DESLEGITIMADOS
Rafael Pla López
miembro del Comité Federal del PCE

Las cifras brutas del Referéndum del 20 de febrero, sobre el censo electoral, son las siguientes:
Abstenciones
19.359.017
57'68%
Votos nulos
122.697
0'37%
Votos en blanco
849.093
2'53%
Votos No
2.428.409
7'24%
Votos Sí
10.804.464
32'19%

Por tanto, ciertamente puede afirmarse que menos de 1 de cada 3 electores ha ratificado el Tratado Constitucional Europeo y que la mayoría de los electores (más de un 57%) se han abstenido de participar en el Referéndum, adoptando así una actitud de "distanciamiento" respecto del Tratado. Pero también que un porcentaje aún mayor, del 60'58%, la suma de abstenciones y votos nulos y en blanco, se han distanciado del conjunto de las fuerzas políticas y organizaciones sociales que pedían votar Sí o No en el Referéndum. Por ello, ni las fuerzas del Sí ni las del No podemos congratularnos razonablemente de los resultados. No es cierto que un 76'73% de la ciudadanía haya votado Sí: sólo lo ha hecho un 32'19%. Pero tampoco es cierto que un 17'24% de la ciudadanía haya votado No: sólo lo ha hecho un 7'24%. El resultado del referéndum deslegitima, ciertamente, al Tratado Constitucional Europeo. Pero también deslegitima, en cierta manera, al conjunto de fuerzas políticas con representación parlamentaria. Bien haríamos unos y otros en tomar nota de ello.

Ahora bien, el grado de deslegitimación es muy distinto para unos y para otros: las fuerzas del Sí han recabado un número de votos muy inferior, del orden de la mitad, de los que les llevaron a ocupar sus escaños en el Parlamento. Ello abarca tanto al PSOE como al PP, el PNV o CiU. No hay ninguna razón, por tanto, para que el PP lance las campanas al vuelo deslegitimando al gobierno: la deslegitimación, en todo caso, también le alcanza. Y en el País Vasco es singular que el PNV, el PSOE y el PP juntos sólo han conseguido un 25'80% de votos por el Sí (un apoyo probablemente muy inferior al que conseguiría el vilipendiado, por falta de consenso, "Plan Ibarretxe"). Pero en el caso del PSOE, que en modo alguno puede atribuirse en solitario un voto al que también llamaban otras fuerzas, muestra que, a diferencia de otros tiempos, no puede confiar en un voto ciego o cautivo: como ya se vislumbró en las Elecciones Europeas, el voto instrumental que recibió el 14-M para desplazar al autoritarismo belicista y reaccionario del PP no le fue entregado de forma incondicional.

Por el contrario, los casi 2 millones y medio de voto No han superado la suma de los votos recibidos por las fuerzas políticas que lo propugnaban. De hecho, el voto No ha recibido un apoyo muy superior al escasísimo porcentaje de tiempo televisivo asignado a las fuerzas del No en base a los escaños obtenidos, porcentaje que ha representado una de las más graves distorsiones antidemocráticas de la campaña referendaria, sólo muy parcialmente compensada por la emergente circulación de información alternativa a través de Internet. El problema de las fuerzas del No (IU, ICV-EV-EUiA, ERC, BNG, XA, EA, BNV, PSA, Els Verds..., junto a las Plataformas por el No que han encontrado grandes dificultades para jugar un papel destacado) no es que el resultado del referéndum pueda deslegitimar los escasos escaños que en la mayoría de los casos habían obtenido, sino todo lo contrario: la dificultad de configurar un referente político para la oposición a un Tratado neoliberal, militarista y estatalista. Pues ninguna de dichas fuerzas podemos tampoco atribuirnos en solitario ni tan siquiera el 7'24% del electorado que ha votado No, y tampoco hemos sido capaces de articular una campaña unitaria por el No, a pesar de que buena parte de nuestros argumentos eran coincidentes.

Podemos estimar, por otro lado, que una parte importante de la abstención y el voto en blanco puede responder a una actitud de responsabilidad ciudadana: la de negarse a un pronunciamiento sobre un texto que se desconoce. De hecho, resulta singular que el porcentaje real de participación ha sido muy inferior al que predecían las encuestas. Da la impresión de que la campaña electoral, en vez de atraer votantes a las urnas, las ha alejado de ellas. Y más allá, las ha alejado del Tratado: tanto el voto No como la abstención han superado las predicciones. Posiblemente las críticas al Tratado, aunque a mucha gente no la hayan llegado a convencer de votar No, sí la han disuadido de votar Sí, y en la duda han decidido votar en blanco o abstenerse, negándose a dar un voto de confianza a ciegas tanto a las fuerzas políticas que propugnaban el Sí como a las que propugnábamos el No.

En estas condiciones, podemos concluir que la construcción de una alternativa al proyecto neoliberal, militarista y estatalista que nos quieren imponer pasa tanto por la construcción de un inexistente referente político unitario de las izquierdas sobre la base de un programa, programa, programa coherente como por la articulación de la participación política de una ciudadanía que se niega a comulgar con ruedas de molino. Se trata, en definitiva, de la construcción de un movimiento político y social plural y alternativo de izquierdas que IU no ha llegado a ser.