DISCURSO OCTAVO. DEL AYUNO


Estando el Hijo de Dios en el desierto, donde ayunó cuarenta días y cuarenta noches, dize el Evangelista San Mateo, en el capítulo cuarto, que llegó el demonio a tentarle. En lo cual se declara y descubre su malicia, que combate al hombre más fuertemente, con más azeros y bríos, cuando le ve abstinente y que huye dél al desierto de la Penitencia, cuando le ve que ayuna y se mortifica; en tal sazón son mayores las tentaciones, cuando los hombres quieren más huirlas. Labán persiguió a Jacob cuando se iva dél a su tierra, y Faraón al pueblo hebreo cuando salió del término de su reino. Y cinco reyes comarcanos hizieron guerra a los gabaonitas cuando los vieron confederados con los hebreos. Los de Sodoma quisieron derribar las puertas a Lot cuando vieron que recebía en su casa a los Angeles. Las meretrizes se llegaron a Salomón aviendo recebido sabiduría de Dios, y estando en edad que devía más aprovecharse della. Faraón denota al demonio, Labán al mundo, los cinco reyes a los cinco sentidos, los sodomitas y meretrizes a los malos pensamientos y desseos. Todo esto haze mayor guerra al hombre cuando pretende apartarse de vicios, entrar en el desierto de la Penitencia y vivir en ayuno y abstinencia. Del Ayuno trata el presente Discurso.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Moisés y Elías fueron grandes ayunadores, pues ayunaron de una vez cada uno cuarenta días, y para que se viesse que agradaron a Dios en esta obra, por honrarlos a ellos y honrar al ayuno, poco después que el mismo Jesucristo ayunó otros cuarenta días, transfigurándose en el monte Tabor y vistiéndose de la librea del Cielo, quedó su | cuerpo glorificado, hermoso y resplandeciente, como avía de estar y está ya en la Bienaventurança; al tiempo, pues, que hizo esto, de ningún otro santo de los antiguos echó mano, sino destos dos ayunadores, Moisés y Elías, y con ellos, en presencia de tres Apóstoles, Pedro, Diego y Juan -que un poco durmieron y otro poco estuvieron atónitos de espanto-, comunicó el misterio a que avía venido al mundo, que era para remediarse por medio de su passión y muerte, que fue excesso, pues excedió en méritos a lo desmerecido por el hombre. Es del Éxodo, capítulo veinte y cuatro, y del Tercero de los Reyes, capítulo diez y nueve, y de San Mateo, capítulo diez y siete.

[2] Estando orando el profeta Samuel y ayunando el pueblo israelítico, embió Dios un tronido grande sobre los filisteos, sus enemigos, que los puso en huida. Y danos documento que tienen a Dios de su parte los que oran y ayunan. Es del Primero de los Reyes, capítulo séptimo.

[3] El rey Saúl, vedando un día al pueblo hebreo que no comiesse cosa alguna, venció y hizo huir al exército de los filisteos, que antes temían y se recelavan dél. Casi desarmados estavan los hebreos, cual o cual espada tenía, una Saúl y otra, Jonatás y, tomando las armas del ayuno vencieron a los bien armados y que antes los vencían y tenían acorralados, matando muchos dellos y gozando de los despojos. Es del Primero de los Reyes, capítulo catorze.

[4] Josafat, rey de Judá, mandó ayunar a todos sus súditos y vassallos, viendo que le venían a hazer guerra Moab y Ammom, y los idumeos con gente sinnúmero, los cuales tomaron entre sí la contienda hasta venir todos a morir. Y los que estavan vazíos de manjar ayu- nando, /43v/ sin llegar a las manos con el enemigo ni ponerse en peligro fueron llenos de los despojos de los contrarios. Es del Segundo del Paralipomenon, capítulo veinte.

[5] El rey Acab, amenazado de parte de Dios por la muerte que hizo dar a Nabot, sobre quitarle una viña, y por otros graves pecados que avía cometido, temió la amenaza, vistióse de saco y ayunó humillándose, y difirió Dios el castigo hasta sus descendientes. Porque, siendo él muerto, su hijo Ocozías cayó de un cancel o balcón y murió. Joram, otro hijo suyo, murió de una saeta que le tiró Jehú. Jezabel, su muger, fue derribada de una ventana, pisáronla cavallos y despedaçáronla perros. Tenía Acab setenta hijos y todos fueron puestos a cuchillo en Samaría. Y todos los que pertenecían a su casa y familia en Jezrael, donde residía su corte reinando Jehú, fueron muertos con todo el linaje de Acab. Todas estas muertes y destruiciones, o cosas semejantes, viérales por sus ojos, como el profeta le avía amenazado, si no ayunara. Por el ayuno se le difirió hasta su tercera generación. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo primero, nono y décimo.

[6] Josué, cuando entró en la Tierra de Promissión, fue su exército vencido por los ciudadanos de Hai. Púsose en oración y ayunó de la mañana a la tarde, y por este medio le descubrió Dios la ocasión de aquel daño, que fue estar un ladrón en el exército, el cual muerto, fue la ciudad enemiga entrada. Es de Josué, capítulo siete.

[7] También cuando los de la tribu de Benjamín, usando mal de la muger de un levita, se la mataron, viniendo a vengar esta muerte las otras tribus, fueron vencidas por los malhechores, hasta que ayunando cobraron fuerças, y los vencieron y castigaron. Es del Libro de los Juezes, capítulo veinte.

[8] Pecó David y confessó su pecado, estando el profeta Natán presente. El cual | le dixo que Dios se le avía perdonado; y él dize de sí en el Salmo treinta: «Mis rodillas están enfermas de ayunar, estoy desflaquecido del ayuno». Y quien tenía las rodillas sin fuerças ayunando, tenía también su esperança firme en Dios. Y assí dixo: «En Ti, Señor, esperaré, y no seré confundido eternamente». Es del Segundo de los Reyes, capítulo doze.

[9] Ayunando Daniel, le fueron revelados divinos misterios, señalándole las semanas precissamente que passarían hasta la venida del Hijo de Dios al mundo. El mismo, siendo echado en un corral de leones, por seis días ayunó y permaneció sin daño entre fieras ferocíssimas. Y, estando ya para morir de hambre, truxo un ángel de tierra de Judea a Babilonia al profeta Abacuc, y diole la comida que llevava a sus pastores, y reparó la vida, saliendo de aquel lugar peligroso. Es del Libro de Daniel, capítulo sexto y catorze.

[10] Los ninivitas, cuyos pecados eran tantos y tales que provocaron a Dios que les embiasse a notificar una terrible sentencia por el profeta Jonás, que dentro de cuarenta días serían destruidos, oída por ellos, echaron mano del ayuno, desde el rey hasta el más vil esclavo que avía en la ciudad. Los niños que mamavan y las bestias, todos ayunavan. Donde los bramidos de las bestias, los gritos de los niños, las lágrimas y sospiros de los grandes que davan ayunando, provocaron a Dios a misericordia, y assí, por aquella vez los perdonó. Es del profeta Jonás, capítulo tercero.

[11] Ni dexan de señalarse en la virtud del ayuno mugeres, aunque de su condición flacas. Como Ana, muger de Eleana, que ayunava y llorava porque le dava en rostro que era estéril otra muger de su marido, teniendo ella hijos. Sus lágrimas enternecieron al Señor, y trocó su tristeza en gozo, dándole por hijo a Samuel Profeta, que governó el Pueblo de Dios muchos años. Es del Primero de los Reyes, capítulo primero y segundo. /44r/

[12] Sara, hija de Raguel, casada con siete maridos y dexada viuda y donzella de todos, casó con el otavo, que fue Tobías y, porque ayunaron ambos tres días él quedó con vida y ella, con marido. Llamóla una criada suya «matamaridos», y porque ayunó fue libre de semejante oprobio. Y el demonio Asmodeo, que a los siete maridos quitó las vidas, vencido de una muger por el ayuno, fue desterrado al desierto y perdió el poder hazer daño, teniéndole antes de matar. Es del Libro de Tobías.

[13] Ayunó Judit, y fue más fuerte que los exércitos de los assirios. Avía determinado Ozías, príncipe de Betulia, y los que con él estavan, de entregar la ciudad a Holofernes, mas ella le cortó la cabeça, de modo que aquellos a quien las armas del yugo de captiverio no podían hazer libres, el ayuno y la oración les dio libertad. Es de su Libro.

[14] Ana, hija de Fanuel, con los cotidianos ayunos y oraciones vino a tener don de profecía. Vido al niño Jesús en los braços de Simeón y confessó que era Él el Redemptor de Israel, y assí, falta de comida guardando abstinencia y orando, entendió lo que los escribas y fariseos, hartos y regoldando letras, ignoraron. Es de San Lucas, capítulo dos.

[15] Antes que passemos adelante será bien hazer una lista de los que antiguamente por destemplados incurrieron en algunos daños. Como Noé, que por bever demasiadamente dio ocasión a uno de sus tres hijos que burlasse dél, viéndole embriagado y mal compuesto, por falta de abstinencia. Lot cometió incesto con sus hijas y Holofernes fue degollado. Esaú, por golosina de unas lantejas perdió el mayorazgo y muchos otros bienes. Jonatás, hijo de Saúl, por comer un poco de miel se vido en peligro de muerte. De los sodomitas dize Ezequiel, en el capítulo diez y seis, que por comer demasiado dieron en pecados, por los cuales fueron destruidos con fuego del Cielo. Cuanto mal haze a unos el comer mucho, haze de bien a otros el comer poco. Los santos, | entendiendo que avían de tener rencuentros con el demonio, no osavan esperarle hartos, sino hambrientos, y desta manera aventajávanse mucho y bolavan en cosas del servicio de Dios. Las aves que tienen poca pluma y mucha carne, como las gallinas, buelan poco; las que tienen mucha pluma y poca carne, como el açor, buelan mucho. Los que ayunan mucha mejor disposición tienen para la oración y meditación que los que son grandes comedores. Es el ayuno como el pomo de la espada, que, aunque es pesado, su peso haze más ligera la espada. Assí el ayuno, pesado en sí, haze la espada de la alma que está en el cuerpo como baina más ligera.

[16] De todo lo dicho nos dio documento y exemplo Nuestro Salvador Jesucristo, pues ayunó cuarenta días. Y, siendo tentado del demonio en tal sazón, fue enseñarnos que podemos evitar sus engaños y traiciones, y vencer su poderío ayunando. De manera que en este género de pelea no tenemos necessidad de fuerças corporales para vencer, sino de flaqueza y caimiento, porque no halle el demonio incentivo en que aprenda el fuego de concupiscencia. Y el mismo Hijo de Dios, cuando se trasfiguró (como se ha tocado) en el monte y mostró prendas de su gloria, hizo parecer a sus lados a Moisés y Elías, los cuales también ayunaron cuarenta días, para denotar que son dignos de su compañía y gloria los que ayunan y mortifican su carne. También cuando enseñó a orar a sus discípulos truxo documentos de ayuno, porque el ayuno y la oración son eficacíssimos remedios para impetrar la gracia y para vencer al demonio, que de cierto género dellos dixo el mismo Señor que no se lançava sino por medio de la oración y ayuno. Y porque no se pierda el mérito de tan ilustre exercicio, dio assí mismo documentos el Salvador, diziendo por San Mateo, en el capítulo sexto: «Cuando ayunáredes, no os finjáis tristes como los hipócritas, sino ungid la cabeça y lavad el rostro, queriendo cumplir no con los hombres, sino con Dios, que dará el premio». Y es dezir, el que quisiere que su ayuno y /44v/ abstinencia sea de provecho, ofrézcalo todo a Dios, y nada a la ostentación y vanagloria. Y no se contentó el Hijo de Dios de engrandecer con alabanças el ayuno y avisar cómo se haga para que no se pierda el mérito dél, sino que lo puso en precepto y mandó al cristiano que ayunasse, y no sólo en común, sino en particular la Cuaresma, que fue instituida por Jesucristo. Assí lo dize San León Papa en un Sermón del Ayuno, San Basilio en la Homilia segunda del Ayuno, San Ambrosio en el Sermón catorze y San Atanasio en el Tratado de la Santa Virginidad . Estos sagrados doctores afirman que el ayuno de la Cuaresma le instituyó Jesucristo Nuestro Señor de palabra, mandando a sus Apóstoles que le guardassen, y de mano en mano fue hasta el Papa Telesforo, que le dexó en la forma y modo que de presente se guarda.

[17] No es razón que se passe en silencio el ayuno del gran Baptista, que señalan los Evangelistas que desde niño no comía sino langostas y miel silvestre en el desierto donde estava. Algunos han dicho que estas langostas eran ciertas hierbas deste nombre, y que dellas y de sus raízes se sustentava. San Hierónimo, en el capítulo cuarto sobre la Profecía de Jonás, tomo sexto, y en el Segundo Libro contra Joviniano, tomo segundo, dize que no eran hierbas, sino las mismas langos tas, que son los animalejos que tienen este nombre, porque en tierra de Palestina, secas al sol, se dexan comer. Y en esta vida tan penitente con semejante ayuno, el autor del Prado Espiritual afirma que sin las vezes que dizen | los Evangelistas que se vido Jesucristo con él, le visitó en secreto muchas otras, y tuvieron entre sí coloquios divinos dentro de una cueva, que él señala en el desierto del Jordán, y esto porque no convenía que en público se conversassen familiarmente, por el testimonio que el Baptista dio de Cristo, que fue tal que nadie pudo poner en él escrúpulo de que era amistad entre los dos.

[18] Subido Cristo Nuestro Redemptor a los Cielos, usaron los Apóstoles los primeros entre los cristianos el ayuno. Porque, como dize San Marcos en el capítulo segundo, estando el Redemptor con sus Apóstoles combidado en casa de Mateo, preguntáronle algunos otros que estavan allí por qué sus discípulos no ayunavan como los del Baptista y los de los fariseos, y respondió que en la solemnidad de bodas, estando presente el esposo, no ay ayunar. «Vendrá -dize- tiempo que les quiten el Esposo, y ayunarán». Y assí, passado el tiempo de la predicación de Jesucristo, su muerte, resurreción, subida a los Cielos, con la baxada del Espíritu Santo, apartándose el Esposo (que fue la corporal presencia) de los ojos de los Apóstoles, ayunavan, y tan de veras que sin apartarse de semejante abstinencia perdieron las vidas, y tornaron a ver al Esposo en el tálamo de la Gloria; adonde el ayuno y la hambre que padecieron en el mundo, recompénsaseles con la refección y comida del Combite Eterno.

Coligióse lo dicho hasta aquí de las Divinas Letras.

[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Clemente Papa dize del apóstol San Pedro que su comida era olivas con alguna ortaliza. Santiago el Menor ni comía carne, ni bevía vino ni sidra. San Mateo sólo con legumbres se sustentava, como lo dize Clemente Alexandrino, libro segundo Pedagogi.

[2] San Nicolás, obispo de Mirrea, siendo niño y estando en la cuna, los miérco- | les y viernes solamente recebía una vez el pecho de su ama. Cosa maravillosa, que no tenía uso de comida y bevida y ya guardava ayunos; mas si se considera la santidad deste santo cuando varón, no ay qué admirar en que su infançia fuesse tal. Dízelo Juan Diácono, y refiérelo Surio, tomo sexto.

[3] Lo mismo que de San Nicolás se dize /45r/ de Sismio, obispo taunense, de que los miércoles y viernes sola una vez tomava el pecho, y, como siendo varón viniesse a grande santidad de vida, no desconfío que puede imitarle quien como él se exercitare en ayunos y abstinencias. Es de Surio, tomo tercio.

[4] Mayoro, obispo sargiense, ayunó toda la vida los miércoles y viernes, de suerte que casi nada comía. Los demás días era su sustento pan de cebada, y quien quisiere saber cuánto le fueron de provecho sus ayunos, entienda que permaneció virgen hasta la muerte. Dízelo Marulo, libro cuarto.

[5] Edmundo, arçobispo de Canturia, que también alcançó corona de virgen domando su carne con ayunos, todos los viernes guardava pan y agua. Nunca tuvo cuidado de regalar su cuerpo, sino de sustentarle, y por lo mismo le sustentó el Señor con pan de vida y de entendimiento, y con agua de sabiduría. Fue egregio doctor, muy sabio en la Divina Escritura y esclarecido en milagros. Es de Surio, tomo sexto.

[6] Bonifacio, arçobispo de Misia, era deleite suyo el ayunar cada día, y muchas vezes passava tres y cuatro días sin comer cosa alguna, de manera que los domingos y los jueves recibía el sustento. Y como anduviesse por tierra de Misia predicando a los gentiles con grandes fríos y nieves, templó el ayuno con comer cada día medio pan y bever agua. Traía los pies descalços, y era de maravillar para tan grande trabajo que bastasse tan pequeña cena. Con semejante vida corrió al martirio. Y otros mártires recibieron sola una corona por el martirio, y Bonifacio añadió al martirio de sangre el tormento de continua hambre. Dízelo Marulo, libro cuarto.

[7] A San Frutuoso, obispo de Tarragona, sentenciándole a muerte Emiliano, y llevado al martirio, algunos cristianos piadosos le quisieron refrescar con traerle que comiesse y que beviesse. San Frutuoso, agradeciendo la caridad, les dixo:
-Oy es | día de ayuno (porque era viernes) y no es llegada la hora de nona. Nunca plega a Dios que yo quebrante sus santas leyes en tanto que me dura la vida, por más cierta y cercana que tenga la muerte. Jesucristo murió con su sed; yo quiero llevarme la mía de obedecerle.
Refiérese en su Vida, escrita por San Isidoro y por Prudencio.

[8] Ibón Presbítero ayunava todos los ayunos de la Iglesia pan y agua por hazer algo más de lo que estava obligado. Sin esto, era siempre abstinentíssimo y no bevía vino, o muy poco. Es de Surio, tomo tercero.

[9] San Antonio Abad comía una vez al día a hora de vísperas, y era la comida pan y sal con agua. Y algunas vezes dexava dos y tres días esta comida. Tuvo dél embidia el demonio y, tomando figura de monge, ofrecíale algunas cosas de comer, diziendo que no se dexasse morir de hambre. Mas, entendido el engaño, signóse Antonio con la Señal de la Cruz y desapareció el demonio. De lo cual se dexa entender cuán grande provecho traiga el ayuno, pues es al demonio tan molesto, y que los que ayunan pueden ser tentados, mas Dios no permite que sean vencidos. Dízelo San Atanasio en la Vida de San Antonio.

[10] Sansón, arçobispo dolense, ayunava de suerte que se passavan ya dos días, ya tres, sin comer, y llegava al cabo de la semana. Y en toda la Cuaresma no comía sino dos vezes o tres a lo sumo. Dízelo Baldriquio en su Vida, y refiérelo Marulo, libro cuarto.

[11] Severo Abad, de nación siro, todos los domingos recebía el Santíssimo Sacramento por la mañana, y a la tarde comía un pan. Con el primer manjar sustentava su alma y con el segundo, el cuerpo, sin comer otra cosa en toda la semana. Y lo mismo se afirma que hazía Mederico Abad, en Hedum, ciudad de Francia. Dízelo Marulo, libro cuarto.

[12] Elpidio Abad, natural de Capadocia, estando solitario en un desierto, encerra- do /45v/ en una escura y mal aliñada cueva, tan solamente dos vezes en la semana comía, el domingo y el miércoles. Dizelo Paladio en su Lausiaca, capítulo ciento y seis.

[13] Mucio, abad y solitario, todos los domingos le traían del Cielo un pan, y con él passava toda la semana ayunando. Es del libro De Vitis Patrum.

[14] Vido Pafuncio cuatro ermitaños en el desierto, cuyos nombres eran Juan, Andrés, Tadeo y Filipe, los cuales ayunavan toda la semana, y el domingo les traía un ángel cuatro panes. Y estando con ellos Pafuncio truxo cinco, y con esto se sustentavan. Y no es de maravillar que recibiessen del Cielo el sustento estos santos varones, pues el pueblo hebreo, prevaricando y mostrándose rebelde a Dios, era sustentado con el maná venido del Cielo. Es del De Vitis Patrum.

[15] Estéfano, presbítero constantinopolitano, antes que naciesse ya ayunava, porque, estando dél preñada su madre, no podía comer carne ni bever vino, y si lo comía lo trocava luego sin retenerlo su estómago. Siendo nacido, no avía tomar el pecho sino estando su madre ayuna. Con esto se denotava cuán abstinente sería después, creciendo en edad y en virtud. Encerróse en un templo del Apóstol San Pedro y comía hierbas con sal por parte de tarde sin otro adereço. Siendo sacerdote quitó la sal a las hierbas, y no usava deste manjar tan insípido cada día, sino que le alargó hasta recebirle solos los domingos. Passó adelante y fuese a vivir en soledad, donde se sustentava de crudas hierbas. Y, siendo monge professo, como le mandasse su perlado que usasse un poco de vino por su estómago, derramó sola una gota dello en un vaso grande de agua por obedecer, y bevíalo sin tener sabor alguno de vino. Comía a esta sazón las fiestas solamente unos pocos de higos o cosa que les parecía, y no de su gana, sino por mandárselo su perlado. De manera que estando en las entrañas de su madre mostró cuán grande cosa era el ayuno, lo uno, com- peliendo | a su madre que ayunasse, y lo otro perseverando hasta el fin de la vida en increíble abstinencia, que le duró desde veinte y dos años hasta que tuvo setenta y tres, que fue llevado a se hartar a los pastos de la Bienaventurança, tanto allí más cumplidamente, cuanto en la vida vivió más abstinente. Dízelo Nicéforo Calixto, libro veinte y uno.

[16] San Liberal, cuyos huessos como de santo son venerados en la ciudad de Tarvisio, alcançó esta merced de Dios, que, comulgando los domingos, ningún otro manjar usava, de modo que lo recebido para salud de su alma, con su virtud sustentava el cuerpo. Dízelo Marulo, libro cuarto.

[17] Apelles, que de herrero en Egipto se hizo morador del hiermo, primero domó el hierro con martillos, después, su cuerpo con ayunos, y quedó tan limado y polido en santidad, que ninguna cosa gustava sino los domingos aquel pan que baxó del Cielo, que quien dignamente le recibe no tendrá hambre para siempre. Es del De Vitis Patrum.

[18] Epesio, anacoreta en el desierto escitiótico, por cuarenta años ni un solo día se desayunó primero que el sol se pusiesse. Es del De Vitis Patrum.

[19] De San Hilarión afirma en su Vida San Hierónimo nunca aver recebido el sustento antes que el sol se pusiesse, ni aunque fuesse fiesta muy solemne, ni él estuviese enfermo, con ser su comida ásperas hierbas silvestres, pan de cebada, lantejas cozidas, ya uno desto, ya otro; y, cuando era viejo, por regalo y necessidad añadió óleo al manjar. Y, siendo de edad de sesenta y tres años, hasta de ochenta, sin usar de pan tomava un manjar líquido de harina y hierbas. Y con esto acabó la vida mortal y fue a gozar de la celestial, y en ella el combite que siempre desseó. Refiérelo Surio, tomo primero.

[20] Adilón, abad cluniacense, en tiempo de Cuaresma comía pan mezclado con ceniza. Pedía agua y, traída, halló que era vino. Reprehendió al ministro porque le /46r/ avía traído vino por agua; él se admiró y bolvió por agua a la fuente. Gustólo y vido que se convertía en vino y, entendiendo que era la voluntad de Dios, temió resistirla. Y acrecentando mayor aspereza en la comida admitió aquel regalo en la bevida. Es de Pedro Damián Cardenal, y refiérelo Surio, tomo primero.

[21] San Gregorio Papa por razón de enfermedad no pudo aguardar el ayuno de una Cuaresma. Vino el Sábado Santo, y con lágrimas rogó a Eleuterio Abad que alcançasse de Nuestro Señor que pudiesse ayunar aquel día. Hizo por él oración, y diole su Magestad tantas fuerças que ayunó aquel día y pudiera ayunar más. Y con este exemplo somos enseñados que si nos es impedimento alguna cosa para el ayuno, no nos desconsolemos, sino que pidamos a Dios sea servido de que cesse aquel impedimento y estorvo, y es cierto que si nos conviene, que se le dará al que pide, y al que llama se le abrirá la puerta. Es de la Vida de San Gregorio , libro primero, capítulo octavo.

[22] De Asela Virgen dize San Hierónimo que tenía el ayuno por recreación, y la hambre por refeción, y como la truxesse no el desseo sino la humana necessidad a aver de comer, con pan y sal, y con agua fría, incitava más el apetito que le recreava y satisfazía. Refiérelo en una Carta en loor de la misma Asela. También dize de Santa Paula que era tan grande su abstinencia que debilitava y enflaquecía el cuerpo. Los días de fiesta solamente echava óleo en la comida, y con esto se entenderá lo que hazía del vino, miel, peces, huevos, y lo demás que da gusto al apetito, con lo cual algunos se tienen por muy abstinentes. Dize adelante San Hierónimo: «Ninguna donzella sana y de buena complexión se dio tanto al ayuno como Paula siendo vieja y teniendo quebrantada la salud». Dize más, que, estando enferma, ni por consejo de médicos, ni por ruego de Epifanio Obispo, puedo ser persuadida a que beviesse vino. Y, saliendo el mismo Epifanio de tratar esto con ella, preguntándole | qué avía alcançado, respondió que en lugar de acabar con ella que beviesse vino, salía él en parte convencido por sus razones, aunque viejo, para bever agua. Pues si esta señora enferma no quiso gustar vino, con quien anda muy en sus alcançes la luxuria, teniendo salud y siendo moços, ¿por qué no temen de beverle y más en demasía? Dízelo San Hierónimo en el Epitafio de Paula.

[23] Eufrasia, monja en la Tebaida, todos los días ayunava, sin comer carne, no huevos o leche, ni óleo; no bevía vino, ni gustava cosa alguna que fuesse dulce y sabrosa al gusto. Passávanse dos y tres días, y a las vezes toda la semana sin acordarse de comida. Traía vazío el estómago por henchir la alma de virtudes. Es del De Vitis Patrum.

[24] María Egipciaca, cuyas ganancias deshonestas trocó en otras celestiales, yendo al desierto llevó consigo tres panes, y residiendo allí por cuarenta años, sin ver en este tiempo hombre, sino a Zomías, el año último en que murió, lo más del tiempo passó sin comer pan, sino hierbas silvestres, y todo lo que pecó por comer purgólo con semejante ayuno, y la que estuvo en lugar deshonesto, después de los trabajos del desierto vino a ser ciudadana del Cielo. Es del De Vitis Patrum.

[25] Santa Felícula, virgen y mártir, estuvo encerrada en una escura y penosa cárcel siete días, sin comer cosa alguna. Después fue llevada al templo de Vesta, y detenida en él con guardas otros siete días, también ayunando. Y fortificada con esta abstinencia tuvo ánimo constante y valeroso para padecer martirio. No la espantó la crueldad del tirano, sino que desseó morir y verse con Cristo. Es de Surio en la Vida de San Marcelino Papa, tomo tercero.

[26] María de Decegnies, cuyo nacimiento honró la ciudad de Nibela, en la Provincia Leodiense, desde la fiesta de la Exaltación de la Cruz hasta la Pascua passó con sólo pan y agua, por tres años. Della se afirma que algunas vezes perseverava treinta días y /46v/ más sin comer cosa alguna, teniendo divinos coloquios con Dios. Y por cincuenta y tres días antes de su muerte no gustó cosa alguna, si no fue el Santíssimo Sacramento. Murió y fue vista su alma ser llevada de ángeles al Cielo. Y la que algún tiempo en la tierra se afligió con abstinencia y ayuno, fue en el Cielo recreada con la beatífica visión, la cual gozará para siempre. Es de Jacobo Vitríaco, y refiérelo Surio, tomo tercio.

[27] Cecilia, virgen y mártir, ayunando dos y tres días sin comer cosa alguna, mereció tener un ángel por guarda de su honestidad y alcançar palma de mártir. Es de Adón en el Martirologio.

[28] No amava tanto el ayuno como las referidas aquí una muger que la hambre truxo a poner en peligro su honestidad. Y fue el caso que Sisinio, abad anacoreta, estava en una cueva junto al Jordán, y un día, al tiempo que cantava tercia, entró en su presencia una muger mundana, la cual hizo allí algunos movimientos libidinosos por provocarle a que pecasse con ella. El santo ermitaño, sin turbarse ni mostrar indignación, acabó la hora que dezía y, acabada, con rostro sereno díxole en lenguaje de Siria:
-Oyeme, muger, lo que quiero dezirte, ¿eres cristiana o gentil?
-Cristiana soy -dixo ella.
-¿Sabes -replicó el monge- que los fornicarios son atormentados en el Infierno eternalmente?
-Bien lo sé -respondió la muger.
-Pues, ¿por qué -añadió el monge- quieres fornicar?
Respondió:
-Por que padezco hambre y me des algo que coma.
-Pues no ofendas a Dios -dixo el santo varón- y ven aquí cada día, que su Magestad proveerá de manjar con que satisfagas tu hambre.
La mujer lo hizo assí, que aquella vez y muchas otras el siervo de Dios de lo que tenía para comer partía con ella, hasta que se fue de aquel desierto a vivir a otro. Es del Prado Espiritual, capítulo ciento y treinta y seis.

[29] Acerca de lo que se ha dicho de ayunos rigurosos de algunos santos se advierte que no a todos les es concedido y líci- to | guardar la abstinencia que ellos guardaron. Uno puede estar sin comer muchos días, otro, ni uno solo; a uno le basta para su sustento medio pan, a otro, uno es poco. Tanto deve y es bien que ayune cada uno cuanto sus fuerças pueden llevar, y tanto deve comer cuanto le bastare para regir y mandar sus miembros y sentidos. Deve mirar el que ayuna que ha de ayunar adelante, no que ayune dos o tres días con grande abstinencia y luego lo dexe y tenga necessidad de comer carne cuando devía ayunar, y se le pueda dar por baldón: «este hombre començó a edificar torre y no pudo acabar con la obra». El que ha de levantar la torre del ayuno mire sus possibilidades, modérese al principio para que lleve el negocio a próspero fin. También deve advertirse que si huimos la demasía de abstinencia no demos en algún despeñadero y vicio de gula, como Adam y Eva, que menospreciaron el mandato de Dios y fueron echados del Paraíso; Noé, por desreglado en el bever, descubrió su cuerpo y causó mofa en su mal hijo Cam; Lot, por lo mismo de que bevió mucho, se juntó con sus dos hijas; Esaú, una escudilla de lantejas le hizo vender su mayorazgo, como ya se ha tocado. Y en el Evangelio dize Jesucristo: «Mirad no se carguen vuestros coraçones con demasiada comida y bevida, y venga la calamidad de repente». Y en otra parte: «Ay de vosotros, que estáis muy hartos, que algún día estaréis hambrientos». Necessidad ay de una medianía, que ni el manjar sea mucho ni poco. Lo uno es perder la vida y lo otro es contentar, no a Dios, sino al vientre. Ni tampoco, como advierte San Isidoro, se ha de ayunar y pecar, abstinencia ha de aver en los vicios como en la comida. Quien ayuna y peca haze lo que el demonio, que siempre ayuna y siempre peca. Dado caso que ni por esto queremos que quien cae en culpas dexe el ayuno, pues si es de precepto y obligación ahorrará nuevo pecado, y, cuando no lo sea, es de suyo buena obra, que aprovechará para más presto sa- lir /47r/ de pecado y para otros bienes temporales. Mas lo que se dize es que lo más acertado | y que agrada a Dios es ayunar de manjar y de vicios. Dízelo Marulo, libro cuarto.


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Llevando un exército grande de gente Cambises contra los etíopes, en el camino se padeció tanta hambre que echavan suertes entre cada diez soldados, y al que le cabía se le comían los otros. Refiérelo Brusón. El mismo dize que, teniendo cercada a Roma Otón Emperador, hijo | de Enrique, se padeció dentro tanta hambre que se vendía un celemín de sal por treinta reales.

[2] En el Discurso primero, que es de Abstinencia, se verán diversos exemplos de gentiles que fueron abstinentes, que pueden acomodarse en algo con este de Ayuno.

Fin del Discurso octavo, De ayuno.