“RITMOS
FACULTAD DE PSICOLOGÍA FREUDIANOS”.
ASIGNATURA: INTRODUCCIÓN AL PSICOANÁLISIS. La página psicoanalítica abierta
PROFESOR: José Guillermo Martínez
Verdú. a todas las formas y estilos.
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COMPLEJO DE EDIPO Y CASTRACIÓN*.
Bernardo Arensburg**.
No es fácil exponer en 50 minutos todo lo que casi
imperativamente debería decirse sobre un tema tan amplio, he tratado de resumir
al máximo las más de 150 páginas manuscritas sobre las cuales se basa esta
conferencia. Tarea difícil y cuyos resultados por necesidad son aleatorios.
Quedarán lagunas, conceptos condensados y por ende difíciles
de comprender en su complejidad; pido de antemano vuestra benevolencia con la
ilusión de despertar vuestra curiosidad y motivar un trabajo individual en cada
uno, también la esperanza de un reencuentro con más tiempo.
A manera de preámbulo me parece indispensable sentar a priori
dos afirmaciones a modo de premisas que orientan esta exposición.
Primero; en el conjunto de teorizaciones que configuran el
pensamiento psicoanalítico, el Complejo de Edipo ocupa un lugar de absoluta
primacía. Todo el psicoanálisis puede ser comprendido a partir del Complejo de
Edipo como el cuerpo teórico más inclusivo, comprehensivo y específico de los
descubrimientos de Freud. Podemos entender la teoría de las pulsiones, la
partición del aparato psíquico en la primera y en la segunda tópica, las
particularidades de la sexualidad humana, el devenir del sujeto, los conflictos
psíquicos, etc, desde el Complejo de Edipo, pero a la inversa, ninguna de estas
teorizaciones es aisladamente por sí capaz de dar cuenta de las historias personales o patológicas en su
singularidad. Es decir, lo que sostengo es que ninguna de las teorizaciones en
cuestión, ni la del aparato psíquico, ni la de las pulsiones, ni la de la
metapsicología, son capaces de hacer comprensible, analíticamente, a un sujeto
en su singularidad si no se lo considera a la luz del Complejo de Edipo.
Si algún día la teoría psicoanalítica llegara a alcanzar una
unidad de la cual carece, solo será gracias a la subordinación al Complejo de
Edipo que se encuentra disperso en las teorizaciones de diversas escuelas. Cada
una de ellas centrada en aspectos parciales y de distintos niveles o focos
conceptuales, que las hacen inconfrontables entre sí, porque cada una habla de
otra cosa, de un fragmento seleccionado y desprendido del Complejo. Se
establece así un dialogo de sordos.
Un Kleiniano que habla de pulsiones parciales, ligadas a
objetos parciales, en etapas tempranas de desarrollo, dominadas por la madre,
difícilmente podría entablar un diálogo coherente con un Lacaniano que habla de
un sujeto configurado ya por el lenguaje, el orden simbólico y el nombre del
padre, vale decir, sujetado al Super yo y al ideal del Yo.
Es un diálogo de sordos en que se confrontan conceptos
heterogéneos de distintos niveles de desarrollo que no dan cuenta de un sujeto
analíticamente pensado, sino de dos visiones teorizadas, de fragmentos de
pacientes cristalizados en un cliché, comparable a dos fotos instantáneas a las
cuales se quisiera convertir en historias totalizadoras. Es como si en la
instantánea de ese momento quedara el paciente atrapado en un cliché que se le
aplicó y en el cual se lo fotografió y ahí quedó confundida y perdida su
historia y su singularidad. Creo que el ejemplo más patético de este tipo de
situaciones es la que se produjo en algunos medios en el pasado, en que toda la
imaginería de la posición esquizoparanoide y de la posición depresiva, pero
especialmente de la posición esquizoparanoide, era repetida a los pacientes
hasta el cansancio y de un modo tal que sí se oye hablar de un paciente o de
otro podría intercambiárselos tranquilamente, porque sobre los dos se ha
predicado exactamente lo mismo. Es como si pasaran por una máquina troqueladora
en la cual el ataque al pecho, la envidia constitucional, la escisión del
objeto bueno y malo los marcaran como clones genéticos de la teoría.
Creo que cualquier analista, de cualquier escuela que pierda
en su escucha la hoja de ruta, el atlas del Complejo de Edipo puede caer
exactamente en lo mismo, repetir exactamente los mismos, u otros clichés que no
reflejan tampoco ninguna singularidad del paciente sino una generalización
parcial de la teoría respecto a una etapa determinada del desarrollo individual,
válida para cualquier paciente o para cualquier persona. Es decir no
singularizante.
La ubicación y la visión de cada enfoque en la totalidad del
desenvolvimiento edípico podría disolver ese vicio conceptual y técnico. No es
un eclecticismo lo que propongo en esto, sino una visión crítica de los
conceptos en el lugar que les corresponde en el desenvolvimiento diacrónico de
cada historia individual.
Se ha dicho que el objeto del psicoanálisis es el
inconsciente, lo que no carece de legitimidad ya que su descubrimiento inicia
la historia del psicoanálisis, pero surge la pregunta: ¿el inconsciente es un
hecho en sí, un fenómeno primero, autogenerado? Me atrevería a decir que no. El
inconsciente se gesta en la trayectoria edípica, es el conjunto de reyectos, de
restos, que el Edipo crea y deja a lo largo de su decurso.
Desde esta perspectiva no me parecería peregrino pensar que
el objeto del psicoanálisis es el Complejo de Edipo. Y el Complejo de Edipo tal
como singularmente se desenvuelve en cada uno de nosotros. Defiendo pues como
primera premisa la primacía del Complejo de Edipo.
Segundo; la segunda premisa se refiere a la imposibilidad o
la inutilidad de disociar el Complejo de Castración del Complejo de Edipo. Se
puede decir, sin temor de errar que si el Complejo de Edipo no existiera como
concepto, el Complejo de Castración no tendría ni siquiera derecho de
ciudadanía conceptual, sería algo inútil. ¿A quién castraría si el sujeto
edípico no estuviera siempre ahí en la cuerda floja, en el filo de la navaja de
la transgresión sexual que el Edipo prohíbe?
Por otra parte el Complejo de Castración es el vector del Complejo de
Edipo, el que dirige sus inflexiones y sus momentos estructurales. Para Freud
es el Complejo de Castración el que marca el inicio del Complejo de Edipo en la
mujer y su naufragio en el varón.
Creo lícito agregar, que es el Complejo de Castración de la
madre lo que garantiza el inicio del Complejo de Edipo en cada uno, y también
su transmisión de generación en generación.
Cabe sentar que si tal como lo plantean diversos autores
entre ellos Szpilka y yo mismo, el Complejo revierte el mito, el motor de esa
reversión, su gestor, es el Complejo de Castración, de ahí su importancia en la
humanización del sujeto, es además aquello que permite que la tragedia mítica
se convierte en el drama humano de cada uno.
El Complejo de Castración asegura el desplazamiento de los
objetos que rigen la sexualidad en la cultura. Tanto por su eficacia
prohibidora como por su condición de falta de ser y tener, movilizadora de una
búsqueda interminable que orienta el deseo humano.
Habiendo formulado estas dos premisas que sitúan mi posición
personal pasaré a hablar de algunas características del mito, tal como Sófocles
lo recogió en su tragedia y el primer enfoque de Freud sobre el tema.
Antes que el Complejo, estuvo para Freud el personaje del
mito, como llevando una serie de marcas que estructuran su tragedia:
- El amor por la
madre
- El odio al
padre y su potencialidad parricida
- El amor al padre
que busca protegerlo del odio (fugarse del lado de Pólibo y de Mérope reyes de
Corinto -sus supuestos padres- que es un aspecto no enfatizado por Freud en su
correspondencia con Fliess).
- La culpa-
ilustrada especialmente por el Hamlet de Shakespeare.
Esta es la primera mención en una carta a Fliess de 1897
(15/10) que resume lo más saliente del personaje, y que además generaliza a
todos los humanos la existencia de estas pasiones. La introducción de Hamlet en
el comentario epistolar puede tomarse como lo que de algún modo introduce el
Complejo; Hamlet no ha matado al padre, ni ha realizado el incesto, puede
desplazar y proyectar sus pasiones en el
rey asesino y la madre cómplice, tal como Electra, y Orestes los hijos
vengadores de Agamenón y ejecutores de Clitemestra y Egisto asesinos y
usurpadores cómplices.
Es verdad que puede pensarse que Edipo y la tragedia de
Sófocles no describen el complejo, en la medida que la castración como amenaza
y la culpa como afecto no han impedido el asesinato y el incesto. Pero es verdad también que muchos
rasgos del complejo se encuentran, por así decir, entrelineados.
El primero de ellos es la ignorancia, ignorancia cuyo
carácter de reprimido, se intuye en lo que hoy calificaríamos a partir de
Freud, de actos sintomáticos, negaciones, lagunas mnésicas, lapsus, etc.
El ejemplo más claro de negación es el de Yocasta: “Lo más
seguro es vivir al azar, según cada uno pueda. Tu no sientas temor ante el
matrimonio con tu madre, pues muchos son los mortales que antes se unieron
también a su madre en sueños. Aquel para quién esto nada supone, más fácilmente
lleva su vida".
Edipo comete una serie de actos sintomáticos altamente
significativos, el más estrepitoso de los cuales es su fuga de Corinto, para no
matar a su supuesto padre ni yacer con su supuesta madre, a pesar de que la
advertencia le ha sido formulada de que el es un hijo adoptivo de los reyes de
Corinto Pólibo y Merope, algo que normalmente debería haberlo puesto en
guardia.
El clima de enigma, y caso de enigma con estructura de novela
policial en la cual se trata de descubrir un criminal, se apoya en una general
negación, de Edipo, pero más especialmente de Yocasta, ella en circunstancias
no neuróticas, más bien no renegatorias, no podría ignorar, por la edad de Edipo,
por las flagrantes marcas de sus tobillos (incluidas en su nombre mismo), que
se trataba de su hijo. Encontré un excelente artículo al respecto en el
International Journal que desgraciadamente no fiché y no he logrado encontrar,
y también Conrad Stein, en su libro “La muerte de Edipo” desarrolla una tesis
semejante.
En Yocasta se encuentra un personaje materno extremadamente
contradictorio desde esta perspectiva, de una inquietante duplicidad. En la
maquinación de la muerte de Edipo, bajo el dominio de Layo, niega el deseo
materno y entre ella y su aterrorizado conyugue construyen lo que representa la
más siniestra forma de “escena primaria” de la literatura clásica; porque a
poco que se piense se trata de eso, de la escena primaria, aspecto muy central,
del Complejo de Edipo y de Castración.
Pero en una segunda vuelta ella se convierte en lo que el
complejo desea; la madre que pervierte el deseo materno, que actúa la seducción y se convierte en la encubridora de
la ambivalencia asesina del hijo amante,
la que vehiculiza como Clitemestra con Agamenón un odio hacia el cónyuge padre.
A propósito de Layo, se ha podido construir una especie de
argumentación en cierta forma antiedípica, el “Complejo filicida”, para lo cual
Layo por cierto en lo manifiesto y en la textualidad de la trama ofrece un
ejemplo cabal. Un abordaje más psicoanalítico desmiente tal complejo, en la
época de la paternidad ya no se constituyen complejos, pero las fantasías
filicidas del padre, cuando existen, como en el caso de Layo, se comprenden
fácilmente como una retroacción, como un efecto a posteriori de las propias
pasiones edípicas del padre en el pasado infantil.
Evocando a Layo; el Diccionario de Mitología Griega y Romana
de Pierre Grimal, nos ofrece una tormentosa historia de Layo: tempranamente
huérfano de padre por la muerte de Lábdaco, víctima de persecuciones, fundador
(o descubridor) del amor homosexual con el joven Crísipo, podemos imaginar a
Layo como atormentado por un terror paranoide, sus tan griegas inclinaciones
hacia ambos sexos, podrían haber pesado en el mito más allá de su encuentro
casual con Edipo en la encrucijada de su muerte. Una versión colateral del mito
sitúa la muerte de Layo en una disputa por el amor de Crisipo entre el y Edipo.
Esto abre interrogantes cuyas conexiones con el Complejo de Edipo y la
bisexualidad son importantes.
El mito se presta a múltiples comentarios que lo relaciona
con el complejo y con lo psicoanalítico, para abreviar agregaré sólo dos
comentarios que me parecen salientes:
La relación de los reyes de Corinto con la novela familiar y
el supuesto de doble filiación parental en el cual se mueve Edipo.
Y segundo; Tiresias, ciego, igual que al analista le bastan
las palabras y no necesita ver lo extenso, externo y real.
ABORDAJE DEL COMPLEJO.
En las versiones más generalizadas, en los más generalmente
subjetivado del pensamiento habitual sobre el Complejo de Edipo se enfatiza lo
pulsional y lo pasional, con el agravante de que lo pulsional se aborda como
instintivo, o como genital. El resumen de resúmenes es decir que: El Complejo
de Edipo es el deseo sexual por el genitor de sexo contrario y el odio al
genitor de igual sexo como rival, un obstáculo a este deseo; versión sui
generis, reduccionista, descontextualizada de lo social y de una continuidad
histórica que se repite. Se podría alegar que tal definición sólo tiene un
curso en los medios populares, extraanalíticos, etc. pero Uds. se extrañarían
muchísimo de constatar de lo caricaturalmente arraigada que se encuentra en
muchos analistas, desde ya en todos aquellos que en cierta forma desprecian el
complejo y se centran básicamente en la prosecución “genética”, de los avatares
de las pulsiones parciales y sus objetos. Es justamente porque los domina esa
visión restringida del Complejo que lo genético puede ocupar un lugar tan
importante en su percepción del paciente.
Como contrapartida tomo aquí una frase de Jacques Lacan que
me parece esencial y Freudiana; “La familia como objeto y circunstancia
psíquica nunca objetiva instintos, siempre, complejos” en este artículo de
1938, cuyo centro es la familia y el complejo, Lacan, pecata minuta, multiplica
los complejos, diría que es un error menor, es más un desglose en el cual se
pueden rescatar aspectos y momentos esenciales de la globalidad del complejo.
Pero lo central es que el complejo es un asunto de familia
más o tanto como de sexualidad genital y la agresividad.
A partir de Tótem y Tabú, que es entre paréntesis el jalón
liminar en que se introduce el concepto ya calificado como “Complejo de Edipo”.
Vemos los aspectos más arcaicos del inicio del complejo en una ficción
antropológica que pinta un grave asunto, una cuestión familiar insoportable; un
ser poderoso y egoísta es el amo absoluto de todas las hembras, los otros
varones están excluidos y su pertenencia a esa familia mítica sólo puede ser
por la aceptación de esa exclusión. En el mito dentro del mito en que se gesta
la teoría del complejo, todo este orden familiar es subvertido mediante el
asesinato del padre de la horda, la culpa compartida culmina en un pacto
homosexual, que recrea un nuevo orden social y familiar pero conserva la
interdicción s
Lógicamente uno podría plantear la reserva respecto a que
pasa, o como es el Complejo de Edipo de aquellos que son gestados y nacen fuera
de un contexto familiar, cosa nada infrecuente, esta reserva me parece ociosa,
la familia existe más allá de su realidad concreta, su ausencia fáctica no
excluye su existencia simbólica e imaginaria y acarrea además atipicidades
constitutivas del Edipo de los que las experimentan bajo esas formas
particulares incompletas.
¿Cual es el sentido de este planteo? el carácter social, la
matriz humana que implica la familia, como estructura no natural, no biológica,
contractural, en que la sexualidad se ejerce como limitada en cuanto a los objetos sexualmente accesibles.
Marca el paso de una sexualidad natural a una sexualidad en la cultura.
El complejo de Edipo es desde esta perspectiva un factor y un
conjunto de efectos no directamente sexuales que afecta la sexualidad desde un
contrato social y que repercute no solo sobre lo sexual sino también sobre la
constitución misma del sujeto en la relación con el sí mismo, su entorno
inmediato y su inserción social amplia. Ello deja un constante residuo de
falta, un anhelo de algo cuyo objeto se niega a la conciencia y que se busca en
infinitas representaciones sustitutivas sin encontrarlas jamás, porque son
estructuralmente inencontrables.
Así el complejo de Edipo contiene inagotables tensiones entre
lo anhelado y lo imposible, que marcan al sujeto en un límite irrebasable,
definible como el peso del deseo absoluto, fusional primario con la madre y el
lugar del falo para ella y ulteriormente lo que la castración impone; la
identificación con el padre sus interdicciones, sus imperativos de ser y su
abandono de los fines sexuales directos relacionados al objeto primario para
desplegarlos a objetos exogámicos y aceptar límites.
Freud al interpolar la fase fálica de desarrollo avanza un
paso fundamental en la comprensión de la sexualidad y sus relaciones con le
Complejo de Castración, pero introduce al mismo tiempo una ambigüedad estrechante que orienta una vez
más el Complejo de Edipo a una visión centrada en la sexualidad de los
genitales y a las exigencias -enfatizadas por la Escuela francesa- de
diferenciar el pene del falo. Diferenciación, que personalmente, y a pesar de
comprenderla conceptualmente no termina de resultarme aceptable. Para decirlo
en otras palabras, sí a pesar de que hay un hecho anatómico, altamente cargado
de narcisismo y fácilmente imaginarizable como ventaja por presencia y
desventaja por ausencia, el pasaje a un concepto abstracto, lingüístico,
“falo”, que nos desprendería de esa factualidad anatómica y crearía una
estructura simbólica, podríamos fácilmente, hombre y mujer situarnos más allá
de la castración que perdería toda su eficacia domesticadora.
Freud y la clínica nos muestran algo distinto, el pene y el
no pene, su ausencia, son realidades mentales subjetivadas pesantes, y sus
aleatorias resoluciones compensatorias y sustitutivas tienen un carácter
ilusorio iterativamente zozobrantes frente a la angustia de castración, creando
una modificación del yo, su escisión renegatoria, que gesta, administra un
retorno constante de una compensación fálica imaginaria, en el hombre y en la
mujer y cuyo estatuto simbólico no se impone claramente a la reflexión teórica
y clínica.
Pero es a partir de esta fase fálica que Freud introduce, en
un momento de su evolución teórica, lo que crea el modelo clave tanto de la
constitución del Complejo de Edipo como de su naufragio. Como quien dice de ahí
parte y ahí, muy pronto termina.
Esto crea una división bastante arbitraria en que Pregenital
(o más bien prefálico) se identifica arbitrariamente a Preedípico, lo que se da
de narices con lo que por otra parte descubre respecto a la sexualidad femenina
y a la evolución del Complejo de Edipo en la niña.
Ruth Mack Brunwick, en un artículo fundante, discutió este
problema con Freud y lo puso en una posición difícil que llevó a Freud a
reformular (provisoriamente) la división preedípico / edípico.
Si el Edipo de la mujer comienza en la fijación materna (al
igual que la del varón) “Podríamos llamar edípica la totalidad de las
relaciones del niño de ambos sexos con su padre y su madre, con sus genitores”
(Freud dixit).
Lo importante de esta frase de Freud es la de la ampliación
temporal del desenvolvimiento del Complejo a que nos lleva, a la anulación de
lo preedípico como opuesto a lo edípico propiamente tal.
Es obvio que una frase, aislada, a pesar del peso lógico que
pueda tener, tal como una golondrina, no hace verano, pero hay argumentos
abundantes, sólidos de otras fuentes que justifican esta ampliación y no todos
ellos pasan por los que ofrecen los descubrimientos sobre la sexualidad
femenina.
Un artículo preanunciador del 1917, “Sobre la transformación
de las pulsiones con especial referencia al erotismo anal” me parece constituir
la fuente para una reflexión seria respecto a la continuidad gene-racional del
Complejo de Edipo, al rol de la mujer como su trasmisora, a su vectorización
por el Complejo de Castración en sus dimensiones imaginarias.
La tesis central del artículo, su modelo más bien, es la
equiparación, ecuación: “Heces-Bebé-Falo”.
Sitúa el lugar fálico que el bebé ocupa en el deseo materno,
siendo este, (el deseo materno), la figura que define la culminación del
Complejo de Edipo y la castración en la mujer.
Habría que hacer aquí comentarios cualificadores respecto al
problema de la falización en la mujer (Rado), y al carácter de “fetichismo
normal” que Granoff y Perrier atribuyen al deseo materno.
En todo caso el Edipo se inauguraría en esta situación en una
modalidad que Lacan ha llamado “Primer Tiempo”, a mi juicio con pertinencia.
En “Tótem y Tabú”, Freud introduce un concepto que no llegará
a retomar ni desarrollar plenamente, “Mutter Komplex”, Complejo Materno, que se
nos aparece como el polo materno, primario del Complejo que dominaría este
primer tiempo.
Lo que podríamos llamar “Primer tiempo” del Edipo, dominado
por el Mutter Komplex ha sido objeto de infinitas controversias; Jung, Rank, en
primer término parecen ser los disidentes que en cierta forma lo plantearían,
como para ponerlo en el plano de una desviación del pensamiento de Freud.
En términos muy simples podría resumirse el planteo de Jung
como restando importancia al deseo incestuoso y convirtiéndolo en la expresión
simbólica del deseo de retornar a los brazos maternos para el reposo, o el útero
materno para renacer, retorno a la fuente originaria de la vida:
“El conflicto del hombre yace en la lucha entre estos dos
estados - el señuelo del deseo de unificación con la madre, versus el deseo y
la necesidad de separar vida y desarrollo- (Jung)”
Esta formulación Junguiana coincide en muchos aspectos con
enfoques ortodoxos, que Freud no habría rechazado, y que pesan en la actualidad
del pensamiento analítico, comenzando por Karl Abraham, y para nombrar entre
otros a Loewald H. W., Margaret Mahler, Conrad Stein, etc. Personalmente
comparto la frase en su formulación resumida, Stein por ejemplo en “La muerte
de Edipo” dice algo muy semejante, así como M. Mahler, cito un párrafo de ella
que aunque incompleto no carece de una nostálgica belleza;
"Podría considerarse todo el ciclo de la vida como un
pro “estado ideal del si mismo”, real o imaginario, equivalente a una fusión
simbiótica, que fue alguna vez parte del sí mismo en un dichoso estado de
bienestar”.
Ni la cita de Jung ni la de Mahler, son rechazables per se,
ambas son coherentes con lo que Freud pensó y dijo al respecto, pero de un modo
incompleto, soslayando aspectos esenciales del con-junto de transformaciones
que culminan en el Ser Sujeto del Edipo, por la mediación de la castración en
sus diversas formas y avatares.
PRIMER TIEMPO DEL
COMPLEJO DE EDIPO.
Creo que es justo tomar como inicio del Complejo de Edipo en
cada uno, como punto de partida, el “deseo de la madre”, no me refiero al crudo
deseo de un bebé, o de ser madre, sino a la dimensión inconsciente que lo subyace y determina. Su
carácter de fantasía completante, restitutiva del sentimiento de incompletud
que se genera en su propio Complejo de Castración - el bebé-, como sostiene
Freud, se ubicaría así como sustitutivo de su propia falta fálica.
Para Lacan este primer tiempo conllevaría, tras la aparente
relación dual madre-bebé, una estructura triangular; madre, bebé, falo, en que
en lo imaginario de la madre, bebé y falo se superponen. En general concuerdo
con esta teorización, Granoff y Perrier han llegado a sostener que esta
estructura es el “Fetichismo normal de la mujer” afirmación que parecería
extrema expresada crudamente así.
La experiencia clínica, con mujeres imposibilitadas o
excluidas por diversos motivos de la posibilidad de maternidad; es
demostrativa, en sus extremos de depresión, vivencias de incompletud,
desesperación, impaciencia, demanda, recriminación, de lo sostenible que es
esta postura teórica de Freud.
Igualmente durante el embarazo, las fantasías de horror a un hijo
monstruo, el terror del parto como pérdida, denuncian, tanto la exigencia
narcisista de perfección, como la dificultad de aceptar una separación
desfalizante, de reavivar las viejas y dolorosas heridas de una supuesta
imperfección, de una supuesta incompletud corporal, cristalizada en los
genitales.
En este primer tiempo de Edipo en que el elemento tercero es
el falo-imaginario, el bebé es un rey “His magesty the baby” dice Freud en
Introducción al Narcisismo.
En esto hay también algo ilusorio, el bebé humano es
prematuro; el efecto psíquico, la dimensión vivencial de esta prematuración,
anticipo primario de su propia castración, es lo que Freud ha llamado “Hilflosigkeit”, “Indefensión” es el
término con que esta se ha traducido, también “desamparo primario”.
Se ha puesto mucho énfasis en los aspectos biológicos
fisiológicos de esta condición de prematuración y la dependencia (biológica)
que ella establece en relación a la madre, hasta el punto de lo que a mi
juicio, y de muchos otros, se ha querido enfatizar el carácter de “pareja
nutricia”, psicobiológico del vínculo madre bebé, en principio esto es verdad,
sin ese auxilio biológico, el bebé incapacitado de autoabastecerse, perecería.
Pero hay pruebas, experimentales y clínicas, a partir de los
estudio sobre “Hospitalismo”, (una forma clínica de depresión infantil que
puede llegar a ser mortal) iniciados por René Spitz, que este cuidado biológico
es factor necesario pero no suficiente. Un bebé fisiológicamente cuidado
enferma sin el “deseo de la madre”, el deseo de la madre es el “soplo vital”,
el “elan vital” que empuja a sobrevivir y lleva a la internalización del
Principio del Placer que orienta hacia el deseo de la vida, antes de devenir
Ser o Self (sí mismo). Sin el deseo materno o su sustitución el bebé perece,
tan simple como eso.
No se piense que esto es un paraíso absoluto, el “deseo
materno”, no puede ser una polarización total de la madre, ni el bienestar y la
seguridad que el le procura al bebé, cubre la posibilidad de un perfecto
funcionamiento psíquico y mental. Esa “falta de ser” impone la alternancia
entre una perfección narcisista imaginaria absoluta bajo la cobertura del deseo
materno y momentos alternantes de dolor, vivencias de fragmentación, y explosiones
expulsivas de insatisfacción, rabia, impotencia, el fracaso en resumen de la
Omnipotencia ilimitada del narcisismo absoluto que instila la madre en su deseo
y que tan pertinentemente describe Melanie Klein como características de la
“posición esquizo-paranoide”.
Entre el logro de lo perfecto y su fracaso, se ubica según
Freud la posibilidad de evocar alucinatoriamente, la huella mnémica, la
inscripción de la experiencias de satisfacción, evocación que tiene límites y
devuelve al sujeto a su fragmento de realidad carencial, de “falta de
ser", término acuñado por Lacan.
Esta es una muy apretada síntesis por necesidad incompleta,
del primer tiempo del Edipo, dominado por el Mutter Komplex, el Complejo
Materno, y opuesto al Vatter Komplex que limitará sus excesos.
Para muchos analistas, entre los que me encuentro, la marca
nostálgica de este primer tiempo, es constantemente revocada, anhelada desde el
a posteriori de las exigencias de la vida, de los que Freud llama “Scheweres
des Dasein”, “Penuria, Peso del Ser”, es en ese sentido el núcleo del deseo de
la “Pulsión de muerte”, la parte de libido que queda atrapada en el “baby is a
king” del deseo materno y de las satisfacciones que otorga.
Lo que se opone a su construcción imaginaria, es
renegatoriamente barrido y expulsado, parasitado por esa nostalgia que tanto se
acerca a la alucinación primaria.
Para cerrar este punto quiero enfatizar que la persistencia
de su anhelo, milita como una fuente de ansiedad, como terror correlativo al
riesgo de desear de dejar de ser el Sujeto Si mismo que se fabrica por la
mediación del Vatter Komplex.
SEGUNDO TIEMPO DEL
COMPLEJO DE EDIPO.
En términos resumidos de la escuela francesa, el segundo
tiempo del complejo de Edipo, se instaura por la mediación de la madre, “Que
significa al bebé que el falo está en otra parte”. Frase afortunada, que ubica
al padre en el límite del escenario como un factor privador, subrayante de la
“falta de tener” (Lacan), no hay ya un absoluto supuesto de posesión de la
madre y del Falo, el poseedor, el no supuesto de falta de ser y tener, pasa a
ser el padre, lo que no significa que ello haga imperar su ley.
La frase reseñada, es para mí una fuente de zozobra teórica,
como lo sería para cualquier teórico, pertenecería a los enfoques conceptuales
que no pueden formularse en blanco y negro, y estoy lejos de transmitir un
discurso de certeza y claridad.
Pienso que es un momento de transición, una quiebra de
certezas, de afirmaciones claras y sin dudas, de cambio lleno de confusiones y
oscilaciones. Tanto en la teorización del que la teoriza como en la vivencia
del que suponemos que la recorre.
En primer término, diferentes referencias teóricas se mezclan
de un modo que no permite sostener un orden, una línea de pensamiento que se
subordina al consagrado y lógicamente coherente enfoque de un teórico
dominante.
“El falo está en otra parte”, sin embargo, la “imagen
especular”, el “estadio del espejo”, introducido por Jacques Lacan, me parece
situable aquí, en contra tal vez del pensamiento de Lacan mismo respecto a su
inserción temporal de esta etapa. Quiero decir que hay una increíble
consistencia entre lo que Lacan aborda como estadio del espejo y la
introducción por Freud del Narcisismo, “un nuevo acto psíquico”, la unificación
de lo disperso del autoerotismo, en una imagen unificada del yo, susceptible de
ser investida como objeto del amor narcisista.
La madre sigue siendo objeto del deseo, pero su pérdida,
introduce, otorga una investidura al propio cuerpo, como fuente de autoerotismo
disperso en diversas zonas erógenas, boca, ano, etc.
La imagen especular, como ficción de una “imago” unificada,
podría ser el reflejo que conquista una unidad ficticia, “espectacular”, como
dice Lacan, en el sentido de espectáculo de ficción y de espectacularidad de su
eficacia para el cambio de investiduras.
Así el “baby is a king”, destituido por el Falo que está en
otra parte, puede, en el reflejo especular, reencontrar su identificación
falizante, como Narciso en la imagen de su espejo acuático. Esta recuperación fálica
y narcisista no puede menos que ser aleatoria y su carácter de ficción de una
unidad y completud inexistentes son relevadas claramente en la teorización de
Lacan.
Agregaría que la imagen especular no excluye las búsquedas
autoeróticas, ni tampoco coincide plenamente con la ubicación de la fase fálica
de Freud.
Creo que Especularidad y autoerotismo de zonas erógenas
coexisten, en el segundo tiempo y tal vez de por vida, siguiendo vías
adyacentes pero distintas, la especularidad como paradigma de la identificación
imaginaria y narcisista que construye la ilusión del sí mismo y la identidad
del ser y el autoerotismo y zonas erógenas, incluyendo los genitales, pene y
clítoris, como fuentes del placer sexual corporal, llegando en la evolución a
ser más o menos disociadas, más o menos
subordinadas a lo que Freud llama primacía genital, concepto huidizo y no
carente de vicios ideológicos.
El fracaso reiterado de la omnipotencia propia del Mutter
Komplex pasa a ser sustituida, como sostiene Ferenczi con pertinencia, por una
proyección de ella a los padres y la insistente demanda de su uso a beneficio
del sujeto infantil.
La imagen especular, en tanto que identificación totalizante,
introduce quiérase que no y contra el lastre del narcisismo absoluto, el
reconocimiento de alteridades reflejas, madre, padre, hermanos, objetos de
lucha y rivalidad, pero también inicio
del establecimiento de algo “común”, que permitirá el pasaje de la concurrencia
rivalizante al reconocimiento de la semejanza y la dependencia en relación al
otro, es tal vez una concordancia relativa entre los enfoques de Lacan y el
inicio de la “Posición depresiva” de Melanie Klein.
Si este sobrepasamiento, tiene el éxito relativo que puede
tener, y que jamás es completo, como tampoco lo es el del Primer tiempo; creo
llegado el momento de hablar del Tercer tiempo, (soslayaré, no porque no le
otorgue importancia, al concepto de “Falo simbólico” de Jacques Lacan, es un
tema de extrema complejidad, que aún entre los discípulos más preclaros de
Lacan fue objeto de equívocos que Lacan criticó en su artículo sobre “Dios y el
goce de la mujer” en que el “la” aparece barrado como indicando un signo de
presencia indispensable solo para ser ausentado por la barra).
TERCER TIEMPO DEL
COMPLEJO DE EDIPO.
En una versión estrictamente Freudiana el “Tercer tiempo se
acercaría a la disolución del Complejo. Bajo la amenaza de Castración, la madre
es renunciada como objeto incestuoso. El niño bajo esa amenaza y la angustia
que ella genera, abandona a la madre como objeto de deseo fálico y reprime o/y
sublima su deseo, conservando hacia ella los sentimientos tiernos. La nena,
desilusionada por la ausencia del falo, convencida del desvalor de la madre con
la falta que la caracteriza también a ella, orienta su interés libidinal hacia
el padre, con la fantasía de darle un bebe.
Debo interpolar un comentario en el sentido de que la así
llamada disolución del Complejo de Edipo, no es tal sino que es más bien el
naufragio de la fase fálica.
Este esquema breve de la estructura sienta toda su eficacia
en el Complejo de Castración, que aparece así como el motor terrorista en el
varón y melancólico y depreciativo en la mujer para reorientar las investiduras
libidinales.
Diré que esto no describe la totalidad del Complejo de
Castración ni tampoco describe el único motor del cambio.
La concepción del Complejo de Castración como paradigma de la
falta y la amenaza esta lejos de definir la totalidad de su sentido y su
eficacia en la dirección del cambio.
Si bien el Complejo de Castración se origina en una falsa
percepción, y a partir de ahí pone en juego una teoría infantil equívoca
respecto a un genital femenino supuestamente incompleto y por ende inferior y
uno completo y supuestamente superior, ello no supone de entrada una
diferenciación de sexos masculino-femenino, establece solamente dos clases
diferenciales Fálico y Castrado, que pueden recaer sobre cualquiera de los dos
géneros, en el sentido de Stoller, géneros que se diferencian, no por los
genitales, ni por sexualidad, sino por los datos externos, que los diferencian,
vestimenta; presencia, etc.
La castración introduce una lógica, arbitraria, pero
específicamente sexual, subraya dos clases diferentes frente a la sexualidad,
cosa que de algún modo podríamos considerar una desgracia inductora
de una fetichización del pene y una denigración de la vagina. Por un
lado es una fuerza que limita el incesto, por la otra crea una lógica
absurda que convierte la sexualidad en algo siempre tocado por el equívoco. ¿No
es ese uno de los grandes secretos que hacen imposible una plenitud de la
satisfacción sexual para hombres y mujeres? Creo que sí.
Por otra parte no toda la fuerza domesticadora del incesto se
realiza por la vía de la castración, los renunciamientos sexuales llevan a la
identificación, lo que se pierde del objeto se recupera como una parte del
Self. El resultado del naufragio del Complejo de Edipo es la internalización de
las interdicciones maternas y paternas como identificaciones, como partes del
Yo que constituyen el narcisismo secundario por ser identificaciones
secundarias. Generan entre otras cosas dos instancias que me atrevo a calificar
de narcisistas, el Superyo y el Ideal del Yo, ellas, herederas del Complejo conllevan
por un lado en el Super yo el imperativo de las negaciones, en el Ideal del Yo
el inalcanzable imperativo de ser al modelo de la perfección supuesta del de un
padre ideal y mítico, así, el Vatter Komplex puede ser la fuente de la ley y el
orden en cada uno, el motor de la lucha por ser, pero también en su negativo,
la interdicción de todo placer y la vivencia de un ser frusto que jamás alcanza
su imperativo.
Cierro aquí la conferencia; específico que hay temas
cruciales que el tiempo me ha obligado a omitir: las teorías sexuales
infantiles, las fantasías primarias, la temática de la madre fálica como el
núcleo arcaico del Complejo de Castración, el rol de la interdicción de la
masturbación y sus efectos, las formas invertidas y complejas, el rol de la
ambivalencia, etc. El sentimiento es haber omitido más de lo que he logrado
decir.
Termino con una expresión de gratitud a aquellos que me han
otorgado el privilegio de estudiar conmigo, ellos me han concedido el placer de
ser un enseñante-enseñado, en un intercambio enriquecedor, lo que constituye
siempre una restitución narcisista. En este lugar extiendo esa gratitud a los
que han tenido la paciencia de escuchar esta conferencia.
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Inicio de Ritmos Freudianos
* Este trabajo se
corresponde con la 6ª conferencia del volumen “Psicoanálisis. Diez
conferencias de divulgación cultural” (1993), ciclo que organizado
por la APM, con la colaboración del Club Diario Levante, fue coordinado por
Dña. Teresa Olmos y realizado
durante el curso 1992-93. Agradecemos al
Profesor D. Bernardo Arensburg, así
como a D. José Pascual y D. José Vicente Pascual, editores de Promolibro, la gentileza de habérnoslo
confiado para su difusión en Ritmos
Freudianos, facilitando así su acceso a los estudiantes de la Asignatura de
“Introducción al Psicoanálisis”, de la Facultad de Psicología de Valencia y al
público en general.
** Bernardo Arensburg Chamudes (A.P.M.). Dirección : C/ Cirilo Amorós, 1, 1º, 2ª. 46004 Valencia. Tel.: 656417415. Email: berarens@correo.cop.es .