DISCURSO SETENTA. DE RIQUEZAS


Pedía a Dios el sapientíssimo Salomón, en el capítulo treinta de los Proverbios, que ni le diesse pobreza ni riqueza, que ni le hiziesse pobre ni rico. Y da la razón de semejante petición y demanda, de que las riquezas le podían hazer ensobervezer, y la pobreza, que hurtasse. «Siendo rico -dize-, temo que no sea sobervio, y, siendo pobre, no sea ladrón». Colígese deste testimonio que ay peligro en las riquezas, y esto se verá por exemplos en este Discurso.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] La región y tierra donde biven los sodomitas era fertilíssima. En el Génesis, capítulo treze y diez y nueve, se dize que era como paraíso de deleites. El estar ricos y prósperos les fue ocasión de ser malos y viciosos. El profeta Ezequiel lo da firmado de su nombre, diziendo en el capítulo diez y seis: «De aquí vino el mal a Sodoma, de estar hartos de pan, de estar muy ricos».

[2] Saúl antes que fuesse rey era bueno; en viéndose rico y poderoso, ensobervecióse y dio en muchos pecados. Y es del Primero de los Reyes , capítulo 9 y 15.

[3] Por ocasión de verse David señor de muchos vassallos dio en sobervia de quererlos contar, aunque lo pagó con castigo terri- ble, | muriendo de peste muchos millares dellos. Es del 2 de los Reyes, capítulo 24.

[4] En tiempo de Salomón avía tanta plata en Jerusalem que se estimava en poco, y dañóle más al rey esta abundancia y riqueza que le aprovechó cuanto sabía, pues quedó su salvación en duda, que no en valde recelava él las riquezas, como se ha ya dicho. Es del Tercero de los Reyes, capítulo diez y onze.

[5] Los hijos de Zambrí estavan ricos y contentos celebrando bodas y teniendo mal agraviados a los macabeos. Vino con ellos Jonatás, y mataron a muchos, y las bodas se convirtieron en lloros, y la música, en lamentos. Es del Segundo libro de los Macabeos , capítulo nueve.

[6] Vino un mancebo muy rico a Cristo pidiéndole consejo para salvarse; diósele, y quiriéndole hazer perfeto, díxole que vendiesse sus possesiones y diesse el precio a pobres y le siguiesse, que era señalarle plaza de discípulo suyo, y fuese muy triste. Es de San Mateo, capítulo diez y nueve, y de San Lucas, capítulo 18.

[7] Los que compraron villas y bueyes, y el que se casó, siendo llamados a la cena, se escusaron como ocupados en otros negocios, y los pobres y débiles fueron admitidos. Es de San Lucas, capítulo catorze.

Lo dicho es de la Divina Escritura. |

[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Entró en una ciudad a vender espuertas de palma, que hazía estando en el desierto para su sustento, un ermitaño, y vido en una casa principal grande alboroto de gente que concurría a ella de todas partes, y, preguntando la causa, dixé- ronle | que un hombre muy rico y grande avariento, señor della, estava muriéndose. Entró en la casa el ermitaño y vido millares de demonios alrededor del enfermo, como cuervos sobre cuerpo muerto. Todos eran en causarle temor, y uno principal entre ellos /(455v)/ tenía abierto un libro y leía por él los pecados y maldades de toda su vida. Vido también dos ángeles que tenían un libro dorado en sus manos, y no hallando en él cosa escrita, mostrando tristeza se fueron. Vido esto el enfermo, y rebolvíase a una parte y a otra con mortales ansias, y dezía con boz quebrantada y triste:
-Domine, miserere mei.
Díxole un demonio:
-¿Aora cantas el Miserere y comienças a temer a Dios?
El enfermo replicó:
-Ya veo que es tarde y que no tengo remedio.
Con esto espiró, y los demonios, mostrando grande gozo, arrebataron la miserable alma y fueron con ella a los Infiernos. El ermitaño, derramando lágrimas de ver esto, salió de allí, y ívase a la iglesia, y en el cemiterio vido un pobre que estava muriéndose sin tener persona cerca de sí. Llegó a él el ermitaño tocado de piedad y assentóse a su lado. Oyóle dezir con boz baxa y flaca:
-Aquí, Señor, hiere, aquí corta, sea aquí el tormento y pena.
Vido sobre él que se abrían los Cielos y baxavan innumerables ángeles a acompañarle. Señalávase entre todos San Miguel, y hablando con la alma del pobre, dixo:
-Ven, Esposa de Cristo, ven a recibir la corona.
Dezía el santo pobre:
-¿Dónde estás, Dios mío, dulce esperança mía?
Apareciósele también el Hijo de Dios acompañado de coros celestiales de ángeles y santos, y díxole:
-Ven del Líbano, esposa mía, ven y serás coronada.
Despidióse la alma hermosa y limpia del cuerpo, y rodeada de ángeles subió a las celestiales moradas. Bien concuerda esta historia con la del rico avariento y Lázaro Mendigo del Evangelio, y parecidos devían de ser, el rico, en ser avariento, y el pobre, en ser paciente. Es del Vitis Patrum. Y adviértase que si de corazón dixera aquella palabra: Domine, miserere mei, que le aprovechara, mas fue dicha sólo con la boca, sin dolor y sin los demás requisitos necessarios para tal tiempo, y assí no le | valió. Y él lo dio a entender, diziendo al demonio: «Ya veo que es tarde para pedir misericordia». El mismo se dio por condenado viendo su vida y muerte.

[2] En la Vida de Espiridón , obispo de Tremitunte en Cipro, escrita por Simeón Metafraste, y referida por Surio en el tomo sexto, se dize deste santo obispo que tenía en poco las riquezas. Dava a pobres la tercera parte de su renta, y otra tercera parte emprestava a los que con necessidad venían a él, y siendo dinero lo que le pedían (porque también prestava trigo y cevada), dezíales:
-Allí está la arca, tomad lo que quisiéredes y tened cuidado de bolverlo.
Sucedió que un hombre avía tomado prestada cierta cantidad, y bolviéndolo, como entendió que no lo mirava el santo obispo, en lugar de llevarlo a la arca se lo tornó a la bolsa, fingiendo que lo dexava allí. Passado algún tiempo, bolvió aquel hombre a que le prestasse más dinero, y el santo le embió a la arca, diziendo que tomasse lo que avía menester. Entró el hombre, y abierta la arca no vido dinero alguno. Bolvió y díxolo a Espiridón. Él respondió:
-Cosa maravillosa es lo que dizes. ¿Cómo es possible que a ti sólo se te desaparezca el dinero? Mira si tomaste emprestado y no lo bolviste, que, si lo bolviste, no se te negará lo que pides.
Oyendo esto, confessó el hombre su pecado, y el santo le perdonó, reprehendiendo con blandura su codicia y poca verdad.
Murió el emperador Constantino Magno, y dividióse el imperio entre sus hijos, que eran tres. Quedó Constancio, uno dellos, con el Oriente. Cayó éste enfermo y, viéndose muy fatigado, teniendo noticia de Espiridón, embió por él, y sólo con tocarle la cabeça con sus manos quedó sano. Dávale el emperador gran cuantía de dinero. Respondióle:
-No es justo, señor, que si has recibido de mí buena obra, la reciba yo de ti mala. Yo dexé mi casa, passé el mar, he padecido trabajos de invierno, /(456r)/ fríos y tempestades. Por paga de todo esto, ¿dasme dineros, que son la ocasión de todos los males?
El emperador insistió en darle muchos y muy ricos dones. Recibiólos por no enojarle, mas al tiempo que se bolvía a su tierra los distribuyó entre los criados y familiares del emperador. Y sabido por él, dixo:
-Aora no me maravillo que quien tiene en tan poco el dinero haga tales y tantos milagros.

[3] En la Vida de San Antonio de Padua , fraile menor, referida por Surio en su tercer tomo, se dize que, predicando este santo varón en las honras de un rico, entre otras cosas dixo en el sermón lo que dize Cristo, que adonde uno tiene su tesoro, allí está su coraçón:
-Esto -dize- por exemplo parece en este rico, que era avariento, y su coraçón se hallará en la arca donde tenía su dinero.
Fueron a abrirla para ver si esto era assí, y hallaron el coraçón, fresco como si se acabara de sacar del cuerpo de algún hombre, entre el dinero.

[4] Llegó un hombre a cierto monasterio de los que estavan en los desiertos de Egipto, y ofreció al abad una espuerta de dinero. El abad le dixo que no tenía dello necessidad. Porfió que lo repartiesse a pobres, y lo que pudo acabar con él fue que se quedasse a la puerta del monasterio para que los que entrassen tomassen dello conforme a su necessidad. Y entrando unos y otros, y sabiendo aquel misterio, ninguno lo tocó, porque aun muchos no lo quisieron mirar. El abad dixo al dueño:
-Ya el Señor ha recibido tu voluntad, lleva tu dinero a otra parte donde aya pobres que lo quieran más que los que habitan entre nosotros.
Es del Promptuario de exemplos.

[5] Cierto ermitaño que dexó por Dios su hazienda y riquezas y no se quedó sino con una gata, pidió a su magestad le declarasse en compañía de quién podría esperar la paga de sus obras, y fuele respondido que con San Gregorio Papa. | Gimió él, pareciéndole que el aver dexado riquezas le aprovechava poco si le avía de tener compañía quien posseía tantas. Oyó una boz que le dixo:
-¿Cómo te atreves a comparar tu pobreza con las riquezas de Gregorio, pues tienes tú mayor afición a tu gata que él a ellas?
Refiérese en el Promptuario de exemplos.

[6] Estando cercano a la muerte un logrero, hizo poner en una mesa delante de sí muchos vasos de oro y plata, mucha moneda y otras joyas. Teniéndolo allí, habló con su alma, y dezíale:
-Alma mía, quédate comigo, no me dexes, que yo te daré todo esto que vees y mucho más, que serán casas y viñas.
Visto que la enfermedad se agravava, dixo con grande rabia y despecho:
-Pues no quieres, alma, quedar comigo, yo te encomiendo al diablo.
Y con esto espiró. Refiérese en el Promptuario de exemplos.

[7] Un público logrero, estando enfermo, vino su cura a confessarle, y visto que no quería restituir lo ganado a usuras, dexóle sin absolver y sin los demás Sacramentos de Viático y Unción. Murióse; pidiéronle que le fuesse a encomendar como era de costumbre. Dixo que le encomendava a los diablos. Pidiéronle que a lo menos le diesse sepultura en lugar sagrado, por no deshonrar a sus deudos. Ni quiso conceder esto, porque sus usuras eran públicas, y su impenitencia, sabida de todos. Vinieron en este concierto: tenía el cura un jumento en que llevava a la iglesia algunas cosas de su servicio, como libros, y assí nunca iva a otra parte, sino de la iglesia a casa del cura, o al contrario. Dixeron que pusiessen el cuerpo del logrero sobre el jumento, y a donde le llevasse fuesse enterrado. Los parientes dieron en este acuerdo, creyendo que le llevaría a la iglesia, o si fuesse a casa del cura; por no verle en ella, le haría enterrar en el cemiterio. Ponen el cuerpo sobre el asno, que, sin declinar a parte alguna, /(455v)/ le llevó al pie de la horca, y allí se descargó dél por sí mismo, echándole de sobre sí, y allí se enterró. Y dízelo el Promptuario de exemplos.

[8] Bivía contento un çapatero con el trabajo de sus manos. Comía y vestíase él y su muger, cantava en su oficio, y a la noche quedávale poco o nada ahorrado, acostávase y dormía seguro de ladrones. Juntáronse un día ciertos vezinos suyos ricos, y tratando del contento con que aquel hombre bivía, de que ellos estavan tan faltos por los cuidados que les cercavan, uno dellos se ofreció de hazerle callar. Púsole una mañana a su puerta en una bolsa cantidad de dineros. Abrió el çapatero su puerta y, visto el dinero, recogiólo en casa, muy admirado, no sabiendo de quién o cómo le venía. El día todo se le passó en esto, y la noche en dar traças qué haría dello. Ya temía si le argüirían de hurto, si compraría possessiones, si negociaría como mercader mejorando el oficio. Esto todo le era dificultoso, porque le pareció que engendraría sospecha en quien le conocía antes, como después le viessen tan medrado. En estas imaginaciones passava el tiempo, sin acordarse de cantar como solía. Hablaron con él sus vezinos y preguntáronle la causa por que no cantava, y el que puso el dinero a su puerta, dixo:
-Yo bien lo sé, en tal día a tal sazón me llevó una bolsa de dinero y tengo testigos dello.
Temió el çapatero, y dixo:
-A mi puerta estava, y maldita sea ella, que me ha afligido tanto que después que la hallé perdí el contento, y más fatiga he padecido en el espíritu con ella que le padecía primero en el cuerpo, trabajando de mis manos.
Con esto bolvió la bolsa, diziendo:
-Tomad, señor vezino, vuestro dinero, que en más estimo mi contento y el poder cantar en mi oficio.
Este cuento trae Horacio, y refiérese en el Promptuario de exemplos.

[9] En cierta ciudad vivían dos hermanas, la una muy rica, y la otra muy pobre. | La pobre era sierva de Dios, comía del trabajo de sus manos. La rica era grande logrera, que hazía pobres a muchos, prestándoles y cobrando más de lo prestado. Cayó ésta enferma y, viendo que se moría, llamó a su hermana para que se hallasse en su enfermedad y muerte. Ella vino, porque bivía en diferente casa, creyendo que le dexaría alguna buena manda. Estando ya cierta la logrera de su muerte, sacó sin que la hermana lo viesse dos bolsas de monedas de oro, que era su hazizenda, y ciñóselas a su cuerpo, y vistióse sus vestidos estando en la cama. Después rogó a su hermana, y tomóle sobre ello juramento, que si muriesse no dexasse que desnudassen su cuerpo, sino que con los vestidos la enterrassen. Murió y enterráronla como dixo. El señor del pueblo, siendo muerta esta muger, oyó dezir que avía sido logrera, y por leyes de la tierra eran suyos sus bienes. Embió su procurador y mayordomo a que hiziessen inventario de todo y se apoderassen dello. Entraron en su casa, abrieron las arcas, y no hallaron moneda alguna. La hermana se acordó de lo que le avía encargado, que la enterrassen vestida, y advirtió que su cuerpo pesava más de lo que en buena razón avía de pessar. Dio cuenta desto al mayordomo, y entendieron que quiso llevarse el dinero consigo a la sepultura. Pidieron licencia al cura para desenterrar el cuerpo y, desenterrado, vieron una sierpe espantosa que estava abraçada con la miserable muger, y con su boca echava llamas de fuego en la boca de la difunta. Fue grande el temor de todos, y con dificultad pudieron cubrir la sepultura de piedras y tierra, diziendo que el demonio tomava possessión en lo que era suyo. Esto se refiere en el Promptuario de exemplos, que como otras vezes he dicho, le recopiló un curioso y docto padre del Orden de Predicadores, sacándolo por la mayor parte de Vicencio Historial, grave y diligente autor. /(457r)/