Texto del laudatio que realizó el profesor Francisco Tomás Vert, en la ceremonia del premio Gigante del Espíritu otorgada de manera póstuma al profesor Lorenzo Ferrer



Excelentísimo señor Rector Magnífico de la Universitat de València.

Excelentísimo señor Vicerrector Primero de la Universidad Politécnica de Valencia.

Ilustrísimo señor Decano de la Facultad de Administración y Dirección de Empresas de la Universidad Politécnica de Valencia

Señor Director del Instituto Intercultural para la Autogestión y la Acción Comunal, INAUCO.

Querida Mercedes

Amigas y amigos del Profesor Lorenzo Ferrer.



A principios del mes de noviembre del pasado año, Lorenzo Ferrer, el profesor, cerró la carpeta de su última clase y se despidió de nosotros, como tantas veces lo hizo con sus alumnos, emplazándonos a una próxima lección que ya no podremos escucharle. Quienes le conocimos, quienes le estimábamos tardamos en asimilar su ausencia, pues era impensable la desaparición de su inmensa actividad que sólo pudo interrumpir una muerte repentina que tal vez estaba ansiosa por aprender también de su magisterio.

En el vacío creado por su ausencia se acumulan nuestros recuerdos de una vida compartida, y también todos aquellos frutos de una inmensa e intensa labor en la Universidad y en la sociedad valencianas, labor y recuerdos que deben motivar nuestro reconocimiento y agradecimiento a Lorenzo Ferrer Figueras, universitario, ciudadano, pero sobre todo maestro ejemplar. En este sentido me cabe la satisfacción de felicitar y agradecer al INAUCO su iniciativa de homenajear el Profesor Ferrer con esta designación como Gigante del Espíritu 2010, bien que a título póstumo.

Agradecimiento que extiendo al profesor Antonio Colomer, su director, por haberme permitido expresar en este momento, mediante unas pocas palabras la semblanza de quien fue uno de mis maestros más queridos. Permitidme que os relate algunas pinceladas de una intensa vida al servicio de la Universidad, de la sociedad, pero sobre todo del magisterio.

Lorenzo Ferrer nace en Barcelona en 1920. Su primer encuentro con las Matemáticas se produce pronto en sus estudios en el Colegio de los Escolapios, donde dice Lorenzo Ferrer y cito:”le enseñan … el sentido lógico de la demostración, el placer de la belleza interna, de la estética, de la poesía, de la arquitectura interna de la matemática”, despertando así una vocación por las matemáticas y su enseñanza, que no se apagará.

Como tantos otros, Lorenzo Ferrer fue afectado por los desastres de la guerra civil, si bien, no se arredró, pues en una primera etapa se desempeñó como Maestro interino de la Generalitat de Cataluña, donde aprendió lo que era enseñar y el placer de motivar y transmitir a los jóvenes, a los niños. Luego fue movilizado en 1938 en la llamada “Quinta del Biberón”, donde encontró lugar como “miliciano de la cultura” para enseñar a sus compañeros. Y finalmente tuvo que hacer frente a las penalidades de la postguerra como integrante del ejército perdedor.

Finalizada la guerra civil, inicia sus estudios de Ciencias Exactas en la Universidad de Barcelona, en la que encuentra a su maestro, el valenciano José María Orts, que junto a conocimientos le transmite su vocación universitaria. Su carrera es también una carrera de obstáculos donde se suceden las dificultades propias del oscuro período de nuestra postguerra. Sin embargo, en 1947, para Lorenzo Ferrer, se produce un cambio en este sombrío panorama, que se ilumina con la presencia de Mercedes, con la que contrae matrimonio y que le acompañará para siempre en su intensa vida.

Ya en 1947 ocupa su primer puesto de docente universitario como Adjunto de Mecánica Teórica en la Universidad de Barcelona, y definitivamente orienta su carrera hacia la obtención de la Cátedra universitaria, objetivo que alcanzará en la siguiente década, en la cual y en 1959, obtiene la Cátedra de Mecánica Racional para explicar Matemáticas para Químicos en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valencia, vacante por más de quince años.

A su llegada a nuestra Universidad se encuentra con dos instituciones que han sido cruciales y muy queridas en su vida. En primer lugar la Facultad de Ciencias que describe así: “Yo, catalán, impregnado de racionalidad me sentí sumergido en una Facultad llena de alumnos creativos, inteligentes, intuitivos. Llena de Catedráticos con personalidades contrapuestas, firmes, dispuestos a pelearse y reconciliarse diariamente, día sí y día también, por las asignaturas, los programas, las tesis, las aulas… Un conjunto de personas modestas, enamoradas de su profesión, de su trabajo que con medios escasos hacen milagros”. Y en segundo lugar el Colegio Mayor Luis Vives que reconocía como su casa, donde vivió como un colegial más y desde nos dijo adiós.

La presencia de Lorenzo Ferrer en Valencia, se produce en un momento donde la situación de la Universidad Valenciana experimenta una formidable expansión. Se crea la Escuela de Ingenieros Agrónomos (1960), embrión de la futura Universidad Politécnica. Se ponen en marcha los estudios de Física (1961) a los que luego se añadirán los de Biología y Matemáticas en la Facultad de Ciencias de la Universitat de València. En la puesta en marcha y en el desarrollo de todos ellos estuvo presente Lorenzo Ferrer, en cuyo entorno se aglutinó un conjunto de jóvenes, algunos no tanto, que se reconocen como integrantes de su escuela docente.

Escuela, también es la Escuela de Investigación Operativa fundada por el Profesor Ferrer cuyo primer diploma se entrega en 1964, y que prosigue su actividad hasta el día de hoy. Para su puesta en marcha el Profesor Ferrer moviliza al Ayuntamiento de la Ciudad, y a la Caja de Ahorros en una iniciativa que cabe considerar pionera en lo que supone el tender puentes entre la Universidad de Valencia y la Empresa Valenciana. Por esta Escuela han pasado un número muy amplio de quienes han formado y forman una parte muy importante del mundo político y económico de nuestra sociedad

En la Facultad de Ciencias Económicas, y en las Escuelas de Arquitectura y otras Ingenierías, que van creándose en la década de los 70 del pasado siglo, también impartió docencia la escuela del Profesor Ferrer.

Llegados a este punto no me sustraigo a continuar este relato si no es en simultaneidad con mi propia experiencia vital, pues son más de cincuenta años los que configuran la intersección de los conjuntos de sus experiencias vitales con las mías. Desde mi examen de Matemáticas en el Preuniversitario en junio de 1960 hasta hoy, o hasta ayer si queréis, no nos hemos separado. Primero como profesor y maestro en mis años de estudiante de Química y de Física y compañero durante tantos años de claustro en Facultades, juntas de gobierno, claustros universitarios… Puedo decir con rotundidad que mi carrera universitaria ha recibido el impulso de profesores que como Lorenzo Ferrer sabían despertar en sus discípulos no solamente el amor por la ciencia i el conocimiento, sino la dedicación y la generosidad hacia la “cosa pública”. Hemos compartido ciencia, experiencias, responsabilidades de gobierno y también alguna que otra aventura en aquellos años 60 y 70 del pasado siglo, tan negros y nebulosos, pero donde hervían las ideas, las ilusiones, las utopías; años en los que Lorenzo Ferrer no dudó en acudir ante los poderes públicos y de gobierno para defender a “sus” profesores, “sus” alumnos, a “sus” compañeros detenidos por ser consecuentes con sus ideas.

Es imposible resumir en unos minutos, una vida tan fructífera y tan intensa como la del Profesor Ferrer pero señalaré algunos aspectos que considero indiscutibles en su personalidad y en su trayectoria vital:

Lorenzo Ferrer como maestro y forjador de vocaciones

He podido ser testigo de su implicación en la docencia en la Universidad. Su magisterio ha sido siempre riguroso, inquieto e innovador. No sólo por la intensidad y el carácter innovador de sus enseñanzas sino por los nuevos métodos de enseñar que implanta. Es el introductor en nuestra universidad, hace más de 35 años, de las técnicas de trabajo y estudio mediante grupos de trabajo tutorizados, técnicas que se postulan hoy como las que habrán de ponerse en marcha en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior.

Por su gran dimensión, no es posible aquí y ahora mencionar a todos aquellos y aquellas que considerándose como discípulos de Ferrer, y portadores de sus metodologías realizan sus tareas docentes y formativas en la Universidad Española y Valenciana, pero también y con igual intensidad en otros niveles de la enseñanza en nuestro país. Desde allá donde reposan los justos, Lorenzo Ferrer se complacerá en contemplarlos a todos ellos, y en compartir sus éxitos y sus dificultades como siempre lo hizo en vida.

Discípulos todos ellos que se han formado en las Facultades de Ciencias de la Universitat de València y en las Escuelas de la Universidad Politécnica de Valencia, en cuyo alumbramiento participó y a cuyo desarrollo contribuyó en gran medida. Pero también en “su”, creo que es oportuno el posesivo, Escuela de Investigación Operativa de la Universitat de València.



Lorenzo Ferrer y su contribución al crecimiento de la Universitat de València y de la Universidad valenciana en general

Ya he dicho anteriormente que su llegada a Valencia en 1959 supuso la eclosión de un amplio conjunto de vocaciones matemáticas. Su escuela se extendió desde los estudios de Química a los de Física y Matemáticas a cuya creación contribuyó de forma decisiva en la Facultad de Ciencias así como a los de Ingeniería en el entonces Instituto Politécnico, precursor de la actual Universidad Politécnica de Valencia que hoy nos acoge.

La Escuela de Investigación operativa de la Universitat de València y el Diploma que en ella se imparte es uno de sus grandes logros, Ferrer la reconoce públicamente, y cito sus propias palabras: “como su obra más querida”.

Ferrer introduce en la Universidad de Valencia el Algebra Moderna, desarrolla ampliamente la Teoría de Sistemas, e introduce el Pensamiento Sistémico en multitud de sus investigaciones, y en su entorno se articula un extenso grupo de investigación interdisciplinar sobre la Teoría del Caos y su implicación en un amplio abanico de ámbitos del saber.

Lorenzo Ferrer, se proclama un ferviente creyente en la Teoría de Sistemas. Lo expresa diciendo “Yo soy un sistema, y tengo, he tenido muchos sucesivos entornos: la familia, el colegio, el bachillerato, la carrera, el noviazgo, el matrimonio, la lucha, y finalmente ésta Universidad. Propone introducir el Pensamiento Sistémico en la docencia y en la investigación.

En la última etapa de su vida científica desarrolla una intensa actividad investigadora, basada en la Teoría de Sistemas y en las implicaciones de la teoría del caos, que experimentará un proceso de aceleración constante, y a la que el Profesor Ferrer se aplicó de manera incansable, planteándose siempre nuevos retos, fijándose nuevos objetivos y diseñando nuevos proyectos

Al respecto haré mención a un ejemplo que ilustra este espíritu incansable. Al finalizar su fructífero período como profesor emérito, uno de los más largos de la Universidad de Valencia, me hizo partícipe de su iniciativa de constituir un grupo multidisciplinar para trabajar sobre Teoría del caos, y presentar un proyecto de investigación ante el entonces Ministerio de Ciencia y Tecnología. No fue necesario animarle. El proyecto bajo su dirección, fue aprobado y sirvió de acicate para el desarrollo de esta actividad investigadora en muy diversas áreas de la nuestra Universidad.

Cuando nos dejó, estaba empeñado en la constitución de un grupo internacional con universitarios mejicanos y argentinos para trabajar sobre teoría de sistemas. La edad no fue un obstáculo en este empeño, y a sus ochenta y tantos años viajó a la turbulenta Ciudad Juárez en Méjico para coordinar las acciones necesarias, eso sí, con la compañía de Mercedes, que no renunció nunca a ser testigo de su trabajo.

La contribución del Profesor Ferrer a la construcción de la Universidad de Valencia en su concepción actual

En la vida del Profesor Ferrer se suceden hitos que han resultado relevantes para la Universitat de València. Fue el último Decano de la Facultad de Ciencias de la Universitat de València, la cual a su pesar, y el mío, se dividió en las cuatro facultades de Química, Física, Biología y Matemáticas. De ésta última, fue su primer decano. Fue un miembro muy activo de la Comisión que redactó los primeros estatutos democráticos de la Universitat de València. Impulsor de la participación responsable de los universitarios, docentes, estudiantes y personal de administración y servicios, en todos los aspectos de la vida académica, de gobierno y de representación aportando siempre su compromiso personal y su presencia activa.

El compromiso del Profesor Ferrer con la sociedad y la “res pública”

Tal y como él reconoció, en los últimos años del franquismo, revivió el espíritu democrático que informó sus años de juventud, en los últimos años de la república. Su compromiso le ha llevado a estar al frente de reivindicaciones, de manifestaciones públicas, pero también ha formulado propuestas concretas, ha mantenido actitudes constructivas e iniciativas participativas y sobre todo siempre ha estado convencido de que el gobierno, en el sentido más amplio de la palabra, no es aceptable si no es el fruto de la participación democrática de los estudiantes –de los ciudadanos-, que nunca más han de ser súbditos.

Lorenzo Ferrer ha sido un universitario incansable y generoso. Generoso porque a lo largo de su vida supo subordinar sus intereses personales a los que él consideró como intereses superiores de la institución universitaria. Y en el ejercicio de su magisterio supo transmitir esa generosidad a todos aquellos que a lo largo de su vida convivieron y trabajaron con él.

En reconocimiento a esta extensa, intensa y fructífera labor, reflejo de una intensa vida de dedicación y amor a la institución, la Universitat de València concedió en 2005 al Profesor Lorenzo Ferrer Figueras la Medalla de la Universidad, máxima distinción que se otorga a quienes han tenido una contribución destacada en el progreso de nuestra institución, rindiendo así, el homenaje colectivo y solidario de su querida Universitat de València, que pudo recibir en vida.

Por otro lado, El galardón con el que hoy le distingue el INAUCO de la Universidad Politécnica de Valencia como “gigante en el espíritu” se acomoda muy atinadamente a la persona de Lorenzo Ferrer. Frecuentemente los homenajes que rendimos a las personas se relativizan a través de su obra más o menos importante, mucha en el caso de Lorenzo Ferrer. Pero hoy creo que nuestro homenaje se dirige a la persona en ella misma, a su calidad humana, a su talante, a su personalidad afectuosa, a su compañerismo, a su tenacidad, a su magisterio en fin, a este Gigante del Espíritu. Con la perspectiva que va marcando su ausencia, se agiganta entre nosotros su personalidad que permanecerá por siempre.

Este galardón, será recibido por Mercedes su compañera de siempre, la que compartió todo con Lorenzo Ferrer, y a quien sin ningún género de dudas corresponde una parte importante de los méritos que hoy reconocemos.

Mis últimas palabras han de ser de agradecimiento y de recuerdo al Profesor Lorenzo Ferrer Figueras, maestro, compañero y amigo, por su trabajo, su dedicación y su amor, a la Universidad de València y a sus discípulos. Agradecimiento que expreso en nombre de quienes nos sentimos sus discípulos y a quienes supo ilusionar por las Matemáticas, por la Ciencia, por la Universidad, y por la sociedad en la que vivimos. In memoriam, Lorenzo Ferrer Figueras.

He dicho

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Lorenzo Ferrer, Gigante del Espíritu. 21 de Febrero de 2011