EL ESQUEMA
DEL APARATO PSÍQUICO
DE DIE TRAUMDEUTUNG,
EL “OBJETO FIN”
DEL NARCISISMO ABSOLUTO Y LA SUBLIMACIÓN*.
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BERNARDO ARENSBURG CHAMUDES**.
JOSÉ GUILLERMO MARTÍNEZ VERDÚ***.
Es absolutamente necesario pagar el precio de incertidumbre y
de incompletud que llevan en su entraña las teorías que defendemos.
R. H. Etchegoyen.
La interpretación de los sueños - particularmente, el
capítulo VII - sienta las bases de una
concepción metapsicológica del aparato psíquico. A diferencia del Proyecto y la carta 52 - y en continuidad con ellos -
transciende Freud con este texto el ámbito privado de la correspondencia
con Fliess y expone los conceptos públicamente. Ya no escribe para Fliess y los neurólogos, quienes le demandan
una terminología acorde con el supuesto saber científico - natural de la
época. Transgrede el juramento de la
escuela de Brücke y escribe no ya en términos neurológicos sino que libre de
transferencias idealizadas puede seguir su propio camino y escribir en aquellos
otros que darán lugar a los desarrollos teóricos propiamente psicoanalíticos
posteriores sobre el funcionamiento del aparato psíquico.
Decimos que es en
continuidad con ellos porque, como señala Lacan (1959 - 60), hasta los
conceptos de la segunda tópica se hallan sorpresivamente presentes en
germen ya en el Entwurf, de modo que su obra posterior podría casi considerarse
como un desarrollo de éste. Y con respecto a la Traumdeutung, señala que Freud no abandonó su esquema del Proyecto,
sino que “lo elaboró en su teoría del sueño, sin marcar, sin siquiera sentir
las diferencias, y dio entonces un paso decisivo que nos introduce en el campo
psicoanalítico como tal. No hay conversión de Freud a un pensamiento
organopsicológico (desde uno mecanicista). Es siempre el mismo pensamiento que
continúa”(Lacan, 1954 - 55). Lo que se
da es el pasaje desde un modelo neuronal de metafóricas localizaciones
anatómicas, hacia un modelo óptico de “localizaciones psíquicas ideales”,
también metafóricas: el esquema del
aparato psíquico del capítulo VII:
Así nos introduce
Freud en su nuevo esquema: “Imaginamos el instrumento de que se valen las
operaciones del alma como si fuera un microscopio compuesto, un aparato
fotográfico, o algo semejante. La localidad psíquica corresponde entonces a un
lugar en el interior de un aparato, en el que se produce uno de los estadios
previos de la imagen. En el microscopio y el telescopio, como es sabido, estas
son en parte unas localizaciones ideales, unas zonas en las que no se sitúa
ningún componente aprehensible del aparato... Tales analogías no persiguen otro
propósito que servirnos de apoyo en el intento de hacernos comprensible la
complejidad de la operación psíquica descomponiéndola y atribuyendo a
componentes singulares del aparato cada operación singular... Puesto que para
una primera aproximación a algo desconocido
no necesitamos otra cosa que unas representaciones auxiliares, antepondremos a
todo lo demás los supuestos más toscos y aprehensibles. Imaginamos entonces el aparato psíquico como
un instrumento compuesto a cuyos elementos llamaremos instancias o, en beneficio de la claridad, sistemas”.
Demos por supuesta la
lectura del texto que nos ocupa y preguntémonos: ¿Es operativo el esquema en
momentos posteriores de la obra de Freud?, ¿tiene vigencia actual?
Desde ya que la
respuesta al primer interrogante es afirmativa. Lo evidencia, por ejemplo, las
alusiones explícitas de Freud en los Trabajos
sobre metapsicología (1915), en Más allá del principio del placer
(1920), las Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis (1933) o en el Esquema de psicoanálisis (1938);
y otras más implícitas en textos como El bloc maravilloso o La
negación, ambos de 1925.
Hemos subrayado la
mención de Freud a lo desconocido en
la cita anterior. Es que lo desconocido, lo no conocido es una constante en
toda la investigación freudiana, así como, creemos, en el psicoanálisis
actual. En lo que a la Traumdeutung se refiere, hay un nombre
privilegiado para ello, esto es, el “ombligo
del sueño”
El concepto es
introducido a propósito del sueño de la Inyección de Irma: “Todo sueño tiene
por lo menos un lugar en el cual es insondable,
un ombligo (nabel) por el que se
conecta con lo no conocido (mit der Unerkannten)”. Y es retomado en
el capítulo 7: “Aún en los sueños mejor
interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la
interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos
oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco han hecho otras
contribuciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en el que se asienta en lo no
conocido. Los pensamientos oníricos con
que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura
alguna y desbordar en todas las direcciones dentro de la enmarañada red de
nuestro mundo de pensamientos”
Nos surge entonces
los siguientes interrogantes: ¿Es
suficiente el esquema para dar cuenta de lo real? ¿Se trata de un modelo que da cuenta sólo de lo representacional
o podemos utilizarlo para un más allá?
Es evidente, como ha
demostrado Rosolato (1978) que Freud aquí “cuenta con la inmanencia de lo
desconocido en lo real”, lugar en las sombras que no se deja atrapar por la
representación, ombligo núcleo de lo innombrable, de lo irrepresentable, de lo
inefable.
Lo que queremos
señalar es que en el capítulo 7, en primera tópica no se trata sólo de un
inconsciente puramente representacional pues, como se puede apreciar, a través
de ese ombligo se encuentra presente la sombra del “oscuro ello” que Freud
formulará en la segunda tópica.
En primer lugar
haremos observar que Freud vuelve a su esquema de 1900 en el texto maldito que
lo va a trastocar todo y cuyos efectos impactantes - nos recordaba Sopena el año pasado - aún siguen pesando sobre nosotros: Más allá del principio del
placer.
Pero como ya hemos
visto, veinte años antes - y aunque a
Freud no le falte la ilusión de gran descubridor de lo desconocido - nos hemos topado con algún que otro “Más
allá”: Más allá del contenido
manifiesto: el contenido latente; pero más allá del contenido latente: el ombligo
del sueño, el lugar insondable.
Podemos seguir con la
lista de lo situable “Más allá”:
Más allá
del principio de Constancia: el principio de Inercia.
Más allá
del placer a obtener: el displacer a abolir.
Más allá
del principio del Placer: el principio de Nirvana.
Más allá
del narcisismo Primario: el narcisismo Absoluto.
Más allá
de la pulsión de Vida: la pulsión de Muerte.
Más allá
de Sachvorstellung: dingvorstellung.
Más allá
del Objeto Fuente: el Objeto Fin.
Más allá
de lo Imaginario y lo Simbólico: lo Real.
Más allá
de la Razón: La Verdad como imposible.
Señala Szpilka (1996)
que “para Freud la Cosa configuraría el núcleo del Yo en el momento de la
identidad entre la huella de la experiencia de satisfacción y el objeto de la
percepción. Freud agrega además que todas las vorstellungen que no conciernen a
la identidad y no posibilitan la descarga del aparato constituyen atributos de
“la cosa”, mientras que `la cosa´ en sí misma es absolutamente impensable”.
A diferencia de lo
real lacaniano en donde la cosa misma es creada por la operación significante y
queda radicalmente excluida de lo simbólico (la cosa como imposible), lo real
freudiano afirma su existencia como a priori kantiano quedando de igual modo
como imposible de aprehender por el aparato psíquico (Kant diría por
insuficiencia de la sensibilidad) y como impensable, fuera de todo juicio de
atribución fenoménico, objeto profundamente perdido en la mítica primera
experiencia de satisfacción. Y debemos agregar que es ésta una concepción que
se mantiene invariable de primera a segunda tópica aún cuando cambiemos los
contenidos de un inconsciente aparentemente representacional (pero que contiene
un ombligo insondable) por los de un “oscuro ello” de cuyas “pulsiones
orgánicas” sólo nos anotician las pequeñas investiduras representacionales del
yo inconsciente. Así, Freud en el Abriss
(1938) enunciará: “...la tarea consiste en descubrir, tras las propiedades del
objeto investigado que le son dadas directamente a nuestra percepción (las
cualidades), otras que son independientes de la receptividad particular de
nuestros órganos sensoriales y están más próximas al estado de cosas
objetivo conjeturado. Pero a este mismo no esperamos poder alcanzarlo, pues
vemos que a todo lo nuevo por nosotros deducido estamos precisados a
traducirlo, a su turno, al lenguaje de nuestras percepciones, del que nunca
podemos liberarnos... ensayamos acrecentar al máximo la capacidad de nuestros órganos sensoriales mediante unos
recursos auxiliares artificiales, pero es lícita la expectativa de que al fin
tales empeños no harán variar la situación.
Lo real - objetivo permanecerá siempre no discernible... inferimos cierto número de procesos que en
sí y por sí son `no discernibles´ ”. Y señalamos al pasar que el término
empleado por Freud aquí es “reale”,
en contraposición a “wirklichkeit”
(realidad), pues es el mismo término que utiliza en la célebre frase de nuestro
capítulo VII: “Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real (Das unbewuste ist das eigentlich reale
psychische), nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real
del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la consciencia de manera tan
incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros
órganos sensoriales”.
Según las fórmulas de
Szpilka, podríamos pensar en un “porque se dice no se puede decir (a la cosa de
la que se dice) freudiano” y en un “porque se dice no se puede decir,
lacaniano”. Ambos frente a la epistemología positiva del “porque se dice se
puede decir”; que es lo mismo que mentar “la producción de lo inconsciente en
lo consciente” en contraposición al “hacer consciente lo inconsciente”. A lo que habría que agregar que cuando se
dice, no se dice lo que se supone estar diciendo y se dice más de lo que se
cree estar diciendo sin saber que se dice.
Es en esta estructura de equívoco donde se entreabre para el analista la
“relación de desconocido”; ahí aparece la “otra escena” sin jamás develar plenamente
su incógnita, asible solamente en la red donde aparece su encubrimiento
desplazado y lo que acerca a su vivencia originaria.
A partir de la
existencia de una tendencia del aparato psíquico a acceder a un estado
ataráxico (principio de inercia), uno de nosotros postuló el concepto de Objeto
fin, como “objeto de la pulsión de muerte” (Arensburg, 1991). “El objeto fin se caracteriza por la
evocación alucinatoria de lo que Freud define como la estructura del deseo, la
evocación alucinatoria de una experiencia de satisfacción; pero en relación al
narcisismo absoluto se trata no de la evocación de una experiencia de
satisfacción ligada al pecho nutricio, sino a un estado - objeto fin - ataráxico y nirvánico, de absoluta no
tensión, de satisfacción total, de colmamiento omnipotente, de no
diferenciación, de nada que desear, de pulsión de muerte en otros
términos. Esto se sitúa, claramente ,
más allá de principio del placer, pues dicho principio admite al menos la
diferencia del placer/displacer” (Arensburg, 1995-b) Se trata de “un objeto
interno, previo al `objeto fuente´ (de
Laplanche), no objeto externo, extenso y real, protoobjeto de la Pulsión de
Muerte y a ser considerado como expresión de un Narcisismo absoluto....Lo
determinante (para la Pulsión de Muerte) es que cuando ella se disocia e
hipercatectiza pasando a representar lo central del deseo, lo que queda como
catectizable son residuos, trazas, de lo que resta de la
constitución del sujeto construido, o mal construido en los tiempos sucesivos
del desenvolvimiento edípico” (Arensburg, 1996).
Examinaremos,
entonces, la relación del “Objeto fin” con “Das
Ding”: El objeto fin como Dingvorstellung, es decir como puente y
paso necesario para la constitución de Sachvorstellung.
Ya en el Proyecto de 1895, realiza Freud unas
importantísimas consideraciones sobre el pasaje del principio de inercia
(formulación avant la lettre de la
Pulsión de muerte) al de constancia y el sello
nostálgico que lo marca; lo que es
retomado posteriormente en El problema
económico del masoquismo como la diferencia entre el Principio de Nirvana y
el Principio del Placer-Realidad.
Partiremos de la
distinción entre los sueños y el dormir, entre la regresión onírica y la
regresión sustentada por el anhelo de dormir.
“El deseo de dormir - dice Freud
en la Adición metapsicológica de 1915
- procura recoger todas las
investiduras emitidas por el yo y establecer un narcisismo absoluto”. Anhelo que en el Abriss de 1938 va a ser
conceptualizado como “pulsión”: “Uno puede decir con todo derecho, que al nacer
se ha engendrado una pulsión a regresar a la vida intrauterina abandonada, una
pulsión de dormir. El dormir es un
regreso tal al seno materno. Como el yo
de la vigilia gobierna la motilidad, esta función está paralizada en el estado
de dormir y, por eso, se vuelven superfluas buena parte de las inhibiciones que
pesaban sobre el ello inconsciente. De esta manera, el recogimiento o
rebajamiento de esas `contrainvestiduras ´ permite al ello una medida de
libertad que ahora es inocua”.
Ahora bien, si como señala W. Baranger (1980) se tratase aquí de un estado “del cual nadie podría salir nunca”, ¿por qué se evidencia una garantía de retorno frente a esa “pulsión de dormir” que produciría una regresión al narcisismo absoluto? Es que el sueño mismo proporciona dicha garantía: podríamos decir que del mismo modo que el sueño es el guardián del dormir, también es el garante del despertar. Dicho coloquialmente: si uno sale de dicho estado (a - b), es porque el sueño (a - c y b - c) te saca a patadas, si no, no despertaríamos nunca; lo que está en la base de las fantasías de los insomnes que temen dormir ante el riesgo de no despertar (de morir durante el sueño); fantasmas que acompañan frecuentemente a los temores de ser enterrado vivo que Freud interpreta como fantasía de retorno al útero materno. Lo que se observa muy bien en “los pacientes con miedo a la muerte” descritos en el ya citado trabajo de título homónimo (Arensburg, 1996).
(Arensburg, 1995,a)*
Se aprecia entonces
de qué modo, el acercamiento a la realización del deseo por el lado del
narcisismo absoluto (a - b), es decir no contrarrestado por los antecedentes de
falta del complejo de castración (a - c
y b - c), produce el pánico más
atroz: Al goce con la cosa más allá del
principio del placer, esto es, a la pérdida de toda representación, se opondrá
el sueño como garantía de retorno al más acá de él, en el orden del deseo y la
representación.
De ese pánico da
cuenta también los sueños de angustia y particularmente las pesadillas: “La angustia de la pesadilla es
experimentada como la del goce del Otro”, dice Lacan (1962-63). En tanto ellas
acercan al ombligo del sueño, evitan seguir durmiendo: “lo real que despierta”.
Como deseo de reposo
absoluto, como anhelo de retorno al estado ataráxico, hay durante la vigilia -
e incluso durante el soñar - una representación
que sostiene tanto el anhelo consciente de descanso como el anhelo inconsciente
de retorno al narcisismo absoluto. Pero
el estado del dormir en sí es un estado no de total desinvestimiento pero sí de
pérdida de representación en la medida
en que se desinvestirían las representaciones verbales (wortvorstellungen) y de cosa (Sachvorstellungen)
para investir fuertemente al “objeto fin” que no se confunde tampoco con la
cosa en sí, pues se trata ya de una “dingvorstellung” (representación de la
cosa en su materialidad) que - como
señala Szpilka (1996) - es diferenciada
por Freud de la “Sachvorstellung” (representación de la cosa del pensamiento,
la cosa humana, la cosa “apalabrada”) desde los trabajos sobre La afasia (1891) y el Proyecto (1895). “La Sache
- dice Lacan (1959-60) - es
efectivamente la cosa, producto de la industria o de la acción humana en tanto
que gobernada por el lenguaje... Sache
y Wort están pues estrechamente
vinculadas, forman una pareja. Das Ding
se sitúa en otra parte... No podemos soportar el extremo del placer, en la
medida en que consiste en forzar el acceso a la Cosa”.
El dormir se sitúa
más allá del principio del placer y está regido por el principio de Nirvana.
Hay en él un apartamiento de la realidad, no rige el Principio de realidad ni
el del placer que le es solidario. Es la expresión máxima de la ataraxia y de la indiferencia; sin
embargo no es el colmo del desinvestimiento, si pensamos en lo investido que
está el dormir como modalidad de goce, lo que se anhela dormir cuando no se
duerme, y en el uso que hace Freud de “pulsión de dormir” y “deseo de retorno”.
Lo que tiende a
interrumpir el dormir y lleva al soñar, es un estado estimulado, una tensión
ligada no solo a un disturbio somático o a un estímulo externo, que en general
cuando sobrepasan un umbral, despierta sin soñar, o cuando se sueña interrumpen
el soñar, tal vez porque se alían a la censura, actuando como reforzadores de
la necesidad de negar lo que en el sueño puede ser un exceso de retorno de lo
reprimido. En todo caso, el estímulo
que lleva a soñar implica una puesta en juego de algo que en última instancia
culmina en una doble insistencia del deseo: Por una parte la persistencia del
dormir como representante del deseo de la pulsión de muerte en su insistencia;
y la realización de deseo erótico, por otra, que impondría la erotización de
los restos diurnos y las fantasías desiderativas de la vigilia; puesta en evidencia de una investidura
erótica a posteriori - o contemporánea
- por conexiones asociativas de los
pensamientos oníricos, que culmina en la realización de deseo o se interrumpe
en vías de realización, como evitamiento por la angustia que genera el retorno
de lo reprimido, con lo cual tanto el deseo erótico como el de la pulsión de
muerte se ven impedidos.
Desde esta
perspectiva, el dormir soñando es una formación de compromiso entre Eros y
Thanatos, en su inescapable tensión conflictiva. Tal como Freud lo sostiene en
las Nuevas lecciones de 1933,
formación de compromiso a no confundir con las que se dan en el soñar, que
permiten el juego de imágenes oníricas y del contenido latente, efectos activos
de la censura del sueño y su poder configurante del contenido manifiesto. La regresión en el soñar implica que el
retroceso tópico al polo perceptivo y su conexión con lo inconsciente
reprimido, se sitúan más acá de la mudez que se le supone a la pulsión de
muerte. Es Eros el que se manifiesta en
la imagen que, entre paréntesis, exige la palabra.
Si bien el sueño nos
conecta con el mundo pulsional, la inhibición de la motilidad coloca la
expresión de la pulsión en un terreno sui
generis en el que el pasaje al acto está suspendido; así podemos
contraponer el soñar al acting out en que la pulsión busca una concreción
imaginaria del objeto y el fin. Así nos vemos frecuentemente confrontados con
el hecho de que los pacientes actuadores sueñan poco.
Situémonos bien en
gráfico del cap. VII: la vía regrediente
del sueño atravesaría los distintos niveles de huellas mnémicas (Sachvorstellung) hasta alcanzar el polo
perceptivo donde quedaría detenida por
la pantalla alucinada; siendo
éste el modelo que propondríamos:
Aquí la regresión no
saldría al campo de lo real (narcisismo absoluto, principio de inercia); de
modo que la misma realización alucinatoria del deseo en el sueño mantendría la
investidura libidinal de la representación de cosa (narcisismo primario, fálico,
secundario,... principio de
constancia). Y tendríamos que preguntarnos si las imágenes oníricas de la
pesadilla no están más constituidas por
dingvorstellungen que por Sachvorstellungen.
Es que si lo
planteamos en el terreno del narcisismo, la vía regrediente iría desde el
narcisismo del sueño al narcisismo del dormir, es decir desde el narcisismo
secundario al narcisismo absoluto, pasando por el primario. En otros términos:
se invierte la vía de los logros culturales de modo tal que lo familiar (heimlich) se vuelve extraño y siniestro
(unheimlich) cuando el sueño aproxima
a la derrota del yo (Ichüberweltigung)
frente a la realización incestuosa del narcisismo absoluto y la correlativa
disolución del sujeto: las imágenes
oníricas tomadas como doble especular protector del narcisismo primario, (Sachvorstellungen) van a convertirse en
doble siniestro y persecutorio (dingvorstellungen)
que anuncian la proximidad del goce con el objeto fin (retorno al narcisismo
absoluto); de modo que la “angustia señal” deja de cumplir su función de
retroalimentación del inconsciente reprimido para convertirse en “angustia
automática”, índice de presencia de lo real de la Cosa.
Por contra, es en la
sublimación donde veríamos la posibilidad de bordear lo real atravesando el polo
perceptivo y produciendo nuevas representaciones; en lo que se aprecia que la
desinvestidura no es pura negatividad: hay en el narcisismo absoluto un potente
motor de evolución, de creación. El mismo objeto fin se constituye en “soporte
subsidiario de la sublimación” (Arensburg, 1996).
No es lo mismo la imagen onírica de un vampiro abalanzándose sobre el
soñante que despierta aterrorizado, que aquella genial escena del “Drácula” de
Coppola en donde la relación de las
tres vampiras con Jhonnatan Harker da cuenta de ese más allá del principio del
placer donde la más elevada voluptuosidad va acompañada del terror más
innombrable: el que se refleja en la mirada del héroe mientras contempla a
su “doble - Drácula” ofreciendo el
regalo de su también “doble - bebé” para calmar la sed de sangre de sus
concubinas no - muertas.
No es lo mismo la
mirada defensiva fetichizante hacia una mujer, que la mirada de Francisco en el
film “Él “ de L. Buñuel en la que José Luis Gallego (1999) revela ese “vacío
fundamental, el del que mira”.
Y ya que en el cine
estamos, tampoco es lo mismo la mirada de Jeremy Irons en su encuentro con
“Lolita”, que la del escritor perverso paidófilo (en la versión de Adrian
Lyne): mientras en uno se trata del (re)encuentro y la búsqueda apasionada del
objeto fin (la Anabel perdida que remite a lo perdido del estado indiferenciado
con la madre) y la restitución del narcisismo absoluto, en el otro se trata del
objeto fetichizado (Lolita reificada) que en función del objeto fetiche
(escenas y filmaciones pornográficas que remiten a la escena primaria) sirve a
los efectos de tapón de la falta y desmentida de la castración.
Carlos Sopena (1999) concluye su reciente trabajo sobre el objeto
psíquico con la siguiente pregunta: “¿La sublimación es creación a partir de la
nada, de la falta, o persigue indefinidamente la huella del objeto “perdido”,
buscando una recreación reconocida como imposible?”.
Nos decidimos - creemos que como él - por ambos sentidos, pues en la sublimación
se da una regresión formal que no se detiene en el polo perceptivo. No hay
alucinación. La investidura atraviesa la barrera perceptiva y llega hasta lo
real (el afuera del aparato psíquico de “localizaciones ideales”, según el
esquema de Freud). Se dirige una momentánea investidura de la Cosa como dingvorstellung (pulsión de muerte) para
acto seguido dirigirla a la representación recién figurada (Martínez Verdú,
1997). No se trata de un retorno de lo
real (desde fuera), como en la alucinación del psicótico, sino de un bordear lo
real a partir de sus márgenes significantes.
En la vía regrediente
del sueño, la investidura recae sobre el polo perceptivo en la realización (erfülung) alucinatoria del deseo, del
mismo modo que en las psicosis alucinatorias, según apunta Freud.
Ahora bien, en las
psicosis alucinatorias no se trata de alucinaciones psicóticas propiamente
dichas: Allí se trata de un retorno de lo reprimido. Valdría decir: lo
reprimido dentro, retorna - desde
adentro (vía regrediente a través de las huellas mnémicas) - bajo la forma de la alucinación, como
formación del inconsciente (represión y retorno de lo reprimido) en toda su
dimensión simbólica e imaginaria que, a diferencia del síntoma conversivo, no
se desplaza a lo imaginario de lo simbólico de lo real del cuerpo sino a lo
imaginario de lo real de la percepción. Es decir que se trata de una
realización fantasmática al estilo del ejemplo freudiano de aquella psicosis de
deseo (histérica) en que la muchacha abandonada realiza alucinatoriamente el deseo del retorno y posesión de su perdido amante (Freud, 1894). Ello
implica la “indiscutible existencia de la represión” en las psicosis y delirios
histéricos, tal y como Carlos Paz (1990) mostrara a través del análisis de su
paciente “Mariana”.
En la alucinación propiamente
psicótica, por contra, se produce desde fuera la investidura del polo
perceptivo, pues faltó la mítica experiencia de satisfacción primera que,
habiendo fijado la huella mnémica, podía haber traído la realización
alucinatoria en la vía regrediente. No
ha lugar para el apremio de la vida
ni para la amarga experiencia vital,
ni para la asunción de las cargas de la
existencia en el devenir humano del infortunio
común. Por tanto, si no quedó
huella: “lo suprimido - cancelado (das
aufgehobene) adentro, retorna desde afuera” (Freud, 1901)
No es investida la
representación (dentro del
gráfico: sistema inconsciente,
representación de cosa - sache) y transportada al polo perceptivo, como en
el sueño o la alucinación histérica, sino que es impuesta desde lo real una
investidura de la Cosa - Ding por la
pulsión de muerte o, lo que es lo mismo, a falta de una válida inscripción del
objeto fin, se trata de un retorno del narcisismo absoluto hacia un nirvana que
engulliría al sujeto, sin posibilidad de retorno: el logro de la unión con lo insimbolizable del mutter complex en tanto falta la
simbolización a posteriori (nachträglich)
del vater complex.
Es a partir del
narcisismo de los ideales en el vater
complex que funciona la sublimación, pero para que esta se dé como
verdadera creación - en contraposición
a lo que sería una simple asunción de ideales favorecedor de formaciones
reactivas o desmentidas (verleulung)
- es necesario un pasaje regrediente
por el narcisismo absoluto: Al
desinvestir la representación se inviste la Cosa - objeto fin (dingvorstellung), pero con garantía de
retorno, pues la sublimación retira la carga de ésta para dirigirla a la recién
creada y nueva representación (Sachvorstellung).
Aquí se daría, por
tanto un aumento del acervo representacional inconsciente por inscripción de
huellas mnémicas (Sachvorstellung, wortvorstellung...), que produciría una
mayor riqueza del preconsciente (wortvorstellung).
En su articulación
con la hipótesis del narcisismo absoluto y la sublimación, esperamos haber
podido mostrar la utilidad y vigencia clínica actual del gráfico que hace cien
años nos legara Freud en su inmortal obra “Die
Traumdeutung”.
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* Publicado en las Actas del VIII Simposium A.P.M.: Los sueños: cien años
después. A.P.M. Madrid, 1999.
** Bernardo Arensburg Chamudes (A.P.M.).
Dirección : C/ Cirilo Amorós, 1, 1º, 2ª. 46004 Valencia. Tel.: 963300403. Email: berarens@correo.cop.es .
*** José Guillermo Martínez Verdú (A.P.M.).
Dirección: C/ Dr. Gómez Ferrer, 13, 19ª. 46010 Valencia. Tel.: 963614594. Email: martiver@correo.cop.es.
* El
lado a - b es aleatorio frente a la invasión alternante de a - c y b - c. Ello plantea una dialéctica para la
supervivencia del infans y su ingreso en el mundo objetal.