I.E.P.P.M. GRUPO DE VALENCIA.

                                                           ACTO DE CLAUSURA DEL CURSO 2004 - 05.

                                                                                  Tema:

                                                                                              EL SUJETO DEL INCONSCIENTE.

                                                                                  Ponentes:

                                                                                                          - BERNARDO ARENSBURG.

                                                                                                          - JAIME SZPILKA.

                                                                                  Presentación:

                                                                                                          - José Guillermo Martínez Verdú.

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                                      PRESENTACIÓN DE BERNARDO ARENSBURG Y JAIME SZPILKA,

                                      Y DE LAS  PONENCIAS  SOBRE   EL SUJETO DEL INCONSCIENTE.

                                                                                              JOSÉ GUILLERMO MARTÍNEZ VERDÚ.

 

                   Tanto el Profesor Bernardo Arensburg como el Dr. Jaime Szpilka, Psicoanalistas pertenecientes a la A.P.M. (Asociación Psicoanalítica de Madrid) son de sobra conocidos y a penas necesitan de presentación.  B. Arensburg que reside y desarrolla su actividad aquí en Valencia, está siempre entre nosotros dictando generosamente conferencias y seminarios.  Por su parte, Jaime Szpilka desde Madrid nos ha visitado ya en varias ocasiones aportándonos su saber.  Recordarán una de esas charlas, pronunciada en este mismo lugar, que trataba sobre “La Identificación”; lo que tomó forma de paper en el International Journal of Psychoanalysis y fue posteriormente seleccionado para su publicación en castellano y portugués en el Libro anual del Psicoanálisis.

 

         Bernardo Arensburg, procedente de una familia que emigró a Latinoamérica desde Centro-Europa nació en Santiago de Chile cuando el Siglo XX era joven.  El siglo XX se hizo viejo y Arensburg continúa siendo joven tanto desde el punto de vista de su lucidez intelectual como de su vitalidad, como de alguna otra cosa sobre la cual tendríamos que preguntarle a Carmina, su esposa aquí presente, ¡pero no vamos a hacerlo, claro!

         Unos cuantos años después, nace Jaime Szpilka en Polonia desde donde a los pocos meses emigra con su familia a La Argentina. Estudia medicina e inmediatamente comienza su formación y practica del psicoanálisis, accediendo a la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) de la que fue Presidente durante los años setenta, trasladándose posteriormente a España e ingresando en la APM de la que ha sido Vicepresidente durante la anterior legislatura.

 

         Por su parte, Bernardo Arensburg obtiene una beca al término de sus estudios de Psicología para viajar a Francia y es en París donde comienza su formación psicoanalítica con personas de la talla de Lagache, Lacan (a cuyo seminario asistió durante siete años), Françoise Dolto y otros.  Por cierto que al mismo tiempo que atendía a pacientes adultos, también se formó y trabajó con niños y adolescentes en la consulta de Madame Dolto del Hospital Trousseau.  Posteriormente trabajó también en la Clínica de la Salpetrié, el mismo lugar al que acudiera Freud muchos años antes para aprender del maestro Charcot.  Actualmente, es miembro de honor de la A.P.F. (Asociación Psicoanalítica de Francia), de la que fue miembro fundador.

         A su regreso a las Américas, tanto en Chile como en Argentina fue docente universitario, al tiempo que ejercía como psicoanalista.

 

         Ambos ponentes son autores de numerosos artículos publicados en la Revista de Psicoanálisis de APA, en la de la APM y en otras; y he traído estos libros como muestra de su labor científica.  Éste, Estudios de clínica psicoanalítica sobre sexualidad escrito por Bernardo Arensburg en coautoría con su gran amigo Horacio Etchegoyen (quién recientemente ha sido Presidente de la I.P.A.), es un libro que recomiendo a todos por su gran riqueza teórica y clínica.  Y este otro Creer en el Inconsciente que es el último libro publicado por Jaime Szpilka y que  - se podría decir -  todo él trata sobre el tema que hoy nos ocupa: el sujeto del Inconsciente.

 

         He traído también estas dos separatas de la Revista de Psicoanálisis de APA de las que quería leerles algunos párrafos que para mí resumen la posición de los autores.  Son dos mesas redondas, la primera de las cuales data de 1972 y se celebró con motivo del viaje a Buenos Aires de Serge Leclaire (quién figuraba entre los grandes amigos franceses de Bernardo, junto a Granoff y Perrier) para comentar las conferencias de éste que versaron sobre la fuerza y el objeto de la pulsión.  Esta Mesa fue compuesta por Bernardo Arensburg, Willy Baranger y David Liberman.

         Aquí nos dice Bernardo: “Pero el gran error debe instaurarse cuando el pensamiento sobre el vacío, el corte, etc., tiende en sí a sustituirlos y llenarlos, cuando se cristaliza como un relleno de certeza”.  Y añade: “Esta certeza pasa a ocupar un lugar de ideología, y se traslada a la práctica para colmar al paciente, dejándolo tan ‘realmente’ colmado como a su analista…  Nosotros, analistas, no debemos confundirnos, no somos el falo”.

 

         Salto a 1993 a la segunda Mesa redonda de las mencionadas, que transcurre durante el 38 Congreso de la IPA, celebrado en Ámsterdam.  En esta ocasión la Mesa estaba compuesta por Ricardo Bernardi, André Green y Jaime Szpilka, quién cita allí una frase de un poema de Jorge Luís Borges: “No nos une el amor sino el espanto”, verso que en relación al psicoanálisis comenta de este modo: “los analistas no nos damos cuenta de que debemos tocar el tema del espanto.  Y el punto del horror está en los conceptos básicos de Freud.  Están completamente mal entendidos y de ahí que cuando alguien quiere plantear estos conceptos básicos (por ejemplo, inconsciente, deseo inconsciente, transferencia) aparezca una resistencia terrible   Decir que es el inconsciente es algo que nos espanta.  No sabemos qué decir exactamente sobre el término inconsciente.  Creo que los psicoanalistas estamos evitando este horror y debemos enfrentarnos al horror”

 

         El seminario semanal del presente curso del Profesor Arensburg  - seminario en el que he tenido el honor de participar como docente con varias clases sobre la adolescencia -  trata fundamentalmente sobre el “Descentramiento del sujeto”.  Allí hace poco nos decía Bernardo: “¿Tiene sentido el buscar por vía terapéutica que un sujeto se centre?  Si el precio es que se centre en un yo central, autónomo, unido, bien cimentado en sus identificaciones, o un yo fuerte como dicen algunos autores norteamericanos  - y alguno que otro más cercano, añadiría yo -  pienso que renunciaría a mi muy investida condición de psicoanalista.  Si el producto de centrar terapéuticamente al sujeto fuera constituirlo como un yo moi, el yo de la época de la Ego Psychology, realmente no creo que valiera la pena ser psicoanalista”.

 

         Dos anécdotas nos servirán para delimitar más específicamente la posición de los ponentes respecto al sujeto del inconsciente. Una de ellas tomada de la realidad.  La otra, ficticia pero no por ello menos real.

         En ocasión de una visita a Buenos aires de un prestigioso analista de la British  - de origen alemán y cuyo nombre omito por respeto -  invitado para ofrecer conferencias y supervisiones en público, se produjo un curioso incidente durante la supervisión.

         El supervisado -  Horacio Etchegoyen  - un analista también de prestigio y experiencia, con una formación inglesa, teóricamente muy cercana a la del supervisor, en aquella época  - explicó que el analizado, un paciente realmente difícil, ofrecía una pertinaz resistencia a sus interpretaciones.  El supervisor objetó con un tono francamente irritado e irritante por su altanería: “la resistencia es una palabra obscena (resistance is a dirty word)”.  La frase, rotunda y breve estaba llena de subentendidos: no solo era una denigración del supervisado -  quién, Vds. saben, ha ocupado recientemente el cargo de presidente de la I.P.A. -  sino que defendía una posición omnisciente.  Era como decir: “no hay resistencia pues el analista debería saber comprender el contenido y enunciarlo” que es lo mismo que aseverar algo así como que el analista no debería tener inconsciente.  El visitante continuó en un tono no ya beligerante pero no menos asertórico: “ligeros cambios en la técnica me han llevado a analizar preferentemente el estilo del paciente”.

         Como quiera que Horacio Etchegoyen y Bernardo Arensburg son íntimos y grandes amigos  - y los amigos se ayudan entre sí, que para eso están, si lo son de verdad -  este último, o sea, nuestro querido Bernardo  - que se había sentido indignado por el ataque dirigido hacia su amigo -  pidió la palabra y dijo: “la resistencia no es una tapa de rosca y, además, ¿qué es el estilo sino una resistencia?”.  El invitado no respondió pero mostró un cierto interés desconcertado y preguntó a la traductora el nombre del nuevo interviniente sin dirigirse directamente a él, soslayando, evidentemente, una respuesta personal.

         En un encuentro ulterior, se le preguntó a Arensburg qué había querido significar con su comentario.  La respuesta de éste fue breve: el razonamiento seguía una lógica que remitía a ciertos generalmente conocidos principios técnicos.  Bernardo Arensburg sostenía que sin resistencia no habría posibilidad de realizar una tarea analítica: el discurso consciente contiene resistencias, persigue un intento de instaurar una coherencia yóica en el discurso en el cual el analizado se identifica a sí mismo, desmintiéndose en lo que se refiere a aquello egodistónico que contiene su inconsciente reprimido.  Por tanto, añado yo ahora, negar esa resistencia a la que Bernardo se refería equivale a negar la existencia misma del inconsciente y, esa intervención ubica al Profesor Arensburg entre los partidarios  - raros hoy en día -  de la concepción de un Inconsciente freudiano radical y, por tanto, en la creencia de un sujeto del inconsciente.

         Porque lo señalado por él es de lo más elemental del aporte de Freud: Lo unerträglich, la representación incompatible o, mejor, insoportable.  Lo que persigue la asociación libre, tan difícil de conseguir, es descentrar al paciente de su discurso yóico, dejar resquicios en los cuales pueda deslizarse lo que no puede decirse por unerträglichkeit, por su insoportabilidad.  Incluso un sueño no es ajeno a ese efecto de censura y la “traducción directa”  - al estilo de las interpretaciones del prestigioso supervisor -   interpretaría el contenido manifiesto pasando o dejando de lado las asociaciones del paciente que podrían remitir al contenido latente y que no produciría más que “interpretaciones alegóricas” ajenas al discurso del analizante.

         Según el Profesor Arensburg, la resistencia y la consiguiente censura dejan siempre un resquicio para decir algo más de lo que no se quiere decir o algo menos de lo que el diciente cree estar diciendo.  Lo que él sostenía entonces, eran conceptos básicos de la técnica freudiana: es en esos hiatos discursivos donde se encuentran recursos para elaborar la interpretación.  J. Lacan lo enuncia en términos de que el análisis transcurre en un “dialéctica de revelación y ocultamiento”.

         En cierta forma, esta anécdota que se remonta a unos veinticinco o treinta años atrás, suponía el estilo analítico más o menos imperante en Buenos Aires en esa época, en la que la mayor parte de las interpretaciones eran abundantes “traducciones directas” de todo lo que el paciente decía, soñaba o actuaba en un “aquí, ahora conmigo” transferencial y que no hacía más que imponer al paciente una Razón particular del analista disfrazada de una absoluta Verdad.

 

         Lo que nos introduce ya de pleno en la otra anécdota que les decía antes, en esta ocasión sacada de los textos del Dr. Jaime Szpilka (1994):

         Se trata de la historia del Rabino chaquetero: “El rabino se ocupaba de los problemas matrimoniales de la comunidad de la pequeña aldea.  Un día lo visitó una mujer para quejarse de su marido; es poco cariñoso, no le da dinero, no le hace el amor, etc.  Después de escucharla el rabino le da la razón.  A los pocos días recibe la visita del marido, que también se queja de su mujer: es gritona, no cocina bien, no cuida el dinero. etc.  Después de escucharlo el rabino le da la razón.  Cuando marido y mujer contrastan sus respectivas visitas al rabino descubren que ambos han recibido la razón, por lo cual indignados deciden visitarlo conjuntamente.  Después de escuchar las quejas de que era imposible que diera la razón tanto a la una como al otro y que era un vulgar chaquetero, el rabino reflexionó un corto instante y con la mirada perdida en el vacío les dio finalmente otra vez la razón.

         Al poco tiempo su conducta trascendió fuera del pequeño pueblo y el gran rabino de la gran ciudad lo mandó llamar para pedirle explicaciones: '¿Acaso eres un frívolo, un irresponsable?'  El rabino de la pequeña aldea miró al cielo, y en voz apenas audible dijo: `Dios mío, qué necios que son, sólo les dije que tenían la razón, no que tenían la verdad', luego de lo cual quedó sumido en un largo y profundo silencio”.

 

         Es una cuestión eminentemente ética lo que Jaime Szpilka aquí nos plantea, pues solo puede uno confundir e imponer su razón como Verdad absoluta a costa de un forzado abuso y una caprichosa impostura.

         ¿Qué es un impostor sino aquel que se toma por quién no es o hace que los demás le tomen por tal?, es decir, quién hace pasar la razón por la verdad.

 

         Pero, entonces, al hablar del sujeto del inconsciente en contraposición al yo sujeto de la función sintética y unificante ¿se trata de contravenir al Freud de la segunda tópica?  No, en absoluto: más bien se trataría de llevar las concepciones freudianas a sus más subversivas y radicales consecuencias en la medida en que ello subvierte y cuestiona a una gran parte del psicoanálisis actual: aquel que por conveniencia coquetea y transige sea frente a la biología, sea frente a las concepciones del mundo filosóficas, políticas o religiosas, sea frente a necesidades inconscientes identificatorias de analistas fabricados en serie, “todos iguales”, en lechos de Procusto.  Y, además, nos cuestiona a nosotros mismos si, en vana tentación, el júbilo de la palabra nos impele a la ilusión del encuentro de verdades absolutas en un determinado esquema referencial (ya sea freudiano, kleiniano, lacaniano, etc.), en riesgo de confundir la sencilla “razón” con la imposible “Verdad” (Martínez y Capilla, 1998).  Y es que, como nos recuerda Szpilka: “todos los esquemas referenciales tienen ‘razón’, pero no porque den cuenta a su manera de una cara de la verdad, sino por todo lo contrario, porque manifiestan en cada una de sus razones el testimonio de la imposibilidad del inconsciente” (1992).  “... como diría el rabino chaquetero, todos tienen razón, pero los diferentes nombres que propugnan los diferentes esquemas sólo pueden ser considerados exclusivamente como del campo de la razón y no como del campo de la verdad, siendo así fundamentalmente testimonios de la imposibilidad de vérselas y hacérselas con lo real” (1994).

 

         Creo que en este sentido dice Carlos Alberto Paz (1993) que “sin exagerar podríamos llegar a afirmar que la tarea de mayores alcances para el psicoanálisis actual sería contribuir a evitar pérdidas y sufrimientos inútiles, devastadores para la salud mental; ayudarnos a aceptar nuestras propias pérdidas y sufrimientos innecesarios, ayudarnos en lo posible a curar los efectos nocivos de las pérdidas ignoradas o las pérdidas negadas. Y acaso sea  -  concluye Carlos Paz -  uno de los pilares para enfrentar y tolerar nuestra agresividad y la ajena, la aceptación racional y madura de duelos inevitables, y las experiencias repetidas de surgir de ellos profundamente modificados, e inclusive enriquecidos”.

 

         Y sin más dilación cedo ya la palabra a estas personas de gran valentía y coraje; coraje que ellos nos transmiten y que nos hace hoy estar aquí juntos enfrentándonos al horror que aún hoy en día los conceptos freudianos nos pueden producir; pues volviendo a la cita de Borges que Szpilka acostumbra a citar: “No nos une el amor sino el espanto”.

 

 

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