de una viuda. Con razón se goza aora entre ángeles, el que tanto amó a los hombres. Es de San Gregorio, en el libro tercero de sus Diálogos, capítulo primero.

[28] Germano, obispo parisiense, tenía escrito sobre su lecho: «Al quinto de las calendas de junio» (que es dezir, en veinte y ocho días de mayo). Nadie sabía el misterio desta escritura, hasta que el mismo día murió. ¿Qué es esto, sino que son dignos de saber el día de su muerte los que están siempre aparejados para morir? Es de Fortunato, y refiérelo Surio, tomo tercero.

[29] San Amador, obispo antisiodorense, que siendo primero casado conservó virginidad, tuvo revelación del día de su muerte, y llegado aquél, fuese a la iglesia; assentóse en su silla, hizo un maravilloso sermón al pueblo, y acabóle con su vida. Vídose levantar de su cuerpo una paloma, que boló en alto, y fue señal de su puridad virginal y del merecimiento de su santidad. Es de la Vida de San Germán.

[30] A Ivón Presbítero, siéndole revelada su muerte estando enfermo, no dexó sus ayunos y abstinencias, recibió el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, y estando sus ojos fixos todo el día y la noche en la imagen de un Crucifixo, orando, al esclarecer de otro día dio la alma. Porque meditava los tormentos y muerte del Salvador con grande ternura y regalo, mereció que a la hora de su Santa Resurrección le viesse assentado a la diestra del Padre y le gozasse eternamente. Es de Surio, tomo tercero.

[31] Hombrebueno Cremonense, claro en santidad, estando oyendo Missa de rodillas, espiró, y nadie de los que /(334r)/ estavan presentes juzgaran dél que estava muerto, hasta que, leyéndose el Evangelio, como él no se levantasse en pie, llegaron a él y viéronle difunto. ¡Oh dichoso varón, que tuvo por testigos de su Bienaventurança el lugar, el tiempo, la postura, a lo cual puede añadirse muchos milagros que hizo de enfermos y endemoniados, que llegaron con devoción a visitar sus santas reliquias y quedaron sanos! Refiérelo Marulo, libro quinto.

[32] San Juan Elemosinario, Patriarca de Alexandría, para acordarse siempre de la muerte, mandó començar a labrar un sepulcro. Dexó la obra començada, y dio cargo a uno de los oficiales que tuviesse cuidado de venir a dezirle los días de fiesta, en especial cuando estava comiendo y tenía combidados:
-Mirad, señor, que vuestra sepultura no se acaba; mandad que se acabe, que no sabéis cuando la abréis menester.
Quien tanta memoria tenía de la muerte, vino bien que la tuviesse tan santa como la tuvo. Es de Simeón Metafraste.

[33] San Babonio, del linaje de los reyes de Francia, primero casado, y muerta su muger, hízole sacerdote San Amando, obispo de Ganda, vivío en un desierto, y era su aposento lo hueco de una haya, y siendo seguido de muchos que desseavan imitar su santidad, fue a ser monge en un monasterio en Ganda, y el abad Floreberto, varón de santa vida, le recibió muy bien. Labróle una celda en lugar apartado del concurso del convento, donde vivía santamente, y passado algún tiempo, quiso morir al Mundo y sepultar su cuerpo en vida. Para lo cual hizo una cueva pequeña o sepultura, y alcançada licencia de San Amando y de su abad, señaló día, y venido, hizo que se jun- tasse | el clero, y con Cruz y encienso, y todo lo demás acostumbrado en los entierros, fue llevado y puesto en la sepultura; y esto sucedió en nueve días de noviembre del año de Cristo de seiscientos y veinte y nueve. Quedó allí el santo varón como en seguro puerto, con admiración de todo el mundo, y no faltando lágrimas de muchos, que le lloraron como si de veras fuera muerto. Su exercicio era meditar en Dios, hazer oración y derramar lágrimas. Comía al día medio pan, polvoreado con ceniza, y bevía un poco de agua, y dormía lo que era necessario para no morir, y esto sobre la tierra, reclinada su cabeça en una piedra. No le faltaron aquí luchas con el demonio, que visiblemente se le aparecía, y ya con torbellinos, ya con bozes y gritos, ya con fuegos infernales, parecía quererle allí acabar la vida, y hazíalo porque sacasse un pie del sepulcro, lo cual tuviera por insigne victoria, y nunca lo alcançó. Antes, llegándose al siervo de Dios su muerte, consolóle Dios con la presencia de un ángel, que en figura de paloma estuvo con él una noche, y dexó el sepulcro lleno de celestial olor y fragancia. Diole una grave enfermedad; hizo venir allí un sacerdote, grande amigo suyo, llamado Domlino, y comunicó con él su consciencia, confessándose y recibiendo los Divinos Sacramentos de Eucaristía y Extrema Unción. Llegó su hora, y vido innumerables ángeles, y con su vista se recreó grandemente. Despidióse de los monges y pueblo que estava presente; dixo luego en boz alta:
-Cristo viene, sal alma mía a recebirle.
Y con esto espiró. Es de Surio, tomo cuarto.

[34] Apolo Abad tenía una celda donde, sin salir della, passava su vida en re- ligión, /(334v)/ cerca de la cual estava un hermano suyo, en una labrança propria, donde tenía un otro hermano enterrado en cierta ermita. Sucedió que se le entró un buey al labrador acaso en un lugar cenagoso, y no podía él solo sacarle. Ocurrió a Apolo y significóle su necessidad. Díxole:
-¿Por qué no fuiste al otro hermano, pues estava más cerca?
Respondió el rústico:
-Porque ha ya quinze años que está muerto.
-Pues yo ha veinte años que lo estoy -replicó Apolo.
Y avía este tiempo que era religioso y se tenía por muerto al mundo. Es de Casiano, Colación veinte y cuatro, capítulo nono.

[35] A Silvano, obispo nazaretano, apareciéndosele San Hierónimo, preguntóle si quería que le pidiesse de Dios algunas cosas. Él respondió que le llevasse desta vida, y assí se cumplió. Procuren los muy amadores de vivir sustentar la salud con diversos medicamentos, y a costa de sus patrimonios adelantar algún poco la vida, que muchos siervos de Dios ay que dessean la muerte para començar a vivir eternamente. Es de San Augustín, en la Epístola dozientas y seis, capítulo quinto.

[36] Columbano Monge, discípulo del abad Columbano, como estuviesse enfermo de una grave fiebre, apareciósele un varón de grande autoridad, que le dixo:
-Las oraciones y lágrimas de tu abad son causa de que no mueras.
El monge pidió al santo que cessasse de la oración, para que fuesse libre de la cárcel del cuerpo, porque entendía que avía de ser llevado a la Eterna Bienaventurança. Dexó la oración San Columbano, recibió el Santíssimo Sacramento el monge y murió, siendo llevada su alma al Cielo, donde tanto avía desseado. ¡Oh verdaderamente di- chosa | en la presencia de Dios la muerte de los santos, porque si no fuesse preciosa, no se dessearía tanto! Es de Marulo, libro quinto.

[37] En el desierto llamado Cotulas estava un santo viejo ermitaño, gastando su vida en oración y ayuno. Y viniendo por allí un exército de paganos sarracenos, viéndole uno dellos, levantó el braço con la espada desnuda para matarle. El ermitaño levantó la boz, y dixo mirando al Cielo:
-Señor mío Jesucristo, hágase tu voluntad.
Y al mismo punto, se abrió la tierra y tragó al homicida, y el ermitaño quedó libre. Es del Prado Espiritual, capítulo noventa y nueve.

[38] Fue acusado delante de Genadio, Patriarca de Constantinopla, un lector llamado Carisio, que servía en la iglesia de San Eleuterio, de graves delictos, como homicidios y hechizerías. Mandóle llamar a su presencia, y hízole una grave reprehensión, y no bastando esto para su enmienda, privóle de su oficio y excomulgóle. Y como ni esto le hiziesse mejor, sino que palabras y açotes eran de ningún momento con él, mandó Genadio a su apocrisario que dixesse en la iglesia del Santo Mártir Eleuterio con boz alta:
-Carisio, soldado tuyo, o santo de Dios, es grande pecador. Enmiéndale o quítale la vida.
Hizo el apocrisario lo que le era mandado, porque llegó al sepulcro del mártir que estava en el altar, y levantando la mano, díxole:
-El Patriarca Genadio te advierte, santo mártir de Dios Eleuterio, por mí, pecador, su apocrisario y nuncio, que tu soldado Carisio peca mucho. O le enmienda, porque en la Tierra no ay fuerças que puedan hazerlo, o le quita la vida.
Fue hallado en la mañana Carisio, autor de maldades, muerto. Es del /(335r)/ Prado Espiritual, capítulo ciento y cuarenta y cinco.

[39] El abad Alexandre Cílico, después de aver muchos años vivido santamente en los desiertos del Jordán, ya muy viejo recogióse en el monasterio de Eugenio, cerca de Betleem. Y estando cercano a la muerte, sobre tres meses de enfermedad, fue gravemente tentado del demonio, y atormentávale su cuerpo. Mas el santo viejo, que sólo era señor de su boz en lo exterior, díxole:
-A la tarde as venido, miserable. No es grande cosa lo que hazes, pues estoy sin fuerças en este lecho. Y en lo mismo muestras que es grande tu flaqueza, porque si fueras valiente, cincuenta o sesenta años ha avías de llegar, y yo te hiziera conocer con el favor de Cristo, mi Dios, quién yo era, y quién tú eras, haziéndote abaxar el cuello y dexándote vencido y confuso. Y assí, aora si en mí tienes poder, no es la ocasión ser el tuyo grande, sino el mío estar falto y no tener ya fuerças corporales. Doy gracias a Jesucristo, a quien pronto veré, y en su presencia acusaré la injuria que me hazes y manifiesto agravio, en que después de tantos trabajos y fatigas, estando cercano a la muerte, me acometas y hagas guerra.
Esto dezía aquella alma santa, y al dézimo día, con toda quietud y sossiego, boló al Señor. Es del Prado Espiritual, capítulo ciento y ochenta y dos.

[40] En la provincia de Valeria, que es en Italia, en cierto valle estava una iglesia de la Madre de Dios, de la cual era rector y cura Severo, varón de vida admirable. Cayó enfermo un padre de familias, su parroquiano, y viéndose cercano a la muerte, embióle a llamar para confessarse y recebir los Sacramentos de Comunión y Extre- ma | Unción. Estava en una viña, cultivándola, y dixo al mensajero:
-Id adelante, que yo voy luego.
Y no obstante esto, detúvose algún tanto hasta acabar lo que hazía, que era poco, y fue luego a casa del enfermo, y en el camino bolvió el mensajero, diziendo:
-¿Por qué, padre, te tardaste, que ya es difunto?
Oído esto por Severo, sintiólo grandemente. Enternecióse, derramó lágrimas y confessava que avía sido causa de su muerte. Prosiguió su camino y entró donde estava el cuerpo difunto, y viéndole, refrescó sus lágrimas y llanto, afligiéndose sobremanera por avérsele muerto aquel feligrés sin confessión. Detúvose en esto mucho tiempo, y siempre aumentando su sentimiento, hasta venir a darse con la cabeça golpes en el suelo. En esto, el muerto dio muestras de vida, y en efeto resuscitó. Los que estavan presentes, visto el milagro, derramavan lágrimas de alegría. Preguntáronle qué avía sido dél, y respondió:
-Unos hombres negros y muy feos, que echavan fuego por sus bocas y narizes, me llevavan por un lugar muy escuro. Mas púsose en contrario dellos un varón resplandeciente, que dixo: «Dexadle, y buelva a donde vino, porque Severo Sacerdote llora, y el Señor se le ha concedido a sus lágrimas».
Levantóse de tierra Severo y confessó al resuscitado, y impúsole la penitencia que avía de hazer, en la cual permaneció ocho días, y al cabo dellos, muy alegre, dio su alma a Dios. Escrive este acaescimiento San Gregorio, en el libro primero de sus Diálogos, capítulo doze.

[41] En tierra de Nursia tenía cargo de cierta iglesia un sacerdote, llamado Ursino, el cual, primero que se ordenasse, era casado, y ordenado, tenía a su muger por hermana, y aunque como a hermana la amasse, teníala como /(335v)/ a enemiga, y nunca se hallava con ella a solas, ni en su aposento sin gente, porque es proprio de santos que se abstienen de lo lícito, por no caer en lo ilícito. Assí Ursino, aun de la vista lícita de la que avía sido su muger se abstenía y la evitava, por no caer en lo ilícito de tratar con ella, como antes que se ordenasse, siéndole vedado después que se ordenó. Y aviendo vivido en estado de sacerdote cuarenta años, cayó enfermo, y llegó a estar casi sin sentido. Hallóse allí la que avía sido su muger, y teniéndole ya por muerto, llegó su oído junto a las narizes para ver si tenía anhélito, o si del todo era muerto. Sintiólo Ursino, y con boz quebrantada y que con dificultad la formava, dixo:
-Apártate allá, muger, que aún queda alguna centella. No es bien que la paja esté junto al fuego.
Apartóse la muger, y cobrando esfuerço el santo varón, dixo con mayor boz:
-Bien vengan mis señores, que a tan pequeño siervo vuestro os dignastes de visitar. Ya voy, ya voy. Yo os doy gracias, yo os doy gracias.
Preguntáronle los que estavan presentes que con quién hablava, y él dixo:
-¿No veis a los Santos Apóstoles Pedro y Paulo?
Tornó a dezir: «Ya voy, ya voy»; y con esto dio su alma. Dízelo San Gregorio, en el cuarto libro de sus Diálogos, capítulo onze. Y dize que muchas vezes sucede hallarse santos a la muerte de algunos justos, y pone en el capítulo treze otro exemplo a este propósito, de Gala, hija de Símaco Patricio, que de un año de casamiento se le murió el marido, y no quiso más bolver a casarse, sino que se dedicó a Dios, y entró monja, con ser moça, hermosa, y muy rica, y aun afirmándola médicos, sobreviniéndole enfermedad de fuego que le cercava su cuerpo, que | si no se casava le nacerían barbas como a varón, y ninguna cosa déstas fue parte, sino que se encerró en el convento y religión, donde vivió santamente. Llegóse el fin de sus días, y de un cancro que le nació en el pecho vino a morir, y poco antes que muriesse vido al Apóstol San Pedro, cuya vista, sin turbarla, fue ocasión de mucho consuelo. Preguntóle si le eran perdonados sus pecados, y respondióle que sí. Rogóle que alcançasse de Dios que muriesse junto con ella otra monja, que amava tiernamente. San Pedro le respondió que otra moriría el mismo día que ella muriesse, y la que dezía, al día trigéssimo. El Apóstol se fue, y Gala refirió esto a la abadessa, y pasados tres días murió ella y otra monja, y a los treinta, la que avía pedido que fuesse con ella, en lo cual se verificó ser cierta la vista del Santo Apóstol.

[42] Un heredero de cierto señor de vassallos dexó el siglo y entróse monge. Sabido por el padre, con grande ira, acompañado de criados fue al monasterio. Habló al abad, amenazóle que si no le dava su hijo, pondría fuego a la casa. El abad y los monges dixeron al novicio, temiendo el furor del tirano:
-Sabe que si no dexas el hábito y buelves al siglo, tu padre nos destruirá la casa.
El moço respondió:
-No temáis, padres míos, dadme lugar que yo le hable.
Salió a él, y viéndole el padre con un hábito pobre, cortado el cabello, y todo mal aliñado, apenas le conoció, y con dolor y quebranto cayó en tierra. Cuando cobró aliento, dixo al hijo:
-¿Por qué lo as hecho assí? Buelve a casa, mira que as de ser heredero de todo mi estado.
El hijo respondió:
-Padre señor, en tu señorío y tierra ay una ley y costumbre peligrosa, por lo cual forçado, salí della.
El padre /(336r)/ dixo:
-Toda costumbre y ley dexo a tu arbitrio, para que hagas como te pareciere. Dime qué costumbre es essa, que yo quiero luego quitarla.
La costmbre y ley es que tan presto se muere el moço como el viejo. En tanto que esta ley estuviere en pie, yo no saldré con vida deste monasterio. Y si me prometes que seré tu heredero, como no esté cierto que viviré más días que tú, pues tan presto muere el hijo como el padre, y al contrario, no me haze fuerça para que dexe lo que he escogido, que tan bien me está.
El padre, muy enternecido, dixo:
-La ley de que hablas, hijo, no es en mi mano mudarla, y assí, entendiendo que estás en lo cierto, no sólo quiero que por mí dexes el hábito, sino yo, por lo que he oído, recebirle.
Dio orden en su estado, y hízose monge con el hijo. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[43] Cierto letrado, leyendo una vez en el Génesis que vivió Adam novecientos y treinta años, y que murió, que vivió Set ochocientos y siete, y murió, y assí otros Patriarcas, espantado y compungido, dixo:
-Dios mío, ¿y todos mueren, y aun los que vivieron tantos años? ¿Qué haremos, pues también nosotros avemos de morir?
De aquí tomó ocasión para dexa el mundo y entrarse fraile en el Orden de Predicadores, donde resplandeció en vida y doctrina. Es del Promptuario.

[44] No deve quedar en olvido otro exemplo de San Hilarión, a quien amenazando ciertos ladrones de que le querían matar, y visto que mostrava poco sentimiento, dixéronle:
-¿Y no temes la muerte?
Respondió:
-El que está aparejado a morir, poco teme la muerte.
¿Qué soldado o qué capitán, hallándose en tan manifiesto peligro, no temería? Y un soldado de Cristo desarmado y | desnudo, entre tantos armados y que le amenazavan muerte no temió, antes mostró más esfuerço a recebirla, que sus enemigos a dársela, y assí, al que pensavan robar y matar, llenos de espanto le dexaron. Es de San Hierónimo en su Vida. Y también consta de muchos mártires que quisieron poner fin a la vida, padeciendo graves martirios, ofreciéndose de su voluntad a los tiranos y perseguidores, como pudieran evitarlo escondiéndose, y temían más el ser dexados libres, que el ser muertos.

[45] Santa Praxede, donzella romana, como repartiesse grandes riquezas que tenía a pobres, desseando verse con Quien le era la ocasión de hazer esto, tuvo prolixa oración, pidiendo que la llevasse desta vida, y alcançólo. Cosa maravillosa, que suele ser la muerte terror y espanto a varones robustos, y a una delicada donzella le fue agradable, y la desseó. Es de Adón en su Martirologio.

[46] Sabina Virgen hizo oración postrada en tierra delante del sepulcro de Sabino Mártir, hermano suyo, y lo que pidió fue que se le acabasse la vida. No se dolía de la muerte del hermano, sino que desseava seguirle, estando cierta que gozaría de la vista de Dios. A aquellos es la muerte grave y terrible, que dessean las cosas de la Tierra, y no a aquellos cuya conversación es en el Cielo, y que muriendo passan a la Eternidad. Es de Marulo, libro quinto.

[47] San Juan Clímaco, capítulo siete, escrive de un religioso llamado Estéfano, que aviendo vivido en soledad cuarenta años, haziendo áspera penitencia, vino a morir, y estando en el artículo de la muerte acostado en el suelo, bolvía la cabeça a unas partes y /(336v)/ otras con grande ceño y pesadumbre, y dezía unas vezes: «Assí es cierto, mas por esso ayuné tantos años»; otras vezes dezía: «No es assí, cierto que mentís»; y otras: «Con razón me acusáis, no tengo qué dezir sino que es Dios misericordioso». Esto dezía aquel siervo de Dios, y si el que estuvo cuarenta años en soledad haziendo penitencia, le pedían tan estrecha cuenta, ¿de mí, miserable, qué será? Si aquél no tenía qué responder algunas vezes, yo ¿qué responderé? Si a aquél acusavan lo que no avía hecho, a mí, que tanto he hecho, ¿qué me acusarán?

[48] El glorioso Santo Domingo, fundador del Orden de Predicadores, el día último de su vida, por no morir sin testamento, mandó a sus frailes por claúsula dél, la caridad, la humildad y la voluntaria pobreza. ¡Oh bendito santo, que partiéndose desta vida no tuvo qué dexar a los suyos, sino exemplos de virtudes, de las cuales, quien fuere heredero, también lo será del Reino de los Cielos! Dízelo Garçón, en su Vida.

[49] Del Patriarca San Francisco leemos que a la hora de su tránsito se hizo poner desnudo sobre la desnuda tierra, bendixo a sus frailes, recibió los Sacramentos, y murió desnudo y humillado hasta la tierra. Abundava en riquezas celestiales, y fue sublimado en los Cielos, y juntado inseparablemente al Serafín, cuyas señales y llagas tuvo en su cuerpo. Es de San Buenaventura, en su Vida, capítulo treze.

[50] San Antonio, español nacido en Lisboa y muerto en Padua, donde es tenido su cuerpo en grande reverencia, estando cercano a la muerte, apareciéronsele Cristo y su Sagrada Madre. A su vista se regozijó sumamente, y començó a dezir aquel Himno | de la Virgen, que comiença: O Gloriosa Domina, excelsa supra sydera, & c.. Y cantándole en boz alta, acabado el Himno, se le acabó la vida, y començó a vivir otra bienaventurada y que no tiene fin. Dízelo San Antonio de Florencia, en su Tercera Parte.

[51] San Luis de Francia fue con grande aparato de guerra a la conquista de Tierra Santa, y en el camino, estando en Africa, cayó enfermo. Dio grandes documentos a su hijo, mandóse poner sobre un saco y ceniza, estendió los braços, y dio la alma. Con esta humildad dexó el reino terreno y fue a reinar con Cristo en el Cielo. Quiso ganar la Jerusalem terrenal, y posseyó la Celestial, menospreció las cosas caducas y perecederas y fue a posseer las que son eternas, y el gozarlas será eterno. Es de Marulo, libro quinto.

[52] Vino a la ciudad de Teópolo un abad llamado Tomás, que avía sido lugarteniente del obispo en Apamia, y estando allí algunos días, cayó enfermo y murió en el templo de Santa Eufemia, en Dafne. Los clérigos de aquella iglesia enterráronle como peregrino en un lugar común, donde se enterravan peregrinos. El día siguiente pusieron en el mismo sepulcro el cuerpo de una muger. Esto era a dos horas del día, y a las seis, que es al mediodía, la tierra despidió de sí a la muger. Admiráronse los que vieron este caso, y siendo tarde, tornaron a sepultarla en el mismo sepulcro, y el siguiente día hallaron el cuerpo sobre la tierra, el cual sepultaron en otra parte. Desde a pocos días, enterraron otra muger sobre el mismo abad Tomás, sin considerar que no consentía semejante compañía el santo varón, y assí la tierra la echó de sí. Y desta vez echa- ron /(337r)/ de ver lo mal que estava con las mugeres aquel santo varón, que no las consentía cerca de sí. Fueron con esto al Patriarca Donio, el cual, juntando toda la ciudad, con velas encendidas, en processión fueron a Dafne, y cantando los clérigos salmos, llevaron las reliquias del santo abad Tomás dentro de la ciudad, y sepultáronlas en un cemiterio, donde estavan muchos cuerpos de mártires sepultados, y sobre él erigieron altar y fabricaron capilla. Es del Prado Espiritual , capítulo 88.

[53] Don Gonçalo Ruiz de Toledo, cavallero de claro linaje, señor de vasallos, y de vida muy santa, porque su exercicio era edificar templos y hazer grandes limosnas, llegó su muerte y fue llevado su cuerpo a sepultar a la iglesia de Santo Tomé, que es parroquia de las principales de Toledo, y la de más vezinos, la cual fue fabricada por él; y estando su cuerpo en medio de la iglesia puesto, acompañándole todos los nobles de la ciudad, aviendo los clérigos dicho el Oficio de Difuntos, y queriendo llevar el cuerpo a la sepultura, vieron todos los presentes visiblemente descendir de lo alto a los gloriosos santos San Estevan y San Augustín, con figura y traje que de todos fueron conocidos. Llegaron a donde estava el cuerpo, y lleváronle a la sepultura, donde, en presencia de los que allí se hallaron, aunque llenos de espanto y admiración, diziendo en lenguaje de España: «Tal galardón recibe el que a Dios y a sus santos sirve», luego desaparecieron, quedando la iglesia llena de fragancia y olor celestial. Sucedió esto en nueve de deziembre, año de mil y trezientos y veinte y tres. En la Tercera Parte se puso la Vida deste cavallero, y allí se dixo de dónde se coligió, que fue de algunos memoria- les | y escrituras antiguas.

[54] Elisabet, viuda, que se tuvo por más dichosa en ser sierva del Rey Celestial, que hija de rey temporal, estando enferma de fiebre, bolviéndose a la pared vido una hermosa avecica que cantava suavíssimamente. Parecióle oír cantos de ángeles en el Cielo, donde esperava ir presto. Començó ella a cantar, y muy alegre esperava la muerte. Vido cerca de sí al demonio, y con imperio le hizo huir. Vido luego a Cristo, del cual era llamada al tálamo de la Gloria. Murió, y su cuerpo despidió de sí un maravilloso olor. Es de Marulo, libro quinto.

[55] Un conde de Turingia iva desenfrenado en graves pecados y vicios, y a quien le dezía que mirasse por su alma y no caminasse con tanta prissa al Infierno, respondía:
-Yo sé que si Dios me tiene condenado, que por más que me refrene y haga penitencia, me condenaré.
Cayó enfermo de enfermedad grave y peligrosa. Llamó un médico que sabía Medicina y no ignorava Teología. Díxole que le curasse, y estando advertido de la respuesta que dava a los que le dezían que enmendasse su vida, respondióle:
-Señor, cosa sin provecho será el curaros, porque si la hora de vuestra muerte es llegada, aunque más os curéis, moriréis, y si no avéis aora de morir, no os hará falta el no curaros.
El conde, muy airado, le dixo:
-¿Qué palabras son éssas tan tontas? ¿Tú no sabes que si dexo de curarme, que vendrá más presto la muerte?
Aguardava a esto el médico, y díxole:
-Pues, señor, si creéis que la vida se prolonga por virtud de la medicina, ¿por qué no creéis lo mismo de la Penitencia, que es medicina de la alma?
Consideró el conde la fuerça destas razones, y dixo:
-De aquí en adelan- te /(337v)/ serás médico de mi alma, porque por tu medicinal lengua me ha librado Dios de un error y ceguedad grande con que el demonio me tenía enredado para que no hiziesse penitencia.
Es del Promptuario de exemplos.

[56] Estava en el desierto un ermitaño, cuya vida era santíssima, al cual cierto hombre devoto le llevava de la ciudad cada día alguna provisión para comer. Vido éste que se murió en la ciudad un hombre rico, cuya vida avía sido mala y muy viciosa, y sin que en toda ella le huviesse sucedido cosa de pena o afrenta. Lleváronle a enterrar con grande aparato y honra. Fue al desierto el mismo día con la comida del ermitaño, y hallóle despedaçado y comido de bestias fieras. Quedó turbado, púsose a razonar con Dios, pidiéndole que le declarasse aquel misterio, que el rico malo y vicioso huviesse tenido muerte tan honrosa, y el ermitaño santo y virtuoso, tan mala y trabajosa. Vino a él un ángel, y díxole:
-No te escandalizes por lo que as visto. Sabe que el rico hizo algún bien en esta vida, y págasele Dios con la honrada muerte, y el ermitaño tenía algunas imperfeciones que purgar en la otra vida en el Purgatorio, y quiso Dios que lo purgasse y pagasse con ser tal su muerte, llevándolo él, como llevó, con mucha paciencia, y assí fue más presto a gozar los bienes del Cielo.
Con esto se consoló y glorificó a Dios aquel hombre. Es del Promptuario de exemplos.

[57] Un hombre exercitado en la milicia de muchos años, y que avía siempre tenido fama de valiente por su persona, preciándose él de que en su vida tuvo temor, por graves y dificultosos trances en que se vido, cayó enfermo de muerte. Dezíanle que se confessasse, | y respondió que desde que començó a usar las armas nunca se avía confessado, y que si aora se confessasse, juzgarían dél que el temor de la muerte le hazía confessar, y que por lo mismo no quería dar muestra de cobarde al cabo de la vida, aviendo sido toda ella valiente. En esto se cerró, y sin mudar propósito murió, y se llevaron su alma los diablos, oyendo los circunstantes un ruido terrible cuando se despidió del cuerpo. Lo dicho es del Promptuario de exemplos.

[58] Fulgoso, en el libro primero, dize que algún tiempo passaron los romanos sin médicos, y cuando los admitieron, no consentían que todos curassen todo el hombre: avía médicos de cabeças, otros curavan los estómagos, otros, el dolor de coraçón, otros, la hijada, otros, la calentura; aquél era para curar la terciana, y el otro, la cuartana. Parecíales ser impossible que un médico supiesse curar todo un hombre, y por esto lo repartían entre muchos, y assí cada uno estudiava bien la parte que le cabía y de que se nombrava. Añade Fulgoso que era esta costumbre más segura que la usada en el tiempo presente, que todos los médicos se precian de curar todas las enfermedades, y sucede que, con daño notable del enfermo, se descubren las ignorancias de algunos. Aunque es proprio de la tierra encubrirles sus faltas. Hasta aquí es de Fulgoso. Yo añado que sucederá aver en un pueblo grande o ciudad muchos médicos sabios y experimentados en su arte, como los ay en Toledo, mi patria, de ordinario, y que hazen bien su oficio, y hallarse ha uno que sabe poco y es arrojado, y en efeto haze descuidos; viene a que por ocasión déste culpan a todos. Es uno el que mata, y dizen: «los médicos los matan». /(338r)/ También ay otra ocasión por donde viene Fulgoso y vienen otros, que hablan libremente, a murmurar dellos, y es que lleva un médico bien guiado a un enfermo, certificóse del principio de la enfermedad y de su ocasión, tiene cuenta de los términos y no se olvida de los cursos celestiales, y assí, sus sangrías y purga fueron a su tiempo, y en efeto, conforme a reglas de Medicina le piensa dar sano. Dízelo, y afirma que su mal no es de peligro; rebuelve un accidente pestilencial, como le pudiera venir si estuviera sano, y con él acaba la vida el enfermo, de modo que cuando el médico buelve, le halla muerto o enterrado. Por esto lavan muchos en ellos sus lenguas, y los culpan de ignorantes y que matan más que la muerte, y es sin culpa suya, porque passando los acueductos que en nuestra edad passan para venir a curar, entiéndese que hazen bien su oficio, y que deven ser estimados y honrados, como dize el Eclesiástico, en el capítulo treinta y ocho: «Honra al médico por tu necessidad, siendo assí que la vida está llena de necessidades y de enfermedades, que sin médicos y medicinas sería intolerable». De donde vino a dezir avisadamente Héctor Pinto, en la Segunda Parte de sus Diálogos, que la vida es una saeta que buela, un rastro que dexa la cometa, que aún no es bien visto, cuando se deshaze, un río que corre a la muerte sin parar, un humo que desparece, una fatiga perpetua, un sueño que nos engaña, un dolor que nos lastima, una miseria que nos perturba, un hospital de incurables. Finalmente, es tan llena de trabajos y penalidades, que osa dezir San Bernardo, que si en ella no huviera esperança del Cielo, le pareciera poco menos que un Infierno. | Y con ser la vida tal, somos nosotros tales, que nos perdemos por ella.

[58] En la provincia de Sena, año de mil y cuatrocientos y ochenta y tres, falleció el siervo de Dios fray Pablo Alemán, del Orden de los Menores. Éste enseñava un santo exercicio a sus discípulos por los días de la semana, por esta manera: El lunes deve el siervo de Dios pensar con fuerte imaginación que se halla malo. El martes piense que tiene frío y calentura muy grande (y afirma que algunas vezes le sucedió a él y a otros que tomavan este exercicio venirles la calentura, por la vehemente imaginación que tenían). El miércoles se ha de confessar con mucha diligencia, como quien se apareja para morir. El jueves ha de comulgar como de la mano del Señor con los Apóstoles en la Cena. El viernes ha de recebir en su pensamiento la Santa Unción, la cual ha de ser ungirse y olearse con la sangre de las llagas de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado. El sábado, pensar que muere y es sepultado, que pisan su sepultura y le dexan olvidado para cuanto durare el Mundo. Y el domingo ha de resuscitar con el Señor y entrar en la Patria Celestial. Desta manera se aparejava todas las semanas para la muerte. Es de la Crónica de San Francisco , en la Tercera Parte, libro sexto, capítulo treinta y nueve.

[59] En diversas partes deste libro se han escrito cosas particulares de Juan de Dios, el de Granada, y por averlo sido su muerte y entierro cosa particularíssima, será bien hazer aquí dello mención. Fue assí que cayó enfermo, ocupado en sus buenos exercicios de remediar pobres y curar enfermos en su hospital, proveyéndolo todo de limosnas que él pedía por la ciudad. Viéndose enfermo y sintiendo que se moría, /(338v)/ hizo que le escriviessen todo lo que devía, y éste fue su testamento, y rogava a Dios le deparasse quién lo pagasse. Sabida su enfermedad por doña Ana Osorio, muger de un veinte y cuatro, llamado García de Pisa, señora de mucha cristiandad y exemplo (a quien por esto amava mucho el hermano Juan de Dios), fue a visitarle, y vista su dolencia y el poco refrigerio que allí tenía, y tan cercado de pobres, que no le davan lugar a reposar un poco, rogóle ahincadamente que consintiesse que lo llevassen a curar a su casa, donde se le haría cama y darían lo necessario, porque estava echado en las tablas de una cama, y la capa por cabecera. Y aunque él se escusó todo lo que pudo que no le sacassen de entre sus pobres, porque allí quería morir y ser enterrado, al fin le convenció, con dezirle que estava obligado a procurar su vida y no dexarse morir. Pusiéronle en una silla, y fue un juizio oír las bozes de los pobres y el llorar, viéndole que se iva y los dexava, y no esperavan verle más en este Mundo. Él se despidió dellos con grande quebranto, y en casa de aquella señora fue curado y visitado del arçobispo de Granada, don Pedro Guerrero. Consolóle con santas palabras, animándole para aquel camino. Al cabo, le dixo que si tenía algo que le diesse pena, que lo dixesse, que pudiendo lo remediaría. Él respondió:
-Tres cosas, padre y pastor mío, me dan cuidado: la una, lo poco que he servido a Nuestro Señor; la otra, los pobres de mi hospital; la tercera, estas deudas que devo, hechas por Jesucristo.
Y púsole el memorial en las manos, en que estavan assentadas. El arçobispo respondió:
-Hermano, a lo que dezís que no avéis servido a Nuestro Señor, con- fiad | en su misericordia, que suplirá con los méritos de su Passión lo que en vos ha avido de falta. En lo de los pobres de vuestro hospital, yo los recibo y tomo a mi cargo, como soy obligado. Y en cuanto a las deudas que devéis, yo me obligo desde luego a pagarlas. Por tanto, nada os dé pena, sino encomendaos a Nuestro Señor.
Gran consolación recibió con esto Juan de Dios. Besó la mano al arçobispo, y recibió su bendición. El prelado se despidió, y de camino fue a visitar el hospital. Agravándose más la enfermedad a Juan de Dios, confessóse, aunque muy a menudo lo hazía; truxéronle a Nuestro Señor y adoróle, porque la enfermedad no dio lugar a recebirle, y luego, sintiendo que llegava su hora, levantóse de la cama y púsose en el suelo de rodillas, abraçándose con un Crucifixo, y estuvo un poco callando. Luego dixo:
-Jesús, en tus manos me encomiendo.
Y diziendo esto, dio la alma a su Criador, siendo de edad de cincuenta y cinco años, aviendo gastado los doze déstos en servir a los pobres en el hospital de Granada, a ocho días de março del año de mil y quinientos y cincuenta. Quedó su cuerpo después de muerto fixo, de rodillas, sin caerse por espacio de un cuarto de hora, y quedara assí siempre si no fuera por indiscreta prevención de los que estavan presentes allí, que les pareció inconveniente si se clava, para poderle amortajar, y assí le quitaron aquella postura y igualaron, aunque con mucha dificultad. Estuvieron presentes a su muerte cuatro sacerdotes y muchas señoras principales de la ciudad, y todos dieron gracias a Nuestro Señor de verle morir assí, considerando cuán buena consonancia hazía /(339r)/ la vida con la muerte. Y porque su vida fue toda menosprecio y abatimiento, quiso Nuestro Señor cumplir con él la palabra que dio, que quien se humilla será ensalçado; por esto ordenó que a su cuerpo se hiziesse el más suntuoso y honrado entierro que se sabe averse hecho a emperador o rey, consideradas bien las circunstancias deste caso, porque siendo de día, y sabiéndose que Juan de Dios era muerto, vino tanta gente de todas calidades, sin llamar a alguno, que fue cosa de admiración. Amortajaron el cuerpo, y pusiéronle sobre un sumtuoso lecho en una sala grande, y allí se hizieron tres altares, donde se le dixeron muchas Missas por clérigos y frailes de la ciudad, traídos por su devoción, y todos ivan a dezir responso sobre el cuerpo. Cuando fueron las nueve de la mañana, era tanta la gente, que ni en la casa, ni en las calles, cabían. Començóse a hazer el entierro, y tomaron el cuerpo en ombros el Marqués de Tarifa, el Marqués de Cerralbo, don Pedro de Bobadilla y don Juan de Guevara; todos cuatro le baxaron hasta la calle. Allí le tomaron religiosos de San Francisco, y luego, otros de otros órdenes. El corregidor ordenó la gente, y se hizo una processión, en que ivan al principio los pobres de su hospital y muchas de las mugeres que avía casado, y donzellas pobres y biudas, a las cuales dava limosna, todas con velas encendidas, y llorando algunas, y contando los bienes y limosnas que dél avían recebido. Luego ivan todas las cofradías de la ciudad, que son muchas, por su orden, con sus cruzes, pendones y cera. Luego, toda la clerezía de Granada, y frailes de todos órdenes, mezclados y con sus velas. Luego, la Cruz de su Parroquia, con | sus clérigos, y al cabo de todo el cabildo de canónigos y dignidades de la Iglesia con su cruz, y el arçobispo y capellanes de la Capilla Real, y aquí iva el cuerpo, y detrás los veinte y cuatros y jurados de la ciudad, cavalleros y señores principales con ellos, y luego todos los oficiales y letrados de la Audiencia Real, y otra infinita gente, haziendo gran sentimiento por él. Doblaron en la Iglesia Mayor con todas las campanas, y en las parroquias y monasterios de la ciudad. Desta manera fueron a Nuestra Señora de la Victoria, donde pusieron el cuerpo sobre un rico lecho, y dixo la Missa el General de los Franciscos, que a la sazón se halló en Granada, y predicó un fraile del mismo Orden muy subidamente, tratando de la humildad y menosprecio del Mundo, y cómo por este camino ensalça Nuestro Señor a los suyos. Enterráronle, hecho el oficio, en una capilla de García de Pisa, que era de aquella señora en cuya casa murió, y otros dos días, que fueron domingo y lunes, se hizo de la misma manera de Missa y sermón, y grande concurso de pueblo. Lo dicho es de su Vida, escrita por Francisco de Castro, Rector del Hospital de Granada, que fundó el mismo Juan de Dios, y referida en la Tercera Parte del Flos Sanctorum.

[60] Doña María de Mendoça, monja en el monasterio de San Clemente el Real de Toledo, del Orden de San Benedicto, en el hábito de San Bernardo, de claro linaje, muy avisada y muy hermosa, de edad de cuarenta y tres años, y en el de Cristo de mil y quinientos y ochenta, que fue el del gran catarro en España, cayó enferma dél, y convirtiósele en dolor de costado. Al séptimo día de su enfermedad, que fue el de su muerte, pre- guntó /(339v)/ con grande instancia al médico qué sentía de su mal. Y respondió con mucho quebranto, porque a cuantos la conocían era lastimosa su muerte:
-Sabed, señora, que os morís, y que será dentro de pocas horas.
Ella mostró agradecérselo, y dixo que era aquélla obra de amigo, en declarárselo, y con esto pidió a una monja que le sacasse de cierta parte un escudo doble, el cual dio al médico, diziendo:
-Tomad, por las buenas nuevas que me dais.
Hizo luego su desaproprio con la abadessa, como es costumbre en su Orden, y díxole que avía dado dos ducados al médico, y que no los empleó mejor en su vida, por la buena nueva que le | dio. Algunas otras palabras dixo de mucha consideración, y recebidos los Sacramentos, muy conforme con la voluntad de Dios, aunque la llevava en lo mejor de su vida, y muy confiada de que iva a gozarle, dio su alma. Diéronme relación desto doña Ana de Ayala y doña María de Çúñiga, monjas del mismo monasterio, dos señoras que, sin las prendas naturales de mucha estima que en ellas resplandecen por el cuidado y solicitud que tienen del servicio de Nuestro Señor, en que emplean muy de veras sus vidas, merecen que se les dé todo crédito, junto con que muchas otras monjas de aquel insigne convento afirman lo mismo. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Filipe, rey de Macedonia, tenía un paje apercebido para que todas las mañanas, antes que entrasse persona a negociar con él, le dezía en boz alta tres vezes: «Filipe, acuérdate que eres hombre». Dízelo Eliano, libro octavo.

[2] En el mismo libro octavo dize también Eliano, de Anaxágoras Clazomenio, que nunca fue visto reir en su vida. Aristoxeno, no sólo no se reía, sino el ver reír a otros le era grande tormento. Passó adelante Heráclito, y sin reírse ni ver reír, siempre andava llorando. Acordávanse éstos de la muerte, y hazía en ellos semejante operación.

[3] Aulo Gelio, libro dézimo quinto, capítulo diez, refiere a Plutarco, el cual, en el libro De Anima, dize que dio una melancolía a las donzellas de los milesios un tiempo de matarse, y assí muchas se ahorcavan. No avía remedio para esto, y al cabo hallóse uno, y fue que se mandó por los que governa- van | la república que las que assí se ahorcassen, les pusiessen los cuerpos desnudos en la plaça, con la soga a la garganta, y por no padecer semejante afrenta dexaron de matarse.

[4] El mismo Aulo Gelio, también en el libro dézimo quinto, capítulo diez y seis, refiere la muerte de Milón Cretoniense, hombre de grandíssimas fuerças, y dize que siendo ya viejo, viendo un roble en el campo con dos gajos, quiso provar sus fuerças, si eran las que solían. Tomóle con las manos y abrióle. Otro autor dize que ya estava él començado a desgajar, y tenía puestas cuñas en la abertura, y que saltaron, y procurando cobrar fuerças para más abrirle, dexóle juntar, el cual le assió los braços y se los tuvo allí apretados hasta que, no siendo visto de persona humana, fue muerto comido de bestias fieras.

[5] Perseo, rey de Macedonia, el cual hizo mucho tiempo guerra a los romanos ganando dellos victorias, al cabo /(340r)/ fue vencido por Paulo Emilio y llevado a Roma, con el cual entró triumfando. Pusiéronle en cárcel perpetua, y cansándose las guardas de estar guardándole, porfiaron en no dexarle dormir, y con este tormento murió. Y no acabó aquí su desgracia, porque un hijo solo que tenía, llamado Alexandre, vino a tanta miseria, que para no morir de hambre se hizo escriviente, y con esto passava la vida. Dízelo Fulgoso, libro sexto.

[6] Lactancio Firmiano, libro tercero De falsa sapiencia, capítulo diez y ocho, dize que muchos filósofos de los que afirmavan de las almas, que son eternas, por pensar que muriendo ivan al Cielo a gozar de aquella eternidad, se matavan ellos mismos. Y fueron deste número Cleantes, Crisipo, Zenón y Empédocles, que se despeñó en la abertura del monte Etna, que despide fuego de sí.

[7] Justino, libro catorze, y refiérelo San Antonio de Florencia, dize de Olimpas, madre de Alexandre Magno, que entrando a matarla por mandado de Casandro, el cual se avía apoderado de su reino, ciertos soldados, ella salió a ellos con vestidos reales, con dos donzellas que la llevavan de braço, y con tanta magestad, que los otros se turbaron y no osaron poner en ella las manos, hasta que vinieron otros de nuevo embiados por el tirano. Sabido lo que los primeros hizieron, éstos la hirieron de muerte, sin dar ella bozes mugeriles, mostrando bien en la muerte ser madre de Alexandre. Cayó luego en el suelo, y cubrióse con sus cabellos y ropas, por no mostrarse fea después de muerta.

[8] Sardanápalo, rey de los assirios, levantándole guerra Arbace, prefecto suyo, por verle que estava entre mu- geres, | vestido con traje mugeril y ocupado en sus exercicios de hilar y texer, dándose por vencido y preso, hizo una hoguera en su alcáçar y casa real, donde echó todo lo rico y precioso que tenía; con algunos amigos que quisieron tenerle compañía, se dexó quemar, mostrando de varón sólo el no temer la muerte. Dízelo Justino.

[9] Labieno Poeta, viendo que sus libros, por la libertad que en reprehender usó en ellos, eran mandados quemar por decreto público, de grande sentimiento que tuvo, se mató él mismo. Dízelo Juan Rabisio en su Epítome.

[10] Mitrídates, rey de Ponto, después de aver traído guerra con los romanos cincuenta y seis años, conjurándose contra el Farnace, hijo suyo, y viéndose en peligro de ser preso, quiso matarse con veneno, y no pudo, por estar acostumbrado a tomarlo, y assí le ayudó a morir un soldado llamado Vitigis. Sabida su muerte por Monimia y Berónica, mugeres suyas, ambas quisieron matarse. Monimia tomó una benda que traía en la cabeça, y era insignia real como corona, y colgándose della, con el peso del cuerpo quebró y no la ahogó. Visto della, dixo:
-¡Oh maldita corona real, que ni para este triste ministerio eres de provecho!
Y assí, las dos fueron muertas a su ruego por Bochide, eunuco de Mitrídates, que les truxo la nueva de su muerte. Refiérelo Rabisio en su Epítome.

[11] Cerca de Celena, lugar de Frigia, abriéndose la tierra y quedando una grande rotura peligrosa, en ella mucha gente, consultaron los gentiles sus ídolos sobre aquel caso, y respondieron que no se cerraría si primero de su voluntad y gana no se echava allí alguna persona principal. Oído esto /(340v)/ por Ancoro, hijo del rey Midas, abraçando a su padre y a Cimotea, su muger, subió en un cavallo y dexóse caer en la sima. Dízelo Plutarco en los Paralelos, y afirma lo mismo de Curcio, mancebo romano, en otra semejante ocasión, abriéndose en Roma otra sima.

[12] Publio Terencio, por aver perdido ciento y ocho fábulas de Menandro, que traduxo con mucho estudio y trabajo de griego en latín, se desesperó de rabia, ahogándose; no dexó de ser muy necio. Dízelo Rabisio en su Epítome.

[13] Conjuráronse contra Julio César muchos nobles romanos por verle que tiranizava la república y les quitava la libertad que antes tenían. Diéronle, estando en el Senado, veinte y tres puñaladas, y viendo que no podía defenderse por estar sin armas y ser muchos sus contrarios, que los traían de secreto, dexóse caer en tierra y cubrióse con su clámide o vestido el cuerpo, para no quedar mal compuesto siendo muerto. Refiérese en su Vida.

[14] Porcia, hija de Catón, certificada de la muerte de su marido Bruto, que fue uno de los que se conjuraron en quitar la vida a Julio César y por ello le hizieron guerra Augusto y Antonio, viéndose perdidoso en una bata- lla, | se mató él mismo, por no venir a manos de sus enemigos; sabido esto, pues, por su muger Porcia, quísose matar con un cuchillo, y siéndole quitado, comió carbones encendidos, y con este nuevo modo de muerte dio muestra de lo mucho que amava al marido. Dízenlo Plutarco y Valerio Máximo.

[15] Aviendo dexado el imperio Diocleciano, y escogió vivir privadamente en una alquería o labrança, escriviéndole Licino y Constancio, emperadores, cartas amenazadoras porque faborecía a Maxencio, su contrario, con temor grande que tuvo, tomó veneno, y murió mala muerte el que quitó las vidas a innumerables mártires. Refiérelo Sexto Aurelio, aunque otros autores le señalan muertes diferentes, mas todas son según él las mereció.

[16] Democles, moço hermosíssimo, viendo que el rey Demetrio Paliorcete procurava tenerle consigo para usar mal de su cuerpo, él mismo se echó en una grande caldera de agua hirviendo, y se mató por librarse de la fuerça del tirano. Refiérelo Rabisio en su Epítome.

[17] Gregorio Turonense afirma de Pilato, el que sentenció a Cristo a muerte, que estando desterrado en León de Francia, él mismo por sus manos se mató.

Fin del Discurso de la Muerte. |